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Es imposible no notar que los tiempos han cambiado, que las generaciones
pasadas eran más de conservar las cosas aunque fuesen desechables con el
pensamiento que algún día se pudiesen reutilizar, estos mismos personajes
son los que han declarado lo que ellos llaman “La crisis de los valores y las
costumbres” declaraciones que el mundo moderno rechaza y las considera
verdades relativas.
Esta crisis abarca diversos factores, siendo la crisis de la lectura uno de las
más populares, anunciada desde el siglo XIX por maestros que notaban la
inminente desaparición de estos hábitos, por esto en el Siglo XX apareció lo
que llamamos promoción de los hábitos de lectura y sus promotores
gestionados por los Ministerios de Educación y Cultura.
Ahora el asunto es que rara vez nos detenemos a pensar en que consiste la
llamada crisis de la lectura dificultando el trabajo de quienes luchan por
aumentar el número de lectores y es donde podemos entender que ese
habito solo se logra si desde temprana edad desarrollamos en los infantes
esa necesidad, lo cual comienza con esos primeros cuentos, historias que
ellos escuchan en voz alta.
Hay dos ideas acerca del tema; una es el resabio de la “estructura del
sentimiento”, declarada por el historiador Raymond Williams como el latido
de una época, las consecuencias que tiene la conciencia en la vida mientras
se está viviendo; y la otra es un “estado de ánimo” que en la práctica de la
lectura en esta época no termina de encontrar su sitio.