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SEIS “LAGUNAS” DEL ARCHIPIELAGO VERTICAL

DE JOHN V. MURRA

Autor Bernardo Corro Barrientos *


Universidad de Bordeaux, Francia.
2015
Resumen en español

En este documento exponemos los resultados de una investigación sobre uno de los
trabajos más importantes del renombrado antropólogo estadounidense John V. Murra
titulado El control vertical de un máximo de pisos ecológicos. Este antropólogo
consideraba que este trabajo sintetizaba en gran medida su interpretación sobre lo que
constituía la sociedad Inca, así como el considerado por él “el ideal del hombre andino”
y de las sociedades andinas precoloniales en general. Por nuestra parte, nosotros
exponemos en este documento lo que consideramos las debilidades e insuficiencias
teóricas y de investigación de Murra, o “lagunas”, sobre su trabajo mencionado, y
presentamos nuestra propia interpretación. Este documento es una versión de un
capítulo de mi libro inédito Economía y sociedad del imperio Inca (2017).

Résumé en Français

Dans ce document nous exposons les resultats d’une recherche sur l’un des travaux les
plus importants du célèbre anthropologue américan John V. Murra qui a pour titre Le
contrôle vertical d’un maximun d’étages écologiques. Cet anthropologue considérait
que son travail résumait en grande mesure son interprétation sur la société Inca et sur
ce qu’il considérait “l’idéal de l’homme andin” des sociétés andines precoloniales. Pour
notre part, nous exposons dans ce document ce que nous considérons les faiblesses
théoriques et de recherché de Murra ou les “lacunes” de son travail cité. Ce document
est la versión d’un chapitre de mon libre inédit Economie et société de l’empire Inca
(2017).
English abstract

The vertical control of a maximum ecological stages is the most important research on
the Inca Empire made by John V, Murra, the famous American Anthropologist. After
an extensive research in these lasts years we have found out however that his work
contains several insufficiencies that we call “lagoons”. The existence of these important
lagoons question the scientific character of Murras’s interpretation of the Inca Empire.
My document presented now is a version of a chapter of my inedited book Economy
and society of the Inca Empire (2017).

 El autor es antropólogo y economista. Hizo sus estudios de Antropología en la


Universidad de Bordeaux, Francia y de Economía en la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM).
Investigador independiente, email: bcorro@gmail.com.
Toda reproducción total o parcial de este documento sin autorización del autor
es prohibida.
2

John V. Murra consideraba que su trabajo « El control vertical de un máximo


de pisos ecológicos” constituía su producción teórica más importante. 1 En
una entrevista dada antes de su fallecimiento afirmó que, “En esta colección
(de sus diferentes trabajos e investigaciones) yo prefiero ‘el control
vertical…’ porque constituye una explicación aproximada del logro andino,
propuesta en circunstancias en que la historiografía europea y las cajitas
evolucionistas se muestran más bien impotentes. Del conjunto de mi trabajo,
este es el ensayo que provocó el mayor debate en los países andinos…, varias
versiones fueron publicadas en italiano y en rumano, pero la traducción al
inglés no tuvo acogida.”2

El impacto de este trabajo fue en efecto profundo y durable en las esferas


académicas de los países andinos y de Europa occidental en particular. Un
antropólogo peruano de renombre, Franklin Pease, consideraba que “el
archipiélago vertical” revelaba que los hombres andinos habían “construido
lo que tal vez era la mejor aproximación a un modo de producción original
en los Andes”.3 Más recientemente, los antropólogos Cologero Santoro
(Chile) y Martii Pärsinen (Finlandia) elogiaron los trabajos de Murra,
incluyendo al “archipiélago”, como representando “uno de los pilares más
importantes” de los estudios de la organización económica y política
andina,…, y que “Murra será reconocido como uno de los etnohistoriadores
más importantes por haber iniciado una nueva era en los estudios sobre los
incas.” 4

El trabajo mencionado de Murra suscita aun actualmente sendos y


apasionados estudios e investigaciones en los centros académicos e
intelectuales del mundo entero. Estos estudios revelan, sin embargo, no la
existencia de una gran variedad de opiniones e interpretaciones sobre este
tema sino más bien, un amplio y firme consenso sobre sus tesis principales.
En el “archipiélago vertical” Murra expuso de manera sintética su enfoque
sobre las características estructurales de las “comunidades andinas” y en
particular sobre lo que consideraba “el ideal del hombre andino” del periodo
precolonial. La vida y el trabajo en reciprocidad y redistribución de los

1
Murra, 1975b, Artículo El Control Vertical de un máximo de pisos ecológicos. También en la reedición
de 2002.
2
Rowe H. John, 2006. Paréntesis del autor.
3
Murra, 1975b: Prólogo de Franklin Pease.
4
Santoro, Cologero y Pärsinen, Martï, 2004: 1 (Artículo).
3

pequeños campesinos en las “islas productivas del archipiélago” ubicadas en


las diferentes zonas ecológicas y altitudes del territorio de los Andes
centrales y fuera del dominio del Estado inca constituían, según Murra, “el
ideal del hombre andino”.

En el curso de la lectura y del estudio del “archipiélago” hemos encontrado


por nuestra parte, varias insuficiencias e incoherencias que nos parecen
constituir “lagunas” importantes, es decir, grandes vacíos del trabajo de
Murra, en el conocimiento de la sociedad inca y de sus comunidades. Estas
lagunas tienen también, lamentablemente, el efecto de limitar y de oscurecer
el conocimiento de importantes aspectos de la sociedad inca. Estas lagunas
son expuestas y analizadas en las páginas siguientes.

1. El modelo de sociedad inca de Murra.

Para comprender el modelo de archipiélago vertical de Murra, es necesario


conocer previamente el modelo de sociedad inca que Murra elaboró
previamente.5 Según este investigador, la sociedad inca estaba constituida de
dos estructuras principales: el Estado, por una parte, y las comunidades
campesinas autosuficientes, por otra parte. Mientras estas últimas constituían
la estructura social, productiva y de población más importante de la sociedad,
el Estado representaba un “factor perverso”, ubicado por encima de las
comunidades, un elemento “extraño”, impuesto desde “afuera y desde lo
alto” de las comunidades campesinas. La existencia y el funcionamiento del
Estado, en lugar de contribuir a la autosuficiencia y bienestar de las
comunidades creaba más bien deformaciones sociales tales como el
fenómeno de las niñas acllas y de los esclavos yanaconas, estructuras
sociales “antes inexistentes”. El Estado generaba igualmente en las
comunidades campesinas actividades económicas “antes no andinas” tales
como la producción minera y otras. 6

Además, según Murra, como se mencionó antes, dos relaciones sociales y


económicas dominaban la sociedad. Por una parte, por el lado de las
comunidades, existía el mecanismo de la “reciprocidad” o de ayuda mutua
entre los campesinos, así como la propiedad colectiva de la tierra cultivable,
que contribuían en conjunto a la igualdad social y económica y a la

5
Murra, 1975a y b.
6
Murra, 1975a: 240.
4

prosperidad de la población campesina comunitaria. Por otra parte, por el


lado del Estado, éste explotaba los excedentes producidos por los
campesinos y los “redistribuía” luego a los mismos con el objeto de obtener
su lealtad y sumisión. La beneficiaria final del sistema redistributivo sería la
élite inca, que constituía al mismo tiempo la clase dominante y la clase estatal
en el poder.

2. El modelo de archipiélago vertical.

El modelo de archipiélago vertical de Murra, estaba constituido, por una


parte, por los “núcleos étnicos centrales” o ayllus, así como, por otra parte,
por sus “colonias periféricas” o “islas ecológicas” situadas alrededor de los
núcleos, a distancias variables y en diversas altitudes. Esta estructura
espacial, formada por la reciprocidad campesina en el trabajo, la propiedad
colectiva de la tierra, la complementariedad ecológica y la autosuficiencia
económica, constituirían “el ideal del hombre andino”. El núcleo étnico
central asumiría el papel de “comando político” y las islas campesinas de
alrededor tendrían el papel de proporcionar alimentos ecológicos al primero.
El conjunto funcionaría con el objeto de alcanzar la autosuficiencia
económica, productiva y política.

En el modelo, la presencia simultánea al archipiélago de la sociedad global


inca curiosamente desaparece, así como el Estado central y el imperio. Al
final del documento, sin embargo, Murra hace algunas referencias al Estado
pero lo presenta como si fuera una institución extraña, lejana y dañina a los
intereses de los “archipiélagos ecológicos puros”, como una especie de
monstruo dirigido a destruir el “modelo campesino comunitario,
autosuficiente y aislado”.

El modelo de archipiélago estaría constituido, por consiguiente, por un


conjunto de comunidades campesinas aisladas, sin evolución histórica, sin
clases sociales, sin sociedad inca, sin Estado y sin imperio. Murra pretendía
demostrar que podían existir en la historia estructuras campesinas aisladas,
autosuficientes, islas solitarias campesinas con el objetivo de crear la
solidaridad y la prosperidad campesina comunitaria. La estructura del
archipiélago habría existido en el área andina mucho antes de la dominación
del Estado inca y habría subsistido bajo éste sufriendo, sin embargo,
5

presiones tendientes a su desintegración. Después de la llegada de los


europeos, lo archipiélagos habrían sobrevivido durante varias décadas
gracias a la voluntad de autosuficiencia y de reciprocidad de los campesinos.
Las unidades campesinas de las colonias “conservarían sus derechos” en sus
núcleos de origen pese a las presiones y distorsiones del Estado inca.

3. Las “visitas” y el modelo de archipiélago vertical.

La información proporcionada por dos “visitas” o encuestas españolas –


utilizadas por Murra para elaborar su modelo- fueron realizadas por los
“visitadores” a los grupos étnicos y a las colonias periféricas 30 años la
primera (1562) y 37 años la segunda (1569), después de la destrucción de la
sociedad y del Estado inca.7 Estas encuestas constituyeron “la fuente
primaria” de Murra para elaborar y diseñar su modelo, desdeñando para esto
las interpretaciones globales descritas por los cronistas sobre la sociedad
inca. Mientras que estos últimos intentaban interpretar las características
globales de la sociedad y del Estado inca, las visitas o encuestas se limitaban
a registrar datos sobre la propiedad de las tierras en algunas zonas y regiones
localizadas, sobre el número de habitantes, los rebaños de auquénidos, los
productos cultivados y las relaciones de intercambios existentes entre los
ayllus, entre otros.

Las visitas, ordenadas por las autoridades coloniales, fueron realizadas en el


altiplano de Bolivia y del Perú actuales, en la costa del océano Pacífico y en
proximidades de las regiones subtropicales, llamadas “yungas” en Bolivia.
Los núcleos étnicos centrales, por su parte, se encontraban situados en
general hacia el centro de sus islas periféricas respectivas, en un radio
geográfico de distancia de uno a más de diez días de marcha.

El primer visitador descrito, Iñigo Ortiz de Zúñiga, hizo la visita a la región


de León de Huánuco, en el centro del Perú actual, en los años 1559 y 1562.
El segundo, Garci Diez de San Miguel, efectuó su encuesta en 1567 en la
etnia Lupaka, en Chucuito, cerca del lago Titicaca, en territorio peruano,
cerca de la frontera con Bolivia. La primera visita fue realizada, por
consiguiente, 27 y 30 años después de la caída del Estado y del imperio, y la

7
Murra, 1975b. También en la reedición de 2002 del Control vertical....
6

segunda 37 años después. Alrededor de tres décadas y más de la llegada de


los españoles, el Estado y el imperio se encontraban casi totalmente
destruidos y las clases sociales dominantes de la sociedad inca se habían
reducido al extremo o habían desaparecido en la mayor parte de las regiones
en tanto que clase.

Los objetivos de las visitas era registrar en los “archipiélagos”, la propiedad


de la tierra, la producción agrícola, ganadera, el número de pobladores y sus
actividades en tanto que “mitmakunas o mitmaqs” en quechua –o “mitimaes”
castellanizado- como se llamaba a los campesinos.8 Los encuestadores
deseaban también registrar las relaciones personales y familiares existentes
entre esas “colonias” con los “núcleos centrales” o ayllus étnicos ubicados
generalmente a muchos kilómetros, leguas y días de distancia. Parecía
extraño a los españoles el sistema existente de relaciones personales de las
familias campesinas mitmakunas con las familias de los núcleos centrales.
En las “islas” y con los mitmaqs parecía existir un sistema entrecruzado
multifamiliar y multiétnico tanto de los habitantes como de la propiedad de
la tierra que no existía en España. En la Europa feudal la propiedad de la
tierra y el origen de los trabajadores tenían sobre todo formas concentradas
y homogéneas y no presentaban las características cruzadas aparentemente
multiétnicas y multifamiliares como en los Andes.

La información obtenida debía permitir a los españoles tomar las decisiones


respecto de la propiedad de la tierra, del número trabajadores y de habitantes,
sobre la producción, con el objeto de determinar el nuevo sistema impositivo
y las contribuciones fiscales individuales de la administración colonial. La
economía colonial se encontraba en esos momentos en proceso de adaptación
alrededor de los enclaves mineros de la plata y del oro, y de la formación de
zonas productoras de alimentos agrícolas y ganaderos. Más de treinta años
después de la destrucción del Estado y del imperio, los ayllus llamados
“núcleos centrales” y las familias nobles sobrevivientes en ellos habían
adoptado un nuevo sistema productivo y de relaciones sociales con el objeto
de adecuarse al nuevo sistema y disponer de bienes alimenticios para sí
mismas así como para los enclaves coloniales emergentes.

8
Para convertir estas palabras quechuas al plural castellanizado se les añade una “s” al final.
7

La información proporcionada por los visitadores permitió a Murra clasificar


los archipiélagos en cinco tipos. El primero, de los Chaupihuaranca, en el
centro del Perú actual, situado a 3,200 metros de altura sobre el nivel del
mar. Este archipiélago operaba a partir de un núcleo étnico central formado
por 18 a 20 mil “almas” y varias islas periféricas alrededor. El segundo, con
la etnia Lupaka, en la costa occidental del lago Titicaca –entre el Perú y la
Bolivia actuales-, tenía un gran núcleo central situado a más de 3,500 metros
sobre el nivel del mar y habitado por 100 a 150 mil “almas”. Los tres últimos
tipos de archipiélagos se caracterizaban, diferentemente, por sus pequeños
núcleos centrales y sus habitantes habían declarado que ya no contaban más
con colonias periféricas.

Los archipiélagos descritos habrían existido entre los años 1460 y 1560,
período en el que las poblaciones fueron gobernadas primeramente por los
incas y conquistadas posteriormente por los europeos a partir de 1532. Murra
formuló, además, la hipótesis según la cual “estos mitmaqs no eran más que
una manifestación tardía y muy alterada de un antiguo patrón andino…”
Según Murra “el patrón andino original”, es decir su “modelo puro” de
archipiélagos campesinos aislados, habría existido en realidad mucho antes
de los incas.

4. Las seis lagunas del archipiélago vertical.

Hemos encontrado en el modelo murriano de archipiélago vertical seis


importantes lagunas o insuficiencias conceptuales, que serán expuestas en
los siguientes párrafos y páginas.

1. Primera laguna: ausencia de sociedad, de Estado y de imperio.

En las décadas que precedieron la llegada de los españoles, el imperio y el


Estado inca se encontraban en realidad en un período de apogeo económico,
de alto crecimiento productivo y de expansión territorial. Los sectores
productivos tales como las manufacturas, la minería, la ganadería, el textil y
la gran agricultura en grandes superficies, es decir, los sectores productivos
más importantes y dinámicos del imperio crecían rápidamente. Uno de los
aspectos más dinámicos del crecimiento se caracterizaba por la producción
de herramientas metálicas en bronce –las “nuevas tecnologías”- y su
8

introducción en las diversas actividades y sectores productivos. El Estado y


el imperio concentraban su poder en la expansión territorial y en la presión
militar en la periferia.

Las familias de la nobleza de las provincias y de los ayllus se encontraban


igualmente en proceso de expansión gracias al desarrollo de sus sectores
productivos y al apoyo del Estado. La nobleza se ocupaba en particular de la
producción de manufacturas, de la minería, de la fabricación de artefactos
metálicos, de la gran agricultura, de la ganadería en gran escala, del textil y
de otros.

Pese a que Murra señalaba explícitamente a los años 1460 a 1532 como al
periodo de la existencia de su modelo, ignora curiosamente la presencia en
ese tiempo de las familias nobles de los ayllus, así como del Estado y del
imperio. El archipiélago murriano está diseñado en realidad como si flotara
en el aire, en el vacío, sin conexión con las estructuras sociales, económicas
e institucionales vecinas, éstas, sin embargo, eran más poderosas y dinámicas
económicamente. ¿Cómo los archipiélagos podían sobrevivir en esas
condiciones, sin tener relaciones con las estructuras económicas, sociales e
institucionales más grandes que los rodeaban?

Algunos investigadores efectuaron, sin embargo, cuestionamientos al


esquema murriano. Este investigador cita, por ejemplo, el caso de Fernando
Fuenzalida que le habría comunicado en 1966 que “era una condición
indispensable” para la vida de los archipiélagos “la existencia de un paraguas
o Pax Incaica” proporcionado por un Estado. Tal poder protegería el tráfico
de caravanas que unían las islas periféricas con sus núcleos. Murra añadió
que otros investigadores admitirían la posibilidad de que la “coexistencia de
colonias multiétnicas que compartían un mismo valle o nicho
ecológico…suponía la tregua previa impuesta por Wari, Tiwanacu o
Cuzco”.9 Esta posibilidad no es admitida, sin embargo, por Murra porque su
modelo se sustenta justamente en la existencia solitaria y autosuficiente de
los archipiélagos campesinos al margen de cualquier Estado y de cualquier
otra sociedad.

9
Wari, importante sociedad al norte de Cusco, antes de los incas, siglos VII a IX, con fuerte influencia de
Tiwanacu.
9

El argumento de Fuenzalida y de los otros investigadores no cuestiona, sin


embargo, es decir no invalida realmente la “estructura y la naturaleza” del
modelo murriano, constituido por la existencia de un núcleo central, por las
islas ecológicas y por las unidades campesinas recíprocas y autosuficientes.
Para el modelo murriano “puro” el archipiélago podía continuar existiendo
en el medio del contexto incaico y funcionar normalmente pese a la
existencia de un paraguas estatal e imperial. En este caso, cada uno podía
existir por su lado, sin contacto, sin tocarse. El argumento de Fuenzalida
resulta en realidad funcional al modelo murriano puesto que lo que
interesaba a éste último era la existencia de las “comunidades campesinas
autosuficientes, aisladas y recíprocas”.

En realidad, cuando las visitas fueron realizadas, entre 35 a 40 años después


de la llegada de los españoles, el Estado, el imperio y la sociedad inca se
encontraban prácticamente destruidos desde hacía ya mucho tiempo, desde
hace varias décadas. La nobleza había prácticamente desaparecido como
clase social o sobrevivía en algunas regiones aisladas o alejadas, debilitada
al extremo, sobreviviendo clandestinamente, muchos simplemente como
individuos, gracias a sus propios medios. Los sectores productivos más
importantes y rentables para la sociedad inca –la metalurgia, las
manufacturas, la minería, la ganadería, el textil,… ya no existían más o se
encontraban reducidos, bloqueados y limitados. La subsistencia precaria de
las comunidades de mitmaqs, en esas condiciones, no admitiría imaginar y
considerar, en esas condiciones, que el archipiélago de la época de los
visitadores pueda constituir un verdadero “ideal del hombre andino”.

2. Segunda laguna: falta de caracterización de los mitmakunas.

Otro importante vacío del archipiélago de Murra está constituido por la falta
de caracterización social, económica y conceptual de los mitmakunas,
mitmacs o mitimaes. ¿Quienes eran los mitmakunas? En todo su documento
Murra no da una definición estructural, económica y social, de estos
personajes. ¿Por qué fueron enviados a trabajar en las colonias? ¿Cómo
fueron creados y escogidos? ¿Quién era el beneficiario de su trabajo? Las
respuestas razonables a estas preguntas deberían constituir la base mínima
conceptual de la caracterización científica de los mitmakunas. Murra,
lamentablemente, se muestra silencioso por completo en este caso tan
10

importante y necesario para poder justificar su propio estudio sobre el


archipiélago.

Para Murra los mitmakunas eran simplemente pequeños campesinos


parcelarios, miembros plenos y “libres” provenientes de los núcleos o ayllus
de origen. Serían simplemente “representantes de los campesinos” de los
núcleos centrales y ayllus de origen y enviados a las islas para producir los
bienes agrícolas que les faltaban. Los mitmakunas “conservarían sus
derechos” en sus núcleos, derechos que constituirían, según Murra, “el
criterio distintivo” para definirlos. Esta caracterización es realizada a partir
de los “casos” de archipiélagos descritos de su modelo: 10

En el primer caso: “sus habitantes conservaban sus casas y otros


derechos” en los núcleos centrales o ayllus de origen”;

En el segundo caso: “sus habitantes podían continuar a considerarse


como pertenecientes al núcleo y se supone (no se tiene aún la
evidencia) que ellos conservaban sus derechos en la etnia de origen.”

Murra admite en su paréntesis del segundo caso que “no se tiene aún la
evidencia” de la existencia de estos derechos. Esto es curioso. Si un
investigador cualquiera que se precie de tal no presenta la evidencia - la
prueba- de un argumento que desea probar, éste pierde fuerza por lo que, por
consiguiente, debe ser considerado nulo y ser abandonado. En este caso,
Murra debería retirar no solo una parte de su argumentación sino toda su
teoría sobre el “archipiélago vertical”. Seguidamente, sin embargo, Murra no
presentará otro argumento serio sobre estos “derechos conservados” ni
alguna otra evidencia razonable y alternativa, o incluso parcial, sobre su
existencia para sostener su teoría central.

En la conclusión de su trabajo Murra pretenderá “compensar” este vacío con


la ayuda de otros argumentos “complementarios”, supuestamente
“comparables”, con la pretensión de contrastar la existencia y el carácter
social específico de los mitmakunas con otros grupos sociales: 11

10
Murra, 1975 b: 71 y 79. Paréntesis de Murra.
11
Se refiere a los cronistas Cieza de León (1553) y Garcilaso de la Vega (1609).
11

“Cieza y Garcilasso se ocuparon de clasificar diversas categorías de


mitmaq y de distinguirlos de otros grupos humanos separados de su
etnia de origen, tales como las aqlla o los yana,… Aquí me limitaré a
insistir que los derechos conservados en las zonas nucleares, a
cualquier distancia y pese a los abusos, forman el criterio distintivo
del mitmaq. A la vez este es el lazo distintivo entre, por una parte, los
pequeños archipiélagos físicamente verticales y, por otra parte, la red
de colonias estatales con múltiples funciones y englobando numerosos
territorios a meses de camino del Cuzco. Esto no niega que ser
enumerado con su grupo de origen podría llegar a ser considerado, con
los años, más una forma legal que real.”

La “enumeración” de los mitmaqs en los núcleos étnicos constituiría, por


consiguiente, según Murra, un “criterio distintivo complementario” que
equivaldría al criterio del “derecho”. Murra no precisa tampoco el
“significado” de esta enumeración. Si bien podría indicar la existencia de
una “relación” entre el individuo de una isla con los núcleos centrales, no
precisa sin embargo “la naturaleza y la función” de esta relación. No indica,
sobre todo, el “tipo de relación” que uniría a los mitmakunas con los núcleos
ni el objetivo de la creación de las colonias.

Los criterios murrianos no son en realidad suficientes para definir la


ubicación y la situación social y económica de los campesinos de las
colonias, su “estatus social y económico”, tanto en la sociedad como en la
economía que los englobaba. El criterio de los “derechos” y el hecho de ser
“enumerados y de pertenecer” podrían también significar que estos
campesinos no serían “campesinos libres” sino “campesinos dependientes”.
Si no se trataba entonces de campesinos libres, es decir, de jatunrunas
miembros de los ayllus, se trataría entonces de campesinos que no tenían
“derechos igualitarios” en los ayllus centrales, sino más bien “obligaciones”
en ellos. ¿El concepto de mitmakuna sería entonces sinónimo o equivalente
de “yanacona”?

Esta gran insuficiencia –o mejor “laguna” – del estudio de Murra nos obliga
entonces a profundizar el análisis comparativo del papel económico de los
mitmakunas, por un lado, y de las familias campesinas jatunrunas, por otro
lado, estos últimos trabajadores agrícolas “libres” de los ayllus. Esta
12

confusión nos conduce a analizar y a profundizar las características de los


diferentes tipos de familias existentes en los ayllus y en la sociedad inca.

3. Tercera laguna: desconocimiento de la existencia de diferentes


tipos de familias en los ayllus.

Murra no había estudiado y no conocía en realidad los diferentes tipos de


familias existentes en los ayllus. Para él, el único tipo de familia existente en
la sociedad era la familia jatunruna, es decir, la familia nuclear, monógama,
campesina. Esto es ampliamente insuficiente. Es importante conocer los
tipos de familias existentes en los ayllus porque las diferencias familiares
cubrían en realidad tanto las diferentes clases sociales de los ayllus, así como,
simultáneamente, las diferentes estructuras productivas existentes. Las
diferentes clases sociales englobaban a las clases sociales dominantes, por
un lado, y a las clases subordinadas por el otro, así como a los diferentes
sectores productivos. Las familias diferentes se diferenciaban también por
las actividades productivas diferentes.

Un ayllu o un núcleo étnico de la sociedad inca – y, pensamos, de las


sociedades que la precedieron- estaba compuesto por dos tipos de familias:
por una parte las familias monógamas de los pequeños campesinos
jatunrunas “libres” y, por otra parte, por las familias extensas de la nobleza.
Las familias nucleares campesinas, constituidas por un hombre adulto
casado, por su mujer y sus hijos, conformaban las unidades productivas
“libres”, ocupadas en producir alimentos agrícolas para su autoconsumo, en
generar excedentes agrícolas para el Estado y para la iglesia, así como para
ejecutar los trabajos públicos obligatorios para el Estado mediante las mit’as.
Las familias extensas nobles, por su parte, englobaban diferentes actividades
productivas para su propio beneficio, mediante los trabajadores yanaconas,
tales como las manufacturas, la agricultura intensiva, la minería, la
metalurgia, la ganadería de los camélidos y otras.

Al interior de las familias nobles se encontraban las diferentes categorías de


la clase social subordinada de la sociedad inca, como los yanaconas hombres
y mujeres, es decir, los esclavos, incluyendo a los trabajadores de las minas,
de las manufacturas, a las mujeres tejedoras, al personal doméstico y a los
“campesinos dependientes”. Estos últimos, pese a que realizaban la misma
13

actividad productiva que los campesinos jatunrunas libres de los ayllus, no


se confundían con ellos porque pertenecían en calidad de propiedad privada
a las familias nobles, eran yanaconas, “no libres”. Estos campesinos
dependientes no tenían en realidad “existencia legal”, es decir, no estaban
registrados en las estadísticas del Estado al igual que los campesinos libres
de los ayllus. En la misma situación de “no existencia estadística” se
encontraban todos los yanaconas.12 Los campesinos dependientes no
participaban en las mit’as o trabajos públicos del Estado porque solo
trabajaban para sus dueños, para la nobleza. Estos campesinos trabajaban
sobre todo para la agricultura intensiva de la nobleza en grandes superficies,
en proceso de desarrollo y de expansión.

La idea de Murra de que en los núcleos y en las islas existían únicamente


unidades de pequeños campesinos libres, constituye una interpretación
superficial y parcial de lo que realmente constituían los ayllus socialmente.

Los jatunrunas, por su parte, eran considerados “ciudadanos libres” con


derechos y obligaciones respecto al Estado, pero sin pertenecer como
propiedad privada a las familias de los nobles. Los jatunrunas mantenían
relaciones de dependencia directa con el Estado, con el inca, mediante los
trabajos públicos en las tierras del Estado y del sol, en las mit’as y en el
servicio militar. Las familias campesinas “dependientes”, por el contrario,
pertenecían como propiedad privada a las familias nobles y debían trabajar
únicamente en su favor. Los jatunrunas, por su parte, aceptaban los trabajos
de las mit’as y del servicio militar en su calidad de hijos del inca, estimulados
también por una serie de regalos y favores ofrecidos por el inca y por el
Estado.

En los ayllus se encontraban, por consiguiente, las unidades campesinas


“libres”, por una parte, y las unidades campesinas “dependientes”, por otra
parte, estas últimas trabajando al interior y en favor de las familias nobles.
Las familias campesinas dependientes tomaban el nombre de “mitmakunas
o mitmaqs” cuando eran enviadas a las colonias agrícolas alejadas.

Para Murra, los mitmakunas de las colonias eran simplemente campesinos


jatunrunas, al igual que los otros, miembros plenos de los ayllus centrales.

12
Baudin, 1964 : 98.
14

Este investigador no podía diferenciar a los campesinos jatunrunas y a los


campesinos dependientes o mitmaqs, ni distinguir sus funciones específicas.
Para él los campesinos de los núcleos y de los archipiélagos serían iguales y
conservarían “todos sus derechos y viviendas” en los ayllus de origen. De
esta confusión nació su afirmación de que los mitmakunas “conservaban
todos sus derechos y viviendas” en sus núcleos de origen.

Es necesario ahora analizar la razón estructural de la existencia de dos tipos


de familias campesinas en los núcleos y por qué algunas de ellas eran
enviadas a las colonias o islas ecológicas agrícolas alejadas. Este análisis nos
permitirá determinar el verdadero origen estructural de los mitmakunas, es
decir, la razón económica y social de la creación de las colonias y de la
organización espacial denominada por Murra “archipiélago vertical”. Este
investigador, curiosamente, no da ninguna explicación sobre la razón
económica y social de la creación de estos denominados archipiélagos y de
las “islas verticales”. Al igual que en muchos otros casos, Murra no da
explicaciones sobre la existencia de este asunto tan importante.

La siguiente descripción de Wachtel –ya conocida- sobre la fiesta anual del


Inti Raymi en el Cusco, ayuda a analizar el tema del origen de los mitmaqs
o mitmakunas: 13

“Cada año, en la fiesta del Raymi, los gobernadores de provincia y sus


curacas más importantes se desplazan al Cusco ante el Inca. Entregan
el tributo, rinden cuenta sobre la gestión y hacen dones al emperador:
oro, plata, piezas de orfebrería. A cambio de ello, el Inca les regala
mujeres, yanas, vestidos de cumbi.”

Los “regalos” que el inca hacía a los nobles consistían sobre todo en vidas
humanas, en mujeres y en hombres, en medios de producción, es decir, en
los bienes los más valorizados económicamente por la nobleza. La gente así
distribuida eran inicialmente prisioneros capturados por el ejército imperial
en las regiones conquistadas y luego entregadas como “regalos” por el inca
a la nobleza de los ayllus. El número de cautivos distribuido podía variar en
función de la importancia de los nobles y de sus contribuciones a la economía
y las expediciones militares. Los prisioneros aceptaban cultural y

13
Wachtel, 1975: 129. Traducción del francés por el autor.
15

socialmente su nueva condición social y su destino a cambio de la


preservación de su vida. Los cautivos distribuidos se convertían
automáticamente en yanaconas y en “servidores perpetuos” de los nobles, es
decir en “propiedad privada” de sus dueños. Estos podían en adelante
disponer de su vida y de su trabajo.

Entre los cautivos regalados se podían encontrar gente con experiencia en


diferentes oficios tales como artesanos, ceramistas, tejedores, constructores,
campesinos e incluso gente con cierto nivel intelectual como profesores,
ingenieros, médicos, arquitectos, militares y otros. La mayor parte de estos
debían ser entrenados y capacitados previamente para ocuparse de diferentes
nuevas actividades. Los yanaconas y sus diferentes actividades constituían
los medios de producción principales de la economía inca.

En los párrafos siguientes se puede apreciar, por lo menos un poco, la


magnitud y el número de yanaconas en las casas de la nobleza y en la
economía de una pequeña zona. Wachtel proporciona una idea sobre la
importancia del fenómeno de la fuerza de trabajo yanacona –y de los
mitmaqs – en el valle de Yucay, cerca del Cusco, el año 1562, es decir, treinta
años después de la destrucción del Estado: 14

Francisco Chilche posée 80 yanas (50 autóctonos y 30 mitimaes),


Alonso Ucusiche 20 yana, Alonso Atauche 50 yana. Se debe también
añadir: García Quispicapi, Beatriz Coya y otros nobles legítimos.

En la zona existían muchas más familias nobles que poseían todavía cientos
e incluso miles de yanaconas y mitimaes como trabajadores agrícolas para la
producción en sus propiedades de grandes superficies. El privilegio de
poseer todavía estos bienes era debido a la alianza política y social
establecida por los linajes incas de la región, muchos de ellos familiares del
inca Huascar -ejecutado por su medio hermano Atahuallpa-, en el momento
de la conquista. Otros descendientes de los incas al contraer alianzas
matrimoniales con los españoles podían conservar por miles sus yanaconas
y mitimaes.

14
Wachtel, 1971: 121. Paréntesis de Wachtel.
16

Otras familias nobles de provincias alejadas del Cusco se acordaban todavía


de las características de su riqueza 50 años después de la destrucción del
Estado inca. En el Memorial de Charcas ya citado, se quejaban al rey de
España por los abusos cometidos por los españoles contra sus privilegios y
reclamaban la devolución de sus bienes principales: 15

“Que antes del inga y después de los ingas los hijos de los señores
teníamos muchos yanaconas y seruicios conforme a la calidad de
nuestras personas… Hoy día nos han confiscado todos nuestros
yanaconas y los han convertido en tributarios… Que los visitadores
nos han hecho una gran ofensa, que los yanaconas que teníamos desde
nuestros padres y ancestros, los han puesto como indios tributarios,,,
a los extranjeros que teníamos en calidad de yanaconas y servidores,
lo mismo que los españoles, no los han confiscado y puesto en calidad
de tributarios.”

Y como señores naturales en sus naciones y repartimientos a ellos


subjetos tenían cincuenta yanaconas reseruados de todos los seruicios
y lo mesmo los caciques de a cinco mil indios y de a mil indios de
Anansaya y Horinsaya a cada uno conforme a su persona. Y el día de
hoy se nos han quitado todos los yanaconas que teníamos mandando
ser indios tributarios. Por lo cual suplicamos a Vuestra Majestad sea
seruido mandar se nos guarde la orden que teníamos en esto, pues
somos señores naturales de nuestros súbditos, para podernos sustentar
como tales señores y para poder sustentar los provea de nuestros
repartimientos y parcialidades a quien tenemos por costumbre dar
siempre de comer porque el salario y seruicio que don Francisco de
Toledo nos mandó señalar a los caciques es muy poco y lo mesmo las
semillas que nos mandó sembrar maíz y papas y otras legumbres.”

El mismo Murra informó en este sentido, siguiendo una crónica de Martín


de Morúa (1590), sobre las diferencias económicas y sociales existentes
entre las familias nobles y los pequeños campesinos de los ayllus en la
sociedad inca. El escribió que:16

15
Ayavire y Velasco, 1582: capítulos 12 y 28.
16
Murra, 1975 a: 75.
17

“Un gobernador de provincia de origen real recibía una ñusta de


sangre real, 150 mujeres, 300 hombres y granjas. Un hunu encargado
de 10 mil unidades domésticas recibía 200 tungus de granjas para
cultivar maíz y otros alimentos, 80 para coca y una porción similar
para aji. Recibía también dos vestidos de lujo bordados, más 300
vestidos, mil llamas, sombreros de plumas y muchas joyas. Los
funcionarios de menor jerarquía recibían menos, tales como el curaca
encargado de 500 familias que recibía 18 indios de servicio, 37
mujeres y 60 tungus de granjas.”

Esta información, ya citada anteriormente, es útil porque da una idea sobre


las proporciones de tierras y de “medios de producción materiales y
humanos” que poseían las familias nobles en relación con las familias
jatunrunas libres y mitmakunas.

Los yanaconas campesinos entregados como dádivas periódicamente por los


incas a los nobles, estaban destinados a trabajar en las tierras de sus dueños.
En ciertos casos, las tierras donde debían trabajar se encontraban próximas a
las residencias principales donde vivían los nobles. En otros casos, las tierras
se encontraban en microclimas alejados y en altitudes diferentes a las de las
residencias de los nobles. Generalmente, las nuevas tierras mencionadas se
encontraban en regiones recientemente conquistadas. Los nobles que
acompañaban al ejército en sus campañas llevaban con ellos a sus propios
yanaconas para que, luego de los combates, se apropien de los terrenos
conquistados y los colonicen en beneficio de sus dueños. Es probable que
una parte de los soldados del ejército conquistador haya estado constituida
por los yanaconas propiedad de los diferentes señores interesados en la
apropiación y colonización de los nuevos territorios.

Las nuevas tierras de cultivos conquistadas fueron llamadas por Murra


“archipiélagos ecológicos verticales.”

Otro tema planteado por Murra es el del papel de los núcleos étnicos
centrales en su calidad de “comandos políticos” de los archipiélagos. Para
este investigador, todos los habitantes de los archipiélagos, tanto de los
núcleos como de las islas, eran “campesinos de la misma etnia”, por lo que
no podrían existir relaciones asimétricas y jerárquicas entre ellos. En el
18

modelo murriano, todos eran iguales socialmente y todos tenían los mismos
derechos, pero el “mando político” de coordinación era asumido por los
núcleos centrales debido “a su población más numerosa”.

En realidad, la dinámica política real de la estructura funcionaba de manera


diferente y en función de las estructuras sociales y económicas existentes
internamente. Teniendo en cuenta que en los núcleos se encontraban
simultáneamente la residencia de las familias de la nobleza propietarias de
los campesinos mitmakunas así como del producto del trabajo de estos, es
obvio que la dinámica política debía corresponder a esta dinámica económica
y social. Los núcleos étnicos jugaban en efecto el papel tanto de comandos
políticos como económicos, pero no en razón simplemente del “número de
sus habitantes”, como arguye Murra, lo cual sería insuficiente y superficial,
sino por el hecho de que los propietarios de las islas o colonias eran al mismo
tiempo propietarios de los mitmakunas, así como del producto de su trabajo.

4. Cuarta laguna: archipiélagos “ecológicos” o “militares”.

Antes del año 1460, es decir, antes del surgimiento del Estado inca imperial
existían, según Murra, archipiélagos de tipo “pre inca” y luego “inca” con
el surgimiento del Estado inca. Los primeros serían de carácter “ecológico”
y los segundos de tipo “estatal y militar”, surgidos con el Estado inca y
dotados por éste de funciones estatales y militares. En los primeros
dominaría la “reciprocidad” tanto entre los campesinos de las islas como
entre estos y los núcleos étnicos centrales. En el caso de los segundos
dominarían, diferentemente, los factores de orden militar provenientes del
Estado. En estos últimos surgirían, además, nuevos “grupos sociales”
diferentes a los campesinos, con nuevas especializaciones de trabajo tales
como los artesanos, lo que deformaría los “archipiélagos originales puros”,
anteriormente únicamente de carácter agrícola y ecológicos.

Murra pensaba que los archipiélagos habían cambiado de naturaleza cuando


se formó el Tawantinsuyu y luego del aumento de la población y del
territorio controlado por el Cusco. El investigador describió entonces los
cambios que habrían experimentado los archipiélagos originales, es decir,
los cambios en “el ideal del hombre andino”, después de la aparición del
Estado.
19

Murra consideraba que los archipiélagos eran en realidad un “antiguo


método” elaborado por las poblaciones andinas con el objeto de obtener “la
mejor utilización” de los recursos de los diferentes ambientes ecológicos y
geográficos. Este objetivo constituiría, por consiguiente, el “criterio
principal” para distinguir a los archipiélagos tanto de antes como de después
de la formación del Estado. Murra pensaba que la “verticalidad física
existente antes del Estado” perdía su importancia y era en adelante
reemplazada por archipiélagos en el que sus nuevas islas se volvieron
“independientes de toda consideración ecológica”. De este modo, los
cambios en la “verticalidad física”, en la “distancia geográfica” entre los
núcleos y las colonias y en la “consideración ecológica”, constituían para
Murra los factores que marcarían la “ruptura” entre los dos tipos de
archipiélagos.

Murra profundizó luego el tema de las “causas” del proceso de


diferenciación entre los archipiélagos ecológicos y aquellos deformados
posteriormente por el Estado. La “nueva escala” que significó la creación del
Tawantinsuyu implicaría el aumento de las distancias entre los núcleos y las
colonias y aparecería la especialización artesanal con los ceramistas y los
metalurgistas. Esto, según Murra, cambiaría la forma y la dinámica de la
reciprocidad entre el centro y la periferia y traería la explotación de los
habitantes de las islas alejadas- este sería el caso de los “pastores exclusivos”
de la puna de las zonas altas y frías. Sin embargo, Murra detectó que pese a
estos cambios existía todavía en la época de los visitadores una “relativa
verticalidad física” en el caso de los lupaka, que mantenían islas en los
diferentes “pisos ecológicos”. Murra atribuía, por consiguiente, una
importancia crucial a la “forma” de la verticalidad, es decir, a las diferentes
altitudes en que se encontraban las islas ecológicas. Otros factores sociales
y económicos no podrían jugar ningún papel respecto a la “forma” de los
archipiélagos, es decir, a la verticalidad u horizontalidad de su ubicación.

La inquietud de Murra aumentó, sin embargo, cuando detectó la


incorporación de “nuevos elementos” a los archipiélagos provocados esta
vez por el Estado. Los nuevos ingredientes serían la injerencia de los
militares, la intromisión de la capital Cusco, las distancias geográficas y la
aparición de nuevos “grupos sociales”. Murra se preguntaba si existía
20

realmente continuidad histórica y estructural entre las islas controladas


primeramente por los yacha, los lupaka o los yungas de collique y,
posteriormente, por los establecimientos militares del Tawantinsuyu. Todas
las islas sin distinción eran, sin embargo, consideradas “mitimaes” por los
españoles. El hecho que las colonias incas se encontrasen a largas distancias
o que ellas tengan diferentes actividades productivas o, finalmente, que ellas
sean ligadas a tal o cual grupo étnico, planteaban a Murra dificultades de
análisis insuperables.

En lo concerniente al llamado “surgimiento” de nuevos grupos sociales


generados por el Estado y su diferencia con los mitimaes, Murra explicaba
que Cieza de León y Garcilaso de la Vega habían clasificado diversas
categorías de mitmaqs y los habían diferenciado de los otros grupos humanos
separados de sus etnias tales como las acllas y los yanas. Para Murra el
“criterio distintivo” del mitmaq constituía, pese a todo, los “derechos
conservados” por ellos en los núcleos centrales. Estos derechos y los
“derechos de enumeración” constituirían el “lazo ideológico” entre los
archipiélagos físicamente verticales y la red de “nuevas” colonias estatales
que poseían múltiples funciones y se encontraban alejadas del Cusco.

En los párrafos anteriores habíamos precisado que más importantes que estos
criterios –la “enumeración”-, lo que caracterizaba a estos campesinos era su
“naturaleza social y económica”, así como sus obligaciones en su calidad de
campesinos “dependientes”, respecto de las familias de la nobleza de los
núcleos étnicos. Los mitmakunas eran en realidad “campesinos yanaconas
dependientes” y propiedad de las familias nobles de los núcleos.

Podemos volver ahora a la cuestión planteada por Murra sobre la existencia


de dos tipos de archipiélagos: los considerados “ecológicos” y los llamados
“militares estatales” del período inca. Murra decía sobre este tema que la
existencia previa del archipiélago ecológico -antes de los incas- se
encontraba en “clara contradicción” con su utilización posterior para fines
militares. Los conceptos de Murra implicarían que antes de los incas los
Estados existentes en los Andes centrales, grandes o pequeños, no habrían
existido. Además, toda la región mencionada habría sido habitada solo por
pequeños campesinos. En este “contexto ideal”, los archipiélagos habrían
estado constituidos únicamente por campesinos que organizaban solos su
21

autosuficiencia. En realidad, la hipótesis de Murra sobre la situación de antes


del imperio inca no corresponde a la realidad. La región central y central sud
de los Andes se encontraba dominada antes de los incas por los imperios de
Tiwanacu y Wari, emparentados entre sí, entre otros más pequeños. Los
criterios murrianos para diferenciar los archipiélagos “pre incas” respecto de
los “incas” se muestran, en estas condiciones, altamente insuficientes y
superficiales.

Bajo el imperio inca-y obviamente antes- el trabajo productivo en las zonas


alejadas y en los microclimas diferentes de los ayllus en que residían los
diferentes grupos de nobles, tenía por objeto –entre otros- producir bienes y
alimentos diversificados. Las nuevas zonas ecológicas podían encontrarse ya
sea al interior de las regiones consolidadas y seguras militarmente del
territorio, ya sea en las regiones periféricas alejadas o incluso en zonas
peligrosas y conflictivas. Las primeras no se encontraban ciertamente en
situación de hostilidad, las segundas, por el contrario, podían encontrarse en
las zonas recientemente conquistadas y amenazadas.

Los argumentos de Murra en cuanto a la presencia de militares, a las


“distancias”, a la “verticalidad” o incluso a la de los “derechos”, no cambia
en nada la “naturaleza” económica y social de los archipiélagos, o que estos
sean incas o no incas. En relación con su naturaleza económica y social, los
archipiélagos continuaban siendo absolutamente los mismos antes o bajo el
Estado inca. Antes de éste, los militares dependían de los Estados pre incas
grandes o pequeños, pero conformaban ya un “elemento constitutivo” de los
archipiélagos, un elemento incluso indispensable, esencial, de las colonias
productivas.

Ningún tipo de archipiélago hubiera podido subsistir antes o durante el


imperio inca, sin la presencia de los militares y de su papel de control y de
seguridad. Los militares cumplían en los archipiélagos tres funciones
principales e indispensables:

a) vigilar la permanencia y el trabajo de los campesinos


dependientes.
b) proteger el transporte de bienes entre las colonias y los núcleos
centrales y,
22

a. Proteger las colonias frente a amenazas externas.

Las colonias no hubieran podido subsistir mucho tiempo, antes o durante el


imperio inca, sin la presencia y el control estricto de las guarniciones
militares ubicadas en sus proximidades.

Murra menciona también, al final de su texto, al “surgimiento” de algunos


grupos y categorías sociales en el último periodo de la existencia del imperio
antes de la llegada de los españoles. Este surgimiento se encontraría, para
Murra, en contradicción con el carácter del “ideal del hombre andino”. Murra
consideraba que existían en el Tawantinsuyu diversos sectores de tensión
tales como el aumento de la proporción de mitmaqs, yanas, acllas y cañaris
respecto a la población total. Estas nuevas categorías sociales se
caracterizarían por ser extraídas de su contexto étnico original por el Estado
y destinadas en adelante a “tareas estatales”. Un segundo sector de tensión
sería el hecho de “monopolizar” en las instituciones redistributivas estatales
los intercambios de productos y diversos tráficos de bienes. Un tercer sector,
finalmente, estaría constituido por la organización del “sistema de la mit’a
en lugar del tributo”, con el objeto de acrecentar los ingresos del Estado.

Para Murra, al existir en su opinión solo pequeños campesinos en las


sociedades andinas antes del surgimiento del Estado, la detección de la
existencia de los grupos diferentes no podía significar otra cosa sino el
surgimiento “reciente” de nuevos grupos sociales en la sociedad. Se trata
obviamente de una interpretación bastante forzada de Murra. Los supuestos
nuevos grupos existían en realidad mucho antes de la aparición del Estado
inca y ya formaban parte de la estructura social de los pequeños y de los
grandes Estados andinos que existían simultáneamente o antes. Se dispone
actualmente de investigaciones importantes sobre estos Estados, por ejemplo
en el caso del imperio de Tiwanacu -siglos IV0 a XIo d.C.-, que informan
sobre la existencia en ese período de clases sociales estructuradas y
diferenciadas.17

En lo concerniente a las “aqllas, los yanas y los kañari”, este tipo de


trabajadores, extraídos coercitivamente de sus comunidades de origen, no

17
Ponce Sanjinés, 1995: 28; también el Memorial de Charcas. Este tema está desarrollado en mi libro
mencionado.
23

eran una creación “al final del período inca”, como lo afirma Murra, un
período según él “al borde de profundas transformaciones” y que “la
invasión europea había interrumpido y desviado”. Se trataba en realidad de
verdaderas categorías sociales que formaban parte estructural inherente de
una gran clase social subordinada de la sociedad inca: los yanaconas. Esta
enorme clase social subordinada representaba “una parte constitutiva de la
estructura social” de la sociedad inca desde mucho antes de la formación del
imperio.

El argumento central de Murra sobre la supuesta “débil importancia


numérica” de los mitmaqs, de las aqllas y de los kañari, viene en realidad de
encuestas aisladas y parciales de los visitadores realizadas más de 35 años
después de la destrucción de la sociedad y del Estado inca. Estas encuestas
parciales cubrieron solo a una minoría de familias de nobles sobrevivientes
de un valle, en Yucay en Cusco. Posteriormente se realizaron otras encuestas
que revelaron la existencia en ese lugar de miles de descendientes de
yanaconas del período imperial –incluyendo a los descendientes del pueblo
cañari y de mitmaqs esclavizados décadas atrás por el inca Huayna Capac.

Con la liquidación casi total de la nobleza de las diversas regiones del


imperio, la clase de los yanaconas había obviamente disminuido e incluso
desaparecido en la mayor parte de las regiones. Al desaparecer el ejército,
desaparecía igualmente el mecanismo institucional que creaba socialmente a
los cautivos y a los yanaconas. Con la liquidación de la nobleza, ésta ya no
tenía más necesidad de las aqllas tejedoras, de los mitmaqs y de los
campesinos cañaris. Cerca de 40 años después de la liquidación estructural
de la nobleza, si los yanaconas existían aún era sobre todo gracias a la
tolerancia política de la administración colonial respecto a los descendientes
de la nobleza. Otros nobles menos afortunados poseían aún yanaconas bajo
la forma de trabajadores domésticos, pero de manera marginal y, sobre todo,
clandestina. Se debe tener en cuenta que a partir de esta época, los nobles
que sobrevivían ya no podían cumplir con el pago de los tributos obligatorios
“por cabeza” de sus dependientes, establecidos por la administración
colonial.

Finalmente, llama también la atención la afirmación de Murra de que habría


existido el “tributo” a los campesinos antes del Estado inca y que habría sido
24

luego reemplazado por éste con la mit’a, que hemos estudiado anteriormente.
La realidad es que antes de los españoles, la extracción de los excedentes de
la fuerza de trabajo campesina –en el caso de los jatunrunas- se realizaba no
por medio de tributos o impuestos –como en el feudalismo y en el
capitalismo- sino por medio del trabajo forzado en las tierras agrícolas del
Estado y del sol y en las diferentes otras mit’as –infraestructura, etc. Era en
realidad otro grupo social el que pagaba una especie de tributos periódicos
al Estado, es decir, la nobleza, la que entregaba periódicamente esta
“contribución en bienes” al Estado con el objeto de contribuir a su
funcionamiento y a su fortalecimiento. El análisis de este importante tema
económico, que hemos desarrollado anteriormente, fue ignorado totalmente
por los especialistas de la sociedad inca.

Finalmente, debemos reflexionar sobre la importancia del tema de los tipos


diferentes de familias para el desarrollo de la sociedad inca. La familia
polígama de la nobleza inca fue destruida por la colonia española,
paralelamente a la eliminación de los yanaconas. A partir de aquí se
generalizó la familia nuclear en la región de los antiguos imperios
precoloniales. La familia nuclear ya existía con los jatunrunas, pero, ésta,
característica de los grupos familiares pobres y campesinos en la época inca,
se expandió con la implantación de la colonia española.

Llegados a este punto, podemos ahora preguntarnos si los incas aspiraban


también a “un ideal de sociedad”, si tenían un “ideal de sociedad” que
querían construir, similar al atribuido por Murra a los pequeños campesinos
de su archipiélago. ¿Cuál era este ideal? Este, lamentablemente no fue
estudiado por Murra, fue más bien desdeñado. Para describir este ideal, no
es necesario imaginar una sociedad ideal perfecta y armoniosa sino
simplemente reconocer lo que existía realmente en esta sociedad.

5. Quinta laguna: el “ideal del hombre andino” de Murra o el “ideal


de los incas”.

La estructura económica, social e institucional que la sociedad inca se


encontraba en proceso de construir se muestra en realidad más rica,
poderosa, dinámica y próspera que lo que se puede imaginar o inventar. Para
tener una idea de éste mundo, es suficiente describir lo más seriamente
25

posible lo que los incas se encontraban construyendo efectivamente antes de


la llegada de los españoles. Los incas o, más específicamente, la nobleza del
imperio, pero también, según su posición, las clases subordinadas, los
yanaconas y jatunrunas, se encontraban edificando la sociedad más poderosa
y próspera en términos económicos, sociales e institucionales, en un
territorio que se llamó luego la América. Ya habían avanzado bastante en
este sentido.

Con este objetivo, no se contentaban con el acceso a algunos microclimas


ecológicos, a algunos productos naturales y a algunas actividades de la
pequeña agricultura. El acceso a estos sectores significaba poco en realidad
–ya estaba ampliamente superado- en relación con lo que habían logrado y
respecto a lo que estaban en proceso de construir. Desde hace más de diez
siglos o más, en efecto, desde mucho antes de los incas, las sociedades
andinas habían ya superado los sistemas productivos de las antiguas
comunidades primitivas que habían comenzado con la producción agrícola,
como en los archipiélagos de Murra.

El sueño de Murra de una economía natural en la que los pequeños


campesinos producían en “reciprocidad, en autosuficiencia y
colectivamente” algunos productos agrícolas para su subsistencia, estaba ya
en realidad ampliamente superada desde hace mucho siglos en la zona de los
Andes centrales y Andes centrales del sud, con Tiwanacu en particular.
Además, lo que estas sociedades andinas realizaron antes de los incas ya
nada tenían que ver con las comunidades primitivas con las que Murra
soñaba.

Cuando los españoles llegaron a la zona andina central, la sociedad inca ya


no dependía más solo de la pequeña agricultura campesina sino de otras
actividades más avanzadas tales como la agricultura intensiva en grandes
espacios, la minería, la metalurgia, la ganadería en gran escala, la producción
textil y otras manufacturas. Estas actividades habían generado desde hace
mucho importantes modificaciones en la estructura social e institucional de
las sociedades andinas y de la inca en particular. Las modificaciones no
fueron causadas solo por las distancias, por el crecimiento de la población o
por la expansión geográfica del Estado, como lo creía Murra. Estas estaban
en realidad provocadas por factores más profundos tales como las
26

necesidades y las demandas económicas y sociales cada vez más complejas,


de las familias de la nobleza y de la población en general.

El descubrimiento y el desarrollo del bronce por los tiwanacotas a partir de


los siglos IVo y Vo después de Cristo, paralelamente al reforzamiento del
Estado en el altiplano cercano al Lago Titicaca, impulsaron el desarrollo de
la actividad minera y de la producción de diversos minerales. Entre estos se
encontraban el cobre, el estaño y el níquel entre otros, insumos minerales
que contribuyeron a la producción del bronce en gran escala.18 Estas
actividades fueron retomadas y continuadas por la sociedad inca varias
décadas más tarde, a partir de los años 1400. A causa de su mayor dureza y
resistencia, el bronce fue utilizado para fabricar diferentes herramientas e
instrumentos de trabajo -y de guerra- que permitían posteriormente producir
otros bienes. Las herramientas de bronce, es decir, las “nuevas tecnologías”
producidas íntegramente por el hombre, y no tan solo por la naturaleza, como
en el caso de los archipiélagos de Murra, cuando se las introducía en los
diversos sectores productivos generaban el incremento de la producción y
una mayor productividad. El aumento de la producción de los sectores
productivos tales como la minería, la metalurgia, el textil, la agricultura en
gran escala y otras, permitían el mejoramiento de la economía y de las
condiciones de vida de la sociedad en su conjunto.

Los diferentes sectores productivos se beneficiaron en cadena, por


consiguiente, con la introducción de las nuevas tecnologías. La producción
manufacturera de sustancias químicas, por ejemplo, a partir de los minerales
metálicos y no metálicos, contribuyó al mejoramiento de la producción y de
la calidad de la cerámica y del textil. La producción de instrumentos de
bronce tales como cuchillos, bisturíes, pinzas, agujas, tijeras, palancas,
cinceles y otros contribuyó a su vez al desarrollo de la medicina, de las
manufacturas del cuero y de la madera, de la construcción y otros.

En cuanto a la agricultura de los pequeños campesinos y de los campesinos


dependientes, la introducción de la taclla en bronce permitió 19 reemplazar
los antiguos instrumentos de trabajo como las piedras, huesos de animales y
palos de madera. La nueva herramienta permitía un trabajo más eficaz, más

18
Ponce Sanginés, 1995: 34 y siguientes; Lechtman y Macfarlane, 2005: 7 y 8.
19
Tratado ampliamente en mi libro inédito mencionado.
27

resistente y más rápido de la preparación del terreno, del arado de la tierra,


de la siembra y de la cosecha de los diferentes productos agrícolas.

Gracias al crecimiento de la producción en los diferentes sectores


productivos, consecutivo a la introducción de las nuevas tecnologías y las
nuevas formas de organización del trabajo que implican, el volumen de
producción de alimentos y de otros bienes se elevó considerablemente en el
territorio imperial. El mejoramiento de la economía repercutió a su vez en el
aumento de la población y en el poderío del Estado y del imperio.

Cuando los españoles llegaron, el Estado y el imperio, así como las familias
de la nobleza, se encontraban en proceso de transformar las fuerzas
productivas y la economía de una parte importante de la América del Sur.
Sin la invasión española, es seguro que este progreso económico habría
continuado, liderado por el imperio inca. Con este impulso, una parte
importante de América del Sur habría sido cubierta por una red inmensa de
caminos, de canales de riego, de puentes y de edificaciones, es decir, por una
inmensa red de infraestructura física. Esta, a su vez, habría impulsado la
integración física a escala del subcontinente.

Gracias a los avances científicos, tecnológicos, así como a los progresos


económicos, sociales e institucionales, la sociedad inca se encontraba en una
fase de desarrollo superior a la de otros imperios importantes de América,
tales como los imperios maya, olmeca, azteca y otros. Pese a la enorme
extensión territorial de estos imperios y al carácter espectacular de sus
edificaciones y pirámides, estos se encontraban en realidad en un nivel de
desarrollo bastante inferior al de los incas- así como al de Tiwanacu-, desde
el punto de vista económico, tecnológico, social e institucional.

Esos imperios se encontraban todavía en realidad, en la “edad de piedra” y


de la pequeña agricultura. Ellos no habían conocido aún el trabajo de los
metales, en particular el trabajo del bronce, así como los efectos de los
nuevos conocimientos científicos y tecnológicos en las instituciones y en la
economía. Sin estos conocimientos, sus actividades productivas para la
producción de alimentos y de otras manufacturas, dependían todavía de los
conocimientos y de las herramientas de trabajo de origen natural, poco
eficaces, sin transformación técnica. Sus conocimientos y su economía
28

determinaban que ellos destinen todavía una parte importante de sus


excedentes, por ejemplo, a la construcción de grandes monumentos y
pirámides consagrados a la gloria de los dioses, así como a la eliminación
física de sus prisioneros.

Los imperios del norte se encontraban, en efecto, en situación de atraso desde


el punto de vista social, económico, tecnológico e institucional. No habían
llegado aún a una fase de desarrollo económico para utilizar productivamente
a los prisioneros que capturaban en sus guerras periódicas. Los prisioneros
capturados eran en efecto aún sacrificados por miles como ofrendas a sus
dioses.

La situación era diferente en los grandes imperios del sud, tales como en el
imperio tiwanacota primeramente y el inca posteriormente. El imperio de
Tiwanacu, en efecto, había descubierto hacia principios de nuestra era cómo
utilizar productivamente a los cautivos en lugar de sacrificarlos. Ya no los
mataban más a la gloria de los dioses después de las batallas sino que los
utilizaban productivamente en beneficio económico de las familias nobles.
Tiwanacu había descubierto en efecto que los cautivos podían constituir una
fuerza de trabajo productiva muy eficaz al servicio de la nobleza. Tanto los
cautivos como la nobleza resultaban beneficiados con este descubrimiento
histórico. Los incas, por su parte, continuaron con este mecanismo
económico y social basado en las fuerzas productivas humanas, y lo
extendieron a una escala más amplia. 20

La superioridad de los tiwanacotas y de los incas es resultado, por


consiguiente, de los diferentes descubrimientos históricos en el área de la
economía, de las ciencias y de la tecnología, así como en el descubrimiento
y la utilización de nuevas fuerzas de trabajo humanas e intelectuales. Estos
descubrimientos implicaban la organización de una nueva sociedad, de una
nueva economía y de nuevos sistemas de producción. Varios siglos de
desarrollo separaban, por consiguiente, a los tiwanacotas e incas de los
vecinos del norte.

Otro descubrimiento realizado por los tiwanacotas y continuado por los incas
posteriormente debe ser señalado. El descubrimiento de nuevas tecnologías

20
Tema desarrollado en mi libro inédito mencionado.
29

no cayó del cielo ni se produjo espontáneamente por obra de algunas


personas. La producción de minerales, de su transformación y de la
fabricación manufacturera de las herramientas de bronce para la producción,
requirió la formación y la capacitación previa, así como la participación “a
tiempo completo” de cientos de “científicos y técnicos” especializados. Este
conjunto de actividades requirió, igualmente, la participación de importantes
instituciones del Estado y del sector privado, es decir, de numerosas familias
nobles de diferentes regiones del imperio. Las transformaciones sociales,
económicas, institucionales, científicas y técnicas se producían en el interior
de las familias de la nobleza.

Como se puede apreciar, los imperios andinos llegaron a una fase de


evolución histórica, económica, social y cultural mucho más avanzada en
comparación al nivel en que se encontraban los pequeños campesinos
agrícolas de los archipiélagos de Murra.

6. Sexta laguna: los “archipiélagos estáticos” y las “cajitas


evolucionistas”.

En la entrevista concedida en 2006 al antropólogo estadounidense también


de renombre John H. Rowe, Murra “ubicaba” la importancia de sus
investigaciones y en particular su trabajo sobre el “archipiélago”, en relación,
primeramente, con las teorías antropológicas e históricas existentes en el
mundo hasta entonces. El enfatizaba que el objetivo que buscaba con el
archipiélago era mostrar y demostrar la “impotencia” de estas teorías para
explicar “el logro” histórico de los campesinos andinos. Con el archipiélago
Murra pretendía ir más lejos en realidad que el simple conocimiento de un
aspecto de la sociedad inca. Su objetivo era, en este sentido, proponer al
mundo una nueva teoría sobre la evolución de la historia, una nueva teoría
sobre la existencia en la historia de un nuevo “modo de producción”, como
lo sugiere el antropólogo peruano Franklin Pease, el de los “archipiélagos de
campesinos autosuficientes”, viviendo al margen de otras sociedades y de la
sociedad inca. Murra pretendía, finalmente, fundar una nueva teoría
antropológica y, sobre todo, una nueva teoría de la evolución de la historia.

En este sentido, el objetivo era demostrar que este “nuevo modo de


producción”, contrariamente a otros, se caracterizaría por estar constituido
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solo de pequeños campesinos igualitarios, por su “verticalidad” geográfica y


ecológica, por su “inmovilidad” económica e histórica, y por su
“aislamiento” social y económico. El nuevo modo de producción estaría
constituido solo por comunidades campesinas autosuficientes.

Por otra parte, por historiografía europea y por “cajitas evolucionistas” él


entendía a las teorías que afirmaban que las sociedades, tales como las
europeas, habían evolucionado históricamente siguiendo una línea sucesiva
de modos de producción. Esta línea comenzaba con la comunidad primitiva
y seguían la esclavista, la feudal y la capitalista. Las sociedades de los otros
continentes ya sea habían seguido esta evolución o deberían seguirla.
Intelectuales tanto europeos como de otros países expresaron sus dudas
respecto a esta idea y formularon otras interpretaciones. Algunos pensaban
que otras sociedades podían seguir otras etapas y diferentes a la seguida por
Europa.

Simultáneamente, varios intelectuales de América Latina y del mundo


reflexionaban también sobre estos temas, en particular sobre las
características de las sociedades precoloniales de América y de los Andes
centrales. La cuestión era determinar la naturaleza de estas sociedades y
sobre todo, para algunos, definir la naturaleza de las sociedades de Tiwanacu
e inca.

Murra era uno de los especialistas contemporáneos más reconocidos entre


los que intervinieron en este debate sobre la sociedad inca. Sus estudios se
orientaron a proponer una posición definida y diferente sobre este tema. Ante
esto las debilidades institucionales de las academias y universidades
latinoamericanas contribuyeron a resaltar la interpretación de Murra.
31

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 El entre paréntesis señala la primera publicación de la obra mencionada.

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