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ESPIRITUALIDAD, RELIGIÓN Y TRASCENDENCIA COMO PRINCIPIO 1

DEL DESARROLLO HUMANO

ENSAYO SOBRE ESPIRITUALIDAD, RELIGIÓN Y

TRASCENDENCIA COMO PRINCIPIO DEL DESARROLLO

HUMANO

CHARLES ANTHONY MORAN AVILES

INGENIERÍA ELÉCTRICA

UNIVERSIDAD POLITECNICA SALESIANA


ESPIRITUALIDAD, RELIGIÓN Y TRASCENDENCIA COMO PRINCIPIO 2
DEL DESARROLLO HUMANO

Resumen

El mundo contemporáneo es asistido por múltiples manifestaciones que dicen llamarse

espiritualidad. En su esencia, el ser humano es espiritual, aunque esta realidad se haya diluido

en medio de las prácticas religiosas. La espiritualidad viene desde adentro, es una especie de

fuerza interna que dinamiza las dimensiones del ser humano. La religión busca externalizar

dichas manifestaciones, principios y creencias. Ser espiritual es avivar las posibilidades de estar

permeado por el mundo de Dios; independiente de la creencia que se tenga en él, la

espiritualidad es siempre estar dispuesto a recibir de su esencia la luz, fuerza y bondad con la

que puede llenar al ser humano. Pero, ¿ha permitido la religión y sus ritos consolidar este

proyecto humano – divino? La finalidad de Dios en relación con el ser humano es su felicidad:

¿es posible alcanzar este ideal? El ser humano feliz avanza y se desarrolla: ¿es la espiritualidad

un medio para el desarrollo humano? El planteamiento se deja abierto para que el lector indague

en su propia experiencia. El fin último es comprender la espiritualidad como un medio de

desarrollo humano.

ESPIRITUALIDAD, RELIGIÓN Y TRASCENDENCIA

El problema de la liberación del alma humana y su relación individual con Dios inmanente y

Dios trascendente, es el problema espiritual que preocupa a todas las religiones mundiales en

la actualidad. Existe un Dios Trascendente que “habiendo compenetrado todo el universo con

un fragmento de Sí Mismo” puede todavía decir: “Yo permanezco”. Existe un Dios Inmanente

cuya vida es el origen de toda actividad, inteligencia, crecimiento y atracción de todas las

formas en todos los reinos de la naturaleza. Similarmente, existe en cada ser humano un alma

trascendente que, cuando ha iniciado y terminado su ciclo de vida en la tierra y ha transcurrido

el período de manifestación, se convierte nuevamente en lo in-manifestado y en lo

amorfo, y también puede decir: “Yo permanezco”. Cuando se manifiesta y toma forma, la
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única manera en que la mente y el cerebro humanos pueden expresar su reconocimiento de la

vida divina condicionante, es hablar en términos de Persona y de Individualidad. Por eso se

habla de Dios como de una Persona, de Su voluntad, de Su naturaleza y Su forma.

ESPIRITUALIDAD

Cada palabra tiene su significado y, por lo regular, de acuerdo con lo que ésta representa,

se vislumbran las innumerables posibilidades de comprensión que pueda llegar a tener. Y cada

palabra, en su sentido, significado, raíz y matiz, nos acerca a una realidad determinada que

engloba otro tipo de significaciones. En todo caso, el universo del significado se expande, desde

el mismo sentido que podemos llegar a darle a las acciones nombradas en conceptos.

Esta realidad no es ajena a la voz o experiencia significada de la espiritualidad. Son

variados los matices que se le han dado a la experiencia como tal, para hacerla concepto

comprensible por la razón: quizá desde ahí viene una de las tantas imposibilidades para acertar

en el enlace con la realidad que transfiere tal concepto.

El Diccionario de la Real Academia Española (2001) define la espiritualidad como

“1.Naturaleza y condición de espiritual. 2. Cualidad de las cosas espiritualizadas o reducidas a

la condición de eclesiásticas. 3. Obra o cosa espiritual. 4. Conjunto de ideas referentes a la vida

espiritual”. ¿Qué dice esto de más?

En cambio en el Diccionario de espiritualidad (2005) encontramos que “ningún ser

humano puede vivir sin espíritu, especialmente si se mueve con hondas motivaciones y

convicciones. Pertenece, pues, al sustrato más profundo del ser humano)”. De esta forma se va

abriendo la comprensión de esta experiencia como una condición inherente al ser humano y,

desde allí, de manera especial, a aquellos que tienen en su vida un sentido distinto.
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LA RELIGIÓN COMO ENCUENTRO PERSONAL

La mayor parte de los fenomenólogos de la religión coinciden en definir la actitud

religiosa como encuentro personal con el absoluto. Si el hombre religioso asume su vida en

perspectiva de trascendencia, es porque se encuentra ante una realidad dotada de características

personales, que le sirve de verdadero interlocutor. Dos son las connotaciones que aparecen en

esta vivencia: la in-objetividad conceptiva de lo sagrado como término de la religión, y la

interpretación personal. Ambas hacen que la relación religiosa sea vivida como diálogo y

encuentro personal (Sagahún Lucas, Juan de, 1992):

INOBJETIVIDAD CONCEPTIVA

Una de las características de lo sagrado es el ser misterio. Una entidad superior que no

puede ser alojada en el marco de nuestros conocimientos ordinarios, porque se sitúa en plano

distinto. La relación del hombre con ella no es igual a la que se da en el conocimiento natural,

donde el sujeto adquiere cierto dominio sobre el objeto, pudiendo disponer de él por lo menos

mentalmente. En la actitud religiosa no sucede así. Sería desposeer a Dios de su infinitud y

arrebatarle su sentido de misterio, como intuyó en su día san Agustín: “Si lo comprendes, no

es Dios”

INOBJETIVIDAD PERSONAL

Ante la presencia de lo sagrado en la propia vida, el hombre se ve obligado a responder

inexorablemente con una actitud vital que reúne todas las características de la relación personal:

intimidad subjetiva, alteridad respectiva y reciprocidad de conciencias. Esta dimensión

dialógica aparece en todas las manifestaciones históricas de la religión como síntesis de una

respectividad afectante y de una alteridad absoluta que no se puede convertir en objeto

manipulable, ya que ante la grandeza de lo sagrado el hombre, además de acatarlo


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reverentemente, le hace entrega agradecida de su persona. Reconocimiento, sumisión y entrega

personales son, por tanto, elementos o ingredientes del encuentro religioso.

LA RELIGION Y LA TRASCENDENCIA

LA RELIGIÓN COMO BÚSQUEDA DEL SENTIDO ÚLTIMO

La historia de las religiones da sobrada cuenta del impacto de lo sagrado en el hombre

o, mejor, registra los resultados de las reacciones producidas por él. Se trata de un

comportamiento peculiar que no se circunscribe al campo de la ética, sino que repercute en la

interpretación de la realidad y en el modo de habérselas el hombre con ella. A la luz de lo

sagrado, el ser humano sabe valorar lo que tiene a su alcance y descubre el sentido de su propia

existencia, obrando en consecuencia. En efecto, la presencia del modelo supra-terreno y meta-

empírico, aprehendido en las hierofanías, afecta íntimamente al sujeto y le obliga a poner su

interés en una nueva meta de ser y de obrar, ya que sólo se reconoce como verdadero hombre

en la medida en que imita ese paradigma y aspira a ser distinto y superior de cuanto lo rodea.

Apoyados en estos sentimientos, hay autores que definen la religión como la experiencia vivida

por el hombre de un ser trascendente fuera del alcance inmediato y lejos de todo intento de

manipulación y aprovechamiento. Lo que es lo mismo, la presencia de Dios, valor supremo,

proyectada en la conciencia humana (Sagahún Lucas, Juan de, 1992, págs. 43-81).

LA RELIGION COMO ENCUENTRO PERSONAL

La mayor parte de los fenomenólogos de la religión coinciden en definir la actitud religiosa

como encuentro personal con el absoluto. Si el hombre religioso asume su vida en perspectiva

de trascendencia, es porque se encuentra ante una realidad dotada de características personales,


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que le sirve de verdadero interlocutor. Dos son las connotaciones que aparecen en esta vivencia:

la in-objetividad conceptiva de lo sagrado como término de la religión, y la interpretación

personal. Ambas hacen que la relación religiosa sea vivida como diálogo y encuentro personal

(Sagahún Lucas, Juan de, 1992)

CARACTERÍSTICAS DEL HECHO RELIGIOSO

Por ser un acto específicamente humano, la religión tiene mucho que ver con la

naturaleza del hombre y no puede prescindir de ninguno de sus elementos constitutivos. Es un

asunto antropológico en el que entran en juego todas las dimensiones de la persona humana.

Exponemos ahora aquellos que, a nuestro juicio, revisten mayor importancia.

 ASPECTO DINAMICO: El hombre es un ser progrediente que se realiza al

hilo de sus actos en continuidad histórica. Este ir-a-más comporta un dinamismo

esencial que le permite llegar a ser plenamente él mismo.

 ASPECTO MÍSTICO: La religión no es un epifenómeno o accidente fortuito

que sobrevenga al hombre en un momento determinado. Afecta a la radicalidad

de su ser, en cuanto experimenta viniendo de un principio distinto y dirigiéndose

a una meta que los trasciende.

 ASPECTO AFECTIVO Y SENTIMENTAL: Responde a una dimensión

fundamental de la persona humana, la afectividad, la cual se une a la inteligencia

y a la voluntad, pero sin identificarse con ellas.

 ASPECTO DOCTRINAL: La religión es también obra de la inteligencia, pues

se basa en el descubrimiento del sentido último y valor supremo. Por eso, todo

credo religioso se articula en torno a un cuerpo de verdades, una doctrina,

necesarias para que el hombre descubra y obtenga el fin último de su existencia.


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 ASPECTO SOCIO-ECLESTIAL: Se basa este aspecto en la dimensión social

del hombre. Significa esto que la condición religiosa no se circunscribe al

ámbito de la intimidad individual o conciencia de cada uno, sino que rebasa la

propia individualidad y se instala en un marco colectivo, revistiendo

necesariamente un carácter comunitario.

 ASPECTO INMANENTE – TRASCENDENTE: El acto religioso apunta

siempre a un más-allá de sí mismo. Su objeto o término es un ser trascendente

y meta-empírico, de modo que las diversas religiones presentan al hombre en

función del absoluto y conciben la vida como proceso de superación en

dirección de lo totalmente otro.

ILUSTRACIONES

Ilustración 1. Religiosidad y Espiritualidad

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