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La huella de carbono es una de las formas más simples que existen de medir el impacto o la
marca que deja una persona sobre el planeta en su vida cotidiana. Es un recuento de las
emisiones de dióxido de carbono (CO2), que son liberadas a la atmósfera debido a nuestras
actividades cotidianas o a la comercialización de un producto. Por lo tanto la huella de
carbono es la medida del impacto que provocan las actividades del ser humano en el medio
ambiente y se determina según la cantidad de emisiones de GEI (Gases de Efecto
Invernadero) producidos, medidos en unidades de dióxido de carbono equivalente o
toneladas de CO₂ emitidas.
Existen numerosas herramientas o 'calculadoras' que permiten medir la huella de carbono
dejada por personas y organizaciones. Estas valoran los hábitos en cuanto a consumo de
energía: en el hogar (electrodomésticos, etc.), en el transporte (consumo de combustible,
cuántos kilómetros realizamos, tipo de combustible que utilizamos, etc.) y en los hábitos de
consumo o residuos (si consumimos alimentos ecológicos o de producción cercana,
envasados, si reciclamos, etc.). Por ejemplo: http://www.co2cero.co/tu-huella-de-carbono/
y https://www.ecopetrol.com.co/especiales/calculadoraAmbiental/co2.html
Convenio de Rotterdam
El Convenio de Rotterdam fue aprobado el 11 de septiembre de 1998, fecha en la que México
lo suscribió. Tiene por objetivo establecer un mecanismo de autorización previa a la
importación y exportación de sustancias químicas peligrosas y plaguicidas comerciales,
denominado Consentimiento Fundamentado Previo, PIC por sus siglas en inglés, con la
finalidad de tener toda la información necesaria para conocer las características y los riesgos
que implica el manejo de dichas sustancias, permitiendo que los países importadores
decidan que sustancias químicas desean recibir y excluir aquellas que no puedan manejar de
manera segura para evitar riesgos a la salud humana y el ambiente.
En otras palabras, el Convenio establece un "sistema de alerta rápida" para ayudar a los
países a protegerse contra determinados productos químicos peligrosos objeto de comercio
internacional.
Convenio de Estocolmo
El Convenio de Estocolmo fue aprobado en 2001. Se trata de productos químicos sumamente
tóxicos, persistentes, bioacumulables y que se propagan a grandes distancias en el medio
ambiente. El Convenio de Estocolmo tiene por objeto proteger la salud humana y el medio
ambiente frente a los contaminantes orgánicos persistentes (COP), así como promover las
mejores prácticas y tecnologías disponibles para reemplazar a los COP que se utilizan
actualmente, y prevenir el desarrollo de nuevos COP a través del fortalecimiento de las
legislaciones nacionales y la instrumentación de planes nacionales de implementación para
cumplir estos compromisos.