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J o <U f}¿¿"y -

Ji
MEMORIAS

DE BLANCA CAPELLO:

CRAX -DUQUESA

DE TOSCANA
M E M O R I A S

DE B L A N C A CAPELLO:

GRAN-DUQUESA

VE TOSCANA,

PARA. LA ' HISTORIA DE LA VIRTUD*


EN LA HUMILDE Y ALTA FORTUNA.

POR

DON ANTON IO MARQUES


y Espejo.
i \

i ' .. \\
MADRID: \ !:

E N LA IMPRENTA "-^X
DE DON ANTONIO CRUZADO.
ANO DE 1803.
feste y los demás Exemplares
de qualquiera de las Obras de
su Autor, irán selladas y rubri-
cadas por él mismo.
PROLOGO
D E INVENCIÓN N U E V A Y LARGO
por que es la obrilla bastantemente,
rara y corta. *

ncerrado por una políti-


ca necesidad en un Pueblo de
campos , semejante al que pudo
tener presente el Sabio CONSTAN-
TINI, mientras escribió su Car-
-ta sobre los riesgos é incomodi-
dades de todos ellos , hice . re-
curso para alivio de mis penas al
mismo arbitrio á que recurrieron
en tales casos, varios ingenios
célebres, cuyos preciosos escritos
debieron su luí á la infausta obs-
curidad de su desgraciado re-
tiro; es decir que apelé en mi
triste infortunio al socorro de las
letras. Para mayor aumento de
mis estraños males, privado del
auxilio de los libros, la obra única
que pudo proporcionárseme fué la
Francesa z=z NóuveauDictionai-
re historique. Deseoso de ocupar-
me todavía con mas intensión que
la que me procuraba aquella lec-
tura , en el instante en que vi la
palabra Ca pello, me resolví á es-
cribir estas memorias, sin otros
materiales, para su formación^
que los de las cortas lineas del cita-
do Diccionario, por donde puede
verse ¡a verdad de esta historia^
que de ningún modo debe confun-
dirse con una Novela. La he da-
do toda la extensión de que cons-
ta , adornándola con los episodios
tiernos, y naturales, que he inven*
ta do, con atención á la situación
de la misma Heroína, y al fin mo-
f ¿ / , que me propuse, y deseo se
saque de esta lectura. El es ins-
t ructívo, y útil. \ Que mas que
el precaver á los jóvenes de am-
bos sexos de la facilidad con que
suelen entregarse á los principios
seductores de una pasión, que les
cautiva hasta perderles] Asi fue-
se yo tan dichoso que lograse con
mi escrito apartar de su riesgo
siquiera una personal Con esto so-
lamente , óh i T como daría yo
por muy bien empleadas las mis-
mas penalidades que le han pro-
ducido ! \T que poco me importa-
ría que le despreciasen los rígi-
dos zoilos de la erudición moder-
na , ó los preocupados sabios de
las edades godas! Ni unos ni 5

otros , podrán quitarle las cír-


distancias, que se encuentran,
según Marcial, en todo impreso.
donde......... sunt bona,
sunt quaedam mediocria, sunt malaplura.

Lo que en mi castellano, y ver--


sos ramplones significa:

« En todo escrito se miran


» cosas buenas, con pasables
» y muchas, nada laudables.,,

l Deberá ser este mió tínica


excepción de la regla cierta, y
general? Aun en este supuesto,
el Lector prudente no se olvidar
ré de esta máxima , de un Lité"
rato célebre de nuestros/lias., que
dice así, traducida fielmente, por
que no quiero (como se. acostum-
bra) se mortifique el Impresor,
[dquien creo Español) en estror
pearelidioma francés rz: «Las
» bellas letras, invmtadas para
» derramar su delicioso placer,
i> sobre la vida , no deben servir
nde pretexto para inquietar la
»tranquilidad de un hombre de
vbien, que queriendo instruir, ó
^entretener á los otros, m ha po-
»dido conseguirlo. »
Tampoco intento por estas re-
flexiones privar al público del
derecho, que debe tener sobre to-
da obra, para sentenciarla con
severidad después de que la ha pa-
gado : derecho , que el Erudito
Boileau justifica, y aprueva por
aquellos versos suyos, tan decan-
tados en varios prefacios nues-
tros , y que por conclusión voy á
repetir yo (pero en mi propio
idioma, de que no me avergüenzo)
sometiéndome á la opinión del ci-
tado satírico fraiicés\ quzdlce
en redondilla mia.
« Luego que por la impresión
»»el manuscrito se asoma,,
, vde quien por su oro le toma
«queda esclavo con razón.»»
T A B L A .

DE LOS CAPÍTULOS
COMPRENDIDOS EN ESTA OBRA»

CAPÍTULO I. Pag. 6. N a c i -
miento de Blanca Capellq, Su
crianza, educación, y prime-
ra edad.
CAPITULO II.-Pág. a i . Origen y
progresos de una pasión amo-
rosa de .Blanca,. Motivo de
su fuga^.con./u amante de
la casa de sus Padres. El ter-
:

rible quebranto-, que les cau-


só este sentimiento . y muer-
4

te de la Sençora, de Gaíteri,
cuya indiscreción fué el ins-
trumento de tantos males.
CAPITULO III. Pág. 5 6 . Desem-
barco de Blanca. Su Matri-
fnonio, celebrado en Pysto-
ya. Arrivo-dé *tá&ríuevos Es-
posos i Florencia. Su residen-
ciá-'erf fcrca/á "de ^os Padres
de Bonávéritdri f fcori > otros
;

varios lances, ocurridos en


eílav - ; ' • r
' * •. . i . •
:

CAPITÜLOW. Pág:> íp?. ElGrán-


l

* l>üqué'dé Tósca-ná' ve álBlán-


ca casualmentejimpr esion que r

causa su herafosará eti'é'1-co-


razón del -Soberano. Visíta-
la ésté, en laxra'sáde un Gran-
:

de. Sustos y córíséqüéncías de


j

la tal visita; ^Mutación con-


siderable en ráiVuérté de Blan-
ca', y"'!de- tódá'jsti" familia f'y
regocijó''deleitapor el feliz
ascenso de Bónaventuri. • • '
CAPITULÓ Vi Pági 1*42. Segunda
vjs'ira" del jóvéñ Bónaventuri *
al' Gran-Duque* Continuación
de sus gracias, y favores.
Sentimientos de sus Émulos
p,o,i; la elevación á que se le
< ensalza. Conducta de Blanca
- en los grandes Empleos ,de
su Esposo, .Viaje de éste á
,. .Ycnecia. Muerte de Juana de
Austria , Muger de Francis-
co. ÍI.Buelta de Bonayentun
- á Florencia } y lance trági-
co de su muerte desgraciad^,
y cruel.
CAPITULO VI. Pág. 1^8. Retifo de
;

,1a Viuda d<e 3onaverituri ^"y


ocupación de sus ratos Jde
soledad. Proyecto de su par-
tida de Florencia. Oposición
del Gran-Duque. Carta y vi-
sitas del mismo á Blanca. Con-
ducta de ésta en las decla-
raciones amorosas de su So-
berano. Repugnancia del Car-
denal Fernando de Mediéis,
hermano del Gran-Duque por,
el matrimonio de éste con Blan-
ca. Generosidad de que usa
: con ella su República Vene-
ciana , al tiempo de sus E s -
ponsales con Francisco II. Ar-
rivo del Cardenal á Floren-
cia desde Roma, y su modo
de portarse con la Gran-Dü-
'quesa su hermana: Muerte des-
graciada de los dos Esposos,
y' ascenso del Cardenal al
Trono de Toscana en el año
de 1 5 8 5 .
(O

M E M O R I A S
P A R A LA H I S T O R I A

DE BLANCA CAPELLO,
GRAN DUQUESA DE TOSCANA, Y REYNA
DE CHYPRE.

BREVE I N T R O D U C C I Ó N . -

U no de los mayores defec-


tos de la historia consiste (según
un célebre Escritor) en que por
lo común, pinta más á los hom-
bres por el lado de sus vicios que
por el de sus pacíficas virjtttáes.
Como , por lo regular, soío se
hace interesante por las revolu-
ciones , y catástrofes sanguina-
rias , se desdeña de hablar de las
personas que crecen, y viven en
la tranquilidad de un govierno
dichoso, y sosegado $ por esto
poseemos las de aquellas, que
destruyen los pueblos, y no las
de las que con su bondad, y
buen exemplo saben edificarles}
así, solo los genios malévolos se
celebran , mientras que los bien-
hechores, ó se olvidan, ó son ridi-
culizados , con lo que la historia
igualmente que la filosofía , c a -
lumnia sin cesar al género huma-
no lastimosamente.
. Añádese á esto, que la histo-
ria descubre mas las acciones,
que alas mismas personas, porque
no mira á éstas , sino en ciertos
instantes escojidos en que las~cn-
cuentra con su traje de ostenta-
ción j esto e s , no presenta sino
al hombre público, que se ha
dispuesto para ser bien visto. N o
le sigue en su casa, en su familia,
en medio de sus amigos; y así no
le retrata sino en el instante en
que representa un gran papel, y
pinta mas bien su exterior, que
su persona, y su alma.
N o pue4e dudarse , de que es
mas conveniente la lectura de las
vidas particulares para el estu-
dio del corazón humano} porque
entonces , por mas que el hombre
procure ocultarse, el historiador
le sigue por todas par/tes; no le
dexa ningún momento de des-
canso, ningún rincón, donde,re-
tirado pueda evitar las miradas
del observadorj y quandp él cree
esconderse mejor, es quando el
otro le dá á conocer mas.
De este modo procedieron en'
sus historias los antiguos , y á
ellos debe recurrirse para el e s -
tudio del hombre , tanto por las
razones dichas , como porque
desterrándose hoy del estilo mo-
derno la relación de las circustan-
cias familiares, y humildes , p e -
ro características, y verdaderas,
los hombres se ven tan adorna-
dos por nuestros autores en sus
vidas p r i v a d a s c o m o sobre la
escena del mundo. La decencia
del dia, no menos severa en los
escritos , que en las acciones, no
permite ya decir en público lo
que consiente que se haga en él;
y como no se puede demostrar á
los sujetos, sino en sus represen-
taciones , no se les llega á cono-
cer mejor en los libros, que sobre
los teatros.:' i •
Plutarco es sobresaliente por
estas mismas rntenu4eflcj¡as , en
que nuestros eruditos escritores
no tienen ya , á bien mezclarse,
r

pero yo procuraré su .exe.mplo,


para el arreglo de esias-^emo-
rias, á que doy principio , confe-
sando siempre, que es su .gracia
muyrparticü!ar,é inimitabjégpara
pintar sus homares grande^, por
ias cosas mas pequeñas; y.jq.ue..es
tan; feliz en la elección de sus
tasgps que muchas v e c e s , una
sola palabra , una sonrisa, ó una
pequeña acción le basta para ca-
racterizar ,á. su héroe. Tal.debe-
ría ser en efecto en t odo^historia-
dor el arte de retrat a r ; procure-
mos su imitación. ..
(6)

CAPÍTULO I.

Nacimiento de BLAWCA CAPEZLO,


su crianza , educación'', y pri^
' mera edad.

Í E l magnífico Palacio de
los' Capellos, qué desde tiempo
!

imrhemórial subsiste hoy en Vé*-


necia, será siempre un monufnén-'
to público de la nobleza ,'y ahti^
guedád de ésta familia patricia',
que suministra hasta ahora Va— 1

rios individuos al Govierno aris-


tocráticb de aquél Estado. El
sirvió de Cuna en el año de mil
quinientos cinqüehta- y quatro á
Blanca Capello. Sus nobles Pa-
dres disfrutaban de algunas ri*
quezas, con una igualdad corres-
pondiente á su ilustre nombre, y
lograban de una fortuna regular,
que les proporcionaba el subsis-
tir, sin el riesgo de que su esca-
sa suerte pudiese perjudicar á la
nobleza de su clase.
El nalfmiento de Blanca aca-
bó de colmar la felicidad de este
matrimonio , que por muchos a-
ños pedia vanamente sucesión al
Cielo. Nace esta criatura , y né
falta sujeto principal, que predi-
ga en el mismo dia , que tiene la
providencia algunas miras parti-
culares sobre ella. Pudo ser efec-
to este anuncio del acaso, con
que muchas veces hablan varias
personas, acostumbradas á amon-
tonar profecías sobre los sucesos,
que presencian, y no es tampoco
(8)
una convincente prueba dgl fun-
damento del vaticinio, que de
Blanca se hizo, el que por lo mis-
mo de que en bastante edad la
concedió Dios á sus padres , se
la destinaba para objeto de suce-
sos extraordinarios. La experien-
cia demuestra, que todo vivien-
te ha de representarjj^ierto pa-
pel en este mundo ; y el re-
gular , el grande , el trivial, ó el
raro, según que está ya señalado
en la página inviolable del libro
de los destinos, lo mismo se re-
parte al que nace de padres vie-
jos $ que al hijo de los jóvenes.
Estos Oróscopos, efectos de la
superstición, sabemos bien que
no deben ser creídos, aunque son
freqüentemente consultados.
Nadie mas separados de ellos
que los mismos padres de esta
tierna niña, que solo pensaron
por entonces en lo <f¿$ su religioa
les aconsejaba. F j N f mismo dia
quisieron que se la bautizase. Hi-
zóse así; sin que el deseo, de que
fuese recibida en la verdadera
fe de sus mayores , consintiese
en que se transfiriera el Santo
Sacramento de la regeneración
espiritual al dia siguiente " N o
estaré yo sosegada (decía la Ma-
dre) hasta que la vea recibida en
el número dichoso de los hijos de
la Iglesia. Apartemos todo ries-
go. En los primeros instantes de
la vida, hasta la misma debilidad
de !a naturaleza , nos puede re-
pentinamente privar de ella. Hu-
yamos del peligro , y acomódese
quienquiera con la bárbara cos-
tumbre dej-tener expuestas,por va-
rios días, las almas inocentesá un
(">)
m a l , que és'el mayor de todos."
Así déjSjg: y si tal era su
máxima*e n fRF punto delicado,
f ,

eran tarriBien muy conformes á


*:llá , la^tjue seguía su pruden-
cia en orden á la conservación de
la recien nacida. Tampoco per-
mitió queotra muger alguna la
suministrase el pecho, ni aún por
la primera vez. N o podía ella
creerse qué la naturaleza, próvi-
da en todo c a s o , dexasé de de-
positar el alimento correspon-
diente, y propio en las'mismas
Madres. Y en efecto, aquel mate-
rial, que la ignorante preocupa-
ción ha hecho mirar como daño-
so , es el proporcionado á la
constitución natural de las cria-
turas. Las purga ; y el privarlas
de él es mas perjudicial de lo que
se piensa.
(II)
Los cuidados maternales l o -
graron recoger el fruto que por
lo común suele ser su premio.
Alimentada Blanca en su prime-
ra infancia por su misma Madre,
como que la niña se connaturali-
zó con la saludable robustez d é
ella , y la debió también sus in-
clinaciones mas laudables ; y es-
te es á la verdad el principal mo-
tivo, que debieran tener todas las
Mugeres para no quebrantar la'
sagrada obligación de alimentar
por sí mismas á sus hijos. La for-
mación del natural temparamen-
to depende por la mayor parte
de la masa de la sangre 5 y ésta
se forma para siempre del ali-
mento d é l o s dos primeros años
de la vida. Otros infinitos males1

se originan también de este cri-


minal descuido. ¡ Á quantas en-
(12)
fermedades incurables, y á quan-
tas inclinaciones viciosas d i o , y
dará él el ser! Pero gracias á las
amorosas diligencias de la buena
Madre de Blanca, ésta logró ver-
se á los tres años de su edad,
siendo en todo las delicias de sus
Padres , el contento de su fami-
lia , y el dechado de la mejor
educación física que vio jamás
Venecia. Si no nos hubiésemos
propuesto ciertos límites que de-
bemos respetar, nos detendría-
mos , demostrando por menor,
cómo se procuró á esta niña su
crianza infantil, y las debidas
precauciones , que con ella se to-
maron , en su edad primera 5 pe-
ro no es de nuestro intento: pro-
sigamos.
El Señor de Capello, cuya
;

instrucción , y circustancias e s -
(i3)
timabíes, eran muy superiores á
las de aquellos tiempos, se pro-
puso corresponder de un modo
uniforme á los cuidados de su
esposa, en la educación de su
amable hija. N o quiso entregar-
la á las manos mercenarias de
una Aya indiscreta, y determino
encargarse de ella por sí mismo.
Formóse un plan que empezó á
poner en planta sin pérdida de
tiempo $ y como conocía que
la primera educación del hombre
consiste mas en arrancar de su
corazón ciertos principios, que
en infundirle intempestivamente
varios conocimientos positivos,
que le perjudican 5 hasta la edad
de sus ocho años no puso en ma-
nos de su niña los librillos, por
los que se aprenden las prime-
ras letras. Hasta este tiempo toda
(i4)
su educación fué negativa : esto
e s , no se hacía mas que apartar
de ella, por medio de los buenos
exemplos, y palabras eficazes, la
mala semilla de algunas inclina-
ciones, con que se descubre, y
desembuelven en los niños las
circustancias del carácter, que
ha de dominarles siempre. N o
empezó Blanca á aprender á
leer hasta sus ocho años} y como
ya su razón estaba algún tanto
formada, á lo menos para poder-
la hacer comprehender, é intere-
resarse en lo que leía , lejos de
que la lectura la fastidiara, c o -
mo comunmente sucede , se com-
placía en ella, y á Jos diez de su
edad leía yá corrientemente en
caracteres de imprenta, y ma-
nuscritos. En poco tiempo leyó
por sí misma los principales c a -
thecismos de su Religión, con
otras varias obras, capaces, y
escogidas para doctrinarla en
las obligaciones respectivas á su
clase 5 y prontamente logró tam-
bién el saber escrivir , lo que I 3
condujo á una instrucción, no
solo poco com,un, sino digna de
envidia. Logró tales progresos
por el buen método. Solo con las
dos hojas diarias , que escrivia,
se proporcionaba , en una , tres
lecciones 5 pues se le hacían e s -
crivir ciertos extractos de los
mismos Cathecismos 5 de la his-
toria de su País j ó de Geografía,
según lo que quería su Padre que
aprendiese 5 y después lo estu-
diaba, y releía con sentido, y
distinción y por ei qual método,
( y no con muestras, en que solo
están escritas algunas necedades,
(16)
que con la continua repetición,
no solamente fastidian, sino que
se fixan inútilmente en Ja memo-
ria ) por este medio, á los doce
años de Blanca , las personas
que la oían , se encantaban con
sus adelantamientos.
Pero como estos buenos P a -
dres deseaban ver en su amada
hija una persona completa, tam-
poco se contentaron con que se
perfeccionaran su espíritu, y su
corazón, con el auxilio de los
libros mas oportunos á este in-
tento sino que al entrar ya en sus
tres lustros, procuraron adornar-
la también con la enseñanza de
las .nobles artes, que realzan los
encantos de su sexo , y aun con
el conocimiento de la economía
doméstica , y las demás labores
que la son anexas. A l verla su
Padre demasiadamente ocupada:
en ellas , la.adventía, que no era
la enseñanza que se la había
y

dado, por ,1a ganancia?, ó ,yar


lor de;;las tales,,ohiillas $ ( sign-:
do siempre muy^.qrto), ¡sino por
que por ellas se ppne una.Señor»
:

en estado de, conócermejor s.U;per-


feqcíon, y sabe mandarlas hacer;,
con mas inteligencia. " Semejan^;
tes ocupacipnes.( la-, decía) te ser-t
viran también .para, emplear? de
un. modo gustosa algunas horas,
de,s,oledad que precisamente_pa-f
3

¡sárás en tq casa,»'', < ...


:

j Oh qué distante estaba este


benigno Pa dre ,de que algún dia,-
j ¡j

hapia/i.de procurarla su alimen-


to, estas, habilidades mismas que
solo por los.motivos, que quedan
insinuados , había aprendido
y a , c o n la mayor habilidad su
2
tierna hija! Si hubiera llegado á
imaginárselo, la idea solamente
hubiera podido privarle de la
vida. Tal era la ternura con que
la amaba ciegamente, y Blanca
sabía corresponderle, y merecér-
sela , dando así justo motivo al
afecto paternal ¿ para que no
guardase límites en la vehemencia
de su ardor. ¡Pero que mucho!
Las prendas personales de esta
bella Señorita se atraían igual-
mente la estimación de quantos
la miraban: tributo que imponían
generalmente sus gracias natu-
rales , y adquiridas $ pues si é s -
tas fueron el efecto de los esme-
ros zelosos de unos prudentes Pa-
dres, opulentos, bondosos é ins-
truidos^ aquellas fueron un don,
aunque desgraciado , por el que
quiso la naturaleza retratar á la
(i9)
vista de los hombres, en un solo
sujeto, el conjunto de todos los a-
tractivos j con qué la antigüedad
nos representa las mentidas D e i -
dades del ciego paganismo. Era
Blanca hermosísima. Seguramen-
te que eri aquellos siglos del er-
ror se hubiera atraído el culto
dado á la misma Venus: tanta
era su belleza i y en los mismos
estados de la República Venecia-
na siempre sé ha hablado de ella
con el extremo dé la mayor pon-
deración ; así como se sabe $ que
á esta triste causa debiólos infor-
tunios de sü vida , agitada dé t o -
das las desgracias que veremos.
Ojalá sirvan ellas de materia á
la reflexión de las personas , que
discurren, é instruyan por último
sobre los grandes riesgos, de las
pasiones fuertes, á los que no
(ao)
procuran ahogarlas en su origen,
tínico medio de libertarse de sus
daños, y escollo fixo de las jó-
venes incautas , que no miran á
sus Padres como sus mejores
Consejeros.
(21)

CAPÍTULO II.

Origen, y progresos de tina pa-


sión amorosa de BLANCA. Mo-
tivo de su fuga con su aman-
te de la Casa de sus Padres,
el terrible quebranto que les
causó este sentimiento, y muer-
te de la Señora de GALTERI,
cuya indiscreción , fué el .ins-
trumento de tantos males.

En el seno de la casa pater-


nal , único objeto de sus satisfac-
ciones , y delicias se hallaba
Blanca en aquella edad peligrosa,
y terrible, en que suele abrirse
el corazón á las impresiones que
le prestan los sentimientos na-
(22)
turales. Aplaudida generalmente
en aquellas festivas concurren-
cias , donde Jos nobles Venecianos
hacen ostentación de su mages-
tuoso luxo y brillantes habilida-
des , lograba ya atraerse las mi-
radas de iodos los jóvenes de su
clase^pero todavía esta hermosa
doncella no oía otra voz que la
de sus Padres, siempre cuidado-
sos de la conducta moral de ellaj
y su misma docilidad en escuchar»
y retener los prudentes documen-
tos , con que la dirigían á la vir-
tud, )es aseguraba sobre un im-
previsto riesgo, que la casualidad
les ptjso muy cerca de su misma
casa.
Vivía en frente de ella un g a -
llardo Florentino Director del
Banco que los Salviatis de FIo^
renda tenían establecido en la Re-
(*3>
pública. Veneciana. Pedro Bona?
venturiyTiombTt de este joven, sol-
tero de excelentes prendas, y col-
mado muy particularmente de las
que por lo común se llevan mas la
atención de lasDamas, había vis-
to á Blanca; y desde la vez pri-
mera no pudo ya negarse al
atractivo de sus gracias. Yá no
se separaba de su idea la ima-
gen del hermoso objeto, que
cautivó su voluntad, con una
violencia, que fué tomando au-
mento á proporción del delicio-
so placer, con que se abandonaba
á ella. Espiaba las ocasiones mas
freqüentes, que le proporciona-
ba la misma proximidad de las
dos casas, para lograr el con-
tento de verla } y aunque no de-
xaba de conocer Ja imposibili-
dad de los proyectos que em-
pezaba á formarse «h su ímági-.
nación, viendo-la diferiéncia que
mediaba entre las dos familias,
su reposo estaba ya alterado. Ha-
bía dado con demasía riendas al
?

amor furioso, que le agitaba á


todas horas, y hubiera debido
hogara los principios de su naci-
miento, Cree depender yá de él su
misma existencia, y con impulso
ciego se fatiga por buscar medios,
que le proporcionasen el hablar-
la. N o era la cosa fácil 5 mas la
intenta con tal resolución, con
tanto empeño , que en pocos dias
llegó á lograrlo.
Dice bien un Filósofo moder-
no , que el mayor enemigo de la
muger es la muger misma. Com-
pruébase bien esto con el presen-
te caso. La Señora Galteri había
muchos años que lograba el em-
pleo de Dueña en la casa de los
Padres de Blanca. Jamás su bue-
na conducta se hábia desmentido,
y era muy acreedora á la estima-
ción que recibía de sus Amos;
pero su imprudente condescen-
dencia á favor de Bonaventuri
que la interpuso por mediadora
para con su Señorita , induxo las
terribles conseqüencias, y los ma-
yores daños en todos los indivi-
duos de esta casa: bien es que esta-
ría muy distante de poder pre-
veerles, mas qué importa, por eso
no fueron menos efectivos y des-
graciados 5 y muchas veces nos
causa mas perjuicios la impruden-
cia, que nos es afecta, que la mali-
cia de que nos recelamos. Lo cier-
to es que por su medio y disposi-
ción obtuvo este importuno aman-
te acercarse á Blanca, que solo pa-
(a 6 )
ra la misa algunos dias se apartaba
dei lado de sus Padres. Por un cor-
to momento logró hablarla en la
Iglesia; mas ya fue suficiente á ha-
cer nacer en ella á favor de este Jo-
ven unos sentimientos, que por ser
los primeros de su especie, se apo-
deraron de su corazón hasta el ex-
tremo, que notaremos después.
Tan alegre y contento se reti-
ró de esta corta conferencia el e -
namorado Bonaventuri, como la
infeliz Blanca se apartó de ella
agitada, y confusa, ¡Criatura ino-
cente! Bien se recela tu alma. Hu-
ye de las traiciones del amor,
que aún no conoces. Teme su in»
cendio, que una pequeña chispa,
apenas perceptible, hace nacer
en el sensible corazón, que como
el tuyo, no procura apagarla eri
el momento.
N o ; Blanca se entrega con
gusto á las idas lisongeras, y se-
ductoras , que el recuerdo conti-
nuo del pasado lance hace nacer
en ella; se complace gustosa en
alimentar su imaginación con los
deliciosos suepos, que ya el trai-
dor Cupido la ofrecía, ¡Error ca-
si involuntario! Sin saber aún su
nombre se avasalla yá á su impe-
rio. Lo peor está , en que lejos
de que notase mal alguno en las
resultas del suceso pasado , se
prometía de é l , un brillante éxi-
t o , de cuya* perspectiva encanta-
dora no apartaba sus ojos, Ella
veía en JBonaventuri un vastago
ilustre y poderoso de la familia
de los Salviatis, con la que pu-
diera enlazarse la suya , adqui-
riéndose mutuamente un nuevo
resplandor. "Mis Padres mismos
(28)
(decía ella interiormente) me da-
rán la enhorabuena, y cogerán
los frutos de los afectuosos cuida-
dos que les debo 5 pues la familia,
con quien está en mi mano el unir
ía mia, tiene solamente en un su-
jeto, tantos motivos de gloria,
como todos los Capellos juntos.''
Sin el supuesto falso sobre
que se fundaban las dichosas es-
peranzas de la triste Blanca , en
su imaginaria lógica era cierto
y constante su argumento. Ber-
nardo Saimati, por quien ella ha-
blaba , Cavallero de Malta, era
á la sazón Gran Prior de Roma,
y Almirante de su orden. Señaló
su valor en aquella plaza , é hizo
5

temible su nombre al imperio Oto-


mano 5 por último, le nombró la
Rey na Catalina de Mediéis su l i -
mosnero mayor 3 Obispo de Ckr-
T. ( 2 9 )

fuont en Francia, y le procuro el


Capelo , con que le honró el Pa-
pa Pió IV.
Pero ¿que conexión, que pa-
rentesco , ni aun el mas remoto,
tuvo jamás la familia de este gran-
de personage, con la de su Ban-
quero Bonaventuri? ninguna otra
que la que le procuraba este corto
empleo, y el ser hijos de una mis-
ma patria; mas su lisongero error
ocasionó mucho perjuicio á Blan-
ca , de quien insensiblemente se
iba apoderando su pasión con tan-
to extremo, que no pudo negarse
á otra segunda cita clandestina,
que en el mismo parage, y 'bajo
ios mismos medios concedió ya á
su amante. Alabemos también las
apreciables circustancias del
enamorado, é ingenuo Bonaven-
turi, que francamente se hizo ver
(3<0
á su dama, tal qual era en reali-
dad, desgajando el velo de la ilu-
sión, con que hubiera podido ven-
darla massus ojos.Pero al mismo
tiempo en que apartó de su vista
la imagen de un Salviati, noble,
rico y dichoso, supo presentarla
el retrato , mas alagiíeño, de un
amante fino, franco, amable y
ciego. N o omitió circustancia al-
guna dé las que podían contribuir
á hacerla continuar una corres-
podencia, de que creía depender
su vida: á lo que daba una fuer-
za irresistible el poder de su estí-
lo naturalmente eloqüentéy ver-
dadero. FaJtó entonces á Blanca
la firmeza para una claridad, que
le hubiese dado dé mano para
siempre; prevención, que no de-
xó de ocurrirsela en efecto, mas
no pudo excutarla, teniendo por
acción cruel, el dispararle la fle-
cha de un modo tan sensible y
violento.
Sin embargo, de que se sepa-
raron , resolvió ella firmemente, á
lo menos en su modo de entender,
no verle ya jamás; pero en su h e -
rido corazón era muy doloroso el
sentimiento de esta resolución in-
dispensable. El formarle de un
modo constante y seguro, ¡quan-
tas ansias, que tristes ratos, agi-
taciones, y desvelos acarreaba á
la inocente Joven , que desde en-
tonces no logró ya restable cer
su tranquilidad, ni hallar sosie-
go ! El sueño hizo divorcio con
sus ojos. Alteróse su salud 5 y se
concibe fácilmente quáles serían
también los sentimientos de sus
ancianos Padres. Sin separarse
de ella, observaban cuidadosa-
(3*)
mente todos sus raros síntomas;
pero no pudieron jamás conocer
la causa. Ningún antecedente, ni
el menor indicio les inducía á pen-
sarse el motivo verdadero de, su,
triste situación. Por otra parte^
los mismos consuelos con que in-
tentaban su alivio, era para ella
su tormento mayor., La compa-
ñía que la procuraban de sus mis-
mas personas, de las de sus ami-
gas, particularmente de la Seño-
rita Grimatti, á quien en otros dias
se habia admirado por la igualdad
de sus bondosos caracteres, de su
instrucción, y de su misma pru-
dencia, aumentaba su mal. N o
deseaba mas que verse sola, por
que entonces á lo menos sus sus-
piros desahogaban su corazón,
aunque sin mejorarle en la dolen-
cia que estaba padeciendo; pero
(33)
también sentía que era en la s o -
ledad donde consideraba que su
silencio para con unos Padres, que
padecían por ella cruelmente, era
una ingratitud la mas monstruosa.
En fin creía encontrar remedio á
todo en un instante, en que esfor-
zando la heroicidad de su alma
condolida, resolvió instar á s a
amante, á que la abandonara á sa.
eterno dolor, huyendo de su vis-
ta. Pensando estaba en esto , h,
tan buen tiempo que entraba por
la puerta de su gavinete la Seño-
ra de Galteri. Blanca afligida ar-
rojóse á su cuello, y dícela llo-
rando '"¡Ay Ama mia!„ Yo sufro
mortalmente. Ya no puedo con
una existencia, que tanto me ator--
menta y aborrezco. N o os culpo
por origen de mis males, mas os
recuerdo de que lo sois, para que
3
, (34)
me ayudéis á procurarles el reme-!
dio que he juzgado podría con-
venirles. Por Dios os ruego, que
aprovechándoos de la primera
ocasión, que con la mayor breve-
dad podáis facilitaros, digáis al
Señor Bonaventuri, que le ruego,
que procure apartarse de mi vis-
ta para siempre, verdad es no me
atrevo á pedirle se ausente de Ve-
necia , conociendo , que de su re-
sidencia en ella depende su for-
tuna 5 pero que si lo h i c i e s e . . . . ,
Aquí sus ojos aumentaron su
llanto 5 y la Señora Galteri la in-
terrumpió diciendola: Tambiént t

sufro por t í , querida hija mía, y


no creas que dejo de culparme yo
á mí misma de la indiscreción,
con que impensadamente he sido
el principio del mal funesto, en
que para nuestra común desgra-
eía te-rencuentro sumergida; pues
esta triste c a s a que, ha sido , en
9

todos tiempos Ja mansión de la


paz mas virtuosa, es ahora el cen-.
tro de un mal desolador, que la ha
afuyentado de ella y la destruye.
Y o , yo misma.... (¡pero quien
pudiera pensarse sus extremos .')
YQT tuve la cruel condescenden-
c i a , de que. os hablaseis ; mas
¿pudo, jamás mi corazón adivi-
nar se lo que vemos? ¿Pudo per-
suadirse á que las dos personas^
que mas estimo y quiero en este
mundo, contarían en é l , desde el
primer día en que se vieron, la
triste fecha de la época infeliz de
su desgracia ? N o ; jamás; y dis-
curriendo en lo mismo que tjí
piensas ahora, (mi amada cria-
tura) ya está hecho lo mismp- q&p
•me pides. Sí; todos estos días, nos
liemos visto Bonaventuri y yd. Su
situación, tampoco considero que
es mejor que la tuya. Hemos ha-'
blado, y discurrido medios para
atajar el mal 5 y de común acuer-
do lo mismo hemos decretado,
que deseas. El va á partir, y para
prueba de e l l o , y seguridad nues-
tra , me ha entregado esta carta,
por la que creo se despide de tí.
Anímate hija mia; por Dios te
ruego, que si la vida de mis
Amos te es amada, les conser-
ves la tuya. ¡Há! De la mia no quie-
ro h a b l a r t e . ,
Asi la habló, y llorando mu-
tuamente perseveraron ambas en
un rato de silencio, hasta que-de¿
xó ya sola á la triste Blanca.
Hay cierta clase de personas
en el mundo, que calificadas g e -
neralmente con la nota de ua ca-
rácter bueno, por los falsos prin?
cipios de que están imbuidas, son
mas dañosas, que las que abier-
tamente reconocemos por per-
judiciales. La preocupación co»
mun hace, que se padezca en e s -
to, una equivocación artofreqüen-
te, y el conocerla solamente, pide
algún discernimiento. En los si-
glos remotos y de ignorancia, en
que se pretendía que toda criatu-
ra estaba presidida y governada
por dos Genios, nadie hubiera de-
xado de pensarse que la Señora
de Galteri era el perverso y ma-
lo de la infeliz Blanca. Aquí la
vemos, causando irremediable-
mente su ruina. La fatal carta de
Bonaventuri, que al salirse la de-
xó sobre su asiento, vamos á ver,
que acaba de perderla.
N o puede apartar Blanca sus
llorosos ojos de aquel silencioso
pliego , que hablaba a'su cora-
zón con el idioma mas vehemen-
te, rogándola leyese su contenido}
sin embargo otra voz interior, y
opuesta, Ja aconseja,que arroja-
se de su vista unos letreros, que
contenían la sentencia de sus fu-
turos infortunios. Permanece por
álgun tiempo inmobil é indecisa;
mas vence el amor, y no permi-*
te se niegue á recibir el á Dios
postrero de una persona arriada^,
muy acreedora á un tratamiento
y correspondencia feliz. Miremos
en sus manos yá la carta, y no-
:

taremos , qu'e la caja fatal que


puso en las de Pandora, el
Padre de los Dioses, irritado
contra Vrpmethea, porque había
quitado el fuego para animar á los
hombres, no contenia mayores
(39)
males, que los que se encerraban
en este papel. Porque tuvo Epi-
methea la indiscreción de abrir
aquella, inundóse la tierra de
sus males-, asi también Blanca
tiene la imprudencia de romper
el triste sello , y para siempre se
apoderan otros tantos de ella , y
de su familia. Ábrela en fin, y
lee: decíala de esta manera, según
la traducimos de su idioma.
tt Yo no puedo vencerme (mi
amada Señorita) cierto impulso
secreto, cuya violencia encuen-
tro irresistible, me obliga á to-
mar la pluma, para desahogar mi
triste corazón, enterándoos de los
contrarios sentimientos que le
despedazan. ¡ A y de mil El mas
cruel de todos ellos es el de verme
precisado á abandonar estos cli-
mas, porque se me dice que con*-
(4o)
viene á vuestro reposo; y aunque
me ío ordenáis. Dichoso yo que
he logrado , que la candidez y
sensibilidad de vuestra alma se
hayan dexado penetrar de un
amor el mas tierno y respetuoso
que ha existido jamás ¡Pero no...
Triste de mil ¿Puede darse para
un fino amante mayor pena , que
verse precisado á abandonar el
débil rayo de laluz de la esperan-
za que brillaba á sus ojosí Pues es-
to me sucede;, pero sed dichosa, y
no penséis siquiera en el tirano sa?
crificio, que os ofrezco, tal vez á
costa de mi vida, porque se con-
serve la vuestra siendo como has-
ta aquí el encanto de vuestros Pa-
dres que os adoran , según os me-
recéis. ¡Ha! Si acaso nos hubiése-
mos buelto á ver, y me hubieseis
permitido que les hubiera yo ex-
(4i)
puesto!.... pero lisonjera ilusión
¡donde me llevas! N o , (Señorita)
no pretendo ofenderos: perdonad-
me. Conozco la infinita distancia,
que media entre nosotros. Los no-
bles, en Venecia,(y en toda Aris-
tocracia) como son el depósito de
la suprema autoridad, se cree ca-
da uno de ellos un Monarca 5 no
así en otros Goviernos, donde es
tínico el Soberano, y aunque
hay también, entre sus vasallos,
ciertas distinciones, en nada perju-
dican al verdadero mérito de las
personas , que por él se ensalzan,
y pueden ascender hasta la últi-
ma grandeza.,,
, , N 0 dexo de conocer lo im-
posible que es una unión, que hu-
biera hecho mi felicidad ; y para
daros una prueba de que también
sabe portarse noblemente el c o -
(4?)
razón de los plebeyos, y d é l o
que es el mió , que , aunque os
adora, sentiría el exponeros á
una bajeza , partiré esta noche á
la una. Permitidme, que me atre*'
va á suplicaros una gracia , que
será ya la postrera. Dignaos!,'
(Dueño mió) os vea yo antes.
Mirad que se interesa mi vida^
nada menos , en que nos despida-
mos; y que yo sepa de vos mis-
ma cierta circustancia , que po^
dría convenirnos. Desde las doce
estaré á mi puerta , observando
toda vuestra casa , y persuadido
á que no daréis lugar á que yo
suspenda mi viage, que de nin-
gún modo efectuaré sin haberos
visto. El os conviene-, (según me
dicen ) y solo por vuestro bien le
emprendo; con que sírvame en fin
de recompensa , el poderos repe«-
(43)
tí-r este á D i o s , que tanto cuesta
á vuestro desgraciado z=z Pedro
BonaventurV*
Aquí desearía la pluma de
un Rk'bardson , para describir á
los lectores la situación de Blan-
ca , después de la lectura de esta
carta. ¡ Qae tristes commentários
hizo de ella ! en un instante la
s

leyó mil veces , y no hubo línea


alguna, que no glosase otras tan-
tas la viveza de su imaginación,
en otro solo instante. Se suscita
en su discurso una cruel Guerra.
Nada se. escapa á su reflexión.
Todo lo v é , y penetra, pero to-
do contribuye más, y más, á re-
solvería á un partido criminal.,
Aun buelve á leer Ja dulce, y
triste carta; y nuevamente empie-
za á discurrir sobre su contenido,
parándose con gusto en las fine-
(44)
zas que la expresa su amante;
nuevo motivo de aumento de su
pasión : él, él parte y la dexa;
¡sacrificio hecho á Blanca Los
corazones frios nada comprehen-
derán en esta tierna expresión,
mas ¡ que herida tan profunda
abre ella en el de Blanca! Sensi-
ble, y agradecida hasta el extre-
mo , olvida ya sus males, y solo
piensa en los que ocasiona á su
amante , que por ella abandona
su empleo , sus comodidades , y
(como él dice) hasta la débil es-
peranza de su correspondencia
Por otra parte ¿como ella ha de
vivir si él se ausenta en efecto?
S i así intenta , ( se decía á sí
< t

misma) dar fin á mis quebrantos,


el remedio es mas cruel, que el
mal, en que me miro embuelta.
D e todos modos , él no marcha,
(45)
sino me habla antes; no dudo que
esta ausencia, esta separación es
la que nos conviene: execútese
pues , aunque yo muera , que es
mi honor lo primero, unido al de
mis-Padres. ¡Como! no dejaré
que sirva de obstáculo á mi par-
tida , el que no me vea... Y ¿que
será 16 que tiene que decirme?...
Vaya yo debo hablarle. Corta
satisfacción es esta para lo que
por mí hace, y se merece... ¡Pe-
ro que digo! ¿Y si al fin se supie-
se que hay un hombre que me
deba tal género de favores? La
malicia $ mi honor... ; Que dura
guerra!"
Así exclama , y se arroja so-
bre pn camapé faltándola sus
fuerzas para sostenerse. Se quedó
inmóvil por bastante rato pero
aunque estaban sus potencias en
un cruel desorden, si se reanimas-!
ban , era bolviendpse al designio
de salir á despedirse de su due-^
ño. En esto se entretiene , quan-r
do suelta el relox la hora teríi-r
ble. Doce mortales golpes de la
mas aguda flecha no la hubieran
causado tanto estrago. Se incor-r
poro, sin saber lo que se hacía;
y dando algunas, bueltas de obr
servaeion , por las habitaciones
del tránsito , hasta la escalera»
halló allí, que la ocasión era la
rmas dichosa. Toda la casa yacía
er? eJ -mayor silencio^ En lo que
y a la faltaba por andar hasta el
portal, no había donde pudiera
ser sentida. Ello e s , que casi
involuntariamente tocaba ya la
puerta de la calle , que abrió al
-punto 5 y, viendo qué-: la espera
jen la suya el o b j e t ó l e sus anr
slas, con la, viveza de un relám-
pago , pasóse á él que la entraren
una sala vaja de su casa , donde
se ven , se hablan , lloran , y se
juran mutuamente la fe de. urt
amor , que ha de ser eterno. 5 sin
que su honor, sin embargo , fué-,
se comprometido, ni se faltase
al respeto debido á sus princi-
pios de virtud, ni aun con la jma-:
ginacion siquieVa. -
1 La rapidez, con que volab'an
para Eucháris las alas del tiem-
po , quando. pasaba algunas h o -
ras con el hijo de Ulíses, era
muy pesada en comparación de
la velocidad, con que corrían
las que nuestros dos amantes t u -
vieron en su amorosa despedida.
Blanca más enamorada , y ciega
que nunca por Bonaventuri, le
pedía ya con instancia^ no permi-
„ (48)
tiesé que fuera la última ; y aun
le acusaba de inconstante , é in-
grato , porque persistía él en la
intención de su viaje, que adver-
tía indispensable, para huir de
los escollos á que esta pasión les
' conduciría seguramente. ¡Ha! El
eclipse del sol no tiende sobre el
emisfério unas sombras tan lúgu-
bres, y tristes, como lasque CU-Í
brían el corazón de Blanca , al
despedirse de su amante. El en
fin la reanima, y acompaña hasta
la puerta de su casa , jque en su
salida había ella dexado entre
abierta , con toda precaución,;
para su pronta, buelta. Mas al
llegar á ella empujando para
abrirla, se la encuentran cerrada
enteramente ¡Que susto para
Blanca! Volando se precipita otra
vez en el quarto de su amante.
(4f)
El delirio dé su perdida razón \£
sobrecoje, y saca de sí mismas
¡Que se deberá hacer en tan cruel
circustancia! Ya el dia estaba
para parecer, y él iba á correr el
Velo á una aventura j que deshon-
ra , y confunde á esta triste hija,
al paso mismo , que exponía á su
amante. Ella se imagina el desor-
den , en que su falta había pues-
to á sus Padres, á quienes creía
autores de aquel hecho; mas con
equivocación, propia del susto;
pues la casualidad misma (según
llegó á saberse) hizo que al pa-
sar un Panadero del vecindario,
juzgó que haría un gran servicio
al descuido de los criados de la
casa, cerrando aquella 'puerta dé
golpe , para que cayese el pica-
porte , que tenia 'pttr dentro.
. Yá ptfrlo'á-dos amantes no se
4
<5o)
trata de mas, que de tomar un
partido tan decisivo como pron-
to , pues iba á amanecer. Blanca
se determina sin tardar, y al pun-
to insta á Bonaventuri á que pro-
metiéndola ser su Esposo, huyan
de los Estados de Venecia, lo
que se executó, con tanta prisa,
que ni aun pudieron perder tiem-
po para disfrazarse. Llegan á las
lagunas , y entrándose en el pri-
mer Barco ^ que allí había se di-
rigieron hacia Pistoya , con el
ánimo de pensar en aquel Pueblo,
en su mejor establecimiento, y se-
gún viesen que podría serles de
mas ventajas*
Admira ciertamente la pron-
titud con qwe todo hombre en
medio.de sus. lances repentinos,
procurándoles remedio, se arro-
ja , y precipita en otros mayo-
res males. Hay axioma $ y muy
común, que debería tenernos mas
alerta, pues dice con verdad,>que
úriabismolláma á otro. Blanca no
sé ha parado á discurrir 4 como
debía j que qüantó lá sucede ¿ y
acontecerá en ló sucesivo es únai
coriseqüenciá deí silencio temera-
rio 4 qUe observó.con sus Padres,
desde los principios de sü des-
graciada pasión. Renuévase esté
exemplo diariamente, sin que por
eso escarmienten las hijas de fa-
milia; ¿Quien hubiera debido me-
jor que la de los Señores Ca pellos
abrir sü corazón á unos Bondo-
sos Padres , que la amaban como
á su propia vida? Pruébalo-én
efecto el zeloso cuidado, coa
que al romper el dia, pasa ía bue-
na Madre á saber de íü hija éí
estado de su salud. Llega hasta el
fe»)
mismo catre , y engañada por el
silencio, y la obscuridad, la
cree dormida. Su corazón , que
no la cabe yá en el pecho de al-
borozo , tiene por un feliz presa-
gio de la mejoría de Blanca el
imaginado sueño. ¡Con que cui-
dado, esta amorosa Madre evita
el hacer ruido, entornando otra
vez , con todo tiento, las puertas
vidrieras del Gavinete! V a á dar
la noticia á su esposo, que igual-
mente contento encarga el poco
ruido á la familia , y que nadie
se acerque al aposento de su S e -
ñorita , hasta que tirada del cor-
dón avise la campana. Pasóse así
él espacio de dos horas , y la Se-
ñora: de Galteri que estaba en
compañía de sus Amos , cogien-
do* Ja$ albricias de su engañoso
r

regocijo , fué la primera á sentir


(53)
ciertos latidos secretos , que ía
anunciaban, que pudiera haber
yá algún peligro , en la demora
del examen del pesado sueño de
la Señorita ; sin que por e s t o , su
corazón (tan bueno, como sim-
ple) la persuadiese , ni por sos-
pecha, aun la mas leve, á la ver-
dad del caso. Yá se habla de al-
gún riesgo en la. tardanza de ir
á verla; y yá todos tres se deter-
minan , y con pasos misteriosos,
excitándose unos á otros al ma-
yor silencio, por si duerme toda-
via,se encaminan al gavinete,„No
Señora ( decia el triste Padre,
en voz baja , y apenas percepti-
ble) no se abren las ventanas.,,
A obscuras llegan hasta el mis-
mo lecho (y aun á las almohadas
mismas) todos tres observando,
hasta que el desengaño fiero y'ir,
(54)
niendo á descubrirse , muda la
triste escena de la pasada panto-
mima , y del silencio, en estrépi-
to , llanto , y alboroto. Se recor-
re la casa , y todos gritan inter-
rumpiéndose sin orden en pre-
guntas , y respuestas. Los dos
desventurados Padres ni creían
siquiera lo que estaban viendo.
En fin no fué tan grande la con-
fusión del Palacio de Dido, al
tiempo, que le desamparó Eneas¿
como la que se ocasiona de repen-
te , en esta triste casa, al abando-
no , que de ella hizo la desven-
turada Blanca ; pero omitiremos
aquí las reflexiones, que natural*
mente se ofrecen sobre la nece-
dad def genio de la Señora de
Galteri, la que, con el conoci-
miento de los antecedentes, que
tenía , hubiera podido ofrecer
(55)
algunas luces que hubiesen pre-
sentado algún consuelo á aquellos
tristes Padres desolados, y abur-
ridos, í Muger simple en extremo!
Temerosa de que se la culpase,
resistió á la misma pena , que la
costaba el ocultarles los indicios
sobre la suerte de su hija 5. y tal
aumento tomó en ella la violen-
cia , que se hacía á este fin, que
unida al sentimiento de la pérdi-
da de su querida Blanca, á la que
amaba con el mayor exceso, al
cavo de dos dias , la costó la vi-
da. Murió; más, no hubo arbi-
trio ; hizo enterrar con ella su
secreto. Otro nuevo motivo de
aflicción para estas tristes gentes,
de quienes nos apartaremos , pa-
ra bolver á hallar á los dos aman-
tes, que dejamos en las lagunas
de Venecia, dirigiéndose á Pii»
teya , desde donde les éonduci-»
remos á su nuevo destino.

CAPÍTULO III.

¿Desembarco de BLANCA. SU man


trimonio celebrado en Pistoya.
Arribo de los nuevos Esposos
á Florencia. Su residencia en
la casa de los Padres de BONA->
VENTURI ,con otros varios latín
ees ocurridos en ella.

J _ > 3 extraña rebolücion, que


se advirtió en Blanca , á poco
rato de verse en la embarcación,
á que no estaba acostumbrada}
los dolorosos sentimientos , o c a -
sionados por el continuo recuera
(5?) /
do del abandono, y desolación,
en que creía justamente á todas
las personas de su casa , y aun
de su conocimiento ; el miedo de
que se pudiera cogerles , pues
juzgaba, que se dirijian á este
efecto quantas embarcaciones en-
contraba ; y las réplicas interio-
res , que contra su honor asalta-
ban á su imaginación: todo la re-
dujo á tal estado de desfallecí-'
miento , y debilidad , que hizo
nacer en su amante una entera
desconfianza sobre el restableci-
miento de su salud, sin que hu-
biese allí disposición , ni el me-
nor arbitrio de remedio, con que
pudiesen aliviarla. El trastorno
general de sus sentidos, y poten-
cias la puso en tal situación, que
Bónaventuri llegó á llorarla por
difunta. N o hubiera dexado de
(58)
suceder a s i , sin la proximidad-
del desembarco , que se verifica
muy luego. Conducida ya casi
mortal, en los brazos de su que-
rido , y del marinero , que les
acompañaba a una casilla cam-
pestre, poco distante de la ribera,
se logró , que recostada sobre un
gerg>n ,tínica cama,que allí ha-
bía, boiviese pronto en sí; y pue*
de conocérsela situación de su
alma por las primeras palabras,
prorrumpidas al recobro de sus
sentidos. , , A y Padres mios, ( d i -
xo suspirando ) ¿ vivís • aún 2 , ,
Bonaventuri se valió entonces de
la ternura, y eficacia de sus ra-
zones, para arrancarla de su fu-
nesto letargo. Ya que la vieron
algún tanto mejorada , se apro-
vecharon de su alivio para en-
trar en Pistoya, donde espera-
(59)
barí, que con la mayor propor-
ción para su socorro; con el des~
canso ; y mayor distancia de Ve-
necia , acabaría de restablecerse
como sucedió en efecto. Apeá-
ronse allí en casa de un Sacerdo-
t e , amigo de Bónaventuri; y los
cuidados de toda especie presta-
dos por el respetable Clérigo á
su triste huéspeda, obtuvieron
apartarla del peligro, que ame-
nazaba á su vida. Blanca encon-
tró en él un Ángel tutelar. Su
carácter anunciaba la dulzura
de su espíritu religioso, y huma-
no; pronto ai disimulo de las fal-
tas de su próximo, pero adorna-
do de la fuerza suficiente para
reprehenderlas, sin exasperarlas.
Hizo ver á Blanca el poder de
las pasiones, quando el hombre
no procura ahogarlas en su naci-
(6o) .
miento y se entrega á sus imagi-
nados encantos. En su misma si-
tuación la hacía conocer el c a s -
tigo de la suya ; y de aquí tomó
motivo para exhortarla eficaz-»
mente á que prestándose con un.
valor christiano al remedio de su
suerte, procurase no empeorarla.
Formóla un quadro bien delinea-
do sobre los nuevos riesgos, que
la amenazaban , si bolviéndo los
ojos á su antigua opulencia, se
desdeñaba de una humilde for^
tuna , en que acompañada del
Marido , que se habia escogido,
podia ser mucho mas dichosa,
que en la que se dejaba.
Alentada Blanca por los con--
sejos saludables de aquel hombre
benéfico , conoció que sus pala-
bras eran como un bálsamo
milagroso , que la daban un nue-*
(61)
vo ser. N o quiso entrar con B o -
naventurien la capital de la Tos-
cana , donde se proponían fixar
su residencia, sin llevar yá á ella
el nombre de su Esposa ; y antes
de salir la aurora al dia siguien-
te , en su Parroquia , este mismo
Cura dio á los dos amantes la
bendición nupcial, sin mas testi-
g o s , que tres personas de la mis-
ma casa. Hallábase entonces
Blanca en los diez y seis años de
su edad; y se contaba el 15^0 de
la Era común.
Si este acto religioso, por el
respeto debido á sus sagradas
ceremonias; por las nuevas obli-
gaciones, en que induce ; por el
cambio con el estado que le sub-
sigue , es para una joven soltera,
inocente , y pura , un lance pa-
voroso , que la conmueve, y la
(62)
penetra , arrebatándola por el
contraste de varias ideas, ¿como
se hallaría en él, la alma de esta
criatura , rodeada de personas,
que la eran desconocidas; igno-
rante de los medios que la asegu-
raran de lo necesario para su
subsistencia; y sobre todo a c o -
bardada por el miedo dé que los
Emisarios de su ofendida familia
entrasen por el Templo, y la ar-
rancasen del pie del Altar mismo,
para conducirla , donde sé casti-
garan unos excesos , qué su ima-
ginación, complaciéndose en ator-
mentar ia, la hacía ver tan crimi-
nales j é inauditos, que se opo-
nían á los principios mismos de
la naturaleza? Ella se hallaba c o -
mo sobrecojida de un sueño, que
la mantenía, y procuraba una
existencia de un género descono-
(63)
t l d o , nuevo, y raro ; y se la fi-
guraba , que era el efecto de al-
gún delirio, quanto veía , que en
aquel instante la pasaba. ,,Yo rae
persuado (decía después habían-
do de esto mismo) á que por
aquel espacio de tiempo que me
hallé en la Iglesia, la confianza,
con que^ de un modo c i e g o , me
arrojé en losbrazosdel Dios,que
presidía en aquel lugar Santo, me
concedió la gracia de quese cam-
biase mi vida en una especie de
éxtasis, que me libertara dé per-
derla : de otro modo ¿ como pu-
diera y o haber resistido al tor-
rente de afectos encontrados,que
mearrebataban?Mehubiera muer-
to al punto..,,
Concluida la ceremonia Sacra-
mental, bolviéronse á la casa
de su faborecedor; y aunque él
04)
solicito que se aguardasen en ella
lo menos aquel dia, les fué
forzoso el no condescender^ por no
exponerse á que con la tardanza,
se descubriera tal vez su parade-
ro. Empezaron de nuevo su c a -
mino, acompañados ^ unas qua-
tro leguas , del buen Sacerdote,
á quien cogió Blanca tal estima-
ción , que jamás llegó á perdér-
sela;
Nada digno de advertencia
les sucedió en el viaje, que t u -
vieron harto feliz. Durante las jor-
nadas, todo el objeto de su con-
versación era reducido á formar
el plan del género de vida , que
iban á pasar juntos. Si asaltaba
algún triste recuerdo á su queri-
da Esposa, sobre sus tristes P a -
dres , procuraba al punto Bona-»
venturi apartarla de tal memoriaj
, , ( 5)
6

tranquilizándola , con que en


quanto se avecindaran en Floren-
cia , los Señores Salviatis toma-
rían á su cargo el arreglarlo todo.
Así se pasaban las leguas ; y en
los Pueblos de su tránsito, si har
bía algún monumento, digno de
curiosidad, iban también á ver-
lo j y adormecía así su mal la
infeliz Blanca, á quien su r igu-
rosa estrella disponía nuevos mor
tivos de pesares, aun en la mis-
ma casa,á donde se dirigía, c o -
mo va á ver en efecto.
Apenas entran nuestros via-
geros por las puertas de Floren-
c i a : quando Bonaventuri hace
que el Calesero se encamine a la
habitación de sus Padres, la misi-
ma que siendo propia , le había
servido' de cuna en sus tiernos
años. Al llegarse i, e l l a , y pron*-
5
(66)
1o á arrojarse dentro, halla que en
el portal hay varios montones de
-fardos y muebles, que le in-
dican., están allí esperando seles
arregle por los nuevos parages de
•la casa , donde se les destina. Es*
tando aquello solo , y temiéndo-
se su mal; sube por la escalera,
lleno de ansia y sobresalto, de-
seoso de encontrar alguna perso-
na, que le digalo que está advir-
tiendo su corazón sobresaltado.
•Unos mozos de cordel, y tres
mugeres le informan, de que su
dueño (un Coronel retirado.) aca-
baba de comprar aquella casa al
viejo comerciante, que vivía en
e l l a , y que había hecho banca
•rota', término deque se servía Ja
criada , que le estaba hablando;
;pero que su Amo era un Señor
tan bueno(le añadió también) q^e
porgue los pobres viejos ¿ que se~
habían desecho de ella, no dur-
miesen en la calle, les hab¿a cedi-
do por lo restante del mes .el mis-
mo quarto, que él tenia;, y á dpn-
de se habían pasado yá. Dróle
muy por menor las señas; y ei in-i
feliz Bonaventuri hecho una. es-«
tatúafria.sin poder moverse, ni
acertar con la escalera, conti-
nuaba; de pie derecho, mientras
la habladora muger proseguía di-
ciendole: 4 tUstedes hijo suyo:
apostemos algo á que no hierro; no
faltará mi dicho por la fisonomía
de la cara.... El buen Señor sin
duda que ignoraba los contraT
tiempos de su triste familia.,,
Blanca, que detenida en la ca-
lle sobre el asiento, de la descarar
da calesa, no quería, servir de
objeto, á das chanzas groseras de
los qué transitaban por allí ;y1a
andaban diciendo algunas.bufo-
nadas indecentes (costumbre mdy
antigua entre los plebeyos F l o -
rentinos) hizo que'- la bajase el
Calesero ; y se entró en el portal
esperando que su marido bajara.
El aspecto extraño del desorden
del almazen no dejó de confun-
dirla algún tanto; pero como ape-
nas podía sostenerse por la fatiga
del incómodo carruage, se sentó
sobre un lio de colchones, sin atre-
verse á discurrir lo que podría ser
aquello. A poco rato sintió yá las
pisadas de su Esposo, y al verle
pudo notar, que con un pañuelo,
se limpiaba algnaslágrimas; qué
con vano empeño intentaba ago-
tar, y aun tomaron aumento al
acercarse á su Esposa. u ' - A y
Blanca desgraciada/! „ N o pudo
decir ¡mas:."élla ; animándole, y
con mil prego,ntas^procyíía-dafle
adieotoi' ¿ '¿No nos son: favorables
c

lasmovedades^ que hallasyB^onai-


feñlíírii^i? 2 = Creerás; amado
düfeño mifr, ^úsrt e é n ga-ñaba-^vtan-
d.O:muy-pt)GOífiegi|)o há jxíQjpro?
metia "enconásriiíiamosjrun jasilo,
:

en-est a casa-íipriste; de mí Coa


qUABta vsrda&ftve pensábalo qtfp
M ella, M ^ M i dulce compañía-,
y j a d e n>is;hG^rírados -Padres,. dis-
r

fr*rtarjíarnós d? -la dichosa^mediar


nía ¡de su-fort-una.; .pero, uno de
AM-g-olpes,- ira^ensados y ¿harto
9

comunes^ e/aniqueel comerciio pri-


.v ftiPepentinarjá^nte, aun deysu-susr
:

*enío,íá log/que por varios^o&se


¿fedicañiá él,,s,e,me^a^ab^-i^^e-
cir, que ha reducido á mi/f'&dré
á. laindigenciayy que ahora, feabí-
1% otro .quar-to mas propio - de su
nueva desgracian & Como ¡has de
r

entrantú en ql? =r:¿Gomo? ¿Pues


¡que estando á tu lado, la mas pon
tíe-guardílla no tendrá los en-i
caneos de un palacirrá misojos?
f£$6t eso á&í,-te humid^asrhastáidaff
r

rurScP&l-llantp^jyBwario me¡coi»
noces jp mi me creí ¡tenias tan po+
ca religión. Qtié-'%iú<entte Provi*
deneía'confias solamente qnando
nada-.te falta? Ádénaás>, el am&t
si es verdadero, y grató $ acaso
necesita de biene-s', ni riquezas?
R esüelvete, y busquemos á tus
'•Pad#es';, que quiero me Gomszeán
por uña hija, qué'viene con desea
dé enjugarles las lágrimas amar*
gas. é = H a ¡tú me vivificas cria*
tvftá^exceíente j . . . . . < {Genio diviá
no d a r n o s . , , - - :' -• >
Buélvenseá entrar eñsu cari;
ruage con la« señ&s, <|u£ tenía
Bonaventuri buscan la casa* que
servia de mansión á la miseria, y¡
desconsuelo de los desgraciados
ancianos. Al mirarse ya en ella,
el buen bija se precipita ansioso
por besarles las manos; y Blan»
ca le detiene, diciendole,quería
presenciar los efectos de su pri-
mera entrada para ver los senti-
mientos naturales al arribo ines-
perado de ellos,en unas circus-
tancias tan crúicas, é infaustas.
Aun mismo tiempo suben la es-
calera, y aun que estaba entor-
nada la puerta de una sala, don-
de se oian algunas voces tristes,
á indicios tan vehementes de las
personas á quienes aquel acento,
doloroso convenia, no dudan en
abürlade repente; y puede du-«
darse, si fué antes de que estü-
biese abierta el oírse este grito- de
la infeliz madre. í ( ¡Hijo-de-Lal-
ma mia! y se hecha entre sus bra-
zos anegada en su llanto. El P a -
dre también dice al mismo tiempo.
¿Quien tan pronto te ha dicho mi
desdicha ? Tu Padre esya un mén-
1

digo. Mañana le precisa esperar


á la puerta de un Convento un
pedazo dé pan.,, .
La sensibilidad de Blanca,
tan agitada, á vista de tan tier-
no espectáculo , no puede tole-
rarle. Sedexa caer sobre una si-
l l a ; y buelve á sus preguntas el
respetable anciano. Y ¿quien
1 1

es esta bella Señorita ? 1

¡ O q u e imprudentes somos'. . . . .
„ Bien püedeperdonarnos (dice Ja>
Madre) Yo me creía , que venias
tú solo. „
Bonaventuri, que hasta aho-
ra no había podido arrancar la
(71)
palabra, acercándose' á «íanca,
i quien rodean todos "¿Ves y a , si
hacía yo bien en querer adelan-
tarme? (Ja dice) te conozco bas-
tante, y por lo mismo quise
ahorrar á tu corazón un cruel
quebranto ....— Que causa, mi de
licia ; (le interrumpió su Esposa),'
Veo te aman tus Padres. ^Presen-
cio su infortunio; y mas de lo,
que él me lastima-, me penetra el
consuelo de pensarme, que sabrán
dividir con esta su hija el amor
que te tienen. = Si Padres mios
(prosigue Bonaventuri)ya veréis
que mi Esposa.le merece de to-
dos modos. z=z S í , mi amada hi-
j a , (la responde el buen viejo)
pues que tu corazón nos acaba
de dar una prueba, nada equívo-
ca de tu amable bondad; y pues
te dignas unirte á nuestra suerte;
(74)
sí vés que me lastima ella en leí
sucesivo, cree será por tí sola: „
Por este estilo era el diálogo,
que continuaba entre aquellas
virtuosas gentes, y que vino a
interrumpir el calesero , entran-
do con su propia licencia á la sa-
la misma pidiendo el corto pico,
que se le restaba. Satisfizosele, y
no contribuyó poco al aumento
de la melancolía de Bonaventuri
la mirada-casual, que echó s o -
bre su bolsillo. La corta suma
de solos tres doblones, que que-
daban en' é l , componía el to-
tal de las riquezas de toda esta
familia. Y aquí fué donde su me-
moria le hizo ciertas reflexiones:
sobre la conducta poco econó-
mica que había tenido durante los
cinco añosdel empleoque obtuvo
en Venecia. Su renta en ellos ha-
(rsD
bíá sido de bastante consüle*
ración, pero no supo aprove-
charse por sus gastos excesivos:
costumbre anexa á los años.de la
;

juventud en los ;sugetos de Jas


circustancias de éste* Regular-
mente el luxo ^ilas diversiones^
juegos y otros i motivos seme-
y

jantes de una profusión- ilimita-s


<da^ que se autoriza por la socie-
dad hasta ño admitir en ella, a{
que se-niega á ellos tí no puede
sufrirlos y se absorven los habe-¿
res de los jóverms^Qáeastumbran-
doles á'jque¿ eh'lo'ssecesivo, ú no
sepan hacer»»fja buena distribu-
ción de -susriquezas!} a s i carecen
de ellas, por habérselas disipado^
s e valgan para adquirírselas dtí
arbitrios tal vea* viles y bajos,
que suelen conducirles á su últi-
ma perdición. Nuestro Bonaven*
ttiri hizo ahora sus im5tileSsirefle«f
xiones sob re, esta, materia; mas
lo. pasado no_. tenia ya remedio^
y' era pceeifeo prestar toda, la
atención á jarjurgencia presente.
•••! 'Pasáfons^ylo.s dos dias pri­
meros de lá> reunión de .esta fa­
milia en unauespeciejde encanto
delicioso:, producido: por, la ¡sa­
tisfacción de sjujg conversaciones,
ya denlas, mutuas.»noticias¡¡qüft se
cfa mu n Le a ba a. (№b ce ¿lps < d ife re n­
tesl Janees QQU vúd'as,en los;­cinco
r

años'de­sjfcstpA*aíúob> Tamb ién


se 1 iso nj.ea baosc^in :1as e sp e.r atizús
de 'encontrac¡,atbHrdas ,;^ue ­re­
mediasen ^1 ma^'terrabie­', «n tjue :

les.habíá; sumergido la .fé,sinies­


tra de otrofalso, y poderoso.co­
merciante , • quien el .­anciano
Bonaventur.i hkbia salido;princi­s
pal fiador y después. de­haberle
m r
dado todo su dmeroá mitad dé ga-
nancias, el qual habiendo quebra-
do , no solo se quedó éste con su
caudal perdido, sino que tuvo que
pagar hasta donde alcanzaron
sus restantes bienes.
Para este último efecto de
procurarse ya como era preciso,
algunos medios de su subsisten-
cia , y por hablar también de los
asuntos respectivos á la casa de
Banco, que en Venecia había di-t
rijido el joven Bonaventuri, re-<
solvió pasar á Ver al Señor de
Salviati; y el poco conocimien-
to que él tenia del carácter de
los Grandes, le hizo creer que
la continuación del favor de éste,
á quien'esperaba mover con la
relación de los sucesos desgra-
ciados acaecidos á sus ancianos
Padres, había de poner fin al
miedo , con que íes amenazaba
la miseria , procurándole á él
mismo alguna otra nueva coloca-
ción , como les era facilísimo.
Lleno de la confianza , con que
un corazón sencillo, y noble en-,
tabla una pretensión, que se ha
creído justa, se llegó á la casa
del llustrísimo Don Francisco
Saiviati (el mayorazgo de ella),
hermano del Gran Prior de R o -
ma , de quien dimos suficiente
noticia anteriormente. Precedi-
das las indispensables formalida-
des , y etiquetas del estilo ; des-
pués de haber esperado unos tres
quartos de hora antes de entrar
el recado político á su Ilustrísi-
ma y algo mas de otro tanto,
después de que le hubiese recibi-
do 5 sin permitirle el honor de
que pisase las alfombras de las
fr9)
doradas habitaciones del Señor
Ilustrísimo , se dignó salir éste.
Mas , no hemos advertido,
como es indispensable para la
inteligencia de la causa princi-
pal del tratamiento que se da a
Bonaventuri, que ya habían t e -
nido noticia los Salviatis, de que
este joven , después del acreglo
mas exacto , y completo de las
cuentas de su cargo, dadas á su
inmediato, se había despedido
de sus subalternos, y dex^do á
Venecia; por lo que resentidos
estos Señores , en consideración
álos aumentos considerables, que
el Banco había recibido , en los
cinco años de su direccion,creyén-
dose difícil el hallar otra persona
que le substituyese con iguales
ventajas, saliendo hoy á hablarle
$1 tal Ilustrísimo (habiendo has^
(8o) , .
r

ta unos quince criados de esca-


lera baja , en aquella , y las pie-
zas inmediatas, que pudieran
bien oirlo) apenas le echó la vis J

ta encima, distante aún de éí


«nos quarenta pasos , le entró ya
diciendo,eon descompasados gri-
tos : „Amigo, usted es un loco; y
pudiera yo esperarme de seme-
jante hombre tal corresponden-
cia.,, rrr,,Señor- llustrísimo (le
replicó confundido el pobre B o -
naverifcuri, á quien no se le dexa-
ba hablar) Si...—:él haberse us-
ted salido de Venecia, sin mi or-
d e n , es un atentado. Yo haré
que se c a s t i g u e . . . S e ñ o r
yo no podia detenerme; pero to-
do lo dispuse antes, del modo
mas conforme. Me fué preciso
por cierto lance de h o n o r . z z z
¡Qué hombre este para lances
(8i)
de honor! sin mi beneficencia
estaría sin vestido; y habla de ho-
nor'- Pues ; habrá tenido algo
con alguna mugercilla de las
adocenadas...,,=r,,ÑO puede con-
denárseme , sin habérseme oí-'
d o . , , = : , , E s o e s , querrá lísíed
encajarme ahora , y estaré aquí
detenido para oir sus picardías.
Y o , yo haré que el Ministro las
castigué. Se pagan las truana-
d a s . , , E s t o dixq, y pegando me-
dia büélta, desapareció como tiri
relámpago. :
Él buen Bonaventuri se que-
dó consternado , confuso, y tan
corrido, que sin atreverse á al-
zar la Vista, porque no se encon-
trará con la délos que habían es-
cuchado su oprobio, y presencia-
do su abatimiento tomó el cami-
no del portal, y púsose en lá ca-
(82)
He de tal modo confundido , y
avergonzado, que le fué preciso
entrarse en un c a f é , donde me-
dio tendido, y s o l o , en un quar-
to retirado, empezó un monólo-
go , que si hubiera sido escucha-
do por los grandes del mundo, á
pesar de las preocupaciones de
su educación, y de la vil lison-
ja , que continuamente les rodea,
hubieran llegadoá comprehender
los excesivos males , que produ-
ce el orgullo insensible, con que
se acostumbran á mirar á todo
hombre, inferior á su clase , c o -
mo unos seres de distinta especie,
que solo ha producido el Padre
universal de los vivientes para
objetos desgraciados de sus pla-
ceres, de sus intereses, despre-
cios , y caprichos. Estamos muy
distantes de querer establecer
(»3)
aquí una regla general sin excep-
ción alguna. Aun por propia ex*
periencia vivimos persuadidos á
que no faltan varios , cuya filo-
sofía , y humanidad sostengan el
honor, que se debe á su esfera^
pero no podrá negarse , que se
deberá subscrivir á nuestro modo
de pensar , si de estos decimos
Aparent fauri nautes ingurgite vastos
Sumergido el-infeliz Bona-
venturi en el mar d e sus tristes
reflexiones , no dexaba también
de hallar grande peligro en algu-
na de las expresiones, que aca-
baba-de oir al Señor Salviati; y
los nuevos riesgos , que se creía
le amenazaban, eran tanto mas
temibles, quantó los juzgaba di-
rigidos contra su amada Esposa
idea cruel, que le hacía perder
el corte entendimiento de que ne-
(84)
cesitaba para buscar los medios
de su alivio» El no podia olvidar-
se de las palabras aquellas : que
se.'habría salido deVenecia por
¡alguna mugercilla. El recuerdo
déoste ultraje, hecho á su.Espo-
sa , objeto digno de los aplausos
de todo el Universo, le trastor-
naba el juicio. , , Y yo cobarde,
( se decía interiormente ) ni si-
quiera he intentado su defensa.
Ñ o basta á la infeliz el haberse
sumergido por mí en la extrema
miseria, sino que ha de haber
perdido también un honor , que
la aseguraban su nacimiento y
rarasqualidades,; y aun masque
todo, su digno corazón, que me-
reze que se ofrezca por éxemplo
de bondad á los siglos futuros...
Pero tal vez se lia sabido aquí su
fuga de Venecia, y si llegase, allá
C*5)
el aviso de su paradero , su fa-
milia irritada apelaría á todos
los arbitrios , para que fuese yo
tratado como un seductor v i l , y
un raptor temerario ; aunque el
Cielo me es testigo, de que no me
convienen tales notas ; pues que
intenté apartarme de Venecia, por
evitar el daño de la amable per-
sona á quien sabía yo querer roas
que á mí mismo, y por laque
daría mi propia vida. ¡Ojalá
á costa de ella pudiera restituir-
la los bienes, que ha perdido!
pero, ¡hay triste! no estamos en
el caso de acordarnos de las
prosperidades pasadas , sino de
huir de los escollps, que adverti-
mos harto inmediatos, consultán-
dolo con ella, que no se espera-
rá haya tenido tales resultas la
firme confianza, conque se creía
(86)
que este ingrato Señor, al que he
servido bien, había de recom-
pensarme,,. jMonstruo indigno!,,
Apenas se había puesto He
pie para partir para su Casa,
quando lleno de las contradiccio-
nes, que acompañan regularmen-
te al hombre sobrecogido de a l -
gún temor extraordinario, pensó
en que convendría más el callar
á sus Padres, y su Esposa lo
ocurrido en su visita anterior,
por no añadir este nuevo sobre-
salto á sus innumerables motivos
de pena , y aflicción. Hizo quan-
to pudo antes de verles, y aun
en su presencia , por arreglar su
exterior , de un modo correspon-
diente al disimulo proyectado;
mas su sencillo corazón, muy po-
co acostumbrado al arte falaz de
la falsa política, no le permitió
el secreto. Contribuyó también
á esto, el que su Padre, cuyo
carácter mas digno de los fingi-
dos seres de la edad del Siglo
de Oro, que de los de la Corte,
en que habitaba, pensando favo-
rablemente de la tardanza en la
buelta de Bonaventuri, al reci-
birlo, empezó á felicitarle , con
una enhorabuena muy ingenua,
pero quedebía ser harto pesada á
este hijo, y con los descomedi-
dos elogios de los Salviatis, que
no podían serle menos desagrada-
bles , por lo mismo que no los
merecían. Aunque solo fué su
respuesta un suspiro, tan profun-
d o , como triste 5 é l , y otras s e -
ñales , nada equívocas , que no
se escaparon á la penetración de
Blanca, hicieron que por com-
placer el Marido á las instancias
(88)
áe ella, se tuviese que explicar
quanto pudo, callando solo a l -
guna circustancia , de las que
su vergüenza le obligaba á ocul-
tar ; más, ni aún esto dexó de
conocer su triste esposa , que
descubría en é l , no solo el aba-
timiento del verdadero dolor, si-
n o , además, el fuego obscuro de
la desesperación , y del miedo
que le tenían consumido. , , Y o
me temo ( l e dixo)que ofendes
algún tanto á la confianza, que
debes á todas las personas, que te
oímos. Persuádete á que en este
instante está leyendo en tu cora-
zón la ansia del mió. ¡Y rehusas
el desahogarte con nosotros ! La
verdad ; tú ignorabas, que entre
los Grandes es donde se hallan
comunmente los seres desprecia-
bles , que reconcentran las ideas
(89)
del bien, en el círculo estrecho,
y limitado de sí mismos. N o de-
xarán de ser de este número los
Salviatis. N o pudiendo ellos sa-
car de tí, en otra parte, tan buen
partido, como el que les procu-
rabas en Venecia , juzgarán un
ultrage imperdonable, el que de
allí te hayas venido ; y creyén-
dose injuriados , lejos de que se
acuerden del mérito pasado, cree-
rán hacer mucho por t í , si á sus
insultos , no añaden la persecu-
ción , y la venganza.,,
A l oir el joven Bonaventu-
r i , en las razones de Blanca , la
repetición de las expresiones mis-
m a s , que en el pasado lance se
habían dicho, no dudó en expli^-
carse abiertamente. Se conferen-
ció entre todos , ( y muy despa-
cio ) sobre los recelos , que ha-
(9o)
bia el aprendido , de si podría
saberse en la familia de los Ca-
pellos el paradero de los dos
Esposos , con otros varios pun-
tos, relativos á buscarse otro es-
tablecimiento distante de F l o -
rencia ; y como la virtud , y la
honradez presidian su junta , ja-
más pudieron ser oídos otros
dictámenes, mas cuerdos, de más
prudencia , ni donde el desinte-
rés fuese más conocido. ¡Con que
amorosa franqueza los dos res-
petables Padres instaban á sus
hijos , á que procurasen lo pri-
mero huir de todo riesgo , bus-
cándose un lugar secreto, y re-
tirado ! ¡Que no se empeñaran
en que viviesen todos reunidos,
quando tampoco estaban en el
caso los dos jóvenes de añadirse
así otro motivo mas de mayor gas-
(90
lo! „Nosotros (les decía el ancia-
no Bonaventuri) regularmente po-
co v i v i r e m o s y no pensando en
mas que en nuestro preciso ali-
mento , consiste éste en tan poco,
que fácilmente le encontraremos
en la caridad pública.,,
Pero Blanca ( á quien , aun
en el centro de la indigencia , no
podia vencerse en la superiori-
dad de sus generosos sentimien-
t o s ) se negó á la separación
propuesta 5 asegurando á sus Pa-
dres políticos, que sin el consue-
lo de su compañía,hallaría siem-
pre su corazón un vacío inmenso.
Alentó á su Esposo , sobre sus
miedos infundidos ; , , y por últi-
mo (dijo ) es bien pensemos con
arreglo á las ideas de nuestro
prudente Padre. ¿Temeremos acá»
so morirnos de necesidad? ¿In-
(92)
junaremos , hasta tal extremo á
la Providencia , que creamos nos
reserve para el primer exempló
de un abandono s u y o , con qué
jamás ha maltratado á ninguna
de sus criaturas ? ¡ Que racional,
habiéndola implorado ha muerto
hasta ahora por la falta del pan
preciso! Lo que atormenta al
hombre es el superfluo , que él
juzga necesario falsamente. N o -
sotros tenemos ciertas alhajas,que
nos aseguran el poderlo pasar
con la satisfacción de estos tres
dias,unos dos ó tres años , lue-
go , no permitamos, que un f u -
turo espantoso, y tal vez innacce-
sible ( pues no sabemos si llega-
rá) asuste nuestras miras, y nos
cause el tormento de las almas
vajas , ingratas á su criador, ar-
rancándonos también las quejas
(93)
de los necios... A y tienes este
anillo , véndele ahora mismo, y
paga con su precio el alquiler del
quarto, donde sigamos reunidos,
y dichosos , hasta que quiera el
Cielo mudar nuestro destino en
otro, en que tal v e z , con mas
haberes, perderemos infinito.,,
A la acción de sacarse Blan-
ca del dedo la sortija de brillan-
tes , no pudieron contenerse las
lágrimas. Sintieron todos, una
conmoción , aun mismo tiempo,
triste, y deliciosa, que produxo
un llanto fuerte , y universal:
efecto de las impresiones, que
causaba en el corazón de sus
oyentes el idioma de su virtud;
pero resistiéndose su Esposo á
tomar el anillo , insistiendo él ert
despachar antes sus reloxes de
repetición, y demás alhajas de su
,(94)
u s o , continuó siempre en su pro-
puesta esta muger virtuosa, sos-
teniéndola con tales argumentos
que por lo mucho, que pueden
influir sobre la moral de nuestros
d i a s , nos creemos obligados á
insertarles brevemente en estas
memorias , aun que se censuren
de superfluos en ellas.
, , Que j Amado mió I (decía
esta tierna Esposa á su Marido,
con una sencillez encantadora)
¿Apreciarás tú menos mis manos,
por que carezcan de esta simple
brillantez? ¡Yo no lo creo!,j
(sin ser libre en la acción, estam-
pó él sus labios en ellas ) Blanca
prosiguió diciendo. , , H e mirado
y o siempre toda pedrería de va-
lor , como el símbolo perfecto de
la dureza, é insensibilidad de las
que la usan. El diamante á mis
(95)
ojos, como que produce el efec-
to de endurecer el corazón de las
personas , que se adornan con él.
Sien otros tiempos los gasté yo
algún tanto, me movía la necesi-
dad de presentarme entre una
Nobleza preocupada , que me
hubiera desechado con despre-
c i o , si no la hubiese imitado en
la ridiculez de su luxo , que es
un crimen verdadero de lesa-hu-
manidad. Ahora estaré ya libre
dé ese abuso insensato. Yá no
tengo que salir, sino quando me
obligue el cumplimiento de los
actos de mi [Religión. Aquí, en
mi casa me propongo encontrar
los recreos mayores, en alguna
labor útil, en la lectura, y en el
arreglo de ella. „
Tal fué su plan de vida, y él
hizo en su práctica ( d e que no se
(96)
separaba) el embeieso de sus días.
Sin el recuerdo , con que la me-
lancolizaba muchos ratos la me-?
moría de sus Padres ausentes, de
quienes en dos años nada sabía,
y ni se atrevía á preguntar, la
serenidad del Cielo de este ma-
trimonio no se hubiera nublado,
y Blanca sería la mas dichosa de
todas las mugeres; pues si la s a -
tisfacción de los deseos acarrea
la felicidad de esta vida , ella te-
nía los suyos completamente sa-
tisfechos. Siendo pocos, y justos,
con facilidad podía complacer-
les. Sin embargo llegaron unos
dias, en que redobló sus fuerzas
el sentimiento dudoso sobre la
existencia de sus Padres de Vene- ;

cia. Nada bastaba á separar su


pensamiento de este objeto, que
la inquietaba cruelmente y de él s e
Í9?)
ocupaba, con toda su familia,un
dia en que se hallaban todos de
}

Sobre mesa á tiempo que llamó


un méndigo , pidiendo, una limos-
na. Blanca, que desde su .tierna
edad , poseía cierta sensibilidad
extensiva á todo genero de des-
gracia , salió casi corriendo con
un trozo de pan para dar al po-
bre j y en las finas expresiones
de su agradecimiento conoció sec
de su tierra. Toda sobresaltada,
y con un regocijo , que oprimía
su corazón, asiéndole del bra-
zo, le lleva dentro de la sala, gri-
tando : "Lo he conocido al pun-
to.... Es Veneciano—„ En efec-
to era un Inválido , que había
servido en la esquadra que man-
tiene siempre aquella República
en el golfo Adriático., Hizole seri^,
tar Blanca en la misma si^iaque
(98)
ella había tenido en la mesa , y
sirviéndole de lo que había re-,
servado su economía para la ce-
n a , empezó á descargar sobre
él una nube de preguntas , que
solo interrumpía por las instan-
cias , con que le rogaba que c o -
miera.
Ya le había preguntado por
casi todas las Familias de consi-
deración de Venecia, y la infeliz,
como que se temia lo que la espe-
raba. Deseaba, y no sabía cómo
inquirir noticias de sus amados
Padres , sin que al nombrarles,
la perjudicase su arrebato, y se
descubriera todo el misterio. Ya
en fin se la escapa el nombre de
los Capillos , y el buen Inválido,
que estaba concluyendo su comi-
da , muy preciado de haber ser-
vido en la Esquádra Veneciana^
(99). i

que al presente se mandaba, y di-


rigía por el personaje nombrado,
persuadido á que podía respon-
der con lucimiento , empezó así
sus noticias, sobre la pregunta
propuesta.
" Concluido en el año pasa-
do el trieniál del Generalato
Adriático , que obtenía el Señor
de Grimani , con quien yo serví
dos años, pensó el Senado , que
al Señor de Capello convendría
aquel mando , con que lograría
distraherse de las tormentas de
su casa ; porque desde la pérdida
enigmática de su hija.... ? Como?
¿Que enigma fué ese? ( le dixo la
Señora Bonaventuri, mientras la
triste Blanca se 'sentía con un des-
fallecimiento que no la permitía
sostenerse siquiera.) Que hará
como tres años , que tenían en sil
*
(ioo)
casa aquellos Señores una hija,
que según todo Venecia dice hoy
mismo, era la mas preciosa Seño-
rita , que hat>ía en toda Italia.
Quince años tendría, y para las
letras, música , y baile; para la
hermosura... Vaya para todo; por-
que aun en el genio dicen que era
un Ángel. Pues verán ustedes, que
de la noche á la mañana se la
debió tragar la tierra. Ni muerta
ni viva se ha buelto á saber de e-
11a. Yo no sé , si las brujas se la
llevarían. Ello e s , que por mas
que se ha h e c h o , ni la menor
noticia ha habido de su parade-
ro. Desde entonces, á la casa to-
d a , como si la hubiese caido al-
guna excomunión. N o hubo mas
que desgracias. Al segundo dia
murió mi prima la Señora de Gal-
len, que haéía.quarenta años que
estaba allí de dueña de honor.
A ios quince, la madre..." ¡Áy
Madre mia! (exclamó Blanca)*
dexándose caer sobre su Esposo.
Al silencio, é interés , con que~
se le escuchaba , se siguió el al-
boroto mayor. Consternada toda
la familia se dedicó cuidadosa al
remedió de B l a n c 3 , que como no'
Bolvia.de su desmayo','fué forzo-í
so recostarla'tñ la cania j buscar
de priesa al Médico', y hacer
otras varias diligencias propias 1

del casó.;' • • r ; }

' -'Confundido -'él'Inválido-'V'-a'


quién; ña3a sé le decía j'y qúé' s;e;
r 1

quedó soló en la- saTá¿ y no dü-'


J ¡: !

dan do a ét misterio y'sintió su


r ?: t

involuntaria imprudencia , y
creyó sería mejor tornar la esesv
lera , con su propia licencia^;-.
siíenciosaHáespedida , í o que rnV'
(102)
20 de repente, no sin una pena
viva, por mirarse el autor de
una desgracia, cuyas conseqüen-
cias presumía habían de ser fu-
nestas , según lo indicaba el es-
tado mortal, en que quedaba
aquella Señorita.
Jamás dolor alguno ha po-
dido apoderarse de un corazón
humano con mas fuerza que el
que sobrecogió á la infeliz espo-
sa de Bonaventuri. Por el espa-
cio de quatro horas no se notó
en ella ,* aun por los misinos fa-
cultatiyos.j el menor indicjo, que
prometiese bplveria de su de-
liquio profundo. Tanto, dudaron
yá estos de ^u v i d a , q u e para
desengañarse, de si realmente ca-
recía de ella , tuvieron que v a -
lerse de los esturnatórios mas
fuertes. Por este medio lograron
(i°3) .
creer que aun existía, y por ú l -
timo, ayudada la naturaleza por
el favor del arte, consig>ijírq;i
la mejoría de la triste pa tente;
mas tal fué la impresión , que la
mala noticia ocasionó en su a l -
ma, que durante quatro meses,-
muy raro era el dia ,en que no la
repitiese el desmayo. Todos se
creían , que según el estado de
desfallecimiento en que se iba
sumergiendo, este accidente aca-
baría con ella; y fácilmente pode-
mos inferirnos .también, quál sería
el" estado de desconsuelo de toda-
aquella casa. Los dos pobres
Ancianos pedían á Dios no, les
dexase llegar á presenciar; una.
muerte, mas sensible para ellos,
que la suya propia; y el. J o -
ven Esposo padecía mil veces
ma^s , que la misma enferma. A4
escomo todos ellos no vivía si-
no con una existencia desgracia-
da,, yfatal á la-que hubieran pre-
ferido muy gustósossu fin , si la ;

religión ( que les sostenía algún


;

tanto) les hubiera permitido el ;

procurársele; y tal es cbmurí-


mente la vida de todo hombre.
Si se descuentan-de sü s diás, ; 1

los que se pasan ¿er* elidelor'de'


1

las - enfermedad es dé los 'sen ti


miemos 3 a-gitaciones y' fa-H'^Us'
¿que. tiempo vivefcEste cono'Si^
miento debería' a ío"-menos e xci-
: í: i ;

t-á'r'' la- resignación-' d e' sus- ihév i -'


! 1

t a b l e a trabajos -/pues riada pue*'-


de- animar más en ellos', que la
Consideración desque ,son indis-
pensables, mienVf-á-s -sé' camina*
póáeí mar tempestuoso de este 0

mundo al puerto feliz, donde' sé


halie descamar de-ellos. Asi de*'
cía Blanca á sus Padres, y E s -
poso , alentándoles en su aflic->
clon ;> y lo mejor está en que su
christiana filosofía , muy contra-,
r-ia'a la de los espíritus fuertes,
laitenía en la firme persuasión de¿
lo «mismo que les aconsejaba^
Ella veía en sus desgracias ia>
mano poderosa del Divino Mo- ¡
tór, que se las acarreaba ,..y .naj
quería , que se olvidase , sino an-
tes bien, que se humillara por
el continuo recuerdo de haber
sido una Parricida : esta era su
continua expresión, y á ella d e -
bía los esfuerzos mas vigorosos,
con que procuraba el restableci-
miento de su salud , que quería
( decía ella también) para que se
prolongaran unos sufrimientos,
que justísimamente merecía; y
sin los quales, sus sentimientos
(106)
religiosos acaso se amortiguarían
en su ingrato corazón. Logró en
fin su mejoría , y con ella logra-
ron las personas de su casa cierta
serenidad de ánimo, que les da-
ba nuevas fuerzas para otras tor-
mentas , no menos borrascosas,
que las sucedidas, y que se con-
tinuarán en estas memorias, don-
de v a n a verse.
(iOjr)

CAPÍTULO IV.

£7 Gran- Duque de Toscana ve a


BLANCA casualmente. Impre-.
sion , #wt? causa su hermosura
en el corazón del Soberano.
Visítala éste en la casa de un
Grande. Sustos , y conseqüen-
cias de la tal vista. Mutación
considerable en la suerte de
BLANCA,y de toda su familia,
y regocijo de ella por el feliz
ascenso de BONAVENTURI.

J3íanca , dotada de aquella


dichosa cualidad, tan poco c o -
mún en las personas de su sexo:
esto e s , de aquel espíritu recogí-
(io8)
do , y., determinado , que puede
descansar sobre sí mismo, por-
que sabe discernir en qué consis-
te la verdadera felicidad , y c a -
minar acia ella, con una firme
resolución; la prudentísima Blan-
c a , después del restablecimiento
de su salud , áe entregó nueva-
mente á las tres clases de ocupa-
ción , qué formaban el encarito
de su vida , haciéndosela ama-
ble , y deliciosa. Su tiempo dis-
tribuido entre la Religión , la
lavor de sus manos,y la lectura,
no la dejaba otro sentimiento,
que el de la rapidez, con que
acortaba las horas de su duración;
pues la primera la prestaba los
mas dulces consuelos en medio
de los motivos de su aflicción: la
segunda, reduciéndose á algunas
obrillas de poco momento, pero
('ico)
de bastante primor, en el dibuja,
y bordado , la producían algún
lucro , despachados por la Ma-
dre de Bonaventuri, contribu-
yendo á la diaria manutención
de la casa ; y las Bellas Lletras,
tercera ocupación , á que Blanca
se entregaba con ahinco, además
de que engañaban el fastidio de
su retiro , y soledad , acavaban
de llenar todos sus instantes , é
ilustraban su corazón: efecto que
no dexarán de producir siempre,
siendo innegable , que sin ellas,
jamás se perfecciona una perso-
na , y mucho menos una Nación;
lo que se graduará de paradoxa
por algunos de los lectores, y por
lo mismo, aunque parezca intem-
pestiva, podrá permitírsenos aquí
sobre esto una corta digresión,
eme juzgamos de alguna utilidad.
(no)
¿Quien creería á primera vis-
ta ( dice un Autor moderno ) que
los descubrimientos , las inven-
ciones útiles, las artes mecáni-
cas , y los mejores sistemas polí-
ticos dependen de las Bellas Le-
tras? Pues ellas han precedido
siempre á las ciencias profundas,
y han hermoseado su exterior;
y por este artificio ingenioso las
han adoptado las Naciones, y las
han amado después. N o hay du-
da en que todo es propio de la
imaginación, y del sentimien-
to , aun lo que parece mas apar-
tado , y distante. Basta algunas
veces hacer amanecer la aurora
de las Bellas letras en una re-
gión bárbara , para darla pronto
las artes sólidas, y las inven-
ciones mas grandes. Esta conca-
tenación se ha visto en todas las
(III).
Naciones; y apenas se ha d e -
mostrado en ellas la verdadera
razón , quando principia yá á
sentir el hombre ; y desde que
siente, no tarda en raciocinar
sobre sus sensaciones. El mundo
moral tal vez se semeja al mundo
físico, donde las flores preceden;
siempre á los frutos 5 y yá hay
aquí con que poder reconciliar
á los tétricos enemigos de las
gracias, con los ligeros sectarios
de la brillante literatura. Qual*
quiera, que sabe observar los
pasos del espíritu humano , vé,
que todos los modos de escrivir
se aplican insensiblemente á la
moral. Este es el grande interés
del hombre, y de las Naciones,
y á este fin útil se dirigen siem-
pre los Escritores verdaderamen-
te sólidos, que saben .que la mo?
( 1 1 2 )
ral no es triste, molesta, ni pe-
sada , y que instruyendo , se
puede divertir , interesar , y
agradar.
Estos eran los efectos que
consiguió Blanca con su aplica-
ción constante á la lectura-; y
llegaremos á la época en que
veamos los frutos , que cogió de
ella , extensivos al bien de toda
una Nación , reducida , por esta
Muger grandemente instruida, al
estado mas floreciente, en el
tiempo en que su influencia la
governaba , para lo que supo
abrirla el paso una impensada
casualidad, de las que se vale el
destino, quando quiere favore-
cer á las criaturas, y elevarlas
á¡los últimos grados del Alcázar
de la falsa Deidad, que llama-
mos Fortuna: el caso fué éste. .
("3)
Francisco II, de Medkis^
Gran-Duque , y Soberano de ;

la Tóscana , era un Príncipe^


cuyo elogio se forma brevemen-
te con decir -j que había hereda-,
d o , no solo IQS Estados, sino las.
virtudes morales j .y políticas-
de Cosme I. su Padre, á quien!
Pió V. confirmó para é l , y. sus;
succeso.res el título de Grande^
que él supo adquirir.se. justamen-.
te. Participaba también el Caraca
ter de Francisco II. de las qua-
lidades de la alma del Héroe dé
aquel Siglo j Henrique iV. su
contemporáneo; y supo con la
sensibilidad de un corazón, muy
semejante al del Monarca Fran-
cés , contenerse en los límites,
señalados por la religión, y el
trono, sin condescender con las
flaquezas j que tanto manchan su
(IÍ4)
resplandor ; al paso, que se no-
taba en él cierto ayre de galante-
ría , y gentileza, que anadian á
su persona , todas aquellas gra-
cias, que suelen atraher á una
Persona Real el respeto, y el
amor de todas las clases de los
individuos de sus Estados. Pa-
sando pues este Príncipe , una
tarde, rodeado de toda la Gran-
deza , por la calle de Blanca,
salió ésta al ruido del gentío, y
se mantuvo con su hermoso ros-
tro asomado por algún tiempo á
la ventana 5 y si hasta aquí no
hemos dado al Lector las prue-
bas suficientes para que se for-
mase una idea completa de la
extremada hermosura de la hija
de los Señores Capellos, ahora
ofrece la misma historia una, har-
to capaz , para que se la crea
(»s)
con todos los grados de perfec-
ción , y como la singular belleza,
que poseyó la Italia ert aquel Si-
glo. N o podía menos de serlo,
quando mereció fixar sobre ella
la vista de Francisco II. y de to-
da la demás Grandeza de su
comitiva. Blanca tenía también
aquellas otrasgracias que im-
i

primen sobre la frente de sus po-


seedoras el dichoso sello de Ja
dulzura , y magesiad^ Al pasar
el Príncipe la mira t¡ ella lo a d -
vierte , y su rubor colorea sus
facciones de un vivo encarnado,
que aumenta el encanto, conque
subyuga repentinamente el cora-
zón del joven Soverano. Sin de-
tenerse mas , se retira del an-
tepecho, pero qüando su her-
mosura había disparado ya la
flecha. Ya la magia de sus ojos
*
(n6)
había producido en el Grán-Ku-
que la especie de sentimiento, que
violenta , y determina un afecto
á la primera mirada.
Poco importa que enseñen,
y sostengan algunos filósofos mo-
dernos , que no puede nacer el
amor de un solo instante. En in-
finitas ocasiones se declara la ex-
periencia contra su opinión. Sí,
que no negaremos, con el célebre
Gregorio que en tal c a s o , está
fundado sobre un motivo muy in-
suficiente , que la razón no pue-
de aprobar; pues que el amor
juicioso se establece sobre la es-
timación , y conformidad de los
gustos , y sentimientos , y por
consiguiente no se ampara del
corazón, sino insensiblemente, y
por ciertos grados 5 más ¿ como
ha de dexarse de dar crédito á
la violencia de algunas pasiones
amorosas, que se ven diariamen-
te, y refieren las historias , cuyo
arrebato poderoso, y repentino
nació solo á la primera vista?
N i sucedió otra cosa en ésta.
Tanta fué la Conmoción de!
Gran-Duque al ver la bella Blan-
ca , que desde aquel instante no
pudo desecharla de su i d e a , y
se advertía el interior desasosie-
go , en que se hallaba , por lo
qual el Señor de Fosearini, uno
de sus principales confidentes^
en quien tenía la más completa
satisfacción , oyendo las expre-
siones de S. A. qué pintaban el
estado de su alma enamorada,
deseando por su carácter lisonjea
ro adivinar los gustos de su Príri*
cipe , para complacerle , no tar-
dó en prometerle , que él hasíá
(n8)
de modo , que lograse pronto el
verla.
Así e s como los Monarcas se
encuentran responsables e n v a -
rias ocasiones de ciertas man-
chas, á que sin la vileza de la adu-
lación , que les circunda , jamás
podrían prestarse. La promesa
de este diestro cortesano fué al
punto cumplida, Pocas diligen-
cias bastaron para hacerle saber
el estado de indigencia de la po-
bre Blanca. Esto favorecía sus
intentos; y la necesidad de aque-
lla casa prometía á su modo de
pensar (harto C Q i r m n , y cierto) un
éxito muy fácil. Dispúsose la
jintrígacontra el honor, y la vir-
tud de Blanca } y la Señora Fos-
•Gayifií era quien la dirigía, ten-
diendo sus ocultos lazos á esta
candida avecilla. A poco tiempo
la astuta Señora hizo conocimien*
to con la Madre de Bonaventuri,
que inocente* y agradecida á sus
expresiones lisonjeras, y al favor
que de su grande poder esperaba,
correspondía impensadamente á
sus infames intenciones. La vir-
tuosa Blanca se vio ya por las
instancias de estas dos Señoras,
comprometida en la precisión de
pasarse á la casa de la de Fosca-
rini, que decía querer aprender
á bordar de ella. También se
prestaba por sí misma muy gus-
tosa á esta feliz; ocasión ( d i -
cen los Autores del nuevo I)ic-
cionario histórico) por que vivía,
desde el pasado lance, en que se
descubrió involuntariamente al
Imbalido, en una inquietud con-
tinua de parte de sus Parientes,
cuya persecucion.temía j y había
(I20)
pensado varias veces en procu-
rarse alguna recomendación del
Gran-Duque. Con el trato de los
Señores Foscarinis se creía pe-
dirían estos á S. A. R. un pri-
vilegio de seguridad para ella, y
su Marido; pero en la primera
tarde de sü visita á casa de aque-
lla Dama conoció ya las redes,
que se la tendían ; y sin la pene-
tración de su espíritu heroico,
sostenido por la fuerza constante
de su admirable virtud , hubiera
caido en ellas. Llegóse la hora
de la prueba, que acredita su
honradez , y su valor. Estaba
Blanca solamente en compañía
de aquella Señora, en uno de sus
gavinétes" mas retirados, cuyos
adornos, propios del Sy barita más
voluptuoso, asustaron ya la vis-
ta de su virtud, quando la Dama
•'( 1 * 1 )
artificiosa motiva un. pretexto
para salirse del, por corto instan-
te. Así estaba preparada la tra-
ma atroz. Ábrese de repente por
el Gran-Duque una puertecilla
invisible, ó escusada, y se pre-
senta á Blanca, que (consternada,
y confundida al aspecto impre-
visto del Príncipe solo , pero v a -
ronil , y activa) debió á su gran-
de alma su primer movimiento,
<jue no fué otro, que el de arro-
jarse á sus rodillas, suplicándole,
con los términos mas tristes , y
vehementes , respetase su honor,
á cuya pérdida no podría sobre-
vivir.
Pero há ¡Quando no fué oída
la voz de la virtud! ¿Hay fuer-
za , que resista á su encanto po-
deroso? Al punto enternecida la
•alma., del ciego amante, y desr
( 122)
concertada en su temerario pro-
yecto , se suscitan en ella otros
nuevos sentimientos , y le resti-
tuyen á los que convenían más
á la índole generosa , que le ha-
bía animado siempre. El mismo
la alza del suelo con la mayor
bondad 5 la suplica eajuge el
llanto,que ha sabido apagar la
llama de su amoroso ardor 5 y
pidiéndola con respeto el perdón
de su osadía, huye de su presen-
cia , y de la casa, llevándose la
imagen de un penetrante quadro,
que no pudo en su vida apartar
de sus ojos. Las lágrimas de Blan-
ca , arrancadas por el susto de
su deshonor, añadían á su her-
mosura tal realze , que precisa-
mente habían de obtener el
triunfo en el combate , que el
amor la proponía ; pero radica*
(123)
barí mas las vivas impresiones,
que (aún sin ellas) habían cau-
sado sus ojos , en un corazón
sensible, y tierno, como el que
tenía Francisco II.
Dejóla en fin anegada en su
llanto, que no podía agotar ella,
sobrecojida por las terribles ideas
del oprobio , intentado , de un
modo v i l , y bajo, contra su
adorada Familia; así mirando
asustada aún, y con horror, aquel
sitio, destinado para su perdi-
ción , se precipita también en la
calle, con tal rapidez , que ni
se para á la despedida de la as-
tuta motora del bárbaro proyec-
to. N o ; ni mira con mas miedo
el triste navegante la-playa , que
escondía el escollo , donde pudo
hacer naufragio , que el que aco-
metía á esta alma inocente, quan-
(124) .
do se acordaba del riesgo á que
en aquella horrible casa , había
estado expuesta.Ni boivióá pa-
sar por ella,ni intentó con sus
dueños otras satisfacciones, ni
mas quejas, que las que su silen-
cio eioqüente exigía de su con-»
ducta criminal , y monstruosa.
Su pura candidez la hacía estre-
mecerse en los dias primeros des-
pués del atentado, de suerte que
esta Esposa fiel, y amante, ni
seatrebía siquiera á mirar á su
Marido. Sin embargo su modesta
reserva supo ocultarle á é l , y á
toda la familia,.la escena des-
graciada, cuya intención sola-
mente la embilecía á sus ojos \ y
jamás este secreto hubiera salido
de su afligido corazón, si los te-
mores, en que nuevamente se la
sumergía, no se le hubieran he-
crío confiar áBonaventuri,á quien
juzgaba su cordura , que podría
convenir su descubrimiento ; pe-
ro ;• ¡ quantas lágrimas de confu-
sión , y de rubor acompañaron
á esta declaración , que solo fué
producida por la causa siguiente!
Quando en los diez dias pa-
sados , desde aquel, en que ocur-
rió el susto á la infeliz Blanca,
apenas había podido aiín dese-
char de sí la mortal agitación,
en que la tenía un triste presen-
timiento sobre sus conseqüencias,
que pudieran ser fatales, atendi-
das todas sus circustancias,
hallándose ocupada en la tarea
del bordado, en compañía de su
Esposo , sintieron parar un c a -
ballo á la puerta de su casa, y
subía por la escalera el que, con
hartadiligencia,habíav€nido so-
bre él. Ábrese la puerta de la
sala , y entra por ella un Guar-
dia , con un pliego en su mano.
Si él hubiese contenido el fallo
irrevocable contra la triste vida
de aquellas quatro personas des-
graciadas j no hubiera sido m a -
yor ei terror pánico , que el que
suscitó su vista en todas ellas.
Sin embargo , el semblante del
Guardia , y el ayre afable de la
cortesía con que saludó á todos,
i

aunque muy brevemente,no pro-


mería un anuncio fatal, ó alguna
cruel nueva; pero era ya tal el
rigor de su suerte, y la tenacidad
con que las perseguía, que de-t
bían temerse justamente de todo
nuevo acaso. Preguntó solo el
Guardia al joven Bonaventuri
por su nombre ; y apenas le oyó
¿,pues á vmd. viene dirigida (dijo)
(i»? )
esta orden, que se me manda le
entregue en propias manos.,,
Sin esperar respuesta t¡ y con
tan pocas palabras en su despe-
dida \ como tuvo á su entrada,
partió inmediatamente. í)e toda
la familia, muy ignorante de la
escena pasada en casa de Fosca-
ríni, se supone j que la infeliz
Blanca , al ver la carta , era la
que mas sufría.' i t)e quién és¿
6

(preguntó sobresaltada, y muer-


t a ) = Segufl lo índica el sello
es de su Alteza Real,.y aun de
su mano misma parece la letra*
La respondió sü Esposo, quien
después de leída en silencio, por
consideración a l a reserva, que
podía exigir , volvió á leerla en
voz alta , y decía solamente.
u
L u e g o , Luego que reci-
báis esta, desea veros en su ca-
08)
sa dfe campo, de Poggio Cajano f

El Gran-Duque. Francisco II.,,


Aunque el primer impulso
del JovenBonaventuri no fué otro
que el de obedecer al momento,
la voz del Soberano, como buen
vasallo, acometió á su pensa-
miento la cruel idea de ser la ór-,
den, efecto de algún terrible
golpe preparado por la vengan-
za del Señor Salviati, sin e m -
bargo de que por atención de su
esposa disimulaba su susto con
7 -

aliento. E s t a , que se había que-


dado en lá situación de una per-
sona , que á la noticia de un mal
cierto pierde las facultades de,
su alma, sin poder explicarse,
padecía interiormente el mas san-
griento combate^ Su memoria la
acordaba todas las circustancias
de aquel lance funesto 5 y sobre
t6do el haberse salido sin des-
pedirse de la casa, ni haber buel-
t o á ella, creía, que podían ha-
berlo interpretado los Señores
Foscarini, y aun el mismo Prín-
cipe, como un desprecio, q u e
diese motivo al abuso del poder
de su grandeza para exijir un es-
carmiento, con la ruina de su es-
poso. Además, (se pensaba ella)
el Gran-Duque temeroso de núes-
tra^facilidad para la publicación,
de un secreto, cuya silenciosa
reserva tanto le interesa, habn$£
resuelto asegurase de él á toda
costa. " ¡ Ay de mí! ( exclama
entonces llorando y abrazando a
su Esposo!) Llegó mi mayor
mal. A Dios amado mió. Yo te
pierdo..... „
Un sudor, mas copioso y frío,
que el que suele servir de síntoma
9
(i3©)
postrero á la misma muerte, cor-
ría por su hermoso semblante,
y viendo vestirse á Bonaventuri
de un modo mas decente para
partir al punto, ayudándole ella
misma con sus manos trémulas,
y sin interrumpir su llanto, "Ay
triste"! (decía) Renovemos el rito
bárbaro de los sacrificios anti-
guos : adornemos mi amada víc-
tima! „ Y al verle que silencioso
y pálido, estaba ya,para mar-
charse, asida á él con mas es-
fuerzo, que el de la débil yedra,
rodeada al árbol, resistiéndose
'á su marcha ,llevóle á un lado
de la sala , donde le abrió su co-
razón, y le contó el suceso de que
ya hemos hablado. — Aquí no
hay mas que un medio ( dijo ya
en voz mas alta, que entendie-
ron sus Padres) Huyamos de es-
tos climas. Aprovechemos los
instantes. — S í ; (la respondió él
al punto) sí; volemos. Yo tendría
valor para perder la vida ; pe-
ro para mi agravio N o pudo
decir mas. Entonces el buen vie-
jo Bonaventuri les gritó, con
una entereza de lealtad , que
anunciaba un buen agüero: " ¡Qué
estáis hay delirando Jóvenes in-
sensatos! ¡Tú eres mi hijo!¡Con
que derecho quieres negarte ají
legítimo Soberano, que te llama,
y de un modo ; que ni aun tie-r
ne las apariencias de un ánimo
funesto á vuestra tranquilidad!
Mira si partes pronto, ó me ir-
rito contra tí, que yo no pue- :

do permitir, que faltes al res-


peto, debido á un Príncipe tan
humano , como lo es el heredero^
de Cosme el Grande, No- pier^
das mas el tiempo. „
Apenas oyó ya el obediente
hijo estas últimas voces de su pa-
dre. Desasiéndose de Blanca,
partió al punto. Ella quedó en-
tregada á un dolor insufrible, es-
cuchando los consuelos del res-
petable anciano, que por el c o -
nocimiento, que tenía de la equi-
dad inalterable de su Príncipe,
se prometía ya concluido el tér-
mino de la miseria de su triste
casa , si sabía diestro Bonaven-
turi aprovecharse del corazón
humano, y generoso del Gran-
Duque. El acertó en efecto.
Desde que Francisco II. l l e -
gó al extremo del insulto de
Blanca, y vio el esfuerzo honro-
so de la bella Heroína por su d e -
fensa , mas arrebatado que nun-
ca por sus nuevos sentimientos
a su favor no logro sosiego; y bus-
cando su desahogo con su con-
fidente , siempre era ella obje-
to de sus conversaciones. R e -
suelto á indemnizarla de algún
modo del rigor de la suerte, en
que se le dijo que se hallaba, y
curioso por otra parte de inqui^
rir qualquier misterio, que se
ocultara en aquella extrangera,
llamó al marido, quien á toda
diligencia en dos horas de tiem-
po llegó á Poggio Cajano. •; •
Apenas se le anuncia al Prín-
c i p e , le hizo éste conducir á un
aposento retirado , donde le ha-
bló-á solas, sintiendo ya en su
primera vista un placer secreto
por encontrar en Bonavent uri una
persona, que á-su bella presencia,
y graciosos modales, unía el a y -
re suelto, y magestuoso, propio
~¿e !a grandeza; En su primera
salutación al Gran-Duque, llegó
este Joven en efecto á excitar a
su favor toda su benevolencia,
tanto por la respetuosa digni-
dad , con que supo presentarse,
como por Ja brillante espedicion
con que'explicaba sus concep-
t o s , aun en medio de la agita-
ción secreta ^ conque debaraban
su '• alma zéfosa; y" noble , algu-
nos íniedos sobre su honor. Mas
en las primera palabras d e S . Á.
propias de un' corazón inflüita-
merite franco, y conocidamente
bueno , sé desvanecieron los te-
mores del honrado marido. D e -
beremos copiadlas , pues fueron
estas. ' Mi grande delicadeza en
4

el aprecio qííé hafé siempre dé


;

mi reputación, me ha movido á
llamaros (Bohaventuri.) Yo debo
tos)
felicitaros, ante todo, por vues-
tra fortuna en ser el dueño dé
una Esposa amable, y virtuosí-
sima ; y aunque pudiera ofen-
derme de la facilidad , con que
dias pasados interpretó, en daño
m i ó , un casual encuentro , que-
tuve con ella en casa de Fosca-
rini, mas quiero gloriarme de
que se sepa quánto aprecio hago
aun de los excesos, con que sabe
una Señora respetar su virtud
si en tai caso cabe exceso
Ella llegó á asustarse de tal mo-
do , qué tampoco tendré reparo
én añadiros , que me debió el
concepto, de que no es una per;
sona vulgar,la que posee tantas
gracias, y unos sentimientos tan
finos, como raros. Me descubrió
su acento ser Veneciana; pero
aun deseo me informéis por me*
(*3°)
ñor de toda circustancia; y ros
prometo dos cosas : la primera,
no ponerla en el caso, de que me
buelva á tener miedo, viéndome
junto á ella , y la segunda , sa-
caros del estado de indigencia,
en que se me dice estáis sufrien-
do una necesidad, que os mal-
trata cruelmente. D e b o , por mí,
ayudar á la virtud pobre, y lo
haré con vosotros, luego que os
haya o í d o , y sepa vuestro mé-
rito. „
Ya podemos pensarnos, que
la respuesta de Bonaventuri á
su Soberano, que había disipa-
do francamente sus recelos , de-
bió ser correspondiente á la bon-
dad , con que se le preguntaba.
Enteró por menor á S. A. de Jos
estraños acontecimientos de su
matrimonio con Blanca; de la
nobleza de su casa ; de su pre-r
senté (Situación 5 y para claro
testimonio, de que éste corres-
pondía con el posible reconocí-
.miento á la ilimitada bondad de
su Real fanqueza, le dixo tam-
bién , que hasta la misma hora,
en que estaba él ya dispuesto
para venir á sus pies Reales,
( hora en que llegó ella á imagi-
narse , que podía convenirle la
noticia) nada le había descubier-
to del honor de haberle visto en
la casa consabida ; lo que oyó
riéndose el Gran-Duque, y pro-
siguió al punto diciendo á Bona-
venturi: , , Ahora mismo os nom-
bro para la plaza de Comisario
de Guerra , Ordenador ; que sé
que ha muerto Mariní, y no es
bien espere á proveerla quando
Salviati , Morosini , y Pisani,
que la desean con empeño, ven-
gan á importunarme. Mi respues-
ta será, que ya está dada 5 y tam-
bién aguardo que vuestra con-
ducta en este empleo, además de
dejar airosa mi elección, os ha-
rá acreedor á otros mayores.,,
Bonayenturi, dudando de lo mis-
mo que estaba oyendo, besó los
pies del Príncipe, dándole gra-
cias , y no veía el momento de
volver á su E s p o s a , ansioso de
comunicarla las felices nuevas de
su elevación , que les sacaba de
Ja obscura indigencia, y eran
tan contrarias á los pensamien-
tos con que ;se estaba ella ator-
mentando , como conformes á
los proyectos , con que la lison-
jeaba sü Padre político para pro-
curarla algún consuelo. ,,Amor,
(gritaba Bonaventuri al volverse
(i39)
«cía ella) ¡amor préstame tus
alas! Y no surcaba las hondas,
con mas impaciencia, el enamo-
rado Leandro, cuyo ardor por
llegar al objeto de sus ansias nos
pinta Marcial, que la que tenía
este Esposo por acercarse á su
Dueño.
Como la ternura era igual
por una, y otra parte en este ma-
trimonio , también lo era el ane-
lo , con que deseaban verse ; y la
afectuosísima Blanca, haciéndo-
sele , que tardaba ya su Esposo,
aumentando su cuidado , en c a -
da instante , se puso en su ante-
pecho , donde se mantenía inmo-
b i l , con los ojos flxos á la calle
por donde debía venir. Aun na
estaba él en ella^y ya sintiendo
el ruido de un caballo, su vivo
corazón se estremecía. Ya vé
que él es. Al punto arrebatada
de alegría , va enjugando sus
ojos, corriendo por la sala, y
gritando mil veces ,^¡ay que vie-
ne! ¡ya viene!..Vaja á la misma
puerta para recibirle. Siguenla
sus Padres. Yá llega é l , y excla-
m a : ,,¡ Gracias á Dios ¡Somos
ya dichosos.,, Empieza entre
estas gentes la algazara, el jú-
bilo , y aun el llanto, por la bue-
na noticia , que también la ale-
gría le derrama , quando llega á
su exiremo. N o se trata ya aquí
demás, que de grandeza, de ren-
tas con honores , ascensos, y ri-
sueñas esperanzas. Mas ¡que cier-
to e s , que es tanta la desdicha
del hombre, que ni aun sabe de
que debe alegrarse Las ilusiones
fcisas de la opulencia suelen ser
únicamente las-que le merecen
( 4 )
r T

los arrebatos de su alma 5 quan-


do son el principio , las mas v e -
ces , de la infeliz ruina , en que
perece... Pero no nos adelante-
mos en la serie de esta historia.
Si hasta ahora nos ha hecho ver
á la hermosa Blanca en la hu-
milde fortuna , sufriendo sus re-
beses con firme corazón , y con
la constancia de una virtud su-
blime , digna de que se imite,
veamosla ya en la alta. Tiempo
es también de que se enjuguen
los raudales del llanto, de esta
triste , y honrada familia , c u -
ya paciencia en sus trabajos es
acreedora á que la fortuna cie-
ga , quitándose la vanda , que
cubre sus o j o s , al ver tantas
virtudes , las premie con sus gra-
cias. Así sucede en fin. Su pro-
tección la ampara.
^ ^ T r ^ - r r ^ ^ ^ g ' ><$>

CAPÍTULO V.

Segunda visita del. joven BONA-


VENTURI al Gran- Duque. Con-
tinuación de sus gracias , y
favores. Sentimientos de sus
Émulos per la elevación á que
se le ensalza. Conducta de
BLANCA en los grandes empleos
de su Esposo. Viage d e éste á
Venecia. Muerte de Juana de
Austria , muger de Francis-
co II. Buelta de BONJVENTUHÍ
á Florencia, y lance trágico de
su muerte desgraciada^ cruel,.

-IJSL aprobación del despa-


cho de Comisario ordenador^ por
C143)
el Colegio supremo de Toscana,
se siguió al nombramiento del
Gran-Duque , y Bonaventuri se
vio brevemente con uno de los
empleos mas ilustres de aquel es-
tado, que entonces solo se halla-
ba con dos Ordenadores de una
autoridad de mucha estension,
pues que llegaba hasta poder li-
cenciar , ascender , y despedir á
todo individuo del exército, que
Cosme el Grande había dexado
en un pie muy respetable, pu-
diendo poner sobre las armas,
en ocasión de guerra, treinta
mil Combatientes.
El joven Bonaventuri, que
desempeña con honor, y discre-
ción la jurisdicción de su mando,
goza también de los privilegios
unidos á é l , pero de modo , que
la Grandeza se resiente , aunque
(i44)
de una manera silenciosa, y con
un disimulo , que difícilmente
pudiera ser notado. N o así el
Gran-Duque, que enterado de
su ilustre desempeño llega á aña-
dirle otras varias distinciones.
Debemos acordarnos , de que
solo por la primera, se reconci-
lió ya este nuevo ^agraciado el
odio de las principales Familias
de Florencia,y que deseosas del
mismo empleo se declararon sus
rivales. Ya no se oculta esto al
mismo Comisarlo; pero su ca-
rácter naturalmente justo, y fuer-
te , ni se altera, ni cede á los
temores de una ribalidad, cuyas
funestas conseqüencias veremos
después. Tratemos ahora de la
alta esfera, en que se mira colo-
cado este matrimonio.
La virtuosa Blanca, acostum-
(i45)
brada á vivir en e l l a , por naci-n
miento , en nada innoba , ni se
acuerda casi de su nuevo estado.
El mismo retiro, la misma ocu-
pación , en un todo eran confor-
mes sus tareas á las que la di-
vertían en la obscuridad, y po-
breza de la casa ,.que ha dexado.
Si alguna vez mas salía de esta
otra nueva , y suntuosa , era
obligada por su caridad exem-
plarísima, en cuya práctica, (co-
mo que es la vasa única de la
Religión) se exercitó siempre , y
mucho más ahora. Su sistema
sobre este punto fué, según le
explicaba en sus visitas al Hos-
pital : que la vista de la miseria
humana suaviza el corazón , y
le hace mejor , porque semejan-
te espectáculo abate el orgullo
de la salud, y de la prosperidad.
10
(I 6)
4

D e esta manera cogió también


los frutos, que se siguen á la
virtud , y todas sus diligencias
no bastaron á evitarles. Logró
ser estimada, y aplaudida gene-
ralmente ; y su elogio era el o b -
jeto de la combersacion de toda
clase de personas. Así vivía esta
Muger singular en su nuevo es-
tado; y su Esposo, que escucha-
ba también la voz de sus conse-
jos , se merecía igualmente el
aplauso común. Solo la embidia
(este azote fatal del verdadero
mérito) le negaba el aprecio á
que era muy acreedor. La causa
del aumento de esta vaja pasión
en sus contrarios, fué el haber
visto por sí mismos, que un día,
en que toda la Grandeza se h a -
llaba en el Palacio del Príncipe,
dixo este á Bonaventuri, que It
(14?;)
siguiese, pues quería hablarle. El
aire de franqueza, con que le
distinguía, era una injuria, á los
ojos de los cortesanos, hecha á
ellos mismos. Tal ha sido , y se-
rá siempre su modo de pensar,
no considerando, que el mérito
efectivo de algunos privados par-
ticulares suele ser el origen de
muchos bienes derramados s o -
bre la sociedad , por la instruc-
ción , y circustancias del sujeto,
á quien necesita el Monarca, de-
seoso de la prosperidad común,
que está á su c a r g o , y forzosa-
mente debe ser dirijida por hom-
bres de talento, que no tan fácil-
mente suelen encontrarse entre
las personas del estado pri-
mero.
Francisco II. hacía á la ver-
dad de su Comisario el aprecio^
( 14?)
que él se merecía, sin que nos
persuadamos á que era su con-
ducta , efecto de su inclinación
por Blanca. Jamás presentará la
historia otro exemplo de un Mo-
narca mas contenido , ni mas
enamorado. Él cumplió exacta-
mente la palabra dada á su E s -
poso , de que no bolvería á verla,
y reprimía un afecto , que en su
interior, crecía á proporción de
las fuerzas, con que intentaba
ahogarlo: efecto, harto común en
las grandes pasiones , que domi-
nan al hombre, si una vez las ha
dexado que se apoderen de su
corazón. Solo este dia, en que á
solas estaba hablando con Bona-
venturi, le preguntó por ella , y
éste le manifestó el anhelo, en que
vivía por su reconciliación con
SU Padre el General Adriático;
(i49)
lo que se lograría (añadió al
Gran-Duque) de un modo ven-
tajoso , si V. A. R. interpusiese
su favor á este efecto.,,
. Gomo la bondad que carac-
terizaba á este Príncipe, no po-
día negarse á las acciones gran-
d e s ^ solo apetecía las ocasio-
nes de manifestarla abiertamen-
te, se portó en ésta de un modo,
que aún hoy brilla en la historia
de Venecia.,, Pues bien ; ( d i jo á
Bonaventuri) has hablado á buen
tiempo, tenía yo pensado el em-
biar la venera de mi orden mili-
tar de San Esteban al Dux de
aquella República Francisco Lo-
redaño ; tú irás de extraordinario
á esta diligencia, poniéndotela
antes en mi misma capilla; y
quiero también , que tenga la
satisfacción , tan noble , y
, ('50)
preciosa hija, de presentar á su
Padre, el ilustre Capello, igual
gracia en mi nombre. Decídselo
así á Blanca. Nunca mejor o c a -
sión para volver á ver su Patria
en compañía de su Esposo. En
toda esta semana quedará por
mi concluida la disposición del
viaje. Preparaos vosotros, pues
me insta el cumplimiento de
una obligación que , hace tiem-
po , tengo contraída con Lore-
dano.,,
Así habló el Gran-Duque; y
como los fuertes sentimientos, (y
mucho mas los de la gratitud) se
explican mal con los largos razo-
namientos, en muy pocas pala-
bras procuró Bonaventuri dar á
S. A . las debidas gracias, por
unos favores , que él se imagina-
ba recibía del m o d o , con que
(150
suelen las lisonjas de un sueño
dárnosles varias veces.
Finaliza su audiencia con su
Soberano 5 y oidas sus resultas
por su Esposa, á quien luego
volando las comunica, prorrum-
pió en exclamaciones penetran,
tes, hijas de su espíritu traspasa-
do entonces por el agradecimien-
to y la alegría.,, Si logro que mi
Padre ( decía ella ) me perdone,
y dé su bendición , al recibirla,
me hará morir el gozo.,, E inme-
diatamente asaltándola otra idea,
que prueba la pureza delicada
de su modo de pensar , dixo que
no debía ver más ya á Venecia,
donde se correrían de rubor al
mirarla por el modo con que se
había escapado de su c a s a , y de
ella. Por esto, y porque temia
las. impresiones de la memoria de
su Madre, á quien su fuga había
dado muerte , insistió en que no
quería presentarse en su patria.
Hizoselo saber así á S. A. por su
E s p o s o , el que precedida la
grande ceremonia de su entrada
en la orden militar de San Este-
ban , y tomando del Ministro
las credenciales suficientes, dis-
puso solo su partida para V e -
necia.
Omitimos la relación del re-
cibimiento que allí le fué hecho,
muy conforme al carácter , y fin,
•¿con que se presentaba. Fué s o -
lemnísima en un todo la celebri-
dad del dia , en qUe al Dux de
la República , y á su Padre p o -
lítico puso por sí mismo, á nom-
bre del Gran-Duque, las insignias
de la orden. También puede com-
prenderse el extremo de alegría
('53),
clel Gran Capello. Si por entón*
ees logró la buena suerte, de que
no le costase la vida , en su edad
abanzada, y sin ser otra la cau-
s a , la perdió á los dos meses,
suspirando por su hija , á quien
consideraremos ocupada en dar
gracias infinitas al Ser Supremo,
que á ella la dispensaba, tantas,
de un modo tan benéfico.
Pero un incidente , á que de-
be prestarse al fin, la obliga á
asistir á Palacio én compañía'de
toda la Grandeza. La causa fué
la muerte de la Gran-Duquesa
Juana de Austria, sucedida de
un modo natural, pero rápida-
mente. A esta lúgubre ceremonia,
en que su falta hubiera sido muy
notable, asistió Blanca en las
precisas ocasiones, y solo en ellas
se presentó en la calle, durante
(i54)
fa ausencia de su Esposo, de cu*
ya tardanza, no en vano se te-
mía alguna triste nueva. Llególa
en fin, pero supo recibirla con
la entereza, á que la habían acos-
tumbrado su mucha Religión, y
la dilatadísima experiencia de
sus quebrantos, padecidos en los
últimos años.
Con la licencia del Gran-Du-
que , el Señor de Bonaventuri
continuó en Venecia, durante la
enfermedad, y muerte de su sue-
gro, y aun después, hasta las d i -
ligencias de posesionarse en su
Mayorazgo, y demás bienes, que
le correspondían; con todo lo
q u a l , y demás rentas de su em-
pleo , y pensiones, se restituyó á
la Capital de la Toscana para
ser en ella , uno de sus Gran-
des más acomodados , y opulen-
(155)
tos: nuevo pábulo para la llama
que ardía en el corazón de sus
émulos. Lo peor está en que él,
con su genio vigoroso, y vivo,
les despreciaba , sin temer ningu-
na conseqüencia , por mas que la
amable afabilidad de Blanca pro-
curaba contenerle , instándole á
que se diera al ayre de la Corte,
domando su carácter franco , y
rígido, siempre que no se opusie-
ra á la lealtad del Soberano , ni
á su honor propio; todo fué en
vano. Si en la edad primera ra-
ramente se logra el poder mudar
un genio, una vez ya formado,
es del todo imposible en la de los
treinta y dos años, que contaba
el Cavallero Bonaventuri. Con-
tinuó en su entereza con aumen-
t o , y continuaron en aborrecerle
sus poderosos enemigos... Mas no
es aún tiempo de dar fin a esta
guerra. Ella sigue , y veremos
por último, que no le es menos
funesta, por ser mas silenciosa,
y oculta.
Las noticias que traxo de
Venecia fueron también objeto de
sus primeras conversaciones con
su Esposa, y como el hombre
depende, no solo de lo que pró-
ximamente le rodea , sino aun
de las personas mas distantes, las
recibió capaces de mover en ella
los afectos contrarios de aflic-
ción , y contento, alegría , y tris-
teza ; pues estaban reducidas á
varias muertes de diferentes j ó -
venes, por quienes preguntaba; á
caídas de Validos de alta esfera;
así oía hablar de modo , en las
respuestas , que á sus preguntas
se daban , que la inconstancia de
la vida era su única reflexión , y
de ella bien profundizada , tomo
cierta serenidad de ánimo , para
las ocasiones de desgracia, en
que llegó á verse; pero por aho-
ra continúa en su engañosa pros-
peridad. Cada dia se señalaba
por un nuevo fabor, por una gra-
cia nueva hecha por el Gran-Du-
que á su Esposo. Este pasó á P a -
lacio inmediatamente , y recibió
de él las mayores pruebas de e s -
timación , habiéndole encontrado
casi desconocido. Todos los sín-
tomas de su desfigurado exterior
anunciaban la situación de su
i espíritu abatido, y deborado por
la pasión mas violenta , y menos
atendida.
Diximos, que vio á Blanca
varias veces, durante el ceremo-
nial de las exequias de Juana de
(158)
Austria, su difunta Esposa. D e s -
de entonces empezó á tomar ma-
yores fuerzas el fuego oculto de
su amor por la hermosa muger
del Comisario; y la violencia,
que interiormente se hacía por
vencerle, alteraba su salud ; pe-
ro no su honor, é ideas de su
gloria, en su conducta , que no
pudo desmentirse. Exemplo ( re-
petiremos aun) de que la historia
no ofrece semejante: bien que
por lo común nunca se emplea en
perpetuar , en la memoria de los
demás hombres, las acciones pri-
vadas de los Grandes, y despre-
cia su pluma quanto no es relati-
vo á sus conquistas, alianzas,
aumento de Marina , nuevas a d -
quisiciones , y otras circustan-
cias de sus R e y n a d o s , con que
se llenan los volúmenes de á folio,
(i59)
elogiando, y extendiendo por es-
te medio las ideas del robo , y la
perfidia, del horror, y la muer-
t e , con que la humanidad entera
se arruina, y destruye. Si á t o -
dos aprovechan las virtudes de
un Monarca, y solamente á ellas
deben los demás hombres su s o -
siego , y aun su felicidad ¿ por
que no ha de prestarse á un ínte-
res tan grande todo historiador ?
y para que se estienda la memo-
ria , y elogio de su Héroe ( nom-
bre que solo debe dársele al que
las posea ) ¿ por que no ha de e s -
cribirlas, y publicarlas? A los
ojos del verdadero filósofo m o -
ral , Francisco II. será siempre
mas grande por su firmeza en la
ocasión presente, que por el
acierto político, con que gover-
nó la Toscana, haciéndola ñ o -
(i6o)
reciente por su atención continua
al comercio , á las artes , y las
ciencias ; con la que logró, que
su Capital, qüando no la excedie-
se, fuera alo menos ribal de Ro-
ma : estado , en que se conserva
hoy mismo, desde aquella é -
poca.
Tres años se habían pasado,
sin que en la familia de Blanca
ocurriese otra cosa notable , más
que la muerte de la madre de su
Esposo,queporsua vanzadaedad,
por los pasos lentos del mismo
mal, y por el orden regular, con
que se la esperaba , ni debió c o -
gerles de susto, ni ofreció circus-
Sancia , que fuese digna del des-
consuelo particular , ó de la in-
tensión de semejantes golpes,
quando suele acompañarles al-
guna trágica particularidad. Sin
( i ó o
embargo, esta buena hija,.quélat
estimaba como si lo fuese por na-
turaleza , y de cuya compañía:
no consintió jamás en deshacer-
se , la lloró de ün modo ingenuo^
y correspondiente al mucho amor
que la tenía. „ ¡Que dichoso: fue-?
ra el hombre , . (decia ella ) si
muriese solo una vez! Pero no;
toda criatura muere otras «-an-
t a s , como veces pierde á las
personas, que ama; y acaso es
la suya propia la muerte menos
sensible , y dolorosa.,,
Asi parece que se,prepara-
4

ba esta muger admirable , a l a


última experiencia de la, .mayor
desgracia, que la! disponía, del
modo mas cruel, el rigor de su
destino. Ya ha disfrutado de u-
nos años de serenidad , que se-
gún el orden común,, como.que
podía prometerse de mayor dura*
cion ; mas en la serie de los de la
vida ningún orden puede estable-
cerse, apesar del error con que el
hombre se empeña en queje haya;
y de aquí proviene, que olvidado
en su prosperidad de la facilidad
con qué ésta se le escapa, los su-
cesos fatales le acontecen , no
solamente de un modo ¡néspera»
d o , sino menos dispuesto para
recibirles , y por consiguiente
le son mas sensibles. Aunque nó
era Blanca de la clase de estas
gentes, que en su alta fortuna,
ni se creen accesibles al dolor,
ni le conocen, y quando él al fin
las coge, por lo mismo su flecha
les es mas acerada; esta suerte
de mal,que vá á sobrecogerla^
por lo mismo, que la naturaleza
misma le aborrece, jamás había
(i*3)
podido imaginarse por su idea, y
ningún mortal hubiera llegado á
pensarse siquiera, que pudiera
sucederle. N o en vano se nos ha
ofrecido á la Jtalia, como el tea-
tro donde se han renova do fre-
quentemente tan crueles escenas.
D e otras varias Naciones las m e -
morias antiguas nos ofrecen su
costumbre del duelo: frenesí ver-
gonzoso que ya ha cesado , mas
bien que por las leyes generales^
por el mismo oprovio , con que
ha sabido la filosofia cubrir alas
bárbaras gentes, que le practica-
ban ; pero de la Italiana, nos
refieren varios casos del medio
silencioso, é infame, con que so-
lian deshacerse de sus enemigos,
sin que pudieran defenderse , ni
aun sospecharlo. El acero, en las
manos viles, y mercenarias, ó
*
(x6 )
4

las confecciones preparadas de


modos diferentes, pero disimu-
lados , y activos: estos eran los
detestables medios de que llega-
ban á valerse el odio, y la ven-
ganza; y el primero de ellos fué
empleado contra el Joven Bona-
venturi, la noche del dia de San
Francisco del año de 1574., sin
que jamás haya podido tenerse
el menor indicio de los autores
execrables del horrible atentado,
que hirió también el corazón de
Blanca del modo mas cruel. N o
era para menos la infeliz catás-
trofe, que el caso la hizo pre-
senciar , como si de intento h u -
biese querido someterla al bár-
baro experimento del grado ú l -
timo de dolor, y del quebranto.
Procuraremos hablar de ella, e s -
merándonos en delinear/ su qua-*-
aro , Valiéndonos de los colores
menos obscuros, y lúgubres, pa-
ra que pueda mirarse sin tanto
horror, y sin que se entristezca
el lector , teniendo que apartar
su vista, de unos rasgos de inhu-
manidad, que puedan ciertamen-
te acongojarle.
Los públicos regocijos, con
que celebraba Florencia el dia
del cumple-años de su amado
Príncipe-, la tenían en el, alboro-
to , y el desorden indispensables
en semejantes fiestas. Por lo mis-
mo que la afectuosa lealtad de
sus vasallos le notaba en un es-
tado de tristeza, deque participa-
ban todos, deseando substraerle
de é l , sé habían, esmerado en
disponer unas magníficas funcio-
nes , á que toda clase de personas
pudiera ^concurrir, manifestando
(166)*
el gozo que resultaba á toda una
nación de la prosperidad de un
Soberano , que justamente se me-
rece sus votos. Las horas del dia
habían sido breves, y se procu-
raba su duración tomando para
las diversiones (como sucede por
lo común) de las de la noche.
¡A las once de ella todavía dife-
rentes 'patrullas iban rodando
por las calles con la máscara, y
música ; pero á la hora-siguien-
t e empezaban á disolverse, y
retirarse viéndose obligados por
la falta de la iluminación. Este
era* el término fatal , etique con-
1

venía que la obscuridad favore-


ciese un hQmicidio horrible, que
estaba preparado , y facilitaron
las mismas circustancias, de un
acaso , que no debiera esperarse.
Con el motivo de prestarse
complaciente la triste Blanca á
los ruegos de una.;amiga (la Se*
ñona-Vialí) se. había pasado é¡
sü c a s a , desde.donde quería vié-?
sen unos fuegos jüe. artificio. r.Su
infeliz Esposo ise .marchó á Pala-*
cío, donde con la demás Grande-
za debía hacer su corte al Prín-
cipe ,' objeto .de la celebridad
pública. El mismo ¡Comisario al
dexar á su Esposa por ila tarde
en esta casa l a . dixo , qué bol*
veria igualmente.pox, ella án las
once y media de la:; noche: tal
fue. ía despedida: de estos dos E s -
posos j.descuidados , é ignoran-
tes detque fuese la postrera. Hái
Lalrnuerte hubiera sobrecogido
á:.losIdos á un mismo tiempo", ;sá
hubiesen podido adivinar , q u e
?

sé hablaban por. la, última, vez*


y ¡que..era. eterna aquella, separ
(168)
ración.Iguales en'su amor, ensa
carácter, y en la nobleza de su es-
píritu , no puede darse otrb¿ma-
trirnonio, en que la conformi-
dad de dos voluntades parezca
tan formada porgas inclinacio-
nes naturales^ y? aun por la en-
tereza de su virtud. Ninguno de
los dos quería sobrevivir al otro',
con que ¡Comohubieran podido
resistir á la consideración de las
terribles circustancias que ^de-
bían •aco'mpañar á su separación!
Ellas extreméceí», consideradas
solamente ; ¿ Qué efecto produ-
cirían vistas en el espíritu de la
tierna y sensible Blanca ?: La. ho¿-
ra señalada suena, y no. llega
su Esposo. Ya l e hecha de me*
n o s , pero no es aún el temor, el
que empieza á agitarla, sino Ja
ansia* con que desea verle... ¡Qué
(m)
temiendo el exponerse, á que sus
sentimientos se notaran , encar-
gó su cuidado, y se ausentó de
allí precipitadamente.
Pasóse yá lo que faltaba dé
la terrible noche, y ya la infe-
liz Blanca iba empezando á dar
á su dolor un desahogo igual al
que padece un frenético amante,
quando privado para siempte
del objeto de su amor,' se en-
cuentra , en su delirio,-arreba-
tado por una fiebre ardiente,
que le debara. La triste Blanca
¿dá indicio de.su-pena por sullan-
¿tb. Llama á su Esposo á gritos,
quiere marchar hacia á el; se la
hace ver su error; y detienese
en sus pasos por la falta de fuer-
zas , pues cae en distintos ratos.,
y- alternativamente en varios sín-
copes, que la reducen á un esta*
OH)
do el mas lastimoso que el de íá
muerte misma. Solo un hombre
h a y , y la ha quedado únicamen-
te , que pueda prestarla algún
v a l o r , con que combata sus tor-
mentos. Este la sabe inspirar los
grados de resignación mas com*-
benientes. Su zeloso confesor es
el que algún tanto adormece sus
«Nílores; la ayuda á be ver el
amargo cáliz ; y eleva su alma
hacia eLser divino, de quien de-
Jbe esperarlo todo. En su nom-
bre augusto la promete un con«-
sueloy que buscaría en vano
en toda criatura. Al fin la
Religión triunfa. Ella se» echa, en
sus: brazos, pidiendo á Dios, que
-aparte de su idea la cruel imá;-
.gende un Esposa amado, aquien
yeía aún lleno de heridas 5 con
su palidez espantosa; y sus-nu*'
nublados ojos haciendo esfuérzefh
vanos para abrirse, y mirarla,
reusando el cerrarse para siem-
pre, sinque antes á lo menos la
hubiesen dado un á Dios pos-
trero. Este olbido, necesario á su
vida , era su única ansia,:y está
solicitando del espíritu consola-
dor , que la sostiene; llega al fin
un rato, en que su Director la
advierte mas animada, y la ínsi-
ta á que deje aquel recinto. Seis
tlias se han pasado y a , y no sa-
be como resolverse, pues tiene
-que pisar el tránsito funesto, y
^desgraciado de la escalera, don^
de le vio tendido. Ya por últi-
mo cede, y no se omite ninguna
diligencia para su distracción^
quando llegue áaquel sitio;pero,
Ay!.... Todo fué demás. Vn mo-
vimiento involuntario , á que no
puede resistirse , la'Hace clavar
sus ojos, sobre las'manchasaún
recientes de la sangre de su ama-
do Bonaventuri, que la agua no
había podido borrar enteramen-
te. Al acercarse allí, alza el grito
exclamando, que se muden las
valdosas, que era el extremo de
:

la impiedad el qüese pisara la san-


gre de su adorado Esposo., Esto
habló únicamante, hasta llegar
al coche, donde la entraron pri?
vada de sentido. En él la acom-
pañaron su Amiga Viali, . una
d e s ú s doncellas, y el respetar
ble Eclesiástico su asistente.; Al
volveren sí, se halló sobre el le-
cho de reposo de su gavinete.
Diose de nuevo al llanto, (su
exercicio continuo) de donde
vienen á arrancarla otros suce-
sos , no menos variados, y ma-
(f6 )
9

alegría .'.Las doce de la noche,


y cree cumplida su espe ranza,
pues un coche se siente entran-
do por el portal. Levantándose
impaciente, pide la ropa de su
abrigo: abrevia los cumplimien-
tos de su despedida, creyendo
que la aguarda su Esposo $ pero
entra un recado de que si gusta
puede retirarse á su casa porque
el Señor Bonaventuri sigue poc
algún rato en Palacio: él mismo
se lo advierte así, y que buelvan
por él luego. Tal era en efecto su
disposición. Ella va á egecutarlo
como se le dice, mientras su des-
graciado marido ha hallado allá
la oportunidad de salirse delapre-
sencia del Soberano sin nota algu-
na. El infeliz no se detiene. Quiere
alcanzar aún á Blanca. A pie; y sin
dos criados, que entretenidos coa
(ijro)
otros de su clase, no le vieron-
pasar , viene volando por la ca-
lle de la casa de la Viali. De im-
proviso del portal inmediato á
ella, echanse sobre él tres mons-
truos, que le acometen armados
del agudo puñal. N i aún le per-
miten el uso de su voz para sus
quejas. En el instante muere; y
con la rapidez del polvo arreba-
tado por el uracan desaparecen
los Asesinos. Los criados, que
hechande ver su falta, y que ya
ha partido, corren á incorporar-
se con su A m o , á quien hallan
tendido en tierra, envuelto entre
su sangre, y que ha espirado yá.
Con la confusión propia de
un espectáculo tan cruel, y pavo-
roso ; sin saber ellos que hacerse,
executan el primer impulso dic-
tado por su trastornada idea; co*
jiendó al Difunto, entránle en la
misma casa, y están en la esca-
lera , quando bajaba por eílá
aceleradamente su infeliz muger,
la triste Blanca; ¡Como podría
un rayo herirla mas cruelmente!
Solo un agudo h a y , (tan vivo y
doloroso como el que pudo des-
pedir el mismo difunto al golpe
que causó su transito repentino,
de la vida á la muerte) fué el
lastimoso efecto, que produjo la
mirada fatal que hecho sobre su
inanimado cadáver, y cayó por
tierra. Las demás Señoras, que la
acompañaban, agitadas también
por el susto, y el horror, la au-
xiliaron como pudieron. Todo se
volvió gritos, y desorden: todo
fué voces , y un espantoso llan-
to. La casa aquella se llenó de
gentes. La trágica noticia cor-
rió al punto por toda la Ciudad
El mismo Soberano no pudo con-
tenerse en los límites que señala
la etiqueta. En compañía de a l -
gunos Magistados del colegio.
Supremo , y de su Guardia pa-
só inmediatamente á la casa de (

Viali, todo lo presenció, y á su


vista se tomaron los medios, y
órdenes mas prontas, y eficazes,
que se continuaron después por
varios dias,con tanta vigilancia,
como inútilmente.
La triste Viuda tendida por
el pronto sobre un camapé , sigue
en una especie de letargo mortal
que manifiesta, que su alma ago-
nizando, participa ya casi de
la insensibilidad en que se a d -
vierte á su immovil cuerpo. Así
la ¡vio el Gran-Duque un solo
instante, traspasado de dolor.
raviUosDS que la. suerte, la re-
v}

sèrba , y nos refieren -'sus'me-


morias , cuya, continuación cer-
ramos en las sijgulehtes páginas,

13
(1*8 )

¡CAPÍTULO V I . '.* '..


.... . Í - >.

Retiro de la Viuda de BONAVEN~>


TURI , y ocupación de sus ratos
de soledad. Proyecto de su par'
tida de Florencia. Oposición
del Gran-Duque; carta, y vi'
sitas del mismo á BLANCA. Con-
ducta de ésta en las declara-
ciones amorosas de su Sobera-
no. Repugnancia del Cardenal
Fernando de Mediéis, berma-
no del Gran-Duque , por el
matrimonio de éste con BLANCA.
Generosidad de que usa con
ella su República Veneciana
al tiempo de sus esponsales
con Francisco II. Arrivo del
Cardenal á Florencia desde Ra*
(m)
ma, ysu modo 'de portarse coy
la Qran-Duqaesa su hermana.
.Muerte desgraciada de ¡os dos :

• Esposos, y ascenso del Carde-*


.. nal al Trono de la Toscana, t/

en el año de 1583. '^

XJno de los dones mas gran-


des , y funestos , con que pued§
el Autor de la Naturaleza dotar,
á las criaturas, es la sensibilidad
del corazón, acompañada del
ingenio. Al paso de que sin ella
no hay cosa grande, por lo co-*
munel que la posee se mirasiem-;
pre desgajado de mil tormentos.
Dice con razón un Escritor c é -
lebre, que es ella la emprende-
dora de los milagros $ pero la di-
ficultad está en que sepa el hom-
bre ofrecerla el cebo de objetos
•'(i8o)
• Meritorios , l o que sucede pocas
veces; siendo lo regular que no
sabiéndola modelar desde la'in-
fancia, es ordinariamentela sen-
sibilidad dé corazón , un camino
abierto , por-donde sé' dirijen á
él varias pasiones, de un valor
muy corto para sí mismo, y sus
Conciudadanos, y solo logra con
ella , y sus extremos el vivir e s -
clavizado, nunca libre ; estar
siempre agitado, y jamásquietb,
bajo la dominación'tiránica de
ciertas pasioncillas, que no le
acarrean otra utilidad , rii otro
:

provecho, que el de la pérdida


de su reposo, acaso Ja de sus
1

mismos bienes, y aun tal vez el


cubrirse"'xle un eterno oprobio!
Está bien que creamos que no
hay sin ella movimiento alguno
Valeroso y noble , pero esto se*
?
ta splp quando, abraza tinos
objetos heroicos,, y grandes.
Una alma sensible, que l o
sea solamente para el honor, que
nos presentan los empleos de las
armas., magistratura , navega-
ción &c. hará prodigios; mas
por.desgracia nuestra , el bello
sexo .-tiene cerrado el paso., por
convenio de las Naciones cultas,
al templo de la Gloria. Se le tie-
ne atado en los estrechos límites
de los muros de una casa, por
consiguiente enseña la experien-
cia , que en las Señoras no debe
darse medio , ó reducirlas en su
educación á la ignorancia de las
letras, ó abrirlas con su instruc-
ción (si es semejante á la del
hpmbre) el sendero , que las guie
al alto desempeño de las arduas
empresas.
Hagamos aplicacrón3enues-
tras reflexiones al sujeto, que las
motiva.
El corazón demasiadamente
sensible ya por naturaleza, de
la bella Blanca, recivió mayor
aumento de sensibilidad , por la
instrucción y nuevas luces , con
que se adornó desde su educa-
ción su vivo ingenio ; pero priva-
da de dar entrada en él á las pa-
siones grandes, de las que hon>
ran , y distinguen á los primeros
Héroes, solo pudo prestarse á
unos sentimientos, que la hicie-
ron infeliz toda su v i d a , sin que
ella misma, ni su N a c i ó n , logra-
sen algún provecho. Los excelen-
tes principios de literatura , que
por su Padre se la dieron, sin los
arbitrios del hombre para poder
emplearles prácticamente, abrié-
(i83) .
fon su corazón para una pasión
determinada, con la que la vemos
siempre oprimida , infeliz , y sin
remedio para negarse á ella ¿Que
causaba al presente su tormento?
Reducida á la imposibilidad de
otras ocupaciones , la única que
llenaba las horas de su vida soli-
taria , y de retiro, era la consi-
deración del perdido objeto, que
anteriormente ocupaba su espíri-
tu, abatido ahora, por un vacío in-
menso , que la consume. Aí pun-
to , en que su suerte la retire de
este estado , elevándola á otro
muy diferente ,en que pueda to-
mar vuelo su generosa actividad,
ya la veremos, causando el bien
universal de la Toscana, donde
sé conserban aún algunos monu-
mentos , que deponen á favor de
sti instrucción, y de su grande
alma. Ahora la tenemos .entrega-
da ai lianto, y á los exercicios.
de su Religión ; apartándose de.
las. gentes; y no menos d é l a s ,
ocasiones , de que pudiera llegar,
el Gran-Duque á explicarla el
ardor constante, y firme, con
que la adoraba, sin atreverse á
quebrantar los límites del respe-
to , que daba á su pasión mayo-
res fuerzas, y- que él se había
impuesto por la atención debida
á los sagrados nudos de su esta-
do anterior, que deshizo ya la
iriuerte , en uno, y otro : idea Ji-
songera, que uñida al grande
amor del Príncipe, le sumergía
en sueños dulces, y deliciosos,
á tan buena ocasión que los Pro-
ceres del Estado, y su herma-
no , Fernando de Mediéis, joven.
Cardenal, residente en Roma, l e .
hacían;muy estrechos cargos , I
fin de que no expusiese su Trono
al riesgo, de qué le faltase un
Sucesor lexítimo, que pudiera
ocuparle.
Aunque no dexaban de re-
presentarse á Francisco II. cier-
tos reparos en las miras , que á
este efecto, dirigía acia Blanca,
que (aun que noble, y de unafa-.
milia patricia) no era aún su
clase , á los ojos de la política,
correspondiente á la Soberanía,
sin embargo la ceguedad de su
pasión le hacía ver en los encan-
tos de su belleza , y en las qua-
lidades de su alma, el objeto
mas digno de la posesión del S o -
lio, y la persona mas acreedora
al amor, y los respetos de los So-
beranos mas augustos.Estas ideas
fueron apoderándose de su cora-
2 o n , en términos , que solamen-
te le asustaba el sobresalto de
la duda, sobre si se prestaría
Blanca ásus determinaciones, y
no sin fundamento. El notaba los
arbitrios de ella , con que pro-
curaba apartar las ocasiones de
que se le acercase. Algunos Emi-
sarios la habían sido ya embia-
dos por el Gran-Duque, para que
la observaran, y enterasen del
triste estado de su pasión \ pero
friese, que la imagen de un des-
graciado Esposo , á quien tanto
-había querido siempre, estaba
aun muy presente á su idea , ó
que su genio virtuoso la hiciese
ver algunos riesgos en la entrada
de un Soberano en la casa de una
viuda joven , y hermosa (cuyo
honor en el concepto de la mali-
cia común, no podía dexar de
padecer) ella supo escusarse siem-
pre, y tenerle desviado. Por otra
parte, con su viva penetración,
tampoco Blanca dexaba de cono-
c e r , de que ciertas expresiones
de su Príncipe, y la conducta,
que con ella había observado,
después de la muerte de su Espo-
s o , (particularmente en la con-
cesión de todas sus rentas, y pen-
siones) no podían ser efecto de
una amistad común; y por lo mis-
mo , que no se pensaba que fue-
sen tales las ideas del Gran-Du-
que , que quisiera elevarla á su
misma clase, discurria, que des-
de el primer paso que ella le fran-
quease para sus visitas, había
de servir á irritar las esperanzas
de su amor , que no podían me-
nos de ser funestísimas á entram-
bos, Así 3 la virtud, que jamás
(i8S)
desamparaba su corazón, pedían
indispensablemente el que se ne-.
gara á verle, por qualquier mo-
do que él .lo solicitase. Mas , ¿Y"
si este proceder suyo se interpre-.
ta por el Soberano, como una
ingratitud grosera, y que irrita-
do justamente , apelase á su po-
"der , no se vería expuesta á otros
ríuevos escollos, mas terribles,
que los que procuraba su cuida-
do evitar con tanto esmero *?,, En
tan cruel alternativa (decía ella,
llorando) ¿.que partido me que-
d a ? , , El que el honor inspiro
siempre en los casos de un amor
criminal, y el único que se halla.
La ausencia de Florencia. Un
noble corazón debe sacrificarlo
todo á la virtud. Nada la impor-
ta tanto como el reposo de su vi-
da , acompañado de su buena re-<
(i8 )
9

putacíon. ,,Bien está £ huyamos...


( s é decía'ella á sí misma) Más
¡Hay triste! desamparo las ceni-
zas de mi Esposo... Tal vez la
fidelidad , que las debo lo exige^
y me lo manda , con que no nos
detengamos.,,
En el instante mismo refle-
xiona , que su partida proyecta-
da debe ser precedida dé varias
disposiciones. Tampoco podía
executarla sin la' licencia , del
generoso Bien-hechoíyáíjuien de-
bía tanto', mucho- mas quando
habría de tratarse sobre la conti-
nuaeiofr de 1-a paga d é-su rentas^
; ;

siempre- que lograse se'la contri-


buyeran, saliéndose- dé sus esta-
dos. El miedo de su pérdida, de
ninguna manera la servía ya de
obstáculo á su firme resolución.
„ E s t o ha de ser (dice*) ==coje
(igo)
la pluma, y forma el memorial
siguiente, que se puso por un
Criado , dirigido a l Señor dé
Foscarini,en manos del Gran»
Duque. •:•„•'•

, , Y o , la Viuda del difunto


Comisario Ordenador Bonaven?
tur i , CavaHerp de.la Orden Mir
litar de San ¡Esteban, no dudan.r
.do de la: extremada bondad, de
V. A. á nuestro favor , espero
.que corítinuándomela, como has-
Xa. aquí, se, ¡digne condescender á
un proyecto m i ó , necesario al
reposo de mi vida > y aún á la
conservación de ella. ••.'.••.<
Considero que los dias, que
.pase en estos lugares., tan cruel-
mente ¿úneseos á. mi: memoria,
han de serme siempre de un que-
branto mortal, con que se pro-
longue mi martirio. Todo me re-,
cuerda en ellos un Esposo ama-*
d o , de cuya trágica muerte me
ofrecen indicios, aún los mismos
parajes,que para apartarla de
mi idea procuro buscarme, ane-
gada en mi llanto, con que sin
disminuirse mi aflicción sedesahp?
ga á lo menos: ¡triste arbitrio de
los seres desgraciados! En ,fin
( Señor ) pues, que • rae imagino,
que entre las lagunas de rni Pa-r
tria he de hallar mi. Lethéo , de-
bo ir á buscarlo. Bien sé., que es
imposible, el que puedan yá bor-
rarse enteramente las jimpresiq?
n e s , que,gravó en mi corazón la
cruel catástrofe, que presencié
yo misma ; m a s , ni lo quiero yo
tampoco, pues de ellas saco, jun-
(192)
t e m e n t e , c o n é l dolor q u é m e
consume , las dichosas delicias,
q u e sostienen mi existencia^ Y o
intento solamente apartándome d é
átjúí, ver, si sé templará algún tan-
t o é l horror ^que me causan e s -
tos sitios , qtfeimè ocasionan u n a
especie de sentimientos, qué hao-
f a mismo , ili* hallo los términos
:

propios para manifestarles ; n i


á ü n que los sufro ," puedo y o d i -
finirla agudeza- del dolor, que
rife'-éátfsan. ' • Por lo iniámó"su pu-
co á V. A. se'sirVa concederme
:

Su permiso-pkra" mi partida ; y
efúé détermiháftdo sobre las reti-
tas'^conque "su Soberana' genér'o-
sidád há'tériido a bien*honrar mi
:

Viadédad v "sel 3igne dar suV ór-


:

denes á'lsú Plenipotencia rio V en


lá; República de mi' nácimiérito,
C o n l a s 'que sabré conformarme^
atlri' en él Caso ( fue W esmero)
de'-' Qüé^noitíie-GonVéngan, 'tanto
mas^qWntovoylsegura de eneon-
traíénjella^losobrado para mi
manutención, y la del anciano res-
petable^ qtíe h a d e seguirme-.
Me resta solo (Señor) el artí-
culo que encuentro mas difícil pa-
ta su formación: el de las gracias,
que debo á-V. A. R. por los be-
neficios continuados , é innume-
1

rables^ con que supo distinguir-


nos, j Ha ! Que él divino Cielo ,
premie ése corazón benéfico, y
magnánimo! El le debe su favo-
rable conservación, para el bien,
de la Toscana; y yo los respe-
tos masJ profundos , con que seré
siempre la mas humilde, y reco-
nocida'servidora de V. A. R. z=z
Blanca - Capellff: - de Bonaven-
x

turi. „ •'• ' • '


•13
1*94)
;:^ada;pued¿ darnos una prue-
ba mas evidente de lspasian,., con
que el Gian- Diique arnaba-Á Juan-
ea que el efecto, que produjo en su
animo el contenido de esta repre-
sentación. El se» llenó de .miedo j
y se pensaba que no habría un
instante de demora entre,-el pro-?
yecto de su partida, y. sí de su
v

execucion. Quedóse indeciso, y


sobresaltado* Parécele queel me-
dio único para contenerla, es
el de pasar por sí mismo á .ha-
blarla. Reflexiona un momento,
y cambia de resolución;,, cono-
ciendo su delicadeza. Intenta
que vaya al punto Foscariníj
pero tampaco cree que él basta
para detenerla por sí solo. " A
lo menos probemos (dice ) á e s -
crivirla por él. „ Hácelo asi p o -
niéndola esta carta.
(195)
"Acabad de conocer de uña
vez( Mi estimada Señora .y bella
Blanca) el amor que debéis al
hombre, que procuráis atormen-
tar córt una ingratitud, muy age•
n a , y estraña del noble corazón¿
que os conocemos. S í ; él os
permite, que partáis si ha de
ser para veros mas amada enotro
clima, de 16 que habéis, sido
siempre en mis Estados. Así par*
tid quándo os parezca..., ¡pero
que digo! Si todo el Orbe se em*
peñara én vuestra ausencia , de-»*
bería yo oponerme.^ Eso no ; son
muy contrarias vuestras ideas á
mis miras, siendo esto solo cau-
s a , de que se conserve la triste
vida, que arrastro. Yo me lison-
geo al fin con la esperanza, d e
que he de recompensar las crue-
les penas, que os ocasiona una
(r 6)
9

vil traición , que será la man-


cha mas horrible de la historia
de mis dias.... ¡Si llegara á des-
cubrir el autor monstruoso de
una,ofensa, que degrada el honor
de mi persona!..... Mas corra-
mos el velo sobre una escena, cu-
ya memoria espanta nuestro, co-
razón. Hablemos solo de los me-
dios , que nos quedan para re-
mediarla en lo posible.
Ruegoos (hermosa Blanca!,
consideréis el tormento , que me
cuesta la voluntaria privación,
que de no veros, yo mismo me
impuse , á pesar m i ó , y con
repugnancia de mi tranquilidad.
Consideraba á nuestro honor in-
teresado en ella, y por tres años
le he ofrecido este cruel sacri-
ficio, que debería ya mover vues-
tra amable alma á mi favor, ¿¡oí}/
muy diferntes ya las circústan-
cias en uno, y otro; y (os lo
confieso ingenuamente) yo no
puedo resistirá la.idea ternera-'
ria de vuestro intento. ¡Ausenta-
ros!... ¡Continuar yo en la des-
gracia de no verosj N o . Desde
esta tarde misma pasaré ya á
vuestra casa. Os opondréis en va-
no, tengo bien tomadas todas las
medidas.. N o s hablaremos; me
trataréis; y me someteré á quan-
tas pruebas exijáis de mi amor,
y mi respeto. Creed en la ilimita-
da extensión dé estos dos afec-
tos, queos ofrecerá prontamen-
te ( y viéndoos) á vuestras plan-
tas, r r r Francisco II. í?

El Señor de Foscarini fué


encargado para la entrega de es-
ta carta, que puso en manos de
l a v i u d a i n m e d i a t a m e n t e . Su lee-
• (io8)
ima llegó, á afectaría con exfcr©-'
mo. Ningún arbitrio hallaba pa-
la .oponerse á la resolución del
Gran-Duque \ y por otra .parte
sew representaban á su idea los
nuevos riesgos á que la exponía
la pasión del Soberano ,. que
por qualquiera lado^ que la exa-
minábanla creía para ambos muy
funesta. Corresponderle, quando
los sentimientos de su alma v i -
vían entregados absolutamente á
la amada memoria de un Espo-
so, era un engaño, una perfidia,
de que se juzgaba incapaz; ne-
garse á las instancias de la amis-
tad del Príncipe , una impolítica
ingratitud, que pudiera contar-
le cara;. y contener en los limi-
tes del honor, y,la virtud , una
correspondencia, qué la triste
expetkucialaea&eñkbdel fin de
su s .progresoso arar u ri> peligro
claro i que la g r a b a s aba suco-;
:

razona ¿ ir;- - .-. k-, •


:

• Pero étímedio'de SÍÍS fem'o- r

res. bieá ñjftdado»., y deseosa del


:

evitarles,- £ la -quedafea ya' arbi^


trio para resistirse; ? ±r: Esta esí
f

la pena (sektecía á sí¡> misma^^que


el? Jctelo me reservaba poí'cas-
tigo de l a inipfBdeñcia de> mit
amor primero; Po'fíáo hab¿rme'
negado -entonces;, como>debía, y
podía, quiere s e a obligada á es-
te^ á que me pfe'úso, y debo;'JA.-ló-
menos, preséntame á los siglos
(inhumana suerte!) como un des-
graciado exemplo de los males,
que nos causa ia tiranía de esta
pasión cruel!,, . v - •';.
El silencio, y:algunasslágri*
mas, que se asomaron' á sus¡ her-
mosQS ojos fué la unka respires—
ta-cjüe dio á ¡Foscarini^ quien
tampoco .quiso, preguntarla sobre
lo que él debería decir á S. A.
Persuadido áque.'.el.pJ¡iego Jaiha-
bís ^onsiemado demasiadamén-r
tei^|i?que stoiduda necesitaba de
la-j soledad, para su-desahogó,
se despidió a l momento; • ( ¡
-•LApenas.se Uegó.á ver sola la
inlelice ,¡y triste. ftkinca , ;se re-
t

tiró 4-su CrabioeíJe donde tenia el


retrató de ^cuerpo)oentero^de TSU
difunto i. Esposo.,[ y cuna estraña
aprehensión, que Ja asaltó al mi-
rarle^ la i redujo á un estado de
ternura, que atormentaba todo
SJJ ser* Al fijar sus ojos sobre el
lienzoj^e le figuró, irritada la efi-
gie y tuvo que apartar de allí
su vista, que inmóbil, y clava-
da puso en el suelo. Mientras
tanto, su corazón llegó a opri-
(20t)
mirse de modo , que sentía' en
el toda la agudeza de los vivos
remordimientos , suscitados ¡ por*'
las amargas quejas, que creía*
estar oyendo á' su marido con una
voz , tan penetrante como clara.
En el estado violento de e s -
tos extravíos amorosos.de su ima-'
ginacion estaba sumergida, quan-'
do su Padre Bonaventuri, siem-:
pre atento al alivio de su hija,*''
entró para sacarla de allí, coh
el pretesto'de estar servida la me-
sa ; pero nada bastó á arrancar-
la del sitio, ni de sus tristes pen-
samientos, que al paso mismo,'
que la atormentaban, la prove-
nían de una^especie de consuelo,
que será siempre desconocido de
los que por fortuna no se han
visto sugetos á esta desgraciad^
pasión. ' -\
v ;
Así continuó Blanca algunas;:
horas, hasta que el ruido de lá
Carroza, y del acompañamien-
t o :del Gran-Duque la advirtió
de que llegaba. Toda agitada,
entonces fue quando.se acordó,
de que no se había aura puesto
de un modo mas decente, ni po-
día ya,, por no tener mas tiem-
po que para enjugar su llanto,;
$ salir casi corriendo al primer
pasillo á recibir á S. A. A la ver-
d a d , que en esto ganaba su her-
mosura, pues la-sencillez del tra-
g e , el ayre de debilidad impre-
:

so, sobre su rostro, y la langui-


dez de sus vivos ojos: la daban
un realce nuevo.
A la primera salutación del
Príncipe, á ¡que correspondió
Blanca,con aquella livertad mo-
desta, que solo se encuentra por
Id común en los que desde su
infancia han recivido Una grande
educación, se conmovió' Sí Á. de
un modo, que pudo conocerse
por Foscarini, y el Arzobispo
de Pisa, los únicos que le ácoín* ;

pañaban. También ella^ en su


conversación, necesitaba* de t o -
dos sus esfuerzos, para conser-
var bien la entereza de su ánimo,
bastante combatido por mil ideas
contrarias, cuya lucha ¡aunque
interior, apenas podía disimu-
larse. *
• Gosa de' media hora solamen-
te 'duraría esta primera visita, en
1

q«é no se trató mas quedé obje-


tos" de pura indiferencia••; pero
en su despedida supo hacerla eí
Gran-Duque^ quedándose anun-
ciado para el diá siguiente y
los demásquepudieran suceder-
(204)
le. Su promesa se cumplió síhv
una falta por mucho tiempo y aún:
algunas v e c e s , sin testigos de
vista; pero si en algunas de sus
expresiones manifestaba el S o -
berano su sincera pasión, y el
decoroso fin, que la preparaba,
siempre Blanca le hacía ver los
inconvenientes.indispensables en.
Una unión, que no era corres-
pondiente á su clase^ ni probaria
en ella misma, sino.unas miras
vanagloriosas, y de orgullo, de;
que estaba muy agena lealmen-
te. Lejos de que con semejantes
claridades Je desengañara, solo r

servia su ingenuidad á dar más s

fuerzas á su pasión, y sus pro-


yectos; sin que él hallase ya otro
obstáculo, que el de la misma 1

Blanca, muy firme todavía en >


sus ideas de fidelidad á la me- i
(20 )5

rat>ria de su E s p o s o p e t o , c o -
mo jamás ésta fue suficiente á
contrarrestar el poder del tienw
p o , quando falta la presencia del
objeto amado, fuese al fin d e -
bilitando este recuerdo en ella,
aunque de un modo tan lento,*
que no merece la culpemos por la
nota de ligera en su constancia.
El cotejo de las fechas de los su-
cesos de esta historia, hace ver
que no duró menos de cinco años
el tiempo de la viudedad de la^
Comisaria, y el que necesitó el
Gran-Duque para que cediera
á sus instancias, y consintie-
se en subir al trono de la
Toscana ; y para que se vea la
porfía tenaz de este apasionado
amante , será bien nos paremos
en una circustancia, ocurrida
en su galanteo , que . prueba1
(зоб)
también, el corazón de Blancas
Habíanse pasado ya tres años
de asistencia del Gran­Duque á
casa de su. Dama ^ y lograb a de
ella cierta política familiaridad,
de que estab a muy gozoso. Co­
mo; sus miras no eran otras, que
las de todo homb re apasionado
con delicadeza, y. sentimientos
justos, quiso le concediera uña
gracia,, que él sab ía le era muy
importante. En un rato, en que
logró hallarla mas contenta, que
de ordinario , la preguntó si le
permitía con generosidad, y frany
camente dispusiese de unaalha­
ja de las que tenia en su casa,
que él se lleb aria quando le pa­
reciera. N o era fácil, que adi­
vinara Blanca la intención de la
propuesta; y no dudó en respon­
derle, que era dueño de quan­
(207^
to en ella había. Mudóse de con*
versación; y éa la primera opor-
tunidad, en que se notó su ida á
la Iglesia, advertido Foscarini
por el Soberano, entró alGavine-
te de Madama, y descolgando el
retrato de Bonaventuri, de que
hablamos anteriormente, se lé lle-
va , dexando en su lugar el del
Gran-Duque, quien se hallaba
donde podía ver oculto por sí mis-
mo el efecto de esta prueba. Buel-
ve á poco rato Blanca, y según su
costumbre al punto se entra á sa-
ludar á su amada efigie." ¡ A y de
mí! „ dice solamente. Quedase es-
tremecida, y casi yerta , con utt
temblor universal, que la impedia
sostenerse, por lo que recosta-
da sobre un sofá, empieza á lla-
mar sus gentes ; pero la repre-
sentación del lance estaba dis-
puesta^ perfectamente. Nadie la
oye 5 y solo el Gran-Duque'
se presenta. Con quejas amo-
rosas , con lamentos , con te-
mores, y zelos pasa allí entre los
dos una dura y borrascosa esce-
na que no intentará delinear
nuestra pluma , porque basta su
insinuación, para que se vean los
medios por donde pasó Blanca
desde su trato con el Príncipe á-
la amistad, y de ésta á un amor
que le hizo al Soberano de T o s -
cana avivar las diligencias para
asociar á su Trono una Muger
amable, y digna todavía de ma-
yor elevación , que la que la
preparaba. Tal era el concepto*
en que Florencia la tenía, y á
que era muy acreedora.
Una sola dificultad queda
por vencer, mas se juzga de
(.209 )
poca monta , y se desprecia.
Fernando de Mediéis, her-
mano del Gran-Duque , joven
Cardenal, de quien dijimos, que
tenía su residencia en Roma, con
un carácter sobervio , y orgullo-
so , era incapaz de consentir en
toda alianza de su hermano, que
no fuera con Persona R e a l , y se
opuso abiertamense á ésta. En sus
cartas particulares á Francisco II.
no hubo medio, de que no se v a -
liese sumamente irritado, para
que desistiera de su intención.
Empleó las quexas á este fin, las
inventivas , y aun las amenazas;
pero ya era tarde¿ Ya el Gran-
Duque había, dado parte de su
matrimonio á todas.las Potencias;:
y no halló en sus contestaciones:
mas que elogios prodigados jus-
tamente, á la ilustre persona con.
14
, ( °)
2 I
,
quien quena unirse. A estas sa-
tisfacciones recibidas con la apro-
bación general, dada para sus
Esponsales con Blanca , se aña-
dió otra de mucha conseqüencia,
con que la República Veneciana
quiso dar pruebas harto conocidas
de su generosidad , y del alto
aprecio que había hecho siempre,
por el honor propio , que la re-
sultaba , de las heroicas prendas
de la hija única de los Nobles
Capellos. Como este hecho for-
ma una época particular en la
historia de tres Rey nos diferentes;
aunque muysucintamente habla-
remos aquí de ella.
La casa de Lusiñan se man-
tuvo sobre el trono de Chipre
hasta el año de 1 4 ^ 3 que Juan TIL
dexó en él á su • hija Cariota , y
ésta le llevó en matrimonio á
(•211 )
Luis de Savoya; pero Jacóbo,
hijo natural del mismo Juan, por
medio de una revolución la qui-
tó esta Corona. Habiéndose casa-
do éste con Catalina Conaro, V e -
neciana , con el consentimiento
de su nación, que la dio un gran
dote, esta misma Señora, Viuda
y a , y Reyna, muriendo sin suc-
cesion, señaló su reconocimiento
á su República, dexándola here-
dera de su Reyno en el año refe-
rido. Pues este don, tan genero-
so , como grande, que una hija
ilustre de Venecia hizo á su P a -
tria , quiso ésta que sirviese aho-
ra de mérito á otra Heroína, hi-
ja también suya, que no era me-
nos célebre. El Senado decretó
esta dádiva graciosa á favor de
Blanca 5 y para, que pudiera
honrar al trono mismo de Tosca-
*
(212)
na ; y que supiera Francisco II.
quán digna del era la dichosa
muger , que se había elegido, se
le remitió un diploma en virtud
del qual se la declaraba Reyna
de Chipre. Aún llegó á mas el
extremo de fineza de aquella g e -
nerosa Nación. A fin de que á
nombre de la República se auto-
rizasen mas las fiestas prepara-
das para el Himeneo , en la Ca-
pital de las Toscana, se diputa-*
ron dos Embajadores suyos, pa-r
ra que asistiesen con el Patriarca
de Aquilea. El mas antiguo de
ellos, en el dia de la celebración
del augusto matrimonio , del
Gran Duque con Blanca,(sucedi-
da el 20 de Septiembre de 15^9^)
puso solemnemente sobre su c a -
beza la Corona Real de Chipre,
leyéndose el diploma; á cuya di-
(213)
ligencia se siguió la dé entregar
el Cetro de sus tres estados en
manos de la declarada Rey na, el
mismo Príncipe su Esposo Fran>
cisco II. El aplauso de estas cere-
monias hechas con una pompa y
solemnidadimaginables fue ge-
neralísmo. A las ptíblicas acla-
maciones, que dieron á su nueva
Soberana los Colegios de la
autoridad suprema del Estado,
acompañaban las de toda clase
de gentes, y parecía que no ha-
bía sino una sola voz en Floren-
cia: tal era la uniforme alegría
de aquella Capital, y el grito
común con que se manifestaba;
porque sabian lograbanuna Prin-
cesa de una grandeza de alma
-muy seperior á su sexo.
N o nos permiten los límites
de esta obrilla formar el grande
(214)
qüadro de las sabias providen-
cias , con que ésta Muger verda-
deramente grande ilustró la Tos-
cana. El corto espacio de los seis
años , que mandó en ella , es el
espectáculo mas admirable, que
tuvo jamas aquella Nación, cu-
y o comercio llegó á estenderse
por las quatro partes del mundo.
Entonces se establecieron sus
Manufacturas principales ; sus
estrañas leyes fueron abolidas; y
se perfeccionó su policía general
hasta el extremo de excitar la
admiración de la Europa entera.
Enemiga del luxo, que miró
siempre, como la polilla verda-
dera de un estado, privó lascar-
rozas ; el número excesivo de to-
da clase de sirvientes ; y el uso
de toda pedrería preciosa.
Pero bolvámos á la primera
época de su elevación al Trono.
Los actos de su beneficencia
general en aquellos dias nos ha-
rán conocer su carácter excelso,
y verdaderamente instruido.
Mientras los Magistrados de
Florencia se proponían el dis-
frutar de los; recreos públicos,
gu nueva Soberana les destina á
Ja revisión de las Cárceles, y
causas. En veinte y quatro horas,
más. de, ochocientos presos se
.vieron libres. De sus bienes, y
de los del Erario hace sacar su-»
mas considerables para alivio coi
mun de toda especie de indigen-
cia. En medio de la diversidad
dejobgetos grandes , y variados
que pedían la profunda penetra-
ción de diferentes genios, ella
Sola dirige la felicidad común, y
no se.olyida.de las personas be-
neméritas , que en" su vida pri-
vada la manifestaron alguna
bondad. Hablaremos de dos de
ellas.
Al punto embía por eí dignó
Eclesiástico dé Pistoya , que la
dio la primera bendición nupcial,
y le confia efémpleo de su Li-
mosnero mayor ', uniéndole la
mitra de Sena ; pero no sabemos
de qué admirarnos mas ; si de la
penetrante generosidad de la'be-
11a alma, que confiere la gracia ,
1

ó del dignísimo Párroco , que se


obstina en renunciar elObispadoj
mientras no se le dexe en é l , su
residencia, exonerándole del pri-
mer cargo, que le obligaba á
vivir en Ja Corte.
Diximos también , que el c o -
mercio, ( que es la sangre del
cuerpo de un Estado) mereció á
(21?)
la Gran-Duquesa su mayor aten-
ción. Por que conoce, en efecto,
la mucha inteligencia , que en
qualquiera de sus ramos podía
tener su Padre político Bonaven-
turi, hace que por el Gran-Co-
legio se le nombre Director G e -
neral del , con grande jurisdic-
c i ó n , honor, y renta. Debemos
suponer quanto favoreció tam-
bién las Letras, como que por
lo mismo que las cultivaba, sa-
bía , que de su influxo únicamen-
te nace la gloriosa prosperidad
de las naciones; que solo por su
medio se civilizan, adquieren los
conocimientos útiles á la vi-
da humana , y se recrean, ins-
truyéndose.
Así es como la Gran-Duque-
sa vivía en su nueva fortuna
causando la felicidad de sus E s -
(218)
tados , y la de su Real Esposo:
tínicos cuidados, que al paso
que la ocuparon siempre , la h a -
cían poseer una dicha , que su
propia experiencia la dictaba no
podia ser de larga duración ; ex*
presión s u y a , de que se solia va-
ler continuamente , aun en las
ocasiones mismas , en que se en-
contraba mas contenta. Sin em-
bargo nada se oponía á la ven-
tura de los dos Esposos ; sí, que
les causaban alguna pena las de-
clamaciones poco decorosas,que
sabían, que usaba aún, contra su
matrimonio , el hermano Carde-
nal $ pero tampoco era esto para
alterar la gloria de su dichosa
suerte 5 ni se pudiera creer , que
de tan pequeña causa se siguie-
ran unos efectos , que por último
trastornaran el orden de su feli-
(219)
cidad. N o nos adelantaremos en
unas sospechas injuriosas á la
memoria de una persona del ca-
rácter, y circustancias de Fer-
nando de Mediéis ; pero nos se-
rá fuerza recordar su genio á
nuestros Lectores , como se en-
cuentra delineado, aunque bre-
vemente , en estas memorias. Pue-
de añadírsele para su comple-
mento , el rasgo que le presta la
historia general. Constante en sus
resentimientos, al paso que Je
huían las ideas de reconciliación,
sabía disimularles con tal arte,
que en su mayor o d i o , nada le
costaba el revestirse de las apa-
riencias de la amistad , para con
aquellos, á quienes mas aborrecía.
Invariable en sus detestables
principios, en algunas tempora-
das , en que solía venir á Floren-
( 220 )
c í a , aunque siempre en el fondo
de su alma se alimentaba , con-
tra su hermana política , un
odio mortal; en su exterior no
llegó á verse sino una cor-
dialidad tan fina como tierna;
pero no tanto, que la penetración
de Blanca dejase de tomarla por
lo que era en sí. Sin embargo,
usando de la reserva , que mas la
correspondía ; y pagándole inte-
riormente en la misma moneda,
tampoco dejaba de dispensarle
las atenciones mas graciosas,
quando las ocasiones lo exijian,
según se lo dictaba su pru<-
dcncia.
Tales eran las recíprocas dis-
posiciones de sus espíritus, quan-
do llegó este Cardenal á la Cor-
te de Toscana para tener en ella
el verano del año de. 1585 , es
(22 i)
decir , quando se habían ya pa-
sado , con la rapidez, que buelar-s
los años de una feliz unión, unos
seis del matrimonio de estos dos
Esposos, que debieran haber vi-
vido eternamente , si á propor-
ción de la virtud , y estimación,
que ella acarrea, fuese la dura-
ción de los dias de los hombres.
Ya se llega el término señalado
á los de Blanca. Apartémonos de
las reflexiones sobre los altos jui-
cios de la Providencia ; pero ¿se
nos censurará de una interpreta-
ción osada , si advertimos que el
Amor , esta pasión ciega , fue él
móvil principal de todas sus des-
gracias , y. aun de las de las dos
personas á quien ella supo amar
con exceso? Antes de su segunda
pasión, su corazón mismo ¿no la
ofrecía la advertencia de unos
( 222 )
riesgos, en que (para que sea mas
infeliz su muerte, y sin sombra
de consuelo,) mira también á la
persona mas amada, embuelta en
ellos; motivo inconsolable de la
pena mayor , que al espirar pa-
dece í Veámoslo ahora así; re-
firiendo brevemente una trage-
dia , que sumergió en el duelo á
toda la Toscana ; y á pesar de
los tiempos , habla aún hoy mis-
mo de ella con horror y quebran-
to. Tan cierto e s , que vencen el
olvido los buenos Soberanos, que
se emplean en la prosperidad de
sus vasallos. Nada hay que pue-
da borrar de la memoria de los
Pueblos, la gratitud, que ofrece
á los Monarcas una Nación,
quando la dan pruebas de huma*
nidad, y de justicia : únicos me*
d i o s , con que lograron Francis-
(223)
co II. y su bella Esposa Blanca
Capello , hacer eterna su reputa-
ción en el Gobierno de sus tres
Estados de Florencia, Pisa, y Se-
na , que van á perder á sus ama-
dos Soberanos , del modo trági-
c o , que nos recuerdan , y por eí
que finalizan, estas memorias
históricas. De esta manera suce-
dió el triste caso.
El Gran-Duque, que no omi-
tía diligencia alguna para obse-
quiar á su querido huésped, dis-
puso una partida de campo en
su Palacio de Poggio Cajano, á
cuya comida estuvo combidada
toda la Grandeza. Allí fué quan-
do casi ya concluida la hora de
la mesa , la infeliz Blanca se sin-
tió de repente acometida de crue-
les dolores en su estómago, y de
mil ansias mortales, que la de-
(224)
xan sin respiración. En el mismo
instante, y con iguales síntomas,
se apodera también del Gran-
Duque , el mismo mal. Todo sir-
vió á confirmar á los presentes,
en que estos dos Esposos , que á
poco rato perdieron allí la vida,
habían caido á la violencia del
veneno. El horror, y confusión
de los que veían el sacrilego
atentado, sin atreverse á creerlo,
sirvió á ocultar más bien la mons-
truosidad de sus Autores. Aun
hoy es este un problema históri-
c o , áque no creo se haya inten-
tado la resolución , ni por enton-
ces mismo , ni por sus posterio-
res tiempos. Siguiéronse inmedia-
tamente las disposiciones para la
proclamación del sucesor de los
Estados , y no pudo ser otro que
si. mismo Cardenal, legítimo he*;
(225 )
redero , quien, no estando aiín
con órdenes Sagradas, renunció
el Capelo. De él habla así la
historia de Toscana.
Fernando I. de Mediéis su-
cedida su hermano Francisco II.
Gobernó sus Estados con una
prudencia , que le hizo ser ama-
do de sus Vasallos, y le adquirió
la estimación de todos los Prín-
cipes de la Europa. La Francia
le debió las sumas que prestó á
Enrique ÍV. para sostenerse con-
tra los furores de la L i g a , y mu-
rió , mirado como un gran polí-
t i c o , en 1 6 0 9 .
h
, BIBLIOTECA NACIONAL

1000599241

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