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El grupo como
construcción social
—* 4
Sabino Ayestarán
Editor
El grupo como
construcción social
Plural
EL GRUPO com o construcción social / Sabino Ayestarán, ed. — R u b í: Plural Ediciones, 1996
335 p. ; 24 cm
Indice
ISBN 84-921253-0-6
1. Grupos sociales 2. Psicología social 3. Dinámica de grupos I. Ayestarán, Sabino, ed. II. Título
316.4
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en, o
transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico,
fotoquímicó, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la
editorial.
índice
A u tores.......................................................................................................... 9
Presentación
Sabino A y esta rá n ........................................................................................... 13
Nuestro primer objetivo ha sido elaborar una teoría de grupos que res
ponda a las siguientes exigencias:
3. La perspectiva epistemológica
El título del libro El GRUPO COMO CONSTRUCCIÓN SOCIAL exige una explica
ción. Queremos decir que el grupo es construido y reconstruido incesante
mente en la interacción social, a través de mecanismos cognitivos com o la
categorización social y a través de mecanismos afectivos como el sentimiento
de pertenencia, la cohesión y la interdependencia. Pero dicha construcción
sociocognitiva tiene lugar en un contexto situacional que condiciona la inter
acción interpersonal e intergrupal. En la definición de la situación intervienen
cuatro variables:
parte del movimiento y alguna porción de su identidad tiene que estar ligada a
dicha participación» (Fine y Stoecker, 1985, p. 3).
La metáfora del movimiento social como una colección de grupos peque
ños representa bastante bien nuestra visión de la evolución socio-cultural de la
sociedad: una historia programada por fuerzas impersonales de carácter físico,
económico y tecnológico, pero ejecutada por personas que interpretan el pro
grama y lo reconstruyen en sus interacciones cotidianas.
El grupo es el lugar de negociación entre el Sistema y los Actores. Los
Actores se organizan en grupos para interpretar y ejecutar el programa im
puesto por el Sistema. Los Actores son absorbidos por el Sistema, pero éste
ha sido ya parcialmente transformado por aquéllos.
La historia de la Psicología social de los grupos es un reflejo de esa nego
ciación continua entre el Sistema sociocultural y los individuos.
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1
Innovación y tradición
en el estudio de los grupos
J. Francisco Morales
1. El concepto de grupo
2. La naturaleza de lo «grupal»
estudio de los grupos, tendremos que responder que subsisten algunos acier
tos parciales en facetas concretas del fenómeno grupal, singularmente en lide
razgo, roles, comunicación y observación sistemática de la interacción grupal.
Pero, al mismo tiempo, no queda más remedio que añadir que el éxito del
funcionalismo a la hora de formular un modelo general del funcionamiento
grupal no puede calificarse ni siquiera como modesto. Para empeorar las co
sas, el funcionalismo tampoco contribuyó de forma sustancial a establecer la
necesidad de considerar la dimensión social del grupo ni la forma en que ésta
ha de ser abordada. Dado que el resto de escuelas sociológicas no ha hecho
aportaciones significativas al estudio de los grupos, la Psicología Social se vio
obligada a buscar en otra parte.
A mi juicio, el capítulo 8 muestra el destacado papel de Moscovici y sus
colaboradores en la reintroducción de la dimensión social en el fenómeno
grupal. Tres ideas adquieren una relevancia especial. Está, en primer lugar, el
reconocimiento de que la estructura social comporta la existencia de grupos
que ocupan posiciones sociales diferentes en la escala social. ¿Influyen de al
gún modo estas diferentes posiciones en el funcionamiento del grupo? Sí lo
hacen, ya que repercuten en la propia estructura interna del grupo, en su
jerarquización final.
En segundo lugar, es preciso considerar el acceso diferencial al poder
social, que lleva a los miembros de cada grupo a elaborar conjuntamente una
representación cognitiva de sus relaciones con otros grupos sociales significa
tivos. Este es uno de los modos en que se integra y asimila, por así decir, en el
grupo la «realidad» objetiva externa.
Finalmente, la investigación de la que se da cuenta en las últimas páginas
del capítulo 8 muestra que no sólo existen realmente paralelismos entre lo que
el grupo de forma compartida piensa de sí mismo y de su posición objetiva en
la sociedad sino que, y esto es todavía más importante, existen modos de
captar dichos paralelismos. En concreto, en la investigación citada se tuvieron
en cuenta el tipo de manejo de las emociones dentro del grupo, el posiciona-
miento de éste frente al conflicto y la identidad personal.
Todas estas ideas se amplían y matizan en el capítulo 9. Interesa subrayar
que la dimensión social del grupo ha de atender simultáneamente al grupo y a
la sociedad en la que éste se inserta. Si es un grave error proceder com o si el
grupo flotase en un vacío social, no lo sería menos suponer que el grupo no es
nada más que una réplica pasiva de la sociedad de la que forma parte.
día No todo han sido avances claros. Existen también retrocesos rotundos. El
pal área de los grupos en Psicología Social presenta numerosos déficits y lagunas,
ión En este capítulo resulta inevitable dejar constancia de uno de ellos, ya que su
un- especial gravedad así lo exige. Ello no implica que sea el único,
en En el capítulo 3 se hace alusión a la crítica realizada por De Visscher a
! su Lewin, recogiendo incluso la ingeniosa metáfora en la que se compara a Le
ído win con una madre que cuida a un niño que no ha engendrado. A mi juicio, y
de huyendo de cualquier intento de bucear en la historia para corroborar la ver
dad o falsedad de esta tesis, existe un considerable fondo de verdad en ella,
o y Puede disputarse la legitimidad de sus objetivos. La mayoría estará de acuer-
2 la do con el autor del capítulo 3 en que no es correcto separar «la teoría de la
;ide práctica» en el estudio de los grupos. Pero, sin duda, el malestar que se mani-
rso- fiesta en el tono acre de la crítica a Lewin lo comparten también muchos
:cto psicólogos sociales.
ida- Cuando se está convencido de que es preciso hacer algo y, a pesar de ello,
eba n o se hace, y cuando el convencimiento inicial se mantiene, la sensación de
3ro- malestar parece inevitable. En el ámbito de los grupos, desde la época de
Lewin existe el convencimiento de que teoría y práctica grupales deben ir
;sos unidas. Lo cierto es que, si se exceptúan algunos momentos iniciales (1946-
idio 1947), todavía en vida de Lewin, teoría y práctica grupales han transitado por
jeti- sendas separadas. Se trata de una separación tan flagrante que no es preciso
tan- recurrir a un análisis exhaustivo de las publicaciones relevantes para consta-
esto tarla (aunque sería ilustrativo hacerlo). Es suficiente con leer este capítulo o
livel examinar los contenidos de este volumen.
ntre--------------------------Antes de seguir adelante, es necesario hacer una aclaración. De ningún
utos--------------------m o d o se afirma aquí que teoría y práctica grupales deban ir separadas. Más
los------------------- bien se defiende justamente lo contrario. Como el autor del capítulo 3, «si
guiendo el espíritu y la letra de Lewin», rechazamos todo intento de «separa-
-------------- --------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
32 J.F. Morales
ción entre los grupos naturales y los grupos artificiales». Pero no por ello
podemos dejar de apreciar que la práctica actual en los grupos no se inspira
en las teorías de mayor vitalidad y vigencia ni, mucho menos, realiza aporta
ciones que reviertan en el desarrollo, mejora y progreso de dichas teorías.
En la actualidad encontramos que la práctica grupal autonomiza su discur
so, formulando teorías y modelos sobre cohesión, liderazgo, conflicto o desarro
llo grupal, por citar algunos ejemplos, totalmente al margen de los desarrollos
que sobre esos mismos procesos existen en las publicaciones académicas. La
comunidad académica, por su parte, reproduce esta pauta exactamente a la
inversa, ignorando el trabajo práctico que está teniendo lugar y pasando por alto
sus posibles contribuciones.
Ni el actual contexto histórico ni el desconocimiento parecen justificar
una situación com o la actual. El contexto histórico presencia la reivindicación
de la figura y la obra de Lewin. Buena prueba de ello es la frecuencia con que
se le cita en este volumen, y siempre como un referente a tener en cuenta.
Tampoco se puede hablar de desconocimiento, ya que la propuesta lewiniana
de la investigación-acción como meta a conseguir está suficientemente divul
gada y los trabajos empíricos del propio Lewin que, en gran medida, ejempli
fican la integración teórico-práctica, son clásicos tanto en el ámbito académi
co como en el práctico.
En resumen, creo que nunca hemos estado tan lejos de alcanzar el ciclo
teoría-investigación-acción-teoría propuesto por Lewin. Más que innovación se
precisaría, en este caso, una verdadera «mutación», por usar la expresión de
Apfelbaum.
7. Comentarios finales
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Innovación y tradición en el estudio de los grupos 33
1. La tradición colectivista
2. La tradición individualista
la la influencia que ejercen unas personas sobre otras por su mera presencia y
mucho menos la influencia que ejercen en situación de co-acción.
/a
i-
una solidificación de las relaciones a lo largo del tiempo, de tal forma que el
comportamiento asignado a cada Estatus-Rol se mantenga constante cual
quiera que sea su ocupante. La sociedad en su conjunto, y las distintas institu
ciones en la sociedad, pueden ser consideradas como una red de Estatus-Ro
les, cada uno de ellos regido por determinados valores y normas» (Craib,
1984, pp. 41-42).
Si se plantea el sistema de roles como un sistema rígido, controlado por
el sistema de normas y valores culturales, independiente de las características
personales de quienes ocupan las posiciones sociales, no parece que la teoría
de los roles sea compatible con las posiciones teóricas del Interaccionismo
simbólico, en general, y de Mead, en particular. Es lo que vienen a constatar
finalmente Stryker y Statham en la conclusión de su artículo sobre «Symbolic
Interaction and Role Theory» en el Handbook o f Social Psychology. «Hemos
hecho una revisión del interaccionismo simbólico y de la teoría de roles consi
derándolos como marcos teóricos bastante diferentes en la psicología social y
com o un marco teórico integrado que está emergiendo desde la perspectiva de
una relación recíproca entre sociedad y persona. Como lo atestigua este len
guaje, la integración está en proceso y no está lograda» (Stryker y Statham,
1985, vol. I, p. 367).
En la línea de Mead, la integración será posible si no se parte de la consi
deración de la sociedad y de la persona como dos entidades autónomas. La
misma relación tiene que ser constitutiva tanto de la sociedad como de la
persona.
4. L a ru ptu ra c o n K. L ew in
Así com o en los años 20 la idea de la «Mente grupal» fue el motivo del
ataque a los grupos para desarrollar una psicología social basada en los indivi
duos estimulados socialmente, en los años cincuenta el ataque a los grupos se
centró en la idea de la «conformidad» de los individuos hacia las creencias y
pautas de conducta de los grupos (Bramel y Friend, 1987).
El modelo de Bales (1950) comienza con el análisis de la a cción social en
la que se distinguen 5 elementos: actor, meta, situación, orientación y norma.
Los actores o personas tratan de conseguir una meta, dentro de las limitacio
nes que le impone una situación externa, lo cual supone que el actor elige
entre las posibles acciones una determinada acción apoyándose en criterios
subjetivos de orientación personal o preferencia personal y en criterios objeti
vos de norm as socialmente fijadas (cfr. Morales, 1987¿>).
La acción social supone elección de alternativas porque la persona, a la
hora de actuar, se encuentra con diferentes posibilidades:
A partir de esta triple ampliación teórica del estudio de los grupos, que
está explícitamente tratada y desarrollada en Mead, Lewin, Thibaut y Kelley j
Sherif, y teniendo en cuenta aportaciones más recientes de la Psicología social
europea (Moscovici y Tajfel) intentaremos desarrollar en el capítulo 9 las
ideas básicas de una teoría psicosocial del grupo.
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~;olución histórica del concepto de grupo 57
«^ss5is^as¿&^4ak<ss$síKk>'ísíkmsü ^ísí~
que trataremos de extraer las enseñanzas de la historia de los grupos para
llegar a delimitar el concepto del grupo y, al mismo tiempo, es una prepara
ción para la elaboración de un modelo psicosocial del grupo (cfr. capítulo 9).
En este nivel se analizan los encuentros sociales, esto es, los procesos
interindividuales que se dan en una situación determinada. Más que en los
individuos, este nivel de análisis se sitúa en las relaciones interpersonales.
Irchas relaciones están organizadas en tom o a la tarea y a las necesidades
afectivas.
Este es el nivel de análisis de un grupo considerado como sistem a cerrado
y el ejemplo más claro de un análisis del grupo en esta perspectiva sería el
manual de Shaw (1980). La tarea del grupo y la composición del grupo son
.as que definen los procesos interpersonales. Se combinan el Nivel I y el Nivel
H, es decir, las características de los individuos y las características que defi
nen las actividades internas del grupo. Las interacciones interpersonales se
•an configurando a partir de estos dos tipos de características y dan lugar a
_na estructurd que se define en términos de roles grupales. Bales, iniciador de
jos estudios sobre grupos pequeños —donde la interacción interpersonal no
race más que reproducir el sistema social—, agrupó los diferentes roles gru-
: ríes en dos grandes categorías: los roles instrumentales —relacionados con la
: rcución de la tarea— y los roles socioafectivos —relacionados con el mante-
nmiento del grupo. Esta misma clasificación de los roles grupales nos está
ñiriendo que las únicas fuerzas que regulan el funcionamiento grupal son las
sdgencias de la tarea y las necesidades afectivas de los individuos.
Al referimos a los grupos cerrados, hemos pasado de Shaw a Bales, lo que
acede originar cierta confusión, porque aparentemente son modelos bastante
diferentes. Nosotros colocamos ambos modelos bajo el epígrafe de modelos de
cgrupo cerrado» porque la forma en que los individuos se relacionan con la
urea y las normas que regulan las relaciones interpersonales están pautadas,
es decir, fijadas de antemano por los sistemas culturales — sistema de ideas y
creencias, sistema de símbolos expresivos y sistema de valores. Con lo cual,
-arla uno de los pequeños grupos tiene que reproducir el sistema sociocultu-
n_ Esto no aparece explicitado en el modelo de Shaw, pero sí está implícita-
e.~, le admitido porque en este modelo no se tiene en cuenta la posibilidad de
n proceso de innovación. El único proceso de influencia social en el grupo es
a :: nformidad. Bales lo explícita claramente, relacionando su modelo grupal
: r. el funcionalismo de Parsons.
La principal crítica al funcionalismo, particularmente en la versión de
rnrsons —de quien deriva la teoría de los grupos pequeños de Bales— es que
insiste demasiado en el mantenimiento, el equilibrio, el ajuste, la homeostasia,
e s estructuras institucionales estables y así sucesivamente, con el resultado de
ia historia, el proceso, el cambio socio-cultural, el desenvolvimiento dirigi-
que el modelo lewiniano del grupo era un modelo sistémico. Pero tenenrs
que profundizar en el análisis sistémico del grupo desde la Teoría General ót
los Sistemas. Nos apoyaremos básicamente en los autores del Instituto Tavis-
tock de Londres (Miller y Rice, 1967; Lawrence, 1979; Rice, 1969) y en ’st
Escuela de Palo Alto (Watzlawick, Weakland, Fisch, 1982; Watzlawick, B eav»
Jackson, 1981).
ios no. Ejemplo: dos unidades familiares que forman parte del mismo
de suburbio.
is b ) Los sistemas pueden compartir elementos comunes. Ejemplo: dos gru
la pos de discusión que tienen algunos miembros comunes.
in. c ) Dos sistemas pueden compartir elementos que se relacionan de mane
ra diferente en cada uno de los sistemas. Ejemplo: una persona que en
la familia ocupa el rol de padre y en la empresa el rol de Director.
2) Relaciones entre sistemas de diferente nivel.
Un sistema puede ser un sub-sistema de otro sistema. Ejemplo: la división
de marketing de una organización amplia. Jerárquicamente, la división de
sn- marketing está integrado en la organización, pero los representantes de am
?or
los
i» aos sistemas tienen que establecer una forma organizada de relación. Ambos
sistemas tienen que comunicarse, discutir y tomar decisiones que afectan a
ambos.
3) Relaciones recíprocas entre sistemas de diferente nivel.
uñ Es la relación sistémica más difícil de explicar y, sin embargo, la más
ado frecuente en Psicología social. Diríamos, incluso, que es la única relación sisté-
»ráca que es válida para explicar fen óm enos psicosociales.
2Los Las relaciones recíprocas entre sistemas son tales que un sistema aparece
e la ci>mo elemento de otro sistema, el cual, a su vez, es un elemento del primer
id a - sistema. Por ejemplo, el grupo forma parte del espacio vital de la persona,
pero, a su vez, la persona forma parte del grupo.
Esta relación de reciprocidad entre sistemas puede conducir a formula-
dones paradójicas y a la comunicación paradójica (Watzlawick y otros, 1981,
pp. 173-212). Su análisis requiere una utilización muy precisa de los concep
tos y de las palabras para describir la realidad social. La palabra «yo» puede
significar un elemento de la realidad social —por ejemplo, «yo formo parte de
-nos: este grupo»— o puede significar un sistema individual —por ejemplo, «yo me
n las ipongo al grupo».
mea- Esta es la paradoja básica que trataba de aclarar Mead con los términos I
e un s me.', la paradoja del sujeto activo que se constituye en sistema autónomo
ición frente al sistema social, siendo, al mismo tiempo, elemento del sistema social.
Cada manual tiene su definición del grupo. Shaw (1980, p. 25): «El grupo
r define com o dos o más personas que interactúan mutuamente de modo tal
3ce cada persona influye en todas las demás y es influida por ellas».
■ l J -t r v. ' .
72 V 'U ' <- S. Ayestarár.
L « o -- ' y /^ - (¿¡su -^e
^ Scháfers (1984, pp. 26-27): «Un grupo social consta de un determinado nú
mero de miembros quienes, para alcanzar un objetivo común (objetivo de gru
po), se inscriben durante un período de tiempo prolongado en un proceso relati
vamente continuo de comunicación e interacción y desarrollan un sentimiento
de solidaridad (sentimiento de nosotros). Para alcanzar el objetivo de grupo y la
estabilización de la identidad grupal son necesarios un sistema de normas co
munes y una distribución de tareas según una diferenciación de roles específica
de cada grupo».
&J / Tumer (1990, p. 85): «La formación del grupo psicológico se produce en
la medida en que dos o más personas se perciben y definen a sí mismas
recurriendo a alguna categorización compartida endogrupo-exogrupo».
Tumer (1989, p. 238): «Podemos conceptualizar un grupo, en este senti-
.; do, com o un conjunto de individuos que se perciben a sí mismos com o miem
<) bros de la misma categoría social, que comparten alguna implicación emocio
nal en esta definición común de sí mismos y que logran algún grado de con
senso social acerca de la evaluación de su grupo y de su pertenencia a él».
r ¿®rown (1988, pp. 2-3): «El grupo existe cuando dos o más personas se
definen a sí mismas como miembros del mismo y cuando su existencia es
reconocida por al menos otra persona».
De Visscher (1991, p. 19): «Por tanto, el grupo se definirá, stricto sensu,
como un campo de fuerzas que funciona en el interior de una zona dejada
libre por las diferentes formaciones sociales».
Son algunas de las muchas definiciones que se han dado del grupo. Shaw
lo define desde el concepto de la interacción social. Scháfers concreta esta
interacción organizándola en tomo a la tarea. Acentúa, por lo mismo, la refe
rencia a los grupos secundarios. Tumer y Brown identifican grupo y categoría
social. Tumer se queda en la vertiente subjetiva de la identificación del sujeto
con la categoría social, mientras que Brown añade a esa definición subjetiva
la vertiente objetiva, es decir, el reconocimiento social. De Visscher es el que
adopta una pespectiva realmente sistémica en la definición del grupo porque
ve a éste como un sistema, más o menos autónomo en su funcionamiento,
situado dentro de formaciones sociales más amplias, como puede ser una
organización, una colectividad o una categoría social.
No hace falta decir que hacemos nuestra la definición dada por De Vis
scher, integrando en ésta tanto las definiciones de Shaw y de Scháfers, como
¡as definiciones de Tumer y de Brown. Las dos primeras acentúan el funcio
namiento interno del grupo, las dos últimas, en cambio, ponen el acento en
las relaciones intergrupales. La identificación de los miembros con su grupo
va a ser un mecanismo importante en el proceso de formación del grupo, pero
no podemos considerarlo com o mecanismo único de formación de un grupo.
Sin embargo, nuestro acuerdo con De Visscher no es completo. Este au
tor quiere reservar el término «Dinámica de grupo» para los «grupos peque
ños», es decir, los grupos creados artificialmente, en la línea de los grupos
organizados por la National Training Laboratory. De ahí su antipatía hacia
Lewin —a pesar de tomar de él la definición de grupo— y hacia los psicólogos
sociales: «Con Lewin ocurre lo mismo que con una madre portadora de un
bebé pero que no ha sido concebido por ella y ¿cuáles son los fenómenos de
La formación del grupo 73
rechazo que pueden producirse en esta situación a largo plazo? ¿No existe
actualmente una abundancia de psicólogos sociales que tratan, bajo la tapade
ra de un análisis de procesos grupales, de proceder a una recuperación teóri-
co-experimentai de un campo cuyos dueños no quieren disociar “saber”, “sa
ber-hacer” y “saber-ser”?» (De Visscher, 1991, p. 130).
La tesis de De Visscher es que la teoría de la Dinámica de grupo proviene
de Lewin, pero quien la introdujo en la práctica de la Dinámica de grupo, es
decir, quien hizo la aplicación de la Teoría del Campo a los grupos, fue Lip-
pitt. El verdadero padre de la Dinámica de grupo es Lippitt.
Finalmente, lo que hace De Visscher es separar, una vez más, la teoría de
la práctica, en contra de lo que él mismo está propugnando.
Si nos hemos detenido en la discusión con De Visscher es porque su
posición es diametralmente opuesta a la nuestra, a pesar de que partamos de
una misma definición del grupo. Su discurso le conduce a interpretar su pro
pia definición del grupo en un sentido menos lewiniano y más próximo a los
grupos de Encuentro de Esalen (California), lo que le lleva a introducir una
total separación entre los grupos naturales y los grupos artificiales. En cam
bio, nosotros, de acuerdo con el espíritu y la letra de Lewin, intentamos re-
conducir la práctica de los grupos de laboratorio a sus orígenes, es decir, al
contexto social. Y no lo hacemos solamente por una exigencia teórica, sino
por una experiencia de muchos años en la conducción de grupos artificiales.
Moreland (1987a) nos ofrece una síntesis de los mecanismos que clási
camente se han utilizado pra explicar la formación de un grupo: integración
imbiental, integración comportamental, integración afectiva e integración cog
nitiva.
La integración ambiental puede ser considerada com o una condición que
facilita el contacto entre las personas. No nos dice mucho sobre el proceso de
: limación del grupo, pero sí sobre las condiciones que permiten iniciar un
proceso de formación del grupo. La proximidad física, la participación en las
ismas redes sociales y en las mismas organizaciones sociales, así com o el
; : mpartir las mismas urbanizaciones o barrios residenciales, las mismas acti-
inidades culturales o deportivas, son todos los factores ambientales —ambiente
isico, social y cultural— que favorecen el contacto entre las personas.
La integración comportamental se da en la medida en que las personas se
velven dependientes unas de otras para satisfacción de sus necesidades. Aquí
¿5 inevitable la referencia a la Teoría del Intercambio social, puesto que esta
ir-:ría acepta com o mecanismo básico en la formación de un grupo la expec-
:m3va de máxima recompensa con el mínimo coste por parte de los miembros
zue se integran en el grupo. Es también éste el mecanismo más importante
puesto de relieve en la formación de coaliciones. En la misma línea, aunque
a i la perspectiva de la identidad social, podríamos colocar a todos los autores
que relacionan la identificación con el grupo con la búsqueda de una mejor
74 S. Ayesta
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78 S. Ayestarz'
El grupo define uno de los ambientes sociales más importantes del ser
humano. Cuando una persona pertenece a un grupo o pasa a formar parte de
£, se establece un sistema de fronteras o límites, por lo que se puede decir
que el grupo constituye, en sí mismo, una estructura. Según Back (1981), son
ios las dimensiones que la pertenencia grupal pone en juego.
Por una parte, está la dimensión de individuación, que hace referencia a
j» acción individual dentro del grupo. Será asignada cuando la persona recibe
ientro del grupo una posición en función de sus características adscritas (por
ejemplo, hombre o mujer, joven o anciano y similares). La implicación es que
ja conducta de la persona vendrá dictada, en este caso, por esa posición a la
que se la ha asignado. La dimensión de individuación será libre cuando la
iniciativa de la conducta reside en la persona individual, con la capacidad
correspondiente de elección personal, con la autonomía y el control sobre sus
rropias decisiones.
Por otra parte, está la dimensión de grupo, que alude a la conducta gru.-
pal propiamente dicha. Está constituida por los esfuerzos llevados a cabo por
ios miembros del grupo en la realización de la tarea grupal, por la inversión
tiempo y de energía que despliegan para lograr ese objetivo y por el con
senso que se establece entre ellos sobre quién pertenece y quién no pertenece
ai grupo, es decir, sobre los límites o fronteras grupales.
De la misma forma que la dimensión de individuación puede ser asignada
o libre, la dimensión de grupo puede ser alta o baja. En el primer caso, la
implicación de los miembros en las actividades grupales es completa y el re
chazo de quienes caen fuera de los límites grupales es contundente. En el
segundo caso, la persona se implica en sus propias actividades y el grupo
carece de unos límites plenamente recognoscibles.
Por lo general, las dos dimensiones están relacionadas de tal forma que la
dimensión de individuación asignada suele coincidir con la dimensión grupal
80 J.F. Morales, M." S. Navas y F. Motero
2. La estructura de grupo
puntuación más alta de los otros integrantes del grupo a la pregunta de quién
tiene las «mejores ideas» y quién es el «guía de la discusión» y genera menos
atracción que las personas intermedias en estas posiciones. Este es precisa
mente el líder de tarea.
Según Bales y Slater, el líder de tarea genera una considerable hostilidad
entre los miembros del grupo porque les obliga a ajustar su conducta y sus
ideas a la realización de la tarea. Estos autores comprobaron que el líder de
tarea no sólo no era una persona atractiva para los miembros del grupo sino
que además éstos expresaban hacia él conducta socioemocional negativa.
Por ello, señalan estos autores, a menudo en los grupos de discusión sur
ge un segundo tipo de líder: el especialista socioemocional, que asume el rol
de reducir las hostilidades entre los miembros, dedicando más atención y res
puestas a los sentimientos de los miembros del grupo. Su función dentro del
grupo se corresponde con la función de mantenimiento, que engloba todas
aquellas actividades que mantienen unido al grupo, evitando las tensiones en
su interior. El líder socioemocional goza de un mayor atractivo para los
miembros del grupo e inicia, más a menudo que cualquier otro miembro,
conductas sociemocionales positivas e intercambio de información.
Bales y Slater consideran que estas dos funciones, la de tarea y la socio-
emocional, suelen ir separadas. Ello se debe, en su opinión, a dos razones
para que existan dos líderes en un grupo. Una de ellas ha sido mencionada
anteriormente: la hostilidad generada por el líder de tarea. La otra hace refe
rencia a que difícilmente una misma persona tendrá capacidad para llevar a
cabo las dos funciones simultáneamente.
Posteriormente Burke ha señalado que una sola persona puede desempe
ñar las dos funciones en el tipo de grupo utilizado por Bales y Slater, siempre
y cuando los miembros del grupo estén convencidos desde el principio de la
discusión que el objetivo último es el rendimiento del grupo y no la armonía
¿e las relaciones interpersonales.
3. Definición de liderazgo
estos autores defienden que la distinción entre los ejemplos más claros o
res del liderazgo (prototipos) y los de los no líderes es relativamente clara.
El siguiente nivel, el básico, es algo menos inclusivo y sus categorías
jan la distinción horizontal entre los diferentes tipos de líderes existentes
ejemplo, militares, religiosos, políticos, etc.). Según Lord y colaboradores,
categorías básicas son más ricas en detalles que las supraordinales al in
información contextual y funcional, por lo que pueden diferenciarse c
mente de sus categorías contrastantes.
El nivel menos inclusivo de la estructura vertical es el nivel subordino'
Un ejemplo de las categorías subordinadas para la categoría básica de lí"
político nacional puede ser «líder político conservador» y «líder político libe
No obstante, en este nivel de categorización surgen dudas acerca de la natui
za exacta de las categorías. Es posible que diferentes grados de experiencia
líderes particulares de nivel básico o diferencias individuales en capaci
cognitivas, influyan en las representaciones que diferentes personas tengan
este nivel. Los propios autores proponen dos métodos alternativos de clasifica
ción, aunque la ambigüedad con respecto a este nivel es evidente: las representa
ciones abstractas (por ejemplo, «liberal» o «conservador») y las representaciones
ejemplares (por ejemplo, «tipo Kennedy» o «tipo Reagan»), De hecho, Lord, Fod
y Phillips (1982) reconocen que el modelo está más desarrollado para los dos
niveles anteriores (supraordinal y básico) que para éste.
De cualquier forma, la cuestión crucial a la que se enfrenta el modelo, y
que supone también el paso desde la percepción de objetos a la percepción de
personas, es determinar cómo los perceptores clasifican a las personas estímu
los en categorías. Existen tres enfoques que pretenden responder a esta cues
tión: el enfoque clasificatorio o clásico, el ejemplar y el prototípico (Cantor y
Mischel, 1979), siendo los dos últimos los más aceptados.
El punto de vista clásico sugiere que el perceptor aceptará un estímulo
como miembro de una categoría sólo si posee todas las características críticas
para pertenecer a la categoría. Esta concepción no encaja con la naturaleza
borrosa de las categorías de persona.
Según el segundo enfoque, las personas clasifican los nuevos ejemplos
com o miembros de una categoría sobre la base de su similaridad con el ejem
plar más saliente conocido de la categoría.
Por último, el punto de vista del prototipo (Rosch, 1975) sugiere que los
juicios categoriales se basan en la similitud de un estímulo con un prototipo o
abstracción de la categoría en cuestión. Se diferencia del enfoque anterior al
postular que los nuevos estímulos se clasifican por la comparación con una
abstracción, más que con un ejemplo concreto de la categoría, y existen algu
nos estudios que apoyan este punto de vista (Rosch y Mervis, 1975; Cantor y
Mischel, 1979).
Aplicado al liderazgo, el enfoque del prototipo implica que la categoriza
ción incluye la comparación de una persona estímulo con un prototipo de
liderazgo. Así, el liderazgo sería una estructura cognitiva de conocimiento,
mantenida en la memoria de las personas y basada en la asimilación de su
experiencia previa con líderes en contextos particulares.
De hecho, los trabajos de Lord y asociados han demostrado que los suje-
Sjrructura de grupo y liderazgo 91
superior del yo») de Codol (1975). Este autor muestra que los individuos no
solamente se conforman a las normas del grupo sino que, además, intentan
demostrar que están más cerca del ideal normativo que otros miembros del
grupo. La norma general sería que los individuos tienden a asignarse los as
pectos positivos del estereotipo endogrupal en un grado mayor del que tien
den a asignarlos a los compañeros del endogrupo. Esta competición para ser
los «primeros» o los «mejores» entre los iguales sobre dimensiones que descri
ben lo que tienen en común en cuanto miembros del grupo permite explicar
cóm o la diferenciación social sirve para unir al grupo, en lugar de romperlo.
Resumiendo, Tumer plantea que la necesidad de autoestima positiva no
sólo ayuda a regular la conducta intergrupal sino también la intragmpal. Los
individuos no sólo se perciben como similares dentro del gmpo y diferentes
de otros gmpos, sino que también se comparan y se diferencian ellos mismos
de los otros miembros de su gmpo, intentando acercarse al ideal normativo,
al líder.
8. El liderazgo transformacional
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ñas) una cuestión de todo o nada. Los sujetos intentan establecer compromi
sos, tanto con la mayoría com o con sus aliados (si éstos dan respuestas extre
mas, es probable que el sujeto dé una respuesta moderada, que, aun no siendo
la verdadera, está a medio camino entre ésta y la extrema).
La conformidad resulta sensible a los procesos de socialización y a los cam
bios culturales. Aunque existe evidencia de mayor conformidad entre las muje
res que entre los hombres, esto sólo parece ocurrir en determinadas condiciones
(presión social cara a cara y al abordar temas más propios de varones, Eagly,
1978; 1983), y parece relacionarse con los roles sociales (hombres y mujeres
adoptan distintas orientaciones: éstas utilizan la conformidad como medio para
cohesionar el grupo, mientras los hombres usan la no conformidad para dar la
impresión de independencia). Por otra parte los cambios sociales que se han
venido produciendo muestran una reducción en el nivel de conformidad (lo que
se observa tanto en general en el colectivo de mujeres —Eagly el al., 1983— ,
como en muestras de estudiantes universitarios, al repetir los experimentos de
Asch dos décadas después —Larsen, 1974; Nicholson et al., 1985—).
Hay una serie de características básicas de las minorías que facilitan di
cha actividad cognitiva; éstas son (Maass et a l, 1987):
Los procesos de influencia social en el grupo 113
En resumen, como señalan Mugny et al. (1986), parece claro que una fuente
puede ejercer influencia sin necesidad de que sea mayoritaria, prestigiosa o tenga
poder para proporcionar sanciones. Como condiciones para que se cumpla tal
influencia destacan la posesión de una norma alternativa y la defensa de la misma
por medio de un estilo de comportamiento consistente que muestre seguridad en
la opción propia. Dicha influencia genera un conflicto social y cognitivo que pro
voca una negociación (relativamente implícita) entre las partes implicadas, así
como una reconsideración del objeto de creencia que es cuestionado por la fuente.
En base a estos planteamientos se han llevado a cabo numerosas investi
gaciones y desarrollos teóricos cuya exposición excede a los objetivos de este
capítulo; véase, a tal efecto, los trabajos de Mugny et al. (1986), Mugny y Pérez
(1988), Clark (1988, 1990), Pérez et al. (1992), etc., así como las obras mono
gráficas de Pérez y Mugny (1988), Moscovici et al. (1991), etc.
Quedan por clarificar los procesos que subyacen a la influencia, tanto
mayoritaria como minoritaria, centrar la atención en los factores interperso
nales, grupales e intergrupales (permitiendo a los sujetos tanto de la mayoría
como de la minoría, interaccionar libremente entre sí) e integrar los resulta
dos de ambas formas de influencia (conformidad e innovación).
3. O b ed ien cia
4. Desindividuación
tre las víctimas y el tamaño de la multitud; efecto éste que ha sido confirmado
respecto a la realización de actos atípicos. A la presencia del grupo y al au
mento de su tamaño se le adscriben ciertos efectos, como son acrecentar el
anonimato, diluir la responsabilidad, provocar contagio (hay más gente pre
sente que facilita la comunicación y provee modelos conductuales), incremen
tar el nivel de activación, reducir la autoconsciencia (Diener, 1980), autorre-
forzar el placer y robustecer los sentimientos (Orive, 1984) y catalizar las con
ductas orientándolas a objetivos específicos. i
Estos efectos se incrementan si la presencia de los grupos se combina con
otras condiciones facilitadoras, como realizar actividades estimulantes (p. ej.
cantar en grupo) o actuar de forma totalmente anónima. Un análisis de multi
tudes que presenciaban a personas que querían tirarse al vacío (Mann, 1981),
mostró que, si la aglomeración era grande y la noche aseguraba el anonimato,
la multitud animaba al suicida en su intención. La transgresión de las normas
es mayor cuando las personas están en grupo y a la vez no pueden ser identi
ficadas (Diener et al., 1976). Pero también se han obtenido resultados incon
sistentes, por lo que, más que el anonimato o el tamaño, se ha considerado la
autoconsciencia como el factor crítico que conduce a la desindividuación (Die
ner, 1980; Prentice-Dunn y Rogers, 1982). Al aumentar ésta disminuyen las
conductas antisociales (como hacer trampas), y al disminuir pueden producir
se conductas depravadas y brutales (como las señaladas en los linchamientos).
Sin embargo, la reducción de la autoconsciencia no parece explicar todos
los casos. Resulta fundamental la presencia de claves ambientales y la interpre
tación que el sujeto hace de las mismas. Si están presentes señales prosocia-
les, los sujetos desindividuados pueden actuar de forma altruista. Llevar un
uniforme de enfermera o cubrir la cara con una capucha (como los miembros
del conocido grupo Ku Klux Klan) produce diferencias sustanciales en el cas
tigo aplicado a las víctimas (Johnson y Downing, 1979). La reducción de la
autoconsciencia hace que se responda según las claves ambientales, ya sean
éstas positivas o negativas.
Otra explicación alternativa (teoría de la norma emergente, Tumer y Kil-
liam, 1972) explica las conductas extremas, no por la pérdida de inhibiciones
y una menor conformidad a las normas, sino debido a un mayor cumplimien
to de normas específicas desarrolladas por los gmpos en cada situación (nor
ma emergente); de forma que lo que cambia no es el control normativo, sino
las normas. Los sujetos es más probable que se conformen a la norma emer
gente cuando son fácilmente identificables por los miembros de su gmpo. En
este sentido, el anonimato puede tener el efecto contrario: si la norma del
gm po favorece la conducta agresiva, el anonimato relajaría el cumplimiento
de esta norma. Los procesos gmpales, por su parte, pueden reforzar la orien
tación normativa dominante, otorgándole valor de legítima y apropiada.
Las conductas desindividuadas pueden ser consideradas, por otra parte,
no com o actos desindividuados, sino como medios para restablecer la identi
dad individual (Dipboye, 1977) o social (comportamiento común que permita
lograr distintividad respecto a la sociedad).
Aunque hay pmebas confirmatorias de los distintos modelos (p. ej., Mann
et al., 1982), el alcance de los mismos se ve mediatizado por las distintas
Los procesos de influencia social en el grupo 117
5. Polarización
Los resultados obtenidos por Stoner (1961), los cuales venían a confirmar
que los grupos tendían a tomar decisiones más arriesgadas que los individuos,
supusieron todo un hito en la disciplina fundamentalmente por dos cuestiones:
por una parte, modificaron la idea predominante en Psicología Social hasta ese
momento según la cual se consideraba que los grupos eran más moderados que
los individuos. Dicha idea se basaba en estudios anteriores de gran relevancia
(llevados a cabo por Allport, Asch, Sherif, etc.), que mostraban que el grupo
amortiguaba y hacía coincidir los juicios extremos de sus miembros (Jiménez
Burillo, 1981). Asimismo, abrieron un importante área de investigación bajo lo
que se dio en llamar desde ese momento cam bio o tendencia al riesgo.
Utilizando el Choice Dilemma Questionnaire (CDQ) —que presentaba si
tuaciones ficticias a los sujetos en las que un personaje debía optar entre
varias alternativas que implicaban diferentes grados de riesgo—, Stoner com
probó que los individuos, tras una discusión grupal (y tanto por unanimidad
como por mayoría), tomaban decisiones más arriesgadas que las que habían
tomado individualmente de forma previa a dicha discusión; lo mismo sucedía,
además, si volvían a emitir a posteriori, e individualmente, sus decisiones. Al
hilo de estos hallazgos, se realizaron numerosas investigaciones que venían a
corroborar dichos resultados con diversos tipos de juicios, problemas, etc., así
como con poblaciones de distintas nacionalidades, edades y ocupaciones
(Myers, 1991; Barón et al., 1992). Al mismo tiempo, y para dar cuenta de tal
fenómeno, se ofrecieron diversas explicaciones que buscaban la causa en fac
tores tales com o la difusión de responsabilidad, el riesgo co m o valor cultural, la
familiaridad de la tarea, la m ayor influencia de determinados sujetos más arries
gados, etc. (véase Jiménez Burillo, 1981; Arce, 1985).
Sin embargo, paulatinamente se empezó a encontrar que el cam bio hacia
el riesgo no era un fenómeno tan universal como se pensó inicialmente, puesto
que en muchos casos los grupos no sólo no eran más arriesgados sino que
resultaban ser más prudentes en sus decisiones. Esto llevó a considerar que
tal fenómeno formaba parte de otro más general que, más que favorecer una
tendencia al riesgo, lo que hacía era realzar los puntos de vista predominantes
inicialmente. Así, se propuso el término polarización grupal (Doise, 1969, 1971;
Moscovici y Zavalloni, 1969), según el cual, los grupos son más extremos pero
en la dirección hacia la que tendían previamente (arriesgada o conservadora).
118 F. Gil y M. García Sáiz
Esto es, «la respuesta media de los miembros tiende a ser más extrema des
pués de la interacción grupal en la misma dirección que la respuesta media
antes de la interacción» (Tumer, 1991, p. 49). Además, como señala este au
tor, la polarización parece ser un fenómeno bastante general; puede darse en
diversidad de temas (estereotipos, impresiones interpersonales, negociaciones,
decisiones en jurados, etc. —véase Lamm y Myers, 1978; Morales, 1985— ) y
contextos (naturales y de laboratorio).
6. Pensamiento grupal
estén cohesionados (lo que les hace respetados y atrayentes, y desanima cual
quier intento de desviación por el impacto que puede tener el rechazo) y el estilo
directivo adoptado por el líder (que desde el inicio defiende una forma particular
de actuación, la cual puede convertirse en norma dominante). Como resultado
se produce una ilusión de consenso que nadie intenta romper (cada cual guarda
para sí sus dudas, considerando a los demás personas poderosas y juiciosas), ya
que permite que el grupo resuelva un problema amenazante (reduce la incerti-
dumbre y el estrés personal —Callaway et a l, 1985—), a la vez que permite que
los sujetos sigan formando parte del grupo y conserven su prestigio.
Los escasos experimentos de laboratorio realizados, han prestado un apoyo
empírico limitado al modelo. Se ha probado que ejercer un liderazgo directivo
produce una baja calidad de las discusiones como las que predice el modelo
(Flowers, 1977), pero no se ha obtenido el mismo efecto cuando los grupos po
seen elevada cohesión. En cualquier caso es difícil que los estudios de laboratorio
lleguen a reproducir el nivel intenso de sentimientos internos que caracteriza a
estos grupos (Leana, 1985). Los análisis de contenido realizados sobre decisiones
históricas, en base a documentos y declaraciones públicas de los propios protago
nistas, han sido objeto de una singular controversia (ver p. ej. Hereck et a l, 1989,
sobre la crisis de los misiles cubanos): algunas decisiones políticas que Janis
confirmó como resultado del pensamiento grupal, han sido puestas en tela de
juicio, si bien otras muchas han sido confirmadas (Tetlock et a l, 1992). Los resul
tados de los análisis de contenido en su conjunto no prestan un apoyo incondi
cional al modelo, pero sí a muchos de sus componentes. Se ha confirmado la
presencia de síntomas de polarización grupal: las percepciones, por ejemplo, de
aquellas personas que participaron en decisiones sujetas a pensamiento grupal,
eran mucho más simplistas (Tetlock, 1979), apreciándose una correlación negati
va entre el número de síntomas de polarización grupal de las decisiones y calidad
de las mismas (Herek et a l, 1987). Por otra parte, se han confirmado como
importantes predictores del pensamiento grupal algunas de las condiciones pre
vias, como la homogeneidad entre los sujetos del grupo, el aislamiento del grupo
de influencias externas (McCauley, 1989), y el liderazgo directivo (y más concre
tamente la imposición que el líder hace desde el principio de su punto de vista);
en cambio otras condiciones, como el estrés situacional y la cohesión del grupo
(Tetlock et a l, 1992), no han sido confirmadas. No obstante, más importante que
la cohesión en sí misma (los sujetos en grupos cohesionados pueden tener liber
tad para disentir), parece ser el deseo de cohesión (Steiner, 1982), basado en el
deseo de alcanzar un sentimiento grupal, o de ser aceptados o aprobados.
Esta última observación remite la explicación de este fenómeno a proce
sos de influencia social, como la confonnidad, y especialmente la polarización
grupal, y tiene como manifestación más patente determinadas tendencias que
se observan en gmpos de toma de decisión y solución de problemas, como es
la búsqueda de convergencia en un solución única, la aplicación de autocen
suras, la realización de discusiones tendenciosas, la planificación a partir de
información sesgada, el empleo de argumentos unilaterales, etc.
El pensamiento gmpal puede prevenirse, para lo que Janis (Janis, 1982;
ver también McCauley, 1989) propone un conjunto de medidas, com o son:
informar a los miembros del gmpo sobre las causas y consecuencias del pen
122 F. Gil y M. García Sáiz
7. Facilitación social
ción física (la presencia de otros puede hacer que se les observe, por lo que se
reduce el tiempo dedicado a la actividad en curso), distracción cognitiva (la
presencia de otros puede constituir un complejo fenómeno que requiera pro
cesamiento de información sobre esa persona para evaluar la posible amena
za, anticipar evaluación, preparar la respuesta..., restando así tiempo para la
tarea), distracción-conflicto (en presencia de otros se da un conflicto entre
prestarles atención a ellos o a la tarea; este conflicto de atención incrementará
su activación y, en consecuencia, la emisión de respuestas dominantes), acti
vación-atención (un aumento en la activación implica una reducción en el
número de señales atendidas). Otros desarrollos relevantes son el M odelo aten-
cional de Manstead y Semin — 1980— (las tareas sencillas se realizan de for
ma rutinaria y por debajo del punto óptimo; cuando hay una interrupción o
una audiencia evaluadora, el procesamiento controlado sustituye al automá
tico y la actuación mejora; con tareas complejas, las demandas atencionales
son altas, por lo que la interrupción de la audiencia acentúa las demandas e
inhibe la actuación), el enfoque del Procesamiento de inform ación de Blank
— 1979— (el incremento de activación conlleva un filtraje inicial de los estí
mulos y una capacidad limitada de trabajo), etc.
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Los procesos de influencia social en el gmpo 129
1. Introducción
3. La productividad
Desde que empiezan a estudiarse los grupos se han utilizado una serie de
variables de la tarea y de grupo que, juntamente con otras variables, se relacio
nan con la efectividad de la ejecución de la tarea. Los resultados de estos estu
dios muestran en general unos patrones consistentes que aparecen con mayor
claridad en la investigación de laboratorio que en los estudios de campo.
señala Brown (1988), los grupos dedican una importante cantidad de tiempo y
de esfuerzo para establecer su estructura.
La conducta de los individuos en un grupo depende de los patrones de
comunicación establecidos, el estatus y posición de cada miembro dentro del
grupo. Con ello puede quedar afectada la realización y precisión de las tareas
de grupo.
Dentro de la estructura de comunicación un elemento importante a tener
en cuenta es la disponibilidad de información por parte de los miembros que
actúa como uno de los determinantes de la ejecución del grupo. En un experi
mento llevado a cabo por Shaw (1954) utilizando las redes de comunicación
de Leavitt (1951) obtuvo com o resultado que existen diferencias en la solución
de problemas cuando se trata de tareas simples (la rueda necesita menos
tiempo) que cuando se trata de tareas complejas (el círculo es superior). La
explicación de Shaw (1954) a estos resultados es que el flujo de información
es más rápido en la rueda que en el círculo.
Para Mulder (1960) no es la estructura de información la que determina
la ejecución del grupo, sino lo que él llama «estructura de decisión». Cuando
un grupo tiene una estructura de decisión más centralizada la tendencia será
a producir una ejecución mejor, más rápida y eficiente. La razón de ello es
que en esta estructura la contribución de los miembros puede ser fácilmente
integrada por la persona que ocupa la posición central, pero tiene el inconve
niente que cuando se produce cualquier cambio o alteración en las funciones
de la posición central se resiente con ello el funcionamiento del grupo.
5.3. La recompensa
eso, como señala McGrath (1984), «si las tareas producen una diferencia —y
todos están de acuerdo que es asi— entonces parece que va\e \a pena dedicar
algunos de nuestros esfuerzos a analizar y clasificar las tareas de modo que se
relacionen significativamente con cómo las ejecutan los grupos» (1984, p. 53).
Esto nos lleva a considerar algunas clasificaciones de las tareas que pueden
ser útiles para comprender la productividad de los grupos. Aparte las distincio
nes entre las diferentes clases de tarea que han sido establecidas por diferentes
autores, sin ánimo de ser exhaustivos, consideraremos las clasificaciones tipoló
gicas de las tareas de grupo propuestas por Shaw, Steiner y Hackman.
La clasificación de Shaw (1981) constituye el primer esfuerzo serio de clasi
ficación realizado a partir de una revisión del trabajo de investigación que se
había realizado hasta el momento. De ello extrae seis características o dimensio
nes que diferencian las tareas de grupo y que tienen efectos sobre su ejecución:
Las tres últimas tienen que ver con las relaciones entre la tarea y el grupo
que trabaja en ella.
Tipo de tarea
que un grupo consigue a lo largo del tiempo a medida que los miembros inter-
actúan, aprenden el uno del otro, y estructuran las relaciones y los roles dentro
del grupo» (Mennecke et al, 1992, p. 526). Muchos autores (v.g., McGrath, 1991)
entienden que no puede aplicarse un solo modelo de desarrollo de grupo a todos
los grupos. La razón estaría en que las conductas y las interacciones que se
producen en los grupos a lo largo del tiempo dependerían de muchos factores
que no podrían explicarse utilizando un solo modelo. Diferentes modelos tratan
de explicar las fases de desarrollo del grupo que, en mayor o menor medida,
comparten algunas de las fases de unos modelos u otros.
Fases Contenido
Orientación Desarrollo y refinamiento de los objetivos y metas del grupo
Exploración Se exploran los límites conductuales a medida que la conducta
se centra en el estatus y en el poder
Normalización Establecimiento y refuerzo de los roles individuales y de las
normas
Producción Desarrollo de la cohesión y de la modificación del rol
maximizándose la conducta dirigida a la tarea
Terminación Disminuyen las conductas en relación con la tarea y se potencian
las relaciones interpersonales
Si hay una nueva tarea o proyecto el grupo se renueva
Proposición 1: «Se asume que los grupos son sistemas sociales complejos,
intactos, que se ocupan de múltiples funciones, interdependientes, sobre pro
yectos múltiples, concurrentes, aunque parcialmente establecidos dentro de
los sistemas que le circundan, y flexiblemente acoplados a ellos» (1991, p. 151).
G r á fico 3
Modos Funciones
I. Inicio Producción Interacción Inclusión
Demanda/ Demanda/ Demanda/
oportunidad oportunidad oportunidad
II. Solución Solución Definición Logros de
problemas técnica redes de posición/
problemas roles estatus
III. Resolución Resolución Distribución Relaciones
conflicto política poder/paga contribución/
conflicto paga
IV. Ejecución Desempeño Interacción Participación
el estudio de las metas del grupo, analizando especialmente las respuestas que
los componentes del grupo dan a estas metas. Parece indudable que la prime
ra fuerza motivadora son las metas individuales, pero también parecen serlo
las metas de grupo como muestran diversos estudios.
Así, por ejemplo, Zander (1972) investiga los factores que influyen el mar
co de meta del grupo, analizando cuáles son las presiones que influyen la
formación de las metas de grupo y qué diferencias existen en los patrones de
conducta habida cuenta que dispongan o no de feedback. Del estudio de Zan
der se desprende que el establecimiento de las metas se basa en las expectati
vas de éxito o fracaso junto con el valor que se otorga a cada resultado, y que
se produce un mayor desarrollo de metas después de tener éxito en los grupos
que se ocupan de tareas prolongadas en el tiempo y en las que se da feedback
que lo que supone de descenso de las metas en los grupos que han fracasado.
La investigación de Gowen (1986), realizada con estudiantes que se asig
nan a tareas interdependientes de grupo en una condición de no-meta, mues
tra que donde más aumenta la productividad (un 31 %) es en el caso en que
las metas individuales y de grupo son compatibles. Cuando se trata de metas
individuales la productividad se incrementa en un 19 %, mientras que en las
metas de grupo es sólo de un 12 %.
En una breve revisión de la literatura sobre la productividad de grupo,
referida especialmente a grupos organizacionales, Pritchard y Watson (1992)
destacan tres rasgos fundamentales que resumen la investigación que los psi
cólogos han realizado en este campo:
ría un mayor desarrollo: cómo conseguir que los sistemas y los individuos se
adapten a los ambientes cambiantes con los que han de relacionarse, habida
cuenta que de ello puede depender la efectividad organizacional, o dicho con
otras palabras, cóm o pueden los grupos innovar.
En una revisión de la literatura sobre la innovación en los grupos, West y
Farr (1989) señalan una serie de características que caracterizan a los grupos
innovadores: Son grupos cohesionados, compuestos por miembros con una
alta propensión a innovar y con la motivación y habilidades apropiadas para
la tarea, disponen de un líder participativo, desarrollan normas fuertes para la
innovación, se centran en el pensamiento intuitivo y racional, y muestran inte
rés en la calidad de la realización de la tarea. Pero también pueden darse
conductas como respuestas rutinizadas consecuencia de la exposición repetida
a situaciones semejantes (cfr. Weiss, 1984).
Un grupo se muestra creativo cuando supera los problemas basados en la
competición y alcanza unos niveles aceptables de cooperación e interdepen
dencia.
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7
1. Introducción
G ráfico 1
?nocesos inter e intragrupales... 155
G ráfico 2
valoradas socialmente, que el favoritismo intragrupal era mayor entre los estu
diantes de mayor estatus. Reforzando esta tendencia, Echebarría (1990) encontró
que las mujeres adoptaban estrategias más favorables al exogrupo (varones),
—líentras que los varones manifestaban un mayor favoritismo endogrupal. Los
—ii.smns Sachdev y Bourhis (1987) habían encontrado con anterioridad el mismo
fenómeno. Ya Tajfel (1982) había señalado como los miembros de grupos desfa
vorecidos tendían a interiorizar el consenso social existente sobre las característi
cas de su endogrupo, manifestando preferencias por exogrupos de mayor estatus.
Siguiendo en la misma dirección, Martínez (1989) encontró que en situa
ciones de negociación los grupos con bajos recursos eligen una distribución
similar de los recursos, independientemente del grupo al que se pertenezca,
mientras que los miembros de grupos con recursos tratan de incrementar sus
recursos a costa del exogrupo.
A pesar de esta acumulación de evidencias, también existen algunos datos
contradictorios. Así, Doise (1985) encontró una mayor discriminación hacia el
exogrupo en miembros de bajo estatus.
El resultado de Sachdev y Bourhis (1991) anteriormente expuesto (valora
ción más positiva del exogrupo por parte de grupos de bajo estatus) es espe
cialmente relevante porque nos remite a un fenómeno concreto: la identidad
social negativa.
xo: inseguridad positiva (Ng y Cram, 1988). Es en este tipo de contextos en los
que los sesgos intergrupales son más acusados. Spears y Manstead (1989) seña
lan cóm o este tipo de situaciones afecta también a los grupos de alto estatus
que tratan de incrementar su diferenciación ante la amenaza a su posición.
Aquí, los grupos de estatus elevado ven amenazada su identidad social, bien
por la amenaza de otro exogrupo, bien por un conflicto en su sistema de
valores derivado de que su situación de privilegio se percibe basada en la
injusticia y la explotación (Tajfel, 1978). El tipo de estrategia utilizada por los
grupos desfavorecidos en este tipo de situaciones es la movilización social
(Tajfel, 1978; Echebarría, 1989; Brown, 1988).
1. Que la persona o grupo vea que otra persona o grupo posee un valor
dado.
2. Que esa persona o grupo desee poseer dicho valor.
3. Que además se sienta acreedor del mismo.
4. Que perciba posibilidades para su obtención.
5. Que no se auto-culpabilice de la carencia del mismo.
9. Resumen
Referencias bibliográficas
La perspectiva sociocultural
en el estudio del grupo
Juan José Arróspide
Javier Cerrato
1. Introducción
efectos de estas diferencias (estatus, categoría social, etc.) sobre las interaccio
nes que los individuos y los grupos mantienen entre ellos. Se trata de un nivel
de explicación posicional. Finalmente, hay investigaciones que hacen interve
nir los sistemas de normas, de ideas, de creencias de un grupo social dado, y
que tratan de aflorar las funciones y los efectos sobre las interacciones que se
desarrollan entre individuos y entre grupos. Este último se trata de un nivel de
explicación ideológico (Aebischer y Oberlé, 1990). Tal y como es de sobra co
nocido, este autor bebe en algunas fuentes intelectuales como son, entre otros,
Moscovici y Tajfel, lo cual hace que podamos considerarle una muy importan-
re pieza en la nueva conceptualización teórica de los grupos.
Las investigaciones sobre grupos se han situado durante mucho tiempo,
de manera prioritaria, en el nivel interindividual o situacional, pero las expli
caciones de este nivel están siendo enriquecidas desde que se les articula con
explicaciones de tipo posicional e ideológico.
Las explicaciones desde el nivel I, es decir del que considera al individuo
como un organismo de tratamiento de información y consecuentemente al
grupo como articulado a partir de este nivel intrapersonal, son insuficientes ya
que no basta con situar el origen de los esquemas en las características del
¡funcionamiento psicológico del individuo, por encontrarse el origen del pro
blema en mayor medida en un análisis ideológico.
La tradición que representan autores como Asch y Blumer (Morales,
1985) si bien admite que el marco en el que transcurre el proceso grupal está
constituido por la cultura y la estructura social, dicho proceso no es predicti-
ble a partir de los elementos de dicho marco, poniendo por su parte el acento
en la interrelación de las actividades e interacción psicológica, es decir en el
nivel II.
Más recientemente, Tajfel (1981) percibe que ciertos aspectos de la con
ducta social que tradicionalmente se han encuadrado en «marcos individuales
e mterindividuales» comienzan a considerarse dentro de un contexto social y
cultural al que pertenecen. Como nos señala Morales (1985) el propio trabajo
de Tajfel es un buen ejemplo del cambio mencionado, siendo las relaciones
intergrupos el objeto focal de su estudio. «Se trata de tener en cuenta las
realidades sociales y su reflejo en la conducta social a través de la mediación
de sistemas de creencias socialmente compartidas» (1981, p. 13).
Es en este contexto en el que desarrollamos este capítulo sobre la pers
pectiva sociocultural de grupo.
Doise nos aporta los niveles III y IV, lo que significa incorporar en el
estudio de los grupos su contexto social y cultural. A partir de ello las estruc
turas sociales y culturales pasan a formar parte de la dinámica del grupo. A
estos dos niveles se ha referido Doise como nivel posicional y nivel ideológico.
También Bronfenbrenner (1979) se interna por los diferentes niveles que ac
túan en la realidad grupal, tal y como nos señala Morales (1985).
176 J.J. Arróspide y J. Cerrato
Tajfel (1983, 1984) y Tumer (1982, 1989), juntamente con otros muchos
autores, han desarrollado el estudio de las relaciones intergmpales desde la
perspectiva de la Categorización, Comparación e Identidad social.
La hipótesis básica es que las presiones para evaluar positivamente al
propio gmpo —y reforzar de esta manera la propia identidad social— a través
de las comparaciones endogrupo/exogrupo llevan a los gmpos sociales a inten
tar diferenciarse mutuamente entre sí, lo que da lugar al conflicto intergrupal.
Existen al menos tres clases de variables que deberían influir en la diferencia
ción intergmpal en situaciones sociales concretas. Primero, los individuos tie
nen que haber internalizado su pertenencia gmpal como un aspecto de su
concepto del yo: tienen que estar subjetivamente identificados con el endogru-
po relevante. Segundo, la situación social debe ser tal que permita que las
comparaciones intergmpales hagan posible la selección y la evaluación de los
atributos relaciónales relevantes. Tercero, los endogmpos no se comparan a sí
mismos con cada exogmpo cognitivamente disponible: el exogmpo tiene que
ser percibido como un gmpo relevante de comparación (Tumer, 1989, 240).
Esta es la perspectiva psicosocial en el estudio de las relaciones intergm
pales —basada en la teoría de la Categorización cognitiva de la realidad social
(Tajfel, 1984)— que no se opone a la perspectiva realista del estudio de las
relaciones intergmpales • —basada en el diferente control de recursos políticos,
económicos y culturales, es decir, en diferencias de poder. «De ninguno de los
argumentos resumidos aquí cabe concluir que el tipo de conflicto psicosocial
o “subjetivo" se considera aquí prioritario o que se le atribuye una función
causal más importante en la realidad social que a los determinantes “objeti
vos” del conflicto social, cuyo análisis básico ha de buscarse en las estmcturas
sociales, económicas políticas e históricas de una sociedad» (Tumer, 1989,
252).
Ambas explicaciones son complementarias y los intentos que se han he
cho por separar la influencia de los factores «objetivos» de la de los factores
«subjetivos» no han dado resultados muy satisfactorios porque, entre otras
razones, es muy difícil manipular en el laboratorio la variable del poder. Por
ejemplo, en un reciente trabajo de Sachdev y Bourhis (1991) se quiere diferen
ciar la influencia de las variables «Poder», «Estatus» y «Número» sobre el
favoritismo endogmpal y discriminación exogmpal. Los resultados atribuyen
una mayor influencia al «Poder» como variable explicativa del comportamien
to intergmpal. El «Estatus» también influye, aunque menos que el «Poder».
Respecto a la influencia del «Número», «una clara operacionalización de las
minorías/mayorías numéricas ha sido muy difícil de lograr independientemen
180 J J . Arróspide y J. Cerrato
bolos, marcos, mapas o imágenes, para indicar algunos de los nombres» (íc_
10). Esta línea de pensamiento nos llevaría a los estereotipos grupales. El
estereotipo del grupo de amigos, de la familia, del grupo de trabajo, etc.
Para nosotros, el conocimiento individual se desarrolla dentro de la cultu
ra y las experiencias grupales comunes están organizadas por modelos de gru-
palidad de carácter cultural. Esto es algo que ya ha sido puesto de manifieste
por Levine y Moreland cuando señalaban: «Todo grupo está inmerso dentro
de una cultura. Consecuentemente algunas de las especificidades entre grupas
deben estar reflejando diferencias culturales... Tenemos a nuestro alcance evi
dencias en tal sentido, pero demasiado poco se conoce para conclusiones en
firme. Evidentemente es necesario una mayor investigación de la influencia
cultural en los grupos pequeños» (1990, 590).
Después de la tradición grupalista, con F. Allport se inició la tradición
individualista, donde la explicación del grupo se buscaba en las relaciones de
los individuos frente a estímulos sociales. Era una interacción que no cons
truía ni significados compartidos, ni estructuras de relación. Solamente se
tomaban en consideración los cambios que se daban en cada uno de los indi
viduos.
Lewin llegó a una concepción más psicosocial del grupo ya que se puede
decir que combinaba los cuatro niveles de análisis de Doise en la explicación
de los fenómenos grupales. El propio Lewin lo dice explícitamente al describir
las tareas de la Psicología social: «a) La integración de vastas áreas de hechos
y aspectos muy divergentes: el desarrollo de un lenguaje científico (conceptos)
que sea adecuado para tratar hechos culturales, históricos, sociológicos, psico
lógicos y físicos sobre un fundamento común, b) El tratamiento de esos he
chos sobre la base de su interdependencia, c) El manejo de problemas tanto
históricos com o sistemáticos, d) El manejo de problemas relacionados tan
to con los grupos com o con los individuos, e) El manejo de objetos y pautas
de cualquier "dimensión” (la Psicología social tiene que incluir los problemas
de una nación y su situación, así como los de un grupo lúdico formado por
tres niños y su lucha momentánea), f) Problemas de atmósfera (como la amis
tad, las presiones, etc.), g) La Psicología social experimental tendrá que encon
trar el modo de ubicar las pautas de grandes dimensiones dentro de un marco
suficientemente pequeño como para posibilitar las técnicas de experimenta
ción» (Lewin, 1978, 131).
Muy pronto después de la muerte de Lewin, la Psicología social, y con
ella la Psicología de los grupos, volvió a explicaciones de los niveles I y II.
Solamente a partir de los años ochenta, y gracias a la Psicología social euro
pea, la Psicología de los grupos tomaría en consideración tanto el nivel DI
com o el nivel IV.
El objetivo de nuestro esfuerzo intelectual es justamente lograr la articu
lación de los cuatro niveles en un modelo psicosocial de grupo.
la perspectiva sociocultural en el estudio del grupo 183
Atribución de
responsabilidad Personal G ru p a l .001
Gestión
emocional Espontánea Diferida .006
Referencias bibliográficas
1. Introducción
no radica en las personas, sino entre las personas. De ahí que lo social sea
constitutivo de la identidad de los sujetos. Tanto Mead como Lewin y Vigotski
han subrayado suficientemente esta característica de lo social. De aquí se de
duce que no todas las interacciones entre las personas pueden ser consideradas
co m o interacciones sociales. Consideramos interacciones sociales solamente
aquellas que se generan de y, al mismo tiempo, generan una intersubjetividad.
Esta es una característica fundamental para un análisis preciso de los grupos.
A medida que éstos se van formalizando, en la misma medida se va reducien
do el espacio de las interacciones informales y las interacciones interpersona
les van perdiendo la cualidad de ser constructoras de significados. Lo formal
se asocia con la reproducción de estructuras preexistentes, mientras que lo
informal se asocia con la reconstrucción de esas mismas estructuras.
4) La intersubjetividad presupone la reflexividad, tal como ha subrayado
Mead. La reflexividad significa que el sujeto se toma a sí mismo como objeto de
investigación. Lo cual implica, tal como ha subrayado acertadamente Mead, un
funcionamiento mental específico —abstracto, descentrado y demorado— que
se opone a un funcionamiento concreto. Esta distinción tiene una importancia
capital para el estudio de la comunicación en los grupos y para distinguir al
grupo de una masa. Sin embargo, ha sido un aspecto sistemáticamente olvidado
por los teóricos de los grupos. En el capítulo de la comunicación grupal se ha
hablado mucho de los canales de información, de la participación en la comuni
cación y su relación con el liderazgo, de los componentes cognitivos y afectivos
de la comunicación, pero solamente los clínicos que han trabajado en la psicote
rapia grupal han recogido la distinción de Mead (Yalom, 1986).
5) La interacción social tiene lugar en un entorno cultural. La construc
ción de significados compartidos o simbólicos tienen un referente cultural y
están ligados al pensamiento colectivo, a través del lenguaje, de las creencias
colectivas, de los símbolos colectivos y de las ideologías que se organizan en
tom o a determinados valores. Pero no queremos sostener aquí ninguna postu
ra que se aproxime a un determinismo cultural. Los significados culturales
son reconstmídos y recreados en la interacción social, en grado mayor o me
nor. Ello dependerá del funcionamiento del gmpo. En cualquier caso, es im
portante no separar radicalmente la constmcción social de significados com
partidos en un gmpo de los modelos culturales de gmpalidad (Kaés, 1976).
6) La interacción social tiene lugar en un entorno social. Entendemos
por entorno social la estructuración de las relaciones interpersonales a través
de las actividades y de los roles sociales. La diferente distribución de las fun
ciones —a la que se añade una diferente valoración social de estas mismas
funciones— y la diferente distribución de recursos —materiales, económicos,
culturales y políticos— desembocan en una diferenciación de estatus y de po
siciones de poder de los gmpos y de los individuos en la estmctura social, lo
que conlleva determinadas expectativas de conducta en relación a quienes
ocupan dichas posiciones sociales.
La interacción social tiene lugar dentro de la estmctura social, pero la es
tmctura social se mantiene gracias a las prácticas y a los significados constmidos
por los individuos. A través del cambio de los significados sociales y de las
prácticas sociales se pueden modificar las estructuras sociales, siempre que la
La teoría psicosocial del gmpo 191
En tentant ainsi de repenser l’acquisition des savoirs d’un point de vue so
cial, culturel et historíque, je m’oppose aux théories conventionnelles qui tracent
de maniére simpliste des frontiéres entre l’individu (et par conséquent le cognitif)
et une versión quelconque du monde exterieur, ou bien qui adoptent une visión
constructiviste radicale selon laquelle le monde serait construit (uniquement) de
fagon subjective ou intersubjective. Selon moi, l’acquisition des savoirs n’est ni
entiérement subjective ni entiérement tributaire des interactions sociales. Elle ne
se constitue pas non plus isolément du monde social (avec ses structures et ses
significations propres) dont elle fait partie [Lave, 1991, p. 145].
2. La formulación de Back
En 1981, Back describía de esta manera las dos dimensiones que definen
la estructura del grupo: «Nuestra clasificación está basada tanto sobre la ac-
ñón individual com o sobre el comportamiento grupal. La dimensión de la
individuación, se refiere a la fuerza con que las normas del grupo regulan la
interacción entre los individuos partiendo de la posición que ocupan éstos en
192 S. Ayestarán, C. Mtz.-Tahoada y J.J. Arróspide
3. La dimensión de gmpalidad
4. La dimensión de individuación
Recordemos los 4 niveles de análisis propuestos por Doise y que han sido
descritos en los capítulos 3 y 8: nivel individual; nivel interindividual; nivel
posicional; nivel ideológico.
La dinámica de un grupo puede ser analizado desde cualquiera de estos
cuatro niveles, tal como quedó reseñado en el capítulo 3 de este libro. Tam
bién las intervenciones en los grupos pueden realizarse desde cualquiera de
estos cuatro niveles. Lo que queremos subrayar ahora es que estos cuatro
niveles de análisis y de intervención no son independientes de las dos dimen
siones básicas que definen el modelo piscosocial del grupo.
Efectivamente, un análisis del grupo desde la perspectiva de símbolos co
lectivos, de creencias colectivas y de valores colectivos tiende a subestimar la
influencia de las motivaciones y esquemas cognitivos de los individuos. Las
intervenciones grupales realizadas desde este nivel grupal e ideológico, refuer
zan la influencia del grupo sobre los individuos y reducen la capacidad de
estos para la crítica interna del grupo. Es decir, crean en los grupos una cultu
ra de evitación del conflicto.
Un análisis de grupo y una intervención grupal, realizadas desde el nivel
individual, acentúan la influencia de la creatividad, autonomía y libertad de
los individuos y tienden a reforzar la importancia de las motivaciones, de las
ideas y de los proyectos individuales, con lo que se refuerza la crítica de los
individuos hacia los valores y las normas del grupo. Es decir, se refuerza la
aceptación y la valoración positiva del conflicto.
Si nos situamos en el nivel posicional a la hora de interpretar el funciona
miento de un grupo y pretendemos intervenir en los grupos desde ese nivel,
reforzaremos la saliencia de nuestras pertenencias a las diferentes categorías
sociales y haremos una lectura intergrupal de los fenómenos del grupo. Tanto
la comparación social como los conflictos ligados a dicha comparación social
se establecerán a nivel intergrupal. Dentro de esta perspectiva intergrupal, la
dinámica del grupo diferirá en función de la estrategia que utilice para hacer
trente a los conflictos: si el grupo niega los conflictos intergrupales existentes
entre los miembros del grupo, la dinámica grupal se desarrollará en la línea
¿e nna mayor centralización del sistema de información del grupo, el despla
zamiento del conflicto endogrupal hacia el exogrupo, el reforzamiento de un
liderazgo autocrático y una mayor jerarquización y formalización de las rela
ciones dentro del grupo. Si el grupo es capaz de afrontar los conflictos inter
grupales existentes dentro del grupo, la negociación de estos conflictos condu-
200 S. Ayestarán, C. Mtz.-Taboada y J.J. Arróspide
cultura grupal no permite la crítica al líder; pero puede ser de tipo participati-
vo si la cultura grupal favorece la competición entre el líder y los demás
miembros del grupo.
El modelo de liderazgo sociocognitivo de Smith y Peterson (1990) hace una
lectura del grupo desde el nivel interpersonal, en la medida en que el líder trata
de encauzar y canalizar los diferentes significados que los individuos del grupo
atribuyen a los acontecimientos del grupo y los diferentes conflictos que surgen
en la interpretación de los acontecimientos. Es una perspectiva en la que se
toma en consideración el valor estructurante del conflicto sociocognitivo. Este
constituye el medio más importante para que el grupo logre una interpretación
consensuada de la realidad, lo que, a su vez, conduce a la toma de decisiones
compartidas por los miembros del grupo. Sin embargo, en este modelo, los
aspectos socioestructurales del conflicto, es decir, el conflicto entre intereses de
subgrupos que tienen diferentes posibilidades de influir sobre los demás —lo
que se traduce en diferentes cotas de poder—, no ha sido tomado suficiente
mente en consideración. Este modelo cognitivo, basado en la orientación de los
significados y de las decisiones y en el encauzamiento de los conflictos internos,
recupera, en cierto modo, una de las funciones atribuidas por Yalom (1986) al
terapeuta de grupo como iluminador de los procesos grupales.
Todos los modelos de liderazgo, desde los modelos de liderazgo com o un
estilo de comportamiento hasta los modelos sociocognitivos, pasando por los
modelos de contingencia, los modelos transformacionales y los modelos basados
en la categorización, se sitúan entre el polo interpersonal y el polo intergrupal,
por una parte, y entre el polo grupa1 y el polo individual, por otra. Se trata de
dos bipolaridades que definen la dinámica del espacio grupal. Según sea la
perspectiva que se adopte en el estudio del liderazgo, tendremos distintas teo
rías sobre el fenómeno del liderazgo.
tareas sin implicación social suponen una mayor autonomía de los individuos
—aproximación hacia el polo individual.
Sin embargo, una explicación de los procesos de conformidad y de inno
vación desde la perspectiva de la negociación de conflictos acentúa demasiado
el origen sociocognitivo de los conflictos (Tjosvold y Tjosvold, 1991; Kruglans-
ki, Bar-Tal y Klar, 1993).
Roux, Sánchez-Mazas, Mugny y Pérez (1993) hacen ver cóm o el conflicto
entre nativos y extranjeros en Suiza varía en función de la desigualdad en la
distribución de recursos y de la escasez de recursos. Un movimiento innova
dor, si quiere mejorar la situación de los extranjeros, no puede contentarse con
campañas publicitarias orientadas a poner de relieve la complementariedad e
interdependencia positiva entre los intereses de los suizos y los de los extranje
ros. De poco servirán dichas campañas si no aumentan los recursos de la
sociedad y si no se cambia la distribución de los recursos entre los grupos de
nativos y extranjeros.
Un proceso de innovación supone también un cambio en la estructura de
las relaciones intergrupales. Una intervención sociocognitiva —la cual, final
mente, consiste en modificar la percepción de la realidad social— no es sufi
ciente para hacer frente a los conflictos intergrupales. De la misma forma en
que tampoco lo es para para hacer frente a los conflictos intragrupales. Desde
la perspectiva estructural, la innovación endogrupal consiste en el paso de una
estructura autocrática —jerarquizada y controlada por un líder o un subgrupo
dominante— a una estructura participativa —una estructura más descentrali
zada y una distribución formal más igualitaria del poder. Desde una perspecti
va dinámica, la innovación supone una mayor participación de los individuos
en la definición de los objetivos del grupo.
La innovación, cuando es introducida en un sistema autocrático, transfor
ma la dinámica grupal en una competición entre una mayoría y una minoría
—donde mayoría y minoría, además de un significado numérico, tienen tam
bién un significado de poder. Para pasar de la competición entre subgrupos
—dentro del mismo grupo u organización— a la cooperación, no basta con la
aceptación del conflicto intergrupal dentro del grupo. Hace falta superar este
conflicto intergrupal. Para ello será necesario actuar a nivel individual y gru
pal. A nivel individual, atendiendo a las necesidades y a las características
cognitivas de los individuos. A nivel grupal, con una distribución más equitati
va de los recursos en el interior del grupo y elaboración de unos objetivos
compartidos por los diferentes subgrupos.
Esta transformación incluye cambios cognitivos individuales, cambios en
la cultura del grupo y cambios en la distribución de recursos y responsabilida-
l e s en el grupo.
En resumen: el estudio de la influencia mayoritaria y minoritaria tiene
q u e ser abordado desde los diferentes niveles de análisis: individual y grupal,
por una parte, interpersonal e intergrupal, por otra (Fisher, 1993).
206 S. Ayestarán, C. Mtz-TaboacLa y J.J. Arróspic¿
ción mutua, de creatividad entre los miembros del grupo. La división del tra
bajo introduce en el grupo una exigencia de especialización en la ejecución de
las tareas. Las actividades están diversificadas en función de las capacidades
de las personas, no tanto en función de posiciones sociales.
Una buena combinación de la dirección con la participación exige, por
tanto, la construcción de significados y de roles grupales desde la dialéctica
entre el polo interpersonal y el polo intergrupal del grupo, o, lo que viene a ser lo
mismo, entre la participación formal e informal de los miembros del grupo. Si
el polo interpersonal representa la influencia de las motivaciones y esquemas
cognitivos de los individuos sobre los roles grupales, el polo intergrupal repre
senta la influencia de las categorías sociales sobre los mismos roles grupales.
Para que el proceso grupal sea constructivo y eficiente, tiene que darse,
no una exclusión de uno de los dos polos, sino una relativización y una inte
gración de las exigencias provenientes de ambos polos de la dimensión estruc
tural del grupo.
Hasta ahora nos hemos fijado únicamente en la dimensión estructural del
grupo. Para que el proceso grupal sea constructivo y eficiente tenemos que
tomar en consideración también la dimensión cultural, definida en términos
de individuo vs. grupo.
El polo grupal representa la identificación de los individuos con los valo
res, creencias y objetivos del grupo. Es el dominio de las características grupa
les sobre las individuales. En términos de la teoría de la Categorización del yo
de Tumer, supondría el predominio de la identidad social sobre la identidad
personal.
El polo individual representa la autonomía, libertad, iniciativa y creativi
dad de las personas. En términos de la teoría de la Categorización del yo de
Tumer, supondría el predominio de la identidad personal sobre la identidad
social.
El predominio del polo grupal supone inhibición y evitación del conflicto
entre las exigencias grupales y la libertad de los individuos. Se evita la con
frontación entre los individuos y el grupo.
El predominio del polo individual supone aumento del conflicto en el
grupo, aumento de la confrontación de los individuos con los valores, creen
cias y objetivos del grupo.
Una buena combinación entre la dirección y la participación en los gru
pos supone igualmente la relativización e integración de las exigencias prove
nientes tanto del polo individual como del polo grupal. Lo ideal no sería la
exclusión de cualquiera de los dos polos, sino la integración de ambos polos,
lo que se podría traducir en el desarrollo de un compromiso crítico de los
individuos con el grupo. Una excesiva polarización hacia el polo individual
nos llevaría a una competición interpersonal o intergrupal, dependiendo de
cuál sea la estructura del grupo.
Una excesiva polarización hacia el polo grupal nos conduciría al fenóme
no llamado de la desindividuación.
Todos los grupos reales, en la medida en que están insertos en alguna insti
tución y en un entorno sociocultural, tienen determinados valores, creencias y
objetivos que transcienden las motivaciones y los esquemas cognitivos de los
La teoría psicosocial del grupo 209
grupal dando lugar a diferentes fases, cuya dinámica vamos a describir a con
tinuación a partir de una serie de variables interpersonales —identidad perso
nal y estilo de relaciones—; socioestructurales —clima social y cohesión del gru
po— y sociocognitivas —manejo del conflicto, atribución de responsabilidad y
funcionamiento mental.
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214 S. Ayestarán, C. Mtz.-Taboada y J.J. Arróspide
1. Introducción
a comprender mejor los fenómenos que allí acontezcan. Los niveles de análi
sis de la interacción social (Doise, 1979; Moscovici, 1992) podrán ser entendi
dos com o procedimientos de observación, de los contenidos de la dinámica,
de los diferentes grupos.
Detectar el nivel adecuado en la saliencia del conflicto será fundamental
para crear estrategias de intervención eficaz (Sánchez Vidal, 1988). El reflexio
nar sobre cómo emergen, se destacan en un momento determinado sobre los
otros o pasan a un segundo orden (Mtz.-Taboada, 1992) confiere una especial
atención a la segunda dimensión.
5. Grupos de psicoterapia
T’Tv, /-/V.
■s^cLo £ * - s_ -
O » - ' - O Ü k.
224 C. Mtz.-Taboada
puede leer las necesidades de las componentes del grupo, tendremos áreas de
acción específica o de abordaje que ayudarán a estructurar las sesiones (véase
gráfico adjunto supra).
El objetivo último a nivel personal y grupal es relativizar la percepción de
vulnerabilidad. Aprender a vivir con la situación de la mejor manera posible
incluyendo el duelo por las pérdidas a las que se asocia. El promover estrate
gias de afrontamiento compartidas (Barran, 1992) reduce los efectos de la
situación estresante que están viviendo. Se proporciona apoyo social y cierta
red de relaciones hasta ese momento inexistentes.
Al cabo de diez sesiones semanales, se contrastan los beneficios de este
tipo de experiencia apreciando cierta evolución. Las mujeres se descentran de
las propias consecuencias de su enfermedad para escuchar y aprender de las
demás. La aportación de cada una es valorada, el sentimiento de identidad
social, iniciado ya al asociarse, se consolida y crea compromiso. La categoría
de mujer mastectomizada se comparte, se habla de ella como una experiencia
vital, estresante y dura, la cual les ha permitido contemplar su existencia y su
red de relaciones desde una perspectiva cualitativamente diferente.
La autocategorización y el sentimiento de identidad social favorece un
posicionamiento más positivo ante la enfermedad y sus consecuencias.
El darse cuenta de lo fructífero de compartir mutuamente las dificultades
vividas, abre el sentimiento de utilidad social. La posibilidad de que la propia
experiencia pueda servir a otras mujeres como fuente de apoyo, da más senti
do al esfuerzo. Surge cierto sentido de transcendencia social que incrementa
la autoestima y el bienestar.
Siguiendo a Tumer y Giles (1981), podremos decir que la representación
cognitiva de las componentes es más asequible para sí mismas. Esta autocate
gorización adquiere significado por la comparación con otras categorías si
guiendo el principio del metacontraste. La nueva identidad social, se procesa
Estudio de los grupos en el área de la salud 229
8. Consideraciones finales
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232 C. Mtz.-Taboada
1. Introducción
res son más numerosos y menos productivos que los iniciados por la direc
ción. Entre los iniciados por los trabajadores, los círculos de calidad sofi más
productivos cuando la dirección pone mucho interés en los resultados de los
mismos. ' .. , •- ..
Todos estos resultados son difíciles de interpretar porque en todos ellos se
controlan unas pocas variables y se desconoce la influencia de otras variables
de un nivel u otro. Además, se plantea siempre el problema de hasta qué
punto podemos generalizar unos resultados obtenidos dentro de una determi
nada cultura a otras culturas diferentes. En cualquier, caso, teniendo en cuen
ta todos los resultados, nosotros apoyaríamos la hipótesis de Ifoneycutt
(1989): no parece que haya un único factor responsable del éxito de; tos círcu
los de calidad, aunque el entrenamiento de los miembros parece ser tin factor
más importante que otros. l\fosotros añadiríamos un segundo factor que des
taca por su importancia sobre los demás: la implicación, el interés y el apoyo
ofrecido por la dirección a los círculos de calidad. El entrenamiento de los
miembros, siendo probablemente el factor más importante —aunque, al mis
mo tiempo, el más descuidado hasta el presente—, no es suficiente para el
éxito de los círculos de calidad. Hace falta, además, que los sistemas de infor
mación, de supervisión y de liderazgo se adecúen a la mayor participación de
los trabajadores en la organización laboral. No es posible que se dé esta ade
cuación sin una clara implicación y apoyo por parte de la dirección de la
empresa.
b) ¿Cuáles son los factores que aumentan la eficacia de los grupos semi
autónomos?
Seers (1989) hizo depender la eficacia de los grupos semiautónomos de la
calidad de las interacciones entre los miembros del equipo. Manz y Sims (1987)
en otra investigación, realizada a base de entrevistas y de observación directa,
encontraron que la relación más significativa se establecía entre la valoración
de la eficacia de los grupos semiautónomos y el ítem «favorece la autoobser-
vación y la autoevaluación» de la escala referente al estilo de liderazgo. Es
decir, Manz y Sims (1987) relacionan la eficacia de los grupos semiautónomos
con el estilo de liderazgo y, en concreto, con un liderazgo que favorece la auto-
observación y autoevaluación de los miembros del equipo. Koch (1979), en
base a los resultados de su investigación, sugiere que la eficacia de los grupos
semiautónomos depende de la retroalimentación de carácter grupal, puesto que
dicha retroalimentación afecta positivamente a la cohesión, a la definición de
objetivos y al proceso grupal.
Como se ve, los resultados de las investigaciones tienden a acentuar la
importancia de las variables grupales a la hora de explicar las diferencias
encontradas en la eficacia de los grupos semiautónomos. Sería ésta la hipóte
sis más plausible. Pero queda pendiente la cuestión de por qué en unos casos
los equipos semiautónomos de trabajo funcionan bien, mientras en otros ca
sos no lo hacen tan bien, teniendo en cuenta que el «buen funcionamiento» se
identifica con un funcionamiento descentralizado y cooperativo.
Como en el caso de los círculos de calidad, también aquí podríamos decir
que hay muchas variables que afectan al funcionamiento de los grupos semi
autónomos, siendo la más importante el entrenamiento de los individuos para
el funcionamiento en equipo. Sin embargo, sería ésta una respuesta insufi
ciente. Hay que tomar en consideración las variables estructurales de la orga
nización.
La hipótesis que trataron de verificar Bramel y Friend (1987) es ésta: el
uso y la duración de las técnicas de dirección participativa en las empresas
depende de la correlación de fuerzas entre la patronal y los trabajadores y
dicha correlación de fuerzas depende de factores macro-económicos.
Para verificar esta hipótesis, Bramel y Friend analizaron 4 períodos histó
ricos en los que la correlación de fuerzas entre dirección y trabajadores varió
de manera significativa en los EE.UU. de América.
tuvo mayor desarrollo tanto en los EE.UU. de América como en los países
nórdicos de Europa, especialmente en Noruega. Bramel y Friend constatan
que las técnicas grupales no favorecieron una participación real de los trabaja
dores en el proceso laboral y ello por varias razones:
— Objetivos compartidos.
— Planificación estratégica compartida.
— Análisis y distribución compartidos de las tareas.
— Distribución de funciones y roles dentro del equipo.
— Evaluación compartida de los resultados, tanto a nivel grupal com o a
nivel individual.
1) Objetivos: ¿cuáles deben ser los objetivos del equipo? ¿Cuáles son los
objetivos personales de cada uno de los miembros del equipo? ¿Cómo pode
mos integrar los objetivos personales en los objetivos del equipo?
2) Planificación estratégica: ¿cuál es nuestro objetivo para dentro de 6 me
ses, de un año y de 2 años? ¿Con qué medios contamos para lograr dichos
objetivos? ¿Cuáles son las tareas prioritarias para lograr dichos objetivos?
3) Expectativas: ¿qué espera cada uno de los miembros del equipo de las
otras personas y de la dirección? ¿Cuáles son las expectativas de la dirección
respecto a los miembros del equipo?
4) Regías que regulan la toma de decisiones: ¿quién toma las decisiones?
¿Cómo se toman las decisiones?
5) Organización: ¿estamos organizados adecuadamente para lograr nues
tros objetivos? ¿Están bien distribuidas las funciones y las actividades del equi
po? ¿Cómo funciona la coordinación de las actividades y de las funciones?
6) Moral: ¿cuál es la moral actual del equipo? ¿Cómo podría mejorarse?
7) Relaciones con otros equipos de trabajo: ¿cuál va a ser el sistema de
comunicación con otros grupos de la organización? ¿Cuál va a ser el sistema
de comunicación con grupos exteriores a la organización?
8) Fuerzas y debilidades del equipo: ¿cuáles consideramos que son nues
tras fuerzas y nuestras debilidades como equipo?
La creación de equipos de trabajo... 245
Una de las expresiones más claras de las diferencias de poder entre los
miembros de un equipo son las diferencias económicas. De ahí que, tarde o
temprano, en todos los equipos se plantee el problema de las diferencias en
las retribuciones económicas percibidas por los distintos miembros del equi
po. Estas diferencias introducen necesariamente diferencias de estatus entre
los miembros del equipo.
Las diferencias no pueden y no deben evitarse, porque no todos trabajan
igual y no todos rinden igual. El problema radica en encontrar un sistema de
evaluación que sea justo. Este es uno de los problemas más difíciles de resol
ver en los equipos de trabajo.
Pero, finalmente, estas diferencias económicas son las que mejor expre
san una realidad inevitable en cualquier equipo: no todos son iguales; no to
dos influyen en la misma medida; no todos tienen los mismos recursos; hay
diferencias de estatus.
Un equipo de trabajo sólo puede funcionar cuando esas diferencias son
asumidas y reconocidas como realidades inevitables. Son realidades cambian
tes porque todos los miembros tienen posibilidad de cambiar su estatus. De
ahí, la constante competición que existe dentro del equipo. La voluntad de no
destruir el equipo y la conciencia de que el éxito del equipo es un bien para
todos, son los factores más importantes de cohesión y de cooperación. Si no
se reconocen y no se asumen las diferencias, éstas dan lugar a una lucha
camuflada que destruye al equipo.
— Capacidad de escucha.
— Capacidad de descentramiento mental.
— Capacidad de colocarse en el papel que otros le asignan a uno.
— Capacidad de tomar en serio los intereses de los demás.
— Capacidad de reconocer y asumir las diferencias existentes entre las
personas en función de los roles psicológicos y sociales.
Conclusión
Hemos comenzado este capítulo diciendo que hay tres tipos de variables
que influyen sobre el funcionamiento de los equipos de trabajo: los relacionados
con el grupo, los relacionados con la organización y los relacionados con la
tarea. Después de la revisión de los trabajos sobre los equipos de trabajo, pode
mos reafirmamos en lo dicho anteriormente. No todas las personas son capaces
de funcionar en equipo; de ahí que la composición de los equipos de trabajo sea
una cuestión a tomar muy en consideración. El equipo de trabajo exige, ade
más, un sistema de comunicación y un sistema de liderazgo que permitan la
participación de todos los trabajadores. Sin embargo, estructura participativa no
es lo mismo que estructura igualitaria. Puede haber participación de los trabaja
dores en la gestión del equipo aunque la estructura grupal sea jerarquizada,
como ocurre con los círculos de calidad dentro de la cultura japonesa. En nues
tra cultura occidental es muy difícil que haya participación de los trabajadores
en la gestión del trabajo si el equipo está estructurado de una manera jerarqui
zada, porque la rivalidad con las figuras de autoridad lleva a los trabajadores a
boicotear a la autoridad, en lugar de cooperar con ella.
Tampoco en la cultura occidental se puede decir que la estructura iguali
taria sea siempre mejor que la estructura jerarquizada. Depende de la tarea.
Las tareas complejas y universales exigen una estructura descentralizada,
mientras que las tareas poco complejas y limitadas a un campo reducido de
intervención exigen una estructura más centralizada.
Finalmente, la implicación de la dirección de la organización es muy im
portante para que los equipos de trabajo tengan resultados positivos. Los equi
pos de trabajo no pueden ser unas islas dentro de la organización.
Concluimos con una idea que hemos subrayado a lo largo del capítulo: la
introducción de equipos de trabajo requiere una preparación previa, tanto de
la organización en su conjunto como de los individuos que forman parte del
equipo.
248 S. Ayestarán y J. Cerrato
Referencias bibliográficas
a) apariencia física;
b) conductas de rol;
c) rasgos de personalidad;
el) roles laborales.
(grupo). Por ejemplo, evalúan en qué medida es típico (de 1 = nada típico a
7 = muy típico) el atributo «X» del grupo/grupos en cuestión.
Generalmente se encuentra una asociación entre la libre enumeración o
saliencia en el recuerdo libre del atributo y las puntuaciones de tipicidad
(Páez y Vergara, 1992; Fehr, 1988; Fehr y Russell, 1991). Recordemos que
resultados conceptualmente similares se han encontrado en el área de los es
tereotipos sobre grupos nacionales (Stroebe e Insko, 1989). En otras palabras,
la frecuencia de asignación de un atributo a un grupo y la evaluación indepen
diente de la tipicidad de éste en relación al grupo deben asociarse.
Tercero, se constata el efecto de la representatividad o tipicidad en el juicio
y en el recuerdo. Los miembros del grupo evaluados como más típicos, tienen
más atributos diagnósticos que los menos típicos. Las medidas de tipicidad o
representatividad del individuo o episodio en relación al grupo toman la siguien
te forma: cuán buen ejemplar, o representante de su grupo es «X», desde 1 =
nada buen representante a 7 = muy buen representante (Fiske y Taylor, 1991).
Las medidas de parecido familiar se apoyan en listas de atributos que
cada individuo o instancia posee (enumeradas libremente). Los atributos se
ponderan según su repartición entre diferentes grupos. Supongamos el caso
de 3 personas. Juan es concienzudo, le gustan las matemáticas y el arte; a
Pedro le gusta el arte, pintar y salir con los amigos; a María le gusta el arte,
pintar y es concienzuda; y son todos estudiantes de arquitectura. Le damos un
peso simple a los atributos (cada vez que un miembro de un grupo presenta
un atributo, le damos un punto). Que el arte les guste es el atributo más
prototípico, con un peso de 3. Pintar y ser concienzudos tienen un peso de 2.
Que les guste las matemáticas o salir con los amigos son atributos de peso 1.
Si sumamos, tenemos la puntuación de parecido familiar de los individuos. El
de mayor parecido es María. Teóricamente, puntuaciones directas de cuán
buen representante son las personas de su grupo, deberían dar una mayor
puntuación a María (Fehr y Russell, 1991).
Utilizando operacionalizaciones como las anteriores, se ha encontrado
que se responde más rápidamente que un buen ejemplar es miembro de una
categoría o grupo que sujetos con menos atributos diagnósticos. El tiempo de
respuesta se mide por la latencia de reacción en tareas de clasificación de
ejemplares o instancias en categorías. La idea general es que los ejemplares o
miembros de un grupo que son altos en prototipicidad o representatividad, se
categorizan más rápido, se aprenden antes, se utilizan como regla de referen
cia cognitiva y están más accesibles en la memoria (Stephan, 1985, 1989; Fis
ke y Taylor, 1991).
Stephan (1985) revisa varios estudios que muestran que al activar la catego
rización de la pertenencia a un grupo (estereotipo racial, sexual, estudiantil) los
sujetos atribuyen a los sujetos evaluados los rasgos típicos de estos grupos. Por
otro lado, si el individuo es representativo o típico de su grupo, se ha encontra
do que se activan más fácilmente los afectos y las actitudes ante ese grupo, que
si no lo es. También se ha encontrado que si el individuo es un buen represen
tante o si es típico de su grupo, se generalizan sus conductas y actitudes a las
del grupo. Igualmente, se ha encontrado que se cambian más las actitudes y
creencias ante un grupo, si los sujetos que actúan u opinan de forma contraeste-
El estudio científico de los grupos... 257
reotípica son prototípicos del grupo, que si no lo son (Stephan, 1985; 1989;
Hewstone, 1989; Fiske y Taylor, 1991). Dando un ejemplo simplista, si me dicen
q u e X es la una «madrileña pija» deduciré que la gusta la charla frívola, está
interesada en la ropa de marca y que le gusta M. Jackson. Si X posee todos esos
atributos, se me activará más fácilmente una actitud negativa (si me disgusta
e s e grupo) o positiva (si me gustan las chicas así). Igualmente, si me dice que le
gusta el conjunto de música Mecano, generalizaré que los seguidores de ese
grupo son «madrileños pijos». Por último, si esa chica prototípica me dice que
su autor preferido es J. Cortázar, que le gusta la música africana y milita en
Amnistía Internacional (todas opiniones y conductas contraesterotípicas) cam
biaré más mi actitud (negativa) y la representación (como reaccionarios y con
servadores), que si la que expresa esas opiniones contraestereotípicas es menos
típica (tiene un solo atributo: por ejemplo le gusta la ropa de marca).
Algunos autores han postulado que no es necesario presuponer que los
sujetos abstraen una tendencia central o prototipos de medias ni infieren un
conjunto de atributos categoriales diagnósticos o prototipos de rasgos. Estos
autores presuponen que las representaciones de grupos son sólo una colección
de individuos que conforman el grupo. Los juicios sobre el grupo se harían
recuperando de la memoria los ejemplares y efectuando algún tipo de álgebra
mental en esos momentos (Fiske y Taylor, 1991; Park, Judd y Ryan, 1990).
Este modelo no abstracto da cuenta fácilmente del cambio de las repre
sentaciones de grupo y de que los sujetos tengan una idea de la variabilidad o
heterogeneidad del grupo. Sin embargo, investigaciones experimentales han
mostrado que si se activa antes una información sintética sobre un grupo (se
da información sobre el grupo en general por ejemplo), esto influye en las
percepciones posteriores del grupo.
Otros autores, con los que coincidimos en mayor medida, piensan quedas
representaciones de grupo constan tanto de aspectos abstractos, generales, de
información sobre el grupo com o categoría, como de información sobre los
individuos que son miembros del grupo (op. cit. ant.).
Además de los resultados antes reseñados, señalemos que la representa
ción de un grupo no se puede reducir a la simple categorización o clasificación
de un grupo de sujetos como similares entre ellos y diferentes de otros. Una
representación de grupo hace referencia a éste como una totalidad. Los resul
tados de recuerdo social son diferentes según si se presenta a los sujetos com o
miembros de un grupo, que como miembros de una masa difusa o un agrega
do de individualidades. Cuando los sujetos son miembros de grupos cohesi
vos, las conductas contraesterotípicas o inconsistentes con las expectativas
ante ese grupo se recuerdan mejor, mientras que en el caso de un grupo laxo
y poco cohesionado, se recuerdan mejor las conductas congruentes con el
estereotipo (Fiske y Taylor, 1991).
Por otro lado, los cambios de actitudes y creencias ante miembros de
grupos no se generalizan al grupo en su conjunto; es decir, aunque hay una
actitud más positiva para el sujeto con el cual se ha interactuado cooperativa
mente, las creencias esterotípicas sobre el grupo no cambian (Hewstone, 1989;
Tlorwitz y'Rátíóie, ejemplo, ra's ’3£ajt-
tos racistas que deben colaborar con personas de raza negra, y que están
258 D. Páez, J. Marques y P. Insüa
Pd = 1 - Ei = 1 , mP}
10 % 20 % 40 % 20 % 10 %
Muy baja Baja Media Alta Muy alta
expresividad expresiv. expresiv. expresiv. expresiv.
em ocional em ocional em ocional em ocional em ocional
1 2 3 4 5
M=Ei= 1 , m PXi
10(1)+ 20(2)+ 40(3)+ 20(4)+ 10(5) 300
100 100
Por ejemplo, para la distribución de la figura 1; M = 3,0 y el Var = 1,2.
El Var asume su mínimo valor posible, cuando un nivel de atributo tiene
una probabilidad de 1,0 y todos los demás tienen una probabilidad de 0. En
este caso, el Var = 0.
En un estudio más reciente, Park, Judd y Ryan (1990) mostraron que
aunque el Pd y el Var eran sensitivos para niveles diferenciales de familiari
dad, otras medidas parecían serlo más.
260 D. Páez, J. Marques y P. Insúa
Endo Exogrupo
(X¡\ + Xj2)
m¡ = -
d i = X n - X i2
2E{m.i - Ai)2
ü~ (n - 1)
, Ed2
b=■
(2 rí)
M_ X—m _ 79 5 = 6,625
n 12
2X (m -M )2 2(76,563)
a= ñ^r— =— n— =13’92
. 65
2n 2x12 ’
a-í> 13,92-2,708
Yintraclase ~ '
a+fc 13,92+2,708
a__U92__
2,708 “ '
264 D. Páez, J. Marques y P. Insúa
Pareja =
X 14.1 Cyu. — ^
E l estudio científico de los grupos... 267
Interacción --------------------------
4
Las fórmulas para estimar los errores típicos son las siguientes:
t, . cu r
Actor-Pareia = 0,25 v------+ -------- + ------
ni n2 m
M il M
Interacción = 0,25 V------+ -------- + ------
n\ n2 m
tudiantes de cada sexo (80 en total) y formaron 40 diadas. Dos diadas fueron
eliminadas por datos incompletos o porque se conocían de antes.
Se les pidió que hablaran por tumos, primero uno y luego el otro, no
utilizando en cada tumo más de un minuto y medio. Elegían el tema de una
lista de 90 asuntos y podían hablar de él, de manera seguida, tantas veces
com o quisieran.
Una vez elegido un tema no se podía volver a elegir.
Después de que ambos sujetos hablaran una vez evaluaban su satisfac
ción con la charla, en una escala de 1 = nada satisfecho a 5 = muy satisfecho.
Después de diez rondas de hablar se interrumpía la sesión. Se evaluaba glo
balmente al final al otro mienbro de la diada en calidez y asertividad.
Primero se utilizó el coeficiente de correlación intraclase para constatar si
las diez evaluaciones estaban asociadas dentro de cada diada. El r intraclase
fue de 0,45, correspondiente a una F(37,38) = 2,65, p<0,01.
El procedimiento de Kraemer-Jacklin, antes descrito, se utilizó para exa
minar los efectos del estado de ánimo del sujeto, del estado de ánimo de la
pareja, y la interacción. Únicamente los efectos de interacción fueron significa
tivos igual a 0,18 (z = 2,3, /?<0,025).
Para contrastar la evolución temporal, calcularon para cada sujeto una
diferencia entre la media de satisfacción de los primeros cinco tumos, con la
media de satisfacción de los últimos cinco. El procedimiento de Kraemer-
Jacklin aplicado a estas dos series de datos, no encontró efectos significativos
para el actor ni para la pareja, aunque sí para la interacción. Esto quiere decir
que la diferencia en satisfacción entre diadas homogéneas y heterogéneas au
menta con el paso del tiempo.
El coeficiente de correlación intraclase para las evaluaciones globales de
calidez y asertividad de la pareja no fue significativo. Tampoco fue significati
vo para la valencia y el grado de intimidad de los temas elegidos, por lo que se
aplicaron las técnicas de análisis de varianza clásica. Estos resultados mostra
ron que los sujetos de las diadas homogéneas evaluaban com o más cálidos a
sus parejas y que los sujetos de las diadas heterogéneas tendían a elegir temas
más negativos a medida que pasaban los tumos de hablar.
Estos resultados se pueden interpretar en el sentido de la necesidad de los
sujetos de compartir y validar sus emociones con otros de similar estado afec
tivo (Páez, 1993).
Ahora bien, la aproximación de Kraemer y Jacklin solo es válida cuando
las diadas son asimétricas (hombres versus mujeres, alto versus bajo estado de
ánimo) y no cuando todos las posiciones son simétricas y todos los sujetos las
ocupan; por ejemplo, son todos simultáneamente observadores y actores
(Yzerbit, Leyens y Dupont, 1988).
Para casos simétricos, en que todos los sujetos son simultáneamente juez
y parte, o perceptores y estímulos, Kenny y sus cois, han desarrollado el Mo
delo de Relaciones Sociales.
Este modelo y sus implementaciones estadísticas permiten además esti
maciones multivariadas, es decir, sobre más de una variable dependiente (op.
cit. ant.).
E l estudio científico de los grupos.., 269
Kenny y sus cois. (1986, 1988; Kenny y La Voie, 1984; Yzerbit, Leyens y
Dupont, 1988) han desarrollado un procedimiento y un modelo matemático
que permite estudiar la interacción.
Este modelo presupone que las relaciones entre variables son lineales y
que el efecto de interacción se produce diádicamente. Este modelo, denomina
do Modelo de Relaciones Sociales, se puede concebir com o una ampliación o
extensión generalizada del procedimiento antes descrito de Kraemer y Jacklin.
Su razonamiento es el siguiente: una conducta es una función del nivel
general de ella (constante o media general), de la capacidad del actor para emi
tirla, del interlocutor o pareja del actor para evocarla en el otro, de la interac
ción o relación diádica específica entre ambos y de una estimación de error.
Por ejemplo, podemos describir verbalmente este modelo así:
Xijk = Mk + ai + bj + gij + e
donde Xijk es la puntuación X del actor «i» ante el estímulo o pareja «j» en el
grupo K. Mk es la media del grupo K. Los coeficientes «a» y «b», correspon
den al peso «a» de la puntuación del actor «i» y al peso «b» de la puntuación
de la pareja «j».
El coeficiente «g» es el peso de la interacción específica entre el actor «i»
y la pareja «j». El último coeficiente es «e», el coeficiente de error.
Vamos a ignorar el componente grupal Mk y el de error e, y nos focaliza
remos en los componentes actor, pareja e interdependencia o interacción. No
hay que olvidar que la fórmula anterior no es más que la modelización de lo
antes descrito.
Esta fórmula no hace más que repetir de forma abstracta que, en el caso
particular en que «i» o actor es Jorge y «j» o pareja es Carlos, la puntuación de
cuánto aprecia (o habla, o mira, o frunce el ceño o sonríe o evalúa positivamente)
Jorge a Carlos es una función del nivel base o medio del grupo (que ignoraremos
270 D. Páez, J. Marques y P. Insúa
de ahora en adelante); de la evaluación media (del tiempo medio que Jorge les
habla, les sonríe, les frunce el ceño o mira a los otros, o les evalúa positivamente)
que Jorge da a los otros, de la evaluación media que Carlos recibe de los otros
(del tiempo medio que se le habla, se le mira, se le sonríe, se le frunce el ceño),
de la evaluación específica que Jorge le da a Carlos o interdependencia relacional
o interacción que recibe (tiempo específico que Jorge a Carlos le habla, le mira, le
sonríe, le frunce el ceño); y por último de un término de error.
Si invertimos los términos, la fórmula es:
Xjik = Mk + aj + bi + gji + e
F ig u r a 2 . Estímulo pareja
Con un diseño round robin se tienen tantas diadas com o N*(N- 1 )/2 , en
nuestro ejemplo 4 * ( 4 - l ) / 2 = 6 diadas. En este ejemplo, el efecto actor, es decir,
la media de respuestas del actor o juez o evaluador ante el conjunto de inter
locutores, estímulos o parejas es el efecto fila.
Juan evalúa con una media de 13 a sus parejas.
El estudio científico de ios grupos...
ilaciones
les diádicas
i + gv + e
£ %
+ ga + e
Individuales.
1. Los sujetos que aprecian más a los otros, en general sonríen más a los
otros (correlación individual actor-actor o de congruencia).
2. Los sujetos que aprecian más a los otros, provocan más sonrisas en los
otros (correlación individual actor-pareja o de reciprocidad cruzada).
3. Las personas que son más apreciadas por los otros, tienden a sonreír
más (correlación individual pareja-actor o de reciprocidad cruzada).
4. Las personas que son más apreciadas, tienden a evocar o a provocar
más sonrisas en los otros (correlación individual pareja-pareja o de congruen
cia invertida).
Diádicas.
5. Si A aprecia más a B, A sonríe más a B (correlación diádica de con
gruencia o intrapersonal).
6. Si A aprecia más a B, B sonríe más a A (correlación diádica interper
sonal) (Kenny y La Voie, 4984).
274 D. Páez, J. Marques y P. Insúa
Hasta aquí nos hemos centrado en los efectos actor, pareja e interdepen
dencia o interacción. De hecho, son estos efectos los que analiza el Soremo
(véase en la nota al final como se puede obtener el Soremo).
Sin embargo, en el modelo, la media del grupo, si hay varios grupos,
refleja el efecto del grupo.
Expresado verbalmente, si los efectos son únicamente de actor, pareja y
de interdependencia, las medias de los diferentes grupos no deberían ser muy
diferentes y sus diferencias deberían ser explicadas por los efectos individuales
(actor, pareja) y diádicos (interdependencia).
Sin embargo, en ocasiones se ha encontrado que la varianza entre grupos,
1a diferencia de medias entre grupos, puede ser importante. Por ejemplo,
Kenny y Nasby (1980, citados en Kenny y La Voie, 1984) encontraron que la
media de atracción entre grupos variaba de forma importante. Algunos grupos
apreciaban mucho a sus miembros y otros muy pocos. Esto significa que
había varianza entre grupos que no respondía únicamente a los efectos del
actor, de la pareja ni a las interacciones dos a dos.
Cuando hay varianza importante entre grupos, se puede interpretar como
evidencia de que existen normas grupales.
La revisión de datos de Kenny y La Voie (1984) indica que, utilizando
este criterio estadístico, existen normas grupales para la atracción, pero no
para el liderazgo.
El modelo anterior puede ser reformulado de la siguiente manera, para
dar cuenta de los efectos grupales, diferentes de los efectos de interacción:
Dados X ijkm, donde sujeto i actor, sujeto j pareja, m igual media grupo y
k especifica el grupo,
Xijkm = Um + a im + b jm + g ijm + e ijk m
Yijkm = U’m + a’ im + b ’ jm + g' ijm + e ijk m
Verbalmente, esto quiere decir que hay cuatro niveles de efectos y correla
ciones (supongamos que X es apreciar e Y sonreír):
a) la correlación entre nivel grupal de Um con Um’]
b) la correlación díadica de g ijm con g’ijm;
c) las individuales a y b con a’ y b';
d) las de error (Kenny y La Voie, 1984).
Kenny y sus cois, han propuesto que para grupos en los que cada miem
bro da una sola puntuación, se puede plantear que ésta es función de un
componente grupal y de un componente individual (resaltemos que el compo
nente de interacción díadica y el componente de la pareja se eliminan en esta
formulación).
Aunque simplificado, este modelo permite diferenciar los efectos indivi
duales de los grupales y permite examinar la mayoría de las matrices de datos
obtenidas en estudios de grupos y de organizaciones (Kenny y La Voie, 1985).
Su formulación algebraica es:
Xik = Um + a im + e im [Kenny y La Voie, 1984; 1985].
276 D. Páez, J. Marques y P. Insiíc
Media de juicios
Estado de ánimo:
m positivo neutro [ [ negativo
gente que agrega elementos nuevos y que está distribuido entre los miembros.
Así dentro de un grupo social habrá gente en la que predomine el enfado y la
rebelión y otra en la que predomine el miedo y la apatía, aunque compartan
con los primeros el miedo.
Decir que existe un clima de miedo y amedrentamiento que se disipa,
hace referencia al ambiente social dominante globalmente entre los integran
tes de un grupo; y como en un cocktail, al unir actitudes y emociones contra
dictorias, provoca un resultado nuevo, diferente de la simple suma de los in
gredientes.
Sin embargo, esto no niega que una emoción colectiva tendría el papel
dominante sobre otras; en el caso de Chile entre 1973 y 1990, fue el miedo el
que ocupó este lugar.
Este conjunto de emociones básicas distribuido socialmente, unido a cier
tas representaciones sociales sobre el mundo y el futuro social, cumple funcio
nes de regulación social (De Rivera, 1992; Páez y Asun, 1992).
Mediante jueces expertos obtuvimos evaluaciones globales del constructo
grupal (el de clima emocional en nuestro ejemplo; Páez y Asun, 1992) y de
mostramos que éstas se asociaban significativamente con indicadores agrega
dos objetivos. En el caso de Chile, la evaluación de jueces expertos (psicólogos
viviendo en el país durante todo el período dictatorial) sobre los niveles me
dios de miedo, alegría, tristeza y enfado de la persona prototípica de izquier
286 D. Páez, J. Marques y P. Insúa
n k
MCix =
k(n - 1)
k
(x.j - x ..y
M C /ex = — fe!---------------
k- 1
n k
para X
CMCex - MCu)
n
290 D. Páez, J. Marques y P. Insúa
para Y
(MCev - MC/v)
n
[Kenny y La Voie, 1985].
Con estos procedimientos podemos contrastar si hay varianza grupal o
colectiva e individual, y si estas últimas puntuaciones están relacionadas.
Aún en el caso de que las puntuaciones no sean independientes, podemos
estar interesados en estudiar los procesos a nivel individual. Además, es muy
común que haya varianza importante tanto al nivel grupal com o al nivel indi
vidual. En este caso, según Kenny, el investigador debe computar la corre
lación apareada intragrupo. Esto implica sencillamente extraer de cada pun
tuación individual la media del grupo de sujeto y sobre estas diferencias o
residuos, calcular la correlación. Los grados de libertad de esta correlación
son N (número de sujetos) menos K + 1 (número de grupos más uno). Esto
ayuda a eliminar las diferencias que pueden ocurrir entre los sujetos y que se
pueden atribuir a la interacción en el mismo grupo (Kenny, 1986).
Otra perspectiva similar, desarrollada amplia y claramente en González y
Peiró (1992), es la del análisis intra-inter (recomendamos la lectura del texto
antes citado, ya que expone una visión sistemática de la investigación colecti
va, desde el punto de vista de la psicología social de las organizaciones, con
un buen desarrollo estadístico, aunque comprensible para el lector medio).
Este análisis sugiere calcular tres correlaciones diferentes, para constatar
a qué nivel se dan las asociaciones más significativas. Repitiendo que N =
número total de sujetos, J = número de grupos, GMX y GMY medias globales
de las variables x e y, MXj y MYj medias de cada grupo y Xi e Yi las puntua
ciones individuales, se realizan tres correlaciones:
£ ( % - » ) ( y -y i)
x,y V z (X - X i )2 £ (Y - Y /)2
Grados de libertad = números de sujetos - número de grupos - 1
b) La correlación entre grupos, que corresponde a la asociación entre las
medias de cada grupo. Conceptualmente corresponde a las asociaciones y ex
plicaciones de nivel colectivo.
Z (X i - J } (YÍ - Y)
*"v ^ (X / -X ) 2 £ ( Y / - Y )2
Grados de libertad = Número de grupos - 2
c) La correlación total entre x e y con N-2 grados de libertad.
El estudio científico de los grupos. 291
sugiere multiplicar las medias por los efectivos de cada grupo (Kenny y La
Voie, 1985). Utilizando una matriz de datos normal, esto implica aplicar la
orden de correlación a las medias grupales asignadas a los sujetos.
Se examina cuál es la significación estadística y se comparan las correla
ciones intra e intergrupo para ver si son significativamente diferentes, median
te un test Z cuya fórmula es la siguiente:
y _ ZpMTRF - ZíNTRA
N-J- 3 J- 3
MCP¡m
rajustadav
Grados de libertad = KI (n - 1) -1
MCPe„ - MCP¡
rMM,, -
m cz ^ m rn c^ ci)
donde Yi,j y Xi,j representan las puntuaciones del sujeto «i» del grupo «j» en
las variables Y e X; y Xj es la media del grupo «j» en la variable X. B 1 indica el
grado en el que la varianza de Y es explicada por una variable individual; y B2
indica el grado en el que esta varianza es explicada por el constructo colectivo.
Verbalmente y sin tomar en cuenta la puntuación de error, tenemos para
Pedro:
Nivel de satisfacción laboral de Pedro = 51 Autonomía personal de Pedro +
B2 Media de autonomía del grupo
Si los grupos son igualitarios o sin grandes diferencias y las preguntas
son relevantes, se puede trabajar con la media como indicador directo del
constructo colectivo o grupal. El examen del rango o de la desviación típica
nos puede servir para ponderar el impacto de la media.
Una medida sencilla sería dividir la media por su desviación típica, lo que
nos permitiría tomar en cuenta tanto la «norma» como la «cohesión» del gru
po en tomo a ella.
E l estudio científico de los grupos... 293
(Xj)
8. Conclusiones
Notas finales
Nota
Anexo
Referencias bibliográficas
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ZEBROWITZ, L.A. (1990): Social Perception, Milton Keynes, Open University Press.
13
1. Introducción
1. En el plan o m atem ático se puede efectivamente m ostrar que la versión m últiple trata d e un gran cu adro
de contingencia, el cuadro de Burt, que contiene tablas de contingencia de orden inferior. La m étrica utilizada
sigue siendo, pues, la de Chi-2.
Las variaciones interindividuales e intergrupos 303
MEDIA
cine
m úsica popular
no-respuesta
M EDIA-BAJA
MEDIA A L T A
BAJA exposiciones
ugar a las cartas ALTA
ópera
2. E n los casos de cuadros de datos de mayores dim ensiones, la sim ple inspección del gráfico n o perm ite
avistar co n facilidad las m odalidades m ás importantes de cada factor. H abitualmente n os referim os a las con tri
buciones d e las variables a los factores (llam ados a veces contribuciones absolutas) para seleccionar las m od ali
dades m ás significativas. Estas contribuciones^jíxpresadas-en porcentajes, totalizan, p o r consiguiente, 100 p o r
cada factor y cada con jun to (líneas y colum nas). E n nuestro ejem plo, en lo concerniente a las líneas sobre el
factor 1, los estratos b ajo (43 %), m edio-bajo (21 %) y alto (22 %) aportan contribuciones superiores a la m edia
(que es de 20 % cu an do hay cin co m odalidades). Sobre el factor 2 alcanza una con tribu ción significativa
solam ente el estrato m ed io (64 %).
3. Las líneas han sid o igualmente reorganizadas en fun ción de los estratos sobre este factor. Sin em bargo,
este reordenam iento es im perceptible, porque, tratándose de una variable de nivel ordinal, correspon de al orde
nam iento de origen. El análisis de las correspondencias permite, n o obstante, verificar que el orden teórico de
las m odalidades de esta variable corresponde al orden observado.
Las variaciones interindividuales e intergrupos 305
4. Se aprecian fácilmente algunas im plicaciones interesantes de esta cuantifícación de m odalidades nom ina
les y ordinales. Los diferentes posicionam ientos, form ulados desde hace varios años sobre la naturaleza d e la
mejor rejilla de profesiones o categorías socio-profesionales, p. ej., pueden ilustrarse m ediante el exam en d e las
distancias entre diferentes niveles de una rejilla dada, y de los reajustes sucesivos de esta rejilla co n m iras a
obten er una representación m ás regular de los diferentes intervalos d e un continuum.
306 F. Lorenzi-Cioldi
5. En el cu ad ro de datos fuertem ente estructurado co m o el de nuestro ejem plo, los resultados salidos d e la
aplicación de d os variantes del análisis de las correspondencias son virtualmente idénticos, a excepción del porcenta
je de varianza explicado p o r cada factor. Este porcentaje es siempre m ás débil en el caso de la correspondencia
múltiple (para una justificación m atem ática, ver, p. ej., Lebart, M orineau y Tabard, 1977, pp. 130 y 235).
6. La heterogeneidad de la pob la ción analizada puede plantear un p roblem a en las com ponentes principa
les, p ero n o en las correspondencias múltiples. Introduce, en efecto, una con fusión entre variaciones individua
les y variaciones inter-grupos.
Las variaciones interindividuales e intergrupos 307
7. Se leerán co n p rovecho las aplicaciones del análisis de correspondencias múltiple a datos de encuestas
sociológicas en B ourdieu (1976; 1979); a textos, m ás precisam ente cartas de lectores, en Boltansky (1984); y a
datos experimentales, en Lorenzi-Cioldi (1988).
Las variaciones interindividuales e intergrupos 309
sin embargo, ha afectado a las partículas «o», «y», así como «ni». Estas partícu
las ejemplifican, a su vez, las tres grandes concepciones de la androginia que he
evocado en el apartado 1: la androginia como equilibrio de cualidades masculi
nas y femeninas, como fusión de sexos y como transcendencia de cualidades
sexuales. El corpus, tras la simplificación, no contiene estas partículas sino
cuando remiten de manera suficientemente explícita a estos tipos de lazos entre
los sexos o entre las cualidades sexuadas (p. ej., la partícula «y» en «hombre y
mujer», «fuerza y dulzura», ha sido conservada). El corpus reducido totaliza 672
palabras de las que el 40 % son distintas; 77 palabras, que aparecen al menos en
dos sujetos, son objeto de los análisis de correspondencias.
El párrafo 2.1.1. aplica la versión múltiple a las respuestas de los sujetos a
una cuestión abierta, y el párrafo 2.1.2. aplica la versión simple a estas mis
mas respuestas.
arnoríioco
nlenitnü
opuestos
arquetipo HOMBRE-PERSONA
Yina-Yang
totalidad id e a l
herm afrodita
no d i f e r e n c i a reproducción
PERSONA-OTRO
posee órganos androginia
norm as sociales mito
dulzura cosa e stilo
no Id e n t id a d d os s e x o í d iferenc ia p sic ológica
PERSONA
influencia HO MB RE
li d a d e s
fem inidad y
ni m a s c u l i n o ni f e m e n in o parte
m asculinidad
a la v e z patología
O T R O ____________________________ irtart
ampo ca ra cte rística
hombre
a ce p ta :ión p ositivo
f isleo bisexuado
mujer o andrógino
identidad sexual persona hombre
rasgos personaie
CO N O CIM IEN TO a ctitud
e je ^ P 10 s e x o in d i f e r e n c i a d o
mu e r m a s c u l i n a HOMBRE-MUJER
ni h o m b r e ni m u i e r loo k u n i s e x perturbador
s in signi s ap ariencia m isterioso
ambioüedad ixo a m b i g u o c ab ellos
h o m b r e f e m e n in o
homosexual c a r a c t e r ís tic a s sexuales
:élenre
JJE R P ER S O N A CELEBR E
con fusión
Leyenda. Mayúsculas: variables pasivas (cuadros d e referencias dadas a las cuestiones cerradas).
Nota. Las modalidades, con una contribución significativa de un o al m enos de los dos factores, están en subrayado.
-
312 F. Lorenzi-Cioldi
m a scu lin id a d
co mporta mien to
Hp
acep tación
Hh e s q u e m a
cu alidad p a to lo gía
cantante ni h o m b r e ni m u j e r
m u ie r célebre
sexo am biguo
órganos perturbador
características
dulzura se xu ale s
Leyenda. El sexo de los sujetos viene en letras m ayúsculas (H, F = H om bre, Mujer). Los cuadros de referencia se
indican co n m inúsculas, en varias com binaciones: h = hom bre; f = m ujer; p = persona en general; tt = todas las
respuestas tarjadas; au = otro.
Nota ' idalidades representadas aportan contribuciones significativas a uno, al m enos, de los dos factores.
f u n c i o n a r io
hU£VO
v a c ío
a d a p t a ció n
cuadrado
no d e p o r t iv o m asculino
m o re n o
franco H fc la rg o
Hhf f e m e n in o
típico
burócrata mujer
br o n c e a d o
Hhc H ff no f in o
F fc esmerado
Fhf Fhc
in t e le c t u a l
Fff joven
hombre deportivo
r ed ondo a ctivo
ló g ic o
du lce
in t e l i g e n t e
d e t e r m in a d o
t r io
duro dinám ico
im p a sib le ,'ahlp
ce r r a d o a m a b le
enojoso v i v i d or
triste reflexivo sim p á tico
serio F in a m i o a b l e F f s j o v ia l
reservado Fhn Hfn Hhs
p e n s a t i v o e n o ja do Hfs d i v e r t i do
adorm ilado Fhs abierto
in fe liz a g r a d a b le
Hhn
desagradable grave cuidadoso jocoso
antipático d ic h o s o
p e n e t ra n t e inge n uo
indiferente concentrado satisfecho " contento
com petente
in t r o v e r t i d o
Leyenda. El sexo de los sujetos se indica co n m ayúsculas (I.J, F = H om bre, Mujer). Los rostros-blanco y
las expresiones se indican en m inúsculas y en este orden: sexo: h = hom bre; f - m ujer. Expresión: s = sonriente;
n = neutro; f = obscuro; c = claro.
Nota. Todas las palabras han sido puestas en singular y en masculino antes de efectuar el análisis factorial. Las palabras
con una contribución dos veces más elevada que la media a uno, al menos, de los factores aparecen en subrayado.
factor afecta a la condición expresiva y opone las asociaciones con los rostros
neutros (p. ej., reservaclo(a), introvertido(a), indiferente, impasible) a las asocia
ciones con los rostros sonrientes (amigable, abierto(a), sociable). Se constata
que las respuestas suministradas por las mujeres delimitan, más fuertemente
que las de los hombres, la sonrisa y la neutralidad de los rostros, lo cual
atestigua la implicación más intensa de las mujeres en una diferenciación de
naturaleza expresiva. Pero el contenido de los rasgos imputados a los rostros
aporta otra modulación interesante. Los rasgos que aportan las contribuciones
absolutas más elevadas pueden, en efecto, formar un listado para describir los
prototipos de rostros que les corresponden en el plano de la figura 4. La mujer
de expresión neutra es triste, dura, cerrada, severa; el hombre neutro, en cam
bio, es serio, determinado, reflexivo, penetrante, concentrado e inteligente. Pero
el hombre sonriente no es despreciado tan fuertemente; si es ingenuo, es
igualmente satisfecho, abierto, vividor y... sonriente-, la mujer sonriente, en
cambio, es amable, dichosa y dinámica. Si el prototipo del hombre es neutro y
el de la mujer es sonriente, la transgresión se penaliza más en el blanco mujer
que en el hombre. El factor 2 de este análisis reagrupa las respuestas de la
condición abstracta. El criterio no pertinente asociado a los rotros (la densi
dad de los grabados punteados) no genera diferencias entre las palabras evo
cadas (vacío, oval, largo, cuadrado, términos descriptivos que se aplican a to
dos los rostros). Pero las proyecciones de los sujetos de sexo masculino son
aquí más extremas que las de los sujetos de sexo femenino. Estos resultados
muestran que la carga expresiva vehiculada por una sonrisa se valora de
modo casi unánime, pero que esto se da más en el caso en que el blanco es
una mujer. Si la sonrisa femenina es, no obstante, apreciada por todos los
sujetos, la neutralidad masculina lo es todavía más, pero lo que prima aquí
manifiestamente sobre la evaluación es su utilidad social (como lo señalan
los términos com o determinado y penetrante, asociados al rostro neutro del
hombre).
8. E l h ech o d e que los elementos suplementarios se coloquen independientes unos de otros en el plano de
los factores autoriza la introducción de m odalidades redundantes en un m ism o análisis factorial.
316 F. Lorenzi-Cioldi
Nota. La colum na «E n % » es un indicador de la variabilidad individual. El valor del porcentaje está ligado al
ch an ce de que una palabra dada n o aparezca sino en un individuo (en el presente estudio, cada sujeto daba tres
palabras distintas a cada rostro).
Fhc
rlfC
claro
Hff
F ff
Ffc ABST RA CTO
oscuro
Hfn Hhf
Fhn neutro
Hhn m ujer
MUJE
Ffn HÜntSK
Fhf hombre
Hfs
EX PR ESl' 10
Fhs
Hhs son rie n te
Ffs
Hhc
Leyenda. El sexo de los sujetos lo da la palabra entera en letras mayúsculas. El sexo de los blancos lo dan estas
palabras en letras minúsculas. Los rostros-blanco y las expresiones se indican p o r m inúsculas y en este orden:
sexo: h = hom bre; m - m ujer. Expresión: s = sonriente; n = neutro; o - obscuro; c = claro.
s o n rie n te
s H fs
Ffs EXPRES IVO
Hhs Fhf Hfn
hon ¡Dre
HDMF R F
neutro
MUJE } Hhn
mu er Fhn
Ffn
Fhc
Hhc
ABSTRACTO
Hhf
oscu ro
claro
Ffc
F ff
Hfc
Hff
que los del otro enfoque y, de otra parte, que el objetivo de verificar las hipó
tesis del enfoque simple, sobre lo que he insistido en el apartado 1, debería
«controlarse» siempre por un enfoque múltiple que delimita su alcance.
Voy a introducir ahora otra técnica importante en el estudio de los gru
pos en psicología social, el análisis discriminante.
3. Análisis discriminante
3.1. Introducción
Grupo 1 2 3 16
Independ. Competit. Vehemente Sensible
Sujeto 1:
Sr. N., cuadro 1 1 0 0 0
Sr. D., empleado 2 0 0 0 0
Sra. T., cuadro 3 0 1 0 1
Sra. L., empleada 4 0 0 1 0
Sujeto...:
Sr. N., cuadro 1
Sr. D., empleado 2
Sra. T., cuadro 3
Sra. L., empleada 4
Sujeto 62:
Sr. N., cuadro 1 0 1 0
Sr. D., empleado 2 1 0 0
Sra. T., cuadro 3 0 0 0
Sra. L., empleada 4 0 0 1
9. Va de sí que un cuadro así de los datos podría som eterse igualm ente a un análisis factorial de correspon
dencias múltiple. Pero en este caso, la variable «grupo» se introduciría co m o m odalidad suplem entaria y n o
funcionaría, p o r tanto, co m o predictor.
322 F. Lorenzi-Cioldi
Funciones discriminantes
1 2 3
Decidido (a) -0,47 -0,01 0,29
Lógico (a) 0,01 -0,20 0,10
Independiente -0,34 -0,14 -0,44
Analítico (a) 0,04 -0,22 -0,14
Competitivo (a) -0,33 0,05 0,26
Egoísta -0,24 -0,06 0,50
Agresivo (a) -0,15 -0,25 -0,27
Intolerante -0,01 0,03 0,13
Sensible -0,17 0,52 -0,06
Afectuoso (a) 0,24 0,03 0,45
Efusivo (a) 0,20 0,19 0,14
Amable 0,35 -0,03 -0,08
Susceptible 0,44 -0,14 0,13
Tímido (a) 0,26 0,04 -0,01
Emotivo (a) -0,04 0,57 -0,25
Irritable -0,27 -0,09 0,31
Lambda de Wilks 0,29 0,77 0,92
Valor propio 1,67 0,19 0,08
Significación < 0,001 <0,001 <0,15
Correlación canónica 0,79 0,40 0,28
Centroides de los grupos
Sr. N., cuadro -1,22 -0,76 0,58
Sr. D., empleado 1,01 -0,06 0,11
Sra. T., cuadro -0,90 -0,48 -0,40
Sra. L„ empleada 1,11 1,30 -0,29
Nota. Los adjetivos están ordenados en fun ción de su estereotipo (m asculino, fem enino) y su evaluación (positi
va, negativa).
Grupo predicho
Total Hombre Hombre Mujer Mujer
cuadro empl. cuadro empl.
Grupo observado
Hombre-cuadro 62 41 2 18 1
66 % 3% 29% 2%
Hombre-empleado 62 5 34 6 17
8% 55 % 10% 27%
Mujer-cuadro 62 17 3 38 4
27% 5% 61 % 7%
Mujer-empleada 62 2 13 5 42
3% 21 % 8% 68 %
Nota. El 63 % d e los casos están correctam ente clasificados. Los porcentajes han sid o redondeados. L os p orcen
tajes d e los casos correctam ente predichos para cada grupo están en negrita.
mujer cuadros, o entre un hombre y una mujer empleados, mucho más que al
interior de cada grupo de sexo. Así, por ejemplo, si las tres funciones extraídas
permiten clasificar correctamente las respuestas de 66 % de sujetos al blanco
Hombre-Cuadro, los 34 % de sujetos mal clasificados corresponden al blan
co Mujer-Cuadro (29 %), más bien que al blanco otro hombre (3 %) o por el
blanco mujer-empleada (2 %). Las figuras 7 y 8 ponen de relieve estos fenó
menos (véanse páginas 325 y 326).
Ambas figuras permiten leer las proporciones de respuestas clasificadas
correctamente y las confusiones entre los blancos presentados en el cuadro 6.
En la figura 8, los valores discriminantes están representados sobre la base de
las profesiones y aparecen más separados en dos grupos que en la figura 7,
donde los valores están representados sobre la base sexual.
Conclusión
I evenda
o M u je r-E m p le a da
o M ujer-C uadro
• Hom bre-Em pleado
• H om bre -C uad ro
I evenda
o Mujer-Empleada
• M ujer-C uadro -
o H om bre-Em pleado
• Hombre-Cuadro
10. H ay que anotar todavía que el valor absoluto de Chi-2 n o está ligado a los resultados del análisis de
correspondencias. Contrariamente a los test de inferencia, el análisis de correspondencias n o es sensible a la
talla de la muestra. Se trata del efecto de homotecia descrito p o r Cibois (1984), según el cual es la estructura de
las diferencias en la independencia, y n o su intensidad, lo que afecta a los factores. Se recom ienda, en con se
cuencia, n o h a cer los análisis de correspondencias sino sobre cuadros cuya significación de Chi-2 se ha verifica
d o previamente.
Las variaciones interindividuales e intergrupos
Referencias bibliográficas
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ISBN 8 4 - 9 2 1 2 5 3 - 0 - 6
9M7 8 8 4 9 2 " 1 2 5 3 0 2