Вы находитесь на странице: 1из 4

Capítulo 11

Su piel era suave y estaba mojada y caliente , y Lena no pudo evitar sentirse abrumada. Alzó la
mirada hacia Yulia, sintiendo una repentina timidez.

Yulia le dedicó una sonrisa vibrantemente divertida y se movió contra ella.

- Alguna vez te enseñaré... pero qué sorprendente laguna en tu educación - culminó su


comentario volviendo a tumbar a Lena de espaldas con la fuerza de su boca.

La cordura se desvaneció de la cabeza de Lena como arena entre sus dedos.

Yulia la besó hasta dejarla sin aliento, haciéndole sentir que se derretía.
Entonces La morena alzó la cabeza de nuevo y se deslizó con dolorosa lentitud a lo largo del
cuerpo extendido de La pelirroja, haciendo el amor con su boca a cada parte que podía
alcanzar. Introdujo la punta de la lengua en su ombligo a la vez que le acariciaba con los dedos
los tiernos pezones y ella gimió. No podía permanecer quieta, pero ella la obligó a hacerlo con
sus poderosas manos, obligándola a soportar cada enloquecedor segundo de su tenaz asalto. Y
cuando le separó los muslos y acarició con sabios dedos el centro de su deseo, suave y
deslizante como la miel, Lena gritó su nombre, moviendo sus caderas con un ritmo que nadie
tuvo que enseñarle.

Instintivamente, Lena atrajo a Yulia hacia sí, desesperada por sentir su contacto. Ella se colocó
sobre ella y, separándole los muslos, y llevando su mano hasta su entrepierna la penetró con
dos dedos en un sólo movimiento, permaneciendo quieta a continuación, con cada músculo
del cuerpo ferozmente tenso mientras gemía con placer de sentir la humedad de la pelirroja.

A lena le dolió tanto, que estuvo a punto de desmayarse. Volvió la cabeza a un lado para
ocultar su reacción, sintiéndose agradecida de que el dolor parecía desvanecerse con rapidez.
Yulia dejó escapar una imprecación y se detuvo.

- Te estoy haciendo daño...


- ¡No!
- Entonces, relájate.
Pasando la otra mano bajo las caderas de La pelirroja, Yulia se hundió aún más en su húmedo
refugio. Esa vez no hubo dolor. De hecho, Lena dejó escapar un sollozo de increíble placer. Y el
placer regresó en poderosas oleadas, invadiéndole, recorriéndole toda con rejuvenecedora
energía.

De pronto Yulia saco sus dedos de Lena y unió sus sexos y empezó a moverse con más fuerza y
rapidez, de forma casi salvaje, lanzando a Lena finalmente a un explosivo clímax de tal
intensidad que tuvo que dejar escapar un prolongado grito de su garganta para expresarlo a la
vez que se estremecía incontrolablemente. Murmurando su nombre, la morena empujó una
última vez, temblando violentamente con la intensidad de su propia liberación.
Unos segundos después, Yulia se tumbó de espaldas, abrazando a Lena contra sí con tal fuerza
que ésta apenas podía respirar. Se sentía completamente aturdida, y permaneció como una
muñeca de trapo sobre ella, con el rostro enterrado en el hueco de su hombro, aspirando con
la nariz su sensual y caliente aroma.

Estaba en el séptimo cielo. En el fondo de su mente se preguntaba cuándo volvería a hacérselo


Yulia. El rostro le ardió. Era una desvergonzada, pero no podía evitarlo. Nada podría haberla
preparado para aquella dosis de placer. Aún asombrada por su propia respuesta, empezó a
sentir una increíble ternura hacia la morena.

Su boca se curvó en una silenciosa caricia contra la bronceada piel de Yulia. Y, de pronto, la
verdad la golpeó como un rayo. «Estoy enamorada de ella», reconoció Lena, anonadada. Un
estremecimiento de incredulidad recorrió su cuerpo. «La quiero tal y como es, con su genio, su
arrogancia, su tenaz insistencia». Se sintió como si la tierra hubiera desaparecido
repentinamente bajo sus pies. El silencio empezó a alcanzarla en su nuevo y tierno estado de
vulnerabilidad.

- Extraordinario - murmuró Yulia con suavidad -. Me ha dado la sensación de que eras virgen. Si
no fuera por el anillo que solías llevar, estaría totalmente convencida de que he sido tu primer
amante.

Tensa como la cuerda de un arco, Lena dejó escapar una estrangulada risa.

- No seas ridícula...
- ¿Estaba alucinando? Te he hecho daño...
- No. Sólo has sido un poco... ruda - murmuró ella precipitadamente. Yulia se colocó de lado
y la miró. Lena se puso pálida al toparse con toda la fuerza de sus azulados ojos, pero seguía
decidida a silenciar cualquier duda que tuviera

-Ha pasado mucho tiempo desde...

- Ruda - repitió Yulia, mirándola con furia a la vez que la soltaba bruscamente -. Necesito una
ducha - dijo, saliendo de la cama.

Lena se volvió y encontró un punto fresco en la almohada.

No había sido un comentario especialmente generoso, comprendió con retraso,


ruborizándose. No le resultaba fácil engañar, pero el orgullo y la lealtad a la memoria de
Dimitri la habían hecho permanecer en silencio.

- ¿Qué diablos es esto?

La incredulidad que había en la voz de La morena hizo volverse a Lena.


Yulia extendía hacia ella una foto enmarcada. Estaba poseída por tal feroz incredulidad que no
lograba sostenerla sin temblar.

Era de Dimitri. Lena se quedó boquiabierta. Estaba en el fondo de su bolsa de viaje. No tenía
intención de haberla llevado, y lo cierto era que había olvidado por completo su existencia
hasta ese momento.

- ¿De dónde la has sacado?- preguntó.


- ¡Estaba en el tocador! - espetó La morena
- ¡Yo no la he puesto ahí!
- ¡Pero la has traído contigo! - bramó Yulia, tirando la foto violentamente a un lado - A mi
habitación...

- Yo no la he traído a tu habitación - dijo Lena con voz temblorosa.

Yulia dio un paso adelante y la alzó de la cama, furiosa. Asustada, ella trató de soltarse, sin
conseguirlo. La dejó caer desde cierta altura sobre un sofá que tenía la elasticidad de una roca.

- Dormirás aquí... ¡no te quiero en mi cama!

Lena estaba completamente desnuda y se sentía humillada. Yulia sacó una manta de un
armario y la arrojó sobre ella. Cubriéndose torpemente, Lena se levantó y caminó hacia la
puerta.

- No pienso quedarme aquí para que me insultes... ¡**** mujer de las cavernas!

- Si pones un pie en ese pasillo, la vigilancia electrónica te captará en una cámara. Los guardias
de seguridad de mi padre se divertirán mucho viéndote. ¡Adelante!

Lena dudó un momento y enseguida retiró la mano del pomo de la puerta como si la quemara.
Sin mirar una sola vez en dirección a Yulia, volvió al sofá, temblando de furia.

- Suponía que harías eso - dijo morena, arrastrando la voz -. Y será mejor que te acostumbres a
tomarte como un privilegio la posibilidad de dormir en mi cama...

- ¡Miserable bastarda! - exclamó Lena.

- Y por cierto... ¡te encanta que sea ruda! - replicó Yulia.

- ¡Cállate ya!
«No la quiero», se dijo Lena ferozmente, acurrucándose en el sofá. «¡La odio!» De pronto,
pensó que Yulia estaba terriblemente celosa de Dmitri. ¿Cómo le había llevado tanto tiempo
darse cuenta de algo tan evidente? Sonrió en la oscuridad, apretando los puños. No le
importaba si no lograba pegar ojo. Estaba segura de que yulia tampoco podría hacerlo.

Вам также может понравиться