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Levinás atribuía que dentro del rostro, en especial nuestros ojos, solo nos
comunican: No me mates. Por eso omito los ojos abiertos, aquella Golosina caníbal
que describe, Bataille. Los ojos de las mujeres en mis obras se miran a ella misma,
e se pide no morir, no matarse. La muerte llegará, pero no con pena ni tragedia, la
muerte será la extensión del concepto de la pequeña muerte, atribuida al orgasmo
sexual donde la creación está presente, fisgoneando entre el placer.
Tanto naturaleza y mujer comparten esta suerte de espera reproductiva hacia arriba,
con el vientre dispuesto como latencia, como hipérbole del embrión.
Cristian Bendayán (des) articula sus cuadros con imágenes y materiales que ponen
dura fricción, sobre un mismo soporte, ese archipiélago de temporalidad dislocada
que con demasiada ligereza solemos llamar Perú. (Gustavo Buntix)
Hay algo entre sus fondos sensuales y sus insolentes imágenes del primer plano.
Pinceladas de oleo académico, refinado con brochazos chichas generan un
biosistema dentro del cuadro, una especie de conjugación entre lo colonial de lo
academismo y la emergencia articulación del modelo económico, es evidente en el
brochazo de color a la manera de un pintor, forjador de un Perú en camino.
Óleo y esmalte como material cromático son capaces de convivir sin causar
impresión de repulsión entre ellos. Es lo que el crítico de arte, Buntix , vendría a
usar como base desde la pintura misma para sustenta su formulado sobre esa
temporalidad dislocada , que se puede entender como el momento donde nos
ubicamos( dislocado) , a raíz de una fragmentación , al menos de dos partes. Como
cuando el hueso se sale de su ubicación, queda un vacío no habitual que impide el
devenir del desenvolvimiento habitual y por otra parte, crea, desde ese vacío,
ausencia de contacto generado por algún evento accidental, nueva manera de
rehacerse para la continuidad del funcionamiento de la parte dislocada; con dolor,
pero bien que mal, con el tiempo, aprende a invisibilidad el problema. Por eso
mantengo la premisa que en la obra de Bendayán, el asunto dislocado que se refleja
en la peruanidad, parte desde esa nueva inquietud agazapada presente, más no
visible: pintura académica del óleo y brochazos de esmalte.
En la obras de Cristian, las mujeres han sido lo único que ha quedado vivo a causa
del proceso moderno, pues sus paisajes, elemento natural, muchas veces
relacionado a la compañera del hombre, ha sido modificado, se le han puesto
acentos de colores fosforescentes, colores que escapan del espectro natural
ofrecido hacia nosotros. Estos nuevos colores acompañan para crear un artificio
mayor sobre la sociedad. La mujer de Bendayán, es también un artificio a punto de
limpiarse de toda naturalidad, una ficción donde convive con el trato, el óleo de
académica con los esmaltes sintéticos, ambos generan dinámicas temporales que
se traspola al proceso doloroso pero asolapado de la vida entre la modernidad y la
coloniedad.
En ese sentido el imaginario selvático acerca del carácter lascivo femenino es más
una condición económica dirigida desde los desbordes masculinos que están
embrujados a lo que Freud suscribe en el Malestar de la cultura: Nuestro fin último
del trabajo, es generar comodidades para los nuestros; nuestra familia, ésta
cotidianamente se origina desde el sexo. Entonces se entiende que el sexo en la
dinámica y motor oculto que en realidad vitaliza la economía. Por otro lado Freud al
Igual que el trabajo para un fin último sexual, criticaba la condición excesiva de
higiene o el horror a la suciedad como otro malestar de la cultura. Entonces las
mujeres de Bendayán al tratar de limpiar la suciedad de su apariencia masculina,
se hacen de maquillaje y pinturas a modo de detergente simbólico para ocultar lo
que ellos consideran abyecto, porque al igual que la sangre, está bien que exista,
pero dentro del cuerpo, no visible.