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Pero añade la Corte que, en relación con la mayor de los hermanos, que tiene a la fecha 16
años, debe además ponderarse su autonomía en el ejercicio progresivo de los derechos que
como ser humano le corresponden, por lo que debe darse en su caso, preponderancia a su
opción respecto al progenitor con quien desea vivir, en el caso sub lite, con su padre (sentencia
de 30 de abril de 2015 en autos rol 56-2015). La adolescente había señalado también en sala
gess que luego de la separación encontró un refugio en su papá y que su hermano estará mejor
con ellos porque, además, con su papá estudia. La Corte de Apelaciones, asimismo, hizo suya la
doctrina de la Corte Suprema en el sentido de que cobran especial relevancia los efectos que el
principio del interés superior del niño produce en el marco de las relaciones parentales, en las
que, por un lado, se encuentra el derecho y responsabilidad de los padres de cuidar y educar a
los hijos y, por otro, la protección y desarrollo de la autonomía del niño en el ejercicio de sus
derechos, lo que limita las facultades o roles de los padres, precisamente por el interés superior
de los menores, en aras de la satisfacción integral de sus derechos.
La adolescente compareció ante los tribunales, ejerció su derecho a ser oída y su opinión fue
considerada en la adopción de una decisión que le afecta en un ámbito personal relativo a su
deseo de con quién vivir y a la forma de mantenimiento de vínculos con los padres después de la
separación de éstos.
La estimación de la edad de 16 años para considerar decisiva la voluntad del niño en el ejercicio
de su autonomía progresiva en este ámbito de las relaciones de familia no es una cuestión
arbitraría de la Corte, pues encuentra un antecedente expreso en la Convención sobre Aspectos
Civiles del Secuestro Internacional de Niños, ratificada por Chile y promulgada mediante Decreto
386 de 1994. Dicho instrumento, que tiene por objeto asegurar el inmediato regreso de los niños
trasladados o retenidos ilícitamente en cualquier Estado contratante y hacer respetar
efectivamente en un Estado contratante los derechos de tuición y de visita existentes en otro,
expresa en su artículo 4 que “La Convención se aplicará a cualquier niño que haya sido residente
habitual de un Estado Contratante inmediatamente antes de la contravención de los derechos de
tuición o de visita. La aplicación de la Convención cesará cuando el niño cumpla la edad de 16
años”.
El límite de edad a los 16 años implica que, a partir de ahí, el adolescente, en ejercicio de su
autonomía, esta´ en condiciones de tomar decisión para determinar el lugar dónde desea vivir y
con quie´n, por ello no tiene aplicación la Convención. Este estándar, en conjunto con las
circunstancias concurrentes, especialmente el grado de desarrollo madurativo y discernimiento
alcanzado, puede orientar las decisiones que en el ámbito jurisdiccional interno se adopten
respecto de un conjunto de situaciones análogas, tales como procesos de autorización para salir
fuera del país, decisiones de atribución del cuidado personal de los hijos o las que fijan
regímenes de relación directa y regular.