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La resistencia a la dictadura fue un combate anónimo que se libró desde el día del
golpe, aguantando tormentos sin hablar
Era difícil, dijo a El Espectador, mantenerse clandestino en una ciudad pequeña donde
prácticamente todos sus habitantes se conocen. El día 18 de septiembre fue a su casa para
enterarse de la situación de su familia. El día 19 fue detenido por un suboficial del Ejército
que hasta el día antes del golpe había figurado como dirigente regional del izquierdista
Movimiento de Acción Popular Unitaria (Mapu), y conducido al cuartel de la Policía de
Investigaciones. Tenía entonces 24 años, 7 meses y 11 días.
Recuerda con precisión la fecha y su edad porque por primera vez en su vida estaba
incomunicado en la inmunda oscuridad de una celda. Durante dos días y dos noches sólo
pudo, a través de una mirilla, observar un pedazo de pasillo, sentir alaridos que calificada
de infrahumanos y mirar el ir y venir “de cuerpos humanos que semejaban una masa de
carne sangrante” que eran arrastrados por los carceleros. Pronto se enteró de que en uno de
los calabozos llamado “La Patilla” y que tenía capacidad para 25 individuos, había
apretujado un centenar de presos políticos. Pasada la medianoche del primer día, un gesto
solidario: dos detectives lo visitaron a hurtadillas y le llevaron café y una frazada. A las
6:00 de la mañana regresaron y retiraron la frazada. “En una hora más llegan los
torturadores” le dijeron. “No deben saber que lo ayudamos”.
A las siete reinició el ir y venir de torturados sangrantes. Horas después le tocó el turno.
Amarrado con alambres y vendado con un trapo negro, recibió empujones y golpes de pies
y puños. Gritos contra el derrocado Salvador Allende y la Unidad Popular se mezclaban
con las preguntas. Querían saber nombres de militantes y financistas, supuestos escondites
de armas, nombres de militares y policías que fueran izquierdistas, direcciones de casas de
seguridad. Tras dos decisiones de golpes, fue arrojado en su celda y por la noche lo
volvieron a visitar los detectives con café y sándwich.
Un comentario irónico
El día 21 de septiembre, fue sacado muy de la mañana de la celda y conducido, siempre con
la vista vendada, al lugar de los interrogatorios. Lo primero que escuchó fue un comentario
irónico. “Así que este es el famoso Caucamán”. Acto seguido un doloroso culatazo en plena
columna vertebral casi lo derriba. “¡Hoy te vamos a hacer cantar por la razón o la fuerza,
comunista de mierda!”, escuchó. “¡Y si no hablas, te mataremos!”.
Dos guardias uniformados (lo supo por los ruidos) lo lanzaron por los brazos,
“respetuosamente”, dice, “vamos, profesor Caucamán”, le dijeron, y lo entregaron metros
más allá a quienes lo lanzaron de cara contra el suelo. Rota la nariz y partido los labios,
sangró en abundancia. “¡Este c… comenzó a menstruar!”, dijo una voz. Varias carcajadas
celebraron el chiste. Amarrado a un poste, recibió un primer golpe en la cabeza que lo dejó
semiinconsciente. Despertado con un balde de agua fría, fue por largos minutos víctima de
una granizada de puños, patadas, culatazos, bastonazos y choques eléctricos. Sólo después
comenzó la verdadera sesión de tortura:
“¡Sáquenle todos los dientes, muela por muela, a este comunista de mierda!”, gritó el
torturador jefe.
“Antes de cumplir con la orden, me pusieron corriente eléctrica en los brazos y en el ano.
Luego, siguió la extracción. Cuando ya poco restaba de dientes y muelas entre las encías
rotas, el jefe ordenó parar. “Alto, parece que esta mierda no sabe nada. Otros cantaron al
tiro. Llévenselo a su celda”.
“Así que el h… se voló de Taltal sin despedirse siquiera”, fue lo primero que le dijeron al
leer su expediente.
En junio de 1982 el juez de crimen que llevaba la causa contra cuatro periodistas de El
Siglo le otorgó la libertad bajo fianza. Tras visitar a su madre, pasó a la más estricta
clandestinidad hasta que en 1990, Chile inició la transición a la democracia. Hoy con sus 59
años, mujer, hijos y una situación económica miserable, José Caucamán (que durante 17
años se llamó de muchas maneras) está en su último semestre de universidad y espera
graduarse este año como comunicador social y periodista.