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Profetas

ISAIAS
Isaías fue uno de los profetas más relevantes de la historia cristiana y judía
y un autor exquisito, que supo demostrar sus dotes para narrar la historia
que vivía y su amor por Dios a través de un escrito que forma parte de la
Biblia y que se conoce como Libro de Isaías. Profeta israelí de gran labor
poética, político y asesor de los reyes y autor del Libro bíblico de Isaías
Como buen profeta anunció muchas cosas que luego sucederían como por
ejemplo la venida, el nacimiento, el sacrificio y la posterior glorificación de
Jesús que generó la salvación y la vida eterna para todos los cristianos que
creyesen en ello.
Anuncia la venida de Jesús a la tierra para salvarnos
Por caso es que la religión cristiana lo elevó a un nivel muy importante de
consideración y de veneración.
Orígenes, profecías y vida
Nació durante el Reino de Judá, allá por el siglo VIII A.C. y su nombre
significa salvación.
Fue hijo del profeta menor Amós.
Su vida se desarrolla en la ciudad de Jerusalén y tanto Israel y Judá fueron
el objeto de sus profecías.
Se cree que tenía una ascendencia real que lo vinculaba con el rey Uzías,
que habría sido su primo. Su principal prédica fue la santidad de Dios y que
los israelitas debían seguir ese camino.
Influencia en el Reino de Judá
La evangelización llevada a cabo por este profeta se desarrolló en el Reino
de Judá y su trabajo en este sentido se hizo más intenso en tiempos de la
crisis que generó la expansión del Imperio Asirio.
Esta dependencia con los asirios tuvo algunos momentos de disputa que
culminarían con la caída de los asirios en tanto, el Reino de Judá quedó
envuelto en el medio de las disputas entre egipcios y babilónicos y terminó
por destruirse, desembocando en el llamado cautiverio de Babilonia, que
establecerá una provincia babilónica en el territorio del Reino.
Participó del Cautiverio de Babilonia y habría sido asesinado
Entre 586 y 537 A.C., los hebreos que habitaban en el Reino Sur, se
mantuvieron exiliados en Babilonia; recién en 537 el rey persa Ciro
permitió que los judíos regresasen a sus tierras originales . Se casó y tuvo
dos hijos, y se cree que su final fue trágico, ya que fue asesinado
cruelmente por orden de un rey.
JEREMIAS
Jeremías comenzó a recibir la palabra de Dios en el año decimotercero del
reinado de Josías (Jer 1,2). Como profeta de Dios, exigió la conversión del
pueblo y profetizó la invasión babilónica de Jerusalén (Jer 1,13-16). Los
habitantes de Judea habían quedado profundamente afectados por la derrota
y la muerte de Josías, desconfiaban de la bondad de Yahvé por lo que
buscaron refugio en los ídolos (Jer 2,1-19), y en la fingida piedad del templo
(Jer 7,1-15). El rey Joaquín, sucesor de Josías, fue un déspota y amó el lujo
desmedido (Jer 22,13-19). Jeremías denunció su pecado (Jer 22,1-19) y
también delató la hipocresía del Templo (Jer 25,1-4). El profeta también
intuyó el periodo de esplendor de los babilonios y conminó a Joaquín para
que no entablara combate con la gran potencia, pues solo evitando la guerra
podría subsistir Judá.

Jeremías profetizó la destrucción de Jerusalén y del Templo. Explicó que la


catástrofe venidera se debía al pecado que afloraba en muchos aspectos: la
temeridad de Josías al enfrentarse con Egipto; la precipitación de los nobles
para elegir a Joacaz; los vaivenes constantes de Joaquín buscando la alianza
más conveniente para él, pero no para el pueblo; la negligencia del culto
del Templo al no preocuparse por los problemas sociales; y sobre todo, el
interés egoísta de la clase poderosa que llevó al país a una guerra perdida
de antemano. Todo esto -decía Jeremías- es el pecado de orgullo de Judea.
Por eso convertirse para Jeremías significaba abandonar el camino del
orgullo, concretamente: dejar de creer que una, pequeña nación podía
derrotar militarmente a la primera potencia mundial. Jeremías fue
encarcelado y el rey Joaquín se enfrentó contra Nabucodonosor. Este se
dirigió a Jerusalén y la conquistó en el 597 deportando parte de la
población a Babilonia y poniendo como rey a Sedecías. El pueblo se dio
cuenta de que Jeremías tenía razón: todos admitieron que el orgullo era la
raíz de sus males, pero ocurrió algo curioso: los deportados pensaron que
los orgullosos eran los que se quedaban y los que se quedaban pensaron
que los orgullosos eran los deportados. Jeremías escribe a
los deportados diciéndoles que se humillen y sean fieles en la pruebas y por
otra parte exhorta a Sedecías y al pueblo que permanece, a obedecer y no
enfrentarse a Nabucodonosor y a vivir la fe en la prueba presente Pero
nadie hizo caso a Jeremías. El rey Sedecías desafió a Nabucodonosor en un
momento bajo de éste, pero en cuanto se recupero, Nabucodonosor volvió
hacía Jerusalén y esta vez la destrozó, Templo y palacio real quedaron
destrozados, es el año 587. Jeremías se quedó en Judá con los campesinos
del lugar a quienes animaba a seguir confiando en la bondad de Dios
Jeremías suplicó al pueblo que permaneciera en su tierra, pero ellos
asustados huyeron a Egipto llevándose a la fuerza al profeta y a su
secretario Baruc. Terminando así sus días en Egipto, pidiendo a sus
compatriotas mantenerse en la fe y poniéndoles en guardia contra los
peligros de la idolatría (Jer 40,7-44,30). Por eso Jeremías significa la
presencia de Dios junto al pueblo que se precipita al abismo. El Señor
nunca nos abandona, incluso cuando nuestra vida toma un rumbo malo,
Dios permanece fiel junto a nosotros, esperando el momento en que
volvamos a El. Parece como si Dios le revelara: Yo soy un almendro. A ti
te ha correspondido ser mi profeta durante el invierno de la historia de mi
pueblo. Yo te envío para que recuerdes a los israelitas que estoy siempre a
su lado. Pocos te escucharan pero, en el desanimo, recuerda que junto a ti
está el Señor que como un almendro vela por tu vida y la de su pueblo,
hasta que llegue una nueva primavera en la que Israel florezca de nuevo.
Jeremías tuvo una misión difícil, fue la voz cálida y exigente de Dios quien
lo acompaño durante el invierno de su historia (como el almendro en el
invierno es presencia de esperanza).

EZEQUIEL

Ezequiel, hijo de Buzí, de linaje sacerdotal, fue llevado cautivo a Babilonia


junto con el rey Jeconías de Judá (597 a. C.) e internado en Tel-Abib a
orillas del río Cobar. Cinco años después, a los treinta de su edad (cf. 1, 1),
Dios lo llamó al cargo de profeta, que ejerció entre los desterrados durante
22 años, es decir, hasta el año 570 a. C.
A pesar de las calamidades del destierro, los cautivos no dejaban de abrigar
falsas esperanzas, creyendo que el cautiverio terminaría pronto y que Dios
no permitiría la destrucción de su Templo y de la Ciudad Santa (véase Jer.
7, 4 y nota). Había, además, falsos profetas que engañaban al pueblo
prometiéndole en un futuro cercano el retorno al país de sus padres. Tanto
mayor fue el desengaño de los infelices cuando llegó la noticia de la caída
de Jerusalén. No pocos perdieron la fe y se entregaron a la desesperación.
La misión del Profeta Ezequiel consistió principalmente en combatir la
idolatría, la corrupción por las malas costumbres, y las ideas erróneas
acerca del pronto regreso a Jerusalén. Para consolarlos pinta el Profeta, con
los más vivos y bellos colores, las esperanzas de la salud mesiánica.
Divídese el libro en un Prólogo, que relata el llamamiento del profeta (caps.
1-3), y tres partes principales. La primera (caps. 4-24) comprende las
profecías acerca de la ruina de Jerusalén; la segunda (caps. 25-32), el
castigo de los pueblos enemigos de Judá; la tercera (caps. 33-48), la
restauración.
"Es notable la última sección del profeta (40-48) en que nos describe en
forma verdaderamente geométrica la restauración de Israel después del
cautiverio: el Templo, la ciudad, sus arrabales y la tierra toda de Palestina
repartida por igual entre las doce tribus" (Nácar-Colunga).
Las profecías de Ezequiel descuellan por la riqueza de alegorías, imágenes
y acciones simbólicas de tal manera, que S. Jerónimo las llama "mar de la
palabra divina" y "laberinto de los secretos de Dios".
Ezequiel, según tradición judía, murió mártir.
DANIEL
El nombre Daniel suele traducirse como ‘Dios es mi Juez’ o ‘Juicio de
Dios’.

Uno de los aspectos que caracterizaba al profeta era su fidelidad al Señor,


el cual le dio un don: “A estos cuatro muchachos Dios les dio conocimiento
e inteligencia en todas las letras y ciencias; y Daniel tuvo entendimiento en
toda visión y sueños”. Daniel 1:17.

Cuando el rey Nabucodonosor amenazó con destruir a todos los hombres


sabios si no le decían cuál había sido su sueño y la interpretación, Daniel y
sus amigos pidieron un momento para poder ir delante de Dios en oración,
pidiéndole que les revelara la información.

“Entonces el secreto fue revelado a Daniel en visión de noche, por lo cual


bendijo Daniel al Dios del cielo”. Daniel 2:18. Cuando Dios respondió su
oración, le agradeció y lo alabó por haberle concedido su petición.

Más tarde, nuevamente demostró su fe orándole a Dios aunque sabía que al


hacerlo estaba poniendo su vida en peligro, debido a que ésta lealtad hizo
que terminara dentro del pozo de los leones y sus detractores estaban
seguros que él sería devorado.

“Mi Dios envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones, para que no
me hiciesen daño, porque ante él fui hallado inocente; y aun delante de ti,
oh rey, yo no he hecho nada malo. Entonces se alegró el rey en gran
manera a causa de él, y mandó sacar a Daniel del foso; y fue Daniel sacado
del foso, y ninguna lesión se halló en él, porque había confiado en su
Dios”. Daniel 6:22-23.
La conducta justa de éste profeta no está limitado al libro de su autoría,
sino que Dios inspiró a Ezequiel para que dijera: “Si estuviesen en medio
de ella estos tres varones, Noé, Daniel y Job, ellos por su justicia librarían
únicamente sus propias vidas, dice Jehová el Señor”. Ezequiel 14:14.

Sus profecías fueron selladas hasta el tiempo del fin. “Pero tú, Daniel,
cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán
de aquí para allá, y la ciencia se aumentará”. Daniel 12:4.

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