Вы находитесь на странице: 1из 5

Ogden, T.H. (1992).

Comments on Transference and Countertransference in the


Initial Analytic Meeting. Psychoanal. Inq., 12(2):225-247.

El analista constantemente tiene que mirar de nuevo todos los conceptos que ya tiene por
dados, pues así lo exige su profesión. Este artículo se refiere a uno de esos conceptos, el de
transferencia y contratransferencia, en especial la que ocurre al inicio de un proceso
analítico. La hipótesis del autor es la siguiente:
“Mi punto de partida para la discusión sobre el primer encuentro analítico es la idea de que
no hay diferencia entre el proceso analítico en el primer encuentro y en el proceso analítico
en cualquier otro encuentro: el analista en el primer contacto no es ni más un menos
analista, el analizado no es ni más ni menos analizado, el análisis no es más ni menos que
en cualquier otro encuentro” (Orgden, p. 226).
CREANDO EL SIGNIFICADO ANALÍTICO
Cada cosa que el analista hace en el primer encuentro frente a frente es una invitación a que
el paciente considere el significado de su experiencia. Lo que le parezca obvio al paciente,
a lo largo del proceso, no lo será más, sino que será cuestionado y recreado por el encuadre
analítico. En ese sentido, los pensamientos y sentimientos pasados y presentes tendrán un
nuevo significado único que se genera solo en el contexto analítico con su encuadre
particular del análisis.
El analista deberá comunicarse con el analizado y comportarse con él sin ningún juicio;
sobre ese entendido común, ambos se propondrán lograr un cambio psicológico (Orgden, p.
226).
Dejar a un lado la enfermedad desde el inicio: El analista debe hacer ver al paciente de que
debe de dejar de lado en la medida de lo posible su enfermedad con tal de poder entrar en el
análisis. En el caso del esquizofrénico, por ejemplo, el paciente deberá entrar en una
relación con el analista con el fin de sobreponerse a su terror de involucrarse con otras
personas; el obsesivo, para poder ayudarlo con sus rodeos constantes, debe dejarlas de lado
lo suficiente para poder establecer un diálogo analítico; el histérico debe interrumpir el
drama que lo ha acompañado a lo largo de su vida en la medida en que pueda volverse un
observador y actor en su vida (Orgden, p 227).
Transferencia y fantasías previas: El analista es objeto de los sentimientos transferenciales
del paciente aun antes del primer encuentro. Aunado a ello, el que el paciente vea al
analista como una persona preparada para entenderlo y ayudarlo a aliviar su dolor psíquico,
el analista también es experimentado como una madre sanadora, objeto de la transición de
la infancia. Con esos mismos deseos, también viene miedo a la decepción.
Hay fantasías previas al primer encuentro por parte de ambos participantes. El analista, a su
vez, ya se ha hecho de ciertas imágenes mentales basado en la voz del paciente, la fuentes
de referencia que tiene de él, la relación que tiene con sus actuales pacientes como fuentes
conscientes e inconscientes de los sentimientos que surgen con el primer encuentro.
Aunado a lo anterior, hay un sentimiento de suspenso relacionado con la espera de la
primera entrevista; además de una sensación de emoción como al borde de la ansiedad.
Hay una historia que ambos se forman sobre el primer contacto. Es peligroso empezar
removiendo las profundidades del inconsciente.
Ansiedad del paciente: La ansiedad, por su parte, puede ser malentendida por el analista al
inicio de la terapia, pues puede verla como miedo del paciente, el cual lo llevará a
abandonar la terapia; y por su lado, el propio analista, tiene miedo a que el otro abandone
(Orgden, p. 227).
Estos son algunos pensamientos o declaraciones comunes de un paciente respecto al primer
encuentro:
- No quiero que opine que estoy muy dañado o loco, que soy egoísta, de modo que
considere que trabajar conmigo sea tan desagradable que invente algún pretexto
para rechazarme.
- ¿Debo empezar diciéndole lo que más me asusta y me avergüenza?
- Parecía decepcionado de mí desde que le llamé.
- ¿Vale la pena que me humille diciéndole todo sobre mí?
- Ojalá él fuera mayor, como un abuelo.
- Parece un poco loco, como si ni él mismo pudiera controlarse.
- Su consultorio está en una colonia marginal, ¿será porque tiene problemas en su
práctica?
(Orgden, p. 228)
Primera cita, ¿consulta o trabajo analítico? Orgden hace énfasis en que le dice a los
pacientes en la primera llamada que se encontrarán para tener una consulta. Usa la palabra
“consulta” para dejarle claro que ese primer encuentro no será necesariamente el inicio del
trabajo en conjunto –aunque él tenga la intención previa de llevar una experiencia analítica,
sin saber aún qué material surgirá en la cita-. Se debe dejar explícito esto, pues también el
propio analista debe ver cómo se siente con trabajar con ese paciente en específico y
determinar su interés en él (Orgden, p. 228).
Tomar pacientes que no simpatizan: Se debe dilucidar con qué tipo de pacientes se quiere y
puede trabajar, pues sería una falta acordar analizar a alguien de quien se está consciente
que no es agradable o con quien de antemano se sabe que no se siente interesado. Se dice
que el analista debe analizar su propia contratransferencia para poder trabajar con pacientes
que no le agradan, pero que son candidatos para el trabajo analítico. Sin embargo, esto es
en teoría, pues en la práctica es difícil construir un análisis sobre una fuerte
contratransferencia negativa. Esta advertencia es aplicable en casos donde desde el inicio
hay transferencias y contratransferencias eróticas intensas (Orgden, p. 229).
Nombrar periodo de evaluación: El autor sugiere no decirle al paciente que los primeros
encuentros se les llame “periodo de evaluación” o “fase de establecimiento”, pues el
paciente puede mostrarse pasivo. Estos términos pueden hacer que no se entienda el inicio
del tratamiento como proceso analítico propio. El primer contacto no es simplemente una
evaluación, sino una interacción donde dos personas intentan generar un significado
analítico que incluye el entendimiento de los significados del proceso de toma de
decisiones que se inserta en los primeros encuentros. Se trata de facilitar una interacción
que constituirá una experiencia analítica que sea de cierto valor para el paciente, pues le dé
un sentido de lo que signifique estar en un análisis.
Aunque la ansiedad transferencial sea alta en la primera entrevista, es deber del analista a
no perder la oportunidad de reconocer y entender algo sobre sus pensamientos
transferenciales, sentimientos y sensaciones con las que ha estado en lucha.
Formalidad: La primera hora analítica inicia desde la sala de espera y la presentación,
donde el paciente puede dirigirse como sr., sra. o dr., pues el análisis es una relación
formal, pero a la ve íntima. La formalidad refleja seriedad hacia el profesional y hace notar
que el analista no espera que sean amigos. Debe haber, pues, intimidad pero en el contexto
de la formalidad.
Expresiones amables en el primer contacto: El analista comúnmente se siente en la
necesidad de expresar palabras amables al paciente desde la sala de espera, tales como:
“ojalá no hayas tenido problemas para estacionarse”. Desde ese momento, el analista estaría
tomando al paciente como a un niño que entrará a un proceso difícil, y por lo tanto, él debe
cuidarlo o ser amable en compensación; además, el paciente se sentirá obligado a ser
amable a su vez. Además, haría ver que el analista no está seguro de que su tratamiento
valga la pena. Y sobre todo, esto privaría al paciente de presentarse como él quiera, lo cual
reflejaría material consciente e inconsciente (Orgden, p. 231).
¿Aliviar la ansiedad?: Es preciso que se mantenga la tensión psicológica, pero el analista no
debe intentar aliviarla a como dé lugar, pues eso haría que el paciente pensara que el
analista debe manejar su ansiedad.
Dudas sobre el análisis: El paciente tendrá muchas preguntas y preocupaciones, muchas
veces sin decirlas, sobre lo que significa un análisis, participar en uno, cuál es su papel y
cuál el del analista. El terapeuta intenta responderlas en forma de explicaciones sobre la
asociación libre, el uso del diván, frecuencia, diferencias entre psicoterapia y psicoanálisis,
así como diferencias entre “las escuelas psicoanalíticas”; pues estos elementos limitan al
paciente para que no haga o conduzca todo bajo sus propios términos.
Ejemplo:
El sr. H., un hombre de 42 años acude por sus pensamientos obsesivos sobre la muerte,
miedo y sofocaciones en el sueño de quedar atrapado y morir en un terremoto.
Preocupación por su hija de 6 años con discapacidad auditiva que no sea capaz de
“sobrevivir en el mundo”. Sabe que sus miedos son exagerados, pero no puede reducir la
intensidad de su ansiedad.
El paciente dice sentir miedo desde que era niño; su padre, maestro de escuela, lo humillaba
cada noche con la idea de “ayudarlo con su tarea”. Su éxito laboral siempre le ha parecido
irreal, y tiene miedo de que en cualquier momento ya no pueda ejercer sus funciones, por lo
que ha atesorado el dinero que ha ganado, sintiéndose agotado cada vez que gasta. Ante
esa declaración, el analista le dijo que entonces él parecía sugerir que se sentía asustado por
gastar dinero para su tratamiento, a lo que él dijo sentirse como en una flebotomía donde
habría una carrera entre su “cura” y desangrarse hasta morir.
Al verlo en la sala de espera, parecía estar nervioso y le pidió enérgicamente usar su
teléfono, pues había dejado las llaves adentro de su coche y necesitaba llamar a su esposa
para que le llevara el duplicado. Contó una historia sobre haber estado comiendo su
almuerzo en el coche y haber dejado las llaves dentro, y cerrar el auto, pues temía dejar su
almuerzo y que alguien lo manoseara, pues había un letrero de que en ese estacionamiento
debían dejar las llaves dentro.
Explica que usualmente tiene miedo de que la gente se enoje con él, entonces les pide
pequeños favores para asegurarse de que no lo están. En el trabajo pude lápices o
direcciones sin necesitarlas. Le dijo al analista que estaba casi seguro de que él pensaba que
él era un auténtico idiota, sin embargo, el analista decidió no interrumpirlo, pues estaba en
vía de revelar su mundo interno de relaciones objetales.
Dice que el padre murió hace diez años, pero que toda su vida estuvo como en el umbral de
la muerte por una enfermedad renal. El paciente temía que el padre muriera regañándolo, y
que él lo amaba mucho, a pesar de que el señor le infundiera miedo la mayor parte del
tiempo.
Al decirle que dijera cómo se sentía sobre haber querido llamar a su esposa
desesperadamente, admitió que no sabía por qué, pero que se sentía con mucho miedo en la
sala de espera. El analista pensó que él era como un niño que buscaba a su madre
desesperadamente para que lo protegiera de su padre; en este caso, el analista sería el padre.
Durante el trabajo analítico, el paciente parecía querer ser tratado como un niño pequeño
que necesitaba protección contra sus propios sentimientos de ser alguien destructivo que le
hizo daño a su padre, y a su vez, podría dañar al analista. Asimismo, parecía querer
provocar al analista para que lo tratara de la forma dañina en que su padre lo hacía, aunque
a su vez, quería asegurarse de que no fuera a suceder así.
Parecía tener placeres sensuales con los regaños intensos, y en ser castigado desde que se
sentía culpable por la muerte del padre. El paciente inconscientemente anhelaba obtener ese
tipo de amor que le había dado el padre, al controlar y regañar. A lo largo del análisis, el lío
del teléfono que se había dado al inicio sirvió como símbolo en el proceso analítico.
(Orgden, pp. 233-234).

ADVERTENCIAS
En la entrevista inicial, el autor escucha los “cuentos de advertencia” que dice el paciente,
es decir, explicaciones inconscientes del por qué el paciente siente que es peligroso tomar
un análisis y sus razones por las que siente que el tratamiento va a fallar (Orgden, p. 234).
VAS EN 11

Вам также может понравиться