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Nocturno a Rosario (Poemas, 1970) MANUEL ACUÑA

Pues bien, yo necesito

decirte que te adoro,

decirte que te quiero

con todo el corazón;

que es mucho lo que sufro,

que es mucho lo que lloro,

que ya no puedo tanto,

y al grito que te imploro

te imploro y te hablo en nombre

de mi última ilusión.

De noche cuando pongo

mis sienes en la almohada,

y hacia otro mundo quiero

mi espíritu volver,

camino mucho, mucho

y al fin de la jornada

las formas de mi madre

se pierden en la nada,

y tú de nuevo vuelves

en mi alma a aparecer.

Comprendo que tus besos

jamás han de ser míos;


comprendo que en tus ojos

no me he de ver jamás;

y te amo, y en mis locos

y ardientes desvaríos

bendigo tus desdenes,

adoro tus desvíos,

y en vez de amarte menos

te quiero mucho más.

A veces pienso en darte

mi eterna despedida,

borrarte en mis recuerdos

y huir de esta pasión;

mas si es en vano todo

y mi alma no te olvida,

¡qué quieres tú que yo haga

pedazo de mi vida;

qué quieres tú que yo haga

con este corazón!

Y luego que ya estaba?

concluido el santuario,

la lámpara encendida

tu velo en el altar,

el sol de la mañana
detrás del campanario,

chispeando las antorchas,

humeando el incensario,

y abierta allá a lo lejos

la puerta del hogar...

Yo quiero que tú sepas

que ya hace muchos días

estoy enfermo y pálido

de tanto no dormir;

que ya se han muerto todas

las esperanzas mías;

que están mis noches negras,

tan negras y sombrías

que ya no sé ni dónde

se alzaba el porvenir.

¡Que hermoso hubiera sido

vivir bajo aquel techo.

los dos unidos siempre

y amándonos los dos;

tú siempre enamorada,

yo siempre satisfecho,

los dos, un alma sola,

los dos, un solo pecho,


y en medio de nosotros

mi madre como un Díos!

¡Figúrate qué hermosas

las horas de la vida!

¡Qué dulce y bello el viaje

por una tierra así!

Y yo soñaba en eso,

mi santa prometida,

y al delirar en eso

con alma estremecida,

pensaba yo en ser bueno

por ti, no más por ti.

Bien sabe Díos que ése era

mi más hermoso sueño,

mi afán y mi esperanza,

mi dicha y mi placer;

¡bien sabe Díos que en nada

cifraba yo mi empeño,

sino en amarte mucho

en el hogar risueño

que me envolvió en sus besos

cuando me vio nacer!

Esa era mi esperanza...


mas ya que a sus fulgores

se opone el hondo abismo

que existe entre los dos,

¡adiós por la última vez,

amor de mis amores;

la luz de mis tinieblas,

la esencia de mis flores,

mi mira de poeta,

mi juventud, adiós!

Igual que la noche (poemas sueltos, 1951-1961)


de Jaime Sabines, el Viernes, 25 de noviembre de 2011 a la(s) 20:27 ·

Igual que la noche de la embriaguez,

igual fue la vida.

¿Qué hice?, ¿que tengo entre las manos?

Sólo desear, desear, desear,

ir detrás de los sueños

igual que un perro ciego ladrándole a los ruidos.

Me doy cuenta de que me faltas (Poemas sueltos, 1951-


1961)
de Jaime Sabines, el Sábado, 29 de octubre de 2011 a la(s) 21:48 ·

Me doy cuenta de que me faltas


y de que te busco entre las gentes, en el ruido,

pero todo es inutil.

Cuando me quedo solo

me quedo mas solo

solo por todas partes y por ti y por mí.

No hago sino esperar.

Esperar todo el día hasta que no llegas.

Hasta que me duermo

y no estás y no has llegado

y me quedo dormido

y terriblemente cansado

preguntando.

Amor, todos los días.

Aquí a mi lado, junto a mí, haces falta.

Puedes empezar a leer esto

y cuando llegues aquí empezar de nuevo.

Cierra estas palabras como un círculo,

como un aro, échalo a rodar, enciéndelo.

Estas cosas giran en torno a mí igual que moscas,

en mi garganta como moscas en un frasco.

Yo estoy arruinado.

Estoy arruinado de mis huesos,


todo es pesadumbre.

o es nada de tu cuerpo (Poemas sueltos, 1951-1961)


de Jaime Sabines, el Sábado, 29 de octubre de 2011 a la(s) 21:44 ·

No es nada de tu cuerpo,

ni tu piel, ni tus ojos, ni tu vientre,

ni ese lugar secreto que los dos conocemos,

fosa de nuestra muerte, final de nuestro entierro.

No es tu boca -tu boca

que es igual que tu sexo-,

ni la reunión exacta de tus pechos,

ni tu espalda dulcísima y suave,

ni tu ombligo, en que bebo.

No son tus muslos duros como el día,

ni tus rodillas de marfil al fuego,

ni tus pies diminutos y sangrantes,

ni tu olor, ni tu pelo.

No es tu mirada -¿Qué es una mirada?-

triste luz descarriada, paz sin dueño,

ni el album de tu oído, ni tus voces,

ni las ojeras que te deja el sueño.

Ni es tu lengua de víbora tampoco,


flecha de avispas en el aire ciego,

ni la humedad caliente de tu asfixia

que sustiene tu beso.

No es nada de tu cuerpo,

ni una brizna, ni un pétalo,

ni una gota, ni un gramo, ni un momento:

Es sólo este lugar donde estuviste,

estos mis brazos tercos.

Hay un modo (Diario semanario y poemas en prosa,


1961)
de Jaime Sabines, el Sábado, 15 de octubre de 2011 a la(s) 19:58 ·

Hay un modo de que me hagas completamente feliz, amor mío:

muérete.

Ocurre que la realidad (Tarumba, 1956)


de Jaime Sabines, el Sábado, 17 de Septiembre de 2011 a la(s) 22:06 ·

Ocurre que la realidad es superior a los sueños. En vez de pedir

"déjame soñar", se debería decir: "déjame mirar".

Juega uno a vivir.


Amanece la sangre doliéndome (Tarumba, 1956)
de Jaime Sabines, el Viernes, 9 de Septiembre de 2011 a la(s) 21:29 ·

Amanece la sangre doliéndome

y el cigarro amargo.

La herida de los ojos abierta para el alcohol del sol.

Y una fatiga, un cansancio, un remordimiento de estar vivo.

¿A quién le hago el juego, Tarumba?

(Perdóname. Tú sabes que digo esas cosas por decir algo.

Es un remordimiento de estar muerto).

Mi mujer y mi hijo esperan allá afuera,

y yo me quejo.

Voy a comprar unas frutas para los tres;

me gusta ver que mi hijo brinca en el vientre de su madre

al olor remoto de los mangos.

(Cuando nazca mi hijo, Tarumba, tú le vas a enseñar

los árboles y los caballos).

En los ojos de los muertos (La señal, 1951)


de Jaime Sabines, el Viernes, 3 de junio de 2011 a la(s) 23:44 ·

En los ojos abiertos de los muertos


¡qué fulgor extraño, qué humedad ligera!

Tapiz de aire en la pupila inmóvil,

velo de sombra, luz tierna.

En los ojos de los amantes muertos el amor vela.

Los ojos son como una puerta infranqueable, codiciada, entreabierta.

¿Por qué la muerte prolonga a los amantes,

los encierra en un mutismo como de tierra?

¿Que es el misterio de esa luz que llora

en el agua del ojo, en esa enferma

superficie de vidrio que tiembla?

Ángeles custodios les recogen la cabeza.

Murieron en su mirada,

murieron de sus propias venas.

Los ojos parecen piedras

dejadas en el rostro por una mano ciega.

El misterio los lleva.

¡Qué magia, que dulzura

en el sarcófago de aire que los encierra!

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