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Índice
Prologo
I. Capítulo - ¿Posee El Magnesio Virtudes
Curativas?
II. Capítulo - El Magnesio En El Organismo
Humano
III. Capítulo - El Magnesio En Zootecnia
IV. Capítulo - El Magnesio En Agricultura
Epilogo
I. Apéndice - ¿Como Debe Tomarse El
Magnesio?
II. Apéndice - Contenido De Magnesio y De
Calcio En Los Principales Elementos
III. Apéndice - Principales Dolencias Para Las
Que Se Recomienda El Empleo De Las
Sales De Magnesio
IV. Apéndice - Bibliografía
PRÓLOGO
La presente obra recoge varios artículos de diferentes autores, consagrados a divulgar el importante
papel que desempeña el magnesio en los organismos vivientes, como sus efectos curativos en el
hombre y en los animales, los prodigiosos resultados del mismo aplicado a las plantas y, en general,
su poderosa intervención en el metabolismo vital.
Sobre todo, los diez artículos de Francisco Manzanal, S. I., han tenido la virtud de interesar a gran
número de personas que han practicado, con excelente resultado, la cura del magnesio en ellos
recomendada y que luego, espontáneamente, se han constituido en los grandes propagadores de
las virtudes curativas del magnesio.
No se crea, sin embargo, que con estos artículos se descubre algo totalmente nuevo o ignorado
respecto al magnesio.
Desde hace años se conocía su intervención en el metabolismo orgánico y no pocas de sus virtudes
curativas, según lo dan a entender los excelentes preparados hechos a base de sales de magnesio,
tales como,
DELBIASE (en forma de comprimidos y de crema)
LIDACRÓN (en forma sólida)
LIDATINE (en forma líquida)
MAGNOGENE (en grajeas)
HALMAGNOL (en ampollas)
más recientemente HALÓGENOS JULIÁ-4 (en forma líquida), etc.
Sin embargo, hablando en general, se había prestado escasa atención a la importancia que el
elemento tiene en el mundo orgánico, hasta que recientes experiencias, llevadas a cabo
principalmente en Francia y en los Estados Unidos y recopiladas con gran maestría por el Padre
Manzanal, han tenido la virtud de llamar la atención del público sobre lo mucho que puede
esperarse del elemento magnesio, ingerido, no en forma metálica naturalmente, sino en sales,
particularmente de cloruro y carbonato.
Que, por lo menos en Barcelona, son muchas las personas que, se sirven de las sales de magnesio
para alivio de sus males y aun como alimento (pues autoridades médicas aseguran que el magnesio
debería figurar en la dieta ordinaria), lo demuestra la admiración de algunas droguerías de dicha
ciudad que en un mes venden más sales de magnesio que antes vendían en diez años.
No vamos a extendernos, en este prólogo, haciendo la apología del magnesio, puesto que ésta ya
se hace - y por cierto bien cumplida, según creemos - en el decurso del presente libro.
Solamente queremos precisar, antes de terminar, el carácter del mismo, que es más bien una
complicación o refundición de lo que especialistas en las respectivas materias (médicos, ganaderos
y agricultores) han observado y experimentado con respecto al papel biológico del magnesio.
Aunque el fondo básico de este libro, sobre todo en lo que respecta al hombre, son los aludidos
artículos del Padre Manzanal, quien a su vez se ha servido principalmente de la obra del doctor
Delbet, hemos de hacer constar, que en él figuran extractos de otros varios autores.
Asimismo, hemos utilizado los informes que nos han proporcionado cuantos se han servido darnos
a conocer los efectos beneficiosos del magnesio que en sí han experimentado.
Esperamos que la presente obra servirá para ampliar el campo de acción del magnesio.
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CAPÍTULO PRIMERO
¿POSEE EL MAGNESIO VIRTUDES CURATIVAS?
Entendemos que, en todo libro, revista y, en general, en cualquier escrito, lo primero que debería
hacerse - y no siempre se hace - es justificar el título que se le ha puesto, a no ser que él mismo se
caiga por su peso o que, en el decurso de la exposición, aparezca claramente justificado.
Al encabezar esta compilación de escritos sobre el magnesio le hemos puesto por título «Virtudes
Curativas del Magnesio», con lo cual parece queremos dar a entender que el magnesio posee
virtudes curativas, como así es en efecto.
A) MARAVILLOSOS EFECTOS DEL MAGNESIO
A no pocas personas que tan sólo habrán oído hablar del magnesio al designar los
polvos de que se sirven los fotógrafos para producir chispazos de luz blanca
deslumbradora, o al tratar del purgante denominado magnesia, les ha de parecer
raro que se pueda escribir un libro que trate exclusivamente de las virtudes
curativas del magnesio.
Por esto hemos creído del caso comenzar esta compilación justificando el título que
le hemos puesto, a fin de que nadie nos pueda tildar de que no ponemos en
práctica lo que creemos debe hacerse en todo libro y de que en él caemos en el
mismo defecto que reprochamos en otros.
Primer caso: Un día el profesor Slosson llega a clase con un frasco de un líquido
transparente. Sus alumnos, al entrar, concentran sus miradas intrigantes en el
frasco. El profesor, a su vez, fija sus ojos centelleantes en los discípulos y les dirige
unas breves palabras de aclaración para justificar su modo de proceder. Se trata de
un experimento sumamente delicado para el que reclama la cooperación de los
jóvenes del aula.
Les ruega encarecidamente que, una vez haya destapado el frasco, le vayan
indicando cuándo empiezan a percibir la acción odorífica del líquido, para que él
pueda precisar la velocidad de propagación de las partículas existentes.
El profesor quita cuidadosamente el tapón del pequeño frasco, echa unas gotas del
líquido sobre un pedazo de algodón y se retira convenientemente para no dejarse
inficionar tan de cerca por el influjo del líquido. ¿Qué sucede?
A los quince minutos, los alumnos de la primera hilera de los bancos levantan la
mano: han notado ya el escozor del líquido. Unos intervalos más, los de la segunda
serie dan también señales de haber respirado el aire contaminado por las partículas
del líquido. Apenas ha transcurrido un minuto, las tres cuartas partes de la clase se
sienten impresionados por el olor, hasta el punto de que muchos pretenden
abandonar el aula.
Impaciente, acosado por el dolor, destroza con sus puños los cristales.
¡Ah! ¡Qué diferencia! ¡Qué mejoría! - exclama.
Devora el aire puro de la noche... La tos va desapareciendo. El forastero se calma.
Se acuesta de nuevo.
Al día siguiente, al despertarse, advierte con horror que ha aporreado el cristal del
reloj de pared..., ¡cuyo aire apolillado había estado respirando la noche anterior, y
en el que había encontrado el remedio para el asma que le asfixiaba!
«Ejemplo notable de autosugestión» - exclama José O. Martínez, S.
I. al reproducirlo en el libro antes citado.
Se han dado muchos definiciones de sugestión, las más de las veces incompletas o
inexactas.
Una de las que más satisface es sin duda la que propone el psicólogo Fernando
María Palmes, S.I., en un artículo aparecido en la revista madrileña «Razón y Fe»:
«Sugestión - dice - es un proceso psíquico que se verifica con
cierto grado de automatismo por parte de las actividades inferiores,
es a saber: de la razón y del libre albedrío.»
He aquí delineados, según esta definición, los dos elementos esenciales a toda
sugestión.
El aludido relator enfermó de tifus cuando tenía unos 33 años de edad. Salió bien
de la enfermedad; pero el médico le advirtió que, después de algún tiempo,
experimentaría a media tarde fuertes dolores intestinales debidos a fermentaciones
provocadas por algún alimento, que él entonces no podría prever cuál sería.
Acudió a otro médico, pues entonces residía en otra población, y éste le dijo que
debía averiguarse el alimento que se los ocasionaba; cosa no siempre fácil, añadió.
Le preguntó si solía tomar leche, y, al responderle afirmativamente, le sugirió que
pasase tres días sin tomar otro alimento más que leche. Como no se le
reprodujeron los dolores, la conclusión fue que el responsable del mal no era la
leche.
Entonces el médico le dijo que añadiese pan a la leche, y al primer día de hacer
esto, le repitieron los dolores. El médico ya no dudó de que el causante del mal era
el pan y, en consecuencia, que debía abstenerse de tomarlo.
Con esta abstención fueron pasando los meses y aun los años, sin que nuestro
informante fuera molestado de los dolores; con la particularidad de que podía comer
macarrones, fideos y sémola, sin que le sobrevinieran los dolores intestinales, a
pesar de estar hechos de harina dichos alimentos: es que esta harina no ha sufrido
fermentación previamente como la del pan.
Después de transcurrido mucho tiempo, un buen día le repiten los dolores, no
obstante estar persuadido de que no había comido pan. Acudió de nuevo al médico.
Éste le sugirió le fuese nombrando los manjares que había comido y, al saber que
uno de ellos eran albóndigas, exclamó el médico:
«No diga más; es que una buena parte de albóndigas están hechas
de pan.»
Años más tarde, un cocinero, que sabía que nuestro individuo no podía comer pan,
quiso probar si esto era pura aprensión, dándole a comer pan sin que el interesado
se diese cuenta.
A este fin calentó en el horno miga de pan sin que llegara a tomar el color tostado, y
la trituró de manera que pareciese sémola. Naturalmente, el individuo en cuestión,
ignorante de la treta, comió de aquella sémola como lo venía haciendo con la
sémola legítima, y esta vez le volvieron los dolores. El cocinero, pues, pudo
convencerse de que los malos efectos del pan eran realmente debidos al pan y no
fruto de la imaginación.
Y todavía queda descartado cualquier resquicio de sugestión sabiendo que las sales de magnesio
no sólo previenen y curan muchas enfermedades en los animales como largamente se explica en el
capítulo 3.° de este libro, sino también en los vegetales, en los que por testimonio de agricultores
han obrado verdaderas maravillas.
¿Va a hacer sugestión en los animales que ingieren sin saberlo, o en las plantas que carecen de
todo conocimiento?
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CAPITULO II
EL MAGNESIO EN EL ORGANISMO HUMANO
Las carencias y desequilibrios en la parte orgánica de los alimentos del hombre causan terribles
estragos.
Conocidas de todos son las carencias de vitaminas, las cuales han atraído de tal manera la atención
de los sabios, que han emprendido contra esas carencias una lucha seguida de victorias. No así
con respecto al desequilibrio mineral del hombre que continúa haciendo estragos, sin encontrar
oposición.
Pues, por una parte, este desequilibrio ha sido menos estudiado por los sabios, y por otra, sucede
que los poderes públicos lo fomentan inconscientemente y la opinión pública continúa ignorándolo.
Hoy día, desde hace algún tiempo, empieza a dirigirse más la atención sobre el
terreno donde se desarrolla el microbio, que sobre el microbio mismo; en una
palabra: atiende más a la disposición del organismo que al microbio que lo invade
continuamente. Y con razón. Es que la fuerza del microbio, según se ha
comprobado, radica en la pobreza del terreno, cuya resistencia natural queda
frecuentemente paralizada por causas diversas.
He aquí un pasaje del doctor Alexis Carrel, que da luz sobre el particular:
«Los microbios y los virus se encuentran por doquier: en el aire, en
el agua, en nuestro alimento.
Respecto de las primeras propiedades, las ciencias no pueden nada: cada uno
deberá contentarse con las que le han caído en gracia. Las otras, sin embargo, son
susceptibles de perfección y mejoramiento, y los hombres de ciencia han dado
pasos, con sus estudios y experiencias, para encontrar esos factores de la
inmunidad natural.
Los elementos orgánicos son el carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, por ser
los que principalmente constituyen los compuestos orgánicos. Los elementos
minerales, que en conjunto forman del 4.3 y 4.4 por 100 del peso del cuerpo
humano adulto, son, por orden decreciente en cantidad, el calcio, fósforo, potasio,
azufre, cloro, sodio y magnesio.
Es un hecho innegable que una gran parte de las personas se hallan bajo los
efectos del desequilibrio mineral, particularmente por falta de magnesio en su
organismo. Naturalmente que esta escasez proviene de una alimentación deficiente
en este elemento mineral.
1. Una ley mal hecha, que no conoce como abonos más que
tres elementos: nitrógeno, potasio y fósforo. Un abono que
los contenga es legalmente completo, de suerte que el
cultivador es impulsado a creer que a las plantas no les
faltará sustancia útil, si han recibido estos tres elementos.
Somos un rebaño - dice - dirigido por un pastor, bueno o
malo, a quien seguimos con sus consecuencias.
Por su parte el médico francés Pedro Delbet aduce las siguientes razones para
demostrar que la alimentación de los pueblos civilizados es actualmente menos rica
en magnesio que en otros tiempos.
El análisis de dicha sal gruesa y gris mostró que contenía por kilogramo 1.7 gramos
de magnesio. Para evitar la incomodidad que representa el humedecimiento de la
sal, se comenzó a eliminar una gran parte del cloruro magnésico, de suerte que
ahora la sal refinada sólo contiene de 0.35 a 0.45 gramos de magnesio, en vez de
17 que tenía antes, o sea una cuarta parte. De sólo este hecho resulta que la ración
magnesiana ha disminuido unos 50 gramos cada año por persona.
Sobre este punto leamos, en primer lugar, estas líneas de Alexis Carrel:
«Nuestra vida está influenciada en muy grande escala, por los
diarios. La publicidad está hecha únicamente en interés de los
productores y nunca de los consumidores. Por ejemplo, se ha
hecho creer al público que el pan blanco es superior al moreno. La
harina ha sido cernida de un modo cada vez más completo, y así
ha sido privada de los principios más útiles.
La aberración sobre esta cuestión es tal, que la harina que contiene una notable
cantidad de magnesio (62 miligramos por 100 gramos) recibe el calificativo de baja.
Y por este error insospechado, la mayor parte del magnesio está destinado a los
animales en la harina de baja calidad y en el salvado.
Pero, he aquí que nuestro pan contiene siete veces y media menos de magnesio
(MgO) que el que toman los campesinos de Egipto. Si nuestro pan europeo tuviese
la conveniente mineralización magnesiana, un individuo que consumiese 500
gramos de pan ingeriría 830 miligramos de magnesio, mientras que ahora sólo
ingiere 320 miligramos.
Era preciso importarlas de los Países Bajos, Flandes y Monte San Miguel, es decir,
de terrenos particularmente ricos en magnesio.
Es cosa enteramente averiguada que las plantas fijan el magnesio en tiempo de su
maduración; que unas especies lo fijarán más que otras, supuesta siempre una
relación proporcional entre el contenido de la planta en magnesio y el del suelo.
Ahora bien, este desequilibrio mineral produce estragos sin cuento en los seres
humanos, por no encontrar apenas oposición, es decir, reacción para alcanzar el
debido equilibrio.
Mientras que la lucha contra los microbios acapara una mayor actividad de los
sabios y la diligencia de los servicios sanitarios, se asegura la multiplicación de
estos mismos microbios a quienes se pretende combatir, se aumenta su virulencia,
ofreciendo por todas partes una excelente disposición para su desarrollo: los
organismos desequilibrados del hombre, animales y plantas.
Los ingenieros agrónomos han de determinar qué variedades son las de mejor
constitución para la salud. Cuando éstas estén bien determinadas, quedará el
trabajo de hacerlas adoptar. Las variedades, incapaces de fijar el magnesio en las
proporciones debidas, deberían ser proscritas.
Un punto muy importante para llegar a la obtención del equilibrio mineral estriba en
el conocimiento de su relación con las glándulas endocrinas.
Sabido es que estas glándulas rigen, en su mayor parte, la salud y el desarrollo vital
del organismo. En este punto podemos asentar como cierto este principio: a todo
desequilibrio mineral prolongado corresponde un desequilibrio endocrino, que
repercutirá notablemente en los individuos sometidos a él.
De ahí no nos extrañará que los individuos de una región presenten especiales
características respecto de los de otras regiones, que tienen un influjo mineral
distinto en las glándulas endocrinas, rectoras de la vida y del desenvolvimiento del
organismo.
El pan, por ser primero de los alimentos, ha ocupado la atención de H. Vilain. Insiste
en que se siembren las mejores variedades de trigo para la salud del consumidor.
A estos trigos se les debe dar un cultivo que mejore todavía las cualidades de su
excelente composición mineral, pues ésta puede variar entre límites no pequeños.
Y, por fin, hay que utilizar debidamente estos trigos. Elimínese el salvado, que no es
digerible; pero, sobre todo, de ningún modo se quiten el germen y las envolturas
internas, tan ricas en vitaminas y minerales útiles, a fin de obtener un pan más
blanco.
Se elimina el salvado, pero las sales solubles del salvado quedan en la pasta. No
queda más que echarle sal, hacerlo fermentar y cocerlo. Este pan es muy fácil de
digerir, por contener las diastasas del germen y las solubles del salvado. Este pan
es además, más económico.
De todo lo dicho hasta aquí ya no puede dudarse de que nuestra salud exige una
alimentación más abundante en magnesio, sobre todo si se tiene en cuenta los
efectos saludables y el gran número de enfermedades que previene o remedia las
ingestión de las sales magnésicas, según hemos de ver más adelante.
Parece, pues, que para evitar donde se pueda las enfermedades sin número, que
son la consecuencia directa o indirecta de la carencia o desequilibrio mineral, es
preciso y urgente asegurarnos una alimentación más rica en magnesio. ¿Cómo
obtenerla? Los medios son dos: uno artificial, natural el otro.
Sin duda, cada uno puede añadir, en forma de sales, a su alimentación los
minerales deficientes. Este procedimiento tiene su eficacia, como lo demuestran los
enfermos curados que lo han tomado siguiendo los consejos del doctor Delbet. Pero
por dos razones este método no es plenamente satisfactorio; pues así los
beneficiarios serían una minoría, y es un medio anormal, porque se tomarían como
medicamentos pedidos en la farmacia, ingredientes que deberían estar en nuestra
alimentación ordinaria.
Dado que los desequilibrios, o al menos su aumento cada día más acusado, son
consecuencia de algunos errores señalados por P. Delbet, el medio mejor es
corregir estos errores, de la siguiente manera:
1. Es preciso, en primer lugar, asegurarse un pan
convenientemente mineralizado. Un pan de esta clase sería
suficiente para aumentar nuestra ración magnesiana en
proporciones considerables.
La fijación del calcio sólo puede realizarse por intermedio de ciertos agentes
orgánicos, ayudados por agentes químicos en los que se han fijado los fisiólogos en
estos últimos años y han estudiado su papel. En todos los trabajos, los autores, se
han dedicado a establecer el papel de fijador representado por el magnesio, y a
precisar, en los estudios sobre el raquitismo experimental, que el magnesio ayuda
enérgicamente a fijar el calcio sobre los huesos de los animales hechos raquíticos.
Hoy día está bien establecido que, entre las substancias que poseen la secreción
más fijativa sobre el calcio orgánico, la que mejor papel desempeña, es la hormona
paratiróidica en primer plano.
Por tanto, aquí para ayudar a la medicación cálcica, es oportuno una indicación
importantísima que permita comprobar la necesidad de una asociación de sales
magnésicas con las de fósforo y de calcio para facilitar la absorción. Estas
experiencias, rigurosamente ejecutadas, permiten su comprobación y
establecimiento.
Por otra parte, el magnesio asociado al bromo o al yodo da origen a dos productos
halogenados (bromados y yodados) de magnesio, cuya utilidad terapéutica es de
las más importante. En el bromuro magnésico, el magnesio aumento su buena
tolerancia y refuerza su actividad por su acción antiespasmódica. En lo
concerniente al yoduro de magnesio, la absorción es aún más prometedora.
Las particularidades del cloruro de magnesio no podían menos que fascinar, desde
el primer instante, al abigarrado grupo de sus contemporáneos. Y como el espíritu
humano tiende constantemente a buscar analogías, no es de extrañar que en un
principio le pretendieran asignar casi un papel, si se nos permite la palabra,
telepático.
Sus rasgos reflejan un rostro armonioso y bien dibujado, labios finos, mentón lleno y
carnoso y frente magníficamente abombada sobre unos indefinibles ojos de mirada
de acero. Cuando por las mañanas atraviesa, con su andar amplio y decidido, la
puerta de la trastienda de su laboratorio, irradia una seguridad bienhechora; todos
sus contemporáneos le reconocen una paciencia infinita, incansable.
Esta tranquilidad, este tesón, esta grandiosa y perseverante paciencia, esta entrega
de la vida para la vida de la ciencia, este ex profeso olvido del pensamiento en la
penumbra del misterio, tenían que resurgir. En 1891 demuestra que el lavaje del
peritoneo con antisépticos favorece la infección. La antisepsia, basada en los
descubrimiento de Pasteur, había revolucionado el campo de la cirugía. Pero, si la
esterilización de los instrumentos y de las manos permanecía igual, la acción de los
antisépticos sobre las llagas era puesta en duda.
El licor de Labarraque, el ácido fénico y un sin fin de productos atacan los microbios
y destruyen las células. Para el pensamiento científico de su época, la segunda
conclusión no reza la mayoría de las veces.
Pero Delbet va más lejos; sabe, desde Metchnikoff, el papel de los glóbulos blancos
en la lucha contra la infección, y constata que una solución de cloruro de magnesio
aumenta su poder fagocitario. En un momento, las obscuras horas de soledad en el
laboratorio y los días enterrado en sus estudios prorrumpen en un estallido que
hace volver todas las miradas hacia él.
Como todos los hombres de ciencia, su existencia está alejada del mundo y oscura
entre su luminoso pensamiento. La humanidad sólo premiará al descubridor del
medicamento efectivo del cáncer, y es muy posible que olvide en él uno de sus
precursores.
Esta son tantas, que si no las viésemos confirmadas por los hombres de ciencia,
nos parecerían sospechosas.
Pero he aquí que son casos realmente sucedidos y comprobados por la
experiencia. Nos bastará para nuestro intento revisar los comunicados que el doctor
Delbet ha dirigido a la Academia de Medicina francesa. P. Delbet, de la Academia
de Medicina, es nombrado Presidente de la Asociación Francesa para el Estudio del
Cáncer. Por un camino distinto ha llegado a las mismas conclusiones que H. Vilain.
Los dos proclaman la necesidad del magnesio en la economía mineral del mundo
actual.
3. Desórdenes digestivos:
Un médico envió al doctor Delbet su propia observación.
Tenía perturbaciones intestinales penosas y persistentes. A
pesar de un severo régimen y un tratamiento de agentes
físicos (diatermia, rayos infrarrojos), su estado no había
cambiado apenas.
Y termina diciendo:
«En fin, se emplea con mucha ventaja en casos de mal de
piedra, que dependen de la superabundancia de ácido
úrico».
Las investigaciones que se han hecho sobre órganos muy importantes de los
ancianos, nos dicen que las características de estos órganos afectados por la edad
son la disminución del magnesio y el aumento del calcio; y, por consiguiente, la
proporción, el equilibrio debido, disminuye entre estos dos importantes elementos.
En los adultos el valor de esta proporción es doble que el valor de esta misma
proporción en los ancianos. Esta disminución del magnesio no es un hecho
secundario, ya que el aumento del calcio; y, por consiguiente, la proporción de
accidentes y caídas de la vejez. Por eso es necesario que el contenido en sales
magnésicas de los alimentos sea tanto más rico, cuando la edad es más avanzada.
El magnesio favorece la fijación del calcio allí donde su presencia juega un papel
fisiológico normal, por ejemplo, en los huesos; mientras que lo elimina de las partes
donde su presencia es patológica. Ejerce, pues, una acción reguladora.
No hay contradicción en que el magnesio fije en unas partes del calcio y lo elimine
de otras, pues el calcio se encuentra formando distintos compuestos en las diversas
partes del cuerpo.
En el organismo débil de los ancianos los efectos del magnesio son magníficos; sin
embargo, en el organismo lleno de vida de los jóvenes puede aún acelerar el ritmo
vital produciendo efectos no saludables. Por eso, advertimos - dice Delbet - por bien
de los jóvenes, que no es conveniente que ellos abusen de ello, sino que lo usen
con moderación.
En las mismas ideas abunda el Dr. Pauchet antes aducido en su obra «Permaneced
jóvenes» (página 57), cuando escribe:
«Y para acabar este capítulo, dos palabras sobre el magnesio.
Actualmente los médicos se ocupan mucho de la cuestión del
magnesio introducido en el organismo como medio terapéutico. Se
ha demostrado que, en todo individuo, la presencia del magnesio
está en relación directa con el grado de vigor.
La niña presenta señales claras de una difteria grave. El análisis de los bacilos de
sus amígdalas confirmó el diagnóstico. Para atacar la enfermedad, había que
inyectar a la niña suero a grandes dosis, como lo había hecho el doctor Neveu en
muchos casos con feliz resultado. Con el fin de evitar las perturbaciones debidas al
suero que pensaban inyectar, el doctor Neveu prescribió la solución siguiente:
Cloruro de magnesio cristalizado, 28 gramos; agua natural, como disolvente, medio
litro.
Esta solución debía ser tomada en tazas de café, cada cuatro horas.
Esta es la citofilaxia del cloruro de magnesio de que hemos hablado antes, es decir,
el aumento de vitalidad de las células que las hace triunfar por sí solas de los
microbios, según la doctrina del doctor Delbet confirmada por muchas experiencias.
El doctor Neveu ha tratado con este método otros cinco casos con los síntomas y
exámenes positivos de los bacilos de la difteria (bacilos de Loeffler).
Todos se han curado rápidamente, después de haber tenido gran cuidado de probar
que se trataba de casos de difteria. Neveu, seguro de la eficacia de su método, ha
suspendido los exámenes bacteriológicos y la redacción de las observaciones
clínicas, que ya no tenían interés para él, y en los años siguientes trató por la
solución de cloruro de magnesio al 20 por 1.000 más de 60 casos de anginas
diftéricas, siempre con feliz resultado.
Este tratamiento dio por resultado la curación del paciente. Las 10.000 unidades de
suero, dosis mínima y tardía, no bastan según el doctor Rouche, para justificar la
curación de este caso. La dificultad provino de haber comenzado tarde el
tratamiento, que fue al cuarto día de la enfermedad, viniendo a aumentar la
dificultad el frío y la falta de higiene.
Reveló, pues, las observaciones clínicas de cuatro nuevos casos de difteria, tres de
los cuales eran extremadamente graves, confirmados todos por el laboratorio, y
dirigió estas observaciones juntamente con las precedentes al doctor Duvic,
Inspector-Médico de la Charente-Marítima.
Las dos primeras dosis, bastante próximas, permiten obtener rápidamente una
concentración sanguínea suficiente. El intervalo de las dosis siguientes tiene por fin
mantener o disminuir progresivamente esta concentración, según el estado del
enfermo.
No he tratado niños menores de cinco años. La dosis para éstos debería reducirse
a 100, 80 ó 60 centímetros cúbicos. Hasta aquí la exposición del doctor Neveu.
Con este artículo comienza a extenderse, con feliz augurio, el procedimiento del
doctor Neveu. Llega a muchos médicos y será presentada a la Academia de
Medicina una comunicación sobre él. Vamos, pues, ahora a decir algo sobre la
acogida y resultados del nuevo método expuesto en este artículo. Los mismos
doctores nos cuentan cómo lo recibieron y con qué resultados lo aplicaron.
Por eso conviene seguir el tratamiento, hasta que el primer examen del cultivo de la
flora bacteriológica sea negativo de los bacilos de la enfermedad. Un segundo
examen se hará siete días después.
Dice así:
«Yo le agradecería que hiciese el favor de responderme a lo
siguiente. Como el medicamento suministrado debe ser cloruro de
magnesio desecado, si se emplea el cloruro de magnesio
cristalizado, es preciso emplear la fórmula de 43 gramos de cloruro
magnésico por un litro de agua. Así que, véase de nuevo con el
farmacéutico que ha hecho la preparación y pregúntele cuál era la
naturaleza del cloruro de magnesio empleado.
Vamos a concluir este punto dando la estadística de los casos de difteria tratados
por el método del doctor Neveu. El mismo la dio en una comunicación a las
«Jornadas Terapéuticas de París».
Dice así:
«He aquí, por orden cronológico, los nombres de los compañeros,
que con conocimiento mío, han ensayado el tratamiento de la
difteria por el cloruro de magnesio y la estadística:
Estos dos métodos, en esta forma empleados, no se oponen, sino que se ayudan y
complementan.
El estado interno del individuo se manifiesta primero en las lesiones de este género;
si el estado del individuo sigue empeorando, al no poner remedio, aparecerá con
signo trágico el tumor maligno del cáncer; pero, si se pone remedio al aparecer las
primeras lesiones posibles de curar, se habrá detenido en muchos casos el curso
de un futuro cáncer.
En primer lugar fijaremos nuestra atención en los efectos del cloruro de magnesio
sobre estas manifestaciones precancerosas, siendo nuestro guía el competente
médico doctor Delbet en todo lo que vayamos diciendo. Después, entraremos de
lleno en el estudio del magnesio con relación al mismo cáncer.
Si es posible probar:
La ración magnesiana en los pueblos europeos, antes de los abonos químicos y del
cernido de las harinas, era inferior a la de los egipcios, pero la diferencia no debía
ser considerable, pues la composición mineral de los vegetales no difería mucho de
la que tienen las mismas plantas cultivadas hoy en Egipto.
Notemos solamente que el pan europeo contiene siete veces menos de magnesio
que el pan de estos habitantes de Egipto. Mientras que los campesinos de Egipto
consumen de 2.5 a 3 gramos de magnesio por día, contra 3 gramos a lo sumo de
potasio, la alimentación de los ciudadanos de Europa y América contiene a lo sumo
0.5 gramos de magnesio contra 3 ó 4 gramos de potasio.
Nuestra ración magnesiana es unas cinco veces más débil que la de los
campesinos de Egipto y unas tres veces más débil que la nuestra de otro tiempo.
Estas últimas referencias son datos positivos de la Ciencia, que ponen de manifiesto que el
aumento del número de cánceres marcha a la par con una disminución de la ración magnesiana.
Queda bien claro, con lo dicho, que la disminución del magnesio no es despreciable por tres causas
principales, y que a esta disminución corresponde un mayor número de cánceres.
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CAPÍTULO III
EL MAGNESIO EN ZOOTECNIA
La salud del hombre depende, en gran parte, del equilibrio mineral de su alimentación.
Ahora bien, como este equilibrio mineral falta con frecuencia por deficiencia del magnesio en el
organismo humano, de aquí que este elemento, desde el punto de vista de la química biológica, sea
considerado como un elemento fundamental y del que no se puede prescindir en la alimentación.
Esto que hasta ahora suele referirse al hombre tiene también su aplicación a los animales, y por
consiguiente, no puede menos que afectar al ganado y, en general, a todos los animales domésticos
según se podrá apreciar en la exposición que sigue.
Esto se debe a que el mar es el receptáculo en que van acumulándose todos los
elementos minerales conocidos, y, por tanto, los seres marinos, a diferencia de los
terrestres, tienen siempre a su disposición todos los elementos necesarios para la
constitución normal de los principios inmediatos, sin el peligro de hallarse sometidos
a carencia o escasez de algunos de ellos, como les sucede a veces a los animales
terrestres.
Entre otros, el máximo interés de la parte mineral del pescado, de los moluscos y
mariscos, estriba en proporcionar a los seres humanos magnesio, yodo, arsénico,
manganeso, cinc, cobre y otros «elementos trazas», en forma de combinación
orgánica natural; todos ellos reconocidos como esenciales a la vida, desde los
trabajos de Armando Gautier y Gabriel Bertrand; elementos que los alimentos de
origen terrestre no siempre proporcionan en cantidad suficiente.
Así, según Lowern, el bacalao tiene 20 miligramos de magnesio por 100 gramos; la
pescadilla, 30; la merluza, 35; el róbalo, 25, y la platija, 25.
Con respecto a los moluscos, Lowern señala 20 mg. de magnesio por 100 gramos
en la almeja, 40 en la ostra, 50 en la coquina, 40 en la venera, 160 en el bucino y
385 en el caracol. Por lo que hace a los crustáceos, el mismo autor señala 50
miligramos de magnesio por 100 gramos en el cangrejo, 35 en la langosta, 40 en el
camarón y 105 en la quisquilla.
Los animales domésticos son víctimas, en los actuales tiempos, lo mismo que el
hombre, de falta de magnesio en su organismo. Los suelos, con el cultivo, intensivo
tienen poco menos que agotadas sus reservas de magnesio y la generalidad de los
agricultores no las incrementan con adiciones de compuestos magnésicos.
Natural es que los animales domésticos (ganado, aves de corral y conejos), que se
nutren casi exclusivamente de vegetales, estén también faltos de magnesio y, en
consecuencia, que experimenten los mismos o parecidos efectos dañinos que esta
misma falta ocasiona en el hombre.
Los fisiólogos sostienen que uno de los factores más importantes de la resistencia
natural de los animales a los agentes patógenos, es el llamado equilibrio mineral; y,
cuando hablamos de equilibrio mineral, no nos referimos directamente a los
animales, sino más bien a los alimentos y medios por los cuales éstos logran
conservar su existencia, lánguida o pletórica de fuerzas.
Como se ve, hay que comprobar cada caso determinado, tratándose de animales
domésticos, si hay suficiente y completa alimentación mineral; si la hay, habrá el
equilibrio, si no, el desequilibrio. El hombre, conocedor de estos desequilibrios
minerales, los empleará según le convenga: en los vivientes dañosos a los animales
domésticos empleará el desequilibrio, para hacerlos desaparecer; en cambio, para
los que les son útiles, procurará un buen equilibrio para favorecer sus intereses.
Se han llevado a cabo varias experiencias relacionadas con el magnesio en la
materia e ideas que acabamos de exponer. Las que a continuación vamos a narrar,
muestran, bien a las claras, la influencia que tiene el cambio en la alimentación y
medio de vida.
El Gammerux pulex, o pulga de agua, vive en las aguas corrientes de los ríos; pero
su adaptación a ellas es reciente, viviendo unas especies semejantes a él en el
agua del mar. Por esto, la pulga de agua puede vivir en una mezcla de agua de mar
y agua dulce, y también en agua de mar artificial que contenga las principales sales
marinas: cloruro de sodio, cloruro de potasio, cloruro de magnesio, sulfato de
magnesio y cloruro cálcico, en las mismas proporciones que se encuentran en el
agua del mar.
Con cualquier otro valor, el medio está más o menos desequilibrado y, por lo mismo,
es también más o menos venenoso.
Con diversas sales regaba rosales plantados en arena, que llevaban hembras
partenogenéticas y sin alas del pulgón Aphis rosae. Con sales de magnesio obtuvo
pulgones con alas. De nuevo hizo estas experiencias Shinji, obteniendo semejantes
resultados: regando con sales de magnesio, antimonio y níquel, obtuvo pulgones
con alas; con sales de calcio, potasio y estroncio, sin alas.
En la historia de Mr. Kuck hay un episodio íntimamente unido con el tema que
vamos tratando del equilibrio mineral.
A pesar de los esfuerzos por tener una habitación y alimentos excelentes para las
vacas y terneros, las desgracias continuaron siendo las mismas: los terneros
seguían muriéndose con los mismos síntomas. Nacían débiles, sus actos reflejos
eran lentos, no tenían apetito; la descomposición era general, con un 50 por 100 de
una especie de neumonía que hacía toser mucho a los terneros.
Advertimos antes cómo seis de los apartados para los terneros habían sido
recubiertos de un fino revestimiento. No se tardó en notar que los terneros
deterioraban con sus bocas estas paredes. Al principio no hicieron ningún caso de
esto. Más bien pensaron no terminar los restantes; pues sería un gasto inútil.
Sin más tardar, Mr. Kuck hizo un pedido grande de dolomita (compuesto de
magnesio): 4 toneladas molidas y cribadas como complemento mineral alimenticio y
40 toneladas para abonar los campos y pastizales.
Los terneros eran alimentados por las vacas que habían recibido el buen alimento.
Al cabo de dos semanas, se atenuó el olor fétido del establo de los terneros y se
notó un cambio notable en la mortalidad. Los terneros parecían más despiertos.
Se terminaron de revocar los apartados de los terneros con el mismo revestimiento
que los anteriores. Los terneros no tocaron ahora este revestimiento, pues no
tenían necesidad del magnesio que les venía por otra parte.
Con los nuevos elementos desaparecieron las mamitis de las vacas. Trece vacas
estaban en cuarentena por mamitis: al cabo de 20 días, las trece estaban curadas
sin ningún tratamiento especial. En un examen de todo el ganado sólo aparecieron
dos vacas con un pequeño toque en sus mamas, mientras que antes un 50 por
ciento estaban con mamitis en un tiempo u otro de su lactación.
Desapareció la infecundidad. Un año entero dieron leche veintitrés vacas, sin que
se pudiera asegurar su fecundación. Fueron conducidas a pastizales abonados con
dolomita, que con oportunas lluvias dieron excelente vegetación. Este fue el
alimento de las vacas.
Los nuevos terneros eran fuertes, normales, sin síntomas de descomposición. Sin
embargo, las vacas que para prueba no tomaron la nueva alimentación, dieron
terneros débiles, que presentaban los mismos síntomas y evolución que antes.
La prueba era bien clara: el equilibrio mineral hacía prodigios en los animales.
El sulfato de magnesio, como todas las sales de magnesio, ejerce una acción
abiertamente sedante en el sistema nervioso en inyección intravenosa, subcutánea
o intrarraquídea, o en aplicación local sobre un tronco nervioso. Por todo ello se ha
empleado en solución al 10 por 100 en el tratamiento del tétanos del caballo, hasta
la dosis de 30 gramos por día en inyecciones intravenosas. También se administra
en brevaje y mezclado con la leche caliente en el perro.
Un caballo sano estuvo junto a ella y comió de su mismo pesebre. Así queda
también demostrado que la enfermedad declarada contagiosa no lo es, si se puede
comunicar al animal una resistencia natural a los microbios.
Hice una encuesta entre los poseedores de vacas lecheras y observé que no tenían
fiebre aftosa las de los que habían puesto en sus abonos sodio, cloro y magnesio.
Es que no se había olvidado de los elementos necesarios para la producción de
leche, que contiene una proporción no despreciable de cloro, sodio y magnesio.
Como se ve, por esta conferencia, para Vilain el equilibrio mineral es la base de la
buena salud de los animales. Todo el desequilibrio mineral crea un estado de menor
resistencia, que deja al organismo casi sin defensas contra los microbios y
parásitos; y, cuando la epidemia o la enfermedad hace estragos, no es lo más
urgente andar a la caza del microbio o del parásito y luchar contra él; lucha ruinosa
y decepcionante, sino encontrar el desequilibrio mineral que ha abierto la puerta el
mal y poner allí el remedio.
Microbios y otros parásitos desaparecen como por encanto, sin que se haya
empleado ningún otra remedio.
Antes de terminan este punto, queremos subrayar el papel del magnesio como
oligoelemento, por la acción específica que manifiesta sobre la materia viva. Como
advierte el doctor F.A. Cid, nuestros conocimientos bioquímicos no son suficientes
para permitir una explicación adecuada de sus acciones referidas a propiedades
fundamentales; por esto, los hechos que el citado autor refiere deben ser
considerados como observaciones cuyo mecanismo no ha sido todavía esclarecido,
a pesar de haberse aventurado algunas hipótesis para explicarlo.
Entre los varios oligoelementos que se han hecho acreedores a ser estudiados de
una manera especial, figura, según el doctor Cid, el magnesio y el potasio, por
cuanto existen un buen número de hechos que permiten afirmar la singularidad de
su comportamiento, sobre todo cuando se trata de sales haloideas, como son las
que se contienen en el producto farmacéutico conocido con el nombre de
«Delbiase».
Más notable son todavía a este respecto los efectos que se producen por la acción
del magnesio sobre el músculo del intestino del conejo.
Todas estas disquisiciones han permitido aclarar que el magnesio, al igual que otros
oligoelementos, desempeña el papel de catalizador de las funciones vitales de los
organismos animales.
Cuatro son los procesos, de importancia fundamental para la vida, que se ven
influenciados por el magnesio:
1. La síntesis y destrucción de los elementos de los tejidos,
particularmente de las proteínas
2. Los procesos energéticos cuales son las oxirreducciones
3. La desintoxicación de venenos de origen endógeno
4. La transmisión de los estimulantes nerviosos
Estos hechos, como advierte el doctor F. A. Cid, abren perspectivas nuevas en lo
que se refiere a la alimentación, tratamiento de las enfermedades en los animales y
en lo que concierne al problema del cáncer, es decir, el problema del trastorno de la
formación y variaciones hasta ahora oscuras del epitelio y tejido conjuntivo.
El médico francés Delbet quiso aclarar un punto oscuro con respecto al magnesio:
su acción sobre los narcóticos en animales, para luego deducir la que podrían
ejercer sobre el hombre. Para ello se sirvió del cloroformo que suministró a dos
conejos: a uno de los cuales había inyectado previamente cloruro magnésico y al
otro no, y fue repitiendo la operación de dar al mismo tiempo igual dosis de
cloroformo a los dos conejos hasta que uno de ellos murió, lo que sucedió a las
siete veces.
Otro tanto hizo con otras binas de conejos. El resultado de tales experiencias fue
que murió doble número de conejos de los que no habían tomado la solución
magnesiana, que de los que la habían tomado.
Antes de dar por terminado este punto vamos a señalar algunos de los efectos
sorprendentes que el tratamiento con sales de magnesio produce en las principales
enfermedades de los distintos animales domésticos.
AVES DE CORRAL:
1. Tratándose del cólera, tifus, difteria y pesie aviar, el
tratamiento para diez animales será de un litro de
solución por día, mezclado con el alimento
2. En el caso de la pepita, habrá que extirpar la parte
córnea de la lengua y dar dos o tres cucharaditas
de la solución, de las de café, por ave.
CABALLO Y JUMENTO:
1. Si se trata de la erupción pustulosa denominada
usagre y el animal tiene un peso del orden de los
500 kilogramos, el tratamiento es un litro cada seis
u ocho horas, durante cuatro días, según la
gravedad del caso y las reacciones del animal
enfermo
2. En el aborto se les dará un litro mañana y tarde,
durante cinco días. Con todo, en animales de peso
bastante superior a 500 kilos, la dosis habrá de ser
de litro y medio.
BOVINOS:
1. Tratándose de fiebre aftosa y de vacas adultas de
400 a 500 kilos de peso, la dosis ha de ser de un
litro cada seis u ocho horas, según la gravedad del
caso, durante cuatro días; para becerros de 200
kilos, las mismas dosis; para terneros de leche,
medio litro cada seis u ocho horas, durante dos
días
2. La mamitis requiere el mismo tratamiento que para
la fiebre aftosa
3. La enteritis exige idéntico tratamiento al de la fiebre
aftosa, renovándolo una o dos veces
4. En el aborto, bajo la influencia de este tratamiento,
la vaca expulsa las envolturas fetales ella sola, sin
cólico y, hecho notable, sin olor, a los pocos días
que siguen el tratamiento, y la lactación será
normal. El tratamiento curativo consistirá en un litro
de solución magnesiana mañana y tarde, durante
cinco días. El tratamiento preventivo consistirá,
durante la gestación, en un litro cada dos días, si la
vaca presenta señales de aborto, y en un litro por
día durante cinco días.
Unas atinadas advertencias del doctor Neveu servirán de colofón a cuanto
acabamos de exponer acerca del empleo de las salas de magnesio por la cura y
prevención de enfermedades de los animales.
1. El doctor Neveu ha observado la inocuidad absoluta de las
dosis altas del cloruro de magnesio, siempre que ha creído
deber prescribirlo. Por eso no es de temer traspasar las
dosis que parezcan suficientes para curar algunas
enfermedades.
Por de pronto, en las cenizas de todos los vegetales, y especialmente en las de sus semillas, el
análisis encuentra magnesio. Este hecho dio una pista a los agrónomos sobre el papel que en la
vegetación debe desempeñar dicho metal. Fue en los comienzos del siglo cuando se observó su
presencia y de ella se dedujo que debía ser indispensable en la vida vegetal, si bien entonces no se
llegó a aclarar su función específica.
Se le solía confundir con el calcio y se creía que su acción ignorada podría realizarse en presencia
de otras sales metálicas.
Experimentos realizados en estos últimos años en diferentes ensayos, han comprobado de una
manera evidente la gran eficacia del magnesio, así como también el calcio, como fertilizantes de
extraordinaria importancia.
Esta confirmación experimental de sus valiosas propiedades alimenticias para las plantas ha
contribuido bastante a su empleo, que se ha ido generalizando a medida que se han divulgado los
ensayos e investigaciones de destacados agrónomos. De sus trabajos se deduce que el magnesio y
el calcio no sólo deben considerarse como los elementos que facilitan la asimilación del amoníaco y
del ácido fosfórico a las plantas, sino que, además, representan valiosos elementos para la
vegetación.
Más aún, según este autor, el magnesio está dotado, además, de aptitudes especiales comparables
a las de los infinitamente pequeños elementos químicos, conocidos con el nombre de
«oligoelementos», gracias a su acción catalítica establecida antes que nadie por G. Bertrand.
En nuestra exposición daremos cuenta, algún tanto detallada, de cuanto se acaba de apuntar
acerca de la importancia del magnesio en la agricultura.
También hay magnesio en el agua del mar y de algunos lagos, en aguas minerales
y en yacimientos salinos. En estos casos, generalmente lo está bajo la forma de
sulfatos y cloruros, y constituyendo también sales dobles o triples con las de otros
metales, en particular de potasio y sodio.
Sin embargo, esto no quiere decir que todos los terrenos de cultivo tengan
suficiente magnesio para las necesidades biológicas de las plantas:
En primer lugar, por la escasa solubilidad de la dolomita,
cuyos componentes calcio y magnesio tienen tan fuerte
unión que difícilmente se rompe por agentes naturales.
Todo esto hace que los terrenos cultivados, a pesar de
contener compuestos magnésicos en relativa abundancia,
no puedan ser éstos utilizados por los vegetales en
proporciones necesarias.
Es que no basta que el suelo contenga suficiente cantidad de magnesio para la vida
de las plantas; sino que es necesario que éste sea asimilable; pero dicha
asimilación es un fenómeno bastante complicado, en el que intervienen factores
físicos, físicoquímicos y biológicos. Basta un exceso de cationes más fuertes,
cuales son los de potasio, sodio, calcio, etc., para determinar una enorme
disminución en la absorción de magnesio.
Garman y Markle han ideado un método para determinar la riqueza de los suelos en
magnesio, el cual se basa en la extracción de una muestra de tierra por solución de
acetato sódico 0.25 normal de pH = 5 y valoración del magnesio en el extracto. Este
método tiene indudablemente un valor positivo para altos niveles de magnesio.
Así, por ejemplo, riquezas del orden de 80 a 100 kilogramos de magnesio por
hectárea indican la no deficiencia de magnesio y experimentalmente se comprueba
la exactitud de ello; pero, cuando los niveles son bajos, no puede este método
definir carencia. Por esto, al método de Garman-Markle sólo se atribuye un carácter
aproximado y un cierto valor informativo.
Algunos autores han dado, como cifra de deficiencia de magnesio en los suelos, el
valor de 50 kilogramos por hectárea; pero la experiencia demuestra que mucha
plantas pueden vivir con normalidad en suelos con menor cantidad de magnesio
determinado por el método de los autores antes citados. Como conclusión de lo que
se acaba de exponer se deduce que el magnesio extraíble por la solución de
acetato es ciertamente un índice de seguridad; pero el recíproco no es exacto
siempre.
Los agricultores desean, para poder obrar en consecuencia, que se les señalen
cifras o valores medios del contenido en magnesio de los suelos, desde el punto de
vista de su importancia con las necesidades de las plantas. Pero deben hacerse
cargo de que es difícil, o poco menos que imposible, como se deduce de lo
anteriormente expuesto.
En general, las semillas, bulbos y tubérculos contienen el magnesio bajo las formas
de carbonato y fosfato, y esto en proporción generalmente mayor al calcio, salvo
algunas excepciones.
Para comprender el proceso biológico que en las hojas tiene lugar, es de saber que,
en el protoplasma de la célula vegetal, existen los leucocitos, que son unos
corpúsculos destinados a elaborar principios esenciales necesarios para la vida
vegetal. A los leucocitos coloreados se les designa con el nombre de cromoleucitos
que, con distintas materias colorantes, producen la rica gama cromática de flores y
frutos.
Los leucocitos incoloros, llamados cloroleucitos, son a los que colorea de verde la
clorofila, substancia de vital interés para las plantas, por cuanto mediante esa
substancia los vegetales asimilan el carbono del anhídrico carbónico contenido en
la atmósfera.
Ahora bien, como hay dos tipos de clorofila (a y b), resulta que el total de los
pigmentos de las hojas verdes son cuatro: clorofila a, clorofila b, carotina y xantofila.
La relación magnesio total (magnesio clorofílico en las hojas, por ejemplo) puede
alcanzar hasta el valor 26 y, según Garret y colaboradores, la deficiencia magnésica
sólo se evita cuando esta razón es superior a 6 ó 10 como mínimo: es decir,
normalmente en la hoja verde de una planta debe haber, por lo menos, diez veces
más magnesio no clorofílico que el incorporado a esta molécula. Esta es la cifra
dada por Carolus.
Pero en las plantas de tabaco se ha demostrado, que sólo el 0.03 por 100 del
contenido total de magnesio de la planta (hojas y tallos) era el necesario para
satisfacer las necesidades de magnesio clorofílico.
En la obra titulada «En los próximos 100 años», de C.C. Furnes, profesor de
ingeniería química de la Universidad de Yale (EE.UU.), al tratar de la granja
perfecta, señala el magnesio entre los alimentos indispensables para las plantas
(pág. 369).
De ser esto así se puede esperar una correlación entre el fósforo y el magnesio
contenidos en las plantas.
Por de pronto, los citados autores se dieron cuenta de que, para hacerse un exacto
criterio sobre el particular, no es suficiente el análisis químico de los tejidos de las
plantas, sino que es necesario el análisis de la semilla. Para comprobar estos
extremos, verificaron experimentos en un terreno que contenía el porcentaje
requerido en magnesio, o sea 30 kilogramos por hectárea, y cultivaron en él
melocotones y maíz.
K.C. Berger, por ejemplo, ha cultivado guisantes en suelos abonados con distintas
proporciones de fosfatos y magnesio, y ha comprobado de un modo irrefutable que,
al incrementar el suministra de magnesio, la respuesta del cultivo ha sido siempre
un enriquecimiento de fósforo en la semilla, superior al obtenido por sólo
incrementar el abono fosfatado.
El doctor L. Blas sospecha que, con este fenómeno, tenga relación otro hecho
observado, cual es la mayor riqueza en magnesio no clorofílico en los tejidos
jóvenes, raíces y frutos; es decir, en aquellos lugares donde el dinamismo
bioquímico es más intenso.
Al conocer los rusos los trabajos que se acaban de relatar, se pusieron a emplear
en aquel país mezclas de superfosfatos con silicatos de magnesio y los resultados
han sido verdaderamente satisfactorios. Las primeras experiencias hechas en Rusia
consistieron en adicionar al superfosfato ordinario un 8 a 9.5 por 100 del mineral
«dunita», rico en olivino; luego, también lo aplicaron al superfosfato triple.
El producto así obtenido no ataca a los sacos de yute, no se pega a las manos y se
derrama con facilidad en las máquinas distribuidoras de abonos, únicamente el
análisis químico revela una ligera disminución de la cifra del fósforo soluble al agua,
pero no al citrato. Los resultados experimentales han demostrado que el abono
llamado «serpentina-super» tiene igual valor como abono fosfatado que el
superfosfato ordinario, y a veces algo superior.
Análisis cuidadosos han demostrado que las citadas escorias contenían un 6 por
100, aproximadamente, de óxido de magnesio.
De aquí que la cantidad que de dicho elemento contiene cada uno de los órganos
de la planta, difiera mucho de uno a otro. Así, por ejemplo, en el maíz el 34 por 100
se encuentra en el grano, el 32 por ciento en las hojas, el 21 por ciento en el tallo y
el resto en las raíces.
Willsttater halló que el trigo contiene en sus cenizas más magnesio que calcio, y
Czapek amplió esta conclusión a casi todas las semillas, lo cual hizo pensar a los
fisiólogos en la posible importancia del elemento magnesio como elemento
modificador de la cuantía de las cosechas.
Este hecho, de que el magnesio se acumule en las semillas y frutos de las plantas,
es considerado como el corolario de su papel antes expuesto de elemento
conductor del fósforo. Loew encuentra, como un hecho general, que las semillas
aceitosas contienen de ordinario menos magnesio que las ricas en glúcidos,
almidón, etc.; en una palabra, en hidratos de carbono, e incluso señala el valor de
2.5 como relación normal.
Para otros autores, que consideran este hecho desde un punto de vista demasiado
simplista es evidente que el fruto o semilla, que necesariamente precisa magnesio
para su maduración, lo toma de las reservas de dicho elemento existente en las
hojas próximas.
Por ello es frecuente ver en los árboles ramas con frutos y hojas amarillas junto a
vigorosas ramas con hojas intensamente verdes, pero sin fruto.
En el caso particular del olivo se sugiere que las necesidades en magnesio sean
posibles responsables de la cosecha alternativa, Su carencia, como se ha
demostrado, produce la no fructificación.
El doctor L. Blas aduce, como ejemplo de esto, los olivos de algunas regiones, que
de jóvenes dieron abundante cosecha; pero que, al transcurrir los años, la
frecuencia alternativa de su fructificación fue ampliándose de período, hasta que el
labrador, cansado de ver la inutilidad de sus esfuerzos, optó por la radical medida
de su talado.
Las primeras noticias acerca de esta deficiencia aparecieron el año 1939, siendo
Hill y Wallace los primeros que estudiaron y diagnosticaron la presunta enfermedad
como carencia de magnesio, basándose en la semejanza de síntomas con otros
árboles cultivados en huertos arenosos y de bajo contenido en magnesio.
Riquezas comprendidas entre 0.25 y 0.40 por 100 de óxido de magnesio eran
indicios de posible aparición de la enfermedad, y, cuando el contenido en óxido de
magnesio era inferior a 0.25 por 100, entonces, sin excepción el árbol acusaba
claramente los síntomas de deficiencia anteriormente indicados.
Ante hechos tan evidentes, se procedió al análisis sistemático de los suelos donde
el proceso de carencia apareció. Wallace, por ejemplo, encontró la enfermedad en
suelos ricos y pobres de calcio, con lo cual eliminó este factor. Otros investigadores
achacaron la enfermedad a los suelos de baja acidez.
Finalmente, se llegó a la conclusión más probable de que lo que influye
definitivamente en la asimilación del magnesio por los manzanos es la relación
potasio-magnesio. Se comprobó, además, que siempre que hay deficiencia de
magnesio en dichos árboles se advierte, por el análisis de sus hojas,
enriquecimiento simultáneo en potasio y que, fertilizando con exceso de sales
potásicas, se producen deficiencias de magnesio.
Por esto dice el citado autor que resulta incomprensible el dar tanta importancia al
abono fosfatado solamente, cuando del magnesio depende el éxito de la cosecha.
Los síntomas de deficiencia magnesiana del limonero son: amarillo de las hojas,
frutos de menor tamaño y baja calidad, facilidad de invasión de las ramas por
hongos.
Raume fue el primero que relacionó el transporte del almidón de las hojas al tallo y,
como para este proceso se necesita el fósforo como coenzima, de aquí que el
magnesio transportador del fósforo, según antes se ha explicado largamente, sea
teóricamente un elemento indispensable para este fenómeno.
Sobre otras vitaminas, los resultados no son aún definitivos; pero, desde el punto de
vista bromatológico e industrial, estos ensayos revisten la mayor importancia en
ganadería, y su mejora o corrección significaría un gran progreso en la economía
ganadera.
Ante todo, se ha comprobado la virtud que reúne de dotar a los vegetales de una
extraordinaria resistencia a las invasiones criptogámicas, y esto en mayor escala
que el calcio, sin duda alguna a causa de la más pronunciada basicidad del
magnesio.
En segundo lugar, este elemento facilita la asimilación del amoníaco y del ácido
fosfórico a las plantas. Asimismo, como el magnesio transforma los silicatos de
calcio, al ponerlos en libertad, permite que las plantas aprovechen importantes
cantidades de potasio que, de otro modo, quedarían inutilizadas. Pero, para que el
magnesio surta todos estos efectos en grado máximo, debe ir asociado al calcio,
pues la incorporación combinada de ambos elementos favorece las reacciones
químicas, sin las cuales la asimilación de los abonos minerales deja de producirse.
En líneas generales, las plantas más ricas en magnesio son las leguminosas, ya
que su contenido medio es del 0.3 por 100. Pero existen otras plantas en que el
contenido de magnesio es hasta cien veces menor.
Es de notar que, en estos análisis del total del magnesio contenido en la planta, los
resultados de distintos investigadores son muy diversos, puesto que el proceso de
absorción y emigración del magnesio es muy variable y depende, además, de la
vejez de la planta. Hawkin, en su experiencia con tomates, ha demostrado que esta
planta absorbe del suelo el 3 por 100 de su riqueza total de magnesio durante el
primer mes, el 20 por 100 durante el segundo y el 77 por 100 en el último mes.
Las hojas marchitas, antes de caer, transfieren su contenido de magnesio, hacia las
semillas u otras partes de la planta. Así se explica que, según sea la edad de la
planta, la cantidad de hojas caídas, etc., los resultados analíticos referidos a la
totalidad del peso de la planta puedan ser variables.
Esto viene confirmado por los análisis de magnesio de los gérmenes o semillas de
ambas, y, como advierte el investigador citado, la deficiencia de magnesio se deja
sentir en las cosechas de cereales cuando el medio germinativo adolece de
escasez de magnesio.
Entre las más perjudicadas figuran el maíz, el tabaco y la espinaca. Las gramíneas
y las patatas presentan mayor resistencia, si bien esto no quiere decir que se
encuentren del todo libres de estos perniciosos efectos, y así algunos
investigadores agronómicos han comprobado que la falta de magnesio en los
terrenos de cultivo de patatas ha dado por resultado numerosos casos de clorosis.
Asimismo importa recordar que muchos elementos son tóxicos cuando falta otro de
los necesarios; pero, en presencia de algunos que contrarrestan los efectos
nocivos, desaparecen los síntomas, como sucede con el magnesio y el calcio, pues
el primero elimina las influencias tóxicas del segundo. Además, se da la
particularidad, tratándose del magnesio, de que no sólo es el defecto del mismo lo
que produce efectos perniciosos en las plantas, sino también su exceso, que llega a
ser tóxico.
Los síntomas visuales de la falta de magnesio pueden aparecer en las raíces, tallos,
hojas, flores, frutos y semillas.
Estas anomalías se inician en las hojas más viejas, al paso que el tejido
intranervioso se vuelve amarillo o blanquecino, bronceado, rojo púrpura, hasta que,
finalmente, sobreviene la necrosis o muerte de los tejidos. La clorosis se presenta
en el ápice de las hojas y avanza con mayor o menor rapidez, según los casos,
hasta la base de las mismas, mientras que a veces se curvan.
Este investigador realizó, a mediados del siglo XIX, amplios ensayos culturales,
prescindiendo del empleo de sustancias minerales.
De ellos dedujo:
1. sin fosfatos las plantas mueren
2. sin potasa, los tallos carecen de rigidez
3. la supresión del magnesio determina una vegetación pobre,
hasta el punto de llegar a reducir las cosechas en un 75 por
100
Pero también afirmó que, con los compuestos magnésicos existentes naturalmente
en el suelo, había suficiente magnesio para nutrir la vegetación, sin necesidad de
nuevas adiciones.
Al hacer la afirmación que se acaba de recordar, Jorge Ville no tuvo en cuenta que
no todas las tierras tienen suficiente magnesio nativo utilizable, bien sea porque se
halla formando parte de compuestos no asimilables para las plantas, bien porque
principalmente nunca lo tuvo en cantidad conveniente, bien porque, aun cuando en
otro tiempo lo tuvo, paulatinamente ha ido desapareciendo por los agentes
atmosféricos o por los mismos cultivos.
Estos dos últimos, además de constituir un alimento indispensable para las plantas,
influyen ambos (magnesio y calcio) aumentando la eficacia de los aportes de
estiércoles y de los abonos minerales de uso corriente, que son los tres primeros
antes citados.
Existe en agronomía la ley de restitución del suelo de los elementos que extraen de
él sucesivas cosechas. Esta restitución se practica de dos maneras: por enmiendas
y por abonos. Las enmiendas modifican las propiedades físicas de los campos,
haciéndoles aptos para los cultivos, mediante adición de tierras adecuadas que
cumplan con la finalidad deseada.
Los abonos restituyen a los terrenos de cultivo los principios nutritivos que de ellos
extraen las cosechas. Ahora bien, tratándose del magnesio, no es suficiente
efectuarlo con enmiendas; ha de hacerse empleando abonos magnesianos, al igual
que se hace con los potásicos, nitrogenados y fosfatados.
No obstante, sin darse cuenta, en muchas de las mezclas que empleaban, o bien
añadían magnesio en el suelo (sales potásicas impuras, encalado con cales
dolomíticas, etc.), o incorporaban correctivos que unas veces contenían magnesio
(cenizas de plantas, yeso impuro), y otras inmovilizaban parte del magnesio
insoluble del suelo (sulfatos, cloruros, nitratos, etc.).
Lo que aún no está muy claro es la forma como se ha de añadir este magnesio.
De 20 a 30 kilogramos por hectárea son suficientes una vez al año, aunque estas
cifras, según otros autores, pueden reducirse hasta 10 a 12 kilogramos solamente,
cuando se emplean el sulfato o el cloruro de magnesio, siendo además importante
el advertir que en estos casos de cosecha de período corto, la dolomita, a unas
dosis diez veces mayores, no responde satisfactoriamente.
Suelos calizos y de baja acidez no deben ser abonados con óxido ni carbonato
magnésico, pero sí con sulfatas amónico y magnésico. El rociado con sal de Epson
(epsomita, que es sulfato magnésico) e incluso las inyecciones sólo deben
realizarse cuando los demás métodos fallan.
El ingeniero español don Luis Adelantado recuerda que, ya a fines del pasado siglo,
se aconsejaba mezclar con los abonos compuestos sulfato magnésico, que se
encontraba nativo cristalizado o se obtenía de las aguas madres de las salinas
marítimas o en el beneficio de los yacimientos potásicos. Sucesivamente se elaboró
el nitrato cálcico-magnésico partiendo de dolomías, con lo que se disponía de un
fertilizante nitrogenado y magnésico a la par.
El producto que mayor éxito consiguió fue el fosfato doble amónico-magnésico que,
aparte de las características esenciales de solubilidad, proporciona a las plantas
tres elementos muy apreciados en la fertilización, como son:
fósforo, nitrógeno y magnesio, en la proporción respectiva de 28/29
de P2O5, 6/7 de NH3 y 15/16 de MgO, soluble en agua cargada de
anhídrido carbónico y en disoluciones al 2 por 100 de ácido cítrico,
que equivale a decir que es utilizable por los ácidos vegetales del
suelo.
El fosfato amónico-magnésico, por ser insoluble en el agua, no es arrastrable a las
capas inferiores del suelo por las aguas de lluvia y de riego.
Esto hace que su aprovechamiento sea casi integral, a medida que se solubiliza,
con un rendimiento fertilizante de utilización mayor que el de los otros fosfatos y
demás abonos solubles en el agua.
Como fórmula más adecuada para acelerar el crecimiento de las plantas jóvenes y
los rendimientos herbáceos, se recomienda la siguiente composición: 150 gramos
de nitrato de sodio, 200 gramos de superfosfato mineral, 100 gramos de cloruro
potásico y 10 de sulfato de magnesio. Se distribuirá primero en dosis de 20 gramos
por metro cuadrado y, posteriormente, en forma de riego en una solución de 200
gramos por cada hectolitro de agua, alternando un riego con fertilizantes con otro de
agua pura.
Para aquellos lectores que pretendan adquirir abonos magnésicos, les indicamos a
continuación algunas casas que les podrán facilitar carbonato, cloruro o sulfato.
Este autor ha podido comprobar que no hay ninguna planta de entre las malváceas,
geraniáceas, papaveráceas y otras, que no reaccione favorablemente a la
aplicación del magnesio, sobre todo en lo que respecta a los síntomas de clorosis.
Este efecto - añade - es muy marcado en las gramíneas.
Pero, gracias a los trabajos llevados a cabo por Boyton y Cain, se ha logrado la
completa normalización de aquellas tierras, mediante la aplicación constante de
sales magnésicas en sus diversas formas (epsomita, kieserita, magnesia o calizas
dolomíticas). Especialmente la pulverización en verano de disoluciones de sulfato
magnésico ha hecho desaparecer los síntomas perniciosos, incluso en la cosecha
del año siguiente.
No podemos omitir en este lugar los éxitos agrícolas obtenidos con el empleo de
compuestos magnesianos por Mr. Kuck, propietario de las granjas Brookside, en
New Knoxville (Ohío, EE. UU.). Las cosechas obtenidas en sus campos abonados
con dolomita dieron la prueba más manifiesta de la acción del magnesio. Con una
primavera extraordinariamente húmeda, seguida de la sequía más rigurosa, los
resultados se podían apreciar a simple vista.
Y así, mientras casi todos los campos de la vecindad estaban muy exhaustos, las
42 hectáreas de Mr. Kuck permanecieron verdes y dieron una cosecha muy superior
a la media de la región. Los tallos de la alfalfa no abonada con dolomita estaban
amarillos después del tercer corte, mientras que la abonada con dicho mineral
tenían, a la entrada del invierno, un bonito color verde oscuro.
Sobre el suelo, pobre y arcilloso, las plantas crecían difícilmente y eran presa de los
más variados parásitos. Los animales, mal alimentados, eran arrebatados por las
epidemias. Los campesinos, arruinados y desalentados, abandonaron el terreno. H.
Vilain se enteró de que por 3.500 francos le vendían 31 hectáreas de terenos y los
edificios de habitación. Así se lo anunció su amigo el abate Renand, antiguo párroco
de Lachapelle.
Todo desequilibrio crea un estado de menor resistencia que deja al organismo casi
sin defensas contra los microbios y parásitos; y cuando la epidemia o la enfermedad
hace estragos, no es lo más urgente andar a la caza del microbio o parásito y luchar
contra él, la lucha ruinosa y decepcionante, sino encontrar el desequilibrio mineral
que ha abierto la puerta al mal y poner allí remedio.
Microbios y otros parásitos desaparecen como por encanto, sin que se haya
empleado ningún otro remedio.
EPÍLOGO
Vamos a terminar esta compilación de trabajos acerca de las virtudes curativas del magnesio,
reproduciendo - pues nos las hacemos nuestras - las palabras con que el P. Manzanal dio término a
la serie de sus artículos.
En el transcurso de este estudio hemos relatado numerosos hechos que muestran que la salud de
las plantas, de los animales y del hombre depende, en gran parte del equilibrio mineral de su
alimentación.
Hemos visto asimismo cómo H. Vilian y Mr. Kuck obtuvieron buenas cosechas y curaron a sus
animales enfermos por medio de un mejor equilibrio mineral, aportando particularmente magnesio.
Este elemento, pues, desde el punto de vista de la química biológica es un elemento fundamental.
En la producción vegetal no se puede prescindir de la alimentación magnesiana de la planta. Lo
mismo hay que decir respecto de los animales y del hombre.
El campesino egipcio, insuficientemente vestido tirita cuando hace frío; pero no se constipa, ni
enferma de gripe, neumonía ni pleuresía. Sus dientes no se carian. Se sabe que las caries eran
antes desconocidas en los esquimales. Ha aparecido en ellos solamente cuando ha penetrado en
sus tierras el pan blanco y los alimentos refinados de nuestra alimentación, que, por otra parte,
están más o menos desequilibrados.
El campesino egipcio resiste muy bien a las enfermedades europeas. Sus mujeres dan a luz con
mucha facilidad, sin la fiebre subsiguiente, y alimentan a sus hijos durante dos años o más. Los que
escapan a las enfermedades parasitarias, viven hasta una edad muy avanzada, conservando una
salud perfecta, física y psíquica.
Estos mismos efectos podemos nosotros conseguir mediante el buen equilibrio mineral, que hemos
propugnado en todas las páginas de este estudio. Y, bajo este punto de vista, se han de considerar
todas las curaciones que hemos relatado. Este equilibrio estará en el terreno de nuestro organismo.
Fuera del terreno la lucha contra el agresor presenta notables ventajas; pero dentro del terreno esta
misma táctica, si el terreno es deficiente, por ejemplo, en su equilibrio mineral, no puede dar más
que resultados fragmentarios y rara vez definitivos, después de un período más o menos largo.
Pero el agresor no puede dejar de perder mucha de su importancia, si nos acordamos menos de él,
para dar una mayor importancia al perfeccionamiento del terreno. Y este es el segundo modo de
combatir al agresor.
¿No es, en efecto, la débil resistencia del terreno, de la cual el desequilibrio mineral es actualmente,
una de las principales causas, que, no activando su defensa, transforma enemigos ocasionales e
inofensivos en parásitos peligrosos o en microbios virulentos?
Y, por el contrario, en un terreno resistente los microbios pierden poco a poco su virulencia agresiva.
Recientemente, la importancia del terreno ha sido puesta a plena luz por los trabajos de médicos
que estudian enfermedades misteriosas hasta entonces incurables, y por los trabajos de sabios
biológicos que han estudiado el problema de la alimentación.
Éstos trabajos han revelado que muchas enfermedades - y de las más graves - tienen por causa,
«no la presencia de un elemento nocivo que el organismo ha dejado penetrar en su
seno, sino la ausencia en la alimentación de una o varias substancias
indispensables a la vida o a una de las manifestaciones de la vida».
(Randoin)
La trascendencia de mirar la defensa del organismo desde el punto de vista de su perfecto estado
de resistencia y de explotar las energías latentes que puede desarrollar, más que perseguir o
destruir el microbio con medios venidos de fuera, una vez introducido en el organismo, es de unos
límites insospechados. Un organismo en tal disposición triunfa solo y fácilmente de sus enemigos.
A esto se han dirigido nuestras líneas, a presentar este punto de vista menos atendido, no
precisamente a despreciar y rebajar en su importancia otros medios que, estudiados por los sabios,
dan lugar a muy apreciables éxitos, pero sí a decir que éstos no son exclusivos de ellos, porque hay
otros medios que proceden de otra dirección y que también dan excelentes resultados.
Creemos haber puesto en claro la importancia de que los organismos tengan en sí la excelente
defensa de un equilibrio mineral perfecto, que los defienda de muchos ataques por sí mismos, sin
requerir ninguna defensa extraña, que a veces, entrando en conflicto con el organismo, le puede
perjudicar.
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APÉNDICE PRIMERO
¿COMO DEBE TOMARSE EL MAGNESIO?
En los varios trabajos extractados para componer este libro, hemos podido advertir tres cosas:
1. que se preconiza casi exclusivamente la ingestión de cloruro de magnesio;
2. que las más de las veces no se indican las dosis
3. que, cuando la señalan, no coinciden los diversos autores en la cantidad.
Para orientar en este punto a nuestros lectores, vamos a presentar unas normas de orientación.
Vamos, pues, a explicar en qué consisten estas tres sales, cómo se deben tomar y dónde se
pueden adquirir.
Puede adquirirse en farmacias o en droguerías algo bien surtidas, como suelen serlo las de
poblaciones importantes. Se expende en frascos de 100 ó 250 gramos muy bien tapados, y en la
misma forma se han de conservar, por tratarse de un producto delicuescente (higroscópico), es
decir, que toma la humedad del aire y se licua. Es inodoro y de sabor amargo.
La otra sal magnésica es el sulfato de magnesio, que cristaliza con siete moléculas de agua y tiene
por fórmula S04Mg7H20. Expuesta al aire enflorece, perdiendo agua. Es inodora y de sabor muy
amargo. Puede adquirirse también en farmacias o en droguerías.
Todavía debemos mencionar los comprimidos DELBIASE, que contienen las cuatro sales
halogenadas del magnesio (cuales son el fluoruro, el cloruro, el bromuro y el yoduro de Mg), y la
crema DELBIASE, de composición parecida a la de los comprimidos del cloruro, para ser aplicada a
la piel, como regeneradora de los tejidos y frenadora del desarrollo anárquico de las células. Estos
preparados se venden exclusivamente en las farmacias.
Lo mismo puede decirse del MAGNOGENE, del HAL-MAGNOL y de los HALÓGENOS JULIA-4H.
En el empleo de sales de magnesio, débese distinguir, según se trate de curar alguna enfermedad o
achaque ya contraído, y entonces reviste carácter medicinal, o sólo como preventivo, y en este caso
debe considerarse, no como medicamento, sino simplemente como alimento poco menos que
necesario. Por regla general, cuando se trata de curar alguna enfermedad, se recomienda tomar
doble dosis al día.
Una de las maneras prácticas de tomar el cloruro magnésico es sirviéndose de una solución
dispuesta previamente al efecto, que puede prepararse disolviendo 33 gramos de cloruro
magnésico cristalizado en un litro de agua. Si se tratase de sulfato magnésico, la solución se habría
de preparar con 50 gramos de esta sal en un litro de agua.
Si no se desea preparar previamente la solución de sales, entonces se toma una cucharita de café,
no muy colmada, de cloruro sódico o una cucharita de café, esta vez bien colmada, de sulfato
magnésico.
En ambos casos se disuelve cualquiera de estas sales en un poco de agua, lo que se obtiene muy
rápidamente, por tratarse de sustancias muy solubles.
Si la sal que se toma es carbonato, se ha de desleír una cucharada sopera, colmada, en un poco de
agua en un vaso (como dos dedos) o bien en la leche del desayuno, pues no le comunica ningún
sabor. Cada toma de comprimidos DELBIASE consiste en dos comprimidos en medio vaso de agua.
La aplicación de la crema DELBIASE a la piel comporta un masaje, a fin de hacerla penetrar bien en
la epidermis.
Téngase presente que las cantidades indicadas se refieren a una dosis; por tanto, en los casos de
utilizar las sales de magnesio como medicinas, se habrían de tomar dos dosis al día: una por la
mañana y otra por la tarde. Con todo, por razón de la edad, las dosis para obtener los efectos
curativos deberán atenerse a otras cantidades, según lo ha expuesto el doctor Neveu y nosotros
reproducimos a continuación.
Se les irá desplazando progresivamente, cada 8 horas, más tarde cada doce, a medida que el
enfermo mejore. Después de la curación aparente, es necesario continuar el tratamiento algunos
días, para que el enfermo no se exponga a recaídas.
Tratándose de los HALÓGENOS JULIÁ-4H, se señala como dosis preventiva o de conservación una
cu-charadita de las de café (5 c.c.) cada día, mezclada con dos dedos de agua natural, mineral,
sifón o gaseosa, que se tomará antes o después de una comida, sea la que sea.
Pero, cuando se trata de atacar en su fase aguda, los adultos y niños de más de 5 años deberán
tomar dos cucharaditas cada 6 horas; en casos muy graves, 2 cucharaditas iniciales, y a las dos
horas otras 2; las siguientes dosis, con seis horas de intervalo.
Repetimos que la sal magnésica más recomendada de los médicos es el cloruro. Sin embargo, a
algunos les resultará molesta de tomar. En primer lugar por ser amarga; con todo, a la larga uno se
acostumbra y ya nota menos el amargor. Otra propiedad del cloruro magnésico es la de ser
bastante laxante y, para algunos, poco menos que purgante.
Con todo, este efecto suele ser más pronunciado en los primeros días; después, el cuerpo ya se
habitúa y se regularizan las evacuaciones. A los tales, les convendrá ingerir el cloruro magnésico,
no en ayunas, sino poco después de la comida, pues entonces el efecto laxante es menos
pronunciado. En cambio, en las personas que padecen de estreñimiento, el cloruro de magnesio
resulta un excelente regularizador de las evacuaciones.
A las personas que no pueden tomar cloruro magnésico por resultarles demasiado laxante, les
convendrá ingerir el magnesio en forma de carbonato, de la manera que luego se explica.
Para las personas, pues, que por padecer de hiperclorhidria (exceso de ácido) suelen tomar
bicarbonato de sodio, el carbonato de magnesio resulta ser un excelente neutralizador de la acidez
para calmar el dolor de estómago, sin los inconvenientes del bicarbonato, que suele ser
desaconsejado por los médicos; porque, si bien de momento quita el dolor, fomenta la causa de la
acidez y, por consiguiente, el que se vaya reproduciendo con más intensidad en adelante.
En cambio, a las personas que padecen de hipoclorhidria (falta de acidez) no es aconsejable que
diariamente ingieran este neutralizador, que es el carbonato de magnesio.
El sulfato de magnesio conviene más a las personas que padecen del hígado, dado que
precisamente los sulfates suelen recetarse para este género de dolencia.
Se dirá, ¿no ha salido últimamente otro producto que hace en el organismo humano lo mismo y tal
vez más que las sales de magnesio, la jalea real?
Así, por lo menos, se anuncia, si bien no parece que tenga carácter de tanta universalidad como las
sales de magnesio. Una diferencia grande hay entre ambos productos y es lo referente al precio:
Cada cajita de jalea real viene a costar unas 500 pesetas, y cada toma, de 30 a 35 pesetas; en
cambio, el precio del cloruro de magnesio, cuando menos en Barcelona, es de 10 pesetas el frasco
de 100 gramos, comprado en droguería; el precio del sulfato es por el estilo, y un kilo de carbonato
de magnesio a granel cuesta sólo 25 pesetas comprado en droguerías.
Todavía debemos hacer resaltar entre los preparados magnesianos, citados en el decurso de esta
obra (DELBIASE, HAL-MAGNOL, MAGNOGENE, LIDATINE...), los llamados HALÓGENOS JULIA-
4H, de Villanueva y Geltrú (Barcelona), definidos como «estimulante biológico general, a la vez que
sustancia plástica, base de toda célula».
La diferencia que hay entre el uno y el otro estriba en que, modernamente, los vegetales suelen
contener el calcio requerido para su buen desarrollo, porque si las tierras no lo tienen se les añade
en forma de abonos o de enmiendas, al paso que los vegetales y también los animales que se
alimentan de aquéllos, suelen ser deficitarios de magnesio, puesto que las tierras lo tienen en gran
parte agotado por los cultivos sucesivos, y entre los agricultores no ha entrado hasta ahora, si no es
con raras excepciones, el abonado con compuestos magnesianos, como se hace con los de fósforo,
nitrógeno y potasio.
Pero debemos advertir que, de hecho, muchas veces no se aprovecha este magnesio de los
alimentos, por cuanto, al prepararlos, se deja perder miserablemente.
En efecto: la mayor parte de las materias minerales y también de las vitaminas de los vegetales se
hallan en las frutas y, muy particularmente, en las verduras; por lo cual es una mala costumbre,
reprobada con razón por los higienistas y dietéticos, desechar el agua de cocción de las mismas,
porque en ellas están disueltas las materias minerales y las vitaminas, y así se desperdicia lo que
más conviene para evitar la desmineralización del organismo.
Esta inveterada y mala costumbre tiene en algunos casos su justificación, y es cuando el caldo
resultante ofrece gusto desagradable, como sucede al cocer garbanzos secos y judías tiernas; pero,
en otros casos, no hay nada que lo justifique, si no es la rutina, como, por ejemplo, tratándose del
caldo resultante de hervir las patatas y las judías secas, pues ambos caldos, además de ser muy
sustanciosos, porque contienen la mayor parte de las materias minerales y las vitaminas de los
respectivos vegetales, dan lugar a sopas de gusto delicioso para la mayoría de paladares.
Los valores de magnesio y calcio se dan en miligramos de óxido, es decir, de magnesia (MgO) y de
cal (CaO) por 100 gramos de sustancia.
APÉNDICE III
PRINCIPALES DOLENCIAS PARA LAS QUE SE RECOMIENDA EL
EMPLEO DE SALES DE MAGNESIO
Con objeto de que, cuantos se sienten aquejados de alguna dolencia puedan saber inmediatamente
si en este libro se citan autoridades médicas que recomiendan las sales de magnesio para alivio de
su mal o si efectivamente se han dado casos que lo han prevenido, aliviado o curado, nos ha
parecido poner en este apéndice un catálogo de las dolencias que en él se citan. Y al hacer esto,
mucho nos tememos que alguno de los lectores tilde, despectivamente, de Panacea a las sales de
magnesio.
Si hubiese alguno que así procediese, le diríamos que efectivamente las sales de magnesio pueden
llamarse panacea - y no en sentido despectivo—, por cuanto es un hecho bien comprobado que a
su falta se deben muchas enfermedades que desaparecen con la ingestión de cloruro de magnesio
o de otra sal magnésica.
He aquí, pues, la serie de dolencias que se citan en el libro, con indicación de la página o páginas
en que esto se hace:
Aborto de los caballos y bovinos (El Mg previene
el), 96.
Adenitis (El Mg cura la), 61, 64.
Aftosa (El Mg cura la fiebre), 96.
Agotamiento intelectual (El Mg desvanece el), 12.
Alimento (El Mg es considerado como), 53.
Anginas diftéricas (El Mg cura las), 62, 64.
Antrax (El Mg cura el), 60.
Arterias (El Mg da elasticidad a las), 56.
Arterioesclerosis (El Mg evita la), 56.
Artrosis (El Mg cura la), 10.
Asma (El Mg suaviza el), 59.
Atrofia muscular (El Mg hace desaparecer la), 60.
APÉNDICE IV
BIBLIOGRAFÍA
Para cuantos quieran estudiar algo más a fondo las virtudes curativas del magnesio y su acción
sobre los animales y las plantas, nos ha parecido bien añadir un cuarto apéndice dedicado a
bibliografía sobre estas cuestiones.
Sin pretender, ni mucho menos, haber agotado la materia, podemos ofrecer a nuestros lectores una
lista de libros y artículos de revista acerca de los efectos salutíferos del magnesio.
ADELANTADO (L.) : Fertilizantes magnesianos. («Revista Industrial y Fabril, abril
1953, pág. 210, Madrid).
ANÓNIMO: El magnesio en la producción de cosechas. («Ion», marzo 1950, pág.
172, Madrid).
ANÓNIMO: El magnesio regulador del calcio, fósforo y halógenos en el organismo
de ciertas especies de plantas. («Ion», noviembre 1946, Madrid.
ANÓNIMO: El magnesio y el calcio. («El Monitor de la Farmacia, 20 mayo 1947,
pág. 193, Madrid.)
ANÓNIMO: Sales de magnesio y manganeso en el crecimiento del trigo. («El
Cultivador Moderno», agosto 1954, pág. 302, Barcelona.)
ANÓNIMO: Virtudes curativas del magnesio. («Ibérica», volumen, 20, 1954-II, pág.
252, Barcelona.)
BLAS (L.): El magnesio como abono. («Ion», marzo 1949, pág. 137, Madrid.)
BOYTON Y CAÍN: El magnesio en la manzana. («Ion», febrero 1941, pág. 106,
Madrid.
CAMP (A. F.): El magnesio en la fertilización del limón en Florida. («Ion», marzo
1947, pág. 193, Madrid.)
CANALS (E.): Du role physiologique du magnesium chez les végétaux. 134 págs.
Montpellier, Roumegous et Déhan, 1920.
CID (F. A.): Una página sobre el profesor Delbet, investigador del cáncer. («Ibérica»,
vol. 21, 1955-I, pág. 26, Barcelona.)
CID (F. A.: Los oligoelementos son catalizadores de nuestras funciones vitales.
(«Ibérica», vol. 21, 1955-I, pág. 104, Barcelona.)
COOPER (E. H.): Factores que modifican la asimilabilidad del magnesio en el suelo.
DELBET (P.): Acción frenadora del cloruro de magnesio en la multiplicación de las
células alípicas, en el desarrollo anárquico. («Academia Francesa de Medicina»,
París, 1.° de mayo de 1932.
DELBET (P.): El cloruro de magnesio favorece la evacuación biliar y mejora la
digestión. («Academia Francesa de Medicina, París, 1.° de mayo de 1936.)
EISENMENGER (W. S.): Relación entre el desarrollo las plantas y la necesidad de
magnesio. («Ion», noviembre 1946, pág. 619, Madrid.)
EISENMENGER (W. S.): Relación entre el desarrollo de de las plantas en los
cultivos de sementera y la necesidad del magnesio. («Ion», febrero 1947, pág. 105,
Madrid.)
FAVIVE (J.): Equilibre mineral et Santé. 403 págs. París, Librairie «Le François»
(Boulevard Saint-Germain, 91), 1951.
GOYTISOLO (José M.a): El magnesio fulminante vital. «Ibérica», vol. 11, 1950-I,
pág. 100, Barcelona.)
GOYTISOLO (José M.a): El magnesio y el calcio en el metabolismo vital. (Ibérica»,
vol. 14, 1951-II, pág. 32, Barcelona.)
JOHNSTON (F. B.): El magnesio en la producción de cosechas. («Ion», marzo
1950, pág. 172, Madrid.)
KRAUSE (M.): Magnesio para el diagnóstico diferencial de las enfermedades
agudas. (Arzt. Weschr.», 9, 283, 1954.) En este trabajo se habla de la sedación de
los espasmos viscerales abdominales, pero no de los procesos inflamatorios, con
respecto al tiosulfato de magnesio.
MANZANAL, S. I. (Francisco): ¿Qué se entiende por equilibrio mineral? («Ibérica,
vol. 19, 1954-I, pág. 302, Barcelona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco): El equilibrio mineral visto por un agricultor. («Ibérica»,
vol. 19, 1954, pág. 314, Barcelona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco): El equilibrio mineral del hombre. («Ibérica», vol. 19,
1954-I, pág. 387, Barcelona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco): El equilibrio mineral visto por un granjero
norteamericano. («Ibérica, vol. 19, pág. 425, Barcelona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco): Multitud de efectos curativos del cloruro de
magnesio. («Ibérica», vol. 19 pág. 462, Barcelona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco): El magnesio y el cáncer. («Ibérica», vol. 20, 1954-I,
pág. 28, Barcelona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco): Deficiencia de magnesio en la alimentación actual de
los pueblos. («Ibérica», vol. 20, 1954-II, página 68, Barcelona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco): Terapéutica magnesiana de la difteria. («Ibérica», vol.
20, 1954, pág. 105, Barcelona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco): Terapéutica magnesiana de las enfermedades
infecciosas. («Ibérica», vol. 20, 1954-II, pág. 146, Barcelona.)
MANZANAL, S. I. (Francisco: Las enfermedades infecciosas de los animales
domésticos. («Ibérica», vol. 20, 1954-II, pág. 187, Barcelona.)
MC INTIRE, SHAW y YOUNG: Empleo de silicatos magnésicos en el abonado de
tierras. («Ion, mayo 1953, pág. 280, Madrid.)
MC MURTREY: Efectos del magnesio sobre el crecimiento y composición del
tabaco. («Ion, marzo 1947, página 193, Madrid.)
MATONS (A.) y ROSELL-VITA (M.): Magnesio. («Diccionario de Agricultura,
Zootecnia y Veterinaria», vol. II, pág. 506, Salvat Editores, Barcelona.)
NEVEU (Dr.: El tratamiento de la poliomielitis por el cloruro de magnesio. (Revista
«L.Ouest medical», Francia, 10 noviembre 1951.)
PALIOS (Dr.) De la resistencia general conferida al organismo por las sales de
magnesio. («Academia Francesa de Medicina», París, 25 de mayo de 1940.)
PEVEN (Dr.): Traitement cytophylactique des moladles infectieuses par le chlorure
de magnésium. A propósito de este libro ha escrito el Dr. A. L.: «Se puede afirmar
que este mineral (el magnesio) protege contra toda infección y ciertamente abrevia
siempre la convalecencia reduciendo la astenia tan molesta.»
PRIECH (J.) y CONSTANT (J. P.), dan cuenta de los resultados favorables
obtenidos por el glutanato de magnesio en sujetos afectados de «petit mal»
epiléptico y en niños deficientes mentales. Con este tratamiento - añaden -
disminuye la frecuencia de las crisis mentales, se normaliza el comportamiento, se
eleva el coeficiente intelectual y se mejora el estado somático. («Medicamenta»,
número 265, pág. 45, 15 mayo 1955.)
PUIG, S. I. (L): .Posee el magnesio virtudes curativas? («Ibérica», vol. 26, 1957-II,
pág. 95, Barcelona.)
PUIG, S. I. (I.): El magnesio en zootecnia. («Ibérica», vol. 26, 1957-II, pág. 135,
Barcelona.)
RIBAS MARQUES (I.): Los bioelementos del pescado. («Ion», octubre 1944, pág.
603, Madrid.)
ROCASOLANO (C): La cal y la magnesia en fruticultura. («El Cultivador Moderno»,
noviembre 1956, página 118, Barcelona.)
SCHLIEPHAKE (E.): Empleo de preparados de magnesio en trastornos
circulatorios. («Deustch. Med. Wschr.», 77, 1508, 1952). En este artículo se dice
estar indicadas las combinaciones de tiosulfato y nicotina-to de magnesio en
inyecciones intramusculares o intravenosas en varias afecciones y trastornos
circulatorios.
SUÁREZ-GARCÍA (B.): El magnesio en agricultura («Ibérica, volumen 25, 1957-I,
pág. 343, Barcelona.)
SYMPOSIUM OF THE AMERICAN CHEMICAL SOCIETY: El contenido en
magnesio de los fertilizantes. «Ion», febrero 1947, página 105, Madrid.) TRIGO
MEZQUITA (A.): Importancia del magnesio en la vida de las plantas. («Ibérica», vol.
3, 1946-I, pág. 39, Barcelona.)
TROUG (E.), GOATES Y BERGER (K. C): Relación magnesio/fósforo en la nutrición
de las plantas. («Ion», marzo 1947, página 193, Madrid.)
VIDAL FREIRE (A.): Catión magnesio en la terapéutica. (La Prensa médica
argentina, XLII, 3.075, 1955.) En este trabajo se dice ser el magnesio muy
importante para la vida, por cuanto desempeña en ella un decisivo papel en los
procesos de síntesis y oxidación del organismo, y da cuenta de los alentadores
resultados de su empleo.
VITORIA, S. I. (E.): Los elementos químicos y su olio-godinamia en los seres vivos.
(«Memorias de la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona», vol., XVIII,
núm. 4, 1946.)
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Nota general: recuerda siempre que sigas un tratamiento curativo con suplementos dieteticos no
descuidar tu dieta, lo mejor es que siempre evites azucares y harinas refiadas (pan blanco,
refrescos, jugo senlatados, caramelos y dulces, pasteles, pastas refinadas, etc.), el consumo de
carnes rojas y la leche de vaca, ya que estos productos incrementan la circulacion de toxinas en
el cuerpo y no son beneficiosas para un organismo deteriorado o enfermo. Lo mejor en un
tratamiento curativo son los vegetales crudos y al vapor, y beber al menos dos litros de agua al
dia e infusiones según lo que se desee sanar.
Entre otras cosas, este mineral resulta clave para: la correcta transmisión de
los impulsos nerviosos, el trabajo de los músculos, regular la permeabilidad
celular, el desarrollo de la estructura ósea (en su ausencia, el calcio no se
asimila), la producción de enzimas, la replicación del adn y evitar que las
células se sobreexciten ante la presencia de las hormonas generadas por el
estrés. en esta última situación, el organismo acude a las reservas de magnesio
(depositadas en la estructura ósea), transportándolas al flujo sanguíneo. luego
de cumplir su función, el mineral es excretado del cuerpo, magnificándose este
drenaje ante la prolongada exposición a situaciones estresantes.
MODO DE PREPARAR:
EL MAGNESIO EN LA DIETÉTICA
DEFICIENCIAS DE MAGNESIO
Una dieta rica en magnesio puede ser suficiente en la mayoría de los casos para
restituir el equilibrio orgánico. Para casos más graves, es necesaria un
suplemento adicional. Como otros minerales, el magnesio en estado puro no
puede ser absorbido por el organismo y necesita estar unido a otra substancia.
Los distintos productos que se encuentran en el mercado (óxido de magnesio,
carbonato de magnesio, lactato de magnesio, cloruro de magnesio, etc) tienen
cada uno de ellos cantidades muy variables de magnesio esencial, aunque el
cloruro de magnesio es el de más fácil absorción por el intestino.
Uno de los efectos más comunes del magnesio tomado por vía oral es que
incrementa la motilidad intestinal. Por este motivo, el cloruro de magnesio es
empleado habitualmente como laxante. Tanto si se utiliza como laxante o como
suplemento mineral, hay multitud de preparados en el mercado, con muchas
presentaciones diferentes (en polvo, pastillas, saborizados, vitaminados, etc)
CONTRAINDICACIONES
TESTIMONIOS
Al cumplir los 32 años de edad, me detectaron artritis riumatoide y empecé a
ver que mis manos empezaban a no tener movimiento normal, ya que el dedo
índice medio se torno un poco rígido, con dolor e hinchazón y no podía moverlo,
posteriormente las cervicales me impedían agachar la cabeza ya que también
había dolor e hinchazón, después empecé con las articulaciones de hombros,
brazos, dolor de codos, muñecas hinchadas rodillas, y el caminar ya no podía,
eran temperaturas internas en las noches que me despertaban del dolor, era
tanto el dolor de mis manos y cuerpo que no podía siquiera taparme con la
cobija y mucho menos tener descanso, aun los medicamentos no quitaban el
fuerte dolor solo miniminizaban un poco, solo esperaba que pasara la noche
para ver el sol del día y poder dejar que mi cuerpo se descinchara y recuperara
otra vez las articulaciones para poder moverme, después de algunos meses
dándole gracias a Dios por que llego a mis manos un complemento llamado
Cloruro de Magnesio el cual me dejo sentir desde el primer momento un cambio
radical en mis articulaciones y con disciplina y constancia ahora puedo testificar
que soy una persona con una vida normal, claro que con limitaciones ya que mi
cuerpo no quedo al 100% pero puedo hacer una vida mejor y muy feliz y ver la
vida de diferente manera, gracias primeramente a mi Dios que es incomparable
y no hay nadie como El, y a mi amado novio, y ahora esposo Fernando ya que
el estuvo el los peores momentos de mi enfermedad. Gracias por tomarte la
molestia de leer este mensaje y espero pueda ayudarte y que puedas facilitarlo
a alguien que si lo necesite.
Purificante de la sangre
El cloruro de magnesio es un buen purificante sanguíneo, ayudando a mantener
una sangre limpia, lo que a su vez es útil para equilibrar el pH de la sangre.
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Está contraindicado para las personas que sufren de diarrea, pues tiene un
efecto laxante.
Se debe evitar en personas con enfermedades renales, especialmente si se
padece de insuficiencia renal.
No se debe consumir cuando se padece de colitis ulcerosa, pues puede
agudizar las diarreas.
En caso de tomar antibióticos, el cloruro de magnesio puede disminuir la
efectividad de algunos de ellos, por lo que se recomienda tomar 3 o 4 horas antes de
consumir el antibiótico.
1 litro de agua
1 cuchara de madera
¿Qué debes hacer?
Poner a hervir un litro de agua y dejarlo enfriar. Luego, colocarlo en un envase de vidrio
y disolver los 30 gramos de cloruro de magnesio cristalizado. Mezclar con la cucharada
de madera, tapar bien y guardar.
¿Qué dosis tomar?
La dosis de cloruro de magnesio depende del problema a tratar o la edad. Lo ideal es
consultar previamente al médico para saber la dosis exacta de acuerdo a nuestra
necesidad. Sin embargo, a nivel general se recomienda una dosis de una a dos
cucharadas de cloruro de magnesio al día, después de los 35 años, antes de esta edad
se recomienda sólo media cucharada