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Seguramente a muchas de nosotras nos han contado del acto de amor más grande y puro
que puede experimentar el ser humano: ser madre.
Con la felicidad del primer hijo llegan las interminables charlas para decidir un nombre,
las largas caminatas en los negocios para comprarle ropa y accesorios, los mimos y
atenciones que recibimos de familiares y amigos, los consejos de salud, el baby shower,
y las anécdotas de otras madres que nos hacen sentir acompañadas.
La alegría por la estrenada maternidad es inmensa, pero no hay que olvidar el dolor
físico, la alteración emocional, la depresión post parto, las contracciones uterinas, los
llamados loquios, la mastitis, la falta de sueño y la culpabilidad por no poder cumplir
con ese estereotipo de madre perfecta que nos muestran los medios de comunicación. La
soledad en la maternidad existe y es muy dura.
Aunque nadie lo cuenta, en algún momento después de ese encuentro inicial con el
bebe, una especie de desolación, hasta ahora desconocida, toma por sorpresa a las
madres. Pero ¿cómo me voy a sentir sola si acabo de traer un nuevo ser al mundo? El
bebe esta, pero los amigos, los hobbies, los familiares, y a veces hasta el progenitor,
desaparecen como las estrellas en plena luz del día. .
“La mujer ha pasado de responder a una exigencia social de madre y esposa presionada
para ser perfecta y no sexuada, dedicada por entero a los niños, a una nueva exigencia
de mujer perfecta en el trabajo, sexuada con vida propia, en supuesta igualdad, y que
además también debe ser madre y estar feliz por ello”, cuenta Orna Donath en su libro
“Madres arrepentidas”. La frustración es un sentimiento muy común en mujeres que
han decidido transitar el largo camino de la maternidad sin saber exactamente a que se
iban a enfrentar. Por eso autoras como Orna Donath se empeñan en reconocer
sentimientos negativos y aprender a vivir con ellos en vez de eliminarlos o pretender
que no están ahí.
El diario El Cronista realizo una mediación tentativa de lo que un hijo puede costar
desde su nacimiento hasta que se independiza. Se expone que en la Argentina los hijos
logran independizarse económicamente recién a los 23 años de edad y para un
presupuesto de tipo clase media su crianza puede llegar a costar más de u$s 200 mil
dólares. Todo depende del ingreso de los padres, pero se llego a la conclusión de que un
bebe representa el 30% de los ingresos familiares y a partir de los 15 años el gasto de
los hijos equivale al de un adulto.
Algunas madres se sienten como almas vacías cuando transitan por este camino. Nos
bombardean constantemente con imágenes de mujeres hermosas sosteniendo bebes
sonrientes y caemos en el error de compararnos para hacernos sentir mal, para hacernos
creer que no hacemos lo suficiente, que nada sale bien. Pero hay que aprender a no
distorsionar la realidad. Lo que vemos en la televisión o en las revistas raras veces
coincide con nuestras vivencias. Debemos recordar que los momentos agridulces pasan,
los bebes crecen, que no siempre será así, que no siempre va a querer estar en tus
brazos. Hay que empoderarse, informarse, amar a nuestros hijos y a nosotras mismas,
recordar que siempre hay luz al final del túnel, y que en vez de decir “la mujer se siente
realizada cuando se es madre” por un “piénsalo bien antes de tener hijos”