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Casas, Myrta.

“En el camino de la simbolización:


producción del sujeto psíquico”. Paídos, Buenos Aires, 1999.

SOBRE EL DISCURSO INFANTIL: MATERIALIDAD Y FANTASÍAS


Acerca del discurso infantil
Que el juego del niño es el lenguaje lo sabemos los psicoanalistas desde
hace mucho tiempo. El niño, en su modo de abarcar la realidad, en su trayecto
desde las creencias al saber, recorre un tramo donde este lenguaje singular da
cuenta de sus acontecimientos estructurales. El niño en su acontecer estructural
necesita imaginizar (lo real) para poder disponer de la simbolización.
La palabra, punto de llegada final que precede y sucede al gesto-juego y no
lo sustituye por completo, conserva el mismo lado del signo, llamado, realización y
ausencia. La infancia, o el desarrollo infantil, es un espacio propicio para visualizar
el despliegue encarnado de los registros imaginario, real y simbólico. En el niño
estamos muchas veces en un tránsito de y hacia la simbolización. En el niño el
movimiento es expresión de discurso infantil y también es expresión de angustia.
La angustia es movimiento, un niño angustiado se mueve.
Gesto, juego y palabra
En el acontecer de juego, en los instantes de gestualidad las ideas
aparecen con si mundanidad y no sucesivamente. No se trata de que haya una
anterioridad al gesto, o que éste constituya una anterioridad a la palabra, sino que
ya este discurso infantil implica el sujeto y al objeto en el espacio y un tiempo
particular.
El discurso infantil, como experiencia de transferencia es un acontecer
singular de movimiento y voz. El gesto anticipa dichas funciones del lenguaje que
quedarán en la palabra como expresión más elevada de abstracción y
simbolización. El gesto, presente en la acción de juego, tiene una funcionalidad
doble: prefigura la articulación de lo real y convoca al otro en esa dimensión tan
peculiar que es casi la de obligar al deseo del otro a hacerse presente. Es que el
gesto se hunde en el lenguaje que preexiste el sujeto en el otro.
El niño, en su decir, transcurre entre gestos, juegos y palabras. El gesto no
sería antecedente predecesor del lenguaje, ante niña y en este último en forma
tardía frente al movimiento la gesticulación. El gesto y el juego determinan una
imagen para sí y para el otro en un tiempo especial de estructura anuda y
desanuda el sujeto, se organiza el conflicto, la represión toma consistencia y cada
vez que se mueve-gesticula-juega-habla, expresa y actualiza vivencias, articula
sentidos. El niño necesita de los objetos para articulaciones simbólicas,
representaciones psíquicas producidas como efectos de esos a posteriori realizan
o inscriben sentidos.
Sobre el juego y la simbolización
El juego, el jugar, es un modo de estar en el mundo al comienzo de la vida.
La gestualidad en juego de movimiento y la voz son desde el inicio una forma de
discurso infantil. Los juegos son constitutivos, consustanciales a la estructuración
psíquica, y en tanto realmente efectivos, deben ser lúdicos y placenteros. El
trabajo del juego implica el penar con el gozar, el esfuerzo con la satisfacción. Lo
que allí esté implicado en la simbolización de una pérdida.
Podemos pensar entonces que en el juego se significa el deseo, se
actualizan necesidades y demandas y la organización subjetiva, sujeto deseante y
sujeto de conocimiento, inconsciente y yo, adquieren consistencia. El juego, como
parte del discurso infantil, se constituye en verdadero trabajo de organización
psíquica que conlleva la producción significante en una modalidad corporal y
lingüística la vez. Y esta producción significante alude al significante psicoanalítico
que mira al cuerpo y al síntoma, al gesto y la palabra, en un proceso en el cual se
volverá necesario discriminar el símbolo, lo simbólico, la simbolización.
Hay un hiato de espacio y tiempo entre el símbolo y lo simbolizado que se
jueguen el objeto transicional. Éste es un camino de simbolización, porque aún no
he simbolizado; si lo fuera no estaría adherido a su representación.
Podemos ver el objeto transicional como un momento del proceso
metafórico del proceso de simbolización. Momento de experiencia, de mediación
es señal de lo psíquico en estructura: subraya la necesidad del otro y se produce
y/o se expresa como acción, gesto, balbuceo, palabra o melodía.
El objeto transicional es testimonio de este trabajo psíquico donde el niño
crea el objeto porque ya es perdido, y ahí se constituye como sujeto. Creación en
la realidad psíquica de un objeto metonímico del encuentro con la madre.
Acerca del cuento y el contar en la infancia
El cuento infantil, los cuentos, las historias que la madre y el padre cuentan
a sus hijos son una trama esencial desde donde habla el deseo de los padres;
texto que sostiene y habilita el surgimiento del sujeto psíquico, sujeto del
inconsciente. El cuento infantil tiene un sesgo propio, reúne el goce más directo de
los pulsional, a través de la deriva sublimatoria del placer de la representación que
es trabajo del inconsciente.
A través del relato del cuento se articulan en el niño los efectos promovidos
tanto por los libretos como por los enigmas y oscuridades de su historia, y se
promueve así nuevos encadenados representaciones. El cuento infantil permite
una manipulación del objeto sostenido por símbolos. En los cuentos infantiles, la
muerte que de encadenada en los personajes imaginarios, con lo cual se favorece
la representación de una ausencia. El final de los cuentos deja una aliviada
sensación, le retomaría la desmentida en el “vivieron felices para siempre”. Por
tanto se puede decir que los relatos y los cuentos cumplen una función
reestructuradora
Tal vez tan importante como el cuento sea el hecho de que la madre
participa ahí de un modo esencial, ayuda a crear los objetos, ilusiones, relatando
fantasías. También autoriza entonces esos sueños o deseos ahí convocados.
Trabajo de la latencia
Pensar acerca del niño en edad escolar es introducirnos en el llamado
periodo de latencia de la infancia. Es importante subrayar el hecho de que este
periodo de la vida del niño no es nada latente, en el sentido de quieto, sino por el
contrario es un espacio-tiempo nodal de elaboración, de trabajo psíquico. Casi
podremos nombrarlo como trabajo de latencia. No es un tiempo de silencio o de
detención psíquica sino de incrementación de los procesos represivos que
desembocan en la actividad creadora o investigadora que propicia el
conocimiento.
El medio escolar aparece como un mojón simbólico de la sanidad orgánica
hacia afuera, al mismo tiempo que reitera la ejercitación de prohibiciones. El juego,
el jugar, se va a ubicar en el lugar que le depara la cultura y así aparece un juego
reglado, el deporte en todas sus manifestaciones, el baile, el teatro, las artes.
En esta edad, hay un aumento de la represión, es un tiempo donde se dan
con fuerza los procesos represivos. El fantasma personal y familiar se complejiza.
Hay un mayor despliegue de la curiosidad y la exploración.
EN TORNO A LA ESTRUCTURACIÓN PSÍQUICA
Importancia del "no" en la estructuración psíquica
La propuesta de la autora, será pensar que lo que está implicado, como
sustrato inconsciente, como meollo de la estructuración, es un juego de presencia-
ausencia que vuelve consistente el símbolo de la negación. Esto sería el pivote
esencial en la constitución de la división del sujeto y la organización de las
instancias.
Varias formas de presentificarse o actualizarse la función de lo negativo. Y
en torno a la estructuración psíquica se destacan tres modalidad del no, o tres vías
de desarrollo de sentidos diferentes que confluyen en el mismo vocablo: la
negación discriminativa, el no de la prohibición, y la negación.
El no de la discriminación, que diferencia lo que es de lo que no es,
necesita pasar por una condición atributiva antes que puede establecerse la
adjudicación de la existencia. Este trabajo de lo negativo, que es transformación,
permite la separación sujeto-objeto, efectiviza la discriminación, pero la
reelaboración más simbólica de la ausencia queda aún a distancia. Y a este
respecto que hemos llamado negación discriminativa se le agrega, como trama
que se complejiza el no de la prohibición.
El no de la prohibición surge siempre como límite que viene de afuera. Éste
vehiculiza, desde la función materna y/o paterna, las reestructuraciones edípicas
parentales y va plasmando en el hijo, en cada encuentro, los efectos de dicha
decantación estructural. La negación discriminativa y el no de la prohibición dan
cuenta de la coexistencia de defensas como la desmentida y la represión; y
precisamente el retorno de lo reprimido es para Freud puesto de manifiesto en una
tercera cualidad del no: la negación.
La negación es sustituto intelectual de la represión, siendo él no señal de
ella. El ámbito de la simbolización es el cuerpo en movimiento; marca psíquica
realizándose. De la aprehensión psíquica del objeto, negatividad del gesto y/o
palabra, surge el sujeto; es el aspecto del trabajo de lo negativo.
Entre la desmentida y la represión
En este contexto de realidad psíquica, donde veremos la importancia de la
desmentida estructural, los hechos de estructura que tienen a la imagen en su
centro se vuelven capitales. En ello la experiencia afectiva, contexto
imprescindible para la constitución de lo real, está inmersa en la trama y edípica,
donde la castración es un eje central es necesario desmentir.
En el trabajo de simbolización convergen los cuatro destinos de la pulsión:
represión, sublimación, transformación en lo contrario y vueltas sobre sí mismo. La
autora agrega la desmentida, no como destino de pulsión sino como defensa
consustancial a la indefensión y esencial a la estructuración. La llama, desmentida
estructural.
Desmentida y represión son las defensas esenciales y predominantes en
este tiempo de estructuración, que señalan una instalación saludable de la
realidad psíquica. La transformación en lo contrario y vuelta sobre sí mismo son
destinos de pulsión propios de un ámbito dual y las ubicó como consustanciales a
la desmentida. De la salida de la desmentida depende la eficacia de la represión.
En torno a lo arcaico. Una relectura freudiana
Lo arcaico es tal vez el sendero de la búsqueda de lo real; ilusión de un
origen que se imaginiza, que ello he de ser hallado haría transparente lo
enigmático y conduciría todas las respuestas.
La inscripción, donde el trabajo de la represión resulta esencial, se
constituye en el lugar de incidencia de la desmentida. La represión aparece como
un destino de pulsión que reúne al Otro de la prohibición y el objeto prohibido para
el sujeto. Desde el comienzo, la represión y la desmentida comparten el espacio
de la estructuración. La represión habla de la triangulación y hace presente la
estructura edípica, solidaria de la estructura parental.
La desmentida de la castración, imaginizada primero como ausencia del
otro, imprescindible para la vida, nos señala la castración como pivote de la
estructuración psíquica.
La sustitución está en la base de todos los mecanismos defensivos: en la
represión hay un significante desalojado que promueve sustitutos a través de la
persistencia del deseo; también en la sublimación, el mentado cambio de fines
habla de sustituciones efectivas; en la desmentida una ausencia radical estructural
es sustituida por otras presencias significantes; en las llamadas defensas previas
a la represión, resulta aún más evidente la situación en francos pares de
oposición, uno por el otro. En el juego de deseos inconscientes, la identificación
aparece como primer modo arcaico de relación con el otro.
Desmentida: su efecto estructural y su dimensión patogénica
El conflicto psíquico hunde sus raíces en el funcionamiento pulsional; su
campo, entre deseo de defensas, constituye la singularidad de cada sujeto, quien
a su vez solidario del deseo de los padres. De allí que libido, sexualidad y
organización psíquica sean consustanciales.
Desmentida determinada en su existencia la angustia de castración-muerte,
de la que defiende al sujeto psíquico, se constituye en un mecanismo defensivo
básico en toda estructuración saludable. Veamos entonces este ámbito de la
patología de la desmentida, que se reúne inevitablemente con la patología del
reflexivo.
La persistencia de la desmentida de la ausencia dificulta todo trabajo de
separación, fundamental en toda simbolización. Un efecto será el predominio del
acto sobre la palabra. La patología del reflexivo habla de un temprano fracaso de
vestimenta libidinal y de imprescindible reconocimiento simbólico, inciden en la
persistencia de la desmentida y su patológización, porque se necesita que el
objeto se deje perder, matar, para poder crear, sustituir el objeto.
En la desmentida estructural no habría una verdadera escisión de yo, sino
que la dupla saber-no saber, forma parte de la división estructural, quedando el
primero inconsciente y el segundo en el yo. Los déficit de simbolización dejan al
sujeto expuesto a la necesidad incontrovertible del objeto, volviendo una y otra vez
hacia los objetos de necesidad, abriendo la puerta al uso perverso del objeto.
Nota sobre creencias: teorías sexuales infantiles
Desde la perspectiva psicoanalítica, la creencia aparece como contexto de
desconocimiento dado por la propia división del sujeto. De allí que el saber, la
ignorancia o el reconocimiento de lo no sabido se vuelve parte de los
procesamientos del yo consciente, en los que inciden todo el tiempo los efectos
del deseo inconsciente y las defensas que ellos suscitan, especialmente en torno
a la castración.
Cuando las creencias adquieren el matiz de organizador psíquico, según la
propuesta freudiana de las teorías sexuales infantiles, el fantasma o las
representaciones dan cuenta del estatuto simbólico que subyace al niño en la
relación con sus padres. Creencias que constituyen el sustrato de todas las teorías
sexuales infantiles, y que se van perdiendo a lo largo de la infancia.
Las creencias infantiles, producciones imaginarias fuertes, se arman,
construyen y desconstruyen, con lo que dispone el niño, mentando primacías
orales, o primacías anales. En ellas se subsumen, en amplio y versátil abanico,
otras fantasías que le son correlativas.
Narcisismo e idealidad. El compañero imaginario
El yo no puede ser narcisista en su radical constitución. Desde su inicio, la
nueva acción psíquica subraya ese movimiento pulsional retoma nada menos que
al yo por objeto. En vestimenta propio y ajeno que habla de ese controversial
momento estructural del sujeto funcionando en el objeto. Objeto que es su propia
imagen investida por la mirada, el deseo de la madre. Objeto, imagen, impregnada
del ideal narcisista de los padres.
Los ideales trabajando en estructura edípica perfilan funciones del ideal del
yo, anticipando superyó. Los deseos parentales hacen marca indeleble en el
aparato psíquico y en esas primeras miradas de reconocimiento, donde aquél se
especulariza, el grandor narcisista formará parte del yo ideal.
La idealidad a dos vías de desarrollo: una donde el ideal, presente en el
ilusión-desilusión, conduce a la marcha de las identificaciones. Otra, donde el ideal
se desliza hacia la idealización, con las consecuencias que ello implica.
El compañero imaginario reúne esos conjuros al desamparo reclamados por
el yo. Se conjugan así mecanismos proyectivos, de duplicación, de omnipotencia
del pensamiento, de magia e ilusión, que mentan la desmentida de la ausencia.
Todos elementos fantasmáticos informaciones del inconsciente que evocan
ámbitos narcisista en riesgo. Connotación del yo ideal que enlaza fantasmas de
complementariedad aliviadores de angustia, fragilidades yoicas que requieren su
imaginación vivida para articular límites, presencias o prohibiciones.
Sobre la cura en Winnicott
Menciona que el uso del objeto y su destrucción son elementos que
integran la simbolización y el experiencia transferencia al se despliegan en el
espacio y tiempo de la sesión analítica.
La tarea del analista es soportar la destrucción del objeto subjetivo una y
otra vez, desarmar el fantasma, desconstruirlo, y permitir que nuevamente el
deseo arme, rearme, lo que la represión organizó como síntoma. También que las
vicisitudes de la desmentida conduzcan a los puntos más conflictivos, actualizados
en la transferencia. Tolerar la paradoja es también no intentar comprender en cada
momento ese peculiar camino, que va desde la cosa en sí la pérdida de la cosa, y
que habla del proceso de simbolización.
La destrucción-simbolización debe darse en un espacio intensamente
libidinal, donde quede posibilitada la sustitución de una marca traumática por otra
de reconocimiento. Esto corresponde, para Winnicott, a la recreación de espacio
transicional donde pensamos que a través del discurso significante psicoanalítico
se autorizan sustituciones a través del espacio transferencia. Ello incluye la
tolerancia del analista ante la agresión del paciente.

1.-Qué significa el “camino de la simbolización”, qué es simbolizar en la


infancia?, qué es representar?, por qué el juego y el relato –por ej.- es tan
importante en el niñx?. Algunxs autorxs del cuatrimestre pasado lo han
desarrollado, ,amplía con los aportes de la autora.

2-Algunas categorías que aparecen en el texto para ir trabajando:

 imaginar para simbolizar


 gesto, juego y palabra
 articulación de sentidos, expresa vivencias

 objetos transcionales
 cuentos,relatos en la infancia
 latencia en la edad escolar
3- ¿Qué podres pensar en relación a la infancia y el trabajo de enseñanza de
docentes de artes y a estas formas de simbolizar como el dibujo, el juego, el
cuento ?.

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