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LA UNIDAD EN LA FE

Lección 8 para el 24 de noviembre de 2018


Un elemento unificador es compartir una doctrina común (Hechos 2:42).
Compartir las mismas doctrinas fundamentales, aunque podamos tener
pequeñas diferencias en asuntos menores, unifica a los creyentes de
todo el mundo.
La Iglesia Adventista comparte muchas doctrinas con otras iglesias
cristianas. No obstante, retiene doctrinas bíblicas específicas que,
juntas, la diferencian de cualquier otro grupo religioso.

El Evangelio eterno.

La Segunda Venida de Cristo.

El Santuario celestial.

El sábado.

El estado de los muertos.


“Vi volar por en medio del cielo a otro ángel,
que tenía el evangelio eterno para predicarlo
a los moradores de la tierra, a toda nación,
tribu, lengua y pueblo” (Apocalipsis 14:6)

¿Qué es el evangelio eterno?


Es la buena noticia de que Jesús, con su muerte, nos ha
reconciliado con Dios. A este acto se le llama también
expiación. De este modo, recibimos el perdón, siendo
justificados gratuitamente (Romanos 3:24-25).
De igual modo que el propiciatorio
(la tapa del arca del testimonio) se
interponía entre la presencia divina y la
ley, Jesús es la propiciación por nuestros
pecados (1ª de Juan 2:2; 4:9-10;
2ª de Pedro 2:21-24).
Los que aceptamos a Jesús estamos
unidos en una fe y en una misión:
proclamar el evangelio eterno.
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también
esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo” (Filipenses 3:20)
Creemos que Jesús regresará a la Tierra, y que lo hará tal como Él lo indicó:

Será una Será visible Será audible Los muertos


venida real, por todos (1Co. 15:52). serán
como lo fue (Mt. 24:26- resucitados y
la ascensión 27; Ap. 1:7). los vivos
(Hch. 1:11). transformados
(1Ts. 4:13-18).

Aunque no sabemos cuándo vendrá, somos llamados a esperarlo, porque


este evento puede ocurrir en cualquier momento (Mt. 24:36; 25:1-13).
La Segunda Venida nos une en la esperanza, en el anhelo de pasar la
eternidad con el Dios de amor y gracia.
En toda la Biblia se encuentran referencias a un
Templo o Santuario celestial, morada de Dios
(Sal. 11:4; 102:19; Ap. 7:15; 15:5; Heb. 9:24).
Podemos entender las funciones de este
Santuario a través del santuario terrenal y sus
servicios. La razón de ser de este Santuario es
la eliminación del pecado.
Jesús, el Sumo Sacerdote del Santuario
celestial, vive allí para interceder por nosotros
(Heb. 7:25).
El Día de la Expiación representaba el juicio
que debía realizarse en el Santuario celestial
antes de la Segunda Venida (que comenzó en
1844, ver Lev. 16; Dan. 8:14).
El ministerio de Cristo en
el Santuario celestial nos
une al reconocer nuestra
necesidad continua de la
misericordia de Dios.
EL SÁBADO El sábado en el Antiguo Testamento.
• En la Creación, Dios bendijo y santificó el sábado
(Gn. 2:3).
• Es un tiempo apartado para el encuentro de Dios
con su pueblo (Lv. 23:3).
• Es una señal distintiva del pueblo de Dios
(Ez. 20:20).

El sábado en el Nuevo Testamento.


• Jesús guardó el sábado, y enfatizó su labor
sanadora (Lc. 13:10-17).
• Los apóstoles guardaron el sábado y predicaban
en él tanto a judíos como a gentiles (Hch. 13:44;
16:13).

El sábado hoy.
• Nos recuerda la liberación del pecado (Dt. 5:15).
• Reconocemos que Dios es el dueño de nuestra
vida y nuestro tiempo (Éx. 20:8-11).
• Nos une en un descanso espiritual en Cristo
(Isaías 58:13-14).
“Cuando lo corruptible se revista de lo incorruptible, y lo mortal, de
inmortalidad, entonces se cumplirá lo que está escrito: «La muerte ha
sido devorada por la victoria.»” (1ª de Corintios 15:54 NVI)
No podemos tener inmortalidad hasta que la muerte sea
destruida. No puede existir, pues, un alma inmortal que
siga viviendo cuando nosotros hayamos muerto.
Solamente en Dios habita la inmortalidad (1Tim. 6:15-16).
Él nos la concederá en la Segunda Venida (1Co. 15:50-55;
1Ts. 4:13-18).

Mientras tanto, al morir, dormimos


hasta el momento en que seamos
despertados por la voz de Jesús
(Ecl. 9:5-6, 10; Sal. 146:4; 115:17;
Jn. 11:11-15; Jn. 5:28).
Nuestra interpretación del estado de los
muertos nos une al reconocer nuestra
finitud y dependencia de Dios para cada
aliento de vida.
“Aunque tenemos una labor individual y una
responsabilidad individual ante Dios, no hemos de
aferrarnos a nuestro propio criterio sin consideración
a las opiniones y sentimientos de nuestros hermanos,
pues semejante proceder acarrearía el desorden en la
iglesia. Los predicadores tienen el deber de respetar el
criterio de sus hermanos; pero sus relaciones entre
unos y otros, así como las doctrinas que enseñen,
deben estar comprobadas en la piedra de toque de la
ley y el testimonio. Por lo tanto, si los corazones están
dispuestos a recibir enseñanza, no habrá divisiones
entre nosotros. Algunos propenden al desorden y se
apartan de los grandes lindes de la fe; pero Dios
mueve a sus ministros para que tengan unidad de
espíritu y doctrina”

E.G.W. (Testimonios selectos, tomo 1, pg. 201)

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