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Missa Solemnis de Beethoven

Sergio Padilla Moreno

La Missa Solemnis, en Re mayor, Op. 123, de Ludwig Van Beethoven (1770-1827) surgió inicialmente
como un homenaje del compositor a la toma de posesión de su amigo el archiduque Rodolfo en 1820, sin
embargo, por diversas vicisitudes, la partitura quedó terminada hasta mediados de 1823. Varias partes de
la misa se estrenaron junto con la majestuosa Novena Sinfonía el 7 de mayo de 1824. La Missa Solemnis
es una obra extraña, dado lo extenso de la misma y lo complejo del lenguaje musical que utiliza Beethoven
para ser una partitura de carácter religioso; nada parecido a las misas de todos sus antecesores. Destaca su
potente expresividad y el perfecto maridaje de la música con los textos litúrgicos, ya que, por momentos,
parece que la música se mete a los resquicios de cada verso y sondea en lo más profundo de su sentido.
En ocasiones la música refleja un grito, en otras un profundo un lamento, y en otras más, una personalísima
plegaria; en altamente contratante, ya que pasa de pasajes de profunda intimidad a explosiones apoteóticas.

Muchos biógrafos coinciden que la música de esta misa refleja el tormento íntimo de Beethoven, debido
a que, durante el periodo de composición de la obra, su oído se deterioró vertiginosamente, aunado a
diversos padecimientos y enfermedades que desarrolló en esos años. Además, está el dolor por la pérdida
de la custodia de su sobrino Karl a quien el compositor amaba como a nadie en el mundo. Con el deseo
de ser un buen ejemplo para él, Beethoven llegó a escribir en su diario, entre el 1 y el 16 de marzo de
1818, una plegaria que resume su fe sencilla pero profunda: “¡Dios! ¡Dios! ¡Mi asilo, mi roca, mi todo!
¡Tú ves en el fondo de mí y sabes cuánto me cuesta hacer sufrir a alguien [la madre de Karl] por mi buena
acción por mi querido Karl! ¡Escúchame siempre, Inefable, escúchame, a mí, tan desgraciado, ¡el más
desgraciado de todos los mortales!” Poco antes, en septiembre de 1817, y en medio de una de sus más
profundas crisis de abatimiento y depresión a causa de su sordera galopante, las enfermedades y los
propios conflictos derivados de su difícil carácter, le confiesa en una carta al archiduque Rodolfo: “Dios
escuchará mi oración, una vez más me librará de semejante adversidad.”

La Missa Solemnis está escrita para cuatro solistas, coro y orquesta. La obra se divide en las habituales
secciones de la liturgia católica: Kyrie, Gloria, Credo, Sanctus y Agnus Dei. Es una obra que tiene que ser
escuchada varias veces, teniendo de base el texto para irnos compenetrando, poco a poco, en las
profundidades a las que nos lleva la música de Beethoven en esta obra sincera y monumental.

padilla@iteso.mx

Missa Solemnis, en Re mayor, Op. 123. Ludwig van Beethoven


https://www.youtube.com/watch?v=nNnUam9Dzxg

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