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Diego Herranz - Las empresas chinas encuentran en los 'tigres asiáticos' la

coraza contra la guerra comercial

Diego Herranz
Público

El régimen de Pekín ha movido ficha en Asia. En los grandes mercados


emergentes de su continente, el más dinámico del mundo, que acapara la
tercera parte del PIB global y con casi 5.000 millones de potenciales
consumidores. Sus empresas llevan ventaja a las firmas americanas, japonesas
y europeas en su estrategia de instalarse en áreas con ventajas competitivas de
bajos salarios. Las economías de la Asean, y sobre todo Vietnam, se
benefician de los virajes del capital foráneo tras la guerra comercial.

Fotografía de una trabajadora de una oficina postal con varios billetes de yuanes, en Pekín (China). EFE/Archivo

China tiene una clara estrategia para amortiguar la guerra comercial declarada
por EEUU contra su sector exterior. En un campo de operaciones concreto,
Asia, su continente, donde ha empezado ya a diversificar sus exportaciones e
inversiones. Junto a sus vecinos, están cambiado el paso ante el nuevo orden
económico instaurado desde la Casa Blanca, de forma súbita y multilateral.
Hacia el mayor mercado global, que acapara casi la tercera parte del PIB (28,6
billones de dólares) y más del 60% de la población del planeta (4.500 millones
de habitantes). Con sociedades cada vez más propensas al consumo . El FMI
lleva desde el último decenio declarando esta región como la más dinámica.
Con tasas de crecimiento medio del 5% anuales. Y sin obstáculos a la
actividad a la vista. Porque las perspectivas privadas apuntan a que hasta 2023
registrará incrementos anuales de su PIB del 4,22% frente al 1,65% de Reino
Unido, el 1,29% de EEUU o el 1,21% de Alemania.

A diferencia de EEUU, cuya economía ha empezado a dar señales de que el


desencadenamiento de las hostilidades comerciales iniciada por la
Administración Trumpya le está pasando factura. Entre junio y septiembre —
último trimestre contabilizado—, el sector exterior norteamericano ha restado
1,78 puntos al PIB. A pesar de que el aumento de aranceles inicial sobre
productos chinos por un valor total de 34.000 millones de dólares —y que
entró en vigor el pasado 6 de junio— contrajo las importaciones desde el
gigante asiático en un 30% , según datos de UBS, cuyos expertos califican la
barrera tarifaria a la adquisición de bienes y servicios procedentes de China
como “drástica y con una repercusión generalizada por todo el territorio”
americano.

En un contexto en el que, alertan en este banco de inversión, se producirán


“efectos perniciosos” sobre la economía de EEUU, que aún exhibe músculo
—creció un 3,5% en el periodo estival—, pero que mantiene una alta demanda
de productos a costes competitivos como los que le ha ofrecido su rival por la
hegemonía mundial en los últimos decenios.

En UBS admiten no estar todavía en disposición de calcular esos daños


colaterales de la segunda oleada de subidas arancelarias decretadas por
Washington desde el 24 de septiembre y que señala a unos flujos comerciales
chinos que exceden de los 200.000 millones de dólares de valor. " Hasta
ahora, las rúbricas que se han resentido en mayor medida han sido las de
mercancías electrónicas y circuitos integrados , que venían de alzas notables y
constantes en los últimos ejercicios", afirma la nota a inversores de UBS,
aunque el recrudecimiento de las tarifas empeorará un escenario que,
paradójicamente, y hasta la fecha, no conseguido corregir la causa sobre la
que Trump justifica su política proteccionista: el superávit comercial entre
ambos países, que sigue siendo notablemente favorable a China. El saldo se
mantiene en cotas históricas.

Cita bilateral en el G-20

Las represalias arancelarias a China ocasionarán “daños de abastecimiento y


de deterioro de la economía de EEUU” sin que se atisbe aún una corrección
del superávit de Pekín, dicen en UBS

La cumbre del G-20 de este fin de semana en Argentina dará lugar, a buen
seguro, al reencuentro entre el presidente estadounidense y su homólogo chino
Xi Jinping. A petición de Washington. En las últimas semanas, tras los
comicios de mitad de mandato en EEUU y la pérdida de la mayoría
republicana en la Cámara de Representantes, el Gabinete Trump ha decidido
buscar puntos de encuentro. En la misma dirección que emprendió con
Canadá y México, con quienes sellaron un consenso para la refundación del
Nafta. Algo impensable sólo unas semanas antes de proclamarlo. Aunque el
pacto esté a expensas de la aprobación del Congreso americano y los expertos
enfaticen que los cambios han sido mínimos y poco substanciales.

Fuentes del régimen de Pekín reconocen que los cauces de entendimiento con
la Casa Blanca "se han complicado de manera notable", pero que "tratan de
entender la nueva bilateralidad y trabajar para solventar los riesgos que
comporta que una guerra comercial entre las dos mayores economías del
planeta se traslade el conjunto de los mercados globales y propicie —o
acelere— una nueva crisis financiera". O que las acusaciones mutuas sobre el
cumplimiento de las reglas comercialesdeterioren sus ritmos de crecimiento -
el PIB chino perderá medio punto de dinamismo el próximo ejercicio por su
sector exterior- y condicionen las carteras de inversión de sus empresas
transnacionales.
El régimen de Pekín ha acaudillado el dinamismo de sus vecinos, donde ha
dirigido las compras exteriores de sus empresas, mientras modula su estrategia
digital y el fomento de su demanda interna

Ante esta tesitura, Pekín ha empezado a vislumbrar otros mercados a donde


dirigir empresas con proyectos de inversión y sus redes comerciales. Su punto
de mira está próximo: sus vecinos, los 'tigres asiáticos'. Con Vietnam como
centro preferencial de operaciones, como epicentro sobre el que apuntalar la
Fábrica Asia, que se expande ya por toda la órbita de la Asean. Son los
grandes beneficiados del estadio primigenio de la primera gran guerra
comercial del siglo XXI, que se está caracterizando por la urgente revisión de
las carteras de inversión de las empresas.
Al margen de su nacionalidad o del país donde se estén instaladas sus sedes
operativas. En busca de los nuevos nichos de negocio que surgirán de esta
embestida comercial. Tarea ardua y compleja. Porque sus decisiones
dependen de un complejo. Con un tablero geopolítico mutante y un orden
económico amenazado por otra crisis financiera. En plena reconversión
industrial hacia la digitalización, con bruscos virajes en materia de empleo,
habilidades profesionales o sobre las plataformas, cada vez más sofisticadas y
con una elevada exigencia competitiva. De ahí que gran parte del sector
privado con intereses en Asia barajen varias alternativas. Sin salir del
continente. Y a precios más bajos que los que históricamente ha ofrecido
China, hasta que hace un lustro decidió modificar su patrón de crecimiento
para pasar de ser una economía que fabricaba a costes reducidos y
eminentemente exportadora a abrazar un modelo productivo más propio de las
potencias de rentas altas en el que prima el impulso a la tecnología y la
elección de la demanda interna como motor del dinamismo; es decir, potenciar
el consumo de los hogares y de las inversiones empresariales.

Todo el sector privado mundial está en esta tarea. Pero China lleva ventaja.
Ha acaudillado el vigor asiático y las ansias de liderar la digitalización desde
el continente. Porque parte de sus hogares se han convertido al consumismo,
sus rentas per cápita se han incrementado y sus empresas no han dejado de
salir de compras al exterior, de forma intensiva, desde la crisis de 2008.

Nuevos nichos de inversión

Bajo este contexto, naciones de su círculo próximo como Taiwán, que está
ganando peso como un destino donde las grandes multinacionales
tecnológicas, han elevado sus pedidos informáticos con empresas foráneas que
necesitan ensamblar sus catálogos de ordenadores o móviles a precios
competitivos y sin alteraciones en las fechas de entrega; también el software o
las baterías que precisan para su uso.
De igual manera que Malasia o Tailandia rivalizan para absorber la elevada
demanda de bienes electrónicos, una de las señas de identidad del made
in China en tiempos no tan pretéritos. Pero también han tomado nota
economías de rentas bajas de estas latitudes. Como Camboya, que se está
haciendo con el rol como fabricante de calzado; Bangladesh, en el segmento
textil y, sobre todo, Vietnam, donde ha emergido una rentable industria de
alimentos procesados ya están disfrutando de estos procesos de
deslocalización. Países en los que, a buen seguro, los directivos de empresas
americanas estarán menos preocupados por una de las amenazas que más
reiteradamente revelan en las encuestas globales sobre los obstáculos para
hacer negocios: el ciberespionaje. Práctica ilícita para la obtención de secretos
de gestión, de estrategias de capital o know-how corporativo que, según sus
propias confesiones y las pesquisas de servicios secretos occidentales -entre
ellos, las agencias estadounidenses- se propaga desde el propio Ejército chino.

Varios estudios internacionales hablan de que la casi la mitad de las


manufacturas globales tienen sus centros de producción en Asia . Y que las
naciones del Sudeste Asiático, casi todas unidas en la unión aduanera Asean,
han logrado un alto nivel de integración comercial. En torno a China. Pero con
notables ventajas para las inversiones ajenas a su área territorial. Salarios muy
competitivos y cada vez mayores industrias de alta intensidad laboral. De lo
que se han beneficiado ya las firmas chinas, que han elevado en casi un 50%
sus inversiones para la obtención de productos elaborados de sus vecinos en
2017. La guerra de Trump contra China puede acelerar también la cruzada de
su sector empresarial en suelo Asean. En fábricas, además, que ganan en
productividad.

Malasia y Tailandia absorben la industria electrónica, Bangladesh y Myanmar,


la textil, India, las deslocalizaciones por bajos salarios, Taiwán como destino
tecnológico y Camboya con el sector del calzado

India aparece como un caso aislado. Sus trabajadores obtienen un 75% menos
de ingresos medios que los que logran los empleados por cuenta ajena chinos,
pero con menores tasas de producción. Es decir, con tasas de efectividad
laboral substancialmente menores. A diferencia de Vietnam que añade avales
y crédito precisamente en este terreno. Su mercado de trabajo ha visto
incrementos salariales rápidos en los últimos años, al igual que se ha
disparado el coste del suelo; sobre todo, el industrial. Al igual que India
levanta aún dudas de rentabilidad o que Vietnam gana en atractivo como
destino de inversiones, otras economías boyantes, ya con la vitola de
industrializada desde hace un decenio, como Corea del Sur, puede ser una de
las perdedoras de este movimiento táctico de empresas en Asia. La nueva
potencia digital está viendo cómo su floreciente sector textil se está
deslocalizando a Myanmar. De momento, bajo una atmósfera general de
sectores exteriores vigorosos en todo el continente . Tanto de países con rentas
altas, como el propio Corea del Sur, Japón o Taiwán, como de naciones como
Filipinas, que navegan con tasas exportadoras de dobles dígitos. Tampoco a
China le va mal en este sentido. En septiembre, sus ventas fueron un 15% más
altas en términos interanuales. De momento.

Vietnam, el paraíso empresarial

Pero la palma de este giro de acontecimientos derivado en Asia de la guerra


comercial se la lleva, sin embargo, Vietnam. Uno de los mercados más
dinámicos del planeta desde que abandonó su patrón de economía planificada.
Emporios como el americano Apple, el surcoreano LG y una multiplicidad de
empresas tecnológicas japonesas han encontrado acomodo en Thai Nguyen ,
provincia al norte de Hanoi con polígonos industriales de última generación,
con instrumentos de emprendimiento y de regulación idóneos para la
incubación de startups , o en Haiphong. Son dos de las ciudades que han
presenciado el interés del sector privado chino, estadounidense, japonés y
surcoreano —de manera activa— por instalarse en su territorio. Como área de
protección de las batallas comerciales. Coraza que resulta doble, si se tiene en
cuenta que Vietnam dispone de una prolífica red de acuerdos que ha
confeccionado a raíz del Trans-Pacific Partnership, del que se salió EEUU
cuando Trump llegó a la Casa Blanca. Al que hay que añadir el recientemente
suscrito, en julio, con Europa. E incluso triple si se constata la escalada que ha
protagonizado su clima para los negocios, según el Doing Business del Banco
Mundial, que le coloca en el lugar 68 de su ranking de 190 países. Diez
puestos por encima de China, por ejemplo.

El gran beneficiado de esta tendencia del sector privado hacia Asia es


Vietnam, que se está convirtiendo en un centro idóneo para startups y
aprovechándose de su clima de negocios y de su red de acuerdos comerciales

Por si fuera poco, a los ojos de Trump, Vietnam, que provoca un déficit en la
balanza comercial de EEUU de 38,3 millones de dólares, es un actor esencial
en su estrategia para frenar la expansión de Pekín en el Mar de China. De ahí
que no sólo haya aconsejado a patronales y lobbies empresariales americanos
este país como plataforma productiva y logística para abordar el mercado
asiático, el más boyante en la actualidad, sino que ha impulsado contratos de
8.000 millones de dólares para las firmas de EEUU con intereses en Hanoi en
la visita del primer ministro vietnamita, Xuan Phuc, a Washington en 2017.

China, por su parte, ha acelerado negociaciones para sellar un tratado con


India y ha iniciado un histórico deshielo con Japón . Li Keqiang y Shinzo
Abe, sus primeros ministros, acordaron a finales de octubre iniciar "un
histórico punto de inflexión" en sus relaciones y "eliminar fricciones" para
poder explorar cauces de cooperación. Una iniciativa que se ha saldado con
más de medio millar de acuerdos empresariales entre las dos mayores
economías de Asia.

La losa de la deuda china

China ha movido ficha de forma más acelerada en su continente que su


contrincante americano. Pero también movida por las urgencias. Una de ellas,
no declarada oficialmente, es el montante real de su deuda. Según un reciente
informe de Standard & Poor’s el endeudamiento soberano del país ascendería
a los 40 billones de yuanes (casi 6 billones de dólares), después de que la
agencia de rating haya detectado unos compromisos procedentes de los
municipios chinos de 6 billones de yuanes (unos 890.000 millones de dólares)
en el actual ejercicio.

En S&P alertan de la deuda oculta de China y de la devaluación del rinminbi,


la moneda de referencia en los mercados asiáticos, que podría recrudecer aún
más las hostilidades comerciales

Los analistas de S&P advierten de que la meteórica escalada de la deuda china


es “una de los mayores peligros que penden sobre la coyuntura global”.
Dentro de un pernicioso círculo vicioso que ha elevado a 157 billones, el
doble del PIB del planeta, el conjunto de la deuda pública y privada. Por
efecto de la crisis. Pero, en el caso de China, "el problema que subyace —
alertan en la firma de calificación de riesgos— es la deuda oculta". Porque,
para ellos, “esta cuantía es sólo la punta del iceberg ", aunque con los datos
que se conocen, suponga el 60% del PIB. "Un nivel alarmante" para un
mercado emergente sin estatus reconocido por las agencias de rating de
inversor internacional.

Otro frente preocupante para Pekín es la devaluación de su moneda . El


renminbi está en mínimos de los últimos diez años frente al dólar —ha llegado
a rozar los siete yuanes por cada billete verde— y cualquier movimiento fuera
de control de su sistema de fluctuación fija puede volver a destapar la caja de
los truenos en Washington y generar más tensión entre sus vecinos. La divisa
china es una de las referencias monetarias en Asia y un yuan demasiado
barato entraría en competencia directa con los sectores exteriores de los tigres
asiáticos.

Fuente: https://www.publico.es/economia/empresas-chinas-encuentran-tigres-
asiaticos-coraza-guerra-comercial.html

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