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Resúmenes

Lic. Ana Hansseman

Josiel Meza 20092302060


Antropología 104
Podemos decir que la importancia de las políticas de suelo se refleja en los resultados
que nuestras ciudades en términos de: si favorecen la segregación socio-espacial o no;
si existen equipamientos urbanos que generen dignidad y calidad de vida a los
ciudadanos; si se toman decisiones en términos de apoyar o no a las políticas de
vivienda social integradas al desarrollo urbano; y finalmente, si se le apuesta o no al
desarrollo de ciudades competitivas que reflejen una marcada participación de sus
actores, una importante generación de empleo y una mejora del ingreso y bienestar
familiar.

El desarrollo de las ciudades en los países de Latinoamérica, que tradicionalmente


estaba relacionado con conceptos de urbanización, crecimiento urbano y,
especialmente, con el tema de la vivienda social, ha dado frutos no deseados, ya que en
la mayoría de los casos ha generado una imagen urbana de fragmentación y visión
parcial en la resolución de los problemas urbanos, en que predominó una preocupación
por aspectos sectoriales de la vivienda, la construcción y la planificación urbana.
Podemos decir entonces que el mercado de suelos es la fuerza que estructura la
manera en que la población y sus actividades generan demandas de infraestructura; es
un recurso de recursos y riqueza que pueden ser aplicados al desarrollo urbano.
Adicionalmente a las mejoras a las propiedades hechas por sus ocupantes, las
variaciones de precios y el subsecuente proceso de generación de ingresos

En muchas partes del mundo, existe la percepción de que los mecanismos e


indicadores de los mercados de suelo de los países son singulares y particulares, y que
es difícil el realizar análisis comparativos del funcionamiento de dichos mercados; sin
embargo, al profundizar la observación e investigación sobre la materia, se comprueba
la existencia de factores estructurales que actúan en el funcionamiento de los mercados
de suelo. La experiencia de Centroamérica en materia de política de suelo, es diversa;
en función a los propios desafíos que cada uno de los países enfrenta, y asociado a los
propios procesos de avance en la materia. En las últimas décadas por ejemplo, ha sido
notable un avance en la discusión y reflexión sobre los instrumentos del Ordenamiento
y Desarrollo Territorial, los cuales en esencia, llevan explícita o implícitamente la
discusión de las orientaciones sobre las políticas de suelo a escala nacional, regional o
local. El Estado y el Desarrollo Local, CONFEDELCA, octubre 2007, expresa el
cumplimiento de sus responsabilidades en la construcción de la ciudad, generando un
marco de oportunidades al sector privado para desarrollar la innovación y creatividad
empresarial; y promocionando la generación de espacios económicos a través del
marketing e incentivos para la localización de actividades económicas en la ciudad. La
meta de la sostenibilidad urbana exige revisar, relajar y condicionar la presión que han
venido ejerciendo las ciudades sobre el resto del territorio, transformando las
relaciones de simple explotación y dominio unidireccional hombre-naturaleza o
ciudad-campo, en otras de mutua colaboración y respeto, conscientes de la simbiosis
que a largo plazo está llamada a producirse entre el campo y la ciudad.
El paisaje como referente de diseño y Paisaje Urbe

Una tierra, lugar o territorio no es en sí mismo un paisaje si no concebimos


primeramente al sujeto que lo habita, lo percibe y lo incorpora creativamente a su ser.
El hombre es parte inherente del paisaje y añade este a su cosmovisión. En algunas
comunidades “primitivas” cada cosa tiene su alma, las plantas, los árboles, el cielo, las
estrellas, la luna, o el río. Desde una mirada occidental, vemos a la naturaleza o paisaje
como un gran campo con recursos potenciales que podemos aprovechar en base a un
plan o diseño, pero ajenos totalmente a ellos. De esta manera se desencanta la tierra y
la cultura que la habita. Para comprender lo verdaderamente fundamental de una
cultura es imprescindible captar la estructura básica de su pensamiento y si la
entendemos desde el paisaje, este nos revela la manera en que una cultura vive, se
organiza y se relaciona con la naturaleza. Esto nos abre el camino para entender
el paisaje como construcción cultural. El paisaje cultural está íntimamente ligado al
sistema de creencias de estas comunidades. Para el hombre andino, todas las cosas
materiales y los seres visibles del macrocosmos tienen una relación recíproca y una
armonía espacial. Es a partir de esa cosmovisión que se han desarrollado sus códigos
de vida y sus normas de conducta, en estricta relación con la naturaleza, con sus
semejantes y con sus dioses naturales. Por otro lado pero también relacionado con lo
anterior tenemos Los mitos los cuales siempre nos han permitido armonizar nuestras
vidas con la realidad. Serian algo así como la búsqueda de nuestra propia verdad o
sentido. “Cuando una historia o mito está en tu mente, puedes ver su aplicación a algo
que ocurre en tu propia vida. Te da una perspectiva sobre lo que está pasando” Los
mitos conforman la tradición y constituyen fuentes invaluables para conocer la
cosmovisión de los pueblos: conservan valores culturales trascendentes, concepciones
milenarias en torno a la idea del espacio, el orden del cosmos o la existencia de los
dioses, los seres humanos y a su vez otras formas de existencia como las de animales,
plantas y piedras. Precisamente, hablaremos de la concepción del paisaje a través de lo
que subyace en sus rituales. El hombre primitivo re-actualizaba periódicamente en sus
ritos la creación del mundo y de sí mismo, en un sostenido proceso de génesis y
regeneración. De este modo, realizaba un retorno a orígenes que lo liberaba del tiempo
cronológico y le permitía renacer ritualmente con sus posibilidades originales intactas,
en un mundo fresco y puro, tal como emergió de la mano del Creador. El ritual es un
nexo con lo divino y en el mundo andino todas las curaciones son acompañadas con
rezos de entera fe y certeza

Esto nos vuelve a indicar que la naturaleza y el universo son entendidos como un todo
interconectado, armonizado, en unidad, y que nadie puede vivir aislado del mismo.
Podríamos concluir diciendo que el paisaje es el lugar de lectura de la historia.
Construir un paisaje es construir su historia. Lo que acontece en los espacios visibles
de la Tierra constituye una expresión del paisaje interior del hombre. De esta manera,
el sujeto debe, primero organizar su paisaje interior, la ecología de su mente, para
poder actuar de manera efectiva sobre la naturaleza.
La preocupación por el mantenimiento de los vestigios del pasado nace de hecho con
la Ilustración, con el ensimismamiento de Goethe al descubrir Verona o con las
expediciones de Heinrich Schliemann en busca de Troya. Será en 1834 cuando en
París se cree la inspección General de Monumentos y sintomáticamente se proponga
para su dirección a Prosper Merimée. Éste establece unas primeras medidas de
protección de determinados edificios en función esencialmente de su antigüedad y,
evidentemente, de ciertas preferencias estilísticas, cambiantes con el tiempo y con los
sucesivos responsables

Desde poco antes se extienden en las principales ciudades recintos especializados


donde se recogen manifestaciones patrimoniales diversas, tanto naturales como
culturales (parques zoológicos, jardines botánicos, grandes museos folklóricos,
etnográficos y arqueológicos...). Los objetivos comunes son preservar determinadas
piezas y generalizar su acceso y disfrute, aunque fuera a cambio de expoliar
frecuentemente tantos rincones en su búsqueda, de desterritorializar el patrimonio.
Cierto es que las riquezas naturales, determinados monumentos de considerable
tamaño, o los centros históricos obligan casi siempre a una visita al propio terreno. La
UNESCO distingue tres categorías de paisajes culturales: 1 Clearly Defined
Landscape: Paisaje creado por el hombre (jardines, parques…), a menudo asociado
con edificios religiosos y monumentos. 2 Organically Evolved Landscape: Paisaje
surgido por motivos sociales, económicos, administrativos o religiosos, que
evoluciona en relación y como respuesta al marco natural. Estos paisajes reflejan
dicho proceso de evolución en su forma y componentes. 3 Associative Cultural
Landscape: Paisaje que muestra una potente asociación cultural, religiosa o artística
con elementos naturales, más que una clara evidencia física, generalmente
insignificante, o incluso ausente. En base a estas definiciones se han nominado ya una
treintena de paisajes culturales relevantes en todo el mundo. Uno de los primeros
aspectos que se abordan los proyectos es la delimitación precisa y justificada del
ámbito; en función de sus recursos y de su historia; de su singularidad; de aquello que
lo hace merecedor de preservación, reinterpretación y valorización. Esto lleva consigo
un esfuerzo de documentación de aquellos periodos mejor representados. La historia a
narrar debe ser original, coherente con los recursos de que se dispone, y
fundamentalmente muy bien documentada. Los propios residentes constituyen
importantes recursos culturales Los residentes son realmente esenciales en el futuro
de un parque patrimonial, tanto por sus conocimientos, recuerdos e historia, como por
su entusiasmo, una vez que reconocen el valor del patrimonio acumulado. En
definitiva porque ellos son la verdadera y última razón para impulsar una iniciativa,
los principales agentes interesados en valorizar su patrimonio. La mayor parte de
iniciativas exitosas se caracterizan por surgir de la base Los ejemplos más relevantes
de parques patrimoniales fueron impulsados por agentes locales, los denominados
grassroots, amantes de un territorio que pretenden valorizar sus recursos. paisaje
cultural lleva a organizar el parque en diversas áreas temáticas vinculadas responsable
cada una de explicar una parte de la historia común

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