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LA INICIACIÓN AL SILENCIO Y A LA ORACIÓN (para niños)

LOS NIÑOS Y LA ORACIÓN

"La aparición de estas actitudes debe ir acompañada de la educación para la oración. El niño debe aprender a invocar a
Dios que nos ama y nos conserva; a Jesús Hijo de Dios y hermano nuestro que nos conduce al Padre; al Espíritu Santo que
habita en nosotros y a María, Madre de Jesús y Madre nuestra. Esta educación de la interioridad se hace hoy más difícil,
pero más necesaria por la índole de la actual civilización que favorece la dispersión... "
Directorio Catequístico General (1971) n° 78

La oración es, quizás, la máxima expresión del amor entre la criatura y su Creador. El Bautismo establece una relación de
amor de Dios al niño y crea en él el poder de responder a ese amor. Favorecer el crecimiento espiritual del niño significa,
pues, ayudarlo a entrar libremente en la reciprocidad de esta relación de amor.

Nuestra labor consistirá en encaminar a los niños hacia una auténtica vida de oración. No se trata de llenar la cabeza de
los chicos de ideas sobre Dios ni de enseñarles a recitar oraciones de memoria sino, sobre todo, de enseñarles a vivir
constantemente en la presencia de Dios, a vivir con Dios. Podremos sentirnos ampliamente satisfechos en nuestra tarea
catequística si logramos despertar en los niños el gusto por la oración, el deseo de dialogar permanentemente con Dios.

La iniciación en la oración no consiste tanto


en hablar DE Dios, sino en hablar CON Dios.

Es necesario tomar conciencia de que el proceso catequístico debe convertirse en una verdadera escuela de oración. De
esta manera iremos redescubriendo la oración en nuestras propias vidas y en la catequesis. Para la iniciación a la oración
no hay fórmulas escritas ó preestablecidas. A rezar se aprende rezando. Es bien evidente que nuestra irradiación personal
será para los niños la mejor iniciación en la oración. El gusto por la oración se contagia, se transmite orando y mostrando
a los demás lo felices que nos hace vivir en la presencia de Dios.

El niño debe hacer de la oración con su Padre Dios un estilo de vida. Cualquier momento, cualquier acto, cualquier
ocasión, todo, puede ser motivo de alabanza, de oración. Desde pequeño, el niño debe internalizar la presencia de Dios
como algo definitivo en su vida. La oración es uno de los mejores momentos que el ser humano posee para vivir
espontáneamente su relación con Dios.

Claro está que en la oración, es el Dios vivo que sale al encuentro de sus hijos, por lo tanto Él tiene siempre la última
palabra. La oración es un don y como don debemos pedirle a Él mismo que nos enseñe a orar.

La relación de los niños con Dios

El niño crecerá en la fe con tres certezas adquiridas y vividas desde pequeño: la grandeza de Dios, el amor de Dios y la
necesidad de absoluto del ser humano. Esta toma de conciencia, paulatina y progresiva, de su relación con Dios se va
internalizando en la medida que el niño va viviendo experiencias profundas de encuentro con su Padre Dios.

a) La grandeza de Dios. Dios es su creador.


El primer rasgo que debe descubrir y vivenciar el niño a través de la oración es LA GRANDEZA DE DIOS.
Dios se le revela grande, todopoderoso, creador de todo lo existente, fuente de toda energía, fuerte (triunfa siempre),
omnipresente (está en todas partes). Dios es Señor del cosmos, de la historia, el único y distinto (Santo), el trascendente.
Dios es lo más grande de todo y lo llama personalmente a hacerse pequeño, a agradecerle filialmente su creación, a
adorarlo.

b) El amor de Dios. Dios es su Padre.


La grandeza de Dios está indisolublemente unida a LA BONDAD DE DIOS. Bondad y grandeza, amor y omnipotencia, no son
términos contrapuestos, sino ideas que se refuerzan y complementan. Habrá que descubrir y asociar con Dios todo lo que
para el niño sea fuente de alegría, belleza, luz y gozo.

La necesidad de amor del niño tendrá que verse colmada por un Dios que lo quiere, lo ama, lo cuida, lo hace vivir, lo
protege y acompaña siempre. La seguridad de saber que Dios está siempre con nosotros, aun en los momentos difíciles, es
una de las convicciones que más necesitaremos en nuestro caminar por este mundo y que deberá acompañarnos de por
vida.

c) La necesidad de lo absoluto. Dios es "su" Dios.


La necesidad de admirarse y de lo absoluto arrancan de su afán de grandeza, de su necesidad sobrenatural de Dios, de su
deseo de trascendencia. Dios aparecerá entonces como la completud de la creatura, como un ser que responde a las
necesidades más últimas de su naturaleza y de su vida de Gracia.

De este modo Dios no será algo impersonal o abstracto. DIOS, SERA SU DIOS, que lo creó, lo eligió y lo ama
personalmente.

El niño se admirará y contemplará a su Creador, a su amigo, a su todo; con su vida le rendirá homenaje de amor y de
respeto. La oración no será otra cosa que el diálogo amoroso entre Dios y el hombre, entre dos personas que se aman.
"Nos hiciste Señor para ti y nuestro corazón
no descansará hasta hallarse en ti."
San Agustín.

La toma de conciencia de la relación con su Dios marca la necesidad de oración. Si no despertamos en los niños el deseo
de orar, nuestra catequesis pierde sentido. Si la catequesis no arriba a una auténtica oración no hay auténtica catequesis.
Insisto, la catequesis, no se trata tanto de hablar "de" Dios sino de hablar "con" Dios.

LAS DIFERENTES FORMAS DE ORACIÓN

Todo cristiano, o mejor toda persona que sinceramente desea comunicarse con su Señor, va experimentando diferentes
formas de oración a lo largo de su vida. Podríamos resumirlas o agruparlas en torno a tres elementos:
los momentos reservados a la oración personal.
una actitud de fe que informa e inspira sus actos diarios.
la celebración comunitaria de esa fe.

El niño tendrá que ir experimentando desde pequeño las diferentes formas de oración que han surgido en la historia del
Pueblo de Dios. Para cada momento el niño conocerá y vivirá una forma de oración. Así, conocerá la alabanza por todo lo
bello y hermoso que Dios nos dio; la oración de súplica; la de acción de gracias; la oración a través del canto, del gesto,
del dibujo; las oraciones de carácter repetitivo, los textos breves de la Palabra de Dios, la oración personal, etcétera.

Aunque existen diversas maneras de hacer oración, podríamos hablar de dos formas básicas: la oración personal o
silenciosa y la oración comunitaria. Es decir, la oración individual que cada ser humano realiza con su Dios y la oración
compartida con los hermanos en torno a un mismo Padre.

a) La oración personal o silenciosa.


Los niños tienen que acostumbrarse lentamente a lograr espacios de silencio interior. Es decir, a lograr momentos de
comunicación profunda con Dios nuestro Padre. La oración personal y silenciosa es quizás, como dijimos antes, la máxima
expresión del amor entre la creatura y su Creador.

Sin espacios de oración personal, de oración silenciosa, no hay oración ni auténtica catequesis. El mismo Jesús necesitaba
cada tanto retirarse para estar a solas con su Padre. Lo mismo le sucede a cada cristiano: debe incorporar en su vida la
actitud del orante, de disponibilidad y acogida ante la grandeza de Dios. En este campo, como veremos más adelante, la
iniciación al silencio juega un papel insoslayable.

El niño, también el adulto, tiene que poder ponerse delante de Dios, para presentarle sus inquietudes, sus temores y
esperanzas, sus peticiones, sus alabanzas, sus acciones de gracias. En todo momento debe captar que Dios es su Padre y
que nunca lo abandona, aun en los momentos difíciles.

b) La oración comunitaria.
Los niños necesitan ir realizando sus primeras experiencias de oración comunitaria, desde pequeños. Ellos deben poder
captar que la comunidad, la familia, los amigos, los demás también están para rezar con uno, para compartir alegrías y
dolores, para rezar juntos por una intención personal. Un niño pidiendo a sus amigos que recen por su gatito enfermo está
generando un acto salvífico del amor de Dios.

De esta manera, surgen expresiones comunitarias de la fe, es decir, momentos de oración junto a los otros, junto a los
demás. Estos momentos de encuentro interpersonal no hacen más que intensificar la certeza de que los otros están junto
a uno, compartiendo la misma fe.
Así, por medio de la oración comunitaria, el niño conocerá:

la oración de alabanza por todo lo bello y hermoso que Dios nos da y nos regala constantemente a través de toda !a
Creación.
la oración de súplica y petición: que no sólo presenta ante Dios todas nuestras necesidades, angustias y miedos sino que
nos solidariza con el resto de los hombres, haciéndonos conscientes y responsables de todos aquellos a quienes tenemos
presentes en nuestras oraciones.
la oración de acción de gracias: expresa nuestro continuo agradecimiento por todo lo que Dios nos regala y realiza cada
día y en cada momento por nosotros. Agradecemos por que su Amor es infinito.

De esta manera, por las experiencias de oración junto a los demás (sobre todo, en las Celebraciones de la Palabra) los
niños van tomando conciencia paulatina de la gran oración comunitaria de la Iglesia: la Liturgia, que alcanza su expresión
máxima en la Eucaristía o Santa Misa.

Es muy importante que los niños puedan hacer oración y expresar en voz alta sus propias preocupaciones, sus propias
intenciones. Estas oraciones espontáneas -de petición, de alabanza y de agradecimiento- muy gratas a los niños y, estoy
convencido, que a Dios también, van a ir despertando el sentido comunitario de la oración. Es de lamentar que a medida
que pasan los años, más nos vamos alejando de la oración comunitaria, compartida desde la vida.
¿LAS ORACIONES DE MEMORIA O LA MEMORIA EN LAS ORACIONES?

"Recitar una oración de memoria es la manera más


universal de rezar... Para mucha gente es la única manera de
tratar con Dios .. El rezo de una oración resulta fácil y es
muy pedagógico porque un niño no sabe como dirigirse a
Dios, da sus primeros pasos con las oraciones aprendidas ya
que las mismas ponen en su boca lo que le conviene decir... "
Francisco Jálics

Existe una costumbre muy antigua de enseñar oraciones y jaculatorias, de memoria. Creo que en algunos casos esta
práctica fue algo exagerada y se tornó en un sin sentido para los niños, aprendiendo oraciones poco prácticas para la vida
adulta.

Al respecto, considero que algunas oraciones, que forman parte de la vida cristiana y de la memoria viva de la Iglesia, se
podrían ir aprendiendo de memoria (sin forzar a los chicos y rescatando su sentido permanentemente).

En el caso de los niños más pequeños.

Podemos ir enseñando las oraciones breves o jaculatorias. Prestemos atención a que dichas oraciones no sean
infantilistas, privadas de belleza o carentes de sentido para la vida posterior.

Siempre convendría enseñarles frases del Evangelio u oraciones con profundo sentido religioso como: ¡Gloria a Dios!
¡Aleluya! ¡Sí, Señor! ¡Aquí estoy, Señor! ¡Amén! ¡Gracias, Señor! ¡Perdón, Señor! ¡Sagrado Corazón de Jesús, en vos
confió! ¡Viva Jesús en nuestros corazones: por siempre! ¡Jesús, José y María les doy el corazón y el alma mía! Etcétera.

Considero que la Señal de la Cruz, el Padrenuestro, el Avemaría y el Gloria deben ser enseñados desde pequeños. Lo único
que habría que tener en cuenta es no insistir demasiado en la memorización, sino en la actitud interior de oración.

A partir de los ocho o nueve años.

Los chicos ya comienzan a lograr algunas abstracciones. Desde ese momento pueden ir incorporando paulatinamente las
demás oraciones de la vida cristiana Como por ejemplo: la Salve, el Pésame, el Yo Confieso, el Gloria (largo), el Credo,
etcétera.

Algunas frases del Evangelio o de los santos, como: ¡Señor, Jesucristo, Hijo de David, ten piedad de mí que soy un
pecador! “En el atardecer de la vida, te examinarán en el amor”, San Juan de la Cruz. ¡Alabado sea Jesucristo, por
siempre sea alabado! ¡Recordemos que estamos en la santa presencia de Dios: te adoramos Señor! ¡Qué viva Jesús en
nuestros corazones: Por siempre! Etcétera.

En esta etapa, es recomendable ir introduciendo el rezo del Rosario con los niños, de manera sencilla y simple, haciendo
que ellos participen gustosos y no que el rezo del mismo sea una imposición aburrida y sin sentido. Basta como ejemplo,
pensar en cuantas personas han hecho del rosario un estilo vida y comunicación con Dios, a través de la presencia siempre
orante de la Virgen María.

Recordemos que el sentido de la memoria en las oraciones, es ayudarnos a ponernos en la Presencia de Dios, a
predisponer nuestro corazón y nuestra mente para entrar en contacto con Dios Nuestro Padre. Por ello tratemos siempre
que su recitado no se transforme en una mera automatización.

Es importante que permanentemente rescatemos el sentido profundo de las mismas, que nos detengamos a rezarlas con la
mayor serenidad y pausa posibles, para que sus palabras no se conviertan en un automatismo. Si estas oraciones se recitan
con convicción interior y recogimiento, adquieren un profundo sentido de vida.

En todo este proceso, hay que evitar ciertos errores pedagógicos bastante frecuentes:

Reducir la oración al simple aprendizaje de memoria de ciertas oraciones preestablecidas.


Deformar el sentido de la oración en el niño, presentándole exclusivamente, o con demasiada insistencia, la oración de
petición. La experiencia nos demuestra que los niños se prestan con mucha facilidad a la oración de alabanza y de acción
de gracias.
Las oraciones infantiles resultan igualmente problemáticas si sólo parecen acomodarse al niño mientras que un adulto no
podría decirlas como cosa suya. A una oración infantil hay que exigirle que sea veraz y bella. Las oraciones infantiles que
sólo sean "verdaderas" por un cierto tiempo resultan inadecuadas.
Obligar a rezar a los niños cuando no están predispuestos a ello. No se puede forzar a nadie a rezar, sólo se lo puede
invitar. Habrá que respetar el ritmo propio del niño.
Pretender que los chicos recen al "estilo adulto": rígida y estructuradamente. Todo lo contrario, la oración de los niños es
espontánea, alegre, sin estructuras previas.
Creer que la iniciación a la oración es tarea de mujeres y reducirla sólo al momento de acostarse. La iniciación en la
oración es deber de todos los cristianos y en todo momento. Toda la familia debe participar en la misma.

LA INICIACIÓN AL SILENCIO

El mundo sin silencio

Nuestro mundo actual, sobre todo el de las grandes ciudades, parece haber declarado "enemigo público n° 1" al silencio.
Los sonidos y ruidos nos invaden al punto tal que es difícil encontrar lugares donde permanecer en silencio. Los hogares,
las plazas, los caminos, las calles y, hasta las zonas despobladas, son continuamente perturbados por ruidos molestos.

La radio, la televisión, los diarios, el cine, las computadoras, todo nos llena de ruidos, música, imágenes y palabras. Esta
"cultura del ruido" está hasta tal punto metida e internalizada en el hombre que, muchas veces somos incapaces de
apartarnos de su influjo. Cuántos hay que no pueden estar solos en sus casas en silencio. Enseguida necesitan prender la
radio o la televisión para "sentirse acompañados", ¡aunque no estén mirando o escuchando el programa!

Toda esta realidad o "cultura del ruido" no hace más que encubrir o tapar otras realidades mucho más profundas y
preocupantes. ¿La falta de interioridad o la superficialidad reinante? ¿El miedo a enfrentarnos con nosotros mismos? ¿La
ausencia de un sentido trascendente de la vida? ¿La negación de Dios? La lista sería muy extensa... Solamente
constatamos que el hombre necesita y, a la vez, escapa al silencio. El hombre se encuentra con la soledad y, en vez de
aprender a caminar con ella, pretende hacer como si no existiera.

El silencio y el misterio de Dios

Iniciarse en el silencio es un camino, un proceso que se adquiere gradualmente a lo largo de la toda la vida. Se transforma
en un ejercicio permanente para acercarnos a nosotros mismos, a los hermanos y a Dios.
El silencio es una liberación, es decir, una liberación interior. Hacer silencio en nuestras vidas equivale a desarrollar
nuestra interioridad, a "crecer hacia dentro", a predisponernos interiormente al encuentro con el Absoluto, en una
palabra, a prepararnos para orar.

El silencio espiritual es una INTUICION DE DIOS. Para nosotros el silencio expresa una cierta intuición del misterio. El
silencio espiritual y la oración personal son casi sinónimos. La oración personal no es otra cosa que una escucha atenta,
una actitud receptiva, un auscultar en silencio la presencia de Dios. Estar en silencio es colocar los sentidos en tensión
hacia el Otro.

El silencio en la Biblia.

En la Biblia, el silencio tiene dos connotaciones distintas: el silencio de Dios y el de los hombres.

El silencio de Dios:

En el Antiguo Testamento, Dios aparece como el Santo, el Distinto, el Inasible. Por eso su presencia es permanente, pero
fugaz, incognoscible. Dios mantiene un prolongado silencio. En este sentido podemos leer: Job 30,20; Is. 42,14; 57,11;
64,11; Sal. 28,1; Jer. 15,18; Hab. 1,13.

En el Nuevo Testamento, Dios rompe definitivamente su silencio haciéndose hombre en su Hijo Jesús Él es la Palabra de
Dios hecha carne, es el Verbo Encarnado. El hombre debe, entonces, predisponerse a escuchar y encarnar la Palabra en su
vida ( Rom. 16,25)

El silencio del hombre:

Se transforma en oración. En la Biblia, el silencio está cargado de connotaciones vitales que no siempre se captan hoy.
Hablar de silencio en la Biblia es hablar de DISPONIBILIDAD, RECEPTIVIDAD Y ACOGIDA.

El silencio espiritual no es otra cosa que el diálogo amoroso de la creatura con su Creador, del hijo con su Padre. Este
diálogo dura toda la vida, comprometiendo cada vez más a la persona, hasta transformarla en un Hombre Nuevo. El
silencio se transforma en presencia atenta ante la Palabra, ante el Verbo.

Es en este sentido que se orientan los textos bíblicos. Algunos hacen referencia explícita al silencio, otros, se refieren a él
implícitamente. La actitud básica del creyente es la misma: la disponibilidad.

He aquí algunos textos sobre el silencio que pueden servir tanto para la catequesis con los niños, como para la reflexión
personal:

Dios habla a Moisés (Ex. 3,1-5); Moisés habla en el tabernáculo con Dios como un amigo (E.x. 33, 7-11). El llamado de Dios
a Samuel (1 Sam. 3,1-10). El profeta Elías se encuentra con Dios (1 Re. 19, 9-14). Sabiduría 18,14-16. Oseas 2,16. Ecco.
3,29. Salmo 118, 11 y 159.
En el Nuevo Testamento: María escucha el anuncio del ángel en silencio (Lc. 1,26-38). Jesús busca el silencio y la soledad
de la noche, para hablar con su Padre (Lc. 5,16; 6,12; 9,18; 11,1; Mt. 14,23; Mc. 1,35). Jesús se transfigura en presencia
de su Padre (Lc. 9,28-29; Mt. 17,1-9; Mc. 9,2-10). Jesús ora en la soledad del monte de los olivos (Lc. 22,39-45). Jesús nos
enseña a dialogar a solas con Dios (Mt. 6,6; Lc. 2,19 y 51).

TIPOS DE SILENCIO

Antes de analizar las diferentes técnicas de iniciación al silencio es conveniente que realicemos una distinción entre dos
tipos de silencio: el pasivo y el activo.

1. El silencio pasivo, físico o externo.


Consiste en la ausencia de vibración audible. La sola ausencia de ruidos o sonidos basta para alcanzarlo. Este silencio es
externo, sin participación del niño. El silencio pasivo lo puede lograr cualquiera que imponga por la fuerza una orden o
disciplina exterior. Externamente hay silencio, pero no necesariamente en el interior de los niños.

La prueba de esto, está dada en el caso que mantengamos, obligados, a un grupo de niños en silencio, amenazándolos con
represalias si no se quedan callados y quietos. Cuando hayamos logrado que no se oiga ninguna voz, ni un ruido, salgamos
del salón, dejándolos solos. Automáticamente cederá la presión y el silencio desaparecerá de inmediato. Es un silencio
impuesto donde no hay participación de los niños.
El silencio pasivo suena a "vacío que debe llenarse". El silencio externo en la iniciación al silencio de los niños no basta, no
sirve. Hay que llegar a lograr el silencio interno.

2. El silencio activo, interno o silencio espiritual.


Consiste en desarrollar una presencia atenta. Se logra con la participación personal y espontánea de los niños. No es un
vacío sino que, por el contrario, es algo que nos plenifica y enriquece; que busca colocar todos los sentidos en actitud
receptiva, de escucha.

El silencio activo es interno y se alcanza con la plena participación de la persona del catequizando. Para ello es necesario
llevar a los niños, a través de los sentidos y la imaginación, a observar e interesarse por las personas y las cosas que los
rodean.

En la medida en que se los educa en la práctica del silencio activo, los niños comienzan a volverse disponibles hacia la
realidad. Luego, a medida que avanzamos, vamos descubriendo que al experimentar el silencio activo, los niños pasan de
la atención y disponibilidad a lo concreto y cercano que pueden palpar, hacia la disponibilidad a lo absoluto, a Dios, a
quien no ven.

El silencio es una de las expresiones privilegiadas del amor. Acaso la comunión entre dos seres ¿no se expresa por un
movimiento en el cual se alternan rítmicamente, silencios y palabras? El silencio es una liberación. Hacer silencio es
volverse libres para estar disponibles al Señor y a los demás. Hacer silencio es caminar hacia el encuentro con el Absoluto,
con Dios.

LA INICIACIÓN AL SILENCIO EN LOS NIÑOS

Iniciarse en el silencio es un camino, un proceso que se alcanza gradualmente a lo largo de la vida. Es una tarea que
forma parte de la catequesis permanente. Ayudar al niño a "hacer silencio" implica no ser su guía desde fuera, sino
lograrlo nosotros con él.

Es posible que al principio este proceso nos resulte difícil. En parte puede ser porque nosotros mismos no estamos
acostumbrados al silencio activo. No nos extrañemos que los comienzos sean desalentadores. La clave está en la
perseverancia y la gradualidad.

Es muy importante respetar el ritmo del niño. No imponerle silencio sino hacerle crear o lograr por él mismo su propio
silencio. Cada catequista debe saber descubrir y dosificar los elementos que permitan al niño encontrarse con su
interioridad. El catequista y los niños deben adaptarse al método.

Cuando el niño calla activamente, sus sentidos se aquietan. La ausencia de ruido y la inmovilidad son para él un estado de
vida fuera de lo común, que lo prepara para percibir el más allá, algo distinto de todo lo demás: la misteriosa presencia
de Dios. Todo acto de vida religiosa requiere un recogimiento especial. Toda oración debe ir precedida de calma, de una
especie de vestíbulo de silencio, de concentración.

Toda iniciación al silencio es un camino de iniciación a la oración. Claro está que el silencio por sí solo no basta si no lleva
al encuentro con Dios. Toda iniciación al silencio debe acabar, más tarde o más temprano, en un encuentro personal con
Dios; es decir, en oración. Si no se logra esto, todo el esfuerzo catequístico es vano y nos encontraríamos con simples
ejercicios de relajación y concentración mental. Todo este proceso no tiene otro fin que acercar a los niños a Dios. A
hacer que ellos experimenten en sus vidas el gusto por la oración. A que vivencien paulatinamente la posibilidad del
encuentro amoroso con el Padre, a través de la oración.
SIN SILENCIO NO HAY ORACIÓN, PERO SIN
ORACIÓN NO TIENE SENTIDO EL SILENCIO.

ALGUNAS CONSIDERACIONES PRÁCTICAS

En la iniciación al silencio es muy importante lograr un clima apropiado. Para ello es conveniente tener en cuenta lo
siguiente:

Contar con un lugar adecuado, es decir, con una sala o lugar cálido, acogedor; en lo posible alejado de fuentes ruidosas,
convenientemente preparado (alfombras, almohadones, no muy luminoso, etcétera.). Si no se cuenta con el mismo, se
intentará adaptar un lugar en la sala, en el momento más conveniente...
Tener en cuenta el tiempo y momento adecuados: no sólo hay que considerar la realidad del niño (por ej.: que la
iniciación al silencio no se realice después de un momento de gran excitación) sino también, la realidad externa a la sala
(otros cursos, el recreo, los demás movimientos de otros grupos parroquiales o escolares, etcétera.).
La voz, los gestos, la postura, el cuerpo todo del catequista, juegan un papel privilegiado. Debemos cuidar
esmeradamente el tono, el volumen, el gesto, el rostro. El catequista debe ser el primero en hacer silencio.
Al ser gradual, la iniciación al silencio, no debe limitarse a los primeros encuentros, si no que tiene que intercalarse a lo
largo de todo el año.
El silencio y la paz de las iglesias están preñados de sentido para el niño. No obstante, convendría tener presente que:
los niños ya estén familiarizados con el templo;
si el templo es muy grande sería mejor reunir a los chicos en el lugar más apropiado para el recogimiento (se pueden
disponer almohadones frente al Sagrario u otro lugar);
con todo, no siempre el templo es el lugar ideal para la iniciación al silencio, debido a la posible dispersión (muchas
imágenes, movimiento de gente, gran espacio, etcétera).
No se trata de mantenerlos siempre en silencio sino de promover una actitud interior que se traduzca oportunamente en
el exterior.

PROPUESTAS PARA LA INICIACIÓN AL SILENCIO CON NIÑOS

Les propongo aquí una serie de posibilidades, surgidas de la experiencia, para la iniciación al silencio. No pretenden ser
exhaustivas, ni mucho menos. Han salido de los cursos, de la experiencia de otros catequistas, de algún libro que leí
alguna vez, de todas partes...

Cada catequista podría cambiar, agregar o crear iniciaciones nuevas y originales. Están ahí para ser leídas, adaptadas,
"dadas vuelta": en síntesis, usadas.

Estas propuestas están ordenadas por edades y grados de complejidad, aunque el ordenamiento es solo una orientación y
pueden ser utilizarlas en diferentes momentos del año. Algunas están pensadas para los niños más pequeños, otras se
pueden utilizar para edades posteriores, variando siempre el tiempo y la profundidad.

Una aclaración: las iniciaciones elegidas no tienen necesariamente un contenido catequístico, muchas de ellas sólo tienen
un carácter lúdico, que pueden utilizarse como pasos previos a técnicas más profundas.

Propuestas para la Iniciación al Silencio:

o Entrar en la sala en "puntillas", con "zapatitos de algodón" y ubicarse sin hacer ningún ruido. Lo mismo, como si fuera
"un astronauta en el espacio", una "filmación en cámara lenta" o un "buzo en las profundidades del océano".
o Realizar un "viaje" por el espacio exterior. Cerrar los ojos , colocarse el traje espacial, subir a la nave, prender los
motores, etcétera. Todo en absoluto silencio.
o Realizar un "grito de silencio", es decir: gesticular y gritar "con todo", pero sin emitir sonidos ni ruidos. Es como hacer la
mímica de un gran grito.
o Colocar una "campana de silencio" en el lugar donde estamos y realizar todo en silencio.
o Hacer entrar al "señor silencio". Se abre la puerta o una ventana y se llama al "señor silencio". Cuando éste llega sólo
puede entrar en la sala si hay silencio. Cualquier ruido o sonido "lo espanta". Se repite el juego las veces que sea
necesario, hasta que el "señor silencio" se instale en el salón.
o Yo soy el "rey de mi cuerpo". Doy órdenes a mi cuerpo y éste me obedece siempre. También se pueden dar órdenes al
cuerpo de otro rey y éste obedece a la distancia.
o Juego del "rey del silencio". El docente presenta el juego a media voz (los chicos se sientan en ronda):
"Soy el rey del silencio. Mis súbditos no hacen nunca ruido. Para convertirse en uno de mis príncipes o princesas hay que
ser capaz de levantarse y trasladarse sin hacer ningún ruido. Cuando hagamos hecho un gran silencio, haré señas a uno de
ustedes, quien se levantará, sin hacer ruido, y caminará hacia mí. Si les parece que lo ha hecho bien, me lo dirán por
señas, realizando una inclinación con todo el cuerpo. Entonces, puede convertirse en "príncipe." Si ha hecho ruido,
levantaremos los codos hacia arriba y deberá volver a su sitio. El juego se va completando a medida que todos hayan
intercambiado sus lugares. Pueden darse distintas órdenes: caminar hacia atrás, saltar en un pie, etcétera.
o Sale un chico del saIón, los demás observan. La catequista cambia algo de lugar o algo en su vestimenta. El chico debe
entrar y observar en silencio hasta que descubre el cambio producido.
o De espaldas o con los ojos vendados, reconocer distintos ruidos o sonidos producidos por la catequista o un compañero,
con distintos tipos de instrumentos.
o Palmear sobre el banco, yendo de lo más fuerte y estrepitoso, hasta lo más débil e inaudible, hasta que no se oiga
ningún ruido.
o Cerrar los ojos y prender la "televisión interior", imaginando cosas sucesivas sugeridas por la catequista o maestra. Se
pueden visualizar todo tipo de historias y situaciones. Es importante dar lugar a la imaginación de los chicos y aumentar
cada vez más los espacios con la mente en blanco.
o Concentrar la atención en algún ejercicio corporal, rítmico y sencillo. Por ej.: gimnasia rítmica, hacer "equilibrio" sobre
un banco u otro objeto, saltear diferentes obstáculos, en silencio o con una música suave.
o Marchar sobre una línea, sin que se oigan pasos. Se pueden agregar otras destrezas: con los brazos cruzados, un pie
delante de otro, un brazo extendido y el otro en el hombro del compañero, etcétera.
o Realizar diferentes aplausos rítmicos terminando siempre en un prolongado silencio.
o Tomar conciencia del propio cuerpo tocándolo, mirándolo, acariciándolo, comparando partes, sintiéndolo...
o Narrar hechos con mímica. Un chico narra un hecho sólo con mímica y los demás tratan de interpretarlo. Luego se
cambian los roles.
o Realizar, junto con los chicos, diferentes tipos de mimo y luego ellos deben repetirlo "en paralelo" y en silencio.
o Participar con los chicos en cualquier tipo de experiencia de espectáculo de mimo, sea en directo o en video.
o Colocar una música suave y hacer acostar a los niños. Luego ir relajando todas las partes del cuerpo, con voz muy suave,
hasta llegar a un silencio profundo (al final, apagar la música o colocarla casi imperceptible).
o Trabajar en silencio al ritmo de una música tranquila y suave. Dibujar al ritmo de la música. Es aconsejable utilizar
música instrumental, sin grandes altibajos. (Recomiendo la música del período barroco, la música instrumental andina y
toda la gama de la música electroacústica).
o Cantar una canción apropiada y concluir la última estrofa, repitiendo la melodía final, hasta que la canción se haga
inaudible, siguiendo sólo con los labios y en silencio.
o Cantar para adentro una canción, con los ojos cerrados y cuando se termina, los chicos levantan las manos, así varias
veces hasta que todos terminen al mismo tiempo.
o Los ruidos de lejos y de cerca. Este ejercicio es conveniente realizarlo varias veces y gradualmente.

Primer paso: se invita a los niños a realizar un paseo por el patio, por la vereda, por la terraza de la escuela o
parroquia... Durante el breve paseo, los niños tratarán, en silencio, de escuchar y recordar la mayor cantidad de sonidos y
ruidos posibles.

De nuevo en el salón o aula, se pide a los niños que nos comenten los ruidos escuchados durante el paseo. Si están
cansados es aconsejable distenderse con algún canto con aplausos o dejar el segundo paso para otro encuentro (en tal
caso, se recordará lo realizado en este encuentro).

Segundo paso: se pide a los niños que se sienten bien, con los brazos cruzados sobre el banco o mesa, la cabeza apoyada
sobre ellos y los ojos cerrados. Se los invita a olvidarse de los ruidos que provienen del exterior de la clase.
Seguidamente, se les indica a los niños que se concentren sólo en los ruidos que hay dentro del salón o aula. Conviene ser
tolerantes y respetar su tiempo. Luego nos cuentan qué oyeron y recuerdan. Se intercala otro canto y/o aplauso.

Tercer paso: Si no están cansados, se pide a los niños que se coloquen en la posición anterior. Les decimos: "Nos
olvidamos de los ruidos de fuera del aula; de los ruidos de adentro y concentramos todos los esfuerzos en escuchar los
ruidos y sonidos que hay dentro de nuestro propio cuerpo.

Este debe ser el momento de mayor silencio. Si no se logra hay que tener paciencia e intentarlo en otros encuentros. Es
asombroso constatar que los niños puedan expresar tales cosas como: "escuché mi sangre", ''sentí el corazón"', "escuché
mis venas o la respiración ", etcétera.

Hacer silencio por otros. Por ejemplo: caminar hacia el almacén haciendo silencio por alguien que quiero.
Aprovechar los momentos que la naturaleza nos brinda para quedarnos contemplando absortos, en silencio (la puesta del
sol, la cima de una montaña, el mar amplio, etcétera), En tales momentos, realizar deliberadamente un largo silencio
contemplativo.
No descuidar las visitas a la iglesia, capilla u otros lugares sagrados e incentivar a los niños para que hagan oración con
nosotros, en silencio.
En todo momento de oración incluir siempre un espacio de silencio interior, un espacio para la oración personal y
silenciosa, sin apremios ni apuros.
Utilizar la imaginación como forma de oración. Este es un recurso muy eficaz. Se puede tomar alguna escena bíblica.
Luego de sentarse, cerrar los ojos, hacer silencio y relajarse, se lee por ejemplo alguna parábola. Se guía a los chicos para
que imaginen el lugar, la disposición de las cosas, la ubicación de la gente, los colores, los sabores, los olores.
Cada uno trata de reconstruir la escena bíblica como mejor le parezca. Incluso, en algún momento podemos recrear o
imaginar un diálogo con Jesús, sus palabras, mi respuesta... Y así se puede ir armando un encuentro imaginario con Jesús.
Lo importante es no perder el clima de oración y tener siempre presente que lo que estamos viviendo es una situación
ficticia, que sólo pretende ayudarnos a ponernos en la presencia de Dios.
Recurrir en todo momento a la oración personal y silenciosa; sea para agradecer, para pedir, para alabar...
Respetar los momentos de silencio e interioridad que el niño manifieste espontáneamente.
Recordar y guiar a los niños para que, antes de rezar a la noche o en cualquier otro momento, realicen algún ejercicio de
silencio.
En familia, antes de bendecir los alimentos, sería muy útil reservar un momento para la oración silenciosa de todo el
grupo familiar.
No hay que descuidar el hecho de enseñar a los chicos a respirar rítmica y pausadamente, haciendo de la respiración una
forma de oración. Al respecto, recomiendo leer el libro: Relatos de un Peregrino Ruso, síntesis del pensamiento de la
Oración del Nombre de Jesús.

Creo que con estos ejercicios podemos tener una idea de como caminar en la iniciación al silencio de los niños. Es
cuestión de imaginación, creatividad y de hacer silencio ante Dios.

De esta manera, con estas sencillas técnicas, colocaremos a nuestros catequizandos en el camino del silencio, en el
camino de la oración. Oración, que no olvidemos, es fundamentalmente fruto de la Gracia y del Amor que Dios nos tiene.
Estas técnicas serían vanas si Dios no nos amara como nos ama y si el Espíritu Santo no nos acompañara en nuestro
caminar hacia el Padre.

UN LUGAR PARA LA ORACIÓN: EL "RINCÓN DE ORACIÓN" O "RINCÓN DE JESÚS"

En muchas parroquias y escuelas que entremos, sobre todo en las salas de los Jardines de Infantes, casi siempre
encontraremos la disposición de diferentes lugares "especiales", "talleres", "sectores" o, simplemente "rincones": el de los
bloques, el rincón de la cocina, el de la carpintería, el rincón de las muñecas, la sala de música, el salón parroquial,
etcétera.

Por medio de los rincones o sectores especialmente destinados para un uso determinado, el niño logra ordenar su cuerpo
y su mente. Los hábitos y costumbres de cada rincón o sector ayudan a descubrir que existe un orden, un hábito, una
conducta determinada de acuerdo al lugar o momento en que uno se encuentra. Los rincones ayudan a afianzar la
ubicación espacio-temporal.

Así como hay un rincón para el trabajo, para el juego, para el descanso, etcétera; es importante que exista un lugar
específico para la oración. ¿Acaso las iglesias no son, en nuestras grandes ciudades, un "pequeño rincón" de calma y
tranquilidad, donde poder rezar?

La cuestión es ir encontrando el lugar y el momento adecuados para que los niños puedan sentirse más motivados para
rezar y entrar en contacto con Dios.

El Rincón de Oración.

Claro está que el lugar por excelencia para la oración es la capilla o iglesia. La mayoría de los templos están construidos
con el fin de acercar la gente a Dios. El ambiente de silencio y recogimiento, la luz tenue, las imágenes religiosas; sobre
todo si se está en presencia de Jesús Sacramentado, en el sagrario, lleva al creyente a sumergirse en una atmósfera de
oración y de contemplación.

Aunque también es cierto que muchas veces la capilla o iglesia, por su tamaño, su lejanía o su incesante uso, no es el
lugar adecuado para iniciar a los chicos en la oración. Al menos que se cuente con una capilla pequeña y disponible para
tal fin.
En mi experiencia, lo ideal sería contar con una sala especialmente dedicada a tal fin, muy próxima a la sala de
catequesis. Este debería ser un lugar privilegiado de la escuela o parroquia. Esta sala tiene que ser cálida, con poca visión
hacia el exterior (se pueden disimular los vidrios con vitraux de celofán), con una alfombra para que los chicos puedan
sentarse en el piso. En el mejor lugar de la sala, colocar una imagen de Jesús, una mesita con un mantel blanco, una
Biblia, un Cirio Pascual y unas flores. Es decir, una especie de salón-catequístico-capilla donde con sólo entrar se sienta
un clima diferente.

Sé que la idea de contar con un salón exclusivo para la catequesis es muy pretenciosa y que no siempre es posible
disponer del mismo. Por ello es que surge como alternativa el "rincón de oración" dentro de la misma sala. Por otra parte,
el rincón en cada salón permite el trabajo simultáneo de los catequistas y el hecho de no tener que movilizarse a cada
momento. Asimismo, sería bueno que cada familia pudiera disponer de un lugarcito o rincón destinado a la oración en su
hogar, como antaño lo hacían nuestros mayores.

Características del rincón de oración

Debemos respetar ciertas condiciones para que el rincón de oración o rincón de Jesús vaya "entrando" progresivamente en
la vida de los chicos y se transforme paulatinamente en algo sagrado, es decir, en algo separado especialmente para Dios,
por su uso. Para armar el rincón de Jesús habrá que tener presente las siguientes consideraciones:

a) El lugar.
• de honor: diferente, limpio, siempre en orden.
• de poco tránsito y fácil acceso.
• distinto: no utilizarlo para otra cosa. Siempre alegre y luminoso.
b) Las imágenes.
La experiencia me indica que es muy importante la elección de las imágenes a colocar. Tiene que ser alguna imagen de
Jesús (ya que él es el centro de la catequesis). En alguna ocasión, se la podrá reemplazar por una imagen de la Virgen
María o algún santo. (Cuando hablo de imagen estoy hablando indistintamente de una lámina, estatua o escultura).

Lo importante es que la imagen elegida sea del agrado de los chicos y apropiada para la catequesis. Es decir: imágenes
naturales, sobrias, sencillas y simples; en las cuales se privilegie más el gesto y la expresión de los rostros que la imagen
en sí misma.

Preferentemente que sean imágenes de un solo color, sin demasiados elementos fantasiosos o que no correspondan
exactamente a las narraciones evangélicas. Evitemos todos esos elementos accesorios que tienden a distraer o asustar a
los chicos; por ejemplo: imágenes del Niño Jesús, con el pecho abierto y el Sagrado Corazón a la vista lleno de espadas;
imágenes con espinas y sangre; representaciones de la Virgen rodeada de ángeles o dominando a demonios, etcétera.

Una cosa que debemos dejar bien claro es que las imágenes son representaciones hechas por los hombres y que Dios es
mucho más que las mismas. Incluso conviene explicar a los niños cómo están hechas las imágenes y que no sucede nada en
el caso de que se rompan, salvo la pérdida material.

A los chicos les tiene que quedar claro que los cristianos no adoramos ninguna imagen. Las representaciones de Dios
tienen que servirnos para acercarnos más a Él. Siempre será mejor colocar una imagen de Jesús Resucitado que una,
crucificado. Puede ser la imagen del Buen Pastor. Busquemos que la expresión del rostro sea dulce y varonil, a la vez.

c) Elementos.
Los elementos que integrarán el rincón de Jesús serán seleccionados con cuidado y siempre buscaremos la sobriedad, el
buen gusto y la renovación constante de los elementos perecederos. Bien pueden ser los siguientes:
• Una mesita o repisa. Con un mantel blanco, que se encuentre a la altura normal para los niños parados. Es preferible
correr el riesgo de la cercanía. (aproximadamente a 1 m. de altura)
• Una Biblia.
• Una imagen de Jesús.
• Un florerito, con flores que traerán los niños.
• Una vela pequeña.
• Una alfombra y algunos almohadones.

d) Su uso.
Al principio del año se rezará con los niños simplemente recogiéndose en el mismo lugar donde están. Después de
haberlos iniciado en el silencio y la oración, es conveniente introducir y armar el rincón de oración.

Los chicos colaborarán en el armado y elección de los elementos. Los papás podrán participar en la celebración de
inauguración del mismo.

Demás está decirles que lo que va a diferenciar al rincón de oración va a ser su uso. Si ustedes, catequistas, docentes,
padres, no están convencidos de su utilidad y no lo usan para rezar, los chicos lo utilizarán mucho menos.

De él extraeremos la Biblia para leer la Palabra en los encuentros catequísticos. Lo podemos utilizar para hacer la oración
de cada día; para rezar juntos o en grupitos, cuando sea necesario; para ofrecer trabajitos, regalos, etcétera. Los chicos
podrán ir a rezar libremente al rincón ya sea al llegar o al salir; antes, durante o después de los recreos, sin pedir
permiso; durante las actividades, pero pidiendo permiso...

Cuando los chicos estén libremente en el rincón no hay que controlar la oración que ellos realicen. Si quieren arrodillarse,
hacer gestos, besar la Biblia, cantar u otro gesto, que se sientan en libertad de expresarse y orar como el Espíritu les
indique. Lo que importa es que se familiaricen con las cosas de Dios.

Por supuesto que el mero hecho de tener un rincón para orar, no significa que los chicos recen más. La oración es un don
de Dios y tiene que trasformarse en una actitud de vida. El rincón de oración puede ser un elemento más que nos ayude
en este largo y hermoso camino de iniciar a los niños en la oración.

Benavides, Luís M.
“Metodología catequística para niños”
“La iniciación al silencio y a la oración”

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