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Meditación segunda
Una vez destruidos todos los conocimientos que había adquirido durante su
vida, busca volverlos a reconstruir mediante un patrón fiable y de mucha más
solidez. Para encontrar algo 100% fiable, Descartes busca entre las funciones del
alma, pues las tareas que necesitan del cuerpo no pueden afirmarse puesto que
no podemos demostrar la existencia de tal cuerpo. Descartes llega a la
conclusión de que si piensa, existe (“cogito ergo sum”). Con esto ya ha
encontrado la verdad absoluta y ya ha demostrado la existencia del espíritu.
Luego el cuerpo no es más que el medio que usa el alma para interactuar con el
mundo material creado por Dios.
Meditación tercera
En esta tercera meditación, Descartes demuestra la existencia de Dios. ¿Cómo
demostramos su existencia? Los humanos son una sustancia, pero una sustancia
pensante, una sustancia que desea, si desea es porque le falta algo, si le falta
algo es porque hay algo mejor, completo, perfecto. ¿Cómo sabemos que
nosotros no somos seres perfectos? Porque nosotros, aunque captemos las
cualidades de los objetos, no sabemos si realmente estas cualidades son las
auténticas o si simplemente son aproximaciones nuestras, distintas
seguramente a las que realmente son de su naturaleza. Descartes distingue
entre dos tipos de cualidades: las primarias y las secundarias. Las primarias son
las que captamos a través de la razón y las secundarias a través de los sentidos;
por lo tanto, las cualidades primarias son claras y distintas, mientras que las
secundarias nos pueden llevar al error.
Aún así nos faltaría saber cómo adquirimos la idea de la existencia de Dios.
Como evidentemente no puede percibirse a través de los sentidos, nos
percatamos de que sólo Dios mismo nos pudo introducir esa idea de forma
natural.
Meditación cuarta
Habiendo demostrado la existencia de Dios hemos apreciado también que
nosotros somos imperfectos, una imperfección que se demuestra a la hora de
realizar juicios. No podemos saber si algo es cierto o no, pero si Dios es perfecto
el engaño y el fraude son imperfectos, lo que nos lleva a pensar que no pueden
proceder de Dios. Aunque nosotros, a través de la razón, podemos distinguir
entre lo verdadero y lo falso, también muchas veces hemos sido inducidos al
error. Pues siendo producto de Dios, como somos, ¿cómo es posible que
seamos imperfectos? Cuando queremos distinguir entre lo verdadero y lo falso
usamos el entendimiento y la voluntad. El entendimiento nos permite captar
nuestro entorno pero no afirma ni niega nada; por lo tanto el error tiene que
proceder de la voluntad, al ser más amplia realiza juicios sobre cosas que no
conoce, llevándonos al error.
Para no caer en el error debemos usar la razón antes que la voluntad. Dios nos
proporcionó la “herramienta” de la voluntad y nosotros le hemos dado un mal
uso. Para realizar buenos juicios debemos ver si la idea viene de Dios y es clara y
distinta, pues será verdadera, y debemos evitar ideas confusas probablemente
creadas por un genio maligno.
Meditación quinta
En esta meditación Descartes vuelve a demostrar la existencia de Dios a base de
razonamientos matemáticos e incluso vuelve a demostrar la esencia de las cosas
materiales. Dice que nosotros percibimos la esencia de los objetos, de tal
manera que sin haber visto un paralelogramo cuadrilátero cualquiera, podemos
tener una idea clara de tal figura. De la misma manera nosotros tenemos una
idea de la esencia de Dios: la fe, y es una idea clara y distinta; además Dios es
perfecto y cómo una cosa puede ser 100% perfecta: existiendo. No puede haber
luz sin oscuridad de la misma manera que no puede haber la perfección y no
existir.
Meditación sexta
Esta es la última meditación de Descartes en “Meditaciones Metafísicas”. En
esta última meditación se une todo lo adquirido en las anteriores para definir
finalmente el dualismo cartesiano. Descartes piensa que el hombre a través de
la “res extensa” (cuerpo) tiene percepciones y sentimientos. La “res cogitans”
(alma) piensa, reflexiona, razona, imagina... pero necesita de un cuerpo para
interactuar/unir el alma con el mundo exterior. Evidentemente será también
tarea del cuerpo toda decisión que afecte al cuerpo. No comemos ni bebemos
por voluntad, sino por necesidad; dicho de otra forma, las reacciones
emocionales dependen del cuerpo.
Introducción
René Descartes es considerado el padre de la filosofía moderna ya que ésta se
desenvuelve partiendo de la idea de que la mente se descubre a sí misma, justificando
mediante la acción de su propio pensamiento el conocimiento y el ser; lo cual se
concentra en la frase de Descartes: “Cogito ergo sum” (pienso, por lo tanto existo).
Estas palabras expresan uno de los principios filosóficos fundamentales de la filosofía
moderna: que mi pensamiento, y por lo tanto mi propia existencia, es indudable, algo
absolutamente cierto y a partir de lo cual puedo establecer nuevas certezas,
convirtiéndose en elemento fundamental del racionalismo occidental; con ella el gran
filósofo francés expresa el descubrimiento de una verdad incuestionable, pero también
un ámbito nuevo de lo real: la subjetividad individual autoconsciente. De esta forma
Descartes inaugura una nueva época: la Modernidad, con sus pretensiones
revolucionarias de autonomía de la Razón.
Según Descartes, el ser humano es un compuesto de sustancia pensante y sustancia
extensa. A esta dicotomía las denomina como “res cogitans y res extensa”. Para
Descartes la “Res cogitans” (pensamiento), la esencia de esta sustancia, dice Descartés,
es el pensamiento y sus propiedades no son sino diferentes modos de pensar: la
imaginación, el sentimiento y la voluntad como nos dice en las “Meditaciones
Metafísicas”: “una cosa que piensa es una cosa que duda, que entiende, que concibe,
que afirma, que niega, que quiere, que no quiere, que imagina también y que siente”.
Por el contrario en la “Res extensa” (el cuerpo), la naturaleza y esencia de esta sustancia
es la extensión en longitud, anchura y profundidad. El resto de características que
podamos atribuir a los cuerpos (como la figura y el movimiento) presuponen la
extensión, siendo esta una concepción geométrica o matematizante de la realidad. Para
Descartes los animales son pura extensión, no poseen mente alguna.
Descartes propone un método, el cartesiano, que ha de ser matemático y universal, sea
cual sea su aplicación o campo del saber a que se refiera a fin de evitar el error,
permitiendo aumentar los conocimientos y descubriendo nuevas verdades.
La publicación de las “Meditaciones metafísicas” (1641), con las respuestas de
Descartes a las objeciones planteadas por siete de sus críticos, señala el comienzo de la
polémica en torno al cartesianismo. A lo largo de las seis meditaciones de las que consta
el libro, el principal objetivo de Descartes es la demostración de Dios y la inmortalidad
del alma, mediante razonamientos lógicos; así como definir las bases del conocimiento.
Descartes busca encontrar “la verdad” de las cosas a través de la razón y para ello nos
dice que hemos de dudar de todas las cosas (duda metódica), especialmente de las
materiales, librarnos de los perjuicios y acostumbrar a nuestro espíritu a desligarse de
los sentidos.
RESUMEN
En la primera meditación Descartes nos dice que desde su niñez había admitido como
verdaderas una porción de opiniones falsas. Al cuestionarse esos principios, y no por
ligereza sino por fuertes razones, ha de liberarse de antiguos prejuicios. Y para esto no
será necesario que demuestre que todos ellos son falsos, bastará para rechazarlos que
encuentre, en cada uno, razones para ponerlo en duda. También nos habla de las
razones por las cuales podemos dudar en general de todas las cosas y, en particular de
las materiales, motivo por el cual nos insta a acostumbrar a nuestro espíritu a
desligarse de los sentidos, pues todo lo que se tiene por verdadero y seguro lo ha
aprendido de ellos y ha podido experimentar que no se puede confiar por completo en
ellos pues a veces nos engañan; aunque por otro lado los sentidos nos muestran cosas
de las que no se puede razonablemente dudar. Para ello Descartes nos refiere la
sensación que se tiene, al soñar, de estar viviendo una realidad; al ser difícil distinguir
el sueño de la vigilia y, a pesar de que lo que en ellos se vea son meramente una ilusión,
ésta ha de estar basada en realidades al no poder inventar algo totalmente novedoso sin
que nunca haya sido visto o sea el resultado de una mezcla y composición de partes
diferentes. También añade que, aún en el caso de que alguien pudiese en realidad crear
algo completamente nuevo, los colores de los que estaría compuesto serían verdaderos
(verdad absoluta). Para Descartes las ciencias que dependen de la consideración de las
cosas compuestas, son muy dudosas e inciertas (física, astronomía, medicina) ; por el
contrario las que tratan cosas muy simples y generales (aritmética, geometría), sin
preocuparse mucho de si están o no en la naturaleza, contienen una verdad que
prevalece. Descartes pone como ejemplo que el hecho de que uno esté dormido o
despierto no cambia la verdad tan clara de que dos más tres suman cinco, o que el
cuadrado nunca tendrá más de cuatro lados. Mas aún así, Descartes crea la
incertidumbre de que exista un dios – al que él denomina “genio” o espíritu maligno
para diferenciarlo del Dios cristiano que es todo bondad – que le haga equivocarse
siempre al hacer dicha suma o contar los lados del cuadrado, añadiendo que quizá
algunos preferirán negar la existencia de tan poderoso Dios a creer que todas las demás
cosas son inciertas.
En esta primera meditación, Descartes no cuenta que, al cuestionarse todo lo que antes
creía verdadero, a partir de entonces, de hallar algo cierto y seguro en las ciencias, se
abstendrá de darle crédito, demostrando desconfianza hasta llegar a una firmación de
la que no pueda dudar, de la que tenga absoluta certeza, a través de la meditación y el
conocimiento.
Meditación Segunda (De la naturaleza del espíritu humano; y que es más fácil conocer
que el cuerpo.
Llegado a este punto, en la 2ª Meditación Metafísica, y una vez destruidos todos los
conocimientos que había adquirido durante su vida, Descartes busca volverlos a
reconstruir mediante un patrón fiable y de mucha más solidez y para ello aplica la duda
a la propia duda, encontrando un elemento que prevalece a ésta: “si dudo que dudo
puedo tener la certeza de que estoy dudando; lo cual implica necesariamente que estoy
pensando; y si estoy pensando es indudable que estoy existiendo”. Descartes llega a la
conclusión de que si piensa, existe, siendo ésta la primera verdad absoluta a partir de la
cual va a construir todo el conocimiento. Este pensamiento queda plasmado en su
célebre la frase “cogito ergo sum” (pienso, por lo tanto existo). Además demuestra la
existencia del espíritu, distinguiendo lo que pertenece a la naturaleza intelectual de lo
que pertenece al cuerpo, siendo el cuerpo divisible mientras que el espíritu (alma del
hombre) es indivisible, siendo ambas naturalezas no sólo diversas sino incluso en cierta
forma contrarias. Para Descartes el cuerpo no es más que el medio que usa el alma para
interactuar con el mundo material creado por Dios.
En esta meditación Descartes también expone que el contenido inmediato del
pensamiento es la realidad existencial del sujeto pensante: la duda puede afectar a
todos los contenidos del pensamiento, pero no puede afectar al “yo” donde estos
contenidos están. Intuimos la existencia de un “yo” cuya esencia es ser pensamiento. En
esto precisamente consiste intuir, pero para ello las ideas han de ser simples, ya que
sólo de lo simple hay verdadera intuición. El resto del conocimiento es deducción.
Asimismo Descartes desarrolla la idea de que una cosa engendra otra cosa, y por esto
concibe la existencia de un Dios perfecto e infinito, siendo nosotros seres creados por él
y causa de ello es que podemos tener ideas acerca de lo infinito y lo inmortal. También
nos dice que él tiene la idea de Dios antes que la de sí mismo, ya que Dios posee más
realidad y mayor perfección; aduciendo que para sentirse imperfecto, ha de sentir algo
más perfecto que él con lo que compararse.
Para realizar esta tercera meditación, Descartes nos dice que primero ha de mantener
apartados sus sentidos para así sostener un coloquio consigo mismo, haciendo
introspección. El filósofo francés establece como criterio de verdad la claridad y la
distinción: todas las cosas que concebimos de forma clara y distinta son verdaderas y se
presentan al espíritu.
Después examina si hay Dios, y si es así, si éste puede ser un dios engañador; pues, sin
conocer esas dos verdades, dice no saber como poder alcanzar certeza de cosa alguna.”
Para el padre de la filosofía moderna, las ideas no pueden ser falsas en sí mismas,
dividiéndolas en tres clases: las que parecen innatas, las que parecen ajenas (venidas de
fuera), y las que parecen inventadas por uno mismo.
Descarte nos dice: “no sólo que la nada no podría producir cosa alguna, sino que lo más
perfecto, es decir, lo que contiene más realidad, no puede provenir de lo menos
perfecto... Para que una idea contenga tal realidad objetiva más bien que tal otra, debe
haberla recibido, sin duda, de alguna causa, en la cual haya tanta realidad formal, por lo
menos, cuanta realidad objetiva contiene la idea.” De aquí saca la conclusión de que si
la realidad objetiva de una idea suya es tal que pueda saber con claridad que no está en
él ni formal ni eminentemente, entonces es que no está sólo en el mundo, y que existe
otra cosa que es causa de esa idea.
Y añade que aunque pueda ocurrir que de una idea nazca otra idea, ese proceso no
puede ser infinito, sino que hay que llegar finalmente a una idea primera, cuya causa
sea como un arquetipo, en el que esté formal y efectivamente contenida toda la realidad
o perfección que en la idea está sólo de modo objetivo o por representación.
Por ello, Descartes nos dice que la idea por la que él concibe un Dios supremo, eterno,
infinito, inmutable, omnisciente, omnipotente y creador universal de todas las cosas
que están fuera de él, tiene en sí más realidad objetiva que las que le representan
substancias finitas.
Descartes demuestra la existencia de Dios diciendo que los humanos somos una
sustancia que desea, y si desea es porque le falta algo, y si le falta algo es porque hay
algo mejor, completo, perfecto. Aduce para ello que el hombre capta las cualidades de
los objetos sin saber si son las auténticas. Para ello distingue entre dos tipos de
cualidades: las primarias (las que captamos a través de la razón), claras y distintas y las
secundarias (a través de los sentidos), que son las que nos pueden llevar al error.
También no dice que, aún pensando que fuéramos seres perfectos y autosuficientes, se
nos plantearía la duda de quién nos creó: “El cuerpo evidentemente nace de un parto y
lo explica la biología; lo que nos falta es quién crea el alma (“res cogitans”).
Evidentemente debe venir de un ser superior, Dios; sólo Él es capaz de unir al cuerpo
una alma”. De esta manera Descarte argumenta la existencia de Dios. Y ya que la idea
de la existencia de Dios no puede percibirse a través de los sentidos, sólo queda pensar
que Él mismo nos pudo introducir esa idea de forma natural, como si ese fuese el sello
que Dios nos deja al crearnos, como artífice de esa creación.
Descartes basa toda la fuerza de este argumento en reconocer que sería imposible que
él tuviese la idea de Dios, si Dios no existiera realmente.
Descartes nos dice en esta cuarta meditación que, habiendo demostrado la existencia
de Dios, ha apreciado también que nosotros somos imperfectos, una imperfección que
se demuestra a la hora de realizar juicios, pues aunque podamos distinguir entre lo
verdadero y lo falso a través de la razón, a veces nos equivocamos. Y añade que al
separar su espíritu de los sentidos ha advertido tener más certeza de las cosas del
espíritu humano, e incluso más aún de Dios, que de las cosas corpóreas. Nos aclara la
idea que él tiene del espíritu humano: una cosa pensante incomparablemente más
distinta que la idea de una cosa corpórea.
Por otro lado, establece la verdad de que Dios es perfecto. Para ello Descartes nos dice
que Dios es un ser completo e independiente; mientras que su existencia depende de
Dios, lo cual le hace incompleto y dependiente, descubriendo así un camino que le
conducirá, desde esta contemplación del Dios verdadero, al conocimiento de las
restantes cosas del universo. Para ello y en primer lugar, Descartes reconoce que es
imposible que Dios le engañe nunca, al ser perfecto y, al ser el engaño imperfecto, no
puede proceder de Él. Asimismo en esta meditación Descartes considera que la
potencia para juzgar la ha recibido de Dios, reconociendo que cuando no piensa más
que en Dios, no descubre error o falsedad; mas volviendo luego sobre sí mismo la
experiencia le enseña que está sujeto a infinidad de errores. También se pregunta
cómo, si somos producto de de Dios, podemos ser imperfectos. Al buscar la causa
percibe que a su espíritu no se presenta sólo una real y positiva idea de Dios sino
también cierta idea negativa de la nada, o sea, de lo que está infinitamente alejado de
toda perfección; Descarte nos dice que somos como el punto medio entre Dios, que es
la perfección, y la nada (ser soberano-no ser) y por ello tenemos tendencia tanto a la
verdad como al error. De ese modo, entiende que el error no es nada real que dependa
de Dios, sino sólo una privación o defecto, y que si él yerra es por la falta de un
conocimiento debería poseer. De ahí que, a la hora de distinguir entre lo verdadero y lo
falso, nos dice el filósofo, usamos el entendimiento y la voluntad. A través del
entendimiento captamos nuestro entorno sin afirmar ni negar nada, por lo que el error
tiene que proceder de la voluntad, al realizar juicios sobre cosas que no conoce,
haciéndonos errar; de ahí que debamos usar la razón antes que la voluntad. Además,
para realizar buenos juicios debemos ver si la idea viene de Dios y es clara y distinta,
pues será verdadera, y debemos evitar ideas confusas probablemente creadas por un
genio maligno.
Estas respuestas sitúan a Descartes como un hombre moderno que asume ya el
desgajamiento existente entre el mundo de la Filosofía y el de la Teología. Descartes
afirma, por un lado, que no corresponde a la Filosofía investigar acerca de los motivos
que llevaron a Dios obrar de un modo u otro; y por otro, que si no es labor de la filosofía
preocuparse por analizar los motivos y los fines del obrar de Dios, ¿qué sentido tiene
que la ciencia física postule la existencia de causas finales? Descartes, al negar la
importancia de las causas finales, cuestiona la filosofía aristotélica-tomista,
predominante aún en su época.
Meditación quinta (De la esencia de las cosas materiales; y otra vez de la existencia de
Dios)
Meditación sexta (sobre la existencia de las cosas materiales y sobre la distinción real
del alma y del cuerpo)