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El teatro romano fue una construcción típica del Imperio, cuya finalidad era la interpretación de
obras dramáticas griegas y latinas.
Las fiestas en honor del dios griego Dioniso, Baco para los romanos, son el origen del Teatro.
Se suponía que este dios iba acompañado por las ménades o bacantes, mujeres dedicadas a su culto, y los
sátiros, seres mitológicos con patas de cabra y cuernos. Hombres disfrazados de sátiros acompañados de
mujeres que simulaban a las ménades danzaban y cantaban recordando la azarosa vida de Dioniso.
Posteriormente apareció la figura del corega, jefe del coro, con su coro de actores que representaban temas
mitológicos e históricos y no solo episodios de la vida de Dioniso.
Aparentemente, las principales formas teatrales del drama romano son, al igual que en el teatro griego, la
tragedia y la comedia, pero en este sentido el pueblo romano no fue original. La tragedia romana es, sin duda
alguna, una adaptación al latín de tragedias y de temas mitológicos de molde griego, aunque nunca produjo en
su público el fenómeno catártico que producía entre los atenienses la tragedia griega. Era, más que nada, un
producto cultural destinado al entretenimiento.
LA COMEDIA
La fabula palliata se inspira directamente en la Comedia Nueva ateniense que, con el tiempo, se fue
adaptando cada vez más al gusto del público romano: las situaciones equívocas, los dobles sentidos, la
parodia, etc. Se produjo, así, una romanización de la comedia que culmina cuando se ponen en escena tipos y
costumbres de la vida cotidiana de Roma, dando origen a la fabula togata. Al género de la palliata corresponde la
mayoría de las obras dramáticas conservadas, pero su adaptación al mundo romano es total: se introducen
situaciones nuevas y referencias a su momento histórico; usan también en una misma obra argumentos de
distintos originales griegos e incluso escenas de autores distintos. Se documenta en las obras de Plauto y Terencio
(S. III-II a. C.), pero prácticamente dejó de escribirse y representarse en el siglo I a. C., por falta de público y por
haberle ganado terreno el mimo, que llegó a ser tremendamente popular. Ésta es la clave de la corta vida de la
comedia en comparación con otros géneros también tomados de Grecia. La fabula palhata tenía una estructura
formal tomada de sus modelos griegos y, aunque no siempre encontramos la misma estructura, podemos distinguir
en ella las siguientes partes: Didascalias: son obras de los gramáticos posteriores, en ellas se consignan el nombre
del autor, titulo de la obra, datos sobre la fecha y circunstancias de su estreno. Igualmente se recoge el nombre de
la obra griega utilizada como modelo y el de su autor. No siempre han existido o se han conservado; todas las obras
de Terencio se nos han transmitido con su didascalia correspondiente, sin embargo la mayor parte de las comedias
de Plauto carecen de ellas. Argumento: es un resumen de la obra realizado también por los gramáticos
posteriores. Prólogo: exposición del argumento a cargo de un actor o de un personaje simbólico. Los prólogos de
las comedias latinas son una magnífica fuente de información sobre el teatro de s. II a. de C. Los prólogos de Plauto
son joviales, pretenden divertir y, además de su carácter expositivo, incluyen chistes y advertencias jocosas a los
espectadores. Los prólogos de las comedias de Terencio tienen una mayor profundidad y contienen la réplica del
autor a los ataques de que era objeto; dada la importancia de los prólogos en las obras de Terencio, volveremos
sobre ellos al ocuparnos de su autor. Diá logo o diverbia: partes dialogadas en verso. Cantica: parte del texto de
las comedias que se cantaba con acompañamiento de flauta. En el teatro de Plauto, como veremos más tarde,
estas partes cantadas tienen un amplísimo desarrollo.
LA TRAGEDIA
A pesar de que se cultivó con relativa frecuencia entre el 240 y el 90 a. de C, conocemos poco de esta actividad
dramática, sólo los nombres de varios autores -Ennio, Pacuvio y Accio-, además de algunos títulos y fragmentos. A
partir de este momento la tragedia decayó a favor de otras obras como los mimos, las atelanas y las pantomimas y
no se tiene noticia de ninguna tragedia en el último siglo de la República, donde la tragedia se convierte en un
ejercicio literario dedicado exclusivamente al recitado y la lectura en círculos literarios e intelectuales. .