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TEMA GENERAL:
EXPERIMENTAR Y DISFRUTAR A CRISTO PARA ABUNDAR EN LA OBRA DE CRISTO
SEGÚN SU MINISTERIO COMPLETO DE TRES ETAPAS:
ENCARNACIÓN, INCLUSIÓN E INTENSIFICACIÓN
Mensaje uno
Experimentar, disfrutar y ministrar a Cristo
según las tres etapas divinas y místicas de Su ministerio completo
Lectura bíblica: Jn. 1:14; 1 Co. 15:45; Ap. 4:5; 5:6; Sal. 45
Lectura bíblica: Ro. 3:24; Ef. 1:7; Gá. 3:13; 4:5; 1 Jn. 1:7; 1 P. 1:18-19; Tit. 2:14
Lectura bíblica: Éx. 30:22-25; Hch. 13:33; 1 Co. 15:45; 1 P. 1:3; Ro. 5:10; Sal. 23
II. El Cristo que vemos en el libro de Apocalipsis es un Cristo “diferente” del que
se revela en los Evangelios; en 1:13-18 Él es un Cristo “temible”.
III. Debido a la degradación de la iglesia causada por la levadura (Mt. 13:33), los
vientos de enseñanza (Ef. 4:14) y el hecho de haber abandonado el primer
amor (Ap. 2:4-5), Cristo, quien es el Espíritu vivificante, fue intensificado siete
veces y llegó a ser los siete Espíritus: el Espíritu siete veces intensificado—
1 Co. 15:45; Ap. 1:4; 3:1; 4:5; 5:6:
A. El título los siete Espíritus indica que el Espíritu fue intensificado siete veces—1:4.
B. Los siete Espíritus son el Espíritu siete veces intensificado, tipificado por las siete
lámparas del candelero—Éx. 25:31, 37; Zac. 4:2, 10; 3:9.
C. Cuando el libro de Apocalipsis fue escrito, la iglesia había caído en degradación, y
la era estaba en tinieblas; por consiguiente, el Espíritu de Dios siete veces inten-
sificado era necesario para que se pudiera llevar a cabo el mover y la obra de Dios en
la tierra.
D. El Señor reaccionó a la degradación de la iglesia intensificándose a Sí mismo siete
veces para llegar a ser el Espíritu vivificante siete veces intensificado—Ap. 4:5; 5:6.
E. Siete es el número que representa compleción en el mover de Dios, la operación de
Dios—v. 1; 6:1; 8:1-2; 16:1.
F. El número siete también representa intensificación—Is. 30:26; Dn. 3:19:
1. Puesto que el Espíritu vivificante fue intensificado siete veces, todos los elemen-
tos del Espíritu han sido intensificados siete veces para que los experimentemos—
Ro. 8:2; He. 10:29.
2. Hoy en día el Espíritu, que nos llena y satura para salvarnos orgánicamente, es
el Espíritu vivificante siete veces intensificado—Ro. 5:10; Ap. 3:1; 5:6.
IV. Apocalipsis 1:4-5 revela la Trinidad Divina: Aquel que es y que era y que ha de
venir, los siete Espíritus y Jesucristo:
A. La Trinidad mencionada en 1:4-5 es la Trinidad económica, puesto que aquí se nos
muestra la administración, el mover y la obra de la Trinidad—4:5; 5:6.
B. Los siete Espíritus son indudablemente el único Espíritu de Dios (Ef. 4:4), puesto
que ellos se mencionan como parte de la Deidad en Apocalipsis 1:4-5.
C. En esencia y existencia el Espíritu es uno solo, pero en cuanto a función y obra, el
Espíritu es siete—Ef. 4:4; Ap. 1:4.
D. En 1:4-5 el Espíritu llega a ser el segundo, el centro, de la Trinidad Divina:
1. Esto revela la importancia de la función intensificada del Espíritu séptuplo de
Dios.
2. Esto también representa lo crucial y necesario que es el Espíritu en el mover de
Dios, a fin de contrarrestar la degradación de la iglesia—2:4, 14, 20; 3:1, 15-17.
V. Cristo tiene los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas—v. 1a:
A. Los siete Espíritus son el medio por el cual Cristo habla a la iglesia en Sardis, una
iglesia que estaba a punto de morir; una iglesia moribunda necesita que Cristo la
avive por medio de los siete Espíritus—v. 1b.
B. En Apocalipsis 3:1 se nos da a entender que los siete Espíritus son para las siete
estrellas, los hermanos responsables; a fin de ser una estrella que guía en la iglesia,
necesitamos al Espíritu siete veces intensificado.
VI. Los siete Espíritus de Dios son las siete lámparas de fuego que arden delante
del trono administrativo de Dios—4:5:
A. Las siete lámparas de fuego que arden delante del trono de Dios nos dan a entender
que el propósito de los siete Espíritus es llevar a cabo la administración de Dios,
y que ellos están relacionados con la economía y el mover de Dios—1:4:
1. Las siete lámparas de fuego que arden delante del trono de Dios iluminan,
escudriñan, descubren, juzgan y queman.
2. Dios lleva a cabo la administración de Su gobierno al iluminar, escudriñar,
descubrir, juzgar y quemar—1 P. 4:12, 17.
3. Las siete lámparas consumirán todo lo que no corresponda a la naturaleza de
Dios, y refinarán aquellas cosas que están en conformidad con Su naturaleza—
1:7.
B. Finalmente, en nuestra experiencia las lámparas de fuego que arden llegarán a ser
un fluir de agua viva; las siete lámparas llegarán a ser un solo río—Dn. 7:9-10; Ap.
4:5; 22:1:
1. En 4:5 tenemos las siete lámparas que arden delante del trono de Dios; y en 22:1
tenemos el río de agua de vida que sale del trono de Dios.
2. En nuestra experiencia, después de que somos quemados por las siete lámparas,
los siete Espíritus llegan a ser un solo fluir de agua viva.
3. El Espíritu siempre fluye después que nos quema; Su fluir siempre viene
después de Su quemar.
VII. Los siete Espíritus de Dios son los siete ojos del Cordero—5:6:
A. En la Trinidad económica, según se ve en Apocalipsis, el segundo de la Deidad,
quien es los siete Espíritus, llega a ser los siete ojos del tercero de la Trinidad—
1:4-5.
B. En la administración divina, Cristo requiere que los siete Espíritus sean Sus ojos; la
manera en que Cristo lleva a cabo la economía de Dios es mediante los siete Espíri-
tus como Sus ojos—5:1-7.
C. Los siete ojos de Cristo, que son los siete Espíritus de Dios, son la expresión de
Cristo en el mover de Dios que lleva a cabo la edificación de Dios.
D. Los siete ojos del Cordero vigilan, observan y transfunden—v. 6:
1. Cristo como Cordero redentor tiene siete ojos que observan y escudriñan para
ejecutar el juicio de Dios sobre el universo, a fin de cumplir Su propósito eterno,
el cual tendrá su consumación en la edificación de la Nueva Jerusalén—21:2.
2. Los siete Espíritus como los siete ojos del Cordero transfunden a nuestro ser todo
lo que el Cordero es, a fin de que seamos hechos iguales a Él—1 Jn. 3:1.
3. Los ojos de Cristo están sobre nosotros para que podamos ser transformados y
conformados a Su imagen con miras a la edificación de Dios—Zac. 3:9; Ro. 12:2;
8:29; 2 Co. 3:18.
Lectura bíblica: Ap. 1:4; 3:1; 4:5; 5:6; 2:7, 17; 3:20; 1:2, 9; 19:10
I. Las siete lámparas del candelero de oro son los siete Espíritus, los cuales a su vez
son las siete lámparas de fuego que arden delante del trono de Dios; esto significa
que las siete lámparas están absolutamente relacionadas con la administración, la
economía y el mover que Dios lleva a cabo desde Su trono a fin de ejecutar Su
política eterna—Ap. 1:4; 4:5:
A. Si queremos conocer la administración y economía de Dios, debemos recibir la luz del
candelero de oro que proviene de las siete lámparas que brillan e iluminan:
1. La luz natural no puede ayudarnos a conocer la economía, la administración ni el
propósito eterno de Dios; la luz del candelero es la luz del Lugar Santo, la cual tipifica
la iglesia—Mt. 5:14; 1 Co. 1:2; Ap. 21:23, 25; 22:5.
2. Una vez que entramos en la esfera de la iglesia, somos alumbrados para conocer el
propósito eterno de Dios, y también conocer la senda que debemos tomar para conti-
nuar en el viaje que nos conduce a la meta de Dios—Sal. 73:16-17.
B. La luz del candelero se basa en la fuerza del servicio sacerdotal:
1. En 1 Samuel vemos que la lámpara de Dios estaba a punto de apagarse debido a que
el sacerdote Elí era débil y se había degradado—3:3.
2. La luz de la iglesia local no podrá ser resplandeciente a menos que cumplamos con
nuestro deber sacerdotal, que consiste en quemar el incienso y encender las lámparas—
Éx. 25:37; 27:20-21; 30:7-8; Hch. 6:4; 1 Co. 14:24-25.
II. Los siete Espíritus son los siete ojos del Cordero redentor y de la piedra de
edificación—Ap. 4:5; 5:6; Zac. 3:9:
A. La función de los siete ojos es transfundir en nuestro ser todo lo que Cristo es como el
Cordero redentor en Su redención jurídica, y como la piedra de edificación en Su salvación
orgánica, a fin de que nosotros seamos salvos en Su vida y lleguemos a ser idénticos a Él,
con miras al edificio de Dios, la expresión de Dios—v. 9; 1 P. 2:4-5; Ro. 5:10:
1. Los ojos de una persona son la expresión de Su ser interno; transfundir es la acción en
la que una persona transmite su ser interior en otra por medio de su mirada—2 Co.
2:10.
2. Los siete Espíritus son los siete ojos mediante los cuales Cristo se expresa a Sí mismo;
mientras el Señor nos mira, Sus siete ojos nos transfunden Su propio ser.
3. La iglesia es el lugar donde el Señor nos transfunde Su ser interior a nosotros para
nuestra transformación; la transformación es la acción en la cual la preciosa persona
del Señor se transfunde en nosotros—3:16-18; Ro. 12:2.
B. Dios nos guía con Sus ojos—2 Cr. 16:9; Sal. 32:8; Pr. 15:3; 2 Co. 2:10.
III. Cristo, quien es el Espíritu siete veces intensificado, está laborando a fin de pro-
ducir los vencedores, rescatándolos de la degradación de la iglesia y trayéndolos de
nuevo al disfrute de Sí mismo con miras a finalizar la economía eterna de Dios—Ap.
1:4; 3:1; 4:5; 5:6; 2:7, 17; 3:20:
A. Los vencedores aman al Señor con el primer amor—2:4; Col. 1:18b.
B. Los vencedores disfrutan de Cristo al comerle como el árbol de la vida en la iglesia, la cual
es el Paraíso actual para que sea un candelero resplandeciente—Ap. 2:7; cfr. v. 5.
C. Los vencedores son fieles hasta la muerte al padecer pobreza y tribulaciones a fin de
recibir la corona de vida—vs. 9-10.
D. Los vencedores disfrutan a Cristo como el maná escondido, una porción especial de
suministro nutritivo, para vencer la mundanalidad de la iglesia que se degradó con la
enseñanza idólatra de Balaam y con la enseñanza herética de los nicolaítas—vs. 12-17a.
E. Los vencedores son transformados hasta ser una “piedrecita blanca”, justificada y apro-
bada por el Señor para la edificación de la casa de Dios, y también reciben un “nombre
nuevo” según la transformación que hayan tenido en vida—v. 17b.
F. Los vencedores se oponen rotundamente a la enseñanza romana de Jezabel, la cual está
llena de fornicación, de idolatría y de las profundidades de Satanás—vs. 20, 24.
G. Los vencedores huyen de la muerte espiritual, siendo vivientes en realidad sin que nada
esté a punto de morir en la imperfección y andan en “vestiduras blancas” sin ninguna conta-
minación, a fin de que su nombre no sea borrado del libro de la vida, sino que más bien, el
Señor confiese su nombre delante de Su Padre y de los ángeles de Su Padre—3:1-2, 4-5.
H. Los vencedores guardan la palabra de la perseverancia del Señor y no niegan el nombre
del Señor aun al punto de agotar todas sus fuerzas, a fin de ser guardados de la hora de la
prueba que ha de venir para probar a todos los que moran sobre la tierra, y recibir
la corona de recompensa de ser hechos columnas en el templo de Dios, sobre las cuales
está escrito el nombre de Dios, el nombre de la ciudad de Dios, la Nueva Jerusalén, y el
nombre nuevo de Cristo—vs. 8b, 10-12.
I. Los vencedores son fervientes, no tibios, pues compran oro refinado en fuego, vestiduras
blancas y colirio, a fin de no ser vomitados de la boca del Señor, sino más bien, ser invita-
dos a cenar con el Señor y a sentarse con Él en Su trono—vs. 15-21.
IV. Los vencedores disfrutan al Espíritu siete veces intensificado, y así llegan a ser el
testimonio de Jesús—1:2, 9; 19:10:
A. El testimonio de Jesús es los siete candeleros de oro como las iglesias resplandecientes, las
cuales son divinas en naturaleza, resplandecen en la oscuridad y son idénticas unas con
otras—1:11-20.
B. El testimonio de Jesús es la gran multitud que sirve a Dios en el templo celestial, todo el
Cuerpo o conjunto total de los redimidos de Dios, quienes fueron arrebatados al cielo para
disfrutar del cuidado de Dios y del pastoreo del Cordero—7:9-17.
C. El testimonio de Jesús es la mujer resplandeciente, la cual representa al Cuerpo o conjunto
total de los redimidos de Dios, y Su hijo varón, el cual representa a los vencedores quienes
son la parte más fuerte del pueblo de Dios—12:1-17.
D. El testimonio de Jesús es las primicias, las cuales representan a los vencedores que son
arrebatados antes de la gran tribulación, y la cosecha, la cual representa a la mayoría de
creyentes que son arrebatados al final de la gran tribulación—14:1-5, 14-16.
E. El testimonio de Jesús es las personas victoriosas que están de pie sobre el mar de vidrio,
las cuales representan a los vencedores que pasarán por la gran tribulación y vencerán al
anticristo y a la adoración que le rinden a él—15:2-4.
F. El testimonio de Jesús es la novia que está preparada para casarse, la cual está com-
puesta por los santos que llegan a ser vencedores durante el milenio—19:7-9.
G. El testimonio de Jesús es el ejército nupcial que pelea en unidad con Cristo —quien es la
corporificación de Dios—, y derrota al anticristo —quien es la corporificación de Satanás— y
los ejércitos de éste—vs. 14-19; 17:14.
H. Por último, el testimonio de Jesús es la Nueva Jerusalén, la gran incorporación universal
divino-humana, compuesta del Dios Triuno procesado y consumado y Su pueblo conformado
por personas tripartitas que han sido regeneradas, transformadas y glorificadas (21:2-3, 22;
cfr. Éx. 38:21); y el único candelero, la consumación de todos los candeleros, para la
expresión consumada de Dios (Ap. 21:18, 23; 22:5).
Lectura bíblica: Ap. 1:12, 20; 2:1; 4:5; 21:10, 18b, 23-24; 22:1, 5
II. Cristo lleva a cabo Su misión como el Soberano de los reyes de la tierra por
medio de los siete Espíritus que arden delante del trono, a fin de regir sobre la
situación mundial, de modo que el entorno sea propicio para que los escogidos
de Dios reciban Su salvación—Hch. 5:31; 17:26-27; Jn. 17:2; 2 Cr. 16:9.
III. Los siete Espíritus como las siete lámparas de fuego que arden delante del
trono de Dios no arden sin tener una meta; hay un propósito por el cual los siete
Espíritus de Dios arden, y ése es, producir los candeleros de oro, las iglesias,
con miras al cumplimiento de la economía neotestamentaria de Dios—Ap. 4:5;
1:12, 20; 2:1:
A. El Espíritu siete veces intensificado es las siete lámparas de fuego que arden delante
del trono administrativo de Dios que dirige la situación mundial, a fin de ejecutar la
economía de Dios en el universo—4:5:
1. Los siete Espíritus de Dios arden no sólo con relación a las iglesias, sino también
con relación a la situación mundial, por beneficio de las iglesias; el Espíritu
ardiente dirige la situación mundial y también purifica a las iglesias para
producir los candeleros de oro—1:11-12.
2. Dios tocará la tierra por medio de las siete lámparas, por Sus siete Espíritus, los
cuales arden, iluminan, juzgan, purifican, refinan y producen; toda la situación
mundial se halla bajo la llama ardiente de los siete Espíritus—4:5.
3. Los siete Espíritus arden para juzgar, purificar y refinar, a fin de que se lleve a
cabo la economía de Dios, para producir candeleros de oro—1:20.
B. Los siete Espíritus ardientes, que son las siete lámparas de fuego, nos instan a
levantarnos y a actuar para que se lleve a cabo la economía de Dios—Dn. 11:32b:
1. Si hemos de cooperar con Dios para que se lleve a cabo Su mover, ello dependerá
de que seamos intensificados en cuanto a Su mover—Ap. 3:1; 4:5; 5:6.
2. Todos debemos orar, diciendo: “Querida llama divina, ¡ven! ¡Ven y juzga! ¡Ven y
purifica! Ven y refina para que puedas producir el candelero de oro” (La economía
neotestamentaria de Dios, pág. 258).
IV. Las iglesias como candeleros de oro hallarán su consumación en la Nueva
Jerusalén, que es el candelero de oro universal, la suma total de todos los
candeleros—Ap. 1:20; 21:18b, 23:
A. La Nueva Jerusalén es la máxima consumación de los candeleros mencionados en
las Escrituras—Éx. 25:31-37; 1 R. 7:49; Zac. 4:2; Ap. 1:12, 20.
B. En el libro de Apocalipsis tenemos dos grandes señales: la señal de los candeleros de
oro y la señal de la Nueva Jerusalén—vs. 1, 12, 20; 21:2, 10-11.
C. Apocalipsis empieza con los candeleros y termina con el candelero—1:20; 21:18b, 23:
1. Al principio de Apocalipsis tenemos los siete candeleros de oro, los candeleros
locales de esta era—2:1.
2. Al final de Apocalipsis tenemos un candelero que es la suma total, un combinado,
el candelero universal en la eternidad—21:18b, 23.
D. La Nueva Jerusalén, un monte de oro, es el candelero de oro universal que sostiene
al Cordero como la lámpara que resplandece con Dios como luz—vs. 18b, 23; 22:1, 5:
1. La Nueva Jerusalén es un monte de oro—21:18b, 21b; 22:1:
a. Si tenemos en cuenta los hechos de que la Nueva Jerusalén es una ciudad de
oro, que ella tiene una sola calle que llega a todas las doce puertas, y que
mide doce mil estadios de altura, comprenderemos que la ciudad misma es
una montaña de oro.
b. Por ser una montaña de oro, la Nueva Jerusalén es el candelero de oro,
supremo, único y eterno, que está totalmente compuesto de la naturaleza de
Dios (el oro).
2. Dios como luz está en el Cordero, quien es la lámpara que resplandece desde la
cima de la Nueva Jerusalén, el candelero de oro universal—21:23; 22:1, 5:
a. En cima de la montaña de oro se halla el trono como el centro, y sobre el
trono está Cristo el Cordero, quien es la lámpara, dentro de la cual Dios como
luz resplandece a través de la ciudad—21:23; 22:5.
b. La montaña de oro es una base o pedestal, y sobre esta base hay una
lámpara; por lo que, la montaña de oro es un candelero de oro.
E. La Nueva Jerusalén, el conjunto total de todos los candeleros, la suma de los
candeleros de hoy, es un candelero de oro consumado y universal que resplandecerá
con la gloria de Dios en el cielo nuevo y en la tierra nueva por la eternidad—21:24.
F. Llegamos a ser la Nueva Jerusalén como el candelero de oro universal al llegar a ser
una montaña de oro—vs. 16, 18b, 21b; 22:1:
1. En la Biblia una montaña hace referencia a la resurrección y la ascensión; por lo
tanto, llegamos a ser una montaña al experimentar a Cristo en Su resurrección y
ascensión—Ef. 2:5-6.
2. Por ser una montaña de oro, la Nueva Jerusalén procede de la naturaleza divina;
por lo tanto, llegamos a ser la Nueva Jerusalén al participar de la naturaleza
divina—2 P. 1:4.
3. Toda la ciudad de oro es transparente; por lo tanto, llegamos a ser una montaña
de oro transparente al llegar a ser transparentes en la vida y la naturaleza
divinas—Ap. 21:18b, 21b; 22:1.
4. Por ser una montaña de oro, la Nueva Jerusalén es el candelero de oro único,
supremo y eterno, el conjunto de todos los candeleros; por lo tanto, llegamos a ser
la Nueva Jerusalén al vivir en la iglesia como candelero de oro y al ser parte de
ella—21:23; 1:12, 20.
G. El candelero de oro representa al Dios Triuno corporificado y expresado; cuanto más
experimentemos los aspectos del Dios Triuno que se nos describen en el candelero
—el oro, la forma concreta y las siete lámparas—, más seremos en realidad el
candelero de oro como la corporificación y expresión del Dios Triuno, y así llegaremos
a ser la Nueva Jerusalén como el candelero de oro universal—Éx. 25:31, 36-37; Ap.
1:12, 20; 21:18b.