Вы находитесь на странице: 1из 3

Paideia.

Educación y Filosofía:

EN TORNO AL ESTRUCTURALISMO
(https://educayfilosofa.blogspot.com/2010/06/en-torno-al-estructuralismo.html)

junio 28, 2010

El estructuralismo implica en la pedagogía acudir a modos de análisis abstractos que


pongan de manifiesto los lugares que en las estructuras ocupan individuos y grupos. El
sujeto es diluido en el todo estructural y por tanto se renuncia a la subjetividad, la
conciencia o la experiencia como impulsores y productores de la historia. Sin embargo, en
lo que se refiere a la mayoría de los posts dedicados a la teoría de la educación o a la
filosofía en este blog, hemos mantenido con matices una noción más o menos clara de
sujeto; un sujeto que en la perspectiva personalista es persona, en la existencialista es pura
existencia que fluye, en la Escuela de Frankfurt es aquello que padece las opresiones del
sistema económico y que aspira al dominio de su existencia, en el freudomarxismo es el
hombre alienado en lo más hondo de su psique y en su cuerpo, que debe recobrar su salud
a partir de una transformación psíquica y social. Sí es cierto que estas corrientes corrigen
elementos del subjetivismo de la modernidad enarbolando la noción de un sujeto débil,
histórico, cambiante al que amenaza la misma nada que lo cimenta. Pero el pathos
moderno se hallaría incluso en el propio Nietzsche, como señaló Heidegger en su análisis
del mismo, e incluso en alguna lectura que he hecho recientemente, desde una perspectiva
quizás con un cierto trasfondo estructuralista, también en el filósofo del ser. El
estructuralismo (Foucault, Althusser) viene precisamente a dar la puntilla a este sujeto que
nos ha acompañado desde fines de la Edad Media, hasta hoy, cuando también se cuestiona
la propia creencia en una identidad del sujeto (o del ser) desde el llamado pensamiento de
la diferencia (Derrida, Deleuze). También la hermenéutica gadameriana arremete contra el
sujeto moderno de la trascendentalidad fundante (Kant). Incluso, un amigo hace poco me
relacionaba este ataque al sujeto con la religiosidad orientalizante que cada vez se va
imponiendo más, como disolución mística en el todo. Yo creo, sin embargo, que en la
pedagogía debe esgrimirse no sólo el postulado, si queremos, de un sujeto con cierto
margen de posibilidades para crear su mundo, sino que incluso prefiero a menudo hablar
de “persona”. Me cuesta de veras apalancarme en la resignación y el fatalismo de un
Foucault, que ha tenido algún eco muy interesante y digno de conocerse en la pedagogía
(aquí), aunque es verdad que habría quien me diría que soy víctima de la trampa de la
modernidad, trampa que una vez superada, convierte en innecesario el recurso a la
dicotomía cartesiana entre el sujeto y el mundo, la necesidad de hablar en esos términos.

Pero sea como sea, el paradigma de la salud y la enfermedad que siguiendo a la escuela de
Frankfurt gusto de sostener, presupone un sujeto sin el cual no tendría sentido hablar de
liberación. Para no perdernos en vaguedades, sin embargo, creo que puede venir muy bien
la pista de Ellacuría y tal vez de Zubiri. Lo personal hace alusión a lo relacional, pero a esa
relación con lo que nos desintegramos para emerger revitalizados, como sujetos con una
identidad en perpetuo cuestionamiento, débil, cambiante (Lévinas). De posibles
aplicaciones de esto en la psicología no soy quién para hablar, pero imagino que hay un
paralelismo con cierta psicología profunda de las personalidades estructuradas a duras
penas, de las grietas y de la facticidad inconsciente, determinante, corporal. Si la filosofía
me va enseñando algo es a sospechar de las grandes claridades.

En cualquier caso, el estructuralismo nos explica, y lo hace sin el recurso a este incómodo
estigma moderno al que me refiero. Siguiendo la exposición del libro de Giroux que me
traigo entre manos, hay que destacar que el marxismo estructuralista rechaza la noción
antropológica de que los seres humanos somos agentes de la historia o sujetos. De esto se
desprende que el poder no es tanto una dominación intersubjetiva, sino algo estructural, y
no olvidemos que para este planteamiento, lo estructural constituye a la conducta humana.
Incluso la conciencia es un efecto (no un agente o causa). Los individuos somos una suerte
de puntos donde confluyen fuerzas que a veces están en pugna, meros constructos, puras
determinaciones de algo que no podemos determinar. De modo que la historia, para
Althusser, es proceso sin sujeto.

Si el culturalismo que nos ocupó en el post anterior entiende la cultura como universo
autónomo que pasa por la mediación activa de los sujetos, “los análisis estructuralistas
proponen una noción de totalidad y una relativa autonomía atada a la irreductibilidad de
los niveles específicos de la sociedad. En esta perspectiva, la unidad de la sociedad
comprende una estructura compleja de ‘instancias’ separadas y específicas –económicas,
políticas e ideológicas. Además cada una de estas ‘instancias’ son vistas como
relativamente autónomas, separadas de las otras y sostenidas como las que tienen efecto
único y específico sobre los resultados históricos” (p. 168). Hay que resaltar que esto
significa una corrección al marxismo ortodoxo que incurre en el reduccionismo económico,
como hemos señalado a menudo. En realidad, esto me parece similar a la sociología de
Bourdieu, siempre que hagamos la importante matización de que lo subjetivo y lo
inconsciente individual, así como lo fáctico del propio cuerpo, son presupuestos en su
esquema por la noción de habitus. En Bourdieu no hay un rechazo de estos elementos que
englobamos en el campo de la subjetividad activa y productora, o al menos la subjetividad
que clasifica según principios aprendidos de su sociedad. En realidad, la combinación en
Bourdieu de elementos subjetivistas como el habitus con un planteamiento de campos de
fuerzas en pugna que conformarían distintas estructuras, me parece cada vez más
completa y provechosa para entender fenómenos que nos ocupan como es, en especial, la
educación. Y del mismo modo que en Althusser, para Bourdieu el aparato ideológico del
estado y las escuelas representarían las instituciones más importantes que aseguran el
consentimiento de las masas a la lógica del capitalismo dominante.
Sin embargo, los estructuralistas rechazan toda noción de clase social como un modo
intersubjetivo de experiencia. Así, el estructuralismo se opone vivamente al culturalismo
que describimos en el post anterior, hallándose entre ambos extremos, me parece, la
sociología de Bourdieu. Quizás pueda haber márgenes en las estructuras para que opere un
sujeto que actuando según fines propios de su habitus y campo de lucha, amplía la brecha
de la transformación social para que las posibilidades de actuación de los sujetos se
amplíen, siendo conscientes de sus determinaciones y contemplando todas las
posibilidades de acción. Así, Bourdieu salva una cierta forma de sujeto (¿libre?) y se
aproxima al culturalismo. De este modo, corrige creo que acertadamente un exceso del
estructuralismo, pero, sin incurrir en un ingenuo culturalismo de los sujetos como
hacedores plenos de su mundo y su cultura a golpe de voluntad o pasiones individuales.
Los culturalistas entienden por ejemplo la clase social como meras categorías políticas y
culturales, o sea, formas de conciencia y modos de acción colectivas. Aquí hay una
desmesura o pathos compartido con la modernidad cartesiana. Por el contrario, para el
estructuralismo las ideologías no son las ideas, ni la conciencia falsa del marxismo, sino
algo con existencia material, algo implantado en prácticas sociales que constituyen campos
como la escolarización. Esto es elogiado, con buen criterio, por Giroux, ya que nos obliga a
pisar tierra aclarando “las bases estructurales de la opresión humana mientras que
simultáneamente señala la necesidad de lucha por algo más que un cambio de consciencia,
esto es, la transformación de prácticas sociales específicas en instituciones concretas, como
las escuelas” (pp. 170-171). También es aprovechable el énfasis estructuralista en una
inconsciencia fáctica frente a la filosofía de la conciencia muchas veces asociada al sujeto
en la modernidad. En esta onda se mueve Althusser que entiende que lo que llamamos
sujeto es algo constituido por la ideología. Señalemos que “Ideología en este sentido se
refiere a una forma específica de relación que los sujetos humanos tienen en el mundo,
cuyo origen se encuentra en las representaciones estructuradas instaladas en la conciencia”
(p. 171). Esto es lo que expresa el propio Althusser en una conocida tesis: “La ideología
representa la relación imaginaria de los individuos con sus condiciones reales de
existencia”. Este es el único modo en que se constituye un sujeto, en la perspectiva
estructuralista, un sujeto sin reflexión ni posibilidad de lucha individual o colectiva. Pero...
¡quizás podamos achacar al estructuralismo un subjetivismo sin sujeto! Me explico. Quiero
decir que en su planteamiento del mundo o del ser los estructuralistas aplican una
objetivización del mismo en una desmesura de lo que en Descartes constituía uno de los
polos, los polos de la modernidad que no pueden explicarse uno sin el otro, y que en este
caso es el polo de la res extensa, el mundo, lo mensurable, que presupone al inexistente
sujeto.

Вам также может понравиться