Вы находитесь на странице: 1из 11

Historia de la filosofía moderna: David Hume

[Clase n°1]

1. Vida y obra.

Copleston nos dice que “la tarea de completar el experimento empirista y presentar una
antítesis sin fisuras al racionalismo continental estuvo reservada a David Hume.” Para los
empiristas modernos, Hume es el único filósofo que hasta el siglo XVIII adoptó con rigor el
empirismo e intentó desarrollar una filosofía consistente con este sistema.

David Hume nació en Edimburgo en el año 1711. Pese a que su familia esperaba que se
dedicara a la carrera de abogado; Hume, desde temprana edad sentía pasión solo por la
investigación filosófica y el saber en general. Sin embargo, puesto que la familia de Hume
no tenía los recursos suficientes para que se dedicara a la literatura y la filosofía, se dedicó a
la profesión en Bristol (ciudad).

No conforme con este trabajo, Hume se marchó a Francia, donde estuvo entre 1734-1737, y
se consagró directamente a las investigaciones literarias. En Francia, escribió el famoso
Tratado sobre la naturaleza humana, publicado en tres volúmenes entre 1738 y 1740.

En 1737, Hume vuelve a Escocia a vivir con su hermano y su madre. En 1741-1742, publicó
Ensayos, morales y políticos. En 1745, intentó conseguir la cátedra de ética y filosofía
pneumática de la Universidad de Edimburgo, pero se lo impidió su reputación de escéptico
y ateo. Después de un año como tutor privado, salió al extranjero como secretario del general
St. Clair, y no volvió al país hasta 1749. Durante este tiempo, en 1748, publicó una revisión
de la primera parte del Tratado; posteriormente, en 1751, apareció una segunda edición del
texto con el nombre que conserva hasta ahora: Investigación sobre el entendimiento humano.
En el mismo año, publicó Investigación sobre los principios de la moral, que era una especie
de refudición de la tercera parte del Tratado, y que el autor consideraba como la mejor de
sus obras. En 1752, fue nombrado bibliotecario de la Facultad de Derecho de Edimburgo y
estableció su domicilio en la ciudad. En este período se dedicó a las obras de historia de
Inglaterra; publicó varias obras en torno al tema.

En 1763, volvió a Francia como secretario de la Embajada británica. En 1769, Hume volvió
a Edimburgo, donde vivió hasta su muerte en 1776. Sus Diálogos sobre la religión natural,
1
escritos en 1752, fueron publicados póstumamente en 1779. Sus ensayos sobre el suicidio y
la inmortalidad se publicaron, primero, anónimamente, y bajo el nombre de Hume en 1783.

Respecto a su persona, en la autobiografía de Hume, editada por su amigo Adam Smith y que
apareció en 1777, el autor se describe como “un hombre de disposición tranquila, de
temperamento suave, de humor abierto, sociable y animado, capaz de sentir cariño, pero no
enemistad, y de gran moderación en todas mis pasiones.” Por otra parte, un comentario del
conde de Charlemont nos dice que Hume parecía más “un hidalgo comilón que un filósofo
refinado.”

2. El interés de Hume: la ciencia de la naturaleza humana.

En la introducción al Tratado, Hume señala que todas las ciencias guardan alguna
relación con la naturaleza humana. La lógica se encarga de los principios y operaciones de
las facultades racionales del hombre, y de las ideas. La moral y la estética tratan de nuestros
gustos y sentimientos. La política considera al hombre en conexión con la sociedad. Por lo
tanto, Hume considera que la naturaleza humana es el “centro capital” de las ciencias y es de
suma importancia desarrollar una ciencia del hombre. Así, se propone estudiar la naturaleza
humana utilizando el método propio de las ciencias naturales, convencido de avanzar firme
junto a la experiencia. Por esto, su contribución a la epistemología es significativa, pues gran
parte de sus estudios se enfocan, principalmente, en el conocimiento humano.

Su tesis es que debemos aplicar el método experimental al estudio del hombre. Entonces,
debemos comenzar por una rigurosa investigación de los procesos psicológicos humanos y
de su comportamiento moral, e intentar encontrar sus principios y causas.

Así, la intención de Hume es extender los métodos de la ciencia Newtoniana, tanto como sea
posible, a la naturaleza humana. Desde luego, se da cuenta de que la ciencia de la naturaleza
humana tiene que ser diferente de la ciencia física. Por ejemplo, emplea la introspección,
sabiendo que es un procedimiento inaplicable fuera del ámbito psicológico.

Hume, en su intento de penetrar en la naturaleza humana, muestra, sin duda, un gran interés
por descubrir los principios que operan en los juicios morales; pero su contribución a la ética
no debe opacar su gran papel como epistemólogo.

2
3. Consideraciones generales de la filosofía de Hume.

Hume hace derivar todos los contenidos de la mente de la experiencia. Llama “percepciones”
a los contenidos de la mente en general, y divide las percepciones en impresiones e ideas.
Las impresiones son datos inmediatos de la experiencia, como las sensaciones. Las ideas son
como copias o imágenes atenuadas de las impresiones en el pensamiento y en la razón. Y
Hume nos dice que “ideas e impresiones aparecen siempre correspondiéndose las unas con
las otras.” La tesis que Hume quiere defender es que nuestro conocimiento deriva, en último
término, de las impresiones, de los datos inmediatos de la experiencia.

Hume describe la diferencia entre impresiones e ideas en términos de intensidad. Las


impresiones son aquellas que penetran con mayor fuerza o violencia. Las ideas, por su parte,
son las imágenes de las impresiones al pensar y razonar.

Hume establece una distinción entre las percepciones que aplica tanto a las impresiones como
a las ideas. Por ejemplo, la percepción de una mancha roja es una impresión simple, y el
pensamiento o imagen de esta es una idea simple. Pero si veo, desde un mirador, toda una
ciudad, tendré una impresión compleja de la ciudad, de las calles, casas, etc. Y, si, luego,
recuerdo esta impresión compleja, tendré una idea compleja. Ahora bien, podría ocurrir que
yo imagine una ciudad X a la que nunca he ido; entonces, en este caso, esa idea compleja no
corresponde a una impresión compleja. Entonces, no su puede decir con rigor que, a cada
idea corresponde una impresión.

Ahora bien, Hume advierte que esa idea compleja puede descomponerse en ideas simples y
el autor afirma que “cada idea simple tiene una impresión simple que se le asemeja y a cada
impresión simple corresponde una idea.” Entonces, se puede también afirmar que las
impresiones preceden a las ideas. A esto, Hume advierte que también construimos “ideas
secundarias” que se derivan de ideas previas más que de impresiones. Sin embargo, por regla
general, se puede establecer que las impresiones preceden a las ideas. Y, más precisamente,
las impresiones simples son anteriores a sus correspondientes ideas.

Las impresiones pueden dividirse en impresiones de sensaciones e impresiones de reflexión.


Las primeras, dice Hume, surgen en el alma por causas desconocidas. Las segundas, se
derivan “en gran medida” de las ideas. Por ejemplo, supongamos que tengo una impresión

3
de frío, acompañada de dolor. Una copia de esta impresión permanece en la mente una vez
que la impresión ha cesado. Esta copia o idea puede producir nuevas impresiones, como de
aversión, que constituyen impresiones de reflexión. De estas, se vuelve a crear una copia y
se convierten en ideas. Pero, de todas maneras, las impresiones de la reflexión son anteriores
a sus correspondientes ideas de la reflexión, y se derivan de impresiones de sensación. Por lo
tanto, nuevamente, decimos que las impresiones son anteriores a las ideas.

La importancia de estas distinciones que señala Hume son varias; por ejemplo, permite a
Hume rechazar la jerga filosófica que Hume considera que son términos vacíos que no
significan ninguna de las ideas determinadas ni tienen un significado definido. A esto, Hume
dice que basta con preguntar de qué impresión deriva esta supuesta idea. Pero a nosotros nos
interesan como antecedentes previos a nuestra lectura del análisis de la causalidad de Hume
que, como veremos más adelante, será determinante para Kant y su giro hacia la filosofía
crítica.

4. Hume y el escepticismo.

Copleston nos dice que, para Hume, el escepticismo era un tema muy importante. Esto, pues,
por una parte, era un tema que estaba siendo muy conversado en la época; y, por otra parte,
porque Hume sabía que, aplicando sus propios principios, se llegaba a conclusiones
escépticas. Además, consideraba que era un buen antídoto contra el dogmatismo y el
fanatismo.

Hume escribe algunos comentarios sobre el escepticismo tanto en el Tratado como en la


Investigación. En la Investigación, Hume hace una distinción entre un escepticismo
antecedente y un escepticismo consecuente. El primero, dice Hume es el que “es anterior a
todo estudio de carácter filosófico.” Cita como ejemplo la duda cartesiana. Hume dice que
un escepticismo como el encontrado en Descartes sería imposible, puesto que propone
sumirnos en la duda universal hasta que hallar un principio original cuya verdad no plantee
ninguna duda. Pero, advierte Hume, no existe tal principio. Ahora bien, se puede dar una
forma más moderada de este principio: “antes de iniciar cualquier investigación filosófica,
hemos de librarnos, en la medida en que podamos, de todo prejuicio y llegar a un estado de
imparcialidad.”

4
El escepticismo consecuente, por su parte, es el que es “posterior a la ciencia y a la
investigación, [...] Es el resultado del descubrimiento, real o supuesto, de los filósofos ya sea
de la falta de confianza que pueden merecernos nuestras facultades mentales, o, por lo menos,
de su incapacidad para llegar a una conclusión digna de confianza ‘en todos esos curiosos
temas de especulación en los que habitualmente se emplean.”

En cuanto a las objeciones escépticas a la moral o a los razonamientos que refieren a hechos
reales, Hume dice que el gran destructor del escepticismo total es la vida cotidiana. “Es
imposible sostener en la práctica un escepticismo completo, lo que no prueba su falsedad,
sino solo que en la vida ordinaria hemos de actuar inevitablemente de acuerdo con las
creencias naturales o las tendencias de la naturaleza humana. Y es así como deben ser las
cosas. La razón es disolvente, o, por lo menos hay muy pocas cosas que escapan a su puesta
en cuestión, pero la naturaleza humana está muy lejos de ser regida solamente por la razón.
La moralidad, por ejemplo, se basa en el sentimiento más que en el entendimiento analítico.”

Aunque Hume rechaza lo que él llama un escepticismo excesivo, admite como útil un
escepticismo mitigado y académico, que puede resultar de un pirronismo después de haberlo
corregido. En el fondo, Hume no era un partidario de intentar convertir su filosofía en una
creencia dogmática o norma de conducta, para él, dice Copleston, se trataba de un juego que,
por lo demás, tenía cierta utilidad. “Sed filósofos, pero en medio de toda vuestra filosofía,
sed también hombres.”

5
[Clase n°2]

A continuación, comenzaremos a leer Investigación sobre el entendimiento humano de 1751.


Nos enfocaremos en la sección 4 denominada Dudas escépticas acerca de las operaciones
del entendimiento, para revisar las reflexiones que Hume realiza acera de la causalidad.

Parte I

Hume dice que todos los objetos de la razón pueden dividirse en dos grupos: relaciones de
ideas y cuestiones de hecho. Las relaciones de ideas son proposiciones intuitiva o
demostrativamente ciertas. “Las proposiciones de esta clase pueden descubrirse por la mera
operación del pensamiento, independiente de lo que pueda existir en cualquier parte del
universo.” A este grupo, pertenecen las ciencias de la matemática. Por su parte, las cuestiones
de hecho, dice el autor, no son averiguadas de la misma manera y nuestra evidencia de su
verdad tampoco es de la misma naturaleza. Esto, pues, lo contrario a cualquier cuestión de
hecho no implica jamás una contradicción y es concebida con la misma facilidad y distinción
que si fuera ajustado a la realidad. Por ejemplo, la proposición “el sol no saldrá mañana” no
es menos inteligible que la proposición “el sol saldrá mañana”. Si la primera proposición
fuera demostrativamente falsa, advierte Hume, implicará una contradicción y no podría
siquiera ser concebida distintamente por la mente.

Entonces, Hume advierte que el objetivo de esta sección es “investigar de qué naturaleza es
la evidencia que nos asegura cualquier existencia real y cuestión de hecho, más allá del
testimonio actual de los sentidos, o de los registros de nuestra memoria.” De inmediato,
Hume nota que todos los razonamientos sobre cuestiones de hecho se fundan en la relación
de causa y efecto. “Tan solo por medio de esta relación podemos ir más allá de los sentidos.”
En todos los razonamientos de cuestiones de hecho, se supone que hay una conexión entre el
hecho presente y el que se infiere de él. Por lo tanto, para investigar la naturaleza de la
evidencia de estos razonamientos, tenemos que preguntarnos “cómo llegamos al
conocimiento de la causa y del efecto.”

A continuación, Hume afirma que “el conocimiento de esta relación no se alcanza por
razonamientos a priori, sino que surge enteramente de la experiencia, cuando encontramos
que objetos particulares cualesquiera están constantemente unidos entre sí.” Y, a esto, agrega

6
que ningún objeto revela, a partir de las cualidades que aparecen a los sentidos, no sus causas
ni sus efectos; y tampoco puede la razón, sin la asistencia de la experiencia, sacar ninguna
inferencia de la existencia real y de las cuestiones de hecho.

Hume ofrece un ejemplo donde esto se ve claramente. Dice que los sucesos que tienen poca
semejanza con el curso normal de la naturaleza, son conocidos solo por la experiencia. Por
ejemplo, no puede descubrirse a priori la explosión de la pólvora o la atracción de un imán.
Y Hume advierte que quizás haya alguien que crea que no ocurre lo mismo cuando se trata
de acontecimientos que sí nos son familiares, que tienen semejanza con el curso entero de la
naturaleza y que se supone dependen de las cualidades simples de los objetos. “Tendemos a
imaginar que podríamos descubrir estos efectos por la mera operación de nuestra razón sin
acudir a la experiencia” Y adelanta brevemente algo de la solución que va a proponer para
este problema en la siguiente sección: “Tal es el influjo del hábito que, donde es más fuerte,
además de compensar nuestra ignorancia, incluso se oculta y parece no darse meramente
porque se da en grado sumo.”

Hume agrega que la mente, ni con el análisis más riguroso, puede encontrar el efecto de una
causa; pues el efecto de una causa es totalmente distinto de ella y, por lo tanto, no puede
descubrirse en ella. Y, luego, agrega que así como en todas las operaciones de la naturaleza,
la representación imaginativa inicial de un supuesto efecto es arbitraria, si no se ha consultado
a la experiencia; de la misma forma se tendrá que estimar el supuesto enlacie entre causa y
efecto, aquello que los une indefectiblemente. Por ejemplo, dice Hume, si una bola de billar
se dirige en línea recta a otra, puedo concebir que ocurran diversos acontecimientos: puede
mover una a la otra, o pueden quedarse quietas, o bien podría la primera bola volver a su
punto de partida, etc. Nada de eso es contradictorio de pensar. Pero, pregunta Hume, “¿por
qué, entonces, hemos de dar preferencia a una, que no es más congruente y concebible que
las demás?” Y vuelve a enfatizar que ningún argumento a priori podrá nunca mostrar un
fundamento para esa preferencia.

Todo efecto es un suceso distinto de su causa. Por lo tanto, no puede descubrirse en su causa,
y su representación inicial a priori es completamente arbitraria. Por lo tanto, advierte Hume,
en vano se intentaría determinar cualquier cuestión de hecho o inferir cualquier causa o
efecto, sin la asistencia de la observación y la experiencia. Entonces, Hume descarta desde

7
el principio el que la justificación de la causalidad pueda hallarse en un razonamiento
demostrativo, pues el que la naturaleza pueda cambiar, no implica una contradicción y es tan
inteligible como lo que se observa de manera regular, de manera que si la contradicción fuera
demostrativamente falsa, no podría siquiera ser inteligible. Y tampoco, podría pensarse que
este conocimiento es intuitivo, pues la relación causa-efecto no se conoce mediante la
experiencia del objeto.

“Cuando razonamos a priori y consideramos un objeto o causa, tal como aparece en la mente,
independientemente de cualquier observación, nunca puede sugerirnos la noción de un objeto
distinto, como lo es su efecto, ni mucho menos mostrarnos una conexión inseparable e
inviolable entre ellos [la causalidad]”

Parte II

Resumiendo, Hume dice que cuando preguntamos ¿cuál es la naturaleza de nuestros


razonamientos acerca de cuestiones de hecho?, la respuesta es que estos se fundan en la
relación causa-efecto. Y el fundamento de todos los razonamientos y conclusiones de
cuestiones de hecho es la experiencia. Y, luego, agrega que si ahora se quiere preguntar ¿cuál
es el fundamento de todas las conclusiones de la experiencia? Esta pregunta, dice Hume, es
más difícil de resolver y explicar. En esta segunda parte de la cuarta sección, advierte el autor,
intentará ofrecer solo una respuesta negativa a esta pregunta.

La respuesta de Hume es: “incluso después de haber tenido experiencia de las operaciones
de causa y efecto, nuestras conclusiones, realizadas a partir de esta experiencia, no están
fundadas en el razonamiento o en proceso alguno del entendimiento.”

Hume advierte que la naturaleza nos ha proporcionado solo el conocimiento de algunas


cualidades superficiales de los objetos, pero nunca nos da conocimiento de los poderes y
principios de los que depende totalmente el influjo de estos objetos. Pero, agrega, a pesar de
que desconocemos estos poderes y principios naturales, “siempre suponemos, cuando vemos
cualidades sensibles iguales, que tienen los mismos poderes ocultos, y esperamos que efectos
semejantes a los que hemos experimentado, se seguirán de ellas.”

Con respecto a la experiencia pasada, dice Hume, solo puede aceptarse que da información
directa y cierta de los objetos de conocimiento de aquel período de tiempo específico.

8
Entonces, la pregunta de Hume es, cómo es posible que esta experiencia pasada pueda
proyectarse al futuro y a otros objetos que, por lo que sabemos, pueden parecerse a los objetos
del pasado solo en su apariencia (puesto que desconocemos sus poderes ocultos). Pues, entre
tener una experiencia específica y formar una conclusión universal a partir de esa experiencia
particular, hay un paso, dice Hume, un proceso de pensamiento y una inferencia que requiere
una explicación. La cuestión aquí no es negar este tipo de inferencias. El punto es que Hume
quiere advertir que, contrario a lo que se piensa, esa inferencia no es alcanzada por medio de
una mera cadena de razonamientos. La conexión entre dos proposiciones de este tipo (“por
la experiencia, he encontrado que a tal objeto X sigue tal efecto Y” y “todos los objetos que
en apariencia son similares al objeto X serán acompañados por el efecto Y”) no es intuitiva;
pues, como ya se dijo, no hay nada en un objeto que nos haga ver su causa o su efecto
mediante la experiencia de ese objeto. Entonces, se requeriría un término medio que permita
llegar a tal inferencia, si se sostiene que la mente llega a ella a partir de razonamientos y
argumentación. ¿Cómo se fundamenta este término medio?

Para entrar en la explicación de su propuesta, Hume advierte que hay dos formas de
razonamiento propias de la mente humana: razonamientos demostrativos (concernientes a las
relaciones de ideas) o razonamientos morales o probables (concernientes a cuestiones de
hecho y existencia). De inmediato, Hume descarta que la justificación pueda hallarse en un
razonamiento demostrativo, pues el que la naturaleza pueda cambiar, no implica una
contradicción y es tan inteligible como lo que se observa de manera regular. Y lo que es
inteligible y puede concebirse distintamente, no implica contradicción alguna y no puede
probarse su falsedad mediante argumentos demostrativos o razonamientos a priori.

Ahora bien, respecto a los razonamientos morales o probables¸ Hume advierte que, si se
intenta justificar el principio de conexión causal bajo argumentos de cuestiones de hecho, se
cae en una circularidad, pues estos se apoyan en la experiencia en conjunto con la suposición
de que los comportamientos vistos en el pasado se seguirán dando en el futuro. “En realidad,
todos los argumentos que se fundan en la experiencia están basados en la semejanza que
descubrimos entre objetos naturales, lo cual nos induce a esperar efectos semejantes a los que
hemos visto seguir a tales objetos.” Entonces, la idea de que “de causas que parecen

9
semejantes, esperamos efectos semejantes” parece resumir las conclusiones de la
experiencia.

Ahora bien, advierte Hume, si fuera la razón la que llega a esta conclusión, sería tan perfecta
al principio y en un solo caso, como después de una larga sucesión de experiencia. Pero esto,
en la realidad, no es así. “Solo después de una larga cadena de experiencias uniformes de un
tipo, alcanzamos seguridad y confianza firme con respecto a un acontecimiento particular.”
Pero aún permanece la pregunta por el término medio que junta proposiciones tan alejadas
entre sí.

Entonces, resumiendo, las proposiciones he encontrado un todos los casos previos tales
cualidades sensibles unidas a tales poderes secretos y cualidades sensibles semejantes
estarán siempre unidas a poderes secretos semejantes, son dos proposiciones distintas. Se
dice que una es inferencia de la otra, pero es evidente que esta inferencia no es ni intuitiva ni
demostrativa. Tampoco se puede decir que es experimental, pues esto equivale a caer en una
petición de principios, en la medida en que, para fundamentar el principio, estamos
suponiendo el mismo principio; “toda inferencia realizada a partir de la experiencia supone,
como fundamento, que el futuro será semejante.”

Por lo tanto, se concluye, en esta sección que “no es el razonamiento el que nos hace suponer
que lo pasado es semejante al futuro y esperar efectos semejantes de causas que al parecer
son semejantes.” [Fin cuarta sección]

Ahora bien, basta pensar en el diario vivir, para caer en cuenta de que el ser humano se sirve
confiadamente de estos argumentos, de este principio de causalidad, en todos los momentos
de su vida, pese a que estos, como ha sido expuesto por Hume, no tienen justificación en la
razón. El mismo autor considera insensato llevar este escepticismo extremo a la práctica de
manera de dejar de confiar en estos razonamientos que permiten que el ser humano sobreviva.
Entonces, Hume considera que, si bien estos argumentos no son ni intuitivamente ciertos ni
pueden ser lógicamente demostrados; no es menos importante la tarea de reflexionar acerca
de qué es aquello que nos hace confiar en estos razonamientos al punto de considerarlos
conocimiento. Así es como comienza la reflexión de la sección V de la obra, titulada solución
escéptica de estas dudas.

10
“Aunque fuéramos a concluir, por ejemplo, como en la sección anterior, que en todo
razonamiento a partir de la experiencia la mente da un paso que no se apoya en ningún
argumento ni en ningún proceso del entendimiento, no hay peligro de que estos
razonamientos, de los que depende casi todo el conocimiento, fueran a verse jamás afectados
por semejante descubrimiento. Si la mente no se ve obligada por un argumento a dar este
paso debe ser inducida a ello por algún otro principio de igual peso y autoridad; y este
principio mantendrá su influencia mientras la naturaleza humana se mantenga idéntica.”

Hume ofrece una respuesta a la pregunta proponiendo el hábito, no la razón, como


principio a través del cual se llega al conocimiento de argumentos causales. La costumbre,
que, según el autor, constituye un principio de la naturaleza humana, de experimentar varias
veces que un objeto sensible aparece conjuntamente con otro, entrega la confianza para creer
en esos argumentos causales y otorgarles universalidad. Sin embargo, es preciso, dice el
autor, que sea la presencia de un objeto la que estimule esta relación causal. Ahora bien, a
estas conclusiones de cuestiones de hecho que se justifican en el hábito, Hume les agrega
otro elemento, a saber, la creencia. Dice el autor, “[…] la ‘creencia’ es algo sentido por la
mente que distingue las ideas del juicio de las ficciones de la imaginación.”

Trabajo [nota para la ayudantía]: realizar un resumen de las secciones cuatro y cinco de
Investigación sobre el entendimiento humano.

11

Вам также может понравиться