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Breve historia del Real Monasterio de El Puig y su

Santuario

Este Monasterio debe su origen al hallazgo, en la cumbre de la colina (puig, en lengua


valenciana), de una imagen de María por parte de san Pedro Nolasco, fundador de la
Orden de la Merced, en 1237, debajo de una campana; mientras las huestes de Jaime I se
preparaban para la conquista de la cercana capital. Dicha imagen se conserva en la capilla
Mayor del Santuario, y allí podrás venerarla. Jaime I, el Conquistador, consideró la
protección de la Virgen como causa determinante y eficaz de la conquista del Reino de
Valencia, proclamó a santa María de El Puig como Patrona del Reino conquistado, erigió el
primer templo a la celestial Señora de las tierras rescatadas, y quiso que los religiosos
mercedarios fueran los guardianes perpetuos del santuario.

El Monasterio al que has llegado comprende dos elementos arquitectónicos distintos: El


Convento propiamente dicho (residencia de los religiosos) y el Santuario de la Patrona del
Reino de Valencia; constituyendo ambos elementos la grandiosa mole rectangular,
flanqueada por cuatro macizos torreones, que destaca sobre la verdeante lozanía de la
huerta y sobre la construcción urbana circundante.

Al santuario de Santa María de El Puig acudieron siempre las gentes valencianas en


fervorosas y contnuas peregrinaciones. A santa María de El Puig rindieron pleitesía también
los reyes Jaime I, Alfonso X el sabio, Pedro III el Grande, Pedro el Cruel, Felipe III y
nuestros actuales monarcas D. Juan Carlos I y Doña Sofía; y ante la imagen de santa María
de El Puig humillaron sus tiaras los Papas Benedicto XIII, Calixto III y Alejandro VI, y los
Arzobispos santo Tomás de Villanueva, san Juan de Ribera, y los demás prelados
valentinos, sin excepción hasta nuestros días.

El Convento actual, de planta y estilo escurialescos, se comenzó a construir, con la


bendición de san Juan de Ribera, el día 1 de septiembre de 1588, día de la colocación de la
primera piedra en los cimientos del torreón sureste. Fue su arquitecto y primer maestro de
obras Antón Dexado de la Cossa.

La entrada en el convento se realiza por su Portería, que se halla en la fachada este y a la


que se llega por las dos rampas de acceso que salvan los desniveles que hay desde la calle
del Pintor Peyró, por el norte, y desde la avenida Virgen del Puig, por el sur.

En el primer claustro encontramos el Refectorio, la Capilla, y un Salón gótico.


Además de las cuatro alas en las que se exponen numerosos cuadros de José Vergara
(1726-1799).
En el centro, y desde las cuatro alas del claustro se puede acceder al patio central.

En el segundo claustro encontramos la Iglesia (Templo, sacristía, camarín de la Virgen) el


Salón Real y el Salón de la Orden de Caballeros de El Puig.
Se puede admirar también cuadros de distintos autores (Vergara o Espinosa) y de
temática religiosa).

Santuario
La construcción del edificio actual fue iniciada por el almirante don Roger de Lauria,
el año 1300, continuada por su esposa, doña Saurina de Entenza, y concluida (a
mediados del siglo XIV) por la hija de ambos, doña Margarita de Lauria y Entenza.

El templo es de planta rectangular, de tres naves con bóvedas de crucería sostenidas


por robustas pilastras. Es un recinto de 26,40 por 16 metros (sin contra la profundidad
de las capillas laterales), presidido por la Capilla Mayor o Presbiterio de ábside
cuadrado, al estilo de los templos visigodos.

A la iglesia actual precedió, en el tiempo, la de una sola nave construida por orden de
Jaime I, en 1238 y entregada a la Orden de la Merced por dicho monarca el 26 de
julio de 1240, de la que se conserva únicamente la extraordinaria Portada, trasladada
de su emplazamiento primitivo al lugar lateral que hoy ocupa.

El Camarín de la Virgen se halla situado detrás de la Capilla Mayor. En su cúpula,


pechinas y paredes pintó José Vergara, en el año 1781, lo que la tradición nos cuenta
de la imagen de Nuestra Señora de El Puig: que los ángeles la hicieron de una piedra
del sepulcro de María; que la trajeron a El Puig; que aquí la veneraron apóstoles y
monjes; que la enterraron los monjes debajo de una campana cuando la invasión
musulmana; que luego fue hallada; y que D. Jaime I depositó a las plantas de la
celestial Señora las llaves de la ciudad de Valencia cuando las recibió del rey moro
Zeyán.

Historia del Real Monasterio de Santa María de El


Puig

FUNDACIÓN DEL CONVENTO


Las viejas crónicas de nuestra Orden presentan a nuestro Fundador acompañando
al rey Jaime I el Conquistador en sus campañas de Reconquista. Ya había decidido el
rey en el castillo de Alcañiz conquistar Valencia, y su determinación le llevó a tomar la
posición de El Puig de Enesa, ocupando el castillo, que los musulmanes habían derruido
en su huída. Durante el verano del año de gracia de nuestro Señor 1237, todos los
sábados la guarnición cristiana del castillo, veía descender sobre la falda del monte
donde ahora se asienta el monasterio una columna de siete estrellas, señalando un punto
concreto de la montañita. Nuestro Fundador san Pedro Nolasco interpretó aquel anuncio
como buen presagio de conquista y mandó cavar allí. Y debajo de una campana apareció
la hermosa imagen bizantina de Nuestra Señora de los Ángeles. El alcaide del castillo,
D. Bernardo Guillén de Entenza, tío de Jaime I, colocó la Imagen de la Virgen en el
castillo, y más tarde cuando llegó el rey, el monarca mandó construir una iglesia, en el
mismo sitio donde hoy la contemplamos; y de tal forma procuró que se llevase a cabo
que ya estaba concluida en el año 1240. El Obispo de Valencia la convirtió en parroquia
ese mismo año y la encomendó a la Orden, siendo la primera parroquia, aceptada en
tiempos de san Pedro Nolasco.

En ese mismo agosto, tuvo lugar la famosísima batalla de El Puig. Narran los
cronistas que los infantes cristianos eran reducidos en número frente a las tropas
musulmanas, y que en el fragor de la lucha apareció el mismísimo Señor San Jorge,
patrono de las armas aragonesas, y que por su medio e intervención, la lucha se decidió
en nuestro favor. El rey moro de Valencia, Zayyan, quiso aprovechar la desventaja a su
favor que le proporcionaba la ausencia del rey Jaime I, pero la batalla que se libró fue de
tal modo decisiva que no se llevó a cabo ninguna otra para la conquista de la ciudad de
Valencia, poniendo en enero de 1238 duro cerco a la ciudad, logrando la capitulación
unos meses más tarde. Como conmemoración de tal batalla se edificó en el llano una
ermita dedicada a san Jorge, agradeciéndole la ayuda prestada.

Tiempo atrás, el abuelo de Jaime I, Alfonso II de Aragón en 1175 había


prometido al Abad y monjes del Monasterio de Poblet hacer donación de la villa de El
Puig de Enesa o Cebolla o Juballa como la llamaban los moros, cuando con la ayuda
divina la conquistara, para que en el sitio del término que mejor les pareciera fundaran
un monasterio del Císter, asignándoles tierras y rentas para mantener a una numerosa
comunidad. Ese mismo día eligió sepultura en Poblet, reservándose no obstante, la
posibilidad de sepultarse en El Puig si llegaba a conquistarlo. Sin embargo, el Rey
Conquistador otorgó la donación a san Pedro Nolasco y a la Orden de la Merced en
fecha del 2 de julio de 1240, y debido al hallazgo de la Santa Imagen cambió el nombre
de El Puig de Cebolla por el de El Puig de Santa María.

Fue tan importante el descubrimiento de la imagen de la Virgen, que el rey Jaime


I juró delante del altar que no volvería a tierras de Aragón hasta que Valencia hubiera
caído en su poder. Como así aconteció. Y el día 9 de octubre del año 1238 entró
triunfante en la Ciudad, se consagró como catedral la mezquita mayor y entregó a la
Orden una mezquita y unas casas cercanas a la puerta de la Boatella donde se construyó
un hermoso convento.

LA SANTA IMAGEN
En el centro del presbiterio, que doctos escritores han llamado y con razón
“Cámara Angélica” podemos contemplar la imagen de la Virgen. “Mare de Deu del
Puig” como la invocan las gentes de estas tierras. O Nuestra Señora de los Ángeles de
El Puig, porque hasta nuestro convento del Cuzco guarda un bello cuadro con el
momento del hallazgo. La Sagrada Imagen es un medio relieve cincelado; en él se
aprecia la técnica del relieve griego, en el que la Madre sostiene al Niño sobre sus
rodillas en el lado derecho, y mientras la Virgen inclina su cabeza hacia el Hijo, éste se
encarama en actitud de darle un beso, rodeando el cuello con su brazo. Todo el
conjunto, que está policromado, guarda un equilibrio y una belleza, que sólo la
iconografía oriental es capaz de transmitir. ¡Qué dicha contemplar a María!; Sólo
aquellos que la han visto podrían explicar con palabras la impresión que se graba en los
sentidos, especialmente en el alma. Es el símbolo de la Maternidad de María. La Imagen
de El Puig es Icono de María, Madre de Dios, de un Dios Encarnado, hecho Niño, hecho
hombre, hecho carne. Por eso, la actitud de Madre e Hijo realzan el simbolismo
iconográfico del carácter maternal de María.

El Icono es una pieza rectangular, en la que se aprecia una banda remarcada por
un caveto que enmarca el relieve. La imagen representa a la Madre de Dios “in sede
maiestatis”, sentada en su trono, sin corona, sin joyas. Aunque se aprecian una cierta
desproporción en algunos elementos como manos, cabeza de la Virgen, barbilla… todo
en Ella es solemne: manto azul forrado de rojo, túnica dorada, estrellas en la frente y en
los hombros, calzado puntiagudo de color púrpura; el Niño vestido con túnica dorada y
amplia dalmática con anchas mangas de color castaño.

Cuenta la Santa Leyenda, que los ángeles esculpieron la imagen en una piedra del
Sepulcro de la Virgen, cómo posteriormente, la trasladaron hasta este lugar, donde se
construyó un monasterio y donde la veneraron hasta la invasión musulmana acaecida en
el año 711. Pasaron pues, 526 años, en que la sagrada imagen estuvo sepultada bajo una
campana. Por eso, hice labrar un escudo que sirviera como imagen heráldica del
monasterio, a la par que para mí mismo: en campo partido, las armas de la Orden de la
Merced y la iconografía del hallazgo: una montaña, una campana y las siete estrellas. La
imagen está sostenida en un bello relicario con una hermosa leyenda: “Sancta Maria
imago tua sit nobis tutrix…”

Parece ser que llegó a la Hispania visigoda con una escuadra enviada por el
emperador bizantino Justiniano, cuando el rey godo Atanigaldo le pidió ayuda frente a
su adversario Agila. Esto permitió crear en las costas de Levante un protectorado
bizantino, y que aquellos cristianos construyeran su iglesia y colocaran en ella la imagen
de la Madre de Dios. Cuando en el año 711 los moros invadieron Hispania, los monjes
que custodiaban el sagrado icono lo escondieron debajo de una campana y tuvieron que
huir. Y fue precisamente Nuestro Padre san Pedro Nolasco, quien como don celestial
descubrió la santa Imagen.

LA IGLESIA
La primitiva iglesia construida por Jaime I enseguida quedó insuficiente e
incapaz de acoger a todos los fieles que acudían a la Madre del cielo en busca de
intercesión. Sobre los años de 1300 se construyó la actual iglesia, de estilo gótico. Los
arquitectos y maestros de obra dejaron su impronta en los muros, columnas y pilastras.
Quisieron que el templo fuera el digno santuario de la que es Patrona del Reino de
Valencia y a cuyas plantas el Rey Conquistador puso las llaves de la Ciudad de
Valencia. Fueron sus mecenas y generosos donantes D. Roger de Lauria y su esposa Dª
Saurina de Entenza, continuando las obras los hijos de ambos Roberto y Margarita que
eligieron el templo construido como panteón funerario, y cuyo hermoso sepulcro gótico
se encuentra en el presbiterio, en el vano de la pared de la nave del Evangelio.

También Dª Margarita se construyó residencia, que ella llamaba Alcázar, en la


parte este del templo, que pasando el tiempo, el padre Lorenzo Companys convertiría en
beaterio mercedario.

Esta iglesia está construida sobre la que mandó edificar el Rey Conquistador, y de
la cual se conserva la hermosa portada tardo románica con sus diez capiteles historiados
(Anunciación, Nacimiento, Adoración de los Magos, Huida a Egipto, Matanza de los
Inocentes, las Bodas de Caná, la resurrección de Lázaro, la Entrada en Jerusalén, la
Última Cena y el Beso de Judas). Recuerdo con exactitud cómo el capitel decorado con
la escena de la Adoración de los Magos, el artista canteroesculpió y reprodujo la misma
imagen de la Virgen sosteniendo al Niño en su parte derecha, mientras los Magos
arrodillados le ofrecen sus dones de oro, incienso y mirra. Esta portada, orientada en la
iglesia primitiva hacia el oeste, se trasladó a la parte norte de la nueva iglesia, recayendo
hacia la villa de El Puig y se accede por una amplia escalera denominada Escala Santa.
Aunque esta portada tenía tímpano y parteluz, el comendador Clemente Gil,
mandó que se quitaran en el año 1650 y mandó construir unas grandes puertas de dos
hojas. También pertenece a la primitiva iglesia la base de la torre de las campanas.

La iglesia está orientada hacia el Este. Sobre el altar mayor se abre un gran
ventanal gótico por el que penetra la primera luz del día cuando el sol se alza sobre el
horizonte ilumina el templo, y que es símbolo de Cristo, Luz que nace de lo Alto. Al pie
del templo, se alza el majestuoso coro que yo mismo mandé edificar en 1669, y por allí
desaparece la última luz, para que desde el Oriente hasta el Ocaso alabemos al Señor,
como cantamos en los Salmos de David.

Es el Templo de planta rectangular, de tres naves cubiertas con bóveda de crucería


y ladrillo colocado en sardinel, sostenido por robustas pilastras, de cinco crujías, a las
que se adosan 10 capillas laterales. La Capilla Mayor o Presbiterio es de planta cuadrada
y está cerrada con una reja de hierro forjado, construida por Esteban Giner en 1514 a
expensas del Vicario de la parroquia fr. Juan Ferrándiz de Tursa con un precio de 257
libras y 6 sueldos. Además en ella está colocado un exvoto de un Patrón llamado Quirós
y de su tripulación por un milagro obrado por la Virgen en el año 1443 frente a la costa
de El Puig, y una losa de mármol negro que es el vaso sepulcral de los benefactores del
Monasterio D. Francisco de Castellví.

Las bóvedas de crucería son bastante sencillas y los capiteles no tienen decoración
esculpida alguna. Las ventanas ojivales son estrechas, abriéndose por encima de las
arcadas, y adornadas con bellas vidrieras con los santos de la Orden. Y es que esta
iglesia es “casa de oración”, lugar de encuentro con Dios y con su Madre que nos habla
desde el silencio de la piedra y desde la penumbra que entra por los ventanales.

Cinco capillas por nave cobijan las diversas advocaciones, aunque cuando mandé
construir la Sacristía Mayor sacrifiqué la primera de la nave de la Epístola. Allí se
colocó una magnífica cajonera de nogal, además sobre la puerta un exvoto que mandó el
rey Alfonso V desde Nápoles y el magnífico Armario de las Reliquias, en cuya parte
inferior se conserva el cuerpo incorrupto del Venerable P. Juan Gilabert Jofré, fundador
del primer hospital para tratar a los dementes en Valencia, y donde se guardan
importantes reliquias, entre las que destaca una Santa Espina donada por el Rey
Conquistador.

En las distintas capillas se encuentran los sepulcros de distinguidos personajes,


entre los que cabe destacar: a los pies del Altar Mayor, sin ninguna lápida que lo indique
los Duques de Segorbe, D. Alfonso de Aragón y Dª Juana Folch de Cardona y sus hijas,
Francisca y Beatriz. En el muro de la nave del Evangelio, el primoroso sepulcro de los
hermanos Margarita y Roberto de Lauria con dos planos inclinados en forma de artesa y
adornado con plañideras y estatuas de santos; en la capilla de Nuestra Señora de la
Merced, el sepulcro de Bernardo Guillén de Entenza, muerto en El Puig en invierno de
1237 y enterrado en un magnífico sepulcro gótico mandado construir en el siglo XIV.
En la capilla de la Inmaculada, el sepulcro de los frailes mercedarios, Rvdmo. fr.
Lorenzo Companys, hijo de este convento de El Puig, donde murió el año 1479. Dotado
de grandes virtudes fue elegido redentor, y en Argel cumpliendo su Cuarto Voto
Redentor permaneció por espacio de 17 años. Cuando regresó a Barcelona fue
nombrado Maestro General, y aunque promovido al episcopado por el rey Juan II de
Aragón, murió en este convento el 20 de diciembre de 1479. En la misma capilla está el
sepulcro del P. Juan Calvo, fallecido en 1574. A los pies de la iglesia, entre la capilla de
la base de la torre y el coro se encuentran las urnas sepulcrales de los Maestros
Generales Fr. Pedro de Amer, Maestro Laico, que legisló en 1272 las primeras
constituciones de la Orden y el P. Raimundo Albert, Maestro clérigo, que compuso las
segundas constituciones a partir de 1317, cuando la Orden se transformó de laical en
clerical. Las dos urnas vienen a medir lo mismo, en torno a cuatro palmos valencianos, y
aunque están muy levantados sobre el suelo, en la parte frontal se puede leer los dos
epitafios. El Rvdmo. Amer murió en El Puig el año 1301, mientras que el Rvdmo.
Albert murió en Valencia en 133, aunque tres años más tarde fue trasladado a El Puig.
Cuánta historia de la Orden guarda este templo. Cuánta devoción en torno a la Virgen de
El Puig. Cuántos frailes mercedarios han vivido su vocación redentora en estas tierras
podienses.

EL CONVENTO
La fundación del convento, como queda dicho ya en lo referido a la iglesia se
debe a la munificencia del ínclito y victorioso rey Jaime I quien donó a san Pedro
Nolasco y a fray Juan de Verdera, su lugarteniente en el Reino de Valencia la iglesia
recién construida y todo el “puig” donde estaba levantada. Pronto establecieron
convento, pequeño pero capaz y que se fue ampliando y adquiriendo notoriedad como
casa fundada por el Patriarca y donada por el Rey. Aquí se celebraron Capítulos
Generales, tanto los anuales que estaban destinados principalmente a la Redención de
los Cautivos como Capítulos electivos. Aquí descansan los restos en la esperanza de la
futura resurrección de Maestros generales y humildes religiosos, linajudas familias y
sencillos fieles de María Santísima.

Fue el comendador Lorenzo Companys quien mandó construir un convento a los


pies de la iglesia. Un convento articulado en torno a un claustro central, con celdas,
amplio refectorio, y estancias para los reyes. De este convento, solamente se conserva
un ala de un claustro, situado bajo el coro de la Iglesia. Además la familia Lauria se
construyó una residencia, llamada Alcázar junto al Santuario. Fray Lorenzo Companys
la convirtió en 1460 en un convento de monjas terciarias de la Merced.

Pero hubo que esperar hasta el siglo XVI para poder comenzar las obras del
impresionante monasterio que comenzó en 1588 y yo tuve la dicha de contribuir a la
conclusión de todo el conjunto. Ya en 1583, el comendador fr. Asensio Lagaria, la
comunidad de frailes mercedarios y los canteros redactaron los pormenores de tan
magna obra. Y como no contentó a todos, en agosto de 1588 se firmaron nuevas
capitulaciones con el Maestro de Obras y primer arquitecto, Antonio Dexado de la Cosa.
Con la bendición del Patriarca y Arzobispo de Valencia Juan de Ribera se puso la
primera piedra del torreón sureste. A los siete años, el Maestro General fray Francisco
Zumel visitó las obras y ordenó que se continuaran. Así los años fueron pasando, y las
obras en muchos momentos detenidas. Por gracia de Dios he podido ver concluido este
magnífico convento, que es de la Orden y de Valencia preclaro, custodio de la Imagen
de María, Real por el patrocinio de los monarcas, que desde Jaime I hasta la actualidad
han visitado y se han hospedado en él. De ellos hemos recibido privilegios y
donaciones, y en todo momento han mostrado hacia esta Casa gran veneración.
Ahora que está acabado, muestra el edificio un aspecto rectangular, esquinado por
cuatro robustos torreones de planta cuadrada, excepto el más antiguo, el suroeste que es
de planta rectangular, y sus cuatro fachadas coinciden con los cuatro puntos cardinales.

Quiero guiarte por este convento para que puedas gozar de la belleza y
proporciones de que está dotado.

Penetramos en el recinto por un arco de medio punto, un portón cerrado con reja
que desde la Villa da acceso al convento, que se comenzó a construir en el año 1666 y
se concluyó el 18 de marzo de 1670, víspera de san José. Sobre la puerta he colocado mi
escudo heráldico con las armas de la Orden de la Merced en un cuartel y en el otro una
montaña, la campana y las siete estrellas. Sobre el muro de la puerta una cruz que en su
anverso está el Crucificado y en su reverso la Virgen con el Niño. Avanzando por la
barbacana alcanzamos la Portería del Convento.

Accedemos a los Claustros por la escalera de comunidad, que termina en una


cúpula decorada a lo grutesco y en las pechinas, cuatro ángeles sostienen filacterias con
la frase de los Salmos de David: “Envió la Redención a su Pueblo”.

El Claustro Bajo está formado por cuatro alas en las que se abren 36 ventanales
abocinados, cubierto por vigas de madera y entrevigado de ladrillo. Me tocó poner el
primer ladrillo del ala sur el día 1 de septiembre de 1667, día de san Gil, según traza del
maestro cantero Francisco Verde y de Juan Pérez, maestro de obras del convento. En el
ala norte sólo se abre un vano, que da acceso a un salón, resto del convento de fray
Lorenzo Companys. Aquí se aprecia la solidez de los fundamentos de la iglesia y cómo
fue construida sobre la cima de la montaña sobre la roca de rodeno; y se muestra la gran
obra de explanación que hubo de hacerse para construir el convento nuevo.

Conforme iban avanzando las obras del convento, llegamos al ala oeste. Allí
mandé construir a mis expensas el refectorio, al que se accede por dos puertas gemelas,
similares a las que abren la Sala “De profundis”. Se logró acabar el refectorio en 1670,
tal como se colocó en el testero, por encima de la cornisa. Además, quise dejar
constancia del hecho, colocando unas enigmáticas letras para que el tiempo futuro me
recuerde y dé gracias a Dios por la conclusión de las obras. Es la siguiente frase latina:
Fratris Josephi Sanchis, Magistri Generalis Ordinis Beatae Mariae De Mercede
Redemptionis Captivorum , Munificencia Facta Vobis Omnium Patrum Et Fratrum.
Anno Domini 1670; que quiere decir: Sala construida por la munificencia de fray José
Sanchís, Maestro General de la Orden de la Bienaventurada María de la Merced, de la
Redención de los Cautivos, con los votos favorables de todos los padres y hermanos. En
el Año del Señor 1670. De toda esta larga frase sólo se colocaron las iniciales.

En el testero hice colocar en 1674 un hermoso cuadro de 7 m de altura x 8’5 m de


largo que había encargado al artista madrileño Juan Antonio Frías Escalante con el tema
de la multiplicación de los panes y por el que pagué 600 libras.

La comunidad agradecida con el comendador Pedro Aparicio a la cabeza me


dedicó un monumento epigráfico y lo colocó a la entrada de la Sala “De Profundis”
donde unos bellísimos cuadros decoran la estancia, y la imagen imponente de un Cristo
Crucificado, hacen presentes a nuestros ojos las palabras del Apóstol Pedro: “Cargado
con nuestros pecados subió al leño. Sus heridas nos han curado”
El patio del claustro es todo serenidad clasicista, ninguna extravagancia, sino
líneas rectilíneas. Bien patente quedaba el reflejo que el monarca Felipe II dejara en su
obra de El Escorial. Sobriedad y equilibrio con una suave tonalidad ocre del ladrillo con
que está construido. Si bien, el primer Maestro de obras, Antonio Dexado pensó en
arcos de medio punto, y así se erigió el claustro de levante, los restantes se levantaron
adintelados y más tarde se corrigieron los arcos y se cambiaron por dinteles. El subsuelo
del claustro es una gran cisterna excavada en la roca, hecha por el maestro antes
nombrado, donde se recogen las aguas de lluvia para refresco de la comunidad y riego
de las huertas que rodean el monasterio.

Volviendo a la escalera conventual, accedemos al Claustro Alto de grandes


proporciones, cubierto con bóvedas de arista sobre arcos escarzanos que mueren en un
estilizado cornisamento decorado en colores grises y donde se abren las portadas más
interesantes del monasterio. El torreón sureste alberga las estancias de los monarcas
cuando se hospedan en el Monasterio. Y es que a Santa María de El Puig rindieron
pleitesía los reyes Jaime I, y todos los reyes de la Corona de Aragón, Alfonso X el
Sabio, Pedro el Cruel, Felipe III. Aquí nació y fue bautizada la infanta Leonor, que
después sería reina de Castilla. En el ala oeste entrando por la puerta en cuyo
frontispicio está escrito “Capitulum” se accede a la Sala Capitular y Librería del
Convento. Muy buenos libros guarda entre sus estantes, siendo muy apreciada su lectura
por la comunidad. Y en sus armarios se guardan numerosos privilegios reales y
eclesiásticos que son la riqueza patrimonial de esta casa. De destacar es también la
puerta del Comendador y las puertas de acceso a las celdas de los frailes: espaciosas y
llenas de luz, pues cada una de ellas cuenta con un buen balcón, y un ventano para la
alcoba.

Desde este claustro podemos acceder al coro de la Iglesia, donde una buena
sillería de nogal, con doble cuerpo de sillas, ennoblece el recinto y posibilita que el
canto y el rezo de las Horas Canónicas alterne los distintos momentos de nuestra jornada
como religiosos, tanto de día como de noche. Y es que tengo gran aprecio al Coro,
porque también lo mandé edificar yo. El día de santa Lucía, 13 de diciembre de 1669, a
la hora de Vísperas puse la primera piedra. Está elevado sobre la nave de la iglesia la
altura de seis peldaños; como mandan nuestras Constituciones el asiento principal es
para Nuestra Santísima Madre de la Merced, y allí la entronicé en la silla presidencial, y
sobre la sillería una imagen de san Pedro Nolasco, y un lienzo sobre la aparición de la
Virgen en el Coro de Barcelona, y puse en su bóveda mi escudo de armas.

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