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CAPÍTULO I

VIOLENCIA POLÍTICA

El desarrollo de los componentes teóricos que permiten comprender la


naturaleza del presente trabajo de investigación se relacionan en torno al
fenómeno de violencia política que se manifestó en el Perú en la década del 80
y 90 como consecuencia de la imperante desigualdad social, de la cual los
campesinos eran la clase des privilegiada. El nacimiento de ideologías
extremistas como la de Sendero Luminoso como movimiento representativo de
la violencia política empieza en las zonas marginadas del país liderada por un
líder mesiánico el cual adoctrina a sus seguidores a seguir la lucha armada
contra el gobierno prometiendo el cambio y la imposición de la justicia basándose
en el ejercicio de la violencia.

1.1 Concepto

La violencia consiste en el uso de la fuerza física o psicológica contra una


persona o grupos de ellas, o en atentados contra sus pertenencias. Los
motivos por los que se ejerce la violencia pueden ser muchos: obtener un
rédito económico como en el caso del ladrón, venganza, dominar la
voluntad de otro, expresión de un sentimiento de ira, desequilibrio mental,
etcétera.

La violencia política obedece a un motivo específico, y es el de dirigirse


contra los opositores ideológicos, ya sea para que se abstengan de
dirigirse contra el sistema o exterminarlos, o atentar contra la política
imperante.

1.2 Debate sobre la denominación

Entre 1980 y el año 2000, el Perú vivió una situación de violencia política
sin precedentes que dejó un doloroso saldo de asesinatos, secuestros,
desapariciones forzadas, torturas, detenciones injustas, graves crímenes
y violaciones a los derechos humanos. Las consecuencias del proceso de
violencia se tradujeron en cifras que alarman por su dramatismo. Se
estima en más de 30,000 las muertes producidas tanto por acciones
terroristas, como por enfrentamientos armados, arrasamiento de pueblos
y masacres colectivas.

El Gobierno Transitorio presidido por el Dr. Valentín Paniagua creó la


Comisión de la Verdad el 4 de junio del 2001 mediante Decreto Supremo,
la misma que fue ratificada y complementada por el Dr. Alejandro Toledo
el 4 de septiembre del mismo año, denominándose finalmente Comisión
de la Verdad y Reconciliación.

La Comisión de la Verdad y Reconciliación, en su Informe Final (2003),


concluye que el conflicto armado interno que vivió el Perú entre 1980 y
2000 constituyó el episodio de violencia más intenso, más extenso y más
prolongado de toda la historia de la República. A lo que la CVR hace
referencia es a que los hechos vividos en nuestro país constituyeron un
conflicto armado interno (o conflicto armado no internacional) regulado por
el artículo 3 común a los Convenios de Ginebra sobre Derecho
internacional humanitario.

Si bien no existe desde el Derecho positivo una definición de conflicto


armado, la jurisprudencia internacional se ha encargado de delinear
algunos criterios definitorios. Así, el Tribunal Penal Internacional para la
Ex Yugoslavia señaló
“Se recurre a la fuerza entre Estados o hay una situación
de violencia armada prolongada entre autoridades
gubernamentales y grupos armados organizados o entre
estos grupos dentro de un Estado” (p.307).

Ahora bien, el terrorismo es un concepto que ha sido asimilado por el


Derecho, pero que no tiene un significado claro o unívoco. Las normas de
DIH no califican los conflictos armados según sean o no terrorismo.
Es más, la Convención Interamericana contra el terrorismo no establece
en ninguno de sus 23 artículos una definición del concepto. Tal vez las
únicas referencias normativas de actos de terrorismo sean las recogidas
por el DIH, y que están vinculadas al método de combate “causar terror
en la población”. Así, el artículo 51.2 del Protocolo Adicional I a los
Convenios de Ginebra señala:
“No serán objeto de ataque la población civil como tal ni
las personas civiles. Quedan prohibidos los actos o
amenazas de violencia cuya finalidad principal sea
aterrorizar a la población civil”.

Por su parte, el artículo 33 del IV Convenio de Ginebra señala:


“No se castigará a ninguna persona protegida por
infracciones que no haya cometido. Están prohibidos los
castigos colectivos, así como toda medida de
intimidación o de terrorismo”.

En este sentido, afirmar que nuestro país vivió un conflicto armado interno
no resulta falso ni despectivo, como tampoco lo es el afirmar que en dicho
conflicto se cometieron actos de terrorismo. Es más, ambos términos no
resultan excluyentes. Mientras el primero hace referencia al tipo de
conflictividad vivida, el segundo se refiere a los actos de violencia
concretos perpetrados.

1.3 Organizaciones contra la violencia política

1.3.1 El movimiento de derechos humanos y el conflicto armado interno

La Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR) reconoce que los


organismos de la sociedad civil que asumieron la defensa de los derechos
humanos durante el conflicto armado interno expresaron, desde su inicio,
un rechazo absoluto a la violencia sin importar su origen o justificación.
El movimiento de derechos humanos explicaba el surgimiento de la
subversión armada como consecuencia de graves injusticias de carácter
estructural presentes en el país. No obstante, lejos de justificar este
proceder violento, reconocía, a su vez, el derecho del Estado y del
régimen democrático a defenderse por medios legales de la agresión de
los grupos subversivos. Sin embargo, la aceptación del deber estatal de
guardar el orden interno no implicaba complacencia ante estrategias
contrasubversivas que no respetaran el orden legal establecido por el
mismo Estado.

Así, los movimientos de derechos humanos denunciaron tempranamente


que las estrategias contrasubversivas empleadas por el Estado incluían
tácticas violatorias de los derechos elementales de la población. Esta
postura les otorgaba independencia para juzgar la actuación de los
contendientes; pero, al mismo tiempo, los exponía a los ataques de los
actores armados del conflicto. De ese modo, mientras los integrantes de
los grupos subversivos los calificaban como defensores del viejo Estado,
algunos funcionarios estatales los tildaban de defensores de los actos
terroristas.

1.3.2 Responsabilidades de los organismos de la sociedad civil durante


el conflicto armado interno

Al evaluar la práctica del movimiento de defensa de los derechos


humanos frente al conflicto, es necesario precisar algunas diferencias
entre la actuación de un sector de la sociedad civil y las instituciones
estatales.

Las instituciones del Estado actúan como agentes de la voluntad


ciudadana y responden a sus requerimientos y tienen que rendir cuentas
ante ella o, dicho de otra forma, asumen la responsabilidad política de sus
actos.
Por el contrario, los grupos de la sociedad civil, en ejercicio de las
libertades constitucionalmente establecidas, asumen tareas de interés
público en forma voluntaria porque consideran que éstas deberían estar
incluidas en el debate ciudadano o entre las áreas de atención estatal.
Ellos responden únicamente ante la asamblea de sus asociados y no
asumen responsabilidades políticas ante la nación, pues sus tareas no
derivan de mandato electoral o de nombramientos oficiales; sin embargo,
sí tienen responsabilidad moral por sus actos.

1.3.3 Relevancia de los organismos de la sociedad civil defensores de los


derechos humanos durante el conflicto armado interno.

A inicios del conflicto armado interno, en 1985 se creó la Coordinadora


Nacional de Derechos Humanos que actuaba en defensa de los
derechos humanos, protegiendo a los ciudadanos de posibles abusos
perpetrados por el Estado, la cual se convirtió en un eficaz instrumento
para que las víctimas de la violencia pudiesen encontrar acogida y apoyo
legal.

Las permanentes demandas del movimiento de derechos humanos por


una conducción de la lucha contrasubversiva que respetase los derechos
elementales de las personas y, luego, sus críticas a la cada vez más
evidente arbitrariedad del régimen fujimorista lo convirtieron en el blanco
de los ataques de sectores intolerantes de los sucesivos gobiernos, las
fuerzas del orden, la opinión pública y los grupos subversivos armados en
general.

1.3.4 Identidad y unidad del movimiento de derechos humanos en el Perú

El movimiento de derechos humanos en el Perú tiene sus antecedentes


en la representación legal de detenidos durante la movilización ciudadana
de fines de los años 70 contra el régimen militar, así como en las
actividades de solidaridad con sus familiares. Aquellos iniciales comités
de derechos humanos se formaron, en muchos casos, con el apoyo
institucional de la Iglesia Católica —que creó, en 1977, una Oficina de
Derechos Humanos dentro de la Comisión Episcopal de Acción Social
(CEAS) — y acompañaron a los frentes regionales que se constituyeron
en aquellos años de lucha antidictatorial.

En el ámbito nacional, ya en 1979 diversas instituciones formaron la


Comisión Nacional de Derechos Humanos (CONADEH) como un
primer esfuerzo de confluencia que, aunque no se mantuvo, dio origen
tiempo después a la Comisión de Derechos Humanos (COMISEDH),
una organización reconocida en el campo de la defensa de los derechos
humanos.

1.3.5 Defensa de los derechos humanos en un contexto de conflicto

Las organizaciones de derechos humanos surgieron en un contexto de


urgencia y de fuerte tensión política debido a la intensificación del conflicto
armado interno. Así, por ejemplo, en 1983 y 1984, respectivamente,
después de la entrada de las Fuerzas Armadas (FFAA) a Ayacucho, se
crearon en Lima la Asociación Pro Derechos Humanos y el Instituto
de Defensa Legal. Asimismo, los Comités de Derechos Humanos de
Pasco y Huacho se formaron en 1985 y 1986 como respuesta a la
expansión de la violencia de origen político en esas zonas.
1.4 Manifestaciones de la violencia política

Si bien la estrategia de expansión del PCP-SL es prácticamente la misma


en todas las regiones a partir de su inicial trabajo político en el circuito
educativo, que le permite incorporar docentes y estudiantes a su
organización, la historia del conflicto armado en cada región está signada
por las particularidades de los conflictos regionales. El PCP-SL buscó, en
cada espacio regional, aprovecharse de estos conflictos. La marginalidad
y la pobreza, el reclamo por la redistribución de tierras, la ausencia del
Estado, las falencias del sistema judicial, la ausencia de institucionalidad,
la prepotencia de las organizaciones de narcotraficantes, son algunos
conflictos mayores notorios de los cuales se valió el PCP-SL para atraer
sectores importantes de la población hacia su proyecto de construcción
de un “nuevo estado”.

Los estudios regionales de la CVR han sido elaborados retomando


testimonios de actores y testigos directos de los miles de hechos de
violencia ocurridos en los espacios locales la cual organizó su trabajo a
partir de la división del territorio en cinco regiones:

1.4.1 La Región Sur-Central


Compuesta por el departamento de Ayacucho, las provincias de
Acobamba y Angaraes del departamento de Huancavelica y las provincias
de Andahuaylas y Chincheros del departamento de Apurímac, fue el
escenario original del conflicto armado interno y la región donde se
constata la mayor cantidad de muertos. El mayoritario territorio de
comunidades pobres, quechua hablantes, con muy débil presencia estatal
y con marginal integración a los mercados, donde la educación es casi la
única alternativa de movilidad social, se complementa con el espacio
colonizado de la selva alta del Río Apurímac.
1.4.2 La Región Central
Compuesta por los departamentos de Junín y Pasco y las provincias de
Huancavelica, Tayacaja, Huaytará, Churcampa y Castrovirreyna del
departamento de Huancavelica, reúne escenarios y procesos muy
diversos, desde las alturas de Junin donde se ubican las SAIS, hasta
territorios de comunidades nativas ashaninkas de la selva central,
pasando por los sindicatos mineros, la ciudad de Huancayo y la
Universidad Nacional del Centro. En esta región, además, al igual que en
la región nororiental, están presentes las dos organizaciones subversivas,
el PCP-SL y el MRTA.

1.4.3 La Región Sur Andina


Compuesta por los departamentos de Puno y Cusco y las provincias de
Abancay, Grau y Cotabambas del departamento de Apurímac, reúne
desde las comunidades quechuas de altura entre Cusco y Apurímac, con
mayor índice de eventos violentos, hasta el norte ganadero del
departamento de Puno, donde el PCP-SL fue derrotado por una alianza
efectiva de diversos actores regionales que incluía organizaciones
campesinas, iglesias, partidos políticos y fuerzas del orden.

1.4.4 La Región Nororiental


Compuesta por los departamentos de Huanuco, San Martín, Ucayali
(particularmente las provincias de Padre Abad y Coronel Portillo) y Loreto
ha sido la región donde el conflicto armado duró por más tiempo, y se
cruzó con otra fuente de violencia y corrupción como es el narcotráfico. El
ciclo del conflicto armado casi corresponde a la curva de precios de
derivados ilícitos de la coca, cuyo boom finaliza en la década de 1990.

1.4.5 La Región de Lima Metropolitana


La cual fue, para el PCP-SL y el MRTA una “caja de resonancia” vital en
relación directa con la centralización del país. En 1992, cuando Abimael
Guzmán fue apresado, la mayor cantidad de atentados ocurría en la
ciudad de Lima, en cuyos distritos populares además el PCP-SL pretendía
imponer su presencia de diversa forma.
1.5 Contexto en el que surgió la violencia política en el Perú

La causa inmediata y fundamental del desencadenamiento del conflicto armado


interno fue la decisión del PCP-SL de iniciar una guerra popular contra el Estado
peruano. El PCP-SL inició un conflicto armado interno de proporciones jamás
vistas en el país. La violencia armada en contra de la población civil la inicia el
principal grupo subversivo, el PCP Sendero Luminoso, utilizando de manera
sistemática y masiva métodos de extrema violencia y terror sin guardar respeto
a normas básicas sobre la guerra y los derechos humanos.

Dicha violencia subversiva estuvo dirigida contra los representantes y partidarios


del antiguo orden en las áreas iniciales del conflicto armado (Ayacucho,
Apurímac, etc.) por lo que la mayor parte de víctimas de las acciones senderistas
estuvieron entre campesinos o pequeñas autoridades locales y no entre
miembros de las elites políticas o económicas del país. Desde entonces fue
responsable del uso sistemático y masivo de métodos de extrema violencia y
terror sin guardar respeto por las normas básicas sobre la guerra y los derechos
humanos, hasta llegar a acumular el 53.68% de los muertos y desaparecidos
reportados a la CVR, convirtiéndose así en el primer perpetrador. Frente a la
guerra desatada por el PCP-SL, el Estado tuvo el derecho y el deber de
defenderse, siempre garantizando la defensa y vigencia de los derechos
fundamentales de sus ciudadanos. Sin embargo, la Comisión constata que,
paradójicamente, las etapas más duras del conflicto en lo que a violaciones de
los derechos humanos se refiere, transcurrieron en democracia. El mayor
número de víctimas, muertes y desapariciones forzadas, incluyendo los tres
picos de 1984, 1989 y 1990, ocurrieron cuando el país tenía gobiernos
democráticos, surgidos de elecciones libres, sin exclusión de partidos ni fraudes
electorales, por lo menos antes del autogolpe del 5 de abril de 1992. Asimismo,
entre 1980 y 1990, se dio una de las etapas con mayor número de procesos
electorales democráticos a nivel nacional, regional y municipal de toda la historia
republicana, con la excepción puntual de las áreas directamente afectadas por
la violencia que atravesaron por circunstancias particulares.
Conclusiones

1. Los organismos defensores de los derechos humanos en el Perú actuaron


frente a dos retos distintos: por un lado, la violencia subversiva que
buscaba destruir el Estado de derecho como parte del orden social
existente y, por otro, la progresiva pérdida de las instituciones
democráticas que, a partir del golpe de Estado del 5 de abril de 1992,
tomó la forma de un régimen autoritario y corrupto. Por ello, las
organizaciones defensoras de los derechos humanos se habían impuesto
a sí mismas el deber de velar por el respeto de libertades que eran
violentadas por agentes del Estado y que se justificaban en nombre de la
defensa del mismo régimen democrático al que el movimiento de
derechos humanos debía lealtad.

2. El movimiento de derechos humanos nació en un contexto ideológico


complejo, que pretendía aportar respuestas a las urgencias del presente,
pero, a la vez, cuestionar la raíz estructural de los problemas y que
rechazaba las actitudes violentas, pero buscaba vías para ejecutar las
demandas de reforma social integral.

3. El conflicto armado in terno vivido por el Perú entre los años 1980 y 2000
ha sido el de mayor duración, el de impacto más ex tenso sobre el territorio
nacional y el de más ele vados costos humanos y eco nómicos de toda
nuestra historia republicana. El número de muertes que ocasionó es te
enfrentamiento su pera ampliamente las cifras de pérdidas humanas
sufridas en la guerra de la in dependencia y la guerra con Chile. Si bien la
CVR recibió reportes de 23,969 peruanos muertos o desaparecidos, el
nivel de in documentación (uno de los síntomas de la ausencia del Estado
en vas tas regiones del territorio nacional) y otros factores, hicieron
necesaria la elaboración de una proyección con base en una Estimación
de Múltiples Sistemas, metodología de cálculo y estimación estadística
que permite afirmar que la cifra to tal de víctimas fatales del conflicto se
rían 2.9 veces esa cantidad: 69,280 personas.

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