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ESTUDIOS

DE DERECHO FAMILIAR
I JORNADAS NACIONALES DE DERECHO FAMILIAR
CRISTIÁN LEPIN MOLINA - MARICRUZ GÓMEZ DE LA TORRE VARGAS
(COORDINADORES)
RESPONSABILIDAD CIVIL POR DAÑOS CAUSADOS POR UN TERCERO
A UNO DE LOS INTEGRANTES DE UNA UNIÓN CIVIL

Hernán Corral Talciani*

INTRODUCCIÓN

El 21 de abril de 2015 se publicó en el Diario Oficial la ley Nº 20.830, por


la cual se crea y regula el Acuerdo de Unión Civil. Esta fue la denominación
por la que se optó finalmente para designar esta especie de pacto de convivencia
que se permite celebrar a dos personas sea de diferente o del mismo sexo. La
ley lo define como “un contrato celebrado entre dos personas que comparten un
hogar, con el propósito de regular los efectos jurídicos derivados de su vida afectiva
en común, de carácter estable y permanente” (art. 1º). La celebración del contrato
da lugar al nuevo estado civil de “conviviente civil”, que es también la expresión
con la que se designa a cada una de sus partes.
Una de las nuevas normas que podría ocasionar serias dificultades para su
aplicación en tribunales es la contenida en el art. 20 de la ley, que dice relación
con la acción de responsabilidad civil de uno de los convivientes por el daño
causado por un tercero al otro. El texto del precepto es el siguiente: “el convi-
viente civil tendrá legitimación activa para reclamar las indemnizaciones derivadas
de los perjuicios a que hubiere lugar por el hecho ilícito de un tercero que hubiere
causado el fallecimiento de su conviviente civil o que lo imposibilite para ejercer
por sí mismo las acciones legales correspondientes, sin perjuicio de las otras indem-
nizaciones a que tenga derecho, con arreglo a las prescripciones del derecho común”.
La última frase daría para pensar que el conviviente tendría derecho a recla-
mar una doble indemnización: la suya propia, como víctima por repercusión,
y la que correspondería al conviviente fallecido o imposibilitado. Pero si fuera

* Abogado. Licenciado en Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Doctor en Derecho


por la Universidad de Navarra (España). Profesor de Derecho Civil de la Universidad de Los Andes (Chile).
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así, estaríamos consintiendo un enriquecimiento injustificado del conviviente


que no fue víctima directa del hecho ilícito. Contrastaría esto también con la
situación en la que están las personas que han contraído matrimonio entre sí,
ya que si uno de ellos es afectado por un delito o cuasidelito, su marido o mujer
sólo puede demandar por el daño sufrido como víctima indirecta y no el daño
propio del cónyuge víctima. Debe añadirse que si el accidente produce la muerte
del conviviente, y en el entendido de que el daño sufrido sea transmisible –lo
que es puesto en duda respecto del daño moral– el derecho a la indemnización
debería pertenecer a los herederos, entre los cuales está también el conviviente
pero junto con él pueden concurrir hijos o ascendientes del fallecido (art. 16
ley Nº 20.830). La norma del art. 20 estaría negándoles el derecho a percibir la
indemnización a estos herederos del fallecido, asignando un derecho exclusivo
al conviviente sobreviviente.
No parece haber sido ésta la intención de los legisladores, como se desprende
de la historia del establecimiento del precepto que pasamos a analizar.

I. EL RECURSO A LA HISTORIA DEL ESTABLECIMIENTO DE LA LEY

La ley sobre Acuerdo de Unión Civil tuvo su primer antecedente en el


proyecto de ley presentado por moción del senador Andrés Allamand el 29 de
junio de 2010 (Boletín Nº 7.011-07), por el cual se proponía crear un estatu-
to para lo que denominaba Acuerdo de Vida en Común. En este proyecto se
incluye una disposición, el art. 19, que señala: “En caso de fallecimiento de un
contratante a consecuencia de un hecho ilícito de un tercero, el sobreviviente tendrá
legitimación activa para reclamar las indemnizaciones civiles por los perjuicios
patrimoniales y morales a que haya lugar”.
Sin embargo, cuando el entonces Presidente de la República Sebastián Piñera
presentó, el 8 de agosto de 2011, el proyecto de ley para regular lo que ahora se
denominó “Acuerdo de Vida en Pareja” (Boletín Nº 7.873-07), no contempló
ninguna norma similar a la del art. 19 del proyecto del senador Allamand.
Durante la discusión en la Comisión de Constitución del Senado, la se-
nadora SOLEDAD ALVEAR propuso, mediante la correspondiente indicación,
agregar una norma casi idéntica a la que aparecía en el proyecto del senador
Allamand, como art. 9 bis: “en caso de fallecimiento de un ‘conviviente legal’ a
consecuencia de un hecho ilícito de un tercero, el ‘conviviente legal’ sobreviviente
tendrá legitimación activa para reclamar las indemnizaciones civiles ‘derivadas
de’ los perjuicios patrimoniales y morales a que haya lugar” (lo subrayado marca
las diferencias).
RESPONSABILIDAD CIVIL POR DAÑOS CAUSADOS POR UN TERCERO 295

Al parecer, la senadora Alvear concebía este derecho como una consecuencia


de la calidad de heredero que se reconocía al conviviente respecto del otro,
puesto que propuso insertar la norma justamente después de la disposición
que confería derechos hereditarios al conviviente que sobrevive al otro. Con-
jeturamos que por ello, como recoge el primer informe de la Comisión, el
entonces asesor del Ministerio Secretaría General de Gobierno, Pablo Urquízar
manifestó que no procedía añadir esa norma por ser innecesaria: “es innecesaria
la propuesta de la Honorable Senadora señora Alvear porque ya se encuentra
expresamente recogido en el artículo 2315 del Código Civil, relacionado con
los artículos 951 y 1097, por lo que no es relevante regular la transmisibilidad
de los derechos para efectos de la legitimación activa”.1 En cambio, la profesora
Fabiola LATHROP, sin contradecir lo anterior, manifestó su concordancia con
la norma en cuanto reconocía al conviviente que sobrevive como “víctima de
la responsabilidad civil causada”, lo cual al no estar explícito en la ley podía
suscitar una interpretación diferente; aclaró que “la propuesta en discusión
recoge lo que la jurisprudencia viene reconociendo”.2
La Comisión, por unanimidad, aprobó la indicación propuesta por la sena-
dora Alvear, a la que se dio la numeración de artículo 10: “en caso de fallecimiento
de un conviviente a consecuencia de un hecho ilícito de un tercero, el conviviente
sobreviviente tendrá legitimación activa para reclamar las indemnizaciones civiles
derivadas de los perjuicios patrimoniales y morales a que haya lugar”.
En el segundo informe de la Comisión, la norma se incluye después de
todos los preceptos que tratan de la sucesión del conviviente que fallece (art.
20) y se ajusta su redacción. Queda con el siguiente tenor: “el conviviente civil
sobreviviente tendrá legitimación activa para reclamar las indemnizaciones deri-
vadas de los perjuicios patrimoniales y morales a que haya lugar, a consecuencia
del fallecimiento de su conviviente civil por el hecho ilícito de un tercero”. Con la
misma numeración y texto será aprobado por la sala del Senado.
Al discutirse el proyecto en la Comisión de Constitución de la Cámara de
Diputados hubo una mayor preocupación por la utilidad y el contenido de
la norma.
Mientras algunos miembros de la Comisión, profesores y asesores, sostu-
vieron que la norma era innecesaria, e incluso podría ser contraproducente,
por cuanto la jurisprudencia ya había reconocido el derecho del conviviente a

1 Historia de la Ley Nº 20.830, crea el Acuerdo de Unión Civil, Biblioteca del Congreso Nacional,

s.f., s.l., p. 177.


2 HISTORIA, cit. (n. 1), p. 177.
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reclamar la indemnización de daños por la muerte de su pareja;3 otros estima-


ban que era útil dejarlo establecido expresamente porque la jurisprudencia es
reciente, se refiere a uniones heterosexuales y podría cambiar.4
Pero se discutió si procedía circunscribir el derecho a la indemnización sólo al
caso de muerte. El profesor Mauricio TAPIA señaló que en este sentido la norma le
parecía discriminatoria: “no se entiende por qué reducirla sólo al caso de muerte,
pues en caso de accidente grave también es perfectamente posible que pueda
entablarla. Por ejemplo, si fruto del accidente un conviviente queda parapléjico,
¿acaso eso no envuelve un dolor constante (perjuicio moral) para el otro? Esta
posibilidad existe en la práctica en el caso de cónyuges, por lo que esta regla se
presenta como más restrictiva que en el matrimonio y por ello es discriminatoria”.5
Algunos diputados propusieron que se ampliara la disposición a las lesiones
corporales, pero otros señalaron que el conviviente lesionado no podía ser sus-
tituido, frente a lo cual se sugería que ello sucediera cuando estuviera impedido
pero que debía dejarse constancia de la causa de la inhabilidad. Se ve que los
diputados estaban confundidos sobre lo que estaban legislando. El asesor Héctor
Mery trató de hacer luz en la discusión señalando: “es necesario aclarar que se
trata de dos legitimados. Uno es la víctima, que siempre puede ejercer la acción,
más allá de lo que disponga esta ley. El otro conviviente no está demandando
por los daños que sufrió el conviviente víctima. Está demandando por el daño
propio. Está reclamando por el perjuicio que sufrió él, a raíz del detrimento
que sufrió su conviviente por el hecho ilícito de un tercero”.6 Esta parece ser
la opinión que predominó, dado el texto que la Comisión terminó por aprobar.
Otro punto sobre el que se discutió fue si debía la ley incluir expresamente
la mención de los perjuicios morales. Contrario a ello se manifestó la profe-
sora Carmen DOMÍNGUEZ, argumentando que el daño moral es una creación
jurisprudencial.7

3 Así, quien escribe este trabajo: HISTORIA, cit. (n. 1), pp. 689 y 755.
4 Así, el profesor Eduardo COURT: HISTORIA, cit. (n. 1), p. 755.
5 HISTORIA, cit. (n. 1), p. 755.
6 HISTORIA, cit. (n. 1), p. 756.
7Según se recoge en el primer Informe de la Comisión de Constitución, la profesora Carmen DO-
MÍNGUEZ, además, de impugnar como discriminatoria la norma ya que esta facultad ni siquiera la tienen
los cónyuges, expuso: “... cabe recordar que el daño moral tiene origen jurisprudencial y no legal. Al
ser su reconocimiento exclusivamente jurisprudencial, si se incluye en la ley se corren serios riesgos de
afectar con ello la comprensión que hasta ahora los tribunales han hecho de esta institución. Este no es
un tema soslayable, hay innumerable experiencia en derecho comparado al respecto que indica que no
es recomendable hacerlo y el proyecto yerra al introducir esta referencia”: HISTORIA, cit. (n. 1), p. 755.
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Finalmente, la Comisión aprobó que la norma se mantuviera pero que se am-


pliara a todos los hechos ilícitos padecidos por uno de los convivientes, y haciendo
alusión de manera genérica a los perjuicios sin distinguir entre patrimoniales o
morales. El texto quedó así: “el conviviente civil tendrá legitimación activa para
reclamar las indemnizaciones derivadas de los perjuicios a que haya lugar, a conse-
cuencia de un acto ilícito cometido en detrimento del otro conviviente” (art. 20). No
habría más variaciones sobre la norma y así fue aprobado por la Sala de la Cámara.
En la Comisión Mixta el texto fue modificado sustancialmente pero no
quedó constancia de las razones en su Informe, el cual se limita a indicar que
la Comisión “consideró sustituir ambas proposiciones [las del proyecto apro-
bado por el Senado y la del proyecto aprobado por la Cámara] por un nuevo
artículo, del siguiente tenor...”. Aparece entonces el art. 20 con la redacción
que será la definitiva y aprobada como ley.8
Nos parece que la historia revela que, aunque los parlamentarios a veces con-
fundieron el supuesto de hecho de la norma, se trataba solamente de reconocer
lo que la jurisprudencia ya venía asentado respecto de las uniones no matrimo-
niales, a saber que no era necesario acreditar el vínculo conyugal para que uno
de los miembros de la pareja pudiera pedir indemnización como víctima por
repercusión cuando el daño causado ilícitamente a su conviviente le reportara
un perjuicio sufrido en su persona o en su patrimonio. Las confusiones que
reinaron durante la discusión legislativa sobre la naturaleza del derecho que se
estaba reconociendo al conviviente civil, sobre todo, al parecer, en el seno de la
Comisión Mixta, enturbiaron la redacción del texto de la norma, lo que exige
un esfuerzo para encontrarle una interpretación razonable.

II. EN BUSCA DE UNA INTERPRETACIÓN RAZONABLE

1. ¿QUÉ DEBE ENTENDERSE POR


“SIN PERJUICIO DE LAS OTRAS INDEMNIZACIONES...”?

Sin duda la introducción de esta frase en el precepto por parte de la Comisión


Mixta fue desafortunada, porque induce a pensar que las indemnizaciones que
se conceden al conviviente civil en el art. 20 son diferentes a las que podría tener
como víctima por repercusión, ya que efectivamente estas son también indem-

8 El nuevo texto fue aprobado por unanimidad por los integrantes de la Comisión Mixta, a saber,

senadores Araya, De Urresti, Espina, Harboe y Larraín; y diputados Ceroni, Monckeberg Bruner, Rincón,
Squella y Soto: HISTORIA, cit. (n. 1), p. 925.
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nizaciones a las que tendría derecho con arreglo a las prescripciones del derecho
común. Como sabemos, en estricto rigor, no era necesario establecer una norma
como esta porque, conforme al derecho común tal como estaba siendo aplicado
por los tribunales, el conviviente en una relación no matrimonial era considerado
víctima por repercusión sin necesidad de texto legal alguno que así lo dispusiera
(lo que sucede, por lo demás, en todos los otros supuestos de daño reflejo).9
Pero esa lectura de la norma debe rechazarse porque si fuera correcta se
estarían creando indemnizaciones extras que no tendrían ningún fundamento,
y que por ello conducirían a un enriquecimiento sin causa.
Hay que fijarse que la frase ocupa la expresión “las otras indemnizaciones...”, de
lo cual podemos deducir que también las que están establecidas en el art. 20 son in-
demnizaciones propias del derecho común, si bien aquí consagradas explícitamente.
Por eso, hemos de entender que la frase “sin perjuicio de las otras indemniza-
ciones a que tenga derecho, con arreglo a las prescripciones del derecho común”, no
se refiere al derecho que pueda corresponderle como víctima por repercusión en
caso de fallecimiento o imposibilidad física de su conviviente, sino justamente
a “otras indemnizaciones” a las que aquel podría tener derecho, además de las
que merezca como víctima por repercusión en tales supuestos.
Tendrían este carácter las indemnizaciones de responsabilidad civil que surjan
de otro tipo de hechos ilícitos que afecten a su compañero o compañera, por
ejemplo, hechos que no le provoquen la imposibilidad de reclamar la indemni-
zación de su propio daño. También serían “otras indemnizaciones” aquellas que
puedan exigirse en virtud de un contrato de seguros en el que sea beneficiario.
Despejada la inteligencia que cabe a dar a la frase final del precepto en
análisis, veamos el núcleo de lo que dispone que puede desglosarse en dos
supuestos de hecho ilícito del tercero: el que causa la muerte del conviviente
y el que causa su imposibilidad.

9 Como se sabe, después de una posición que negaba que el conviviente que sobrevivía a la víctima

directa pudiera obtener indemnización porque su interés no era legítimo, la doctrina, por diversas razones,
fue admitiendo esta posibilidad. También la jurisprudencia ha ido razonado en el mismo sentido, poniendo
el acento en la afectividad que se lesiona aun cuando se trate de uniones que no han sido formalizadas
por el matrimonio. Un panorama completo de esta evolución puede encontrarse en BARRIENTOS GRAN-
DON, Javier, De las uniones de hecho. Legislación, doctrina y jurisprudencia, Santiago, LexisNexis, 2008,
pp. 87-101. Posterior a esta obra, la jurisprudencia había seguido este mismo predicamento: véase, por
ejemplo, Corte Suprema, 31 de agosto de 2010, rol Nº 4099-2008, base de datos LegalPublishing CL/
JUR/6513/2010; Corte Suprema, 9 de diciembre de 2013, rol Nº 3865-2013, base de datos LegalPublis-
hing CL/JUR/2863/2013. Es efectivo que en todos estos casos se trataba de convivencias de personas de
sexo diferente, pero, con el mismo razonamiento, era probable que los tribunales, de nuevo tomando en
cuenta la lesión de la afectividad, concedieran también la indemnización (de hecho, no existen sentencias
que denieguen esta indemnización a convivencias entre personas del mismo sexo).
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2. SUPUESTO DE FALLECIMIENTO

Si el tercero, con su delito o cuasidelito, provoca la muerte de un convi-


viente civil, el que sobrevive tendrá legitimación activa para reclamar su daño
como víctima por repercusión. A ello se refiere la norma cuando señala que
“el conviviente civil tendrá legitimación activa para reclamar las indemnizaciones
derivadas de los perjuicios a que hubiere lugar por el hecho ilícito de un tercero que
hubiere causado el fallecimiento de su conviviente civil...”.
Entendemos que la expresión “legitimación activa” se refiere a la titularidad
de un derecho propio a ser indemnizado.10 Por lo tanto, en el supuesto, el
conviviente hace valer la responsabilidad civil del tercero para consigo mismo,
como víctima indirecta, por repercusión o rebote, y no como representante o
continuador de la personalidad del conviviente fallecido11.
Por cierto, y siguiendo las reglas generales, el conviviente que sobrevive
podrá reclamar, a título de heredero y en conjunto con los demás sucesores, la
indemnización que hubiere correspondido al fallecido y que sea transmisible
por causa de muerte. Aquí debe hacerse notar que la jurisprudencia de la Corte
Suprema se ha ido consolidando en el sentido de que la indemnización por
daño moral no se transmite por causa de muerte, por tratarse de un derecho
personalísimo.12 Se evitaría así que el conviviente llevara una doble indemni-

10 La ley emplea la locución “legitimación activa” en el sentido de la legitimación ad causam con que
la doctrina procesal la distingue de la capacidad procesal o legitimación ad procesum. Es decir, se refiere a
la titularidad de un derecho subjetivo con el que se pretende no sólo iniciar un proceso sino obtener sen-
tencia favorable. La expresión ha sido utilizada en la doctrina nacional sobre responsabilidad civil: así, por
ejemplo, BARROS BOURIE, Enrique, Tratado de responsabilidad extracontractual, Santiago, Editorial Jurídica
de Chile, 2006, p. 937, señala “la legitimidad activa de la acción de responsabilidad civil pertenece a quien
alega haber sufrido un daño, sea inmediatamente como víctima directa, sea mediatamente como víctima
de un daño que sufre a consecuencia del inflingido a la víctima directa (daño reflejo o por repercusión)”.
Cfr. CORRAL TALCIANI, Hernán, Lecciones de responsabilidad civil extracontractual, Santiago, LegalPublishing,
2013, 2ª edición, pp. 351 y 392. Sobre el concepto procesal de legitimación activa como titularidad del
derecho, puede verse a ROMERO SEGUEL, Alejandro, Curso de Derecho Procesal Civil. La acción y la protección
de los derechos, Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 2006, tomo I, pp. 23-24 y 87-91.
11 Como señala BARROS, cit. (n. 10), p. 941, el daño reflejo o por repercusión “da lugar a una preten-
sión indemnizatoria originaria del actor, cuyo fundamento es su propio daño personal”. Se ha reconocido,
tanto doctrinal como jurisprudencialmente, la posibilidad de reclamar este daño, en su faceta patrimonial
y moral, cuando la muerte o las graves lesiones corporales de la víctima directa impactan a personas que
estaban patrimonial o afectivamente vinculadas a ella. Sobre el tema véase ELORRIAGA DE BONIS, Fabián,
“Del daño por repercusión o rebote”, Revista Chilena de Derecho, 1999, vol. 26, Nº 2, pp. 369-398.
12
Cfr. Corte Suprema, 29 de septiembre de 2011, rol Nº 2073-2009, base de datos LegalPublishing:
CL/JUR/7924/2011.
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zación: la suya propia, como víctima por repercusión, y la que correspondería


a su pareja, esta vez a título de herencia.
Obviamente, la norma supone que el acuerdo de unión civil haya estado
vigente a la época del fallecimiento que da lugar al derecho del conviviente a
pedir indemnización como víctima por repercusión.

3. SUPUESTO DE IMPOSIBILIDAD

Si el hecho ilícito del tercero no causa la muerte al conviviente pero le provoca


un impedimento para reclamar por sí mismo la indemnización, también se
reconoce legitimación activa a quien está unido civilmente con él para reclamar
la indemnización de perjuicios. La norma puede formularse, en esta parte, de
la siguiente manera: “el conviviente civil tendrá legitimación activa para reclamar
las indemnizaciones derivadas de los perjuicios a que hubiere lugar por el hecho
ilícito de un tercero [...] que lo imposibilite [a su conviviente] para ejercer por sí
mismo las acciones legales correspondientes...”.
¿A qué imposibilidad se refiere el artículo? Excluimos que se trate de una
mera imposibilidad física porque en tal caso bien podría ejercer las acciones de
responsabilidad civil otorgando mandato judicial a quien estime conveniente.
Sólo una imposibilidad que comprometa su capacidad psíquica (inconsciencia,
coma o estado vegetativo persistente) podría calificarse como un hecho que lo
imposibilite para ejercer por sí mismo las acciones legales correspondientes.
Para ser coherentes con el resto del artículo, y con la historia del estable-
cimiento del precepto, nuevamente hemos de convenir que la legitimación
activa que se reconoce al conviviente del accidentado es para reclamar su propia
indemnización como víctima por repercusión y no para ejercer la acción que
correspondería a este último como víctima directa. De no ser así, el convi-
viente civil tendría un privilegio exorbitante que ni siquiera la ley le concede
al cónyuge.
Ello no quiere decir que el conviviente víctima del atentado, aunque im-
posibilitado, no pueda tener un representante legal que ejerza en su nombre
la acción de indemnización de sus propios perjuicios.
Este representante deberá ser un curador por demencia, entendiendo ésta
en el sentido más amplio de falta permanente de uso de razón por cualquier
causa. La curaduría podrá ser conferida por el juez a la persona que ha cele-
brado un acuerdo de unión civil con el demente, en conformidad con el Nº 1
del art. 462 del Código Civil, que se aplica a los convivientes según el art. 25
de la ley Nº 20.830.
RESPONSABILIDAD CIVIL POR DAÑOS CAUSADOS POR UN TERCERO 301

En tal caso, el conviviente percibirá la indemnización que corresponde a


quien está imposibilitado, pero lo hará, no a título propio, sino como repre-
sentante de este último. Por tanto, la indemnización ingresará al patrimonio
del incapacitado y en su administración, el conviviente-curador deberá cumplir
lo dispuesto en el art. 467 del Código Civil, que señala que “los frutos de sus
bienes, y en caso necesario, y con autorización judicial, los capitales, se emplearán
principalmente en aliviar su condición y en procurar su restablecimiento”.

4. NECESIDAD DE PRUEBA DEL DAÑO Y DEL NEXO CAUSAL

En los dos casos en los que la ley concede legitimación activa al conviviente
civil para reclamar indemnización al tercero que causó la muerte o la imposi-
bilidad del otro, se deberán acreditar todos los requisitos de la responsabilidad
extracontractual y, por supuesto, el perjuicio y la relación de causalidad.
La cuestión tiene relevancia en materia de daño moral ya que en esta materia
la jurisprudencia a veces, por una inercia poco justificable, entiende que dicho
daño no debe ser probado y que puede ser presumido sólo por el vínculo familiar
o de parentesco que existe entre la víctima directa y la víctima por repercusión.
Nos parece que esto no es correcto ni siquiera respecto del matrimonio, de modo
que menos podrá sostenerse respecto de una figura, menos comprometida y de
estabilidad jurídicamente precaria, como la unión civil.13 El conviviente que
reclama indemnización como víctima indirecta debe probar su propio daño,
sea éste de carácter patrimonial o no patrimonial.

III. COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTO

Como bien se advirtió durante la tramitación del proyecto, la acción in-


demnizatoria del conviviente por los hechos dañosos causados por un tercero
al otro conviviente, no es de competencia de los tribunales de familia, sino

13 Aunque la ley Nº 20.830 define el acuerdo de unión civil haciendo referencia a la voluntad de regular

una vida afectiva en común “de carácter estable y permanente” (art. 1º) nada garantiza que ello se cumpla. La
ley no establece ningún deber para los convivientes de hacer vida común (sólo de solventar los gastos que se
generen de ella en caso de haberla: art. 14) y dispone que basta la voluntad unilateral de cualquiera de ellos
para poner término al acuerdo, sin necesidad de acreditar alguna causal ni someterla a un control judicial
(art. 26 letra e). Por esta razón, nos parece que debemos mantener para los convivientes civiles, la opinión
que habíamos manifestado en relación con las uniones de hecho no matrimoniales, en el sentido de que la
reclamación de daño moral exige la presentación de pruebas más contundentes: CORRAL, cit. (n. 10), p. 355.
302 HERNÁN CORRAL TALCIAN

que, siguiendo las reglas generales, de los tribunales de letras con jurisdicción
en lo civil (cfr. art. 22 ley Nº 20.830).14
No habiendo normas especiales, se aplicará el procedimiento del juicio ordi-
nario, en virtud de lo dispuesto en el art. 3º del Código de Procedimiento Civil.

EVALUACIÓN GENERAL

Aunque con la interpretación que proponemos los efectos negativos prácticos


de la norma podrían paliarse, igualmente su presencia produce inconsistencias
que son difícilmente explicables. Por de pronto, no se entiende bien por qué
se reconoce este derecho a los convivientes civiles y no a los que han contraído
matrimonio. En este sentido, la unión civil parece generar derechos, al menos
en lo que se refiere a lo legal, no sólo iguales sino superiores al matrimonio.
Lo mismo puede decirse respecto de otras relaciones familiares que suscitan
la responsabilidad civil en favor de víctimas por repercusión, como la que existe
entre padres e hijos, o entre hermanos.
La misma norma resulta internamente incoherente por cuanto regula el
daño por repercusión sólo en el supuesto de que el tercero cause la muerte o la
imposibilidad del conviviente civil. Aunque los demás casos pueden incluirse
en la frase final de “sin perjuicio de las otras indemnizaciones...”, permanece la
asimetría no justificable de que algunos supuestos son expresamente regulados
y otros dejados a las prescripciones del derecho común.
Finalmente, hemos de decir que la declaración expresa de este derecho para
los que han celebrado un acuerdo de unión civil generará el riesgo de que los
tribunales comiencen a entender que para que se reconozca la legitimación
activa de uno de los convivientes por daños causados por terceros al otro, será
necesario que la convivencia se haya formalizado mediante este tipo de acuerdo,
ahora contemplado legalmente. Si fuera así resultaría que esta nueva ley, en vez
de otorgar más derechos a los integrantes de las uniones de hecho, las habrá
dejado en peor condición de aquella en la que se encontraban.

14En el primer Informe de la Comisión de Constitución de la Cámara de Diputados se dejó cons-


tancia de que el profesor Eduardo COURT expuso que “no todas las materias que regula el Acuerdo de
Vida en Pareja son propias de los tribunales de familia. Por ejemplo, la acción indemnizatoria que puede
ejercer un conviviente civil por la muerte de su pareja, por delito o cuasi delito civil, no tiene relación
alguna con la competencia de los tribunales de familia”: Historia... cit. (n. 1), p. 758.

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