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Materia:
Lenguaje, Cultura y Poder.
Tema 4
Problemas contemporáneos de la relación lenguaje, cultura y poder.
Actividad 1.
Censura
Censura.
Reflexión.
Históricamente, la lucha por los estados modernos contra las monarquías absolutas
en Europa, el reconocimiento de los derechos el hombre y hoy en día los derechos
humanos, garantizan la posibilidad de que una persona o un grupo, pueda expresar
libremente, cualquier idea sin ser sujeto de limitación a las mismas. A este derecho
tan difundido lo conocemos como “libertad de expresión” y es una de las más
emblemáticas potestades que con la que cuenta el individuo, pues se considera una
facultad netamente humana, la posibilidad de transmitir mediante un conjunto de
signos ordenados un mensaje con información necesaria para que cualquiera que
lo comprenda pueda aprovecharlo y en su caso retransmitirlo.
Pero esta libertad sufrió durante mucho tiempo y aun durante el siglo XX,
muchísimos traspiés, principalmente en sistemas Estatistas o dictatoriales donde el
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poder político y el culto a la figura del líder o los dirigentes en turno, eran difíciles de
criticar. Esta limitación a la libertad de expresión, se conoce como Censura.
Aun a pesar del avance, los derechos de los individuos aún se limitan, mediante el
uso de conceptos cuasi legales, como lo ofensivo, lo obsceno, la inocencia, o la
moral pública (cualquier cosa que eso signifique pues de acuerdo a la Ética, la moral
es individual), además de un ejército de intelectuales que emiten sus propias
opiniones para genera descredito en otro elemento importantísimo de este sistema,
la fama pública del creador. Al final de cuentas la censura regulada sigue siendo
censura.
El objetivo de la censura para el autor no tiene nada que ver con el conflicto, es
ajeno a lo político, a lo económico y a las relaciones de dominación (aun a pesar de
que el autor nos regala acercamientos a temas tan amplios como la religión, la
comunicación, el arte y la pornografía); entonces resume la censura en su elemento
más importante, la “ofensa”, que define como: “…aquello que trasgrede de forma
flagrante la tolerancia.” (COETZEE, 2007, pago. 227), pero esta es una situación
que se presenta entre iguales, entre entes del mismo orden, ni supra ni
subordinados, porque si tomamos encuentra la dominación entonces nos
reduciremos al viejo paradigma de “David vs. Goliat, y es allí donde caeremos en
supuestos que enturbian el estudio de la censura. De un lado pensaremos en un
aparato estatal muy fuerte y un creador intelectual como víctima, un intelectual
mártir que lucha solo con el poder de la razón o por otro lado un creador entronizado,
un “escritor – héroe” que puede doblegar un Estado lleno de “pigmeos intelectuales”.
Con el fin de evitarlo, lo mejor es considerar solo la relación de uno frente a uno, y
su nexo causal, la ofensa
-El intelectual – creador – ofensor, personaje principal que genera la obra donde
plasma su esencia a través de las ideas que producen la ofensa, la indignación y
el repelús ante su difusión. Normalmente se trata de un sujeto que simplemente
trata de dar difusión a una parte de sí mismo, que se expresa mediante su obra,
pude caer en una dinámica egoísta o hasta fanática cuando se aferra a su propia
verdad. Para el Aparato Estatal y para el Censor, el creador tiene la máxima
obligación de “no ofender”, pues es el principal responsable de la obra.
-La fama del creador, es el estado de opinión pública con respecto del creador,
autor o intelectual. Digamos que se reduce a lo que la colectividad piensa del
creador y se externaliza. Este elemento es importante porque el censor siempre
tratará de poner en duda la fama del autor, de desprestigiarlo y de destruir su imagen
ante el colectivo, haciéndolo mucho más vulnerable; por otro lado una buena fama
puede evitar que el aparato estatal destruya por completo al creador.
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-La norma censora, se aplica de lleno sobre las conductas inapropiadas, permite
o limita unas u otras. Pero el Derecho como ciencia que estudia la norma, no limita
su acción simplemente al sentido sancionador, la población está obligada a resentir
las consecuencias jurídicas que surgen de determinada acción omisión, así la
norma puede en todo caso, equilibrar esas conductas inapropiadas, que en este
caso se consideran ofensivas, pues cuando nos ofenden se presentan una serie de
sensaciones indeseables, como lo señala Joel Feinberg: “…de una miscelánea de
estados desagradables, que incluyen, sin limitarse a ellos, el asco, la vergüenza, el
dolor y la angustia, experimentamos algunos de ellos o los experimentamos todos;
y también resentimiento contra aquel a quien se culpa de ese desagrado” (JOEL
FEINBERG, citado por COETZEE, 2007, pág. 46)
La norma censora por naturaleza está destinada a ser rebasada, a ser enfrentada
pues su naturaleza es confortativa con los derechos de los creadores, el creador
por naturaleza siempre indaga en su ser y va más allá de sus propios deseos, como
lo establece el propio Coetzee: “Ni la censura, la prohibición legal, ni la
desaprobación social, impedirán que el artista, el creador explore las áreas más
ocultas de la experiencia humana” (COETZEE, 2007, pág. 99).
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-Los rivales, así denominados los auxiliares de la censura, los intelectuales que el
propio aparato estatal utiliza para sus fines, apoyan al censo en contra del creador,
buscan debilitar su posición pues lo mismo que los censores contemporáneos,
hablan el mismo lenguaje que el creador, no se escapa el análisis crítico de sus
habilidades y las aplican en la interpretación de la obra; sus determinaciones
pueden generar convicción en el censor de que sus está ante una creación ofensiva,
y esto genera la agresión necesaria para limitar la obra; su labor va más allá del
análisis del texto, pues se les permite inclusive glosarlo. El caso del (nuevamente)
Estado Soviético contra Solzhenitsin, exiliado en 1974, da cuenta del uso de estos
personajes.
su existencia organizada” (COETZEE, 2007, pág. 231), puede ser que sea también
que favorezca el arte por su valor estético. Es donde la crítica hace su trabajo a
juicio de expertos en el tema. La obra explota los límites del deseo del artista, pues
es una muestra de su autoconocimiento haciendo de su obra un objeto provocativo;
esto es evidente en la critica que el colectivo feminista realiza en contra de la
pornografía, pues convirtieron el debate en una cuestión política, cuyo sello principal
era la dominación, cuyo vehículo de consumo era la obra pornográfica en forma de
cosificación de la mujer, sin considerar la amplitud de la obra como objeto con valor
estético. Este debate va más allá de las obras de la pornografía industrializada como
bien de consumo, que lleva las creaciones de esta índole hasta el rango de lo
ofensivo y obsceno, arremete contra todo. Tal es el caso de la divergencia entre
Sartre y Mackinnon, quien despoja de toda posibilidad a las creaciones
pornográficas, pues nunca logra considéralas “elegantes” siquiera por la estimación
estética, pues para ella, cualquier representa con del sexo es de por si una dinámica
de dominación, y esto es porque no existe la representación del sexo, en su
explicación el sexo es real y sucede, no requiere ser representado; Coetzee
establece precisamente una consideración digna de atenderse, pues hasta la obra
pornográfica industrial deriva de un guion, es la visión de un director, es interpretada
por actores, los sentimientos y expresiones no son reales y existen entre las partes
ejecutantes objeciones de tipo moral. (COETZEE, 2007, pp.92-105)
El análisis de Coetzee sigue la ruta de Erasmo, pues ambos son apolíticos; tratan
de soslayar cualquier elemento de disenso derivado de la lucha de poder, por el
contrario, reduce la censura a un deseo, un sentimiento, tal cual lo establece el
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título, la censura es “la pasión por silenciar”, también se puede apreciar en su crítica
al Apartheid Sudafricano, donde recoge el concepto de “locura” de Erasmo y critica
la génesis del movimiento, atribuyéndolo nuevamente al deseo y no a una cuestión
netamente política u económica.
Referencias.
Coetzee, J.M. (2007) Contra la censura: ensayos sobre la pasión por silenciar,
México, D.F: Random House Mondadori: Debate.