Вы находитесь на странице: 1из 16

Universidad Juárez Autónoma

de Tabasco
División Académica de Ciencias
Básicas

Ingeniería Geofísica

Derechos Humanos

José Luis Meza Godines

Ensayo:
“ Los orígenes de la Revolución”
El lado de la historia que no se nos enseñó

Isaac Ahbán Méndez Cházaro

Cunduacán Tabasco

27 de Noviembre del 2018


Introducción

La historia de México está plagada de contradicciones, lagunas y hechos de dudosa


veracidad. Tal parece que nuestro sistema educativo se esmera en retratar las
batallas más representativas de nuestro país como luchas del bien contra el mal,
sin matices; y es que hay que reconocer que el sentimiento patriota florece cuando
nos imaginamos los escenarios encarnizados en los que nuestros héroes lucharon
contra la injusticia de regímenes y monarquías, injusticias y deseo de libertad. Un
claro ejemplo de esto es la Revolución Mexicana; una lucha liderada por hombres
cuyas intenciones eran la liberación del pueblo de la tiranía pero, ¿y si no fue así?
La revolución mexicana fue un ejemplo claro de revolución social legítima en
Latinoamérica, pero no surgió de la forma en que nos enseñan. La historia busca
desmentir este mito, desvelando los verdaderos factores que, en conjunto y, en las
cantidades correctas, hicieron estallar este movimiento.
La Revolución Mexicana tuvo un inicio complejo, inesperado y el objetivo de este
ensayo es tratar a detalle las condiciones que marcaron el inicio de esta; el propósito
contrastar la historia del origen del movimiento desde perspectivas externas, como
la de Friedrich Katz, con la historia regular que nos enseñan en las escuelas.
Este ensayo se enfocará en analizar la situación interna del país durante el régimen
de Porfirio Díaz antes de estallar la revolución, su política interna y relaciones
exteriores como factores, y cómo esto definió el inicio de una guerra de intereses.
“Los orígenes de la Revolución”
El lado de la historia que no se nos enseñó

Una guerra interna por el control.

1910, aún bajo el mandato de Porfirio Díaz, a escasos meses de estallar un


revolución y ni el mismo presidente sospechaba de un suceso de tal trascendencia
en México y en Latinoamérica. ¿Acaso la revolución estalló de la nada? ¿Acaso no
fue orquestada por el mismo Francisco I. Madero? No exactamente.
Durante nuestro paso por los diferentes niveles educativos, nos han contado que la
revolución fue un lucha en la que el pueblo se unió para defenderse de la tiranía de
un dictador con hambre de poder, glorificando la victoria del bien por sobre el mal.
Esta concepción nos llevó a pensar que la revolución obedecía al deseo del pueblo
de justicia y libertad, inmortalizando a los valientes, consagrando ante nuestros ojos
a los héroes. Esto nos hace imaginar que, en el pasado, alguien se levantó para
pelear por todos y, poco a poco, el pueblo descontento se unió a la causa. Todo
esto suena muy bien pero, ¿por qué un gobierno con poder económico, apoyo
extranjero y control militar no se percató de la lucha que se avecinaba? Simple:
porque, en principio, en una Latinoamérica en periodo de revoluciones simbólicas,
muy pocos esperaban que, en México, los acontecimientos globales e internos
desencadenaran una revolución social real.
Ahora, a finales del siglo XIX, con una Latinoamérica invadida por la inversión
extranjera y con múltiples dictaduras, es justo analizar por qué México gozó de un
conjunto de condiciones que, en las cantidades correctas, desencadenó tal clima
social.
Para empezar, en un periodo de dictadores con poder para mantenerse mucho
tiempo en el mandato, Porfirio Díaz no era el más odiado de américa latina; por el
contrario, debido a su intervención en durante la Invasión Napoleónica en México,
gozaba de popularidad y respeto, así que el odio de la mayoría no fue un factor
decisivo. La inversión extranjera que remarcó el panorama de sub desarrollo en
otros países de Latinoamérica, cuya economía se basaba en el monocultivo
acotado por la fluctuación global de precios, la exportación agrícola barata y la
importación de material industrial costosa, tampoco lo fue, Entonces, si México
gozaba de una aparente estabilidad y crecimiento respecto a otras naciones, ¿qué
se nos escapa? La clase media.
El desarrollo acelerado de algunos países de américa latina originó una tendencia
muy marcada: la aparición de una clase media que crecía rápidamente y que
comenzaba a buscar más participación en los asuntos políticos del país, no siendo
México una excepción.
Katz notó que estos factores no fueron suficientes para originar una revolución, pero
encontró una relación entre sucesos que comenzaron en el Porfiriato y que estaban
por completarse al final de este periodo, una especie de punto triple, una formula
para el desastre: la expropiación de las tierras comunales de las comunidades
campesinas del centro y sur de México, la transformación de la frontera con los
indios nómadas en una frontera con Estados Unidos y la rivalidad entre Europa y
Estados Unidos, en la que México se encontraba en el medio.

Uno de los legados de las colonias españolas en México eran las comunidades
campesinas, que consistían en grupos concentrados y diferenciados de indígenas
bajo el mando de un corregidor, funcionario español que ocupaba el cargo de figura
de autoridad frente a los indios. Después de la conquista y durante el
establecimiento de las primeras colonias en México, la colonización y sometimiento
a la esclavitud de grupos indígenas fue mayor en el sur del territorio, ya que muchos
no contaban con la capacidad militar suficiente para responder. Esto permitió la
aparición de dichas colonias donde, pese a la opresión y los trabajos, estas aun
conservaban características y cierto grado de autonomía. Con el debilitamiento de
la corona en el nuevo territorio, estas comunidades vieron la oportunidad de mejorar
su situación, tanto económica como política.
Durante el régimen de Díaz, la inversión en caminos que lograran conectar el país
creció, y con la implementación de vías ferroviarias y la aparición de las primeras
rutas de ferrocarril en el sur del país, muchas de estas tierras fueron descubiertas.
Muy atractivas económicamente, comenzaron a sufrir de agresiones, ocupación y,
finalmente, expropiación debido a la reforma agraria agresiva de Díaz en un
esfuerzo por modernizar y homogeneizar el país; dicha reforma, que primaba el
aumento de la producción para el mercado agrario, disparó el valor de estas tierras
aun más. Esto desembocó en una ola de expropiación de tierras del centro y sur, a
base de tratos en los que las comunidades indígenas podían conservar parte de sus
tierras originales y cierto grado de autonomía política (forzada), con matices; esta
decisión no estaba basada en la generosidad de los nuevos hacendarios, sino en
un interés particular: la disponibilidad casi inmediata de fuerza de trabajo numerosa
que pudiera sobrevivir sin necesidad de ser mantenida por los hacendados durante
las temporadas bajas de producción.
Esto, que no podía ser de otra forma, desencadeno descontento con el régimen de
Díaz y, en múltiples ocasiones, enfrentamientos entre los federales y las
comunidades en los que, por la diferencia de armamento, horizonte cultural limitado
y el acentuado provincialismo en el sur, estas no tuvieron mucha oportunidad y
terminaron rindiéndose. Pero no fue así con comunidades del centro; estas, al estar
más cerca de la capital, podían conseguir armamento con facilidad, estaban
conformadas por grupos numerosos culturalmente avanzados, no eran susceptibles
a la fragmentación (debido a su numero) y llevaban la lucha con los federales a la
sierra, por lo que estos tenían una clara desventaja frente a las comunidades
locales, apodadas las “rebeldes”.
Pero un descontento que ni siquiera era homogéneo fue el factor principal para
desencadenar una revolución en México de tal magnitud, pese a que Días se las
había ingeniado para causar descontento entre comunidades de zonas bastante
peligrosas. ¿Entonces qué nos falta? La puesta en escena de más factores en la
sopa que se cocinaba fuera la de vista de la mayoría.

Si bien, la intervención del régimen de Díaz en el sur fue contundente, los


pobladores del norte no la tuvieron más fácil. Para entrar en contexto, después de
la independencia de México, los estados del norte, como lo son Chihuahua, Sonora
y Coahuila, se encontraban exentos del centralismo que se estaba adueñando del
país; eran estados autónomos, independientes políticamente, autosuficientes y
estaban prácticamente aislados del resto del país. Ahora, tomando como referencia
las tierras del sur, en el esfuerzo de Díaz por comunicar el territorio, las tierras del
norte eventualmente habrían de ser “descubiertas”. Con la construcción de los
ferrocarriles, que inició en 1880, la inversión extranjera, en su mayoría del vecino
del norte, creció en gran medida. Esto es importante porque, al final del sigo XIX,
pese a que las fronteras de ambos países ya estaban delimitadas, estas no lucían
como fronteras, sino como zonas de colonización; extensiones grandes de tierra
cuyo dominio era compartido por caudillos regionales como Ignacio Pesqueira en
Sonora o Luis Terrazas en Chihuahua y grupos de apaches e indios Yaquis.
Entonces, ¿cómo actuó Díaz en el norte? Con una lenta pero continua eliminación
del sistema de feudal gracias a la agresiva intervención del ejercito federal.
Cabe recalcar que el interés por los territorios del norte no sólo era un capricho de
Díaz; este estaba plasmado en la inversión extranjera hacia estados como
Chihuahua, Sonora y Coahuila en materia de agraria, minera y de transportes;
hecho aceleró la transformación de la frontera norte, perjudicando a quienes se
habían encargado de transformar la frontera en una zona habitable y productora:
los colonizadores militares.
Los habitantes de la zona norte gozaban de privilegios que las comunidades del
centro y sur no conocieron. Esto gracias a que muchos eran descendientes directos
de españoles, conocidos como criollos, y podían reclamar derechos que sólo
estaban reservados para los primeros; entre ellos se encontraba el manejo de
tierras, que les permitía ser dueños de extensiones, además de poder vender,
comprar o expandirse, autonomía política, que se tradujo en la elección de sus
autoridades municipales y portar armas (derecho y deber también de sus colonos
militares). Gracias a esto podían cumplir una función que, indirectamente,
beneficiaba al gobierno: defender la frontera de los ataques de los apaches.
Si la zona norte ya era prospera y atractiva, ¿por qué las expropiaciones de estas
tierras demoraron tanto en ocurrir? Primero, por lo aisladas que se encontraban,
cosa que dejó de ser un problema con la construcción de las vías ferroviarias;
segundo, por los constantes ataques de los apaches y otros grupos de indios, que
habían cesado considerablemente tras la derrota de los apaches hacia 1885. Con
estos inconvenientes resueltos, el valor de las tierras se disparó, comenzando una
oleada de expropiaciones. Esto, aunado a la revocación de la autonomía política en
los asentamientos y la imposición de autoridades municipales, despertó la irá de los
colonos y colonizadores militares, provocando múltiples enfrentamientos, como es
el caso del pueblo de Tomochic, en Chihuahua, donde más de 500 hombres del
gobierno murieron en una lucha, contra 60 campesinos insurgentes, que se extendió
durante 2 años, pues estos aseguraban que la única ley a la que obedecían era la
divina, y que no se quedarían impunes ante el abuso del gobierno; otro caso
remarcable de lucha ocurrió durante el despojamiento de los Indios Yaquis del Valle
del Yaqui, una de las regiones más fértiles de Sonora, que se convirtió en escenario
de violentas batallas que cobraron múltiples vidas de ambos bandos que terminaron
con el despojo parcial de la tribu, pues la resistencia guerrillera no pudo ser
eliminada. Todos estos grupos de campesinos estaban librando una lucha sin el
apoyo de nadie pero, para principios de 1900, esto cambió; la clase media, que
originalmente se vio beneficiada por el crecimiento acelerado del país y la inversión
extranjera, vio sus intereses comprometidos cuando esa misma inversión
desencadenó un aumento acelerado en la inflación; esto produjo un rápido
descenso en sus salarios reales y un alza en los impuestos como respuesta del
gobierno ante el deterioro económico que sufría el país. Ambos factores limitaron
en gran medida la capacidad de la clase media de ascender en la escala social, y
la lealtad de esta cambió, mirando con malos ojos al régimen. Pero incluso cuando
el nacionalismo que la inversión extranjera despertó entre los colonos del norte,
aunado al sentimiento de favoritismo por los intereses extranjeros que las clases
medias arrastraban fueron factores importantes en las guerrillas de los territorios del
norte, hubo uno más: la lealtad de los peones a sus hacendados debido a las
condiciones privilegiadas en las que vivían.
La rebelión no fue exclusiva de las clases medias y los peones, también estuvieron
implicadas familias de clases altas del norte del país, como es el caso de los
Madero, que rivalizaban con las compañías extranjeras, explotando el cultivo de
guayule, peleando por los derechos del agua en la zona de La Laguna o con la
posesión del único horno de fundición independiente de compañías extranjeras en
el norte hacia 1910.
Pese a que en el sur los hacendados y el gobierno federal ya habían tenido roces,
el acelerado crecimiento económico en el norte fue un factor determinante para que
este se convirtiera en estandarte del movimiento revolucionario. Lo mismo sucedió
en Veracruz, Morelos y Yucatán, pero en momentos de tiempo separados. Por lo
tanto, podemos decir que la exclusión de la clase media, el cambio político radical
de Díaz a comienzos del nuevo siglo, los sentimientos de nacionalismo entre
peones, hacendados, feudos clase media y alta y la contradicción en los intereses
económicos y políticos en una zona que había sido independiente y autónoma
propiciaron a que una revolución se originara en el norte, mas no fueron los factores
decisivos para que estallara la revolución nacional.

En el ambiente de inversión extranjera alta que se desarrollaba en México, no


podemos no considerar la participación de agentes externos al país en los conflictos
internos de este.
Díaz era consciente del aumento repentino del interés de los inversionistas
americanos en México y necesitaba una forma de pararlo o, como mínimo, frenarlo.
Es por esto que comenzó una campaña donde invitaba a inversionistas europeos a
rivalizar con la supremacía inversionista americana en México. Esto hizo al país
escenario de la rivalidad Euro-Americana más importante de América Latina.
Las acciones de Díaz no pintaron bien para los inversionistas americanos, quienes
se sintieron agredidos, desafiados; esto provocó que retiraran el apoyo a su
gobierno, sin que Díaz tuviera el tiempo necesario para alcanzar apoyo suficiente
de los europeos. Francia tuvo participación como inversionista en el país, pero no
como participante importante en la inversión de los ferrocarriles, sino en la deuda
externa, de la misma forma que Alemania, pese a que esta le plantaba cara a los
norteamericanos en la inversión en comercio. La única que comenzaba a rivalizar
con la supremacía norteamericana era Gran Bretaña, que fue desplazada como
principal inversionista por estos durante la construcción de los ferrocarriles en
México.
La tendencia apuntaba a que Gran Bretaña buscaría abandonar sus participaciones
en el país para centrarse en el dominio del sur, pero esto dio un giro repentino
cuando se descubrieron importantes depósitos explotables de petróleo en el país.
Weetman Pearson, fijó su interés en las reservas de petróleo de México, fundando
“El Aguila Oil Company”, que controló el 58% de la producción petrolera. Díaz no
desaprovechó esta oportunidad para empujar su campaña en de rivalidad con las
inversiones norteamericanas por parte de los europeos. Esta decisión tampoco
sentó bien a las compañías norteamericanas en el país y, con el monopolio de los
norteamericanos en los ferrocarriles y las líneas, Díaz era consciente de que, para
que las relaciones con Europa fueran viables, tendría que eliminar dicho monopolio,
lo que logró casi en su totalidad mediante manipulaciones financieras, formando la
Compañía de Ferrocarriles Nacionales en México entre 1907 – 1908. Esto, aunado
al claro favoritismo del gobierno de Díaz por la inversión Europea y, más aún, en los
contratos con Pearson, desarrolló un resentimiento en los inversionistas
norteamericanos, que creció rápidamente con el establecimiento de México como
país potencia en la producción de petróleo. Para 1910, México ya era el séptimo
productor de petróleo en el mundo y los intereses norteamericanos aumentaron ante
la especulación de que, quizá, en México se encontraban las mayores reservas de
petróleo en el mundo. Esto reafirmó el descontento de los norteamericanos con la
creciente relación comercial entre México y Europa, en particular con las industrias
Pearson, por lo que llegaron a la conclusión de que necesitaban ponerle fin a esa
colaboración y la única forma de hacerlo era a través de un cambio de gobierno. Y
con esto agregamos un componente más a la formula.

Las fuerzas armadas porfirianas eran un contingente grande en número, no así en


calidad. Pese a que México contaba con una fuerza armada formidable, el atraso
del ejercito tuvo que ver en las derrotas durante los estallidos de tropas
revolucionarias.
Pero, ¿por qué el ejército mexicano era débil frente al de otras naciones?
Nuevamente, la respuesta está en una de las decisiones de Díaz.
Durante el Porfiriato, Díaz redujo constantemente el presupuesto militar porque
tenía que su régimen pudiera verse amenazado por el levantamiento de un ejército
bien estructurado y equipado, tal como había sucedido durante la independencia en
1810. Fue así como el miedo a un golpe militar, se convirtió en otro factor que
debilitaría el régimen de Díaz a la larga.

Durante el inicio del siglo XX, el rechazo hacia el régimen de Díaz era claro, más en
los estados del norte, y comenzaron a surgir grupos de oposición, como el Partido
Liberal, fundado en 1902 por los hermanos Flores Magón y que se estableció como
uno de los más radicales al fin de la dictadura; este movimiento logró atraer la
atención de las clases medias y los intelectuales, y promovió diversas protestas anti
régimen a lo largo de país, pero nunca logró llamar la atención del campesinado.
Otro de estos grupos fue el Partido Democrático, que estaba conformado por las
clases sociales altas fuera del poder, que no buscaban un cambio en las políticas
económicas ni en relaciones, sino pretendían eliminar a Díaz del poder para
establecer a Bernardo Reyes y así beneficiar sus propios intereses.
Con la aparición de estos movimientos, creció la demanda de participación en la
política interna del país y estallaron huelgas a lo largo del territorio; no habría sido
alto difícil de controlar, si Díaz no hubiera tomado decisiones como el fusilamiento
de los obreros insurgentes de Río Blanco, que pedían condiciones justas de trabajo
con sus patrones y acudieron a Díaz para que actuara como mediador, tomando
Díaz partido con los propietarios de fábricas. A esta mezcla de descontento, se iba
agregando poco a poco el nacionalismo, el odio hacia la crueldad del régimen y la
búsqueda de intereses.
A inicios del siglo XX, el panorama económico no pintaba bien para México, con el
arribo de una de las peores crisis económicas que se vivieron. Con el aumento de
la inversión extranjera, la crisis económica de los Estados Unidos (1907-1908) y la
adopción del Patrón oro por el país, la situación económica en México era inestable,
pues fue fuertemente afectada, sufriendo más los estados del norte, en donde el
precio de los productos se disparó, dejando al poder adquisitivo de los pobladores
por los suelos. Ahora, a esto hay que sumarle los miles de trabajadores que
regresaron a México desde los Estados Unidos durante los despidos masivos de la
crisis. Y no hay que olvidar que Díaz se había el odio de los norteamericanos, tal
que actos pequeños, al parecer insignificantes como el asilo político a José Santos
Zelaya, derrocado ex presidente de Nicaragua (por Estados Unidos) o la negativa
de un contrato de arrendamiento de una empresa de explotación de carbón en Baja
California, tuvieron consecuencias durante el estallido de la revolución.
El último error de Díaz ocurrió durante una entrevista con James Creedman,
periodista norteamericano. Durante la entrevista, afirmó que ya no planeaba
postularse a la presidencia, y que estaba dispuesto a ofrecer todos los apoyos
posibles para que los partidos de oposición se inmiscuyeran en la política, pues
México ya era un país lo suficientemente Maduro como para abrazar la democracia.
Esto provocó que el país se politizara; en consecuencia diversos sectores de la
población que no se habían interesado en la política ahora lo hacían, y la oposición
aprovechó este velo para organizarse. Díaz había subestimado el resentimientos
hacia su gobierno.
Y es en este punto de la historia donde aparece uno de los movimientos de
oposición más importantes: el Partido Antirreeleccionista, encabezado por
Francisco Madero (uno de los héroes de la patria). Ya hemos comentado la
participación de los Madero antes; una familia bien acomodada, que había sido
excluida de la oligarquía que gobernaba al país, y que se había visto envuelta en
una rivalidad continua contra las industrias extranjeras. Pero, ¿cuál era la postura
de Madero? Criticaba al régimen a medias; reprochaba las concesiones a los
norteamericanos, predicaba que el problema yacía en el absolutismo y el poder en
un solo hombre, y que la democracia real no habría de ser alcanzada hasta plantar
un sistema de elecciones populares, independencia de la prensa y tribunales, y
mostraba un profundo ánimo de mejorar las condiciones agrícolas, ojo, no de los
trabajadores por interés en ellos, sino en la producción, remarcando el interés de la
burguesía mexicana por el sector agrícola.
Madero comenzó a adquirir fuerza política y reconocimiento nacional, pero no el
suficiente. Tenía un contrincante duro de vencer: Bernardo Reyes. Los miembros
originales del movimiento maderista de hecho pertenecían al Partido Democrático.
¿Qué ocurrió con Reyes entonces si era tan popular? Nuevamente una decisión de
Díaz añadió otro clavo al fin de su régimen.
En 1909, el partido de Antirreeleccionista postulaba a Madero como candidato a la
presidencia y, en un esfuerzo por dividir la oposición, Díaz subestimó el impacto de
Madero en las clases medias y altas. Mientras el crecimiento de Madero como figura
pública se llevaba a cabo de forma lenta, la popularidad de Reyes crecía
aceleradamente, tal que ya se había ganado la aceptación de ciudades críticas
como Monterrey y Guadalajara. Díaz estaba preocupado por la fuerza que la
oposición adquiría, así que amenazó a Reyes, declarando sus intensiones de
oponerse tajantemente a su candidatura y detenerla por cualquier medio. Reyes
sólo tenía dos opciones: continuar con su candidatura y enfrentar a un régimen de
más de dos décadas o rendirse bajo los términos de Díaz, y sí, eligió la segunda.
Esto hizo relajar las tenciones dentro del gabinete, restando importancia a Madero.
Y, justo como una chispa descuidada, el incendio comenzó. Los simpatizantes de
Reyes se refugiaron en Madero, bajo la influencia de la desaprobación hacia el
régimen. Díaz no esperaba esto; había conseguido que la oposición se unificara
alcanzando dimensiones que nadie había previsto. Tan sólo en Guadalajara fue
recibido por más de 10,000 personas, un número muy cercano lo recibió en
Monterrey y, en la capital, la oposición sumó un apoyo de mas de 50,000.
Pero el número no sólo era lo impresionante; Madero había conseguido unificar las
clases bajas, medias y altas, pues su posición privilegiada como ajeno a la política
de Díaz le confería un aire de cambio que era visto con muy buenos ojos.
El momento decisivo se acercaba: las elecciones presidenciales apuntaban a una
clara victoria del Partido Antirreeleccionista, pero no sucedió así. A días de la
elección, Madero fue encarcelado a petición de Díaz y se hizo con el cargo,
reeligiéndose.
Al salir bajo fianza, Madero huye a Estados Unidos y da forma a uno de los
documentos más emblemáticos de la revolución: El Plan de San Luis Potosí, que
englobaba el sentimiento generalizado de la burguesía en México: la apertura del
poder político, la introducción de una democracia popular parlamentaria y una de
las propuestas más representativas, como lo fue la no reelección. Con esto había
ganado el apoyo de las clases altas, pero el establecimiento de la devolución de las
tierras expropiadas a sus dueños y colonos le hizo ganar la lealtad de las clases
medias, mayormente en el norte.

Hasta este punto he tratado puntos de inflexión durante el régimen de Díaz, y


llegamos hasta aquí, 20 de noviembre de 1910, con un Madero decidido a ejecutar
un golpe de Estado, contando con la clase gobernante a su favor y el ejército que
comenzaba a simpatizar con él, llamando a todos sus simpatizantes a rebelarse en
contra del gobierno. Pero no, la lucha no explotó justo como lo imaginamos, no fue
homogéneo.
Las revueltas en el país comenzaron, muchas desarrollándose en el norte y sur del
país, siendo las más significativas las ocurridas en los estados fronterizos y en
Morelos. A la causa acudieron multitud de personajes; estaban aquellos con cargos
políticos en el Partido Antirreeleccionista, como Toribio ortega, cabeza de la
revolución en Cuchillo Parado, Chihuahua; también estaban aquellos que
guardaban relaciones personales con Madero, como Francisco Villa y por último,
también se unieron aquellos que no tenían ni una ni otra relación, como Emiliano
Zapata. Pese a esto, la lucha no era homogénea; había contrastes notables en los
intereses de los participantes, como era el caso de los terratenientes del norte que
peleaban buscando acceder al poder nacional, mientras que Venustiano Carranza,
la clase alta ex-reyista, Madero y sus diligentes centraban la lucha en el
derrocamiento del régimen, buscando evitar cualquier reforma profunda.
El estallido de la revolución despertó situaciones excepcionales, que marcaron la
diferencia en el curso de los enfrentamientos, principalmente en el norte. Un ejemplo
de esto es la lealtad de los indios yaquis que José María Maytorena se había ganado
al protegerlos de las ordenes de deportación a principios del siglo XX hechas por
Díaz, y que culminaron en el encarcelamiento temporal de Maytorena. Esto fue
decisivo durante los el transcurso de la guerra en Sonora, puesto que los
hacendados contaban con el apoyo de los Yaquis.
Chihuahua fue un bastión en la lucha; aquí se originó el movimiento más importante
de la revolución, con una leyenda como líder: Francisco Villa. ¿Por qué una
leyenda? Porque su pasado está lleno de interrogantes y su participación fue
decisiva en el estado.
Francisco Villa, el gran dirigente del movimiento revolucionario en Chihuahua, era
reconocido entre los campesinos por defender el derecho a la toma del ganado
salvaje en las tierras libres del estado, cosa que había sido abolida en consecuencia
del delego de autoridad de Díaz a los terratenientes, pero su historial no termina
ahí; ganó popularidad durante la rebelión contra los impuestos del estado ocurrida
en 1908. Es por esto que, cuando Villa llamó a las armas, muchos insurgentes se
unieron a él. Pancho villa tuvo la capacidad de forjar un ejercito heterogéneo,
compuesto por mineros, campesinos, obreros y clase media con intereses muy
diferentes entre sí, y este logro le valió la victoria en una de las batallas decisivas
de la revolución: la captura de la ciudad fronteriza de Juárez en 1911.
Mientras todo esto ocurría, la política no se detenía en México, y Estados Unidos
estaba claramente en contra de Díaz. Esto se reafirmó con lo permisivo que el
gobierno norteamericano fue con Madero, dejando que actuara con casi total
libertad en la organización del movimiento antes de su establecimiento en
Chihuahua. Además, las negociaciones con Díaz habían adquirido un tono
desfavorable, pese a la neutralidad que pregonaba el país para con México. El punto
crítico de la desaprobación de Estados Unidos hacia Díaz culminó en la
militarización de la zona fronteriza, el envío de navíos de guerra a puertos
mexicanos y la falta de reacción ante el flujo de armas (más avanzadas) desde sus
territorios hacia la oposición. También se cree que la Estándar Oil Company apoyó
al movimiento Maderista.

Ahora recapitulemos: el despojo de las tierras de los indígenas del sur, así como de
los hacendados del norte, un ejercito debilitado por temor a un golpe militar, una
clase media excluida de la política y puesta en desventaja, una clase alta excluida
de la política con ansias de poder, la desaprobación general de un país, la falta de
alianzas militares europeos y un vecino del norte irritado con una marcada
preferencia a las relaciones con estos últimos; a todo esto, añadir un par de
momentos importantes, como la rivalidad de la familia Madero, la lealtad de los
colonos a sus hacendados en el norte, la gran cantidad de obreros, mineros y
desempleados descontentos con la situación actual, la ingenuidad de Díaz ante el
control que podía ejercer en el país, la corrupción que gestó Reyes dentro del
ejercito mexicano que comenzaba a desaprobar las decisiones de Díaz, la aparición
de Madero y su rápido ascenso a la popularidad, la actuación de Francisco Villa y
muchos más; todo esto fue importante para que una revolución social real se
gestara, sin saltar las alarmas.
Y es en este punto en el que, sólo analizando los factores pequeños nos damos
cuenta del verdadero origen de la revolución en México, una que marcó un antes y
después en Latinoamérica.
Conclusión
México, como un escenario de cambio a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX
es el ejemplo perfecto de cómo las cosas pequeñas pueden tener un impacto sin
precedentes en el rumbo de la historia de una nación.
El Porfiriato fue un periodo de muchos cambios sociales, políticos y económicos,
pero no sólo por la intervención directa de Díaz y sus logros, sino por el peso de sus
decisiones al final de su mandato. Podemos sentarnos a analizar cada uno de los
factores y encontraremos una curiosa relación: dichos factores son consecuencia
de las decisiones de Díaz en su búsqueda de mantenerse (y a la oligarquía de aquel
entonces) en el poder.
Pero esta no es la observación más importante de este ensayo, sino una que
trasciende, que se impone ante lo que nos habían enseñado en las escuelas, y es
que nuestra gran revolución se gestó no en la búsqueda de la libertad, ni de la
igualdad y mucho menos en la premisa de defender al pueblo de una tiranía: esta
nació como respuesta a los intereses de grupos aislados dentro de la nación que
encontraron en sus alianzas la forma de alcanzar sus metas: ya fuera inclusión en
la política, tierras, oportunidades o simplemente poder recolectar ganado salvaje sin
que fuera un delito.
Sí, la guerra secreta en México hace referencia todo este entramado de
conspiraciones, revueltas, alianzas e intereses que coincidieron en el escenario que
fue México a inicios del siglo XX, interna y externamente, y obedece a una constante
en la política mexicana: el deseo de cumplir con intereses, usando cualquier medio.

Вам также может понравиться