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Marlon Tello
Introducción
Hegel en la Introducción de su Ciencia de la Lógica aduce que la dialéctica platónica, incluida
en todos los diálogos, posee dos intenciones: por una parte, disolver y refutar mediante ella
misma, es decir, usándose como método, afirmaciones contrapuestas, mientras que por otra
tiene un resultado vacío, lo cual quiere decir que se queda en la simple contradicción y no da
un paso más allá de ella para superarla. Su valoración sobre la dialéctica platónica incluía el
Parménides, a su juicio la dialéctica era un quehacer exterior y negativo que se quedaba fuera
del objeto, abarcando la esfera del parecer o afirmación sustentada en la subjetividad, teniendo
como fundamento la vanidad personal, en la que se expresa el deseo de desestabilizar y disolver
lo verdadero. Esa visión hegeliana de la dialéctica platónica, sin embargo, se ha quedado en la
forma dialógica de la dialéctica, esto es, la dialéctica presentada como un juego sofístico de
confusión que produce falsas apariencias sobre las diversas opiniones presentadas en una
discusión, a fin de que se puede presentar una opinión como verdadera mediante la imposición
de esta sobre las falsas opiniones, teniendo una repercusión práctica para los ámbitos ético,
político y científico; además es de importancia considerar que las opiniones sean verdaderas o
falsas son opiniones con respecto a una cosa, esto es, están fundamentados en algo externo a
ellas. En este proceso está implícito la idea de que la discusión debe ser conducida mediante
un método por el cual se produzca la ambigüedad, lo cual conlleva a explicitar las condiciones
de la discusión a fin de mostrar la invalidez de las tesis contrarias para demostrar la verdad de
una opinión o tesis; en efecto, la dialéctica en su realización dialógica conduce a la posibilidad
de un conocimiento o saber y su realización metodológica, lo cual tiene un alcance en el ámbito
de la subjetividad. La dialéctica platónica acoge estas dos ideas, la de la posibilidad de un
conocimiento y su realización metodológica, y las transforma como un procedimiento o método
filosófico mediante el cual se muestren las condiciones por las cuales las opiniones falsas son
falsas, con la finalidad de que se realice un diálogo científico; la idea de alcanzar la posibilidad
de un conocimiento, en el sentido de ser un saber verdadero y justificado, recorre toda la obra
platónica: en los diálogos tempranos, se llegaba a un resultado aporético en la medida de que
se mostraba las contradicciones en la incurrían las opiniones sofísticas y tradicionales; en los
diálogos intermedios, se asciende sobre la contradicción de las opiniones para buscar un
conocimiento que no se asiente en la diversidad de pareceres sino que esté fundamentado sobre
algo estable y sólido, para ello se plantean las existencia de las Ideas como entidades
cognoscibles mediante las cuales se logre un saber verdadero por cuanto tiene como referencia
algo estable y permanente, al cual se llegue mediante un método de abstracción, esto quiere
decir, removiendo lo cambiante y lo que deviene. De este modo, la dialéctica platónica en los
diálogos intermedios posee un carácter afirmativo y es un método que tiene como fin el
conocimiento verdadero. Sin embargo, en los diálogos tardíos hay un paso de la “teoría de las
ideas” a un discurso protológico, discurso de los primeros principios; hay un ascenso mucho
mayor que va más allá de las opiniones e Ideas, que apunta hacia los principios no-hipotéticos
por los que se hace posible la explicación de la realidad; estas doctrinas que indican la
necesidad de los principios no-hipotéticos, a los que se llega mediante la dialéctica, constituyen
lo que se llama “doctrina no-escrita”. Ahora bien, esta conciencia de la necesidad de un
conocimiento científico mediante un procedimiento no es exclusivo de Platón, también Hegel
tiene la convicción de que para llegar al conocimiento científico es necesario la dialéctica, en
su caso la dialéctica es concebida como el auto-movimiento especulativo de la idea, con un
método que se identifica con su objeto, desplegándose en su negatividad y reconociendo en
ella su positividad alcanzando la superación consigo mismo; en contraste, en el Parménides de
Platón, muy lejos de lo que dice Hegel, en las segunda parte cuando se exponen las hipótesis
del Uno, existe una realización de una dialéctica pura de las ideas por tres razones: primero
porque el ejercicio dialéctico realizado no es un quehacer que se da en el nivel de la
representación, sino que se da en el nivel de la especulación tratando a nivel puramente eidético
la idea de lo Uno, la cual en el ejercicio dialéctico es tomada como objeto y consigue
identificarse con él al ser ella un camino verdadero y él el fundamento de la verdad, siendo
interpretada a la luz de la “doctrina no-escrita”; segundo, porque alcanza la unidad de las
determinaciones contrapuestas explicitadas desde la hipótesis sobre el Uno mediante el Uno
mismo, esto es, supera las oposiciones que surgen intrínsecamente desde la idea de lo Uno a
través de la afirmación de su necesidad ontológica, por cuanto es fundamento de las Ideas;
tercero, porque mediante el ejercicio dialéctico se llega a la sabiduría o conocimiento científico,
que en comparación a Hegel, también sirve para la realización epistemológica de la ciencia.
I
“Hegel considera el Parménides platónico como <<gran obra de arte>> o <<la obra maestra
más famosa de la dialéctica de la Antigüedad>> que contiene <<realmente la doctrina pura de
las ideas de Platón>>, y, sin embargo, le atribuye un resultado negativo” (Mesch, 2011: 24).
Siguiendo con esta idea, también se afirma que Hegel ya no ve en su concepción de la dialéctica
el camino negativo hacia un conocimiento positivo, sino un proceso positivo de afirmación que
avanza escalonadamente mediante la negación de la negación. En la reflexión de Mesch,
también se indica una diferenciación entre la conciencia científica y la dialéctica expuesta, la
primera remite a la conciencia plenamente realizada de la dialéctica verdadera, esto es, del
movimiento necesario de los conceptos puros, en cambio la segunda refiere al reconocimiento
del valor significativo de la dialéctica verdadera y su exposición. No obstante, a la luz de la
“doctrina no-escrita” la dialéctica platónica exclusiva del Parménides, que aparentemente era
una dialéctica expuesta dialógicamente, es la dialéctica verdadera. Contra todo, hay que revisar
brevemente los lineamientos teóricos de la doctrina no-escrita para después situar la
importancia especial que reviste el ejercicio dialéctico, que aparece en el Parménides, con
respecto a la dialéctica hegeliana, a fin de identificarla formalmente con la dialéctica verdadera
sostenida por Hegel.
La doctrina no-escrita de Platón aparece ya sugerida por este en su diálogo el Fedón que al
describir su <<segunda navegación>> se preocupa por encontrar los fundamentos del devenir
ya no colocando la atención en lo material, sensible sino poniendo interés en aquello que está
más allá de lo inmediatamente dado. En el Fedro los fundamentos del devenir son ponderados
como las <<cosas de mayor mérito>>, es decir, los principios primeros y supremos que son
reservados a la oralidad dialéctica. La doctrina no-escrita de Platón al versar sobre los
principios primeros y supremos es un discurso protológico. Su contenido no es entonces la
teoría de las Ideas, ellas son el resultado primero de la <<segunda navegación>> pues como
resultado inmediato otorgan explicación inmediata a la multiplicidad existente en el mundo,
sin embargo, su alcance ontológico incluye las cosas que son realidades sustanciales (hombre,
animales, vegetales, etc.) y cualidades o aspectos susceptibles de reagruparse panorámicamente
(bello, grande, pequeño, etc.), sin embargo al ser las Ideas fundamentos de cosas múltiples en
ellas también se da la multiplicidad debido a su alcance ontológico que es múltiple, lo cual
quiere decir, que hay Idea de lo bello, de lo grande, de hombre, por lo que es evidente una
multiplicidad, sin embargo, ella no queda resuelta. Por eso, para resolver la multiplicidad de
las Ideas, Platón como resultado de la <<segunda navegación>> propone como principios
supremos: el Uno supremo, principio de determinación formal, y la Díada, principio de
indeterminación indefinida. Ambos no funcionan sin el otro, son recíprocamente dependientes
en el sentido de que cada uno de ellos exige estructuralmente al otro. El Uno no puede actuar
eficazmente sin la Díada, la Díada no puede actuar eficazmente sin el Uno; Uno y Díada son
dos caras de una misma moneda. La acción del Uno sobre la Díada, o sea, de la limitación
sobre la ilimitación es una especie de de-limitación o de-terminación. En ese sentido, el ser
aparece como resultado de la síntesis entre la unidad y multiplicidad, o dicho de otro modo, el
ser es la unidad-en-la-multiplicidad. Los principios mismos no son ser, sino en cuanto son
constitutivos del ser son anteriores ontológicamente al ser, la unidad como principio de
determinación está encima del ser y la dualidad está debajo del ser.
Al respecto, en el Parménides la dialéctica aparece como requisito necesario para alcanzar o
<<dirigir la mente hacia la verdad>>. En primer lugar, el ejercicio dialéctico en todas las cosas
que se pueden captar por la razón, las ideas, para de ese modo poder contraponer
determinaciones opuestas ya que las cosas que devienen pueden participar de varias Ideas. En
segundo lugar, examinar las consecuencias que sigue de las hipótesis afirmativas y negativas a
nivel eidético, esto es, que afirman o niegan la consistencia y existencia ontológica de la Idea,
tanto para los términos supuestos, las otras cosas, con respecto a sí mismos y mutuamente entre
sí. Expuesto de esa forma y de manera muy genérica, el ejercicio dialéctico aparentemente tiene
una forma dialógica por cuanto examina las condiciones generales del discurso. Pero el
supuesto base tomado para el ejercicio dialéctico es la hipótesis del Uno, que gratuitamente no
es tomada en vano sino corresponde, en relación a la doctrina no-escrita, a la primera dialéctica
o dialéctica protológica puesto que empieza a demostrar la necesidad de su principio a partir
de su despliegue ontológico, el cual, es apreciado en el ejercicio dialéctico. Paralelamente, la
dialéctica hegeliana expuesta en el prólogo de la Ciencia de la Lógica sostiene que la dialéctica
verdadera se da un nivel ideal por cuanto maneja las determinaciones del entendimiento
depurándolas en su negatividad interna mediante la razón, para que de ese modo sean disueltas
entre sí dando como resultado no una nada determinada sino una nada concreta que es
superación de lo negativo, es decir, la positividad en la negatividad del resultado,
restableciendo una determinación primera en un universal no en un particular dado, la
particularidad de las determinaciones ha devenido en un universal determinado. En tercer lugar,
el objetivo del ejercicio dialéctico en el Parménides es demostrar la necesidad ontológica de lo
Uno como principio supremo de la realidad y componente estructural, que es unidad de la
unidad, por eso la necesidad del ejercicio, que en el diálogo aparentemente se muestra como
juego, además porque si se quiere dar con la verdad es <<necesario haber recorrido todos los
caminos en todos los sentidos si es que quiere dar con la verdad>>.
En este nivel, la dialéctica del Uno o dialéctica protológica en cuanto empieza a partir de lo
Uno como condición hipotética del discurso es también prototipo paradigmático de toda
dialéctica. Pues lo Uno al ser contenido del ejercicio dialéctico, es el primer objeto que es
tomado con prioridad ontológica, y al ser el anterior a todo en cuanto prioridad ontológica y
reafirmar su necesidad mediante la captación de su verdad, que es el haber recorrido todos sus
caminos posibles en todos los sentidos, es idéntico a la dialéctica. De modo, que, en el
Parménides, lo Uno y la dialéctica convergen ya que ella no expresa nada más que la
explicitación de lo Uno a través de su recorrido discursivo, el cual, lógicamente se muestra
como presupuesto necesario pues explica la multiplicidad de las Ideas, pero ontológicamente
se muestra como condición suficiente de la estructuración de la realidad. Pues casi al finalizar
del diálogo, en la novena hipótesis sobre lo Uno, se dice <<Si lo Uno no es, nada es>>, eso
quiere decir implícitamente la aceptación del otro componente protológico de la realidad, la
Díada, ya que al negarle la consistencia y existencia ontológica a lo Uno entonces su labor
como principio delimitador o in-formador se hace insuficiente, de modo que todo se hace puro
caos y cae debajo del ser, todo pierde su forma determinada y recae en una nada indeterminada
en el sentido de que pierde su ser y su límite. En consonancia, como conclusión final, se tiene
una síntesis de todas las hipótesis que recae en la afirmación de la necesidad como principio
protológico pero a la vez a su negación que conduce a la afirmación del otro principio
protológico, la Díada: <<Digámoslo entonces, y también que, según parece, tanto que haya un
Uno como que no lo haya, él y los Otros, con respectos a sí mismos y en sus relaciones mutuas,
son absolutamente todo y no lo son, parecen serlo y no lo parecen>> ante esto se asiente
diciendo <<verdaderamente así>>. Se ha obtenido la verdad universal, la síntesis final delata
lo siguiente la consecución final de la dialéctica protológica en ciencia, al principio se partió
de lo Uno afirmativamente y luego se terminó con su negatividad, negatividad que ayudó a
reconocer tres cosas: primera la necesidad ontológica de lo Uno como principio delimitador,
la relevancia ontológica de la Díada principio de indeterminación, y por último, la necesidad
completa y entera de los dos principios como estructurantes ontológicos de la realidad, de los
cuales el primero al nivel del ser y del conocer el de mayor preeminencia ontológica es lo Uno
pues es primero en la jerarquía de la realidad, que a partir de su propia negación reconoce la
necesidad de otro principio, la Díada, en el cual se disuelve y ella se disuelve consiguiendo la
verdad del ser que no es más que unidad, según la doctrina no-escrita, lo <<más allá del ser>>
y lo <<debajo del ser>>.
II