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de Tabasco
División Académica de Ciencias
Básicas
Ingeniería Geofísica
Derechos Humanos
Ensayo:
“ Los orígenes de la Revolución”
El lado de la historia que no se nos enseñó
Cunduacán Tabasco
Uno de los legados de las colonias españolas en México eran las comunidades
campesinas, que consistían en grupos concentrados y diferenciados de indígenas
bajo el mando de un corregidor, funcionario español que ocupaba el cargo de figura
de autoridad frente a los indios. Después de la conquista y durante el
establecimiento de las primeras colonias en México, la colonización y sometimiento
a la esclavitud de grupos indígenas fue mayor en el sur del territorio, ya que muchos
no contaban con la capacidad militar suficiente para responder. Esto permitió la
aparición de dichas colonias donde, pese a la opresión y los trabajos, estas aun
conservaban características y cierto grado de autonomía. Con el debilitamiento de
la corona en el nuevo territorio, estas comunidades vieron la oportunidad de mejorar
su situación, tanto económica como política.
Durante el régimen de Díaz, la inversión en caminos que lograran conectar el país
creció, y con la implementación de vías ferroviarias y la aparición de las primeras
rutas de ferrocarril en el sur del país, muchas de estas tierras fueron descubiertas.
Muy atractivas económicamente, comenzaron a sufrir de agresiones, ocupación y,
finalmente, expropiación debido a la reforma agraria agresiva de Díaz en un
esfuerzo por modernizar y homogeneizar el país; dicha reforma, que primaba el
aumento de la producción para el mercado agrario, disparó el valor de estas tierras
aun más. Esto desembocó en una ola de expropiación de tierras del centro y sur, a
base de tratos en los que las comunidades indígenas podían conservar parte de sus
tierras originales y cierto grado de autonomía política (forzada), con matices; esta
decisión no estaba basada en la generosidad de los nuevos hacendarios, sino en
un interés particular: la disponibilidad casi inmediata de fuerza de trabajo numerosa
que pudiera sobrevivir sin necesidad de ser mantenida por los hacendados durante
las temporadas bajas de producción.
Esto, que no podía ser de otra forma, desencadeno descontento con el régimen de
Díaz y, en múltiples ocasiones, enfrentamientos entre los federales y las
comunidades en los que, por la diferencia de armamento, horizonte cultural limitado
y el acentuado provincialismo en el sur, estas no tuvieron mucha oportunidad y
terminaron rindiéndose. Pero no fue así con comunidades del centro; estas, al estar
más cerca de la capital, podían conseguir armamento con facilidad, estaban
conformadas por grupos numerosos culturalmente avanzados, no eran susceptibles
a la fragmentación (debido a su numero) y llevaban la lucha con los federales a la
sierra, por lo que estos tenían una clara desventaja frente a las comunidades
locales, apodadas las “rebeldes”.
Pero un descontento que ni siquiera era homogéneo fue el factor principal para
desencadenar una revolución en México de tal magnitud, pese a que Días se las
había ingeniado para causar descontento entre comunidades de zonas bastante
peligrosas. ¿Entonces qué nos falta? La puesta en escena de más factores en la
sopa que se cocinaba fuera la de vista de la mayoría.
Durante el inicio del siglo XX, el rechazo hacia el régimen de Díaz era claro, más en
los estados del norte, y comenzaron a surgir grupos de oposición, como el Partido
Liberal, fundado en 1902 por los hermanos Flores Magón y que se estableció como
uno de los más radicales al fin de la dictadura; este movimiento logró atraer la
atención de las clases medias y los intelectuales, y promovió diversas protestas anti
régimen a lo largo de país, pero nunca logró llamar la atención del campesinado.
Otro de estos grupos fue el Partido Democrático, que estaba conformado por las
clases sociales altas fuera del poder, que no buscaban un cambio en las políticas
económicas ni en relaciones, sino pretendían eliminar a Díaz del poder para
establecer a Bernardo Reyes y así beneficiar sus propios intereses.
Con la aparición de estos movimientos, creció la demanda de participación en la
política interna del país y estallaron huelgas a lo largo del territorio; no habría sido
alto difícil de controlar, si Díaz no hubiera tomado decisiones como el fusilamiento
de los obreros insurgentes de Río Blanco, que pedían condiciones justas de trabajo
con sus patrones y acudieron a Díaz para que actuara como mediador, tomando
Díaz partido con los propietarios de fábricas. A esta mezcla de descontento, se iba
agregando poco a poco el nacionalismo, el odio hacia la crueldad del régimen y la
búsqueda de intereses.
A inicios del siglo XX, el panorama económico no pintaba bien para México, con el
arribo de una de las peores crisis económicas que se vivieron. Con el aumento de
la inversión extranjera, la crisis económica de los Estados Unidos (1907-1908) y la
adopción del Patrón oro por el país, la situación económica en México era inestable,
pues fue fuertemente afectada, sufriendo más los estados del norte, en donde el
precio de los productos se disparó, dejando al poder adquisitivo de los pobladores
por los suelos. Ahora, a esto hay que sumarle los miles de trabajadores que
regresaron a México desde los Estados Unidos durante los despidos masivos de la
crisis. Y no hay que olvidar que Díaz se había el odio de los norteamericanos, tal
que actos pequeños, al parecer insignificantes como el asilo político a José Santos
Zelaya, derrocado ex presidente de Nicaragua (por Estados Unidos) o la negativa
de un contrato de arrendamiento de una empresa de explotación de carbón en Baja
California, tuvieron consecuencias durante el estallido de la revolución.
El último error de Díaz ocurrió durante una entrevista con James Creedman,
periodista norteamericano. Durante la entrevista, afirmó que ya no planeaba
postularse a la presidencia, y que estaba dispuesto a ofrecer todos los apoyos
posibles para que los partidos de oposición se inmiscuyeran en la política, pues
México ya era un país lo suficientemente Maduro como para abrazar la democracia.
Esto provocó que el país se politizara; en consecuencia diversos sectores de la
población que no se habían interesado en la política ahora lo hacían, y la oposición
aprovechó este velo para organizarse. Díaz había subestimado el resentimientos
hacia su gobierno.
Y es en este punto de la historia donde aparece uno de los movimientos de
oposición más importantes: el Partido Antirreeleccionista, encabezado por
Francisco Madero (uno de los héroes de la patria). Ya hemos comentado la
participación de los Madero antes; una familia bien acomodada, que había sido
excluida de la oligarquía que gobernaba al país, y que se había visto envuelta en
una rivalidad continua contra las industrias extranjeras. Pero, ¿cuál era la postura
de Madero? Criticaba al régimen a medias; reprochaba las concesiones a los
norteamericanos, predicaba que el problema yacía en el absolutismo y el poder en
un solo hombre, y que la democracia real no habría de ser alcanzada hasta plantar
un sistema de elecciones populares, independencia de la prensa y tribunales, y
mostraba un profundo ánimo de mejorar las condiciones agrícolas, ojo, no de los
trabajadores por interés en ellos, sino en la producción, remarcando el interés de la
burguesía mexicana por el sector agrícola.
Madero comenzó a adquirir fuerza política y reconocimiento nacional, pero no el
suficiente. Tenía un contrincante duro de vencer: Bernardo Reyes. Los miembros
originales del movimiento maderista de hecho pertenecían al Partido Democrático.
¿Qué ocurrió con Reyes entonces si era tan popular? Nuevamente una decisión de
Díaz añadió otro clavo al fin de su régimen.
En 1909, el partido de Antirreeleccionista postulaba a Madero como candidato a la
presidencia y, en un esfuerzo por dividir la oposición, Díaz subestimó el impacto de
Madero en las clases medias y altas. Mientras el crecimiento de Madero como figura
pública se llevaba a cabo de forma lenta, la popularidad de Reyes crecía
aceleradamente, tal que ya se había ganado la aceptación de ciudades críticas
como Monterrey y Guadalajara. Díaz estaba preocupado por la fuerza que la
oposición adquiría, así que amenazó a Reyes, declarando sus intensiones de
oponerse tajantemente a su candidatura y detenerla por cualquier medio. Reyes
sólo tenía dos opciones: continuar con su candidatura y enfrentar a un régimen de
más de dos décadas o rendirse bajo los términos de Díaz, y sí, eligió la segunda.
Esto hizo relajar las tenciones dentro del gabinete, restando importancia a Madero.
Y, justo como una chispa descuidada, el incendio comenzó. Los simpatizantes de
Reyes se refugiaron en Madero, bajo la influencia de la desaprobación hacia el
régimen. Díaz no esperaba esto; había conseguido que la oposición se unificara
alcanzando dimensiones que nadie había previsto. Tan sólo en Guadalajara fue
recibido por más de 10,000 personas, un número muy cercano lo recibió en
Monterrey y, en la capital, la oposición sumó un apoyo de mas de 50,000.
Pero el número no sólo era lo impresionante; Madero había conseguido unificar las
clases bajas, medias y altas, pues su posición privilegiada como ajeno a la política
de Díaz le confería un aire de cambio que era visto con muy buenos ojos.
El momento decisivo se acercaba: las elecciones presidenciales apuntaban a una
clara victoria del Partido Antirreeleccionista, pero no sucedió así. A días de la
elección, Madero fue encarcelado a petición de Díaz y se hizo con el cargo,
reeligiéndose.
Al salir bajo fianza, Madero huye a Estados Unidos y da forma a uno de los
documentos más emblemáticos de la revolución: El Plan de San Luis Potosí, que
englobaba el sentimiento generalizado de la burguesía en México: la apertura del
poder político, la introducción de una democracia popular parlamentaria y una de
las propuestas más representativas, como lo fue la no reelección. Con esto había
ganado el apoyo de las clases altas, pero el establecimiento de la devolución de las
tierras expropiadas a sus dueños y colonos le hizo ganar la lealtad de las clases
medias, mayormente en el norte.
Ahora recapitulemos: el despojo de las tierras de los indígenas del sur, así como de
los hacendados del norte, un ejercito debilitado por temor a un golpe militar, una
clase media excluida de la política y puesta en desventaja, una clase alta excluida
de la política con ansias de poder, la desaprobación general de un país, la falta de
alianzas militares europeos y un vecino del norte irritado con una marcada
preferencia a las relaciones con estos últimos; a todo esto, añadir un par de
momentos importantes, como la rivalidad de la familia Madero, la lealtad de los
colonos a sus hacendados en el norte, la gran cantidad de obreros, mineros y
desempleados descontentos con la situación actual, la ingenuidad de Díaz ante el
control que podía ejercer en el país, la corrupción que gestó Reyes dentro del
ejercito mexicano que comenzaba a desaprobar las decisiones de Díaz, la aparición
de Madero y su rápido ascenso a la popularidad, la actuación de Francisco Villa y
muchos más; todo esto fue importante para que una revolución social real se
gestara, sin saltar las alarmas.
Y es en este punto en el que, sólo analizando los factores pequeños nos damos
cuenta del verdadero origen de la revolución en México, una que marcó un antes y
después en Latinoamérica.
Conclusión
México, como un escenario de cambio a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX
es el ejemplo perfecto de cómo las cosas pequeñas pueden tener un impacto sin
precedentes en el rumbo de la historia de una nación.
El Porfiriato fue un periodo de muchos cambios sociales, políticos y económicos,
pero no sólo por la intervención directa de Díaz y sus logros, sino por el peso de sus
decisiones al final de su mandato. Podemos sentarnos a analizar cada uno de los
factores y encontraremos una curiosa relación: dichos factores son consecuencia
de las decisiones de Díaz en su búsqueda de mantenerse (y a la oligarquía de aquel
entonces) en el poder.
Pero esta no es la observación más importante de este ensayo, sino una que
trasciende, que se impone ante lo que nos habían enseñado en las escuelas, y es
que nuestra gran revolución se gestó no en la búsqueda de la libertad, ni de la
igualdad y mucho menos en la premisa de defender al pueblo de una tiranía: esta
nació como respuesta a los intereses de grupos aislados dentro de la nación que
encontraron en sus alianzas la forma de alcanzar sus metas: ya fuera inclusión en
la política, tierras, oportunidades o simplemente poder recolectar ganado salvaje sin
que fuera un delito.
Sí, la guerra secreta en México hace referencia todo este entramado de
conspiraciones, revueltas, alianzas e intereses que coincidieron en el escenario que
fue México a inicios del siglo XX, interna y externamente, y obedece a una constante
en la política mexicana: el deseo de cumplir con intereses, usando cualquier medio.