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LECTURAS DE INTERES

“Jamás se descubriría nada si nos considerásemos satisfechos con las Año 2018
cosas descubiertas.” Nº 00001
Lucio Anneo Séneca

CONVERSANDO CON MARIA ROSTWOROWSKI


La señora María Rostworowski
nació en Barranco (Lima) el 8
de agosto de 1915, hija de
padre polaco, el agrónomo Jan
Rostworowski, y de madre
puneña, doña Rita Tovar del
Valle. Los recuerda así:
Mi padre era muy bueno." "Mi
mamá era una persona muy
dulce…
Educada en Francia, Inglaterra
y Bélgica, María habla
castellano, francés, inglés y
polaco.
¿Y el quechua?
Lo estudié aquí y en la
Universidad de Cornel; me fue
muy útil.
La Pontificia Universidad
Católica del Perú la distinguió
como Doctor honoris causa
"…en reconocimiento a su larga y fructífera labor investigadora en el campo de la
historia del Perú Pre-hispánico" (1996).
Igual título recibió de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa (1991), de la
Universidad Femenina del Sagrado Corazón (Lima: 1996) y de la Universidad Nacional
de Trujillo (1997). Pese a que María siempre proclama no haber enseñado nunca, su
amplio y cada vez más popular magisterio fue reconocido cuando el Estado le entregó
en 1990 la condecoración de la Orden de las Palmas Magisteriales en el grado de
Amauta y la Universidad Católica de Santa María (Arequipa) la hizo su profesora
honoraria en 1996. ¿Quién no ha oído hablar de la señora Rostworowski aunque no
sepa pronunciar ni escribir su apellido?
Casóse en segundas nupcias con don Alejandro Diez Canseco.
Mi marido me ayudó mucho, porque viajamos bastante por el Perú y me compraba todas
las crónicas que en ese momento, casi por primera vez, se divulgaban, porque antes
Garcilaso era el único que prácticamente existía.
Luego de la muerte súbita de don Alejandro, acaecida en marzo de 1961, María se fue a
la selva. Navegó durante 23 horas por el Amazonas hasta el leprosorio de San Pablo
(Loreto) en plan de misionera. Para María fueron dos meses gratificantes.

Los leprosos me dieron más de lo que yo les di.

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Fue alumna libre de San Marcos.

… había cursos interesantísimos y yo podía sacar libros. Recuerdo a Tello, a Luis


Valcárcel, a Luis Jaime Cisneros.
Desde su casual encuentro en Ancón, mientras María… ni siquiera levantaba los ojos,
metida en un libro de Riva Agüero, Raúl Porras Barrenechea alentó su incipiente
vocación y le enseñó las cuestiones metodológicas.
Me dijo que tirara los cuadernos y me enseñó cómo fichar, y cómo hacerlo bien desde el
principio."
Su repetida confesión no deja lugar a dudas-
No creo que los sanmarquinos me consideren sanmarquina pero yo sí; siempre me sentí
muy sanmarquina.
Hay una palabra, entre otras tantas acertadas, para definir a María: investigadora. Mejor
dicho: investigadora nata.
Siempre he sido muy curiosa.
En ese sentido, ¿qué no ha hecho María? Todo. ¿En qué no se ha metido María para
saber más? En todo. Ella misma dijo:
Eso ha sido la pasión de mi vida… entonces, es difícil decir hasta aquí nomás…
Mientras se pueda…seguiré. La edad no influye necesariamente. Te diré que entre los
60 y los 80 he obtenido mi mayor productividad."
Echa mano de cuanto recurso la lleve a descubrir la verdad, aunque ésta sea
provisional. Hurga en los archivos, confronta el dato documental con la realidad, va al
lugar de los hechos. Ha caminado gran parte de la costa peruana, socorrida de su
Peugeot 404, acompañada muchas veces de Josefina Ramos de Cox. Es muy
observadora. Viaja con ilusión por donde puede. Corresponde a las más disímiles
invitaciones. Resuelve los problemas. María es incansable porque María sabe una cosa:
La historia es un inmenso por qué.
La señora María Rostworowski fue presentada al Premio Southern Perú 2001 y Medalla
José de la Riva-Agüero y Osma a la creatividad humana por el Instituto de Estudios
Peruanos y por la Fundación Telefónica con un argumento contundente:
"…la trayectoria que ha cumplido durante más de cincuenta años a favor de la historia
peruana y andina."
Tienen razón, porque ella misma contestó en cierta ocasión al periodista Mario Campos:
- ¿Cómo quisiera quedar usted?
- Como alguien que amó muchísimo al mundo andino y trató de compartir ese amor con
los demás peruanos.
Doctora, nuestro boletín va para el hombre común y también para los jóvenes. Lo que
tratamos de hacer es difundir lo que han sido los importantísimos logros de nuestra
cultura y cuanto pueda servirnos en el mundo del siglo XXI.

Yo creo que su labor es muy importante y realmente lo felicito a Ud. y a RAICES porque
el conocimiento no puede quedar para un grupo especializado.

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La gente ignora demasiado su pasado y nunca vamos a integrarnos si no conocemos
nuestro pasado. Porque… ¿cómo podemos amar al Tahuantinsuyo, amar nuestro
pasado, si no lo conocemos? Nadie ama lo que no conoce. Entonces, yo creo que es
muy importante despertar ese interés en la gente: cómo fue nuestro pasado, qué
sucedió. Es un pasado sumamente rico, sumamente interesante. La gente lo depreda
con facilidad. No pues. Esto es nuestro pasado. Debemos de conocerlo, quererlo y
cuidarlo. Y es justamente la gente local la que tiene esa misión, de cuidar nuestros
restos (monumentos), que son la riqueza que tenemos. Es nuestra riqueza. Y si lo
depredan, perdemos. Perdemos todo. Porque perdemos el conocimiento.

Cada vez que uno ahonda en cualquier cosa, en cualquier tema prehispánico, es
fabuloso. No se dan cuenta lo interesante que puede ser… lo enriquecedor... ¡Y cómo
puede fomentar nuestra nacionalidad! Y carecemos de ella. Y carecemos porque está
mal enseñada nuestra historia en los colegios. Yo encuentro que en todos los colegios
se enseña tan mal la historia peruana que el peruano desde chiquito, desde enano, está
traumado. Sencillamente traumado. Porque le enseñan un imperio maravilloso ¡que
patatín! ¡patatán!, que los mantos de Paracas, lo otro y esto y, al mismo tiempo, viene un
grupo pequeño de españoles y se derrumba. Entonces surge la pregunta: ¿Por qué?
Entonces, viene un desprecio por ese Incario que no supo defenderse, que no supo
luchar contra los invasores. Pero todo es porque no conocen la Historia. Yo he escrito
eso en la “Historia del Tahuantinsuyo” y en las reflexiones finales explico qué pasó;
porque si no pudiera explicarlo pues no me lanzo a escribir. Entonces hay que buscar lo
qué pasó, ahondar en los sucesos y entonces encontramos un gran diplómata que fue
Pizarro y, de otro lado, un Inca Atahualpa, seguro de su poder, demasiado seguro,
ingenuo. No supo aquilatar el peligro en que estaba. Como Pizarro vino, en su segunda
visita, a Tumbes y luego desapareció, posiblemente a Atahualpa le quedaba en el
recuerdo de su juventud a esa gente misteriosa barbada, que vivían en unas casas que
navegaban por el mar, con unos animales raros. Quiso verlos.

En esa época, no solamente había pleitos entre dos hermanos (Huascar y Atahualpa),
que ocurría en todas las sucesiones incaicas. Había siempre alborotos, pleitos,
asesinatos. Porque no había ley de herencias. Eso de la primogenitura es una idea
importada por los españoles, que era la ley de la sucesión en España. Entonces vemos
que no existía la primogenitura en el incario. Y era una especie de batallas rituales que
sucedían para ver quién era el más capaz. El que vencía, ése era el Inca. Siempre
escogían para curacas, para señores étnicos, para lo que sea, al más capaz y al más
hábil. Pero, naturalmente, como muchas personas, muchos podían sentirse capaces sin
serlo. Había luchas, entonces. La situación en ese momento en el incario no solamente
era el pleito entre dos hermanos, sino que los Señores Étnicos, los grandes señores de
las provincias: el Señor de Cajamarca, el Señor de Huamachuco, el Señor de Moche, el
Señor de Collao del sur, bueno, los grandes señores andinos, querían independizarse
de los Incas. ¿Por qué? Por la sencilla razón que Garcilazo no nos lo contó en su
Incario Utópico y que en realidad era un Incario de gente de carne y hueso como
nosotros: con amores, pasiones, odios, con todos los defectos y cualidades de los
humanos. Entonces, ellos, que antes eran libres y hacían lo que les daba la gana (los
señores andinos y sus runas), con el Incario estaban sometidos a un poder central
absoluto. Sus mejores tierras habían pasado al Estado y eran trabajadas por la gente
local y tenían que, en usufructo, ir a los depósitos estatales. Tal es así que los españoles
los encontraron repletos…pero ¿para qué? Era el capital del Incario.

Un gobierno, un estado, un imperio, lo que sea, tiene que tener un capital y cuando no
existe la moneda ni se aprecia el oro como valor de riqueza, sino de belleza para los
dioses y lo religioso… Entonces, tenía que existir un capital. Y ese capital no

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Francisco Pizarro le dijo: “Oro es lo que comemos”

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sólo era de subsistencia, sino de ropa, de todo lo que se pueda depositar, y
eso es lo que encontraron los españoles. Y les llamó muchísimo la atención; se
quedaron sorprendidos. No hay cronista que no diga cómo estaban llenos los depósitos.
Pero eso era el capital del Inca.

Entonces, esos señores andinos venían empobrecidos a pesar que la reciprocidad


obligaba al Inca a darles grandes regalos; pero tenían sus mejores tierras ocupadas
por el Estado, sus hombres más fuertes tenían que ir a la guerra, a la mita guerrera;
otros eran enviados de mitimaes a colonizar, a trabajar tierras eriazas o allí donde
faltaba gente o donde había que defender fronteras, tal como encontré en un documento
en Huánuco. Habitaban allí unos mitimaes cuzqueños que los defendían de los
Panatahuas, de los chunchos de la selva. Por diversos motivos habían, existían,
mitimaes que se iban con sus curacas, sus dioses, sus mujeres, hijos y todo, y
perdían, con el tiempo, sus lugares de origen.

Entonces, los señores andinos, indudablemente, preferían estar libres y la gente del
común, es decir, el pueblo, también. Porque tenían que ir a la mita guerrera, que más
antes era corta, pero que ahora consistía en luchar contra los ecuatorianos o los
chilenos.

Y eso tomaba años y, a veces, no regresaban jamás, porque las comunicaciones y las
distancias eran enormes. Y también, los que se quedaban en el terruño tenían doble
trabajo porque tenían que trabajar las tierras de los ausentes; o sea que existió un
descontento.

A eso, la gente no lo toma en consideración, porque creen ¡Ay! Imperio utópico, la


maravilla. ¡Nooo! ¡Eran gentes como todos nosotros! Entonces se frustró pues. Los
señores andinos, al ver llegar a Pizarro, hicieron su reciprocidad con él, pensando…
”Nos liberamos del Inca, nos unimos a Pizarro, a estos extranjeros; nos ayudan a botar a
los Incas, ellos van a desaparecer, y nosotros salimos libres.” Ese fue el cálculo que
hicieron. Por su lado, Pizarro, a pesar de no saber leer ni escribir, era un diplómata muy
natural, espontáneo, sabía manejar las cosas y entonces citó al Inca a una emboscada.
Porque si se enfrentaba al Inca con sus ejércitos, pues los hubieran desecho. Los
generales de Atahualpa decían: en un desfiladero hay que echarles piedras grandes,
galgas, y los destruimos. Y Atahualpa los dejó; más aún, les dio a los extranjeros
víveres, todo lo que necesitaban, inclusive alpargatas, ojotas, porque ya ellos, en el calor
de las Yungas, estaban con botas y sabe Dios con qué. Entonces se aligeraron;
inclusive les dieron petos, tenían petos para defenderse, como arma, eran de tela, con
caña, forrados de algodón, petos; chukos, para defender la cabeza; todo eso les
dieron… alimentos, guías, todo… para que subieran a Cajamarca. Y el otro, en vez de
seguir al Cuzco (El Inca), los esperó en Cajamarca y, en vez de enfrentarse delante de
sus ejércitos, cayó en lo que yo llamo la emboscada. Se fue a meter a una ciudad y
todavía le dice Pizarro: no traigan armas, aunque sus armas no podían compararse con
los sables españoles de acero, con los arcabuces y los falconetes, que eran pequeños
cañones. No podían compararse. Y cayeron. Cayó el Inca en la emboscada. Entonces,
hay mucha culpa de Atahualpa en eso. No se imaginó, sencillamente, no entraba en su
posibilidad. Y eso hay que explicar a los niños.

La reacción inca viene después con Manco II y no antes, porque Manco I, que fue el
primer Inca que nombraron los españoles, murió a los pocos meses, envenenado
en Jauja. Entonces se nombró a Manco II y él estuvo prácticamente preso, sobre todo de
Hernando Pizarro, que quería que le trajera oro y más oro de las huacas, y sólo se liberó
porque le dijo a Hernando Pizarro que le iba a traer oro de un sitio que él conocía.

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Entonces lo dejó ir, escapó, y se fue a Ollantaytambo. Pero lo persiguieron hasta allí y
tuvo que refugiarse, pasar el río y refugiarse en el Valle de La Convención, al río
Lucumayo, pasar al Vilcanota y se fue a Vicos, Vilcabamba y toda la historia. Y de allí
Manco II principió a luchar contra los españoles, pero no encontró apoyo en los grandes
señores andinos.

¡Los grandes señores andinos! Hay un ejemplo. El curaca Huacra Paucar de Hatun
Jauja. Este curaca le facilitó todo a Pizarro: guías, comida, todo, todo. Pero este curaca
lo apuntaba todo en un quipu, un inmenso quipu. Y cuando se instaló la Real Audiencia
en Lima, hizo traducir este quipu al español y con ese quipu fue a la Real Audiencia y
dijo: Esto he ayudado. Era fantástico todo lo que había ayudado; en gente, en todo, todo;
quiero mi Encomienda siguió diciendo, que el rey de España me premie. Por supuesto,
se rieron los españoles de él y no le dieron nada. ¡Bien hecho! (Risas)

Parecida situación hubo cuando Manco II manda un ejército para tomar Lima, La Ciudad
de los Reyes. Este ejército estaba al mando de Vila Topa y de Quispe Yupanqui, dos
generales. Y entonces ellos entran a Lima por el río, muy bien pensado, porque en el río
había guijarros y allí los caballos españoles se mancaban y entonces quedaban
inoperantes. Y ya estaban entrando en la ciudad de Lima, que no era todavía ciudad,
porque era todavía una aldea, y entonces, la Crónica Anónima que cuenta todo esto nos
dice:

No sabemos por qué las tropas incas se retiraron cuando ya estaban entrando a la
ciudad.

Y yo encontré un documento en el archivo de Indias que dice el por qué: La pareja de


Pizarro era Doña Inés Huaylas Yupanqui. Era la hija de Huayna Capac y de una mujer
secundaria que era de Huaylas y que el Inca, por favoritismo, porque le gustaría, por qué
será… la nombró Curaca de Huaylas, de Hanan Huaylas. Y ella, ya que su hija era la
pareja de Pizarro, no encontró nada mejor que mandar un ejército a defender Lima. Eso
les demuestra cómo no tenían el concepto de Nación. Entonces, no se podía. No es un
grupo pequeño de españoles que vienen y se tumba al Tahuantinsuyo. Es que los
grandes señores andinos apoyaron a los españoles y eso es lo importante, porque si no
se sabe eso, la juventud se trauma.

A mí me apasiona el estudio del mundo andino porque no me he educado aquí. No han


podido traumarme. Y entonces yo, por eso justamente, al contrario, vine llena de deseos
de saber qué pasó. Y yo creo que a los niños habría que contarles los mitos andinos que
son preciosos y no solamente que tengan sus cuentos de Pato Donald, de todos esos
adefesios. Es necesario que tengan también un conocimiento de nuestros mitos, de
nuestro pasado, que es muy lindo para los niños. Yo les contaba eso a mis nietos,
cuando eran pequeños y estaban fascinados, fascinados. Y cuando íbamos, por
ejemplo, a las playas del sur, cuando pasábamos por Pachacamac y por la isla: ¡Ah, es
Cavillaca, la Princesa Huaca, Cavillaca! Se conocían todo. Así es como se echa raíces,
comprendiendo, conociendo. Por ejemplo, ese palacio fortaleza que hay en el norte,
Paramonga, todo el mito de Paramonga. Todo eso. Yo he escrito sobre eso. Y entonces
allí los niños principian a conocer su pasado como un cuento. No lo sienten y lo
recuerdan. En cambio, si les dices: (paporretea)… Manco Cápac, Sinchi Roca… ¡se
olvidan! No les dice nada. ¿Por qué los profesores no les dicen nada más que aprender
de paporreta esos adefesios?

No tenemos un profundo conocimiento étnico, un profundo conocimiento compartido, un


pasado común; ese el inconsciente colectivo que flota por allí. Por eso, yo creo que en

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los colegios habría que enseñar mitos a los pequeños. Contarles las tecnologías
apropiadas (andinas). Es increíble todo el conocimiento, el bagaje de conocimiento que
tenían. Y ahora muchos agrónomos, doctores, ingenieros, etc., están regresando a
estudiar el valor de las cosas andinas. Por ejemplo, los andenes. Es importantísimo
porque defienden las tierras que aquí son todas las fallas; son unas tierras muy
inclinadas; las lluvias lavan la buena tierra y esta se va empobreciendo. En cambio, si
hacen andenes, el andén protege y conserva y se pueden mejorar los cultivos. Con los
andenes se mejora la tierra. Y todo eso se abandonó con la presencia del Virrey Toledo
cuando instituye las reducciones, porque entonces obligó a juntarse a gente que estaba
dispersa; unos estaban cuidando los andenes, otros estaban cuidando las bocatomas,
que son tan importantes. A diversos grupos los obligó a juntarse. Entonces abandonaron
los andenes porque les resulta dificultoso. Y también las bocatomas. Así se fueron
deteriorando la tierra, los cultivos.

Por ejemplo la puna, lo que es Puno, uno de los departamentos más paupérrimos del
país. Era uno de los más ricos porque tenía grandes hatos de camélidos y entonces eran
ricos, porque de la llama todo se aprovecha, hasta los huesos, todo. En ese entonces
tenían miles, cada persona tenía miles… estaba tan poblado de camélidos… Yo no sé
por qué no volvemos a eso. Porque el camélido come el ichu, la hierba más dura, más
pobre, que los animales importados no comen. Y para una llama que se sostiene en un
territorio pobre, los otros no pueden ni subsistir porque esos necesitan grandes pastos y
en vez de sembrar esas tierras las ponen para pastar a los animales importados. Y
entonces tenemos un trastorno de nuestra agricultura y la agricultura no va a mejorar
mientras no cambien las ideas. Porque la población prehispánica estaba bien vestida y
bien comida. Bien vestida porque en la costa tenían algodón y en la sierra tenían lana y
porque se hacía charqui se comía mejor. Existían grandes grupos de pescadores
en la costa; ellos salaban el pescado. Ellos comían en la costa pero había superávit y
ese superávit iba a la sierra como pescado salado. Entonces la gente estaba bien
comida. Nosotros podríamos tener manufacturas en la sierra. Sí podríamos tener. Si
tuviéramos grandes cantidades de camélidos, podríamos tener embutidos fabricados en
la sierra. ¿Por qué no pueden ser buenos, buenísimos? Serían baratos y la gente
estaría bien alimentada.

Yo llegué al Perú el año 1935. Tenía 19 años y quería saber. De suerte cayó en mis
manos un libro de Clement Markham “Los Incas del Perú”. Por supuesto, el libro está
muy superado. Pero él ya reconocía la grandeza, lo que había sido el Inca Pachacútec
y lo alababa mucho. Decía:

“El más grande hombre que la raza aborigen de América haya producido”.

Entonces esa frase me impactó, y dije: yo voy a hacer una biografía del Inca
Pachacútec. Pero se hizo una edición sumamente restringida y yo nunca he querido
volver a editar porque tenía la mar de ideas. Pero ahora he decidido que la voy a
publicar tal cual. Sin hacer ningún cambio para nada. De esto, hace 50 años. Entonces
voy a hacer un addendum, un epílogo, que se va a llamar “50 años después”, dando
toda una visión de muchos aspectos del incario que en ese entonces, y lo digo yo,
escribí solamente leyendo y escribiendo de las crónicas y relaciones. Después, cuando
publiqué Pachacútec, fui donde Raúl Porras Barrenechea. ¿Y sabe Ud. qué pasó? Raúl
Porras me dijo: El virrey Toledo. Y yo le dije no. Yo me quedo en el mundo andino. Para
mí, el mundo andino es lo máximo de interesante. Entonces Porras me dijo: Usted tiene
que ir a los archivos. Hay que buscar cosas nuevas, documentos nuevos, conocimientos
nuevos.

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¡Qué gran maestro Porras!

¡Ah! ¡Maravilloso! Y era realmente una vocación ser maestro. ¡Enseñar! Entonces,
bueno, fui al Archivo General de la Nación y casi lloro de rabia. ¿Sabe usted qué es
llorar de rabia? Porque me dieron documentos que yo sabía que era lo que quería y no
podía leerlos porque estaba escrito en el siglo XVI. Y no se lee el siglo XVI si no se
aprende. Y entonces fui donde él:

- Y ahora, ¿qué hago?

- Consígase un libro de Paleografía -me dijo- y memoricé todas las maneras de escribir
la A. Conté: hay 17 maneras de escribir la A, y así cada letra, y después usted memoriza
las abreviaciones. Después trabajé por dos años en el Archivo, como si fuera empleada;
iba todas las mañanas. Es allí donde encontré documentos interesantísimos sobre los
curacas de la Costa Norte y en 1961 publiqué “Curacas y Sucesiones Costa Norte”. Y
me ayudaron muchísimo. Tal es que en la “Historia del Tahuantinsuyo” yo les agradezco
a las personas del Archivo porque fueron tan amables. Y así trabajé 2 años. Después
conseguí una beca “Guggenheim” que es muy buena beca y mire Ud., ¡Sin tener títulos
académicos! Pero ya había escrito varias cosas. Lo que sucede es que ellos se fijan
más en eso; porque Ud. puede tener los títulos, pero eso no significa que Ud, tenga
ideas. (Risas). Y entonces, con todos sus títulos y doctorados, si no tiene ideas, no se va
ni a…

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