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MEMORIAS
DE BLANCA CAPELLO:
CRAX -DUQUESA
DE TOSCANA
M E M O R I A S
DE B L A N C A CAPELLO:
GRAN-DUQUESA
VE TOSCANA,
POR
i ' .. \\
MADRID: \ !:
E N LA IMPRENTA "-^X
DE DON ANTONIO CRUZADO.
ANO DE 1803.
feste y los demás Exemplares
de qualquiera de las Obras de
su Autor, irán selladas y rubri-
cadas por él mismo.
PROLOGO
D E INVENCIÓN N U E V A Y LARGO
por que es la obrilla bastantemente,
rara y corta. *
DE LOS CAPÍTULOS
COMPRENDIDOS EN ESTA OBRA»
CAPÍTULO I. Pag. 6. N a c i -
miento de Blanca Capellq, Su
crianza, educación, y prime-
ra edad.
CAPITULO II.-Pág. a i . Origen y
progresos de una pasión amo-
rosa de .Blanca,. Motivo de
su fuga^.con./u amante de
la casa de sus Padres. El ter-
:
te de la Sençora, de Gaíteri,
cuya indiscreción fué el ins-
trumento de tantos males.
CAPITULO III. Pág. 5 6 . Desem-
barco de Blanca. Su Matri-
fnonio, celebrado en Pysto-
ya. Arrivo-dé *tá&ríuevos Es-
posos i Florencia. Su residen-
ciá-'erf fcrca/á "de ^os Padres
de Bonávéritdri f fcori > otros
;
M E M O R I A S
P A R A LA H I S T O R I A
DE BLANCA CAPELLO,
GRAN DUQUESA DE TOSCANA, Y REYNA
DE CHYPRE.
BREVE I N T R O D U C C I Ó N . -
CAPÍTULO I.
Í E l magnífico Palacio de
los' Capellos, qué desde tiempo
!
instrucción , y circustancias e s -
(i3)
timabíes, eran muy superiores á
las de aquellos tiempos, se pro-
puso corresponder de un modo
uniforme á los cuidados de su
esposa, en la educación de su
amable hija. N o quiso entregar-
la á las manos mercenarias de
una Aya indiscreta, y determino
encargarse de ella por sí mismo.
Formóse un plan que empezó á
poner en planta sin pérdida de
tiempo $ y como conocía que
la primera educación del hombre
consiste mas en arrancar de su
corazón ciertos principios, que
en infundirle intempestivamente
varios conocimientos positivos,
que le perjudican 5 hasta la edad
de sus ocho años no puso en ma-
nos de su niña los librillos, por
los que se aprenden las prime-
ras letras. Hasta este tiempo toda
(i4)
su educación fué negativa : esto
e s , no se hacía mas que apartar
de ella, por medio de los buenos
exemplos, y palabras eficazes, la
mala semilla de algunas inclina-
ciones, con que se descubre, y
desembuelven en los niños las
circustancias del carácter, que
ha de dominarles siempre. N o
empezó Blanca á aprender á
leer hasta sus ocho años} y como
ya su razón estaba algún tanto
formada, á lo menos para poder-
la hacer comprehender, é intere-
resarse en lo que leía , lejos de
que la lectura la fastidiara, c o -
mo comunmente sucede , se com-
placía en ella, y á Jos diez de su
edad leía yá corrientemente en
caracteres de imprenta, y ma-
nuscritos. En poco tiempo leyó
por sí misma los principales c a -
thecismos de su Religión, con
otras varias obras, capaces, y
escogidas para doctrinarla en
las obligaciones respectivas á su
clase 5 y prontamente logró tam-
bién el saber escrivir , lo que I 3
condujo á una instrucción, no
solo poco com,un, sino digna de
envidia. Logró tales progresos
por el buen método. Solo con las
dos hojas diarias , que escrivia,
se proporcionaba , en una , tres
lecciones 5 pues se le hacían e s -
crivir ciertos extractos de los
mismos Cathecismos 5 de la his-
toria de su País j ó de Geografía,
según lo que quería su Padre que
aprendiese 5 y después lo estu-
diaba, y releía con sentido, y
distinción y por ei qual método,
( y no con muestras, en que solo
están escritas algunas necedades,
(16)
que con la continua repetición,
no solamente fastidian, sino que
se fixan inútilmente en Ja memo-
ria ) por este medio, á los doce
años de Blanca , las personas
que la oían , se encantaban con
sus adelantamientos.
Pero como estos buenos P a -
dres deseaban ver en su amada
hija una persona completa, tam-
poco se contentaron con que se
perfeccionaran su espíritu, y su
corazón, con el auxilio de los
libros mas oportunos á este in-
tento sino que al entrar ya en sus
tres lustros, procuraron adornar-
la también con la enseñanza de
las .nobles artes, que realzan los
encantos de su sexo , y aun con
el conocimiento de la economía
doméstica , y las demás labores
que la son anexas. A l verla su
Padre demasiadamente ocupada:
en ellas , la.adventía, que no era
la enseñanza que se la había
y
CAPÍTULO II.
CAPÍTULO III.
rurScP&l-llantp^jyBwario me¡coi»
noces jp mi me creí ¡tenias tan po+
ca religión. Qtié-'%iú<entte Provi*
deneía'confias solamente qnando
nada-.te falta? Ádénaás>, el am&t
si es verdadero, y grató $ acaso
necesita de biene-s', ni riquezas?
R esüelvete, y busquemos á tus
'•Pad#es';, que quiero me Gomszeán
por uña hija, qué'viene con desea
dé enjugarles las lágrimas amar*
gas. é = H a ¡tú me vivificas cria*
tvftá^exceíente j . . . . . < {Genio diviá
no d a r n o s . , , - - :' -• >
Buélvenseá entrar eñsu cari;
ruage con la« señ&s, <|u£ tenía
Bonaventuri buscan la casa* que
servia de mansión á la miseria, y¡
desconsuelo de los desgraciados
ancianos. Al mirarse ya en ella,
el buen bija se precipita ansioso
por besarles las manos; y Blan»
ca le detiene, diciendole,quería
presenciar los efectos de su pri-
mera entrada para ver los senti-
mientos naturales al arribo ines-
perado de ellos,en unas circus-
tancias tan crúicas, é infaustas.
Aun mismo tiempo suben la es-
calera, y aun que estaba entor-
nada la puerta de una sala, don-
de se oian algunas voces tristes,
á indicios tan vehementes de las
personas á quienes aquel acento,
doloroso convenia, no dudan en
abürlade repente; y puede du-«
darse, si fué antes de que estü-
biese abierta el oírse este grito- de
la infeliz madre. í ( ¡Hijo-de-Lal-
ma mia! y se hecha entre sus bra-
zos anegada en su llanto. El P a -
dre también dice al mismo tiempo.
¿Quien tan pronto te ha dicho mi
desdicha ? Tu Padre esya un mén-
1
¡ O q u e imprudentes somos'. . . . .
„ Bien püedeperdonarnos (dice Ja>
Madre) Yo me creía , que venias
tú solo. „
Bonaventuri, que hasta aho-
ra no había podido arrancar la
(71)
palabra, acercándose' á «íanca,
i quien rodean todos "¿Ves y a , si
hacía yo bien en querer adelan-
tarme? (Ja dice) te conozco bas-
tante, y por lo mismo quise
ahorrar á tu corazón un cruel
quebranto ....— Que causa, mi de
licia ; (le interrumpió su Esposa),'
Veo te aman tus Padres. ^Presen-
cio su infortunio; y mas de lo,
que él me lastima-, me penetra el
consuelo de pensarme, que sabrán
dividir con esta su hija el amor
que te tienen. = Si Padres mios
(prosigue Bonaventuri)ya veréis
que mi Esposa.le merece de to-
dos modos. z=z S í , mi amada hi-
j a , (la responde el buen viejo)
pues que tu corazón nos acaba
de dar una prueba, nada equívo-
ca de tu amable bondad; y pues
te dignas unirte á nuestra suerte;
(74)
sí vés que me lastima ella en leí
sucesivo, cree será por tí sola: „
Por este estilo era el diálogo,
que continuaba entre aquellas
virtuosas gentes, y que vino a
interrumpir el calesero , entran-
do con su propia licencia á la sa-
la misma pidiendo el corto pico,
que se le restaba. Satisfizosele, y
no contribuyó poco al aumento
de la melancolía de Bonaventuri
la mirada-casual, que echó s o -
bre su bolsillo. La corta suma
de solos tres doblones, que que-
daban en' é l , componía el to-
tal de las riquezas de toda esta
familia. Y aquí fué donde su me-
moria le hizo ciertas reflexiones:
sobre la conducta poco econó-
mica que había tenido durante los
cinco añosdel empleoque obtuvo
en Venecia. Su renta en ellos ha-
(rsD
bíá sido de bastante consüle*
ración, pero no supo aprove-
charse por sus gastos excesivos:
costumbre anexa á los años.de la
;
del casó.;' • • r ; }
involuntaria imprudencia , y
creyó sería mejor tornar la esesv
lera , con su propia licencia^;-.
siíenciosaHáespedida , í o que rnV'
(102)
20 de repente, no sin una pena
viva, por mirarse el autor de
una desgracia, cuyas conseqüen-
cias presumía habían de ser fu-
nestas , según lo indicaba el es-
tado mortal, en que quedaba
aquella Señorita.
Jamás dolor alguno ha po-
dido apoderarse de un corazón
humano con mas fuerza que el
que sobrecogió á la infeliz espo-
sa de Bonaventuri. Por el espa-
cio de quatro horas no se notó
en ella ,* aun por los misinos fa-
cultatiyos.j el menor indicjo, que
prometiese bplveria de su de-
liquio profundo. Tanto, dudaron
yá estos de ^u v i d a , q u e para
desengañarse, de si realmente ca-
recía de ella , tuvieron que v a -
lerse de los esturnatórios mas
fuertes. Por este medio lograron
(i°3) .
creer que aun existía, y por ú l -
timo, ayudada la naturaleza por
el favor del arte, consig>ijírq;i
la mejoría de la triste pa tente;
mas tal fué la impresión , que la
mala noticia ocasionó en su a l -
ma, que durante quatro meses,-
muy raro era el dia ,en que no la
repitiese el desmayo. Todos se
creían , que según el estado de
desfallecimiento en que se iba
sumergiendo, este accidente aca-
baría con ella; y fácilmente pode-
mos inferirnos .también, quál sería
el" estado de desconsuelo de toda-
aquella casa. Los dos pobres
Ancianos pedían á Dios no, les
dexase llegar á presenciar; una.
muerte, mas sensible para ellos,
que la suya propia; y el. J o -
ven Esposo padecía mil veces
ma^s , que la misma enferma. A4
escomo todos ellos no vivía si-
no con una existencia desgracia-
da,, yfatal á la-que hubieran pre-
ferido muy gustósossu fin , si la ;
CAPÍTULO IV.
mi reputación, me ha movido á
llamaros (Bohaventuri.) Yo debo
tos)
felicitaros, ante todo, por vues-
tra fortuna en ser el dueño dé
una Esposa amable, y virtuosí-
sima ; y aunque pudiera ofen-
derme de la facilidad , con que
dias pasados interpretó, en daño
m i ó , un casual encuentro , que-
tuve con ella en casa de Fosca-
rini, mas quiero gloriarme de
que se sepa quánto aprecio hago
aun de los excesos, con que sabe
una Señora respetar su virtud
si en tai caso cabe exceso
Ella llegó á asustarse de tal mo-
do , qué tampoco tendré reparo
én añadiros , que me debió el
concepto, de que no es una per;
sona vulgar,la que posee tantas
gracias, y unos sentimientos tan
finos, como raros. Me descubrió
su acento ser Veneciana; pero
aun deseo me informéis por me*
(*3°)
ñor de toda circustancia; y ros
prometo dos cosas : la primera,
no ponerla en el caso, de que me
buelva á tener miedo, viéndome
junto á ella , y la segunda , sa-
caros del estado de indigencia,
en que se me dice estáis sufrien-
do una necesidad, que os mal-
trata cruelmente. D e b o , por mí,
ayudar á la virtud pobre, y lo
haré con vosotros, luego que os
haya o í d o , y sepa vuestro mé-
rito. „
Ya podemos pensarnos, que
la respuesta de Bonaventuri á
su Soberano, que había disipa-
do francamente sus recelos , de-
bió ser correspondiente á la bon-
dad , con que se le preguntaba.
Enteró por menor á S. A. de Jos
estraños acontecimientos de su
matrimonio con Blanca; de la
nobleza de su casa ; de su pre-r
senté (Situación 5 y para claro
testimonio, de que éste corres-
pondía con el posible reconocí-
.miento á la ilimitada bondad de
su Real fanqueza, le dixo tam-
bién , que hasta la misma hora,
en que estaba él ya dispuesto
para venir á sus pies Reales,
( hora en que llegó ella á imagi-
narse , que podía convenirle la
noticia) nada le había descubier-
to del honor de haberle visto en
la casa consabida ; lo que oyó
riéndose el Gran-Duque, y pro-
siguió al punto diciendo á Bona-
venturi: , , Ahora mismo os nom-
bro para la plaza de Comisario
de Guerra , Ordenador ; que sé
que ha muerto Mariní, y no es
bien espere á proveerla quando
Salviati , Morosini , y Pisani,
que la desean con empeño, ven-
gan á importunarme. Mi respues-
ta será, que ya está dada 5 y tam-
bién aguardo que vuestra con-
ducta en este empleo, además de
dejar airosa mi elección, os ha-
rá acreedor á otros mayores.,,
Bonayenturi, dudando de lo mis-
mo que estaba oyendo, besó los
pies del Príncipe, dándole gra-
cias , y no veía el momento de
volver á su E s p o s a , ansioso de
comunicarla las felices nuevas de
su elevación , que les sacaba de
Ja obscura indigencia, y eran
tan contrarias á los pensamien-
tos con que ;se estaba ella ator-
mentando , como conformes á
los proyectos , con que la lison-
jeaba sü Padre político para pro-
curarla algún consuelo. ,,Amor,
(gritaba Bonaventuri al volverse
(i39)
«cía ella) ¡amor préstame tus
alas! Y no surcaba las hondas,
con mas impaciencia, el enamo-
rado Leandro, cuyo ardor por
llegar al objeto de sus ansias nos
pinta Marcial, que la que tenía
este Esposo por acercarse á su
Dueño.
Como la ternura era igual
por una, y otra parte en este ma-
trimonio , también lo era el ane-
lo , con que deseaban verse ; y la
afectuosísima Blanca, haciéndo-
sele , que tardaba ya su Esposo,
aumentando su cuidado , en c a -
da instante , se puso en su ante-
pecho , donde se mantenía inmo-
b i l , con los ojos flxos á la calle
por donde debía venir. Aun na
estaba él en ella^y ya sintiendo
el ruido de un caballo, su vivo
corazón se estremecía. Ya vé
que él es. Al punto arrebatada
de alegría , va enjugando sus
ojos, corriendo por la sala, y
gritando mil veces ,^¡ay que vie-
ne! ¡ya viene!..Vaja á la misma
puerta para recibirle. Siguenla
sus Padres. Yá llega é l , y excla-
m a : ,,¡ Gracias á Dios ¡Somos
ya dichosos.,, Empieza entre
estas gentes la algazara, el jú-
bilo , y aun el llanto, por la bue-
na noticia , que también la ale-
gría le derrama , quando llega á
su exiremo. N o se trata ya aquí
demás, que de grandeza, de ren-
tas con honores , ascensos, y ri-
sueñas esperanzas. Mas ¡que cier-
to e s , que es tanta la desdicha
del hombre, que ni aun sabe de
que debe alegrarse Las ilusiones
fcisas de la opulencia suelen ser
únicamente las-que le merecen
( 4 )
r T
CAPÍTULO V.
13
(1*8 )
Su permiso-pkra" mi partida ; y
efúé détermiháftdo sobre las reti-
tas'^conque "su Soberana' genér'o-
sidád há'tériido a bien*honrar mi
:
rat>ria de su E s p o s o p e t o , c o -
mo jamás ésta fue suficiente á
contrarrestar el poder del tienw
p o , quando falta la presencia del
objeto amado, fuese al fin d e -
bilitando este recuerdo en ella,
aunque de un modo tan lento,*
que no merece la culpemos por la
nota de ligera en su constancia.
El cotejo de las fechas de los su-
cesos de esta historia, hace ver
que no duró menos de cinco años
el tiempo de la viudedad de la^
Comisaria, y el que necesitó el
Gran-Duque para que cediera
á sus instancias, y consintie-
se en subir al trono de la
Toscana ; y para que se vea la
porfía tenaz de este apasionado
amante , será bien nos paremos
en una circustancia, ocurrida
en su galanteo , que . prueba1
(зоб)
también, el corazón de Blancas
Habíanse pasado ya tres años
de asistencia del GranDuque á
casa de su. Dama ^ y lograb a de
ella cierta política familiaridad,
de que estab a muy gozoso. Co
mo; sus miras no eran otras, que
las de todo homb re apasionado
con delicadeza, y. sentimientos
justos, quiso le concediera uña
gracia,, que él sab ía le era muy
importante. En un rato, en que
logró hallarla mas contenta, que
de ordinario , la preguntó si le
permitía con generosidad, y frany
camente dispusiese de unaalha
ja de las que tenia en su casa,
que él se lleb aria quando le pa
reciera. N o era fácil, que adi
vinara Blanca la intención de la
propuesta; y no dudó en respon
derle, que era dueño de quan
(207^
to en ella había. Mudóse de con*
versación; y éa la primera opor-
tunidad, en que se notó su ida á
la Iglesia, advertido Foscarini
por el Soberano, entró alGavine-
te de Madama, y descolgando el
retrato de Bonaventuri, de que
hablamos anteriormente, se lé lle-
va , dexando en su lugar el del
Gran-Duque, quien se hallaba
donde podía ver oculto por sí mis-
mo el efecto de esta prueba. Buel-
ve á poco rato Blanca, y según su
costumbre al punto se entra á sa-
ludar á su amada efigie." ¡ A y de
mí! „ dice solamente. Quedase es-
tremecida, y casi yerta , con utt
temblor universal, que la impedia
sostenerse, por lo que recosta-
da sobre un sofá, empieza á lla-
mar sus gentes ; pero la repre-
sentación del lance estaba dis-
puesta^ perfectamente. Nadie la
oye 5 y solo el Gran-Duque'
se presenta. Con quejas amo-
rosas , con lamentos , con te-
mores, y zelos pasa allí entre los
dos una dura y borrascosa esce-
na que no intentará delinear
nuestra pluma , porque basta su
insinuación, para que se vean los
medios por donde pasó Blanca
desde su trato con el Príncipe á-
la amistad, y de ésta á un amor
que le hizo al Soberano de T o s -
cana avivar las diligencias para
asociar á su Trono una Muger
amable, y digna todavía de ma-
yor elevación , que la que la
preparaba. Tal era el concepto*
en que Florencia la tenía, y á
que era muy acreedora.
Una sola dificultad queda
por vencer, mas se juzga de
(.209 )
poca monta , y se desprecia.
Fernando de Mediéis, her-
mano del Gran-Duque , joven
Cardenal, de quien dijimos, que
tenía su residencia en Roma, con
un carácter sobervio , y orgullo-
so , era incapaz de consentir en
toda alianza de su hermano, que
no fuera con Persona R e a l , y se
opuso abiertamense á ésta. En sus
cartas particulares á Francisco II.
no hubo medio, de que no se v a -
liese sumamente irritado, para
que desistiera de su intención.
Empleó las quexas á este fin, las
inventivas , y aun las amenazas;
pero ya era tarde¿ Ya el Gran-
Duque había, dado parte de su
matrimonio á todas.las Potencias;:
y no halló en sus contestaciones:
mas que elogios prodigados jus-
tamente, á la ilustre persona con.
14
, ( °)
2 I
,
quien quena unirse. A estas sa-
tisfacciones recibidas con la apro-
bación general, dada para sus
Esponsales con Blanca , se aña-
dió otra de mucha conseqüencia,
con que la República Veneciana
quiso dar pruebas harto conocidas
de su generosidad , y del alto
aprecio que había hecho siempre,
por el honor propio , que la re-
sultaba , de las heroicas prendas
de la hija única de los Nobles
Capellos. Como este hecho for-
ma una época particular en la
historia de tres Rey nos diferentes;
aunque muysucintamente habla-
remos aquí de ella.
La casa de Lusiñan se man-
tuvo sobre el trono de Chipre
hasta el año de 1 4 ^ 3 que Juan TIL
dexó en él á su • hija Cariota , y
ésta le llevó en matrimonio á
(•211 )
Luis de Savoya; pero Jacóbo,
hijo natural del mismo Juan, por
medio de una revolución la qui-
tó esta Corona. Habiéndose casa-
do éste con Catalina Conaro, V e -
neciana , con el consentimiento
de su nación, que la dio un gran
dote, esta misma Señora, Viuda
y a , y Reyna, muriendo sin suc-
cesion, señaló su reconocimiento
á su República, dexándola here-
dera de su Reyno en el año refe-
rido. Pues este don, tan genero-
so , como grande, que una hija
ilustre de Venecia hizo á su P a -
tria , quiso ésta que sirviese aho-
ra de mérito á otra Heroína, hi-
ja también suya, que no era me-
nos célebre. El Senado decretó
esta dádiva graciosa á favor de
Blanca 5 y para, que pudiera
honrar al trono mismo de Tosca-
*
(212)
na ; y que supiera Francisco II.
quán digna del era la dichosa
muger , que se había elegido, se
le remitió un diploma en virtud
del qual se la declaraba Reyna
de Chipre. Aún llegó á mas el
extremo de fineza de aquella g e -
nerosa Nación. A fin de que á
nombre de la República se auto-
rizasen mas las fiestas prepara-
das para el Himeneo , en la Ca-
pital de las Toscana, se diputa-*
ron dos Embajadores suyos, pa-r
ra que asistiesen con el Patriarca
de Aquilea. El mas antiguo de
ellos, en el dia de la celebración
del augusto matrimonio , del
Gran Duque con Blanca,(sucedi-
da el 20 de Septiembre de 15^9^)
puso solemnemente sobre su c a -
beza la Corona Real de Chipre,
leyéndose el diploma; á cuya di-
(213)
ligencia se siguió la dé entregar
el Cetro de sus tres estados en
manos de la declarada Rey na, el
mismo Príncipe su Esposo Fran>
cisco II. El aplauso de estas cere-
monias hechas con una pompa y
solemnidadimaginables fue ge-
neralísmo. A las ptíblicas acla-
maciones, que dieron á su nueva
Soberana los Colegios de la
autoridad suprema del Estado,
acompañaban las de toda clase
de gentes, y parecía que no ha-
bía sino una sola voz en Floren-
cia: tal era la uniforme alegría
de aquella Capital, y el grito
común con que se manifestaba;
porque sabian lograbanuna Prin-
cesa de una grandeza de alma
-muy seperior á su sexo.
N o nos permiten los límites
de esta obrilla formar el grande
(214)
qüadro de las sabias providen-
cias , con que ésta Muger verda-
deramente grande ilustró la Tos-
cana. El corto espacio de los seis
años , que mandó en ella , es el
espectáculo mas admirable, que
tuvo jamas aquella Nación, cu-
y o comercio llegó á estenderse
por las quatro partes del mundo.
Entonces se establecieron sus
Manufacturas principales ; sus
estrañas leyes fueron abolidas; y
se perfeccionó su policía general
hasta el extremo de excitar la
admiración de la Europa entera.
Enemiga del luxo, que miró
siempre, como la polilla verda-
dera de un estado, privó lascar-
rozas ; el número excesivo de to-
da clase de sirvientes ; y el uso
de toda pedrería preciosa.
Pero bolvámos á la primera
época de su elevación al Trono.
Los actos de su beneficencia
general en aquellos dias nos ha-
rán conocer su carácter excelso,
y verdaderamente instruido.
Mientras los Magistrados de
Florencia se proponían el dis-
frutar de los; recreos públicos,
gu nueva Soberana les destina á
Ja revisión de las Cárceles, y
causas. En veinte y quatro horas,
más. de, ochocientos presos se
.vieron libres. De sus bienes, y
de los del Erario hace sacar su-»
mas considerables para alivio coi
mun de toda especie de indigen-
cia. En medio de la diversidad
dejobgetos grandes , y variados
que pedían la profunda penetra-
ción de diferentes genios, ella
Sola dirige la felicidad común, y
no se.olyida.de las personas be-
neméritas , que en" su vida pri-
vada la manifestaron alguna
bondad. Hablaremos de dos de
ellas.
Al punto embía por eí dignó
Eclesiástico dé Pistoya , que la
dio la primera bendición nupcial,
y le confia efémpleo de su Li-
mosnero mayor ', uniéndole la
mitra de Sena ; pero no sabemos
de qué admirarnos mas ; si de la
penetrante generosidad de la'be-
11a alma, que confiere la gracia ,
1
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