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Cámaras ocultas y ética

periodística: ¿una pareja


malavenida?
El uso de cámaras ocultas para obtener información es,
según el autor, éticamente reprobable. En último extremo, no
hace mejores periodistas a quienes se valen de ellas.

MIGUEL ÁNGEL QUINTANA PAZ

E
l 4 de agosto de 2004 el progra- tes de una ficticia empresa londinen-
ma Panorama de los servicios se a la que denominaron New London
informativos de la BBC emitía Ventures; esta compañía se hallaría
el reportaje titulado ‘Buying presuntamente tan interesada en con-
the games’ (‘Comprar los juegos’). Los seguir que los Juegos Olímpicos se lle-
juegos a los que se refería eran los olím- varan a cabo en Londres durante
picos, concretamente los de 2012: un 2012, que estaría dispuesta a sobor-
acontecimiento que, todavía en el ve- nar con altas sumas de dinero a di-
rano de 2004, nadie sabía con segu- versos miembros del Comité Olímpi-
ridad dónde se iba a celebrar. Como co Internacional –futuros votantes en
recordaremos, Madrid era por enton- la decisión de la sede olímpica defi-
ces, y hasta su derrota en la votación nitiva–.
de julio del año siguiente, una de las Disfrazados, pues, de empleados de
ciudades candidatas; también lo eran New London Ventures, Rowlatt y su
París, Nueva York, Moscú y Londres. equipo de periodistas intentaron abor-
Los periodistas de la BBC, capitanea- dar durante meses a varios miembros
dos por Justin Rowlatt, habían deci- del COI. Pronto consiguieron su obje-
dido aprovechar esta última candida- tivo: Iván Slávkov, presidente del Co-
tura y hacerse pasar por representan- mité Olímpico de Bulgaria, accedió a

Miguel Ángel Quintana Paz es profesor de Ética y Deontología de la Comunicación en


la Universidad Europea Miguel de Cervantes de Valladolid.

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reunirse con New London Ventures,
algo que ya por sí solo entraba en ri-
gurosa contradicción con las normas Mantener que si nosotros
del COI. Los periodistas acudieron a
esa reunión armados con sus cáma- no usamos cámaras ocultas,
ras ocultas. Y les fueron sumamente alguien lo hará primero
útiles. Consiguieron grabar a Slávkov
aceptando el soborno, e incluso sugi- y nos robará la exclusiva
riendo a los camuflados profesiona- no es un argumento válido.
les de la BBC nuevos nombres de com-
pañeros del COI que también podrí-
an mostrarse proclives a aceptar un
pequeño estímulo (se barajaron cifras
de decenas de miles de dólares) a la
hora de determinar cuál sería el sen-
tido de su votación.
Tras la emisión del reportaje, en
horario de máxima audiencia, lo im-
pactante de las imágenes de todo un
miembro del COI recogiendo fondos
a cambio de su voto desencadenó cier-
to revuelo. Se puso en entredicho, una
vez más, el prestigio ético de las ins-
tituciones olímpicas; Iván Slávkov fue dismo, teníamos que dejar en manos
suspendido temporalmente de su car- del nudo relato del periodista y de
go; mucha gente felicitó a la BBC y nuestra siempre exangüe imagina-
su impulso periodístico, que nos ha- ción.
bían permitido desvelar ante todo el Que las cámaras ocultas ejerzan
mundo las imágenes de los trapicheos sobre nosotros un fuerte poder de
que normalmente quedan ocultos en atracción no tiene nada de extraño.
despachos, pasillos y demás escena- Ya Aristóteles reconocía, al principio
rios de lobbying. Para todo ello, por su- de su Metafísica, que una de las notas
puesto, había resultado indispensa- distintivas del ser humano es segura-
ble la utilización de esas pequeñas mente su curiosidad: “Las percepcio-
maravillas de la tecnología, las cáma- nes de los sentidos nos agradan por
ras ocultas: esos aparatitos que por fin sí mismas… sobre todo las de la vis-
nos concedían a los míseros morta- ta”. Existen incluso motivos más con-
les la posibilidad de ver aquello que, temporáneos para ese anhelo por mi-
en épocas más primitivas del perio- rar las cosas, meter nuestros ojos don-

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de nadie los ha metido, atisbar por la siones muchísimo más sofisticados
rendija de la intimidad ajena: Jean que una microcámara de 100 euros,
Baudrillard ha cobrado de reciente ante los que no consideraríamos éti-
cierta fama al defender la idea de que camente aceptable que se utilizasen
vivimos en una época caracterizada con alegría “simplemente porque es-
por el hambre de ‘realidades’; pues- tán ahí” o “porque si no lo usamos
to que nuestro mundo, según Baudri- nosotros, alguien lo hará primero (y
llard, está repleto de sucedáneos, de nos robará la exclusiva)”. Un buen
meras apariencias, de postizos, de ejemplo de este tipo de objetos son
simples espectáculos, una de las co- las bombas atómicas. Había excelen-
sas que más apreciaríamos serían esos tes motivos en la Guerra Fría para
instantes en que, de pronto, irrumpe pensar que, puestos a usar bombas
ante nosotros la realidad misma, sin atómicas, resultaba netamente reco-
intermediaciones, sin relatos de otros mendable ser los primeros en usar-
o interpretaciones de terceros: las las, no los segundos. Aun así, nos hu-
imágenes de los sucesos como tales, biese parecido (y nos parece) una bar-
sin más. baridad emplear esos dispositivos
En realidad, existe incluso una ra- “simplemente porque la tecnología
zón más potente que todas los ante- nos da la posibilidad de usarlos”. Una
riores para que la gente considere ple- cámara oculta no produce, por su-
namente justificado el uso de las cá- puesto, las mismas consecuencias te-
maras ocultas. A menudo, cuando he rribles que una bomba nuclear (tal vez
discutido de estos asuntos con profe- sólo a Iván Slávkov le quepa alguna
sionales y teóricos de la comunica- duda a este respecto). Pero tampoco
ción, me han planteado un argumen- parece motivo suficiente para utili-
to (no sin cierta sorpresa por mi par- zar un avance tecnocientífico cual-
te) que ellos creían de suficiente pe- quiera (armas, escuchas telefónicas,
so como para respaldar, sin más, la sugestión subliminal, drogas, agentes
legitimidad de las cámaras ocultas. contaminantes…) el simple hecho de
El motivo es, simplemente, que tales que los hayamos descubierto. Hace
cámaras existen, que podemos usar- falta analizar si éticamente resulta
las; que si no las usamos nosotros, ha- positivo o negativo tal uso. Dedicare-
brá otros que sin duda sí que recu- mos el resto de este artículo a un aná-
rran a ellas, de modo que, ¿por qué lisis tal.
privarse ascéticamente de una nove- Existen diversos mecanismos para
dosa posibilidad técnica así? analizar la legitimidad ética de un ac-
La endeblez de esta argumenta- to. Uno de ellos, que a menudo resul-
ción resulta patente. Existen multi- ta el más intuitivo, es el siguiente: pa-
tud de avances tecnológicos, en oca- ra saber si un acto es éticamente co-

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rrecto o no, miremos a las consecuen-
cias que acarrea. Si estas consecuen-
cias aumentan la felicidad de la gen- Los supuestos beneficios
te, si toda aquella porción de la hu-
manidad que se verá afectada por ese sociales que se puedan
hecho va a salir más beneficiada que derivar del uso de cámaras
perjudicada a resultas del mismo, en-
tonces el acto es éticamente bueno. ocultas no justifican su
Proceder éticamente, en el fondo, empleo.
equivale a aumentar el bienestar (o
disminuir el dolor) de aquellos que
serán influidos por nuestra acción. A
veces, es cierto, incrementaremos el
contento de unos pero también dis-
minuiremos la felicidad de otros; se
trata, en esos casos, de calcular cuál
de las dos magnitudes es más alta: si
aumentamos la satisfacción en mayor
medida que elevamos la insatisfac-
ción, entonces estamos actuando
bien, y mal si ocurre al contrario. A
este procedimiento de análisis ético
le llamamos, los que nos dedicamos
a la ética, ‘utilitarista’; y tiene nada gasto que esto supone para el contri-
menos que en un Jeremy Bentham o buyente medio; aumentará la satisfac-
un John Stuart Mill sus antecesores ción del público, que será consciente
más ilustres. de que ‘las cosas funcionan bien’ en
Desde un punto de vista utilitaris- las ‘altas esferas’. A todo ellos, además,
ta, el uso de cámaras ocultas en ejem- se le suma el placer que nos produce
plos como el del programa Panorama el poder atisbar detrás de las entrete-
de la BBC parecería, a primera vista, las del poder, la satisfacción de la cu-
claramente recomendable. Al fin y al riosidad esa a la que antes aludíamos
cabo, una gran cantidad de conse- con Aristóteles. Cierto es que, para al-
cuencias positivas se van a poder ex- gunas personas (como Iván Slávkov y
traer de la acción de Justin Rowlatt y el resto de implicados en la trama de
su equipo de periodistas: previsible- corrupción) no todo serán consecuen-
mente, se evitará que en el futuro su- cias tan halagüeñas; pero, ¿qué im-
cedan casos parecidos; disminuirá, porta el enojo de una minoría de co-
pues, la corrupción, con el enorme rruptos al lado de la satisfacción de

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cientos y cientos de millones de jus- realidad, él también estaba fingien-
tos ciudadanos, contentos porque al do cuando aceptó el soborno que
final las cosas en el mundo se hacen aquellos disfrazados periodistas de la
bien (y ellos las pueden ver)? BBC le ofrecían. Él también estaba ‘in-
Son frecuentemente argumentos vestigando’ (no sólo los periodistas
de este tipo los que se desarrollan tienen el privilegio de emprender
cuando de defender la utilización de ‘campañas de investigación’): se le gra-
las cámaras ocultas se trata. Nos van bó aceptando el soborno sólo porque,
a traer netos beneficios sociales, se en realidad, él también deseaba ‘sa-
arguye. Gracias a ellas, los periodis- ber más’ (ya decía Aristóteles que to-
tas podremos favorecer la justicia y dos los hombres somos curiosos), an-
evitar el mal; al exhibir públicamen- siaba descubrir quién se encontraba
te las conductas inmorales, ilegales o detrás de todo aquel fraude, y quiso
descorteses de algunos individuos, se hacerse pasar por uno de los sobor-
escarmentará a estos y se alecciona- nados (al igual que los periodistas se
rá a otros para que no incurran en querían hacer pasar por sobornado-
los mismos desmanes que las gentes res) para infiltrarse en la trama. En
públicamente ‘castigadas’ de esta ma- suma, Slávkov también decidió ejer-
nera. Las cámaras ocultas no serían, cer de buen utilitarista, y hacer el ma-
pues, sólo un avance tecnológico: nos yor bien a la humanidad; al igual que
van a permitir, asimismo, avanzar so- el equipo de Rowlatt, él sólo anhela-
cialmente en el camino hacia una hu- ba beneficiar a la mayoría, destapan-
manidad más justa, más responsable do una corrupción que intuía mucho
y menos mentirosa. Y todo ello, con mayor de lo visible tras las atractivas
sólo ponerlas en las manos de perio- ofertas monetarias de New London
distas deseosos de hacer el bien. Ventures.
Ahora bien, ¿es todo tan benéfico Resulta indiferente que, para lo
de verdad cuando, en la práctica, se que aquí nos interesa, juzguemos co-
hace uso de las cámaras ocultas? Vol- mo convincentes o no las razones de
vamos a nuestro ejemplo de la BBC. Slávkov (si bien al COI, en el fondo,
Cierto es que se apartó de su cargo a se las vino a parecer). Lo único impor-
Iván Slávkov; pero sólo fue un cese tante es que, desde un punto de vis-
momentáneo. De hecho, Slávkov acu- ta utilitarista, él estaría tan justifica-
dió a la votación sobre la sede olím- do para hacer lo que hizo como los
pica del 2012, menos de un año des- periodistas de la BBC lo estaban para
pués de efectuadas las grabaciones emprender su ‘periodismo de inves-
que presuntamente le condenaban. tigación’. Ambos pueden escudarse,
¿Por qué? Bueno, Slávkov se defendió si alguien les reprochara sus actos, en
desde el principio aseverando que, en que las consecuencias que estos ten-

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drían iban a resultar netamente be-
néficas para la humanidad. De modo
que no está ya tan claro que, cuando Engañar como periodistas
uno se pone a emplear cámaras ocul-
tas, pueda siempre beneficiar al mun- a los demás cuando les
do en la medida en que cree o quie- grabamos tiene el
re hacerlo. Engañar como periodistas
a los demás cuando les grabamos, sin inconveniente de que los
advertirles de que están siendo gra- demás también pueden
bados, tiene el inconveniente de que
los demás también pueden aducir aducir que nos estaban
(con la misma legitimidad que noso-
tros) que nos estaban engañando (y,
engañando (y, es más, que
es más, que ellos también engañaban ellos también engañaban
‘por una buena causa’). Ocurre así que
esa grabación, que comenzó con un
‘por una buena causa’).
ocultamiento de la verdad (la de los
periodistas que grababan sin adver-
tirlo), puede terminar por no revelar
ninguna verdad. Si se empieza tapan-
do la verdad, puede que ésta quede
para siempre tapada: y nosotros, que
empezamos mintiendo (aunque fue-
se ‘por una buena causa’) seremos en do (sin prevenir a nadie de ello, na-
justicia los menos indicados para re- turalmente) cualquier conversación,
prochar a otros sus mentiras. cualquier confidencia, cualquier ac-
Es, en todo caso, además suma- tividad en que nos veamos inmersos.
mente dudoso que el empleo de cá- Después de todo, si las cámaras ocul-
maras ocultas –y este es quizá el ar- tas son tan positivas, ¿por qué restrin-
gumento más fuerte desde un punto gir su uso solamente a periodistas? ¿Qué
de vista utilitarista contra la utiliza- privilegio habrían de tener los perio-
ción indiscriminada de las mismas– distas para poder hacer algo que los
sea provechoso con miras a incremen- demás humanos no podríamos igual-
tar la felicidad general de la humani- mente hacer –y ‘en bien de la huma-
dad. Bástenos con imaginar un mun- nidad’, además–? La pregunta (utili-
do en que todos nosotros (hoy, de he- tarista) que surge entonces inevitable
cho, ya es técnicamente posible) va- es la siguiente: ¿sería ese un mundo
yamos de un lado para otro con nues- más feliz? Al fin y al cabo, sería un
tra cámara oculta en ristre, graban- mundo donde, como abogan los de-

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fensores de las cámaras ocultas, todo ta menos humana. Ese algo es la li-
el mundo tendría buenas razones pa- bertad.
ra no hacer o decir nada malo o ile- En efecto, existe un mecanismo de
gal, temerosos como estaríamos to- análisis ético que consiste en evaluar
dos continuamente de estar siendo en qué medida lo que hacemos favo-
grabados. Ese mundo con menos mal- rece la existencia de libertad en el
hechores y menos desvergonzados, mundo. Aquellas acciones que sean ac-
¿es de veras un mundo más satisfac- tos no sólo libres, sino que no pisote-
torio? Naturalmente, George Orwell en la libertad de los demás, serán des-
ya nos ilustró convenientemente a ese de esta perspectiva actos éticamente
respecto, con lo que sobra el preten- correctos. Las acciones, en cambio, que
der aducir aquí argumentación ulte- impliquen la disminución de nuestra
rior alguna. libertad o de la de los demás serán,
El ejemplo de Orwell nos ayuda a pues, incorrectas desde este punto de
aproximarnos a un segundo método vista kantiano (independientemente
de análisis ético: el procedimiento de si son acciones que provocan o no
kantiano. Pues imaginemos que, por satisfacción a la mayoría de la gente:
un azar del destino, todos llegásemos ya se sabe que los seres más libres no
a la conclusión de que sí, de que un son siempre los más satisfechos).
mundo como el del Gran Hermano La pregunta kantianamente rele-
orwelliano sería un mundo más fe- vante, pues, al reflexionar sobre las
liz: con menos crímenes, con menos cámaras ocultas es: ¿contribuyen és-
mentiras, con menos corrupción y tas a hacernos más libres, o atentan,
menos decepciones; como todos co- en cambio, contra nuestra libertad?
rremos el riesgo de resultar graba- Sólo una consideración superficial
dos con una cámara oculta en cual- del asunto se limitaría a deducir que,
quier momento de nuestras vidas, to- puesto que las cámaras ocultas (co-
dos actuamos del mejor modo que se mo otros tantos dispositivos tecnoló-
espera de nosotros, y todos nos hace- gicos) incrementan el número de ‘co-
mos unos a otros lo más felices que sas’ que podemos ‘hacer’, son enton-
nos podemos hacer. Ahora bien, aun- ces sin duda brillantes paladines de
que ese mundo fuese (siguiendo es- la libertad humana. Pensar así sería
ta hipótesis) un mundo extremada- como argüir que, puesto que las ya
mente dichoso, cualquiera de noso- citadas bombas atómicas nos permi-
tros tiene la sensación de que en ese ten acometer acciones que sin ellas
mundo faltaría algo tremendamen- serían impensables, entonces la exis-
te importante, algo que no necesa- tencia de tales bombas aumentó, des-
riamente equivale a la felicidad, pe- de el momento mismo de su inven-
ro sin lo cual la vida humana resul- ción, el grado de libertad que los hu-

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manos disfrutamos en nuestro plane-
ta. Pues lo cierto es que hay multitud
de dispositivos que no sólo no nos ha- La pregunta fundamental
cen más libres, sino que nos resultan
en términos globales crasamente que hemos de hacernos
amenazantes; tecnologías que ponen cuando nos interrogamos
en riesgo nuestros derechos, nuestra
intimidad, nuestro pequeño espacio sobre la legitimidad ética de
de desarrollo personal al que llama- un acto es: ¿me ayuda este
mos (como en cierta canción se lla-
maba un barco) ‘Libertad’. Las cáma- acto a ser mejor persona? Y
ras ocultas, capaces de inmiscuirse
en la privacidad de cualquiera sin que
en el caso de las cámaras
previamente se las haya dado tal per- ocultas, ¿nos ayudan las
miso, capaces de arrebatarnos mo-
mentos que creíamos de nuestra ex-
microcámaras a ser mejores
clusiva propiedad, capaces de mano- periodistas?
sear nuestro honor y de manipular
nuestra espontaneidad, son segura-
mente uno de los mejores ejemplos
de tales aparatos potencialmente da-
ñinos; si a partir de un momento da-
do los periodistas generalizasen su
uso, y se emplearan continuamente efecto, según el punto de vista aristo-
sin respetar el que queramos o no ser télico, la pregunta fundamental que
grabados, sólo un ingenuo podría hemos de hacernos cuando nos inte-
considerar que, desde ese día, su vi- rrogamos sobre la legitimidad ética
da era una vida más libre (ya hemos de un acto es: ¿me ayuda este acto a
visto antes que, seguramente, tampo- ser mejor persona? Lo cual, en el ca-
co sería una vida más feliz). so de las cámaras ocultas que ahora
Por último, volvamos la vista a nos enreda, podríamos reformular co-
nuestro viejo amigo Aristóteles. Él, mo ‘¿nos ayudan las microcámaras a
aparte de hablar de la insaciable cu- ser mejores periodistas?’.
riosidad humana al principio de su La mejor respuesta que conozco a
Metafísica, también se ocupó de pro- esta pregunta, con argumentos que
porcionarnos un esquema de análisis creo que hubiesen entusiasmado al
ético que difiere tanto del utilitaris- propio Aristóteles, la proporcionó el
mo de Bentham y Mill, como de la periodista Jaume Boix en el diario La
apuesta por la libertad de Kant. En Manyana, apenas unos días más tarde

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(el 10 de agosto de 2004) de la emi- actuar tal que el tipo de periodista que
sión del reportaje ‘Buying the games’. Boix propugna; pero que ese periodis-
La argumentación que Boix hace en ta ideal jamás hubiese llegado a ave-
su artículo ‘CorrupCIÓ periodística’ riguar, por ejemplo, que en el Comi-
puede resumirse en las siguientes pre- té Olímpico Internacional se practi-
guntas retóricas: ¿son un buen mo- caban el tipo de actividades que la
delo de periodistas los reporteros, co- BBC desveló con su reportaje, y que
mo los del programa Panorama, que por lo tanto ese modelo ideal de pe-
mienten, fingen, falsifican y atentan riodista resulta dudosamente reco-
contra la intimidad? ¿Es eso lo que mendable si de ganarse la vida y lo-
entendemos por ser un buen perio- grar algún descubrimiento sobre lo
dista, un periodista admirable? ¿Es que de veras pasa por el mundo se
esa la imagen que queremos que ten- trata. Este contraargumento, empero,
ga la sociedad de nosotros? ¿Tendría falla estrepitosamente en el caso que
ese tipo de periodista algún tipo de nos ocupa: el propio Boix, junto a Ar-
honorabilidad como para andar des- cadi Espada, habían ya mostrado (seis
pués acusando a otras personas (en años antes que la BBC) en su libro Sa-
este caso, a los miembros del COI) de maranch, l’esport del poder (1999, 2ª ed.)
sus particulares miserias? ¿Es esa que- que había buenas razones para de-
rencia por el sensacionalismo (en lu- nunciar el mismo tipo de cosas que
gar de la investigación rigurosa, la Justin Rowlatt y sus hombres ‘descu-
búsqueda de la verdad que apuesta brieron’. Cierto que Boix y Espada lo
desde el principio por la verdad, el habían hecho sin cámaras ocultas, sin
trabajo paciente) lo que queremos que imágenes impactantes del ávido Sláv-
caracterice a los profesionales del pe- kov embolsándose cheques cuantio-
riodismo? ¿No preferiríamos ver en los sos, y sin tanta fanfarria como para
periodistas a personas cuya pasión obtener un programa de máxima au-
por lo verdadero les hace fiables y dig- diencia en la BBC. Pero lo habían he-
nos de ser escuchados siempre, por- cho de un modo éticamente impeca-
que sabemos que jamás (a diferencia ble. Con tesón, con rigor informativo
de los disfrazados de Panorama) su- y con mucho, mucho trabajo. ¿Es ese
cumbirán a los poderosos encantos de el modelo que queremos para hacer-
las mentirijillas (o del puro fraude)? nos una idea de lo que significa ser
Las preguntas de Boix cobran un un gran periodista, o nos basta con
peso especial cuando nos percatamos cualquier chicuelo, cargado de sus cá-
de que el modelo de periodista que maras ocultas, que vaya por ahí ejer-
propone no resulta una mera quime- ciendo de actor y poniendo trampas
ra. Pues alguno quizá estaría tentado a quien se tope con él, cual moderno
a contestar que sí, que lo ideal sería timador, ‘por si cae’?

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La ética no es una ciencia exacta.
A menudo, un determinado plantea-
miento ético (el utilitarista, por ejem- Es probable que a otros
plo) arroja conclusiones bien diferen-
tes a las de otro (el kantiano, verbi- profesionales (la policía, por
gracia). Así, para un utilitarista esta- ejemplo) les quepa hacer un
ría plenamente justificado el asesinar
a un sujeto ‘si con ello se salva todo uso éticamente bien
un pueblo’; para un kantiano, en provechoso de las cámaras
cambio, jamás el bienestar de la ma-
yoría puede aplastar hasta tal punto ocultas. Pero los periodistas
la libertad de un individuo como pa-
ra asesinarle, torturarle o arrebatar-
no son policías.
le cualquier otro de sus derechos fun-
damentales.
Puesto que la ética produce con
frecuencia resultados tan contradic-
torios entre sí, resulta señeramente
reconfortante percatarse de alguna
de las felices ocasiones en que, desde
cualquier punto de vista ético en que
se mire, un acto puede reputarse co-
mo netamente positivo (o negativo).
Uno de esos casos es el del empleo de luego a ponernos trampas o a inva-
cámaras ocultas por parte de los pe- dir nuestra intimidad. Queremos te-
riodistas. Es probable que a otros pro- ner periodistas, pero sólo porque pen-
fesionales (la policía, por ejemplo) les samos que sus informaciones nos po-
quepa hacer un uso éticamente bien drán hacer en ocasiones más felices,
provechoso de tales aparatitos. Pero en ocasiones más libres; a veces, ellos
los periodistas no son policías, la so- mismos, con su infatigable amor por
ciedad no los somete al control al que la verdad, nos serán un modelo bien
sí que somete a éstos, y ninguna re- estimulante. Las cámaras ocultas, co-
dacción periodística admitiría que to- mo hemos visto, suelen ayudar bien
das sus decisiones más importantes poco en cualquiera de estos tres sen-
(como ocurre con las policiales) hu- tidos; y prácticamente siempre aten-
bieran de ser refrendadas por un juez. tan gravemente contra uno o más de
Los ciudadanos no destinamos parte ellos. Pocas dudas éticas a propósito
de nuestros ingresos a financiar a los de cuán desdeñables son nos han de
periodistas para que estos se dediquen caber, pues. 

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