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CAPÍTULO 3
1
Este texto es producto de plurales intercambios entre nosotros; un nosotros integrado por quienes
sostenemos a diario la investigación que busca pensar la escuela en sus múltiples formas de producción
(Diego Sztulwark, Miguel Burkart, Agustina Lejarraga, Bruno Sayavedra, Cristina Ibalo, Gustavo Laskier
y Silvia Duschatzky), compañero de ruta que vienen acompañando en la gestión del proyecto de radio
(Diego Skliar, Alcira Garido) e interlocutores varios que se van sumando en esta telaraña de pensamiento
(Peter Pál Pelbart, Marcelo Percia, Carlos Skliar y especialmente los que participan del equipo de Gestión
Educativa – Flacso).
En la conversación que sostuvimos (véase el capítulo 5), Peter Pál Pelbart 2
plantea que el problema fundamental es el de la modulación de las percepciones. Es
decir, antes de la desesperación por resolver qué hacemos, la tarea es problematizar la
manera en que percibimos. Una cuestión de registros de sensibilidad. Nuestros códigos
de percepción difícilmente perciban lateralidades, desvíos, signos periféricos a su grilla
de prescripciones y transgresiones. Por ejemplo, el documental La Batidora3, sobre la
radio que montamos con los chicos en la Escuela 105 de Catán, se basa en toda esa
existencia que es invisible o estigmatizada por el formato perceptivo institucional. En
los raperos, que cantan improvisando y cuentan cómo funciona su arte, podríamos haber
visto sólo incoherencia discursiva o falta de estructuras. O en Marcelino, el chico que
quedó afuera de la escuela y volvió, años después, para contar en la radio su
conocimiento de las drogas, hubiéramos visto el mero retrato de un drogadicto. Pero
abriendo los ojos a lo no escolar, en el rap vimos la potencia del entrenamiento en la
improvisación, un modo de decir que piensa la intensidad del vivir, y en el relato de
Marcelino, un testimonio que roza los efectos ambivalentes del consumo de manera más
elocuente que cualquier campaña mediática. Lo no escolar está en la escuela.
En otra ocasión, charlando con Marcelo Percia 4 veíamos que lo no escolar se
perfila como el nombre de una línea de fuga. Como puede leerse más profundamente en
el capítulo donde conversamos con él, una escena que relata muestra claramente cómo
“lo no” puede ser un prefijo al servicio de una afirmación. Él cuenta que los “actos
clínicos” se producen en situaciones no previstas:
Cada vez que tengo que calcular el tiempo que demoro en recorrer el trayecto que va
desde el estacionamiento hasta la sala de encuentro del hospital. Al principio llegaba
justo, después 15 minutos tarde. Ahora tengo que prever una hora… mientras camino
por el pasillo se van produciendo episodios de diálogos con gente que espera en una
suerte de cola. De pronto me encontraba en una rutina de situaciones con personas con
las que, en otros momentos, apenas cruzábamos un saludo.
Sin embargo, no podía dejar de ver que ahí se decían cosas; cuando llegaba a la reunión
contaba con mucha información. Entonces empecé a pensarlo como parte el tiempo de
trabajo. Esa conclusión desembocó en la idea de que la clínica se hace en cualquier
parte en que haya una demanda de escucha y una disponibilidad de atención. Es curioso
que esa intensidad de encuentros no ocurre siempre en los espacios previstos: el grupo
terapéutico, la asamblea, el consultorio, la reunión familiar. Allí suceden cosas pero no
del mismo relieve.
Hay aquí un problema: los espacios diseñados para que acontezcan escenas de
intercambio se ven desbordados. No se trata de rechazarlos sin más, pero sí de percibir
que una equivalencia entre acto y lugar, espacio y función, está estallada. La discusión
2
Peter Pál Pelbart es filósofo y ensayista. Nació en Budapest, estudió en París y actualmente vive en San
Pablo, Brasil, donde es profesor de Filosofía. Entre sus temas de investigación se encuentran la locura, el
tiempo, la subjetividad y la biopolítica. Publicó, entre otros libros, O tempo não reconciliado y Vida
capital, y tradujo parte de la obra de Gilles Deleuze al portugués. En la actualidad es coordinador de una
compañía teatral con pacientes psiquiátricos.
3
La Batidora –radio en la escuela- es un documental que recorre la experiencia de una radio en una
escuela del conurbano bonaerense. La inercia escolar se ve interrumpida por una energía juvenil que deja
asomar sensibilidades, inquietudes, tensiones frecuentemente opacadas por el desencanto de los adultos y
el peso de símbolos desvencijados.
4
Marcelo Percia es psicoanalista y escritor. Trabaja sobre temas vinculados a la subjetividad y la cultura
contemporánea. Es titular de la cátedra de Grupos de la Facultad de Psicología de la UBA y trabaja en
hospitales psiquiátricos pensando la problemática de la clínica de lo grupal. Escribió una serie de ensayos,
entre otros: Alejandra Pizarnik, la primera analizante. Participa del comité editorial de la revista
Confines.
se empobrece si la planteamos entre detractores o defensores de los dispositivos
heredados, en cambio crece si pensamos en esos más allá, que en verdad pueden ocurrir
en el espacio “aula” o el espacio “consultorio” en tanto estemos atentos a las fuerzas
que perforan los clichés de percepción, es decir, en tanto prestemos atención a ver el
permanente “fondo pasillo” o “fondo esquina”, de lo que llamamos aula; lo no escolar
como condición –y no perdición- de la escuela.
Capas de lo no escolar
En relación con el relato de María7, Diego Skliar se pregunta: ¿Qué pasa que
esas cosas no asoman en la radio? María me lo contó por fuera, como si la radio no
pudiese “mancharse” de experiencias y dolores personales. Como si no fuese
importante o “demasiado bajón” para contarlo. Es interesante para trabajarlo con ellos.
¿Podríamos decir que la radio es vivida como un tiempo que quiere preservarse
no tal vez de situaciones adversas vividas afuera, pero sí de una densidad emocional
oscura? Quizá tendríamos que pensar cómo hacer para no caer en el anecdotario
mediático de esos hechos, pero aprovechar la radio para hacerlos pasar por una
elaboración colectiva, algo de la interioridad común a la que se refiere Santiago López
Petit.
Habría una diferencia entre una radio que funcione como confesionario y una
radio que invite a pensar los avatares de las vidas. ¿Qué despierta la vivencia de
situaciones como las relatadas por María?
La radio funciona como un pasaje o un símil del revelado fotográfico. La escuela
sería como el negativo: solo percibimos tenues figuras, sombras, destellos, pero se nos
escapan los detalles. La radio operaría como un revelado. De pronto todo cobra mayor
visibilidad aunque no necesariamente lo que vemos resulta inteligible. Alguien nos
comentaba cuando proyectamos La Batidora que percibía allí un exceso de
información. No al estilo mediático, sino como proliferación de situaciones
superpuestas, simultáneas, no vinculantes. La radio deja ver una multiplicidad de
intensidades que están en la escuela, pero no necesariamente provocan nuevos
agenciamientos escolares. La escuela se presenta desde una estética cruda, nada más
inapropiado desde las coordenadas escolarizantes. Lo no escolar está en la escuela, pero
¿hace escuela? Tal vez podemos pensarla bajo la figura del impasse. Temporalidad
ambigua y difícil de desentrañar. Se trata de una fuerza que la perfora, se filtra y nos
muestra una materialidad diferente sin aún dar cuenta de las diferencias que a partir de
ella pueden abrirse. Alguien en Flacso decía, mientras escuchaba los relatos de la radio,
que le daba la impresión de que eran los pibes los que “causaban” a la escuela y a los
profes, cuando en verdad el sentido común dice que tiene que ser al revés o espera que
7
El día viernes 30 de octubre hicimos radio en la escuela. Al terminar el programa, María se acercó y nos
contó que en la calle el otro día unos pibitos habían tratado de avanzarla y un amigo de ella salió a
defenderla y le metieron ocho tiros en una pierna, y que ahora está internado y no la dejan ir a verlo. Muy
fuerte todo el relato…
funcione a la inversa. El dispositivo radio toca o se mete ahí donde los dispositivos
capacitación no alcanzan. La radio tomó a los profesores que incluso no están en la
radio.
Lo no escolar, cuando ya no puede ser obviado ni disciplinado, pone de
manifiesto que la escuela se quedó sin piel. Como si dijéramos: El rey está desnudo.
Agustina8 ve que la radio despliega diferentes planos, como las milhojas a las que se
refería Peter. Una radio que en el aire suena más controlada y una radio en off que abre a
una información “clandestina” sobre la vida de los pibes; no por un rasgo ilegítimo,
sospechoso, sino por que se mete en zonas comúnmente imperceptibles. “Por fuera de
los micrófonos se respira un clima de mayor intimidad”.
La radio nos expone a las “pasiones”. La escuela no elabora las pasiones (no
“pasiones” en un sentido romántico, sino los afectos de la vida; las pasiones como lo
real de los cuerpos), y esas pasiones que atraviesan los cuerpos de los pibes y pibas
están ahí, casi en la superficie. Constituyen lo real de lo no escolar. Cualquier
proximidad con ellos implica una proximidad con esas pasiones, ligadas a mil historias
de los increíbles. ¿No hay una relación directa entre la potencia de la radio, esa potencia
en cierto modo aún y siempre “potencial”, y los modos de dar cauce a esas pasiones
(que son celos, tristezas, vergüenzas, orgullos, etcétera)? No diríamos que se trata de
suspender la razón, o de oponerla caricaturalmente a la pasión. Sabemos bien que no
hay razón abstracta. Cada vez que aparece la razón como abstracción, o racionalismo,
estamos frente a una política de organizar las pasiones en un cierto sentido. Proponemos
pensar las pasiones como premisas para experimentar los posibles de la escuela.
8
Agustina Lejarraga, miembro del equipo de investigación.