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Seminario “Crisis del capital y emancipación”. Nicolás Deambrosi.

Septiembre 2013. UNLP.

Del Programa de Transición a un programa para la transición o como


construir socialismo en momentos no revolucionarios.
Aportes críticos a la lectura de Mészáros

Resumen

La propuesta general de este artículo es ahondar en la cuestión de la transición socialista


en la actualidad. Para ello, creemos necesario en primer lugar revisar una elaboración
clave del movimiento socialista del siglo XX para pensar dicha cuestión: el Programa de
Transición (PT) escrito por Trotsky para la Conferencia fundacional de la IV
Internacional en 1938. Luego, abordaremos la crítica que hiciera Rolando Astarita al PT
hacia fines de los ´90 en Argentina. Con todos estos elementos procesados, por último
proponemos estudiar la teoría transicional de Mészáros, los aportes de Aldo Casas y la
crítica de Ernesto Manzana en Argentina.

1- El Programa de Transición (PT) trostkysta de 1938

El principal supuesto del PT es que el capitalismo ha agotado sus posibilidades de


desarrollo. A partir de esta premisa, se desarrolla un enfoque sistemático bajo el cual se
ordenan los análisis económicos y políticos y se elaboran las campañas de agitación.

El PT se presenta como un programa para la acción, hacia la toma del poder en


momentos pre-revolucionarios: no está concebido para situaciones defensivas. Trotsky
explicaba a sus partidarios: “... nosotros no hablamos sobre la revolución social, sobre la
toma del poder por la insurrección, la transformación de la sociedad capitalista en la
dictadura, de la dictadura en la sociedad socialista. Lleva al lector sólo hasta el umbral.
Es un programa de acción desde hoy hasta el comienzo de la revolución socialista”
(Trostky citado por Astarira, 1999, p. 20 nota al pie 75).

El PT sentencia que las fuerzas productivas han cesado de crecer. Caracteriza que ni la
política del New Deal en EEUU ni la de los Frentes Populares en Francia ofrecen una
salida al impasse económico. “Las condiciones objetivas de la revolución proletaria no
sólo están maduras sino que han comenzado a descomponerse” (Trostky, 1938). Sin
revolución social la civilización humana se encamina a la catástrofe. Todo depende del
proletariado y de su vanguardia revolucionaria. Entonces, “la crisis histórica de la
humanidad se reduce a la dirección revolucionaria” (Trostky, 1938). En este sentido, el
obstáculo principal para la transformación de la situación pre-revolucionaria en
revolucionaria radica en el oportunismo de la dirección proletaria, su sesgo pequeño-
burgués y traidor. Ante el ascenso creciente de luchas de millones de hombres, la
principal traba para su pleno desarrollo es el aparato burocrático enquistado en la
dirección. En síntesis, “la orientación de las masas está determinada, por una parte, por
las condiciones objetivas del capitalismo en descomposición, y de otra, por la política
de traición de las viejas organizaciones obreras” (Trostky, 1938). Esta crisis sólo puede
ser resuelta por la IV Internacional.

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Seminario “Crisis del capital y emancipación”. Nicolás Deambrosi.
Septiembre 2013. UNLP.
El PT se erige como crítica al programa mínimo y programa máximo de la
socialdemocracia. En el marco de un período pre-revolucionario (de agitación,
propaganda y organización) la tarea estratégica es superar la contradicción entre la
madurez de las condiciones objetivas y la inmadurez del proletariado y su vanguardia.
El PT es la herramienta para ayudar a las masas a encontrar el puente entre sus
reivindicaciones actuales y el programa de la revolución socialista. Este puente se
constituye con una serie de reivindicaciones transitorias que conectan las condiciones y
conciencia actual de la clase con la conquista del poder por el proletariado.

¿Cuáles serían estas reivindicaciones transicionales? La abolición del secreto comercial


como primer escalón hacia un verdadero control de la industria, en particular los
bancos, la industria pesada y los transportes centralizados. Esto permite develar ante la
sociedad el derroche de trabajo humano bajo el sólo fin de obtener ganancia. La lucha
contra la desocupación va de la mano de una amplia y audaz organización de obras
públicas de envergadura. Dado que sólo el ascenso revolucionario del conjunto del
proletariado puede poner en agenda la expropiación general de la burguesía, las
reivindicaciones transitorias deben preparar al proletariado para la resolución próxima
de esta tarea. Unificación de los bancos en una única institución nacional, que
establezca condiciones de crédito privilegiado (barato) para campesinos, artesanos y
pequeños comerciantes. “No obstante, la estatización de los bancos sólo dará resultados
favorables si el poder estatal mismo pasa de manos de los explotadores a manos de los
trabajadores” (Trostky, 1938). La consigna de “gobierno obrero y campesino” es
empleada por el PT en tanto consigna anti-burguesa y anti-capitalista, no en un sentido
democrático. Aún en el caso de una (casi improbable) creación del gobierno obrero y
campesino por las organizaciones obreras tradicionales, éste sería nada más que un
breve episodio en el camino hacia la verdadera dictadura del proletariado. En definitiva,
la agitación bajo la consigna de gobierno obrero y campesino tiene un enorme valor
educativo. En términos generales, el PT admite que ninguna de las reivindicaciones
transitorias puede ser completamente realizada con el mantenimiento del capitalismo.

La expresión organizativa de base que concentra este puente son los comités o soviets,
dónde se establece de hecho la dualidad de poder. Serían estos soviets la forma de
armonizar las diversas reivindicaciones y formas de lucha, aunque sólo sea en los
marcos locales. Los soviets son espacios abiertos a todos los explotados, dónde
participan y luchan todas las tendencias políticas del proletariado en el marco de una
amplia democracia: “la consigna de los soviets es el coronamiento del programa de
reivindicaciones transitorias” (Trostky, 1938). Aunque los soviets sólo pueden nacer si
el movimiento de las masas entra en una etapa abiertamente revolucionaria. Así, la
dualidad del poder es a su vez el punto culminante del período de transición.

Para los países coloniales y semi-coloniales (por su desarrollo desigual y combinado), el


PT plantea que las reivindicaciones democráticas, las reivindicaciones transitorias y las
tareas de la revolución socialista están imbricadas unas con las otras. El proletariado de
estos países atrasados está obligado a “combinar la lucha por las tareas más elementales
de la independencia nacional y la democracia burguesa con la lucha socialista contra el
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imperialismo mundial” (Trostky, 1938). Resulta necesario que las masas sobrepasen el
programa democrático en la lucha.

En síntesis, la crisis actual de la civilización humana es la crisis de la dirección


proletaria. La IV Internacional orienta la lucha de los obreros revolucionarios que
señalan a su clase el camino para salir de la crisis. El PT “no se crea para las
redacciones, las salas de lectura o los centros de discusión, sino para la acción
revolucionaria de millones de hombres” (Trotsky, 1938). La tarea central de la IV
Internacional consiste en liberar al proletariado de la vieja dirección, cuyo espíritu
conservador está en completa contradicción con la situación catastrófica del capitalismo
en su decadencia y es el principal freno del progreso histórico.

2- Crítica del Programa de Transición: Astarita

Astarita intenta superar conservando al PT porque reivindica los objetivos que defendió
el trotskysmo ante la hegemonía stalinista y su lucha contra el conciliacionismo, el
nacionalismo y el oportunismo. En esta sección señalaremos y desarrollaremos los
principales puntos de la crítica que hace Astarita al PT, su utilización en contextos no
revolucionarios y la propuesta de volver a la división entre programa máximo y
mínimo.

2.1. Tesis del estancamiento crónico: agotamiento del capitalismo y cese del
desarrollo de las fuerzas productivas como condición para la revolución.

Desde el punto de vista teórico, Astarita crítica la vinculación entre las posiciones
revolucionarias y las tesis del estancamiento crónico del capitalismo. Trotsky introduce
una modificación vital en la consideración de las premisas de la revolución: que el
capitalismo no pueda desarrollar históricamente sus fuerzas productivas es condición
para el triunfo de la revolución. Para Marx, el desarrollo del capital, de sus
contradicciones y sus crisis, se da en un movimiento “en espiral”. Dado que no hay una
crisis última, si la clase obrera no encuentra una salida revolucionaria a las crisis, el
capital relanzará (tarde o temprano) la acumulación, para precipitarse luego en crisis
cada vez más abarcativas.

Trotsky sostiene en el PT que las fuerzas productivas han dejado de crecer no sólo como
diagnóstico de coyuntura ante la crisis del `29 sino en tanto caracterización de una
época. Si bien el revolucionario ruso contempló una eventual recomposición del
capitalismo, nunca analizó seriamente las posibilidades concretas de recuperación del
capitalismo. Estableció así un círculo vicioso que probaba el estancamiento y la
necesidad de la revolución: “el capitalismo estaba agotado porque la revolución rusa
había triunfado, y la revolución rusa había triunfado porque el capitalismo estaba
agotado” (Astarita, 1999, p. 7). En definitiva, Trotsky no fundamentó su tesis del
estancamiento del capitalismo a partir de 1914. Incluso llega a sostener que la ley del
valor ya no gobierna el capitalismo y “el progreso humano se ha detenido en un callejón
sin salida”. No hace referencia alguna a la tendencia a la caída de la tasa de ganancia, la

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ley más importante para explicar las crisis y también para dar cuenta de por qué no hay
un estancamiento final y exclusivamente económico del capitalismo.

2.2. Las democracias están liquidadas, por lo tanto: a. toda lucha por demandas
mínimas lleva a la lucha por el poder, b. se subvalora la ideología dominante y su
capilaridad incluso a través de la socialdemocracia, c. sobreestimación exitista del
nivel ofensivo de las masas.

Al mismo tiempo que establece, de manera casi fatalista, la tesis del estancamiento, el
PT abre una línea de interpretaciones subjetivistas de la crisis y del capitalismo, dónde
se cae en explicaciones conspirativas (como p. ej.: que la crisis del ´29 fue organizada
por el capital). En el plano político, por un lado afirma que el sistema ya no puede
conceder la más básica demanda democrática o económica a las masas y, por otra parte,
da a entender que se le pueden imponer reformas profundas con una correlación de
fuerzas favorable a las masas populares. Como “toda lucha por demandas mínimas debe
llevar a la lucha por el poder”, entonces las democracias estarían liquidadas…

Durante las crisis, la burguesía busca aumentar la explotación, lo cual genera miseria,
represión y guerras contra los pueblos o entre facciones de la burguesía. Pero de esto no
deviene que la clase dominante ha perdido toda capacidad de maniobra. El mismo
Lenin, a comienzos de los años veinte (período de intensa crisis) alertaba sobre las
posibilidades de la burguesía de “adormecer” a algunos explotados con pequeñas
concesiones a la vez que reprimía la revolución. Trotsky desestima el dominio
ideológico de la burguesía a través de la “introyección de sus esquemas de dominación
en la conciencia de los explotados, los discursos dominantes y su articulación con el
fetichismo de las relaciones del mercado” (Astarita, 1999, p. 10). Estas problemáticas
que deben enfrentar los revolucionarios están casi ausentes en el PT.

Trotsky exalta las tácticas movilizadoras como único medio para el avance de los
obreros. En este sentido, absolutiza un elemento necesario (lo espontáneo e instintivo
del movimiento) pero no suficiente para la toma de conciencia socialista. Astarita
identifica una sobrevaloración de las virtudes de la agitación movilizadora y una
minusvaloración del rol de la propaganda y del trabajo sobre la vanguardia,
desdibujando la combinación entre lucha política e ideológica.

En síntesis, Trotsky pasa por alto la incidencia de la ideología democrática burguesa y


minusvalora la influencia de la ideología socialdemócrata y del stalinismo.

Trotsky pensaba que tanto los padecimientos y crisis como las concesiones empujarían
al combate. En 1939 llegó a afirmar que las reformas del New Deal radicalizarían a las
masas en vez de apaciguarlas. Esto resultó insostenible, porque en muchas ocasiones
sucede lo contrario: ante las crisis cunde la desesperanza, la descomposición social, el
temor a la desocupación, la disgregación.

Todas estas ideas combinadas desembocan en la tesis de que las democracias burguesas
están “históricamente liquidadas”. Sin embargo ante la supuesta liquidación de las

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democráticas, el fascismo no era la única salida, también surgieron: la negociación, la
democracia burguesa, las semi-concesiones combinadas con la represión.

En definitiva, el PT apela a leyes generales de la historia que dinamizan un movimiento


mecánico e ineluctable hacia el destino comunista. La secuencia sería esta: hay un
estancamiento de las fuerzas productivas, ergo la democracia y la fuerza de la ideología
burguesa están agotadas, ergo toda reivindicación elemental plantea la cuestión del
socialismo, ergo habrá un impulso inevitable hacia la lucha derivado de la crisis, ergo
las masas movilizadas tienden a superar todos los obstáculos, ergo las ruedas de la
historia se imponen y el socialismo es inevitable.

2.3. Subjetivismo extremo

Astarita discute la “inevitabilidad” del socialismo, y prefiere hablar de “necesidad


creciente” y posibilidad material y social también creciente, de la salida socialista.

El fatalismo del PT da lugar a un subjetivismo extremo. La frase “la crisis actual de la


civilización humana es la crisis de la dirección del proletariado” es un esquema que
reduce al mínimo la conciencia y su relación con las acciones de las clases. La relación
que establece el PT es simplista: como la dirección proletaria es la causa del freno y de
la derrota de la revolución, ya están dadas todas las condiciones objetivas.

Por el contrario, la clase obrera debe aprender a determinarse estableciendo, entre otras
cuestiones, direcciones que sean expresión y vehículo de su liberación. Una clase obrera
que se encuentra completamente sometida a los designios de una dirección, es una clase
aún alienada, bajo la cual es imposible una revolución inminente. Astarita propone
restablecer un enfoque dialéctico de las relaciones entre bases y direcciones. Si bien
estas últimas actúan sobre la clase obrera, la influencian y tienen su propia dinámica,
ésta es relativa: también están determinadas por las bases y son, hasta cierto punto, su
efecto1. Este pensamiento deviene en que sólo basta con la “intervención de los
revolucionarios para que el movimiento desate sus potencialidades y crezca con la
fuerza de las avalanchas naturales e incontenibles” (Astarita, 1999, p. 19).

2.4. Superación de la división entre programa mínimo y máximo: táctica escalera,


consignas lógicamente imposibles y ausencia de análisis concreto en situación
concreta

Para Lenin, las reivindicaciones mínimas son aquellas que, en principio, no cuestionan
la propiedad privada capitalista ni su Estado: aumento de salarios, libertad de los presos
políticos, derecho al voto, etc. En cambio, el objetivo de toma del poder, las medidas de
socialización y las proyecciones de transformación social profunda son elementos de
programas máximos. Las consignas transicionales entran en el esquema del programa
máximo.
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Si bien en “Clase, partido y dirección: ¿por qué ha sido vencido el proletariado español? (cuestiones
de teoría marxista)” (citado en Astarita, 1999) Trotsky critica a quienes consideran a las direcciones un
simple reflejo de las bases, termina borrando las vinculaciones orgánicas y necesarias entre bases y
direcciones.
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Las reivindicaciones transicionales fueron pensadas para preparar la transición al
socialismo. Aunque no son socialistas, tampoco son compatibles con la sociedad
capitalista: reparto de las horas de trabajo sin disminución salarial, hasta acabar con la
desocupación, obligación de trabajar, anulación de la propiedad privada de la tierra,
anulación del derecho de herencia, abolición del secreto comercial y el control obrero de
empresas, nacionalización de la banca y grandes monopolios y su puesta bajo el control
obrero.

Trotsky pensaba que esa división de programas era propia de la socialdemocracia previa
a la Primera Guerra, y que debía ser dejada de lado en la época imperialista porque ya
ninguna reforma era lograble y las masas estaban a las puertas de iniciar una ofensiva
revolucionaria. Entonces, la etapa exigía que las consignas mínimas se combinen
inmediatamente con las transicionales. Estas consignas transicionales (salvo la
nacionalización de los medios de producción) están concebidas para agitarse sin
especificar la relación que guardan con la toma del poder. El PT reconoce que no
pueden lograrse plenamente bajo el capitalismo, pero en la agitación esta condición no
se hace explicita. La idea es que aparezcan como propuestas prácticas, para que puedan
ser tomadas por los trabajadores y visualizadas como soluciones de sentido común,
aunque los revolucionarios sepan que son impracticables en el capitalismo. Ante las
objeciones sobre la imposibilidad de lograr dichas demandas, el concejo de Trostky a
los militantes es: responder que todo depende de la correlación de fuerzas. “Toda la
cuestión es cómo movilizar a las masas para la lucha” (Trostky citado en Astarita, 1999)
y para lograrlo los revolucionarios deben concentrar la atención en una o dos consignas.
Las consignas transicionales están concebidas como “demandas” o “reivindicaciones”
que se dirigen al Estado o al capital. La toma del poder se presenta como una conclusión
de esa movilización que obligaría a la burguesía a adoptar las medidas transicionales.

La metodología política del PT es la de un ascenso progresivo, por escalones: la táctica


“escalera”. Astarita critica esta metodología por presentar consignas lógicamente
imposibles. El PT elabora tácticas y consignas abstractas, desligadas de las
circunstancias históricas y sociales. En este sentido, no se puede dejar de lado la
posibilidad de efectivización de las consignas, por el contrario está en el centro de la
crítica marxista a las ilusiones, al fetichismo y los programas idealistas 2. Si estos planes
transicionales no se subordinan al triunfo de la revolución proletaria, aparecen como
sueños de reformadores sociales, absurdos lógicos insostenibles.

La crítica de Astarita al método transicional del PT consiste en que éste se erige, en gran
medida, sobre una imposibilidad lógica (o teórica): convoca a las masas a exigir al
Estado capitalista (o al capitalismo) que aplique medidas de transición al socialismo. No
sólo porque contiene consignas empíricamente desajustadas sino porque éstas se
plantean como demandas al Estado. Para Astarita llamar a demandar al Estado
capitalista que termine con la explotación capitalista (reparto de horas de trabajo, con
2
En los debates de la Primera Internacional, ya Marx criticaba la consigna bakuninista de “la igualación
de las clases” por ser “lógicamente imposible”, mientras que la “supresión de las clases” es históricamen-
te necesaria (citado en Astarita, 1999)
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salarios móviles, hasta finalizar con la desocupación) es tan absurdo como exigírselo al
capital. El autor sostiene que las nacionalizaciones o estatización de empresas (en
situaciones dónde los gobiernos se ven obligados a tomar estas medidas que anulan
parcialmente la ley del valor) no son un tránsito al socialismo, sino medidas que toma la
clase dominante en ciertas coyunturas para fortalecer de conjunto el dominio del capital.

En definitiva, la formulación de consignas lógicamente imposibles que hace Trotsky da


cuenta de una simplificación excesiva de las estructuras ideológicas en las masas. Una
cosa es que la clase obrera y sectores oprimidos saquen sus propias conclusiones en
base a su experiencia, y otra muy distinta es exigir a un burgués reformista que aplique
un programa utópico dentro del sistema capitalista. Esta crítica se sintetiza en la
cuestión del control obrero. Toda consigna se efectiva realmente donde hay poder ya
controlado por parte de la clase. Sin poder, el control es sólo una frase pequeñoburguesa
que obstaculiza el desarrollo revolucionario. La táctica escalera esfuma las inevitables
reacciones del capital, el sabotaje y el “lock out” patronal, y todas las circunstancias
sociales y políticas que determinarán el carácter episódico y precario de cualquier
control a cargo de comités de empresa o soviets.

Así, la “escalera” transicional o táctica de la “escalera” transicional también se abstrae


de las condiciones reales de su aplicación. Entre sus antecedentes se encuentran la
“táctica proceso” defendida por algunos socialistas rusos en la época de la lucha anti
zarista. El mismo Lenin criticó estas orientaciones por ser abstractas, irreales y
oportunistas.

Al abstraerse de las circunstancias contextuales de las consignas, la táctica “en escalera”


se ilusiona con la posibilidad de enunciar “las consignas precisas” por dónde transiten
las luchas en ascenso y la conciencia de las masas. Por eso Trotsky recomendaba
concentrarse en una o dos demandas. En este sentido, Lenin afirmaba que los
comunistas no pueden saber exactamente cuál será el motivo principal que avivará la
lucha de las grandes masas, sino que las medidas de lucha y organización surgirán (más
aún cuando el partido marxista es débil) del movimiento de masas. Así, las masas
despliegan iniciativas que superan todas las predicciones de los intelectuales.

Esta linealidad que no tiene en cuenta el contexto, se complejiza más al ser presentadas
las consignas transicionales mínima (una o dos) como “soluciones a las crisis”,
desarticuladas de un programa general de medidas revolucionarias. Una consigna
desacertada en un contexto político y social inadecuado puede bien ser instrumentada
por la burguesía, cumplida parcialmente y desvirtuada. Astarita aquí retoma a Rosa
Luxemburgo, quien no consideraba que la demanda del control obrero pudiera
plantearse en cualquier coyuntura, criticando a los reformistas por plantearla en
situaciones no revolucionarias.

2.5. Conclusiones parciales

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La minusvaloración de los fenómenos de conciencia, de la incidencia de las ideologías
burguesas sustentadas en la ilusión del avance lineal del movimiento, puede llevar a
postular orientaciones simplistas para superar las falsas ilusiones.

El apoyo de las masas al reformismo en los países adelantados, o a los movimientos de


liberación nacional burgueses, en los atrasados, no encajó en los esquemas del
catastrofismo permanente legados por Trotsky.

La descomposición a largo plazo de las fuerzas productivas que se había anunciado en


los años treinta, debería haber llevado a la descomposición de la clase obrera (previsión
de Trotsky), es decir la anulación de las posibilidades mismas de la revolución. Sin
embargo, hoy el número de asalariados bajo relación capitalista se multiplicó en casi
todo el mundo y por lo tanto también las fuerzas productivas.

La PT continúa reduciendo la supervivencia del capitalismo a las direcciones traidoras y


sigue convocando a movilizarse detrás de “la consigna privilegiada” del momento.
Enmarcados en la inevitabilidad del colapso y en el siempre creciente ascenso del
movimiento de masas, el trotskismo se ha vuelto sectario, agitando consignas
transicionales en todo momento sin conectarlas con movilizaciones o procesos
concretos.

2.6. Propuestas de Astarita: reformas no reformistas y volver al programa máximo


y mínimo

La apuesta fuerte y polémica de Astarita es volver a la división entre programa mínimo


y programa máximo, la cual ha sido históricamente asociada a una renuncia al
socialismo, a postular la estrategia de la revolución por etapas o al oportunismo. Por el
contrario, Astarita sostiene que la crítica al reformismo no implica que los
revolucionarios desestimen la lucha por reformas. En momentos de imposibilidad de
convocar a la lucha revolucionaria, dónde existe una distancia enorme entre luchar por
defensa salarial y pelear por el control obrero de la producción, los comunistas luchan
por demandas mínimas mientras explican que esas reformas (por más profundas que
sean) no acabarán con el capitalismo y sus nefastas consecuencias.

En vez de convocar a movilización por consigna transicionales (PT), Astarita propone


una articulación entre lucha reivindicativa y combate ideológico y político. Revaloriza
así la necesidad de luchas por demandas mínimas en condiciones de dominio estable de
la burguesía, articuladas en un programa específico con el combate por el socialismo.

Proponer ligar toda demanda mínima a alguna transicional en una situación no


revolucionaria y defensiva, condena a la política revolucionaria al sectarismo y aísla a
los revolucionarios de las masas. Además, confunde los objetivos y los ritmos de la
lucha, como la consigna “ahora que luchamos contra este capataz, acabemos con todos
los capataces”.

En síntesis, Astarira propone volver a la vieja división entre programa máxima y


mínimo, aduciendo que el programa mínimo es indispensable mientras vivamos en una
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sociedad burguesa. Y se apoya en Lenin para argumentarlo: “ninguna de las cuestiones
decisivas de la revolución es respondida en las ´Tesis de Abril` según el esquema de la
agitación transicional en escalera. Por el contrario, las Tesis ponen el acento en la
propaganda, en la explicación paciente, para esclarecer […] Hacer que el pueblo
conciba `esperanzas irrealizables` significa fomentar el engaño, decía Lenin, y esto
implica `retrasar el esclarecimiento de su conciencia`” (Astarita, 1999, p. 33).

En ese sentido, la política que propone Astarita no es exigir al gobierno sino apuntar a
que las masas desplieguen su iniciativa ya que donde hay poder (p. ej.: donde las
comunas tienen posibilidad de hacerse cargo de la tierra) la consigna se efectiviza. El
programa transicional sí tiene importancia en tanto presentación de las tareas que
asumiría un gobierno revolucionario de los obreros y campesinos.

3. La teoría de la transición en Mészáros

“Cuando se agota la fase histórica de las ganancias defensivas, el trabajo, como el antagonista
estructural del capital, sólo puede hacer avanzar su causa –aunque sea mínimamente- si pasa a
la ofensiva, concibiendo como su meta estratégica la negación radical y la transformación
positiva del modo de reproducción metabólico social también cuando lucha por la realización de
objetivos más inmediatos. Porque solamente a través de la adopción de una estrategia general
visible se puede convertir en acumulativos los pasos parciales” (Mészáros, 2011, p. 832).

3.1. Perspectiva general del capital hoy y sus crisis

Mészáros caracteriza al sistema del capital como un modo de control metabólico social
definitivamente incontrolable que impone su criterio tanto a empresas transnacionales
como a pequeñas unidades del micrososmos. A la vez que es totalizador,
paradójicamente pierde el control sobre los procesos de toma de decisiones. Así, el
sistema de capital divorcia la esfera de la producción respecto de la esfera de control.
“El capital es por sobre todas las demás cosas un orden de control, antes que ser él
mismo controlado -en un sentido más bien superficial- por los capitalistas privados (o
más tarde por los funcionarios del estado de tipo soviético)" (Mészáros, 2011, p. 49).

Al mismo tiempo el sistema de capital, para funcionar como modo totalizador de control
metabólico social, debe tener una estructura de mando históricamente única y apropiada
para sus funciones principales. El sometimiento de la sociedad al capital se produce en
base a la división en clases sociales, la conformación del estado moderno y la división
social jerarquizada del trabajo. Si bien el Estado es parte integrante de la propia base
material del capital, al mismo tiempo hay una ausencia de un “Estado global del
capital”. Esta contradicción contribuye a una creciente dificultad para asegurar el
dominio del capital sobre el trabajo a través de una estructura de mando sin sujeto. Ante
esta ausencia, el capital necesita del sujeto trabajo por más que lo cosifique. Se visualiza
la tendencia a una creciente socialización de la producción transfiriendo objetivamente
ciertas potencialidades de control a los productores. Se vive entonces en la
contradicción entre el internacionalismo de las condiciones precarias de la clase y la
fragmentación la clase.

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Las conclusiones a las que llega Mészáros son: 1. paso del ejercito industrial de reserva
a la explosiva fuerza laboral superflua, 2. creciente demanda de igualdad sustantiva, 3.
tendencia a determinación crecientemente política en los desarrollos económicos del s.
XX (en contraposición a las previas determinaciones económicas), 4. mayor
involucramiento del Estado en los procesos socioeconómicos (proteccionismo regional),
5. reedición del debate sobre la estrategia socialista.

3.2. Carácter de la transición

“La lucha de género puede ser integrable: su realización no” (Mészáros, 2011)

Según el autor, en la actualidad, el enfrentamiento contra cuestiones particulares implica


la necesidad de retar al sistema del capital en sí. Las luchas ambientales y de género se
tornan así inintegrables. Pero al mismo tiempo el trabajo está hoy "atado al capital para
su continuada supervivencia, mientras no logre producir un rompimiento estratégico en
dirección a una transición hacia un orden metabólico social radicalmente diferente"
(Mészáros, 2011, p. 834). Por otro lado, para el capital no existe esa posibilidad: para él
no hay alternativa.

La teoría de la transición socialista que elabora Mészáros apunta a eliminar el trabajo


alienado y el Estado. En ese sentido plantea las siguientes tareas transicionales, una
especie de esbozos de lineamientos programáticos transicionales:

1. Producir un cambio radical mientras se resguarda la necesaria continuidad del


metabolismo social.

2. Reestructurar “de arriba a abajo” todo el edificio social que no pueda ser derrumbado
para los fines de la reconstrucción total.

3. Pasar de la fragmentación de las fuerzas sociales a una cohesión en la perspectiva de


crear productores asociados. Es decir, afianzar la creación de conciencia socialista de
masas al asumir paulatinamente responsabilidad por las consecuencias de las prácticas
productivas y administrativas autogestionadas.

4. Lograr autonomía y descentralización genuina de las tomas de decisión, evitando la


burocratización

5. Trascender la división entre sociedad civil y política mediante la unificación de las


funciones de trabajo y la toma de decisiones

6. Instituir el autogobierno abierto por parte del pueblo involucrado

7. Revalorizar el poder de los sindicatos y partidos en el marco del pluralismo socialista.

El movimiento laboral, en su intento de colaboración de clases, de equilibrio para el


desarrollo, profundiza el problema. Mészáros afirma que nunca hubo posibilidad de
instituir el socialismo a través de reformas graduales dentro del marco del modo de

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reproducción metabólica social establecida. Son una ilusión las ganancias defensivas en
el camino de un capital en expansión.

3.3. Propuestas para un movimiento socialista pluralista

Estaríamos ante la posibilidad de una ofensiva socialista ante la crisis estructural en


sentido histórico dónde aparece como central la mediación política. Pero ante el
agotamiento del partido leninista, habría una ausencia del instrumento político
adecuado.

La actualidad histórica de la ofensiva socialista para Mészáros radica en la sentencia de


que "solo cuando estén agotadas las opciones del orden establecido, y solo entonces, se
podrá esperar un viraje espontáneo hacia una solución radicalmente diferente"
(Mészáros, 2011, p. 776). Si bien las potencialidades de esta ofensiva son inherentes a
las crisis del capital, la ausencia de instrumentos políticos adecuados es un obstáculo
para convertir en realidad esa potencialidad. Incluso las organizaciones realmente
existentes aún continuarían presas de viejos mitos como el partido leninista en tanto
herramienta por excelencia para dicha tarea ofensiva.

Según el autor, podríamos pensar al partido de vanguardia clandestino leninista como


"defensivo" en el contexto de su desarrollo real en Rusia pre-revolucionaria. Marx
planteaba la necesidad de construir conciencia comunista en escala de masas, lo cual
implicaba una estructura organizativa inherentemente abierta (ofensiva según
Mészáros). Cuando las condiciones objetivas están desarrolladas en escala global en
función de la meta de construir conciencia comunista a escala de masas, recién ahí
podrá ser concebido un modo realista de articulación práctica de los órganos de la
ofensiva requerida.

Proclamar la unidad de los socialistas significa estudiar y analizar cómo se da en la


práctica ese proceso. No se da de manera espontánea la convergencia de la conciencia
instintiva de las masas populares. Marx veía la cuestión organizativa en relación a dos
tareas centrales: 1. mantener la fidelidad de los principios socialistas, 2. diseñar
programas de acción viables y flexibles para las varias fuerzas que comparten los
objetivos generales de la lucha. Hoy, las muy necesitadas formas de acción común no
pueden ser concebidas sin la articulación estratégica de un pluralismo socialista "que
reconozca no solamente las diferencias existentes sino también la necesidad de una
'división del trabajo' adecuada en el marco general de una ofensiva socialista"
(Mészáros, 2011, p. 800). La condición para toda unidad es la producción de una
conciencia de masas socialista como única forma factible de auto-desarrollar acción
común. Y esto solo puede surgir de la constitución autónoma y coordinada de un
movimiento pluralista.

El pluralismo socialista en tanto participación activa en la acción común renovando los


principios socialistas, surge de la habilidad para combinar en un todo coherente
exigencias y estrategias parciales que en si y por sí mismas no requieren tener
específicamente socialistas. Por ejemplo, exigir el control directo "por separado" de
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Seminario “Crisis del capital y emancipación”. Nicolás Deambrosi.
Septiembre 2013. UNLP.
cada movimiento de lo social o ámbito de la vida social es un sinsentido. Nuestro
tiempo exige integrar la totalidad de las demandas sociales, desde los intereses
cotidianos no socialistas más inmediatos hasta aquellos que cuestionan el orden social
del capital en sí "en una alternativa estratégica tanto coherente en lo teórico como
instrumentalmente/organizacionalmente viable" (Mészáros, 2011, p. 808).

Se plantean así como desafíos mayores para los movimientos sociales: enfrentar al
desempleo estructural y eliminar la separación entre lucha económica y lucha política.
Habría una tensión entre una disputa local sin proyección revolucionaria y una
proyección revolucionaria sin disputa local y sin sujeto. Mészáros crítica tanto a la
visión universalista (que no se preocupa por el sujeto) y a la visión inmediatista (propia
del movimiento de mujeres, de negros y demás). La complejidad insuperable puede ser
contrastada por una fuerza material alternativa viable en la práctica que sustituye lo
dominante.

La propuesta de Mészáros es organizar una revolución política con arma social


(diferente a una revolución social con arma política, como fue la Revolución Rusa y que
se dio sin mediación ni transición hacia el socialismo). Ante la determinación negativa
del capital (que se expresa en su dependencia respecto del trabajo) la solución es
levantar un internacionalismo cooperativo.

3.4. Las tareas parlamentarias como etapa intermedia

Los sindicatos y los partidos cierran la tríada de la institucionalización y paralización de


la lucha socialista con el parlamento. Mészáros afirma que el trabajo no puede ser
representado. La táctica parlamentaria debería partir de asumir el carácter capitulador
que tuvo el parlamentarismo de cara el movimiento obrero de la mano se la
socialdemocracia del siglo XX. El terreno legislativo es un espacio de disputa entre
capitales y no entre capital y trabajo, lo cual genera las condiciones de posibilidad de
equilibrios parciales entre capitales. Mészáros establece una diferencia entre la asunción
de las tareas parlamentarias y el engaño socialdemócrata de querer reformar lo
incontrolable conquistando los puestos de mando del sistema establecido mediante la
palanca de un poder inexistente. E insiste: el capital es irreformable y al mismo tiempo
no puede compartir el poder ni siquiera a corto plazo con fuerzas que aspiren a
superarlo.

Sin embargo, habría una etapa intermedia dónde se mantienen algunos rasgos
importantes del marco parlamentario heredado "mientras se completa el largo proceso
de la reestructuración radical en la escala globalizadora requerida" (Mészáros, 2011, p.
781). La apuesta apremiante es reorientar radicalmente la sabiduría parlamentaria para
la retroalimentación de los objetivos socialistas.

En nuestra época, debido a la hibridación del control metabólico social establecido, la


dimensión política resalta de manera mucho más prominente que en la fase clásica de
ascendencia histórica del capital. En un orden socialista el proceso legislativo debería
ser fusionado con el proceso de producción mismo, de manera tal que la necesaria
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Seminario “Crisis del capital y emancipación”. Nicolás Deambrosi.
Septiembre 2013. UNLP.
división horizontal del trabajo tienda a ser complementada por un sistema de
coordinación autodeterminada del trabajo desde los niveles locales hasta los globales.

La propuesta de Mészáros apunta a una renovación de la forma parlamentaria de


legislación política "a través del desarrollo de un movimiento extraparlamentario como
la fuerza acondicionadora vital del propio Parlamento y del marco legislativo de la
sociedad transicional en general" (Mészáros, 2011, p. 839). Ni el capital es en sí una
fuerza parlamentaria, todo lo contrario: es la fuerza extraparlamentaria por excelencia.
Así, "el poder extraparlamentario del capital solo puede ser contrarrestado por la fuerza
y el modo de acción extraparlamentarios del trabajo" (Mészáros, 2011, p. 846). La
fuerza extraparlamentaria sería la condicionadora vital del parlamento.

Sin embargo, esta negación práctica “materialmente efectiva de las estructuras


reproductivas dominantes a través de la acción y la organización extraparlamentarias no
implica ilegalidad o ni siquiera repudio apriorístico del parlamento mismo" (Mészáros,
2011, p. 848). El desafío radica en no subsumirse a sus reglas, evitando caer en la
separación entre economía y política. Mészáros no reniega de las leyes ni de la
legislación en general, sino que brega por la relación entre los productores asociados y
las reglas que ellos mismos fijan mediante las formas apropiadas de toma de decisiones.
Así, las tareas del movimiento extraparlamentario del trabajo son presionar sobre el
poder legislativo y ejecutivo a construir una estrategia socialista viable.

En síntesis, mientras la huelga es un poder parcial y negativo, el parlamento es el


espacio de equilibrio entre capitales dónde se realiza el autocontrol del capital y su
legitimación hacia la clase trabajadora y la sociedad toda. Los intereses del trabajo son
“inrepresentables”. La capitulación de la socialdemocracia demuestra el fin de la fase
defensiva de la clase. La tarea es combatir la fuerza extraparlamentaria del capital con
fuerza extraparlamentaria de la clase y del movimiento socialista. ¿Como seria esa
ofensiva? Solo con una estrategia general visible se pueden acumular conquistas
parciales (y no concesiones expansionistas).

De esta perspectiva se desprende la tarea de democratizar sustancialmente la esfera


política (condición necesaria para la revolución) que habilite la actividad
autodeterminada de los productores asociados en la política, en la producción material y
cultural. Esto llevaría a un debilitamiento gradual del Estado y a una unidad entre la
reproducción material (economía) y política.

4. A modo de conclusión: algunas críticas a la noción de transición en Mészáros y


perspectivas

En términos generales no lineales, podríamos decir que Aldo Casas es una expresión del
pensamiento de Mészáros en Argentina. Para inaugurar esta última sección resulta
interesante retomar las críticas que le hiciera Ernesto Manzana (s/d) al libro de Casas
(2011) Los Desafíos de la Transición. Socialismo desde abajo y poder popular.

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Según Manzana, la tesis principal de Casas-Mészáros es que el capitalismo transita una
época histórica de crisis civilizatoria (total y completa) por lo que todo entra en
transición o en procesos de cambios profundos, tanto la teoría y la política
revolucionaria pero en particular el programa de la revolución social. Manzana critica
los dos aspectos de esta tesis: 1. que asistimos a una crisis sistémica y 2. que ya está
abierta la necesaria transición al socialismo. Manzana no está de acuerdo en que
estamos en una época dónde objetivamente asistamos al final del capitalismo y menos
aún que este estado de crisis y destrucción generalizado implique una época de
transición del capitalismo a la sociedad poscapitalita.

Siguiendo a Mészáros, Casas no habla de crisis cíclica como las vividas por el
capitalismo durante el siglo XX, sino de una crisis sistémica iniciada en los `70 que abre
una fase de decadencia inexorable del modo de producción capitalista. Para criticar a
Casas, Manzana apela a dos argumentos: los datos empíricos y el enfoque teórico
general acerca del derrumbe objetivo del capitalismo como inexorable por su propia
naturaleza. Los datos empíricos demuestran que si bien la crisis de los `70 fue fuerte, no
fue permanente, ni siquiera el período posterior fue de estancamiento crónico. Por el
contrario, asistimos a una expansión cuantitativa y cualitativa de la economía capitalista
y no la imagen que presenta Mészáros de límite, retroceso y estancamiento. Es
innegable que en los últimos treinta años ha habido crisis cíclicas importantes o
retrocesos regionales que duraron varios años, pero “la tendencia general de la etapa ha
sido claramente alcista” (Manzana, s/d)). En los últimos 30 años se evidencia un ciclo
de expansión capitalista expresado en el crecimiento de China (y en general de toda el
área de Asia-Pacífico), lo cual produjo un alza importante de los commodities en la
última década permitiendo tasas altas de crecimiento económico en regiones como
Latinoamérica. Este ciclo parecía frenarse con la crisis de 2008 (una de las más grandes
que ha vivido el capitalismo luego de la Segunda Guerra Mundial), aunque en la gran
mayoría de los países latinoamericanos se superó sin mayores sobresaltos. Este
“crecimiento económico explica la estabilidad burguesa que se vive en la región y la
fortaleza de varios de los gobiernos nacionales” (Manzana, s/d). El capitalismo produce
así fuerzas productivas y fuerzas destructivas al mismo tiempo.

La lucha ecológica debe ser parte de la estrategia anticapitalista, pero no porque la


destrucción acelerada de la naturaleza sea consecuencia del estancamiento o decadencia
definitiva del capitalismo sino porque el propio desarrollo del capitalismo conduce a la
destrucción ambiental. La propuesta de Manzana es denunciar “que el capitalismo lleva
a un desastre ecológico inexorable siempre, aún cuando está en expansión e, incluso,
cuando logra algunas mejoras momentáneas en el nivel de vida de las masas” (Manzana,
s/d).

En este sentido, la crítica de Manzana a Casas-Mészáros y su concepción de “época de


crisis estructural del capitalismo” es la misma que le hace el mismo Manzana al
trostkysmo. La diferencia es que Trostky ubicó la fecha de inicio del fin del capitalismo
es 1914 y Mészáros en 1971-73. Para Manzana no hay crisis capitalista insoluble: “la
historia ha demostrado que no hay situaciones sin salida para el capitalismo. Que
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Seminario “Crisis del capital y emancipación”. Nicolás Deambrosi.
Septiembre 2013. UNLP.
llegado a un punto, todo dependerá de la lucha de clases. Y, por ende, si los trabajadores
y demás sectores oprimidos no son capaces de derribar a la burguesía, ésta de alguna
manera se recuperará, reiniciando un ciclo económico expansivo” (Manzana, s/d).

La otra afirmación que caracteriza a la época actual como “de transición” implica caer
no sólo en el “catastrofismo” sino también en un “fatalismo optimista” en el sentido de
que el triunfo del socialismo es inexorable. Este punto se enlaza con la otra gran crítica
a Casas: que minimiza o directamente ignora “la crisis de alternativa”, es decir el
problema de la “subjetividad” de las masas o el “nivel de conciencia” según el
marxismo clásico. La crisis de alternativa se expresa en la creencia del capitalismo
como único sistema posible y la imposibilidad o inconveniencia del socialismo.
Desmerecer este punto es infravalorar o negar la importancia que tiene para el
desarrollo y fortalecimiento del movimiento anticapitalista.

Nos queremos referir ahora a una última polémica de Manzana con Casas: la
concepción de prefiguración. Casas afirma que la transición al socialismo comienza
antes de la revolución política-social, es decir la transición se inicia en el propio
capitalismo. Si bien a lo largo del texto Casas se estaría refiriendo a la noción clásica de
transición (como el período abierto a partir del triunfo de la revolución político social,
es decir de la toma del poder por parte de las clases oprimidas), esto se contradice con el
adelantamiento de los tiempos de la transición al socialismo al propio período de
dominio burgués. Manzana señala que dicha contradicción sobre el momento de la
transición requiere de una elaboración más clara y extensa, dado que podría ubicarse al
planteamiento de Casas en la vereda de los teóricos y militantes revolucionarios que
plantearon en los `90 el “antipoder” o “contrapoder” 3. Pero al mismo tiempo Casas
rechaza estas posturas autonomistas “puras”.

La hipótesis de Manzana es que Casas está pensando no en una transición “por abajo”,
sino en un proceso “por arriba” o combinación de ambos. Ante una “época de crisis total
del capitalismo” el sistema está tan debilitado que permite fisuras incluso en la escala de
los Estados-nación. Por lo que podría haber países en Latinoamérica (como Venezuela o
Bolivia) dónde algunos gobiernos puedan llegar a realizar una “metamorfosis en su
carácter de clase”, es decir “que si bien originalmente sean gobiernos burgueses se
transformen, mediante un proceso, en proletarios” (Manzana, s/d).

En síntesis, apropiándonos de algunas críticas (no todas) de Manzana podríamos puntear


nuestras propias críticas y aportes a Mészáros:

a)- Reiteradamente Mészáros afirma que no estamos ante una crisis cíclica más, sino
ante una crisis estructural y civilizatoria. Esta concepción adquiere un carácter más bien
“catastrofista” y en ese sentido se acerca al enfoque del Programa de Transición.

3
En tanto cambio social producido por un proceso de avances en los “intersticios” del capitalismo me-
diante la conformación de prácticas autogestionarias. Son concepciones de un “nuevo anticapitalismo”
que argumentan la posibilidad y necesidad de “prefigurar” la sociedad futura en la práctica cotidiana
(Holloway, Negri y Hardt)
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Seminario “Crisis del capital y emancipación”. Nicolás Deambrosi.
Septiembre 2013. UNLP.
b)- Otro elemento también discutible es si cualquier lucha de género o ambiental
trasvasa los límites de contención del capital. Más bien podríamos decir que estas luchas
pueden ser incluidas en agendas reformistas y justificadas hegemónicamente para
mantener la formación económico social capitalista. Que toda lucha rebasa los límites
del capital pareciera ser, una vez más, “resabios” del Programa de Transición y no da
cuenta de la capilaridad del dominio burgués y su cada vez más compleja construcción
hegemónica.

c)- Cuando habla de producir un cambio radical mientras se resguarda la necesaria


continuidad del metabolismo social, nosotros hablamos de “reformas no reformistas” en
perspectiva estratégica y consolidación de fuerzas de la clase trabajadora.

d)- Cuando propone reestructurar “de arriba a abajo” todo el edificio social que no
pueda ser derrumbado para los fines de la reconstrucción total, nosotros planteamos la
importancia del protagonismo popular, la construcción de hegemonía proletaria y la
toma del poder como un momento más (no el final) de la lucha por el socialismo.

f)- Cuando señala que la complejidad insuperable del capital puede ser contrastada por
una fuerza material alternativa viable en la práctica que sustituye lo dominante, nosotros
hablamos de construir “poder popular”.

g)- Cuando propone afianzar la creación de conciencia socialista de masas al asumir


paulatinamente responsabilidad por las consecuencias de las prácticas productivas y
administrativas autogestionadas, nosotros hablamos de “prefiguración”. Ir desarrollando
hoy mismo las nuevas relaciones sociales que queremos para una sociedad socialista,
sabiendo que esta prefiguración es un “ejercicio” y un mínimo avance que desde ya está
limitado por la existencia del sistema capitalista, pero esto último no nos impide en ir
avanzando en algunas tareas pregifurativas.

f)- La propuesta en torno a la cuestión organizativa que plantea Mészáros es poco clara.
Si bien coincidimos en el espíritu general de Manzana y Casas-Mészáros 4, solamente
hacen mención a la necesidad de un movimiento pluralista socialista pero sin explicitar
cuál sería el papel de los partidos, de las organizaciones de masas, de las organizaciones
defensivas de la clase, de las corrientes sociales y políticas y demás agrupamientos.
Mientras todo el planteo de Mészáros tiene un carácter dinámico y dialéctico, la
cuestión organizativa aparece como algo in-forme, estático y sólo adquiere firmeza para
distanciarse del “caduco partido leninista”. El argumento que usa el autor para no
explicitar en demasía cuál sería la herramienta organizativa es que sólo cuando estén
4
Manzana y Casas coincidirían sobre la forma organizativa. Ambos ven la necesidad de modificar tanto
la estrategia política como las formas de organización (básicamente la concepción “leninista” como
paradigma dominante del siglo XX), apuntando a fortalecer la acción autodeterminada de los
trabajadores, una profunda democracia obrera, el “socialismo desde abajo”, el anti-estatalismo, la
necesidad de hacer política sin dejar de hacer una crítica radical a ésta y demás. También ambos toman
distancia en torno a la organización de la vanguardia revolucionaria tanto en su forma partido
(puntualmente su variante sectaria) como del autonomismo “puro” y antipolítico.

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desarrolladas las condiciones objetivas en escala global en función de la meta de
construir conciencia comunista a escala de masas, recién ahí podrá ser concebido un
modo realista de articulación práctica de los órganos de la ofensiva requerida.
Coincidiendo en general que es necesario un momento de alza de masas con conciencia
socialista para delinear propuestas organizativas, al mismo tiempo consideramos que es
posible ir avanzando parcial y estratégicamente en este sentido hoy mismo. Quedará
como tarea para el movimiento práctico y teórico-político de quienes luchamos y
construimos socialismo todos los días.

Bibliografía

ASTARITA, Rolando: 1999: “Crítica del Programa de Transición”. Publicado


originalmente en Cuadernos de Debate Marxista (agosto de 1999). Disponible en:
https://docs.google.com/document/d/15NpTVq0u-
0Knj7_3G3Ol6nzSAGjfmum51wDzzVqfM3U/edit?pli=1

TROSTKY, León: 1938: “Programa de Transición. La agonía del capitalismo y las


tareas de la IV Internacional”. Disponible en:
http://www.marxists.org/espanol/trotsky/1938/prog-trans.htm

CASAS, Aldo: 2011: Los desafíos de la transición. Socialismo desde abajo y poder
popular. Colección Cascotazo. Ediciones Herramienta.

MÉSZÁROS, Istvan: 2011: Más allá del capital. Hacia una teoría de la transición.
Vadell Hermanos Editores. Caracas, Venezuela.

MANZANA, Ernesto: s/d: “Crítica al libro “Los desafíos de la transición” de Aldo


Casas”. Disponible en: http://www.democraciasocialista.org/?p=938

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