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Mauricio Merino

LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LA DEMOCRACIA


LA PARTICIPACIÓN
CIUDADANA EN LA
DEMOCRACIA

Mauricio Merino
Instituto Federal Electoral

Consejero Presidente
Dr. Leonardo Valdés Zurita

Consejeros Electorales
Mtro. Marco Antonio Baños Martínez
Dr. Lorenzo Córdova Vianello
Dra. María Macarita Elizondo Gasperín
Mtro. Alfredo Figueroa Fernández
Dr. Sergio García Ramírez
Dr. Francisco Javier Guerrero Aguirre
Dra. María Marván Laborde
Dr. Benito Nacif Hernández

Secretario Ejecutivo
Lic. Edmundo Jacobo Molina

Contralor General
C. P. Gregorio Guerrero Pozas

Director Ejecutivo de Capacitación Electoral y Educación Cívica


Mtro. Luis Javier Vaquero Ochoa

Séptima reimpresión, enero de 2013

© Instituto Federal Electoral


Viaducto Tlalpan núm. 100, esquina Periférico Sur
Col. Arenal Tepepan, 14610, México, D. F.

ISBN: 968-658-68-5

Impreso en México/Printed in Mexico


Distribución gratuita. Prohibida su venta
Contenido

Presentación ................................................................................................................... 7

I. Participación: los contornos de la palabra.......................................................... 9

II. Representación política y participación ciudadana.......................................... 17

III. Los cauces de la participación ciudadana......................................................... 29

IV. Participación ciudadana y gobierno.................................................................. 41

V. Los valores de la participación democrática..................................................... 51

Bibliografía................................................................................................................... 57

Sobre el autor............................................................................................................... 59
Presentación

El Instituto Federal Electoral, a través de su Dirección Ejecutiva de Capacitación


Electoral y Educación Cívica, publica la colección Cuadernos de Divulgación de
la Cultura Democrática con el propósito de contribuir a la comprensión de la
democracia como forma de gobierno y estilo de vida. En respuesta a una
invitación del Instituto, destacados académicos en materia política y electoral
han elaborado estos textos. Su amplio dominio sobre los temas abordados aporta
interesantes elementos para el análisis y la discusión del proceso de construcción
permanente de la cultura política democrática. Esta colección pretende estimular la
consolidación de las prácticas y los ideales democráticos en nuestro país.

En este número de la colección, redactado por Mauricio Merino, se expone de


manera a la vez sencilla y profunda la indisoluble relación entre la democracia
y la participación ciudadana. Del estudio se deriva que la construcción y
consolidación de la primera es una tarea que involucra no sólo a las instituciones
gubernamentales y a los partidos, sino también, y de manera destacada, a los
ciudadanos, por lo que su participación responsable y voluntaria es una condición
imprescindible de los regímenes democráticos.

Mauricio Merino parte del análisis conceptual de la participación y continúa


con la evolución histórica de las formas de participación que acompañan a las
instituciones políticas hasta el surgimiento de la democracia representativa, el
derecho al sufragio y las libertades políticas modernas. Relaciona la participación
con otros tres conceptos fundamentales de la teoría política: la representación,
la legitimidad y la gobernabilidad. Señala el actual reto planteado a las políticas

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LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LA DEMOCRACIA

y la administración públicas ante la creciente participación ciudadana. Por úl-


timo, ratifica la relevancia de valores como la responsabilidad, la tolerancia,
la solidaridad y la justicia como elementos éticos y políticos para la participación
ciudadana en la democracia.

Por la calidad de su contenido y su forma de exposición, este número de la


colección seguramente alcanzará el propósito de difundir y afianzar la cultura
democrática, compromiso y vocación del Instituto Federal Electoral.

Agustín Ricoy Saldaña


Secretario General del Instituto Federal Electoral

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I. Participación: los contornos de la palabra

I algo de sí mismos en busca de propósi-


tos colectivos. La participación es, en
Pocos términos se usan con más fre- ese sentido, un término grato.
cuencia en el lenguaje político cotidia-
no que el de participación. Y quizá nin- Sin embargo, también es un térmi-
guno goza de mejor fama. Aludimos no demasiado amplio como para tratar
constantemente a la participación de la de abarcar todas sus connotaciones po-
sociedad desde planos muy diversos y sibles en una sola definición. Partici-
para propósitos muy diferentes, pero par, en principio, significa “tomar
siempre como una buena forma de in- parte”: convertirse uno mismo en parte
cluir nuevas opiniones y perspectivas. de una organización que reúne a más de
Se invoca la participación de los ciuda- una sola persona. Pero también signifi-
danos, de las agrupaciones sociales, de ca “compartir” algo con alguien o, por
la sociedad en su conjunto, para dirimir lo menos, hacer saber a otros alguna
problemas específicos, para encontrar noticia. De modo que la participación
soluciones comunes o para hacer con- es siempre un acto social: nadie puede
fluir voluntades dispersas en una sola participar de manera exclusiva, priva-
acción compartida. Es una invocación da, para sí mismo. La participación no
democrática tan cargada de valores que existe entre los anacoretas, pues sólo se
resulta prácticamente imposible ima- puede participar con alguien más; sólo
ginar un mal uso de esa palabra. La se puede ser parte donde hay una orga-
participación suele ligarse, por el con- nización que abarca por lo menos a dos
trario, con propósitos transparentes personas. De ahí que los diccionarios
–públicos en el sentido más amplio del nos anuncien que sus sinónimos sean
término– y casi siempre favorables pa- coadyuvar, compartir, comulgar. Pero
ra quienes están dispuestos a ofrecer al mismo tiempo, en las sociedades mo-

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LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LA DEMOCRACIA

dernas es imposible dejar de partici- de una acción colectiva, descansa en un


par: la ausencia total de participación proceso previo de selección de oportu-
es también, inexorablemente, una for- nidades. Y al mismo tiempo, esa deci-
ma de compartir las decisiones comu- sión de participar con alguien en busca
nes. Quien cree no participar en abso- de algo supone además una decisión
luto, en realidad está dando un voto de paralela de abandonar la participación
confianza a quienes toman las decisio- en algún otro espacio de la intermi-
nes: un cheque en blanco para que otros nable acción colectiva que envuelve al
actúen en su nombre. mundo moderno.

Ser partícipe de todos los aconteci- De ahí que el término participación


mientos que nos rodean es, sin embar- esté inevitablemente ligado a una cir-
go, imposible. No sólo porque aun la cunstancia específica y a un conjunto de
participación más sencilla suele exigir voluntades humanas: los dos ingredien-
ciertas reglas de comportamiento, si tes indispensables para que esa pala-
no porque, en el mundo de nuestros bra adquiera un sentido concreto, más
días, el entorno que conocemos y con el allá de los valores subjetivos que suelen
que establecemos algún tipo de rela- acompañarla. El medio político, social
ción tiende a ser cada vez más extenso. y económico, en efecto, y los rasgos
No habría tiempo ni recursos suficien- singulares de los seres humanos que
tes para participar activamente en to- deciden formar parte de una organiza-
dos los asuntos que producen nuestro ción, constituyen los motores de la par-
interés. La idea del “ciudadano total”, ticipación: el ambiente y el individuo,
ése que toma parte en todos y cada uno que forman los anclajes de la vida so-
de los asuntos que atañen a su exis- cial. De ahí la enorme complejidad de
tencia, no es más que una utopía. En ese término, que atraviesa tanto por los
realidad, tan imposible es dejar de par- innumerables motivos que pueden
ticipar –porque aun renunciando se estimular o inhibir la participación
participa–, como tratar de hacerlo to- ciudadana en circunstancias distintas,
talmente. De modo que la verdadera como por las razones estrictamente
participación, la que se produce como personales –psicológicas o físicas– que
un acto de voluntad individual en favor empujan a un individuo a la decisión de

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participar. ¿Cuántas combinaciones se participación ciudadana se encuentra a
pueden hacer entre esos dos ingredien- medio camino entre esas razones. Y
tes? Es imposible saberlo, pues ni si- nunca se da en forma pura: así como el
quiera conocemos con precisión en “ciudadano total” es una utopía, tam-
dónde está la frontera entre los estímu- bién es prácticamente imposible la par-
los sociales y las razones estrictamente ticipación idéntica de todos los indi-
genéticas que determinan la verdadera viduos que forman las sociedades de
conducta humana. No obstante, la par- nuestros días. Aunque el entorno polí-
ticipación es siempre, a un tiempo, un tico sea el más estimulante posible, y
acto social, colectivo, y el producto de aunque haya un propósito comparti-
una decisión personal. Y no podría en- do por la gran mayoría de la sociedad
tenderse, en consecuencia, sin tomar en en un momento preciso, habrá siempre
cuenta esos dos elementos complemen- quienes encuentren razones más pode-
tarios: la influencia de la sociedad sobre rosas para abstenerse que para partici-
el individuo, pero sobre todo la voluntad par. Y aun en medio de la participación
personal de influir en la sociedad. puesta en marcha, algunos aportarán
más esfuerzo, más tiempo o más recur-
II sos que los demás. De modo que a pesar
de las buenas credenciales del término,
Hay un difícil equilibrio, pues, entre las la participación tampoco está a salvo de
razones que animan a la gente a parti- los defectos humanos: del egoísmo, del
cipar y sus posibilidades reales de ha- cinismo, de la enajenación de los in-
cerlo. Pero también entre el ambiente dividuos. De aquí el primer dilema
que les rodea y su voluntad de interve- que plantea el término: no todos quie-
nir de manera activa en ciertos asuntos ren participar aunque puedan, y no
públicos. Si como dice Fernando Sava- todos pueden hacerlo aunque quieran.
ter –un conocido filósofo español–
“la política no es más que el conjunto Pero además, la participación no
de razones que tienen los individuos puede darse en condiciones de perfecta
para obedecer o para sublevarse”,1 la igualdad: igual esfuerzo de todos, para
obtener beneficios –o afrontar casti-
1
Fernando Savater, Política para Amador,
Ariel, Madrid, 1992, p. 41.
gos– idénticos. No sólo es imposible

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LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LA DEMOCRACIA

que cada individuo participe en todo al ción desigual de aportaciones indi-


mismo tiempo, sino que también lo es viduales, ni puede producir, invaria-
que todos los individuos desempeñen blemente, los mismos resultados para
exactamente el mismo papel. En cual- quienes deciden “formar parte” de un
quier organización, incluso entre las propósito compartido.
más espontáneas y efímeras, la distribu-
ción de papeles es tan inevitable como III
la tendencia al conflicto. Siempre hay,
por lo menos, un liderazgo y algunos A pesar de todo, la idea de la participa-
que aportan más que otros. De la con- ción suele gozar de mejor fama que la
gruencia de estímulos externos –surgi- otra palabra que sirve para explicar el
dos del ambiente en el que tiene lugar funcionamiento de la democracia con-
la organización colectiva–, y de moti- temporánea: la representación. De he-
vos individuales para participar, surge cho, el auge que han cobrado muchos
naturalmente la confrontación de opi- de los mecanismos participativos en
niones, de necesidades, de intereses o nuestros días no se entendería cabal-
de expectativas individuales frente a las mente sin asumir la crítica paralela que
que ofrece un conjunto de seres huma- se ha formulado a ese otro concepto.
nos reunidos. No se puede participar Según esa crítica, participamos porque
para obtener, siempre, todo lo que cada nuestros representantes formales no
individuo desea. Lo que quiere decir siempre cumplen su papel de enlace
que los propósitos de la organización entre el gobierno y los problemas pun-
colectiva sólo excepcionalmente coinci- tuales de una porción de la sociedad;
den a plenitud con los objetivos par- participamos –dice esa crítica– para
ticulares de los individuos que la confor- cuidar los intereses y los derechos par-
man: entre las razones que animan a ticulares de grupos y de personas que se
cada persona a participar, y las que pro- diluyen en el conjunto mucho más am-
duce una organización de seres huma- plio de las naciones; participamos, en
nos, hay un puente tendido de peque- una palabra, para corregir los defectos
ñas renuncias individuales. Y de aquí el de la representación política que supo-
segundo dilema del término: la partici- ne la democracia, pero también para
pación no puede darse sin una distribu- influir en las decisiones de quienes nos

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representan y para asegurar que esas brionaria– un cierto criterio representa-
decisiones realmente obedezcan a las tivo. En el hogar democrático, ambas
demandas, las carencias y las expectati- formas se entrelazan de manera cons-
vas de los distintos grupos que integran tante, y en primer lugar, a través de los
una nación. La representación es un votos: la forma más simple e insustitui-
término insuficiente para darle vida a ble, a la vez, de participar en la selec-
la democracia. ción de los representantes políticos.

Sin embargo, representación y parti- Esto no quiere decir, sin embargo,


cipación forman un matrimonio indi- que la participación ciudadana se agote
soluble en el hogar de la democracia. en las elecciones. Ni significa tampoco
Ambos términos se requieren inexora- que los votos sean la única forma plau-
blemente. Cuando aquella crítica a las sible de darle vida a la participación
formas tradicionales de representación democrática. Para que esa forma de
democrática llegó al extremo de recla- gobierno opere en las prácticas cotidia-
mar una democracia participativa ca- nas, es ciertamente indispensable que
paz de sustituirla, olvidó por lo menos haya otras formas de participación ciu-
dos cosas: una, que la participación no dadana más allá de los votos. Pero tam-
existe de manera perfecta, para todos poco puede haber democracia sin un
los individuos y para todos los casos cuadro básico de representantes políti-
posibles; olvidó los dilemas básicos que cos. Hace tiempo que desapareció la
ya comentamos. Pero olvidó también posibilidad de volver a una especie de
otra cosa: que la verdadera represen- democracia directa, sin representantes
tación no puede existir, en la democra- entre la sociedad y el gobierno, sin par-
cia, sin el auxilio de la forma más ele- tidos políticos y sin parlamentos legis-
mental de la participación ciudadana: lativos. La participación que realmente
los votos del pueblo. Ninguna repre- puede tener cabida en las sociedades
sentación democrática puede darse sin modernas es la que comienza por la
la participación de los electores, del selección de representantes a través de
mismo modo en que no existe forma los partidos políticos, y que sólo más
alguna de participación colectiva en tarde atraviesa también por las institu-
que no haya –al menos de manera em- ciones, las organizaciones políticas y so-

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LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LA DEMOCRACIA

ciales, y los ciudadanos que están dis- forman las instituciones políticas de ca-
puestos a defender sus intereses frente da nación. La participación entendida
a los demás. Dicho de otra manera: la como una relación “operante y opera-
participación entendida como una for- da”, como lo diría Hermann Heller,
ma de controlar y moderar el poder entre la sociedad y el gobierno:2 entre
inevitablemente otorgado a los repre- los individuos de cada nación y las ins-
sentantes políticos. tituciones que le dan forma al Estado.

IV Aquel puente entre representación y


participación políticas, que en principio
¿Pero cómo funciona esa participación aparecía construido con votos, se des-
en las sociedades modernas? Para res- dobla así en una gran variedad de rela-
ponder esta pregunta, es preciso volver ciones distintas, formada por múltiples
al principio: funciona de acuerdo con el intercambios recíprocos entre las auto-
entorno político y con la voluntad indi- ridades formales y los ciudadanos orga-
vidual de quienes deciden participar. nizados. Intercambios de todo tipo, ani-
No hay recetas. En cada país y en ca- mados por toda clase de razones pecu-
da circunstancia la participación adop- liares, que finalmente le dan vida a la
ta formas distintas, y cada una de ellas democracia. De modo que si bien el
genera a su vez resultados singulares. principio básico de la organización de-
Llevada al extremo, esa respuesta ten- mocrática consiste en la elección libre
dría que considerar los motivos indivi- de los representantes políticos, la parti-
duales de todas y cada una de las per- cipación ciudadana hace posible exten-
sonas que, en un momento dado, toman der ese principio más allá de los votos.
la decisión de romper la barrera de la Convertirla en algo más que una suce-
vida privada para participar en asuntos sión de elecciones y, de paso, enlazar
públicos. Pero también tendría que to- los procesos electorales con las deci-
mar en cuenta las condiciones políticas siones políticas cotidianas.
que rodean la participación: las moti-
vaciones externas que empujan o desa-
lientan el deseo de formar parte de una Cfr. Hermann Heller, Teoría del Estado,
2

acción colectiva, y el entramado que Fondo de Cultura Económica, México, 1942.

14
La participación, pues, no es sufi- participación ciudadana: con el voto y
ciente para entender la dinámica de más allá de los votos.
la democracia. Pero sin participación,
sencillamente la democracia no existi- Invito al lector a dedicar unos minu-
ría. Una cosa son las modalidades que tos más para tratar de calar un poco más
adopta, sus límites reales y las enormes hondo en los vericuetos de este concep-
expectativas que suelen acompañarla. to. Veremos primero su relación tensa
Otra cosa es que produzca siempre re- pero constante con la otra idea demo-
sultados plausibles o que esté atrapada crática, la de representación, y echare-
por una dosis inevitable de desigual- mos un vistazo a su evolución. Luego
dad. Incluso, que el exceso de participa- nos detendremos en algunos de los de-
ción lleve al caos social, tanto como su talles que supone la participación ciu-
anulación definitiva al autoritarismo sin dadana en un régimen democrático. Y
máscaras. terminaremos con una revisión breve
de las posibilidades, pero también de
Pero lo que debe quedar claro es que las dificultades, que plantea esa idea
la democracia requiere siempre de la para el gobierno de todos los días.

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II. Representación política y participación ciudadana

I blicano: una desviación demagógica,


puesta al lado de la oligarquía y de la
Comencemos por aclarar un punto im- tiranía como formas perversas de go-
portante: no hay conceptos de la llama- bernar las ciudades. Pero se olvida que
da ciencia política que no hayan sufrido después de los clásicos griegos –pues
cambios con el correr de los tiempos. en ese punto, con matices, coincidían
Lo que hoy conocemos con el nombre casi todos–, la opinión general sobre
de democracia se parece muy poco a lo ese concepto no mejoró mucho. “Los
que significaba en épocas anteriores. Y decretos del pueblo –escribió Aristó-
lo mismo ha ocurrido con otras ideas de teles– son como los mandatos del tira-
igual relevancia para el tema que nos no”, porque pasan siempre por encima
ocupa: ciudadanos, elecciones, sobera- de las leyes válidas para todos los ciu-
nía, legitimidad, etcétera. Todas las pa- dadanos. Eso es culpa de los demago-
labras que usamos para explicar nues- gos, agregaba, que resuelven los asun-
tra convivencia política han servido tos públicos con el apoyo de “una mul-
para nombrar realidades muy diferen- titud que les obedece”.3 Pero mucho
tes, según la época en que se hayan tiempo después, en 1795, Kant repitió
empleado. Y no siempre han sido vistas casi exactamente las mismas palabras:
con el mismo entusiasmo. Por el contra- “la democracia –escribió– es necesa-
rio, hubo un tiempo muy largo en que la riamente un despotismo”, porque las
democracia se consideró como una for- multitudes no están calificadas para go-
ma lamentable de gobierno. Con fre- bernar con la razón sino con sus impul-
cuencia se recuerda que Aristóteles, por sos. Y todavía en el primer tercio de
ejemplo, pensaba que se trataba de
una mala desviación del régimen repu- Aristóteles, La política, Libro Cuarto, Porrúa,
3

México, 1985, pp. 221-226.

17
LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LA DEMOCRACIA

nuestro siglo, Ortega y Gasset se seguía mo gobierno republicano estaba mu-


quejando de la “rebelión de las masas” cho más cerca de nuestra concepción
como un mal signo para el futuro. democrática actual. Mucho más cerca,
pero todavía lejos de lo que hoy en-
Durante muchísimo tiempo, conta- tendemos al invocar la idea de la
do en miles de años, la palabra clave democracia.
no fue democracia, sino república. No
era que los filósofos prefirieran siempre II
que el pueblo se mantuviera al margen
de los asuntos de la política, sino que La diferencia fundamental está en los
veían con temor que las leyes pasaran procesos electorales. Entre los antiguos
inadvertidas para una confusa asam- no cabía ni remotamente la idea de que
blea de multitudes beligerantes. No todas las personas fueran iguales ante
veían con buenos ojos la participación. la ley, y que tuvieran el mismo derecho
No era lo mismo entregar el poder al a participar en la selección de sus go-
pueblo, para que éste lo ejerciera a tra- bernantes. No todos gozaban de la con-
vés de deliberaciones multitudinarias dición de ciudadanos. Era necesario ha-
controladas por unos cuantos, que con- ber nacido dentro de un estrato especí-
vertir al gobierno en una república: en fico de la sociedad, o haber acumulado
asunto de todos. Había entre ambos riquezas individuales, para tener acce-
conceptos una diferencia de matiz que so a la verdadera participación ciuda-
tampoco debería pasar inadvertida pa- dana. Las ciudades griegas más civiliza-
ra nosotros: tanto los antiguos como la das practicaban, ciertamente, la demo-
gran mayoría de los pensadores moder- cracia directa que algunos políticos
nos creían que la participación de los contemporáneos proclaman. Pero en
ciudadanos tenía que someterse a cier- esas ciudades no había ninguna difi-
tas reglas de comportamiento para evi- cultad para distinguir entre represen-
tar que las asambleas condujeran al tación y participación, porque la asam-
caos. Y es que la palabra democracia blea abarcaba a todas las personas que
significaba para ellos lo que nosotros gozaban de la condición ciudadana. No
calificaríamos hoy como asambleísmo. eran muchos y, en consecuencia, po-
En cambio, lo que ellos entendían co- dían hacerlo. De ahí que tampoco cele-

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braran elecciones para nombrar cargos sin distinción de clase social, raza o
públicos sino sorteos: todos los ciuda- sexo, hubo que recorrer prácticamente
danos eran iguales y no había razón toda la historia hasta ya bien entrado el
alguna para distinguir a nadie con el siglo en el que ahora vivimos. Hasta
voto mayoritario. De modo que en esas hace muy poco tiempo, el gobierno de
ciudades tampoco había conflictos en- una república, aun en el mejor de los
tre mayorías y minorías, pues las deci- casos, estaba reservado para unos cuan-
siones se tomaban por consenso. La tos. Y el último obstáculo ideológico
representación y la participación apa- hacia la ampliación universal de la de-
recían, así, fundidas en una sola asam- mocracia como patrimonio común se
blea: todos los ciudadanos se represen- rompió apenas hace unos años, cuando
taban a sí mismos y todos estaban obli- las mujeres ganaron finalmente el dere-
gados a la participación colectiva. cho a votar y a ser votadas. Subrayo que
era un obstáculo ideológico, porque en
Sin embargo, no sólo el tamaño de la gran mayoría de los países del mun-
aquellas ciudades hacía posible esa for- do la democracia sigue siendo todavía
ma de democracia directa, sino sobre una aspiración. Si se mira hacia todos
todo la distinción previa de quienes go- los países del orbe y no sólo hacia el oc-
zaban de la condición ciudadana. De cidente de mayor desarrollo, se observa-
ahí que, en rigor, las decisiones estuvie- rá claramente que esa forma de gobier-
ran realmente en manos de una minoría no sigue siendo privilegio de unas
selecta. Y de ahí también que la demo- cuantas naciones. Y si bien las ideas de-
cracia, entendida ahora como la parti- mocráticas han ganado un considerable
cipación efectiva de todos los habitan- terreno, no ha sido fácil pasar al ámbito
tes de la ciudad –y no sólo de quienes de los hechos.
pertenecían al rango de ciudadanos–,
resultara para aquellos filósofos una III
forma perversa de gobernar.
La idea de que los procesos electorales
Para que la democracia se haya con- forman el núcleo básico del régimen
vertido en un régimen de igualdad y de democrático, en efecto, atravesó por la
libertad para todos los seres humanos, formación de partidos políticos y por

19
LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LA DEMOCRACIA

una larga mudanza de las ideas parale- representación democrática en el senti-


las de soberanía y legitimidad, que cos- do que ahora le damos a esa palabra,
taron no pocos conflictos a la humani- sino otra de carácter orgánico: se re-
dad. Procesos todos que tuvieron lugar presentaban los grupos organizados a
en distintos puntos del orbe durante el través de su oficio, de sus actividades
siglo pasado y que estuvieron ligados, profesionales, frente al poder estatuido.
finalmente, a la evolución del Estado y En el largo periodo de la Edad Media,
de las formas de gobierno, como los la representación no estaba fundida a la
últimos recipientes de las tensiones y de idea de participar en la toma de deci-
los acuerdos entre los seres humanos. siones comunes –como en las antiguas
Es una historia muy larga y compleja ciudades griegas–, sino sometida a la
como para tratar de contarla en la bre- voluntad final de los reyes y de los mo-
vedad de estas líneas. Pero lo que sí narcas que poseían la soberanía del
interesa subrayar es que la relación ac- Estado. En consecuencia, la represen-
tual entre representación política y par- tación tampoco estaba asociada a las
ticipación ciudadana es relativamente tareas de gobierno: lo que se represen-
reciente, y que todavía hay cabos suel- taba, en todo caso, era la voluntad de
tos que tienden a confundir ambos pro- ciertos grupos estamentales para obte-
cesos en la solución cotidiana de los ner los favores del príncipe soberano.
conflictos políticos. De modo que la sociedad no formaba
parte de las decisiones, sino que acaso
El más frecuente y el más riesgoso es intentaba influir en ellas a través de sus
la tendencia recurrente a plantear am- muy variados representantes. Para de-
bos términos como ideas antagónicas. cirlo en términos llanos, la representa-
Hubo un tiempo muy largo en que esto ción estaba confundida con lo que
no ocurría así: de hecho, la represen- ahora entenderíamos como participa-
tación política significaba, en todo caso, ción: era una forma de sustituir la pre-
la forma más acabada de participación sencia de los intereses aislados ante la
de los ciudadanos. Hasta antes de las soberanía del rey, pero nunca de for-
revoluciones de independencia de los mar parte en las decisiones finales to-
Estados Unidos y de las ideas surgidas madas por el gobierno. ¿Por qué? Por-
de la Revolución francesa, no existía la que la soberanía del gobernante no pro-

20
venía del pueblo, sino de la herencia. la idea de la representación más que
No era la voluntad popular la que había ligada al gobierno: nuestros represen-
llevado a la formación del gobierno tantes son nuestros gobernantes, y só-
sino los ancestros del poderoso y, en lo pueden ser nuestros gobernantes si
última instancia, la voluntad de Dios. efectivamente nos representan. Se tra-
ta de la primera idea cabalmente demo-
En cambio, “la representación mo- crática que acuñó la humanidad y hasta
derna refleja –como nos dice Giovan- la fecha sigue siendo la más importante
ni Sartori– una transformación histó- de todas: arrebatarle el mando político,
rica fundamental”:4 no sólo porque el la soberanía, a un pequeño grupo de
concepto de soberanía se trasladó de gobernantes para trasladarlo al conjun-
las casas reales hacia la voluntad popu- to del pueblo. De ahí la importancia de
lar, sino porque los gobernantes y los aquellas revoluciones americana y fran-
estamentos dejaron de representarse a cesa de finales del siglo xviii: nunca,
sí mismos para comenzar a representar antes de ellas, se había gestado un mo-
los intereses mucho más amplios de una vimiento político de igual trascenden-
nación. Y es en este punto donde co- cia para darle el poder al pueblo.
mienza a plantearse la separación y, al
mismo tiempo, la convivencia entre las IV
ideas de representación política y par-
ticipación ciudadana. Si para las anti- Aquella idea no distinguió clases
guas ciudades griegas participar y re- sociales ni diferencias raciales, pero
presentarse eran una y la misma cosa, y ya habían pasado los tiempos –si es
para el largo periodo medieval sólo ca- que alguna vez los hubo realmente–
bía la representación de Dios a través en que el pueblo podía presentarse en
de los reyes y su voluntad personal de una asamblea pública a tomar decisio-
escuchar a veces a ciertos representan- nes. La democracia que defendieron
tes del pueblo, para nosotros ya no cabe los llamados revolucionarios liberales
no era una democracia acotada a las
fronteras estrechas de una pequeña co-
Giovanni Sartori, Elementos de teoría políti-
4 munidad, sino otra destinada al gobier-
ca, Alianza Editorial, Madrid, 1992, p. 230. no de naciones enteras. De modo que

21
LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LA DEMOCRACIA

fue preciso crear parlamentos para dar- de modo que no fue sencillo –y todavía
le curso a la representación popular e hay quienes siguen discutiendo ese
instaurar métodos y procedimientos punto– romper la lógica del llamado
para elegir a los nuevos representantes. mandato imperativo. Es decir, deshacer
Y con ellos surgieron, naturalmente, la confusión entre la representación po-
nuevas dificultades: algunas se resolvie- lítica de todo el pueblo, y la participa-
ron paulatinamente durante el siglo an- ción específica de determinados grupos
terior y otras, como veremos más ade- de interés ante el gobierno. Me expli-
lante, siguen sin tener una respuesta co: el mandato imperativo supone que
válida para todos. los diputados de un parlamento fueron
electos por un determinado grupo de
El primer problema que se afrontó ciudadanos y que, en consecuencia, ese
fue la calidad misma de la represen- diputado solamente es responsable an-
tación: ¿a quiénes representaban los te ellos: es su representante, y no el
miembros de los nuevos parlamen- representante de toda una nación. Se
tos del mundo moderno? ¿A quienes los trata de una lógica impecable, cierta-
habían elegido de manera directa –co- mente, si no fuera porque está detrás
mo una reminiscencia de aquellos es- aquella idea clave de la democracia que
tamentos que funcionaron durante la ya comentamos: el gobierno como el
Edad Media–, o a toda la nación? Fue representante de todo el pueblo. Ateni-
un problema complejo que atravesaba dos al mandato imperativo, en cambio,
por la vieja confusión entre las formas esa idea clave se vendría abajo, pues el
de participación y de representación gobierno y los parlamentos se conver-
que venían de atrás. Si los parlamentos tirían en una especie de patrimonio ex-
habían arrebatado la soberanía a los clusivo de quienes pudieran hacer
monarcas, entonces los representantes triunfar a sus diputados. Ya no habría
no podían serlo más que de todo el igualdad entre los ciudadanos sino una
pueblo pues, de lo contrario, mucha competencia feroz por la defensa de in-
gente se hubiese quedado al margen de tereses parciales a través de represen-
las decisiones más importantes. Pero las tantes electos. Y la representación de la
tradiciones feudales todavía pesaban soberanía popular se habría convertido
mucho al comenzar el siglo pasado, en otra forma de participación indirec-

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ta. Pero sin rey, ¿quién tomaría las de- mandato imperativo, o cualquier otra
cisiones finales? forma de seleccionar a los represen-
tantes que no hubiese sido el voto de los
De ahí que la mayor parte de los ciudadanos, habría destruido la idea
países que paulatinamente fueron misma de la soberanía arrancada a los
adoptando la formación de parlamen- monarcas de ayer. Los representantes
tos democráticos haya prohibido, ex- políticos, en una democracia moderna,
presamente, el uso del mandato impe- lo son de todos los ciudadanos por
rativo. De acuerdo con esas prohibicio- voluntad de todos los ciudadanos. ¿Sig-
nes, los diputados llegan a serlo por la nifica esto que sólo pueden ser repre-
votación parcial de los ciudadanos, sin sentantes populares quienes ganen su
duda, pero una vez en el parlamento puesto por unanimidad de votos? No.
han de representar a toda la nación. Y Lo que significa es que todos los ciuda-
de ahí también que el acuerdo básico danos han aceptado los procedimientos
esté en la aceptación de los procedi- que supone la democracia. Han acepta-
mientos electorales: los ciudadanos do que hay opiniones distintas, y que la
pueden participar en la elección de sus única forma civilizada de dirimirlas es
representantes políticos, pero al mismo a través de los votos. En otras palabras:
tiempo están llamados a aceptar los re- como todos tienen derecho a ser repre-
sultados de los comicios. De modo que sentados, pero no todos quieren que
el puente que une a la representación los represente la misma persona, de-
con la participación está construido, en ciden entonces ir a elecciones. Pero
principio, con los votos libremente ex- quien las gana debe saber que no sólo
presados por el pueblo. No se ha inven- representa a sus electores sino a todos
tado otra forma más eficaz para darle los ciudadanos.
sentido a la idea de la soberanía popu-
lar: los votos de los ciudadanos para V
elegir representantes comunes, es de-
cir, la competencia abierta y libre entre Paradójicamente, sin embargo, ese mé-
candidatos distintos, obligados a repre- todo lógicamente impecable ha sido la
sentar al conjunto de los ciudadanos fuente de numerosas dificultades para
que conviven en una nación. Aceptar el las democracias modernas. Durante el

23
LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LA DEMOCRACIA

siglo xix, en efecto, no solamente se ticos. Pero su presencia es mucho más


consolidó la idea básica de la soberanía un fenómeno propio de nuestro siglo
popular sino que paulatinamente se fue que de un pasado remoto, mientras que
ensanchando también el concepto de su actuación como engranes indispen-
ciudadanía hasta abarcar –ya bien en- sables de la democracia no siempre ha
trado el siglo xx– a todas las personas sido motivo de elogios. Nadie ha imagi-
con derechos plenos que conviven en nado otra herramienta política capaz
una nación. Pero también nacieron los de sustituirlos con éxito, pero tampoco
partidos políticos: la forma más aca- han pasado inadvertidas sus limitacio-
bada que ha conocido la humanidad nes ni las nuevas dificultades que han
para conducir los múltiples intereses, traído a esa forma ideal de gobierno. Y
aspiraciones y expectativas de la socie- en particular, en lo que se refiere a los
dad hacia el gobierno, y también para lazos entre representación y participa-
hacer coincidir las distintas formas de ción ciudadana.
representación democrática con las
de participación ciudadana. Norberto Bobbio, por ejemplo, ha
escrito que la verdadera democracia de
Los partidos surgieron como una ne- nuestros días ha dejado de cumplir al-
cesidad de organización política en los gunas de las promesas que se formula-
Estados Unidos, y pronto cobraron car- ron en el pasado y ha culpado a los
ta de identidad en todos los países que partidos políticos de haberse conver-
habían adoptado formas democráticas tido en una de las causas principales de
de gobierno. Fueron instrumentos idó- esa desviación. Pero antes que él, otros
neos para reunir y encauzar a los múl- intelectuales ya habían advertido sobre
tiples grupos de interés que se disper- la tendencia de los partidos a conver-
saban por las naciones y que complica- tirse en instrumentos de grupo más que
ban la lógica simple de la democracia, en portadores de una amplia participa-
pero al mismo tiempo se fueron convir- ción ciudadana. Y ahora mismo, uno de
tiendo en los protagonistas principales los problemas teóricos y prácticos de
de esa forma de gobierno. Hoy es casi mayor relevancia en las democracias
imposible concebir a la democracia sin occidentales consiste en evitar que las
la intermediación de los partidos polí- grandes organizaciones partidistas se

24
desprendan de la vida cotidiana de los ciudadanos constituye, de hecho, el ar-
ciudadanos. Al final del siglo xx, han gumento más fuerte que se ha emplea-
vuelto incluso los debates sobre los do por los críticos del llamado régimen
mandatos imperativos que, como vi- de partidos. De él se desprenden otros:
mos, acompañaron el surgimiento de la supremacía de los líderes partidistas
los primeros atisbos de democracia. Y sobre la organización misma que repre-
han nacido también dudas nuevas sobre sentan; la consolidación “institucional”
el verdadero papel de los partidos polí- de ciertas prácticas y decisiones exclu-
ticos como conductores eficaces de las yentes sobre la voluntad soberana, mu-
múltiples formas de participación ciu- cho más abstracta, de la nación; los
dadana que se han gestado en los últi- privilegios que los miembros de los par-
mos años. De ahí, en fin, que no pocos tidos se conceden a sí mismos, y que le
autores hayan acabado por contrapo- conceden también a ciertos grupos alia-
ner los términos de representación y de dos a ellos, como la burocracia guber-
participación como dos vías antagóni- namental, las grandes empresas que
cas en la construcción de la democracia. suelen financiarlos o las grandes orga-
¿Pero realmente lo son? nizaciones sindicales que les ofrecen
votos; o la falta de transparencia en el
La crítica más importante que se ha ejercicio de sus poderes y del dinero
formulado a los partidos políticos es su que se les otorga para cumplir su labor.5
tendencia a la exclusión: los partidos
políticos, se dice, son finalmente orga- Todas esas críticas parten del mis-
nizaciones diseñadas con el propósito mo principio: la distancia que tiende
explícito de obtener el poder. Y para a separar a los líderes de los partidos
cumplir ese propósito, en consecuen- políticos del resto de los ciudadanos. Y
cia, esas organizaciones están dispues- todas aluden, a su vez, al problema del
tas a sacrificar los ideales más caros mandato imperativo que ya conocemos.
de la participación democrática. La im-
portancia que los partidos le otorgan a
sus propios intereses, a su propio deseo Véase Norberto Bobbio, El futuro de la
5

de conservar el mando político por enci- democracia, Fondo de Cultura Económica,


ma de los intereses más amplios de los México, 1986, pp. 16-26.

25
LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LA DEMOCRACIA

Pero más allá del interés natural que consecuencia, han de someterse a los
esas críticas podrían despertarnos, otros controles ciudadanos que tam-
lo que importa destacar en estas notas es bién exige la democracia. No digo que
que todas ellas parten de una sobreva- aquellas críticas sobre los partidos sean
loración del papel desempeñado por falsas. Todas ellas cuentan con abun-
los partidos políticos en las socieda- dantes ejemplos en cualquiera de las
des modernas. Ciertamente, el primer democracias modernas. Pero ninguna
puente que une a la representación po- de ellas ha aportado razones suficientes
lítica con la participación de los ciu- para prescindir de ellos, ni mucho me-
dadanos en los asuntos comunes es el nos para cancelar la existencia misma
voto. Sin elecciones, simplemente no de la democracia. Por fortuna, frente a
habría democracia. Podría haber repre- esa doble tendencia partidista a la ex-
sentación –como también vimos–, clusión y al mandato imperativo, la
pero esa representación no responde- misma democracia ha producido anti-
ría a la voluntad libre e igual de los cuerpos: otros medios para impedir que
ciudadanos. No sería una representa- esas tendencias destruyan la conviven-
ción soberana, en el sentido moderno cia civilizada.
que esta palabra ha adoptado. Y cier-
tamente, también, en las democracias VI
modernas los ciudadanos suelen votar
por los candidatos que les proponen Para saber que un régimen es democrá-
los partidos políticos. Son ellos los que tico, pues, hace falta encontrar en él
cumplen el papel de intermediarios en- algo más que elecciones libres y parti-
tre la voluntad de los electores y la for- dos políticos. Por supuesto, es indispen-
mación del gobierno. Pero la democra- sable la más nítida representación polí-
cia no se agota en las elecciones: conti- tica de la voluntad popular –y para
núa después a través de otras formas obtenerla, hasta ahora, no hay más ca-
concretas de participación ciudadana, mino que el de los votos y el de los
que sólo atañen tangencialmente a los partidos organizados–, pero al mismo
partidos políticos. Después de las elec- tiempo es preciso que en ese régimen
ciones, los partidos han de convertirse haya otras formas de controlar el ejer-
en gobierno: en asunto de todos y, en cicio del poder concedido a los gober-

26
nantes. No sólo las que establecen las insuficiente. Los otros seis se referían a
mismas instituciones generadas por la la libertad de asociación de los ciudada-
democracia, con la división de poderes nos para participar en los asuntos que
a la cabeza, sino también formas espe- fueran de su interés; a la más plena
cíficas de participación ciudadana. Si la libertad de expresión; a la selección de
representación y la participación se los servidores públicos, con criterios de
separaron como consecuencia del desa- responsabilidad de sus actos ante la so-
rrollo político de la humanidad, las so- ciedad; a la diversidad de fuentes públi-
ciedades de nuestros días las han vuelto cas de información; y a las garantías
a reunir a través del ejercicio cotidiano institucionales para asegurar que las
de las prácticas democráticas. El voto políticas del gobierno dependan de los
es el primer puente, pero detrás de él votos y de las demás formas ciudada-
siguen las libertades políticas que tam- nas de expresar las preferencias.6 Para
bién acuñó el siglo pasado y que se han Dahl, como para muchos otros, en efec-
profundizado con el paso del tiempo. to la representación inicial ha de con-
De modo que, en suma, la democracia vertirse después en una gran variedad
no se agota en los procesos electorales, de formas de participación, tanto como
ni los partidos políticos poseen el mo- la participación electoral ha de llevar
nopolio de la actividad democrática. a la representación ciudadana en los ór-
ganos de gobierno. Dos términos que
Ya desde principios de los años se- en las democracias modernas han deja-
tenta, Robert Dahl había sugerido un do de significar lo mismo, pero que se
pequeño listado para constatar que las necesitan recíprocamente: participa-
democracias modernas son mucho más ción que se vuelve representación gra-
que una contienda entre partidos polí- cias al voto, y representación que se
ticos en la búsqueda del voto. Entre sujeta a la voluntad popular gracias a
ocho puntos distintos, sólo dos de ellos la participación cotidiana de los ciu-
aludían a esa condición necesaria, pero dadanos.

Robert Dahl, La poliarquía (participación y


6

oposición), Tecnos, Madrid, 1980, p.15.

27
III. Los cauces de la participación ciudadana

I indispensable para integrar la repre-


sentación de las sociedades democráti-
En las sociedades democráticas, pues, cas a través de los votos, pero una vez
la participación ciudadana es la pareja constituidos los órganos de gobierno,
indispensable de la representación po- la participación se convierte en el medio
lítica. Ambas se necesitan mutuamente privilegiado de la llamada sociedad
para darle significado a la democracia. civil para hacerse presente en la toma
No obstante, la primera es mucho más de decisiones políticas.
flexible que la segunda y es también
menos conocida, aunque su nombre se Antes vimos que no sólo se participa
pronuncie con más frecuencia. En este a través de las elecciones. Ahora hay
capítulo revisaremos algunas de las ra- que agregar que sin esa forma de parti-
zones que explican esa paradoja apa- cipación todas las demás serían enga-
rente: la participación como un método ñosas: si la condición básica de la vida
que le da vida a la democracia, pero que democrática es que el poder dimane del
al mismo tiempo suele complicar su pueblo, la única forma cierta de asegu-
existencia. ¿Por qué? En principio, por- rar que esa condición se cumpla reside
que una vez separada de la represen- en el derecho al sufragio. Es una condi-
tación a la que debe su origen, la parti- ción de principio que, al mismo tiempo,
cipación se vuelve irremediablemente sirve para reconocer que los ciudada-
un camino de doble sentido: de un lado, nos han adquirido el derecho de parti-
sirve para formar a los órganos de go- cipar en las decisiones fundamentales
bierno pero, de otro, es utilizada para de la nación a la que pertenecen. Ser
influir en ellos, para controlarlos y, en ciudadano, en efecto, significa en gene-
no pocas ocasiones, para detenerlos. ral poseer una serie de derechos y tam-
En otras palabras: la participación es bién una serie de obligaciones sociales.

29
LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LA DEMOCRACIA

Pero ser ciudadano en una sociedad desde luego, la que supone el ejercicio
democrática significa, además, haber del voto; en segundo lugar, las activida-
ganado la prerrogativa de participar en des que realizan los ciudadanos en las
la selección de los gobernantes y de campañas políticas emprendidas por
influir en sus decisiones. De aquí par- los partidos o en favor de algún candi-
ten todos los demás criterios que sirven dato en particular; una tercera forma
para identificar la verdadera participa- de participar reside en la práctica de
ción ciudadana. Sin duda, hay otras for- actividades comunitarias o de acciones
mas de participación en las sociedades colectivas dirigidas a alcanzar un fin
no democráticas. que incluso pueden específico; y finalmente, las que se de-
ser más complejas y más apasionantes. rivan de algún conflicto en particular.9
No obstante, las que interesan a estas ¿En dónde está la diferencia de fondo
líneas son las que pueden tener lugar en entre esas cuatro formas de partici-
la democracia. Es decir, “aquellas acti- pación ciudadana? Está en la doble
vidades legales emprendidas por ciuda- dirección que ya anotábamos antes: no
danos que están directamente encami- es lo mismo participar para hacerse pre-
nadas a influir en la selección de los sente en la integración de los órganos de
gobernantes y/o en las acciones toma- gobierno que hacerlo para influir en las
das por ellos”.7 decisiones tomadas por éstos, para tra-
tar de orientar el sentido de sus accio-
Quienes aportan esta definición su- nes. Aunque la participación ciudadana
gieren, también, que en general pueden en general siempre “se refiere a la inter-
ser reconocidas cuatro formas de par- vención de los particulares en activi-
ticipación política de los ciudadanos:8 dades públicas, en tanto que portado-
res de determinados intereses socia-
7
La definición es de Sidney Verba, Norman H.
Nie y Jae-On Kin, Participation and Political
se organizan para influir, de hecho participan
Equality. A Seven Nation Comparison, Uni-
en la vida política. Y esto es lo que realmente
versity of Chicago Press, 1978, p. 46.
nos interesa en el marco de la democracia: la
8
Algunos especialistas opinan que no es lo
vida pública de las sociedades, mucho más
mismo la participación política que la par-
que las actividades privadas que realicen los
ticipación ciudadana. Quizá tengan razón,
ciudadanos.
pero la mayor parte de la bibliografía sobre 9
Sidney Verba et al., op. cit.
el tema no les ayuda: cuando los ciudadanos

30
les”,10 nunca será lo mismo votar que de poder gubernamental no están ha-
dirigir una organización para la defensa ciendo uso de sus derechos reconoci-
de los derechos humanos, o asistir a las dos, sino luchando por alguna causa
asambleas convocadas por un gobierno específica, contraria al estado de cosas
local que aceptar una candidatura por en curso. Las revoluciones no son un
alguno de los partidos políticos. Pero en ejemplo de participación ciudadana, si-
todos los casos, a pesar de las obvias no de transformación de las leyes, de las
diferencias de grado que saltan a la instituciones y de las organizaciones
vista, el rasgo común es el ejercicio de que le dan forma a un Estado. Pero
una previa condición ciudadana asenta- tampoco lo son las movilizaciones aje-
da claramente en el Estado de derecho. nas a la voluntad de los individuos: las
Sin ese rasgo, la participación ciudada- marchas que solían organizar los go-
na deja de serlo para convertirse en una biernos dictatoriales, por ejemplo, aun
forma de rebeldía “desde abajo”, o de en contra de la voluntad de 1os trabaja-
movilización “desde arriba”. dores que solían asistir a ellas, tampoco
constituían ninguna muestra de partici-
La participación ciudadana supone, pación ciudadana. Si en las rebeliones
en cambio, la combinación entre un de cualquier tipo –pacíficas o violen-
ambiente político democrático y una tas, multitudinarias o no– el sello bá-
voluntad individual de participar. De sico es la inconformidad con el orden
los matices entre esos dos elementos legal establecido y el deseo de cambiar-
se derivan las múltiples formas y hasta lo, en las movilizaciones lo que falta es
la profundidad que puede adoptar la la voluntad libre de los individuos para
participación misma. Pero es preciso aceptar o rechazar lo que se les pide: en
distinguirla de otras formas de acción ellas no hay un deseo individual, si-
política colectiva: quienes se rebelan no una forma específica de coerción. La
abiertamente en contra de una forma participación ciudadana, en cambio,
exige al mismo tiempo la aceptación
10
La definición es de Nuria Cunill, Participa-
previa de las reglas del juego democrá-
ción ciudadana, Centro Latinoamericano de tico y la voluntad libre de los individuos
Administración para el Desarrollo (clad), que deciden participar: el Estado de
Caracas, 1991, p. 56. derecho y la libertad de los individuos.

31
LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LA DEMOCRACIA

Así pues, aunque con mucha frecuencia todas las evidencias disponibles, en
se les confunda como formas de par- ellas influye el entorno familiar, los gru-
ticipación, conviene tener claro que ni pos cercanos al individuo y, natural-
la rebelión ni la movilización cumplen mente, las motivaciones que se produ-
esos dos requisitos. cen en el sistema político en su conjun-
to. De ahí la compleja relación entre las
II razones individuales y el medio políti-
co, y los muy variados cauces que puede
El difícil equilibrio entre el régimen cobrar la participación ciudadana.
político en el que se desenvuelve la par-
ticipación de los ciudadanos y las innu- Lester W. Milbrath, un autor nortea-
merables razones que empujan a las mericano de los años sesenta, proponía
personas a tomar parte de una acción una larga serie de dicotomías para tra-
colectiva ofrecen razones suficientes, tar de distinguir algunas de las formas
sin embargo, para reconocer la comple- que podía adoptar esa participación, a
jidad del entramado que esos dos ele- partir de una revisión general de los
mentos suelen producir. En principio, estudios empíricos que se habían for-
“tomar parte en cualquier acción polí- mulado hasta entonces. Milbrath decía
tica requiere, generalmente, dos deci- que la participación podía ser abierta,
siones individuales: uno debe decidirse sin ningún tipo de restricción por parte
a actuar o a no hacerlo; y debe decidir, de quienes se decidían a participar, o
también, la dirección de sus actos. (Pe- cubierta, en caso de que alguien deci-
ro además) la decisión de actuar de un diera participar apoyando a alguna otra
modo particular se acompaña de una persona. Decía que la participación po-
tercera decisión acerca de la intensi- día ser autónoma, a partir de la volun-
dad, la duración y/o los alcances de la tad estrictamente individual de las per-
acción”.11 Ninguna de esas decisiones, sonas, animadas acaso por las necesida-
sin embargo, viene sola: de acuerdo con des de su entorno inmediato, o por in-
vitación de algún tipo de empresario
Lester W. Milbrath, Political Participation.
11 político encargado de sumar volunta-
How and Why do People get Involved in des en favor de algún propósito en par-
Politics?, Rand McNally, Chicago, 1965, p. 6. ticular. Podía ser episódica o continua,

32
y también grata o ingrata, de acuerdo los poderosos. Pero todas ellas mues-
con los tiempos que cada quien decidie- tran la enorme variedad de posibilida-
ra entregar a la acción colectiva y con el des que arroja la sola idea de la partici-
tipo de recompensas individuales que pación: tantas como los individuos que
recibiera como consecuencia de sus forman una nación.
aportaciones al grupo de intereses co-
munes. La participación podía ser sim- Sin embargo, no todas esas posibili-
bólica o instrumental, tomando en cuen- dades se manifiestan al mismo tiempo.
ta las distintas formas de aportación Como vimos en la introducción a estas
individual a las tareas de la organiza- notas, en la práctica es imposible que
ción, o verbal y no verbal. La partici- todos los ciudadanos participen en to-
pación ciudadana podía, en fin, producir dos los asuntos de manera simultánea.
insumos al sistema político en su con- Tan imposible como evitar al menos
junto, o simplemente reaccionar frente alguna forma de participación, en el
a los productos de ese sistema. Y podía entendido de que aun la abstención to-
ser estrictamente individual, en tanto tal de los asuntos políticos es también
que alguien decidiera hacer alguna una forma específica de participar. En
aportación por una única vez a cier- las sociedades modernas no existen ni
ta causa común e incluso con carácter los ciudadanos totales ni los anacoretas
anónimo, o social, en cuanto que el par- definitivos, de modo que la participa-
ticipante optara por reunirse con otros ción se resuelve en la enorme gama
para planear conjuntamente los pasos de opciones intermedias entre ambos
siguientes. Todas ellas son formas cier- extremos.
tas de participación ciudadana hasta
nuestros días, y todas cumplen aquel III
doble requisito de intentar influir en las
decisiones políticas a partir de una de- Sidney Verba –a quien ya citamos
cisión personal, pero también de respe- antes– y Gabriel Almond trataron de
tar las reglas básicas que supone el ofrecer, en los años sesenta, una tipolo-
Estado de derecho. Ninguna de esas gía para distinguir las diferentes gra-
formas pretende cambiarlo todo, ni ate- duaciones de lo que ellos llamaron la
nerse sin más a las órdenes dadas por cultura cívica; es decir, la voluntad ex-

33
LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LA DEMOCRACIA

plícita de los individuos para participar cambio, sugiere que todos los ciudada-
en los asuntos públicos. O, en otras pa- nos tienen una forma específica de par-
labras, la idea de “concebirse como prota- ticipación –aunque no lo sepan– y
gonista del devenir político, como sugiere, en consecuencia, una clasifica-
miembro de una sociedad con capaci- ción diferente: los apáticos, los espec-
dad para hacerse oír, organizarse y de- tadores y los gladiadores:
mandar bienes y servicios del gobierno,
así como para negociar condiciones de la división propuesta –nos dice– es
vida y de trabajo; en suma, para incidir una reminiscencia de los roles jugados
sobre las decisiones políticas y vigilar su en el circo romano. Un pequeño grupo
de gladiadores se baten fieramente para
proyección”.12 Apoyados por un con- satisfacer a los espectadores que los ob-
siderable número de investigaciones di- servan y quienes tienen el derecho de
rectas sobre sociedades distintas, Al- decidir la batalla. Esos espectadores,
mond y Verba propusieron que había desde las tribunas, transmiten mensajes,
tres tipos puros de cultura cívica: la advertencias y ánimo a los gladiadores y,
cultura parroquial, la subordinada y la en un momento dado, votan para decidir
abiertamente participativa. De acuerdo quién ha ganado una batalla específica.
Los apáticos no tienen inconveniente en
con esa clasificación, sólo los miem-
venir al estadio para ver el espectáculo,
bros de la última categoría se sentirían pero prefieren abstenerse. Tomando en
llamados a una verdadera participación cuenta la clave de esos roles jugados en las
ciudadana y sólo ellos le darían estabi- confrontaciones de gladiadores, se pueden
lidad a las democracias.13 Milbrath, en extrapolar los tres roles de la participación
política actual, que serán llamados: apáti-
cos, espectadores y gladiadores.14
12
La cita es de Jacqueline Peschard, La cultura
política democrática, Cuadernos de Divul-
gación de la Cultura Democrática, núm 2, El símil no sólo es gracioso sino pre-
Instituto Federal Electoral, México, 1994, ciso: en efecto, la enorme variedad de
p. 21. posibilidades que ofrece la participación
13
Para una explicación más amplia sobre la ciudadana en las democracias actuales
hipótesis de Almond y Verba, véase su libro no significa que todos estén dispuestos
The Civic Culture. Political Attitudes and
Democracy in Five Nations, Princeton Uni-
versity Press, 1963. Milbrath, op. cit., p. 20.
14

34
a jugar el mismo papel. Ni tampoco que otras palabras: la participación ciuda-
todas las personas opten por participar dana es indispensable para la demo-
con la misma intensidad, en la misma cracia, pero una sobrecarga de expecta-
dirección y en el mismo momento. Por tivas o de demandas individuales ajenas
el contrario, solamente una minoría a los conductos normales, paradójica-
representativa se encuentra realmente mente, podría destruirla.
disponible para hacer las veces de los
gladiadores, mientras que la gran ma- En términos generales, sin embargo,
yoría de los ciudadanos se concreta al el funcionamiento propio de las demo-
papel del espectador. Pero además, la cracias hace posible una suerte de dis-
metáfora empleada por Milbrath per- tribución natural de papeles. No es fácil
mite relacionar los diferentes roles que que el entorno político genere suficien-
eligen los ciudadanos para tomar parte tes estímulos para convocar la partici-
en la democracia. Ciertamente, los gla- pación de todos los ciudadanos como
diadores juegan el papel principal, pero espectadores activos, ni mucho menos
su actuación carecería de todo sentido que todos asuman liderazgos individua-
si no fuera por los espectadores. Ellos les al mismo tiempo. Entre los estímu-
encarnan el juego entre representación los que produce el ambiente político y
y participación que se resuelve en los la predisposición de los individuos a
votos: sin espectadores, los gladiadores participar hay una amplia zona de gri-
sencillamente dejarían de existir en la ses. Puede haber, incluso, una gran can-
democracia o, incluso, les ocurriría algo tidad de estímulos externos y una gran
peor: se convertirían en un espectáculo predisposición de los individuos para
absurdo. ¿Y los apáticos? Siguiendo la participar, pero esas dos condiciones
misma metáfora, los apáticos hacen po- pueden estar llevadas por razones dis-
sible, gracias a su apatía, que el estadio tintas. De modo que un desencuentro
no se desborde y que cada quien desa- entre ambos procesos puede, por el
rrolle su propio papel. Si todos los apá- contrario, disminuir las cuotas de parti-
ticos decidieran saltar repentinamente cipación, aunque el régimen la propicie
a las tribunas, y desde ellas empujar a y las gentes quieran participar. Un go-
todos a la condición de gladiadores, el bierno, por ejemplo, puede insistir en
juego se resolvería en una tragedia. En la participación colectiva para subsanar

35
LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LA DEMOCRACIA

ciertos problemas de producción de gún comité electoral o en la definición


servicios a través de todos los medios de estrategias para el grupo al que per-
posibles, mientras que los individuos tenecen; solicitar fondos, aceptar can-
pueden aspirar a participar en la selec- didaturas o, en definitiva, ocupar po-
ción de ciertas autoridades locales: las siciones de liderazgo en los partidos
diferencias entre ambos motivos pue- políticos, en los parlamentos o en el
den ser tan amplias que el resultado gobierno. Pero todavía sugiere una ca-
final sea el rechazo a la participación tegoría más: la de los espectadores en
para cualquiera de ambos propósitos. trance de convertirse en protagonis-
En las democracias actuales abundan tas de la política. ¿Cómo. reconocerlos?
los ejemplos que ilustran esa clase de Eventualmente, por sus contactos fre-
desencuentros. cuentes con algún dirigente de la vida
política activa; por sus contribuciones
Milbrath sugiere, además, que cada monetarias a la causa que tiene sus sim-
uno de los ciudadanos que desempeña patías; o por participar abiertamente en
alguno de esos roles es identificable a reuniones con propósitos políticos de-
través de ciertas manifestaciones exter- finidos. No es frecuente, sin embargo,
nas: mientras que a los apáticos se les que los espectadores se conviertan en
reconoce precisamente por su renuncia dirigentes. la pirámide de la política,
a intervenir en cualquier asunto políti- que se estrecha demasiado en la cúspi-
co, a los espectadores se les identifica de, normalmente no lo permite. Por el
por su apertura a los estímulos políticos contrario, es mucho más fácil encontrar
que les presenta el entorno, por su vo- gladiadores que han dejado de serlo o
luntad de participar en las elecciones, que sólo lo fueron episódicamente. Y
por iniciar alguna discusión sobre te- en todo caso –aunque no lo parezca–
mas políticos, por intentar influir en el no abundan los profesionales de la
sentido del voto de otra persona o, in- política.
cluso, por llevar insignias que lo seña-
lan como miembro de algún grupo en Es verdad que mientras más estímu-
particular. Los gladiadores, por su par- los políticos reciba una persona de su
te, suelen contribuir con su tiempo a entorno inmediato, más inclinaciones
una campaña política; participar en al- tendrá a participar en asuntos colecti-

36
vos y más profunda será su participa- didatos y de propuestas partidistas sue-
ción. Pero esto no significa que esos le coincidir con el deseo de al menos
estímulos producirán una especie de una buena porción de los ciudadanos,
reacción automática de los individuos: dispuesta a expresar sus preferencias
para que se produzca la participación, mediante el voto.
es imprescindible que haya una rela-
ción entre ellos y las necesidades, las IV
aspiraciones o las expectativas indivi-
duales. Y al mismo tiempo, aunque esa Pero ya hemos dicho que las elecciones
relación opere con claridad, un exceso no agotan la participación ciudadana.
de estímulos puede llegar a saturar los En los regímenes de mayor estabilidad
deseos de participación ciudadana: mu- democrática no sólo hay cauces conti-
chos mensajes producidos simultánea- nuos que aseguran al menos la opinión
mente por los medios de comunicación de los ciudadanos sobre las decisiones
masiva, por la literatura, por ciertas tomadas por el gobierno, sino múltiples
campañas políticas, por múltiples en- mecanismos institucionales para evitar
cuentros colectivos, mítines, conferen- que los representantes electos caigan
cias o conversaciones interminables y en la tentación de obedecer exclusiva-
repetidas sobre los mismos temas, las mente los mandatos imperativos de sus
mismas personas, los mismos proble- partidos. Son modalidades de partici-
mas, suelen causar un efecto contrario pación directa en la toma de decisiones
a la voluntad de participar. Casi todos políticas que hacen posible una suerte
los autores subrayan la relevancia de de consulta constante a la población,
este punto: estimular la participación más allá de los procesos electorales.
de la gente no significa saturarla de Los mecanismos más conocidos son el
mensajes y discusiones, sino hacer coin- referéndum, cuando se trata de pregun-
cidir sus intereses individuales con un tar sobre ciertas decisiones que podrían
ambiente propicio a la participación modificar la dinámica del gobierno, o
pública. Y es en este sentido que las las relaciones del régimen con la socie-
campañas políticas sintetizan el mo- dad; y el plebiscito, que propone a la
mento más claro de participación ciu- sociedad la elección entre dos posibles
dadana, en tanto que el abanico de can- alternativas. Ninguno de esos instru-

37
LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LA DEMOCRACIA

mentos supone una elección de repre- diencia pública, el derecho a la informa-


sentantes, sino de decisiones. Pero am- ción, la consulta popular y la organiza-
bos funcionan con la misma amplitud ción de cabildos abiertos –para el caso
que los procesos electorales, en tanto del gobierno municipal–, como méto-
que pretenden abarcar a todas las per- dos instaurados en ciertos regímenes
sonas que se verán afectadas por la al- para mantener los conductos de comu-
ternativa en cuestión. La iniciativa po- nicación entre gobierno y sociedad,
pular y el derecho de petición, por su permanentemente abiertos. Sobra de-
parte, abren la posibilidad de que los cir que ninguno de esos procedimientos
ciudadanos organizados participen di- garantiza, per se, que la sociedad parti-
rectamente en el proceso legislativo y cipará en los asuntos públicos ni que lo
en la forma de actuación de los poderes hará siempre de la misma manera. Ya
ejecutivos. Ambas formas constituyen, no es necesario insistir en que la clave
también, una especie de seguro en con- de la participación no reside en los me-
tra de la tendencia a la exclusión par- canismos institucionales que la hacen
tidista y parten, en consecuencia, de propicia, sino en el encuentro entre un
un supuesto básico: si los representan- ambiente político que empuje a tomar
tes políticos no desempeñan su labor parte en acciones comunes y una serie
con suficiente amplitud, los ciudadanos de voluntades individuales. Pero con-
pueden participar en las tareas legisla- viene repetir que esa combinación es
tivas de manera directa. impredecible: tan amplia como los pro-
blemas, las necesidades, las aspiracio-
El mismo principio explica el llama- nes y las expectativas de quienes le dan
do derecho de revocación del mandato o vida a la democracia.
de reclamación, que asegura la posibi-
lidad de interrumpir el mandato otorga- V
do a un determinado representante po-
lítico, aunque haya ganado su puesto en ¿Pero cuáles son las dosis de participa-
elecciones legítimas, o bien modificar el ción ciudadana que, a través de cuales-
curso de una decisión previamente to- quiera de sus cauces posibles, permiten
mada por el gobierno. Finalmente, hay a la postre la consolidación de la demo-
que agregar los procedimientos de au- cracia? Imposible responder a esta pre-

38
gunta con una fórmula única. Cada so- cas. 2) A pesar de ello, los gobiernos y las
ciedad es distinta. Antes cité a Fernan- sociedades democráticas suelen mante-
do Savater para decir que la política no ner su funcionamiento adecuadamente
e, incluso, consolidar esa forma de go-
es sino el conjunto de razones que tie-
bierno. 3) Es un hecho, en consecuencia,
nen los seres humanos para obedecer o que no se necesita una muy alta partici-
para rebelarse. Y ahora debo agregar pación para el éxito de la democracia. 4)
que esas razones nunca se dan de ma- No obstante, para asegurar la responsa-
nera lineal: los ciudadanos casi siempre bilidad de los funcionarios públicos, es
cumplimos ambos roles de manera al- esencial que un alto porcentaje de ciu-
ternativa, tanto como los gobiernos es- dadanos participe, al menos, en los pro-
tán obligados a buscar un cierto equili- cesos electorales. 5) Mantener abiertos
brio entre el cumplimiento de las de- los canales de comunicación en la socie-
dad, por otra parte, ayuda también a
mandas formuladas por la sociedad y la asegurar la responsabilidad de los fun-
necesidad de ejercer el poder. Equili- cionarios en relación con las demandas
brios difíciles, que sin embargo han de públicas. 6) Sin embargo, niveles mode-
resolverse mediante cauces democráti- rados de participación suelen ser útiles
cos; es decir, a través de la solución para mantener un cierto equilibrio entre
legítima y civilizada del interminable los roles ciudadanos de participación ac-
conflicto social que supone la conviven- tiva y demandante y de obediencia a las
cia entre seres humanos. No hay rece- reglas democráticas de convivencia. 7)
Los niveles moderados de participación
tas. Sin embargo, conviene reproducir
ayudan, también, a equilibrar el funcio-
aquí los resultados de las investigacio- namiento de los sistemas políticos que
nes empíricas reunidas por Milbrath, deben ser, a la vez, responsables y sufi-
para ofrecer algunas conclusiones que cientemente poderosos para actuar. 8)
vale la pena tener en cuenta, pues el Además, los niveles moderados de par-
paso del tiempo las ha confirmado: ticipación permiten mantener el equili-
brio entre el consenso y el rompimiento
1) La mayor parte de los ciudadanos de en una sociedad. 9) Por el contrario, los
cualquier sociedad política no responde niveles de participación muy elevados
a la clásica prescripción democrática, pueden actuar en detrimento de la de-
según la cual deben estar internados, in- mocracia si tienden a politizar un al-
formados y activos en cuestiones públi- to porcentaje de las relaciones sociales.

39
LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LA DEMOCRACIA

10) Las democracias constitucionales tacto con la población y facilitar a los


parecen más preparadas para florecer si ciudadanos, por todos los medios posi-
sólo una parte de las relaciones sociales bles, volverse activos sí así lo deciden.
es gobernada por consideraciones polí- Y en este sentido, también es esencial la
ticas. 11) En cambio, los niveles mo- preparación moral de los ciudadanos –la
derados o bajos de participación llevan cultura política– para sostener la posibi-
a una mayor responsabilidad de las éli- lidad misma de participar en los momen-
tes políticas en favor del funcionamiento tos decisivos.15
exitoso de la democracia. 12) De ahí que
las élites deban adherirse a las normas La mejor participación ciudadana en
democráticas y a sus reglas del juego, y la democracia, en suma, no es la que se
tener además una actitud leal hacia sus
manifiesta siempre y en todas partes,
oponentes. 13) Con todo, una sociedad
con amplios niveles de apatía puede ser sino la que se mantiene alerta; la que se
fácilmente dominada por una élite poco propicia cuando es necesario impedir
escrupulosa, de modo que sólo una con- las desviaciones de quienes tienen la
tinua vigilancia de por lo menos algunos responsabilidad del gobierno, o encau-
ciudadanos puede prevenir de los ries- zar demandas justas que no son atendi-
gos de la tiranía. 14) En cualquier caso, das con la debida profundidad. No es
el reclutamiento y el entrenamiento de necesario ser gladiadores de la política
las élites es una función especialmente para hacer que la democracia funcione.
importante. 15) Para ayudar a asegurar
el control final del sistema político por la
Pero sí es preciso que los espectadores
sociedad, en fin, es esencial mantener no pierdan de vista el espectáculo. En
abiertos los conductos de comunicación, ellos reside la clave de bóveda de la
forzar a las élites a mantenerse en con- participación democrática.

Ibid., pp. 153-154. El lector acucioso encon-


15

trará que la traducción de este párrafo no es


perfectamente literal. Tampoco es un passim.
Simplemente he tratado de ser fiel a las ideas
de Milbrath, pero también a los propósitos de
este documento.

40
IV. Participación ciudadana y gobierno

I gobierno consiste, en consecuencia,


en la asignación atinada de esos re-
Conservar un cierto equilibrio entre cursos escasos en función de ciertas
la participación de los ciudadanos y la prioridades sociales, económicas y
capacidad de decisión del gobierno es, políticas. ¿Pero cómo se establecen
quizás, el dilema más importante para esas prioridades y cuáles son sus lími-
la consolidación de la democracia. De tes efectivos?
ese equilibrio depende la llamada go-
bernabilidad de un sistema político que, Si nos atuviéramos a una visión sim-
generalmente, suele plantearse en tér- plista del régimen democrático, podría-
minos de una sobrecarga de demandas mos concluir que el mejor gobierno es
y expectativas sobre una limitada capa- el que resuelve todas y cada una de las
cidad de respuesta de los gobiernos. demandas planteadas por los ciudada-
Término difícil y polémico, que varios nos en el menor tiempo posible. Pero
autores interpretan como una trampa ocurre que un gobierno así no podría
para eximir a los gobiernos de las res- existir: aun en las mejores condiciones
ponsabilidades que supone su calidad de disponibilidad de recursos, las de-
representativa, pero que de cualquier mandas de la sociedad tenderían a au-
modo reproduce bien las dificultades mentar mucho más de prisa que la ver-
cotidianas que encara cualquier admi- dadera capacidad de respuesta de los
nistración pública. Los recursos públi- gobiernos. Cada demanda satisfecha
cos, en efecto, siempre son escasos para generaría otras nuevas, mientras que
resolver las demandas sociales, aun en- los medios al alcance del gobierno esta-
tre las sociedades de mejor desarrollo y rían irremediablemente limitados, en el
mayores ingresos. Y uno de los desafíos mejor de los casos, a la dinámica de su
de mayor envergadura para cualquier economía. De modo que, al margen de

41
LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LA DEMOCRACIA

los conflictos que podría plantear la II


permanente tensión entre las aspiracio-
nes de igualdad y de libertad entre los Los recursos al alcance de un gobierno
ciudadanos, un régimen capaz de satis- no se constriñen, sin embargo, a los dine-
facer hasta el más mínimo capricho de ros. Sin duda, se trata de uno de los
sus nacionales acabaría por destruirse medios públicos de mayor importancia.
a sí mismo. El mundo feliz que imaginó Pero hay otros de carácter simbólico y
Aldous Huxley sólo podría subsistir co- reglamentario que, con mucha frecuen-
mo lo describió ese autor: a través de cia, tienen incluso más peso que la so-
un gobierno tiránico y con estratos so- la asignación de presupuestos escasos.
ciales inamovibles. No sería un gobier- Los gobiernos no sólo administran el
no democrático sino una dictadura. gasto público, sino que emiten leyes y
las hacen cumplir, y también producen
Más allá de la ficción, por lo demás, símbolos culturales: ideas e imágenes
en el mundo moderno ya se han puesto que hacen posible un cierto sentido de
a prueba por lo menos dos tipos de ré- pertenencia a una nación en particular
gimen político que han intentado con- e identidades colectivas entre grupos
trolar con la misma rigidez tanto las de- más o menos amplios de población. Es-
mandas de los ciudadanos como las tos últimos forman además los criterios
respuestas de sus gobiernos –el fascis- de legitimidad sobre los que se justifica
mo y el comunismo–, y ambos han la actuación de cualquier gobierno: las
fracasado trágicamente. La libertad de razones –más o menos abstractas–
los individuos no se deja gobernar con que hacen posible que los ciudadanos
facilidad, ni tampoco es posible anular crean en el papel político que desem-
sin más sus deseos de alcanzar la mayor peñan sus líderes. La legitimidad es, en
igualdad. De modo que las democra- ese sentido, la clave de la obediencia.
cias modernas se mueven entre am- Para ser más explícitos: lo que se pro-
bas aspiraciones, en busca de aquel dujo durante las revoluciones de finales
equilibrio entre demandas y capacidad del siglo xviii y principios del xix fue,
de respuesta; entre participación ciu- en principio, el descrédito de la legiti-
dadana y capacidad de decisión del midad heredada que proclamaban los
gobierno. reyes y su sustitución por otra, basada

42
en la elección popular de los nuevos dadanos sea realmente tomada en cuen-
representantes políticos. ta en las actividades legislativas y polí-
ticas del gobierno, para garantizar que
Los recursos financieros, jurídicos y la representación no se separe dema-
simbólicos que posee un gobierno están siado de la participación. Pero es en la
íntimamente ligados, pues, a la legitimi- administración pública cotidiana donde
dad de sus actos: a esa suerte de voto de se encuentra el mayor número de nexos
confianza que les otorgan los ciudada- entre sociedad y gobierno y en donde
nos para poder funcionar, y sin el cual se resuelven los cientos de pequeños
sería prácticamente imposible mante- conflictos que tienden a conservar o a
ner aquellos equilibrios que llevan a la romper los difíciles equilibrios de la
gobernabilidad de un sistema. Gober- gobernabilidad. Sería imposible enu-
nabilidad y legitimidad: palabras con- merarlos, entre otras razones, porque
catenadas que se entrelazan en la acti- probablemente nadie los conoce con
vidad cotidiana de los regímenes demo- precisión. En ellos cuentan tanto las
cráticos a través de los conductos es- leyes y los reglamentos que dan for-
tablecidos por las otras dos palabras ma a las diferentes organizaciones
hermanas: representación y participa- gubernamentales, como las demandas
ción. ¿Cómo? Mediante las decisiones individuales y colectivas de los ciu-
legislativas y reglamentarias, los actos y dadanos que deciden participar. Se tra-
los mensajes políticos, y el diseño y el ta de un amplio entramado de pequeñas
establecimiento de políticas públicas. redes de decisión y de acción que to-
Conductos todos en los que resulta in- dos los días cobra forma en los distintos
dispensable, para un régimen democrá- niveles de gobierno.
tico, contar con su contraparte social: la
participación de los ciudadanos. III

Llegados a este punto, los matices Más allá del funcionamiento de los par-
democráticos comienzan a ser cada lamentos legislativos y de los procesos
vez más fríos. Ya hemos visto que electorales, para la administración pú-
existen múltiples cauces institucionales blica el ciudadano ha ido perdiendo la
para asegurar que la opinión de los ciu- vieja condición de súbdito que tenía en

43
LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LA DEMOCRACIA

otros tiempos, para comenzar a ser una sociales: los que le pedían al Estado que
suerte de cliente que demanda más y no sólo se abstuviera de rebasar las
mejores servicios de su gobierno y un fronteras levantadas por la libertad de
desempeño cada vez más eficiente de los individuos –los derechos huma-
sus funcionarios, porque paga impues- nos–, sino que además cumpliera una
tos, vota y está consciente de los dere- función redistributiva de los ingresos
chos que le dan protección. El ciu- nacionales en busca de la igualdad. De
dadano de nuestros días está lejos de modo que, en nuestros días, las funcio-
la obediencia obligada que caracte- nes que desarrolla el Estado no sola-
rizó a las poblaciones del mundo du- mente están ceñidas al derecho escrito,
rante prácticamente toda la historia. La sino que además han de desenvolverse
conquista de los derechos que conduje- con criterios democráticos y sociales.
ron finalmente al régimen democrático Vivimos, en efecto, la época del Estado
–derechos civiles, políticos y socia- social y democrático de derecho.
les– cubrió un largo trayecto que cul-
minó –si es que acaso ha culminado– Por eso ya no es suficiente que los
hasta hace unas décadas. gobiernos respondan de sus activida-
des exclusivamente ante los cuerpos de
Primero fueron los límites que los representación popular, sino también
ciudadanos impusieron a la autoridad ante los ciudadanos mismos. Y de ahí
de los gobernantes, en busca de nuevos también que las otrora distantes auto-
espacios de libertad. Fue aquel primer ridades administrativas hayan ido mu-
proceso del que ya hemos hablado y dando sus procedimientos para selec-
que condujo, precisamente, a la confec- cionar prioridades por nuevos mecanis-
ción de un nuevo concepto de ciudada- mos de intercambio constante con los
no y a la creación de un ámbito privado ciudadanos que han de atender. La pa-
para acotar la influencia del régimen labra participación ha ido cobrando así
anterior. Más tarde vinieron los dere- nuevas connotaciones en la administra-
chos políticos que ensancharon las po- ción pública de nuestros días. Y ese
sibilidades de participación de los cambio ha llevado, a su vez, a la revisión
ciudadanos en la elección de sus go- paulatina de las divisiones de compe-
bernantes. Y por último, los derechos tencias entre órganos y niveles de go-

44
bierno que habían funcionado con rigi- rios nombrados por los líderes de los
dez. Convertidos en ciudadanos, los an- poderes ejecutivos, sino políticas en las
tiguos súbditos exigen ahora no sólo que la opinión de los ciudadanos cuenta
una mejor atención a sus necesidades, desde la confección misma de los cursos
expectativas y aspiraciones comunes, de acción a seguir, y también durante
sino una influencia cada vez más amplia los procesos que finalmente ponen en
en la dirección de los asuntos públicos. curso las decisiones tomadas. Políticas
En las democracias modernas, cada vez públicas en el más amplio sentido del
se gobierna menos en función de ma- término; es decir, acciones emprendi-
nuales y procedimientos burocráticos, y das por el gobierno y la sociedad de
más en busca de las mejores respuestas manera conjunta. Pero que lo son, ade-
posibles a las demandas públicas. más, porque exceden los ámbitos cerra-
dos de la acción estrictamente guber-
IV namental:

Se trata de una transformación que está Gobernar no es intervenir siempre y en


afectando muchas de las viejas rutinas todo lugar ni dar un formato guberna-
burocráticas y que está obligando, tam- mental homogéneo a todo tratamiento
de los problemas. Lo gubernamental es
bién, a entender con mayor flexibilidad
público, pero lo público trasciende lo
las fronteras que separaban las áreas de gubernamental. Una política puede ser
competencia entre los gobiernos nacio- aquí una regulación, ahí una distribu-
nal, estatal y local. Las prioridades y los ción de diversos tipos de recursos (in-
programas de gobierno, entendidos co- centivos o subsidios, en efectivo o en
mo obligaciones unilaterales de los or- especie, presentes o futuros, libres o
ganismos públicos, están siendo susti- condicionados), allá una intervención
tuidos gradualmente por una nueva vi- redistributiva directa, más allá dejar ha-
sión apoyada en el diseño de políticas cer a los ciudadanos.16
públicas que atraviesan por varios órga-
nos y varios niveles al mismo tiempo. 16
La cita es de Luis F. Aguilar Villanueva, El
Ya no son los viejos programas guber- estudio de las políticas públicas. Estudio
namentales que se consideraban res- introductorio, Miguel Ángel Porrúa, México,
ponsabilidad exclusiva de los funciona- 1992, p. 32.

45
LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LA DEMOCRACIA

Una visión participativa del quehacer V


público, sin embargo, no ha de confun-
dirse con una ausencia de responsabi- Ya hemos dicho que en ese proceso de
lidad por parte de quienes representan transformación de las prácticas guber-
la vida política en una nación. Sumar la nativas se han ido diluyendo, también,
participación ciudadana a las tareas de los cotos que solían separar a los distin-
gobierno no significa lanzar todas las tos niveles de competencia. La organi-
respuestas públicas hacia una especie zación departamental que acuñó el siglo
de mercado político incierto ni, mucho pasado para responder a las funciones
menos, que el Estado traslade sus fun- de gobierno y los criterios de soberanía
ciones hacia los grupos sociales organi- o de autonomía entre los ámbitos lo-
zados. Lo que significa es un cambio de cales, regionales y nacionales de cada
fondo en las prácticas gubernativas que gobierno. Problema difícil que, sin
llevaron a separar, artificialmente, las embargo, forma parte de las agendas
ideas de representación y de participa- nacionales de las democracias contem-
ción como si no formaran el binomio poráneas.
inseparable de los regímenes democrá-
ticos. Ni es tampoco una nueva forma Si a partir de una visión participativa
de movilización “desde arriba”, porque de la administración pública cada pro-
el elemento clave de cualquier política blema amerita una solución propia y un
pública reside en la libre voluntad de los cauce para hacer posible la participa-
ciudadanos. Ciertamente, no es sencillo ción de los ciudadanos, salta a la vista
distinguir los matices ni las posibles que las rígidas divisiones formales de
desviaciones que suelen ocurrir en la competencias pueden convertirse en un
práctica cotidiana de los gobiernos. Pe- obstáculo a la eficiencia de las respues-
ro tampoco debe perderse de vista lo que tas. La escasez de los recursos dispo-
hemos repetido a lo largo de las páginas nibles y la creciente complejidad de las
anteriores: la verdadera participación sociedades modernas, por lo demás,
ciudadana es el encuentro entre algunos hace cada vez más necesaria la búsque-
individuos que libremente deciden for- da de soluciones flexibles y el apoyo
mar parte de una acción colectiva y de recíproco entre distintas unidades de
un entorno que la hace propicia. gobierno, y de éstas con la sociedad.

46
Es obvio que a finales del siglo xx los organización del gobierno tiendan a
problemas que afronta un gobierno son separarlos.
mucho más complicados que a princi-
pios del xix; pero también lo es que el ¿Quiere esto decir que, ante la cre-
desarrollo tecnológico ha incrementa- ciente participación ciudadana, los go-
do sus posibilidades de respuesta. En biernos deben renunciar a sus divisio-
nuestros días, la comunicación y los in- nes artificiales para presentarse como
tercambios entre distintos países son un solo bloque ante la sociedad? No. Lo
tan amplios como las redes que enlazan que significa es que hay una tendencia
a las ciudades y a las comunidades de creciente a perfeccionar las relaciones
cada nación en particular: la interde- entre gobiernos: entre los niveles loca-
pendencia, esa palabra de la que tanto les, regionales y nacionales de adminis-
oímos hablar cuando se discuten los tración pública dentro de cada país. Se
problemas universales, es también una trata, pues, de otra paradoja producida
realidad hacia el interior de los estados por la convivencia entre representación
nacionales. En las democracias más y participación: si la primera lleva a la
avanzadas cada vez hay menos comuni- elección del mayor número posible de
dades aisladas de toda influencia exte- autoridades, para asegurar que la vo-
rior –si es que las hay–, y cada vez luntad popular esté detrás de cada uno
son más complejos los problemas que de los cargos que exige la administra-
el gobierno debe afrontar. De modo ción pública, la segunda exige que los
que las antiguas divisiones tajantes representantes políticos refuercen sus
entre gobiernos regionales y nacionales lazos de coordinación, entre sí mismos
–que colocaban al ciudadano ante dos y con la sociedad que los ha electo, para
autoridades distintas, con competen- responder con mayor eficacia a las de-
cias cruzadas y diferentes soluciones mandas cotidianas de los ciudadanos.
para las mismas demandas– cada vez Dice bien Richard Rose: “las políticas
son más un obstáculo que una alterna- públicas unen lo que las constituciones
tiva de solución. ¿Por qué? Porque los separan”.17 También podría decirse de
ciudadanos y los problemas que afron-
tan son los mismos, aunque las divisio- “From Government at the Center to Nation-
17

wide Government”, en Yves Mény y Vin-


nes administrativas que sirven para la

47
LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LA DEMOCRACIA

esta manera: la participación ciudada- del pueblo. De acuerdo con la formula-


na lleva a relacionar lo que la repre- ción clásica de Abraham Lincoln, es el
sentación política obliga a fragmentar. gobierno del pueblo, por el pueblo y
Ambos son procedimientos democráti- para el pueblo. En este sentido, buena
cos y ambos están llamados a coexistir: parte de la evolución de los regímenes
las elecciones para designar cargos pú- democráticos se explicaría como un es-
blicos, y las relaciones cotidianas entre fuerzo continuo por hacer más responsa-
sociedad y gobiernos –locales, regio- bles a los gobiernos frente a la sociedad.
nales y nacionales– para dirimir con-
flictos y soluciones comunes. En las democracias la pregunta fun-
damental no siempre es ¿quién debe
VI gobernar?, pues la respuesta alude in-
variablemente a la voluntad popular ex-
Los cambios que la cada vez más amplia presada en las urnas: debe gobernar
participación ciudadana ha introducido quien gane los votos del pueblo. La
en las prácticas de gobierno no se en- pregunta central, una vez que el gobier-
tenderían cabalmente, finalmente, sin no ha quedado formado, podría formu-
el doble concepto de responsabilidad larse más bien de la manera siguiente:
pública. La idea clave que dio paso a “¿qué podemos hacer para configurar
la democracia moderna –no lo per- nuestras instituciones políticas, de mo-
damos de vista– fue la soberanía po- do que los dominadores malos e inca-
pular. Si los reyes soberanos sólo res- paces –que naturalmente intentamos
pondían ante Dios, los representantes evitar, pero que no resulta fácil hacer-
políticos del Estado moderno han de lo– nos ocasionen los menores daños
responder ante el pueblo que los nom- posibles y podamos deshacernos de
bró. Los votos no les conceden una ellos sin derramar sangre?”18 Esta es
autoridad ilimitada, sino la obligación la pregunta central de la democracia.
de ejercer el poder público en beneficio
18
La pregunta está formulada por Karl R.
cent Wright, Center Periphery Relations in Popper en Sociedad abierta, universo abier-
Western Europe, Allen and Unwin, Londres, to. Conversación con Franz Kreuzer, Tecnos,
1985, pp. 22-23. Madrid, 1984, p. 21.

48
La responsabilidad de los gobernan- respuestas flexibles que supone la de-
tes constituye, en efecto, una de las mocracia cotidiana, pero del otro para
preocupaciones centrales de las demo- mantener una estrecha vigilancia sobre
cracias modernas. No sólo en términos el uso de la autoridad concedida a los
de la capacidad de respuesta de los go- gobernantes.
biernos ante las demandas ciudadanas,
como hemos visto hasta ahora, sino del Un gobierno democrático tiene que
buen uso de los recursos legales que los ser un gobierno responsable, en el do-
ciudadanos depositan en sus represen- ble sentido del término, Pero no puede
tantes políticos. Es una palabra con do- llegar a serlo, paradójicamente, si los
ble significado, que lamentablemente ciudadanos a su vez no logran estable-
no tenemos en el idioma español: res- cer y utilizar los cauces de participación
ponsabilidad como responsiveness, en el indispensables para asegurar esa res-
sentido de que los gobernantes deben ponsabilidad. Camino de doble vuelta,
responder ante la sociedad que los eli- la representación política y la participa-
gió y ser consecuentes con sus deman- ción ciudadana suponen también una
das, necesidades y expectativas; y tam- doble obligación: de los gobiernos ha-
bién como accountability: la obligación cia la sociedad que les ha otorgado el
de rendir cuentas sobre su actuación en poder, y de los ciudadanos hacia los
el mando gubernamental. Y en ambos valores sobre los que descansa la demo-
frentes es esencial la participación ciu- cracia: hacia los cimientos de su propia
dadana: de un lado, para garantizar las convivencia civilizada.

49
V. Los valores de la participación democrática

I nos encontramos con formas de parti-


cipación que tienden más a destruir que
Resulta casi tautológico –una explica- a construir nuevos espacios para el des-
ción que se explica a sí misma– decir pliegue de las libertades humanas o para
que el núcleo de la participación ciuda- el encuentro de la igualdad.
dana reside en la actitud de los indi-
viduos frente al poder. Ya en otra parte De modo que es preciso subrayar
habíamos distinguido esa forma de a- que la participación ciudadana apenas
cercarse a los problemas públicos, de podría imaginarse sin una cuota, aun-
tomar parte en ellos, de cualquier otra que sea mínima, de eso que llamamos
forma de acción colectiva. Pero todavía conciencia social. Me refiero a los
no hemos aclarado el último punto: que vínculos que unen la voluntad indivi-
no todas las formas de participación dual de tomar parte en una tarea colec-
conducen a la civilidad ni a la democra- tiva con el entorno en el que se vive.
cia, ni tampoco que el hecho de partici- Abundan los ejemplos de las empresas
par en actividades públicas debe conlle- comunes que olvidan abiertamente los
var una cierta ética: una carga de valo- efectos postreros de la acción inmedia-
res que no sólo deben ser exigidos de ta. El mundo no padecería conflictos
los gobiernos, sino de todos y cada uno sociales ni sufriría la depredación cre-
de los ciudadanos que dicen participar ciente de sus exiguos recursos, por citar
en favor de la democracia. En otras sólo los ejemplos más conocidos, si to-
palabras: que no es suficiente participar dos los seres humanos actuáramos
sin más en cualquier cosa y de cualquier sobre la base de lo que Max Weber llamó
modo para decir que se trabaja en favor una ética de la responsabilidad (ética
de la sociedad. Con más frecuencia de que, por cierto, le asignó especialmente
la que quisiéramos, por el contrario, a los políticos profesionales). Pero ocu-

51
LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LA DEMOCRACIA

rre que la mayor parte de las personas cracia, lo cierto es que esa forma de go-
suele luchar por satisfacer sus intereses bierno sería imposible sin un conjunto
y sus necesidades individuales antes mínimo de valores éticos compartido
que permitirse el sacrificio por los de- por la mayoría de la sociedad. Aun-
más. Y en la mayor parte de los casos, que la gente no participe siempre y en
son esas necesidades e intereses priva- todas partes –ya vimos que eso es sen-
dos los que mueven a los seres humanos cillamente imposible–, la consolida-
a emprender actividades conjuntas con ción de la democracia requiere mante-
otros: los que empujan a la participación ner abiertos los canales de la participa-
ciudadana. De ahí que la trama de moti- ción y despiertos los valores que le dan
vaciones y aspiraciones que rodean la estabilidad a ese régimen.
vida social resulte tan complicada.
Entre la actitud ética y la actitud po-
No obstante, el tema que nos ocupa lítica hay ciertamente diferencias nota-
se encuentra a medio camino entre las bles: “la ética es ante todo una perspec-
razones de cada individuo y la vida po- tiva personal (mientras que) la actitud
lítica: entre los deseos personales y las política busca otro tipo de acuerdo, el
restricciones y los estímulos que ofre- acuerdo con los demás, la coordina-
ce la sociedad. Pero además lo hemos ción, la organización entre muchos de
abordado desde una perspectiva demo- lo que afecta a muchos. Cuando pien-
crática, lo que supone que la sobera- so moralmente no tengo que conven-
nía entregada a los pueblos les impone cerme más que a mí; en política es im-
también ciertas obligaciones. Aquella prescindible que convenza o me deje
idea de la responsabilidad que atañe a convencer por otros”.19 Pero la partici-
los gobiernos de los regímenes demo- pación política, la participación ciuda-
cráticos atraviesa también, inexorable- dana, supone ambos procesos simul-
mente, por el comportamiento de los ciu- táneamente: el convencimiento propio
dadanos. No todo depende de las acerca de las razones que me llevan a
élites. Si bien son éstas las que han participar, y el acuerdo con los demás
de asumir mayores compromisos con el
mantenimiento y el respeto a las reglas
del juego que hacen posible la demo- Fernando Savater, op. cit., p. 11.
19

52
para iniciar una empresa común. De mos. Hay leyes, instituciones y procedi-
modo que en ella se reúnen los valores mientos que regulan la convivencia, pe-
individuales que hacen plausible ro que a fin de cuentas llevan a cada
la iniciativa personal de participar, y los individuo a hacerse responsable de sí
valores colectivos que hacen posible, mismo y de los demás. Tarea difícil y
además, la vida civilizada. Algo que novedosa, cuando la mayor parte de la
Victoria Camps ha llamado, en síntesis, historia del mundo se ha construido a
virtudes públicas.20 través de los grandes líderes, de los diri-
gentes que lo decidían todo y por todos.
II
Por eso la responsabilidad es la pri-
En buena medida, la democracia es una mera de las virtudes públicas que vale
forma de emancipación de las socie- la pena considerar. Si antes dijimos que
dades. Sociedades maduras que han los monarcas absolutos eran responsa-
abandonado la protección más o menos bles únicamente ante Dios, ahora hay
cuidadosa, o más o menos autoritaria, de que agregar que la responsabilidad de
alguien que vigila la convivencia a nom- sus súbditos no era como la que han
bre de todos. En la democracia ya no conocido las democracias modernas,
hay a quien culpar de las desgracias porque ellos no participaban en la con-
sociales, ni tampoco ante quien recla- fección de las leyes que los regían. No
mar sin más el reparto gracioso de be- habían conquistado las libertades que
neficios. Con la democracia los pue- nos parecen tan naturales: los derechos
blos se quedan solos ante sí mismos: ya intrínsecos a la vida del ser humano. Ser
no hay reyes, ni dictadores, ni partidos libre, en cambio, es ser responsable.
totalitarios, ni ideologías cerradas que ¿Ante quién? Ante los individuos con
ayuden a resolver las demandas o a quienes se comparte la libertad. Y en
responder las preguntas que nos hace- ese sentido, la participación ciudadana
en la democracia es también una forma
20
Victoria Camps, Virtudes públicas, Espasa-
de influir y de dejarse influir por quie-
Calpe, Madrid, 1990. La lista de valores que
recojo en lo sucesivo es deudora de las ideas nes comparten la misma libertad de
de ese libro. Para el lector interesado en el participar. Responsables ante nosotros
tema, recomiendo su lectura completa. y ante los demás, pues el propio régi-

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LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LA DEMOCRACIA

men de libertades que hace posible la han decidido ofrecer una parte de sus
participación es, al mismo tiempo, su recursos y de su tiempo en busca de
primera frontera. En otras palabras: se- objetivos comunes, pero que también
ría absurdo que la participación llevara han decidido renunciar a una porción
hasta el extremo de destruir la posi- de sus aspiraciones originales para cua-
bilidad misma de participar. Ese era jar una acción colectiva. Sin tolerancia,
el riesgo que temían los griegos, y es el la participación ciudadana sería una
mismo que obliga a tener presente práctica inútil: no llevaría al diálogo y a
la responsabilidad de los ciudadanos la reproducción de la democracia, sino
frente a la construcción y la consolida- a la confrontación y la guerra.
ción de la democracia.
Por último, la solidaridad: ese térmi-
El segundo valor que conviene re- no difícil y controvertido que, sin em-
cordar es la tolerancia: “el reconoci- bargo, nació desde los primeros mo-
miento de las diferencias, de la diversi- mentos de la Revolución francesa, esa
dad de costumbres y formas de vida”.21 revolución de occidente en busca de
Tolerar no significa aceptar siempre lo libertad, igualdad y fraternidad:
que otros opinen o hagan, sino recono-
cer que nadie tiene el monopolio de la ...la libertad puede existir sin igualdad
verdad y aprender a respetar los puntos –escribió Octavio Paz– y la igualdad sin
de vista ajenos. ¿Por qué se relaciona libertad. La primera, aislada, ahonda
las desigualdades y provoca las tiranías;
esto con la participación ciudadana?
la segunda oprime a la libertad y termina
Porque si la representación política se por aniquilarla. La fraternidad es el nexo
integra a través de los votos, y éstos que las comunica, la virtud que las hu-
suponen una primera forma de acep- maniza y las armoniza. Su otro nombre
tar y de respetar las posiciones de los es solidaridad, herencia viva del cristia-
demás, la participación se construye ne- nismo, versión moderna de la antigua
cesariamente a través del diálogo: de caridad. Una virtud que no conocieron
la confrontación de opiniones entre ni los griegos ni los romanos, enamora-
varios individuos independientes, que dos de la libertad pero ignorantes de la
verdadera compasión. Dadas las dife-
rencias naturales entre los hombres, la
21
Ibid., p. 81.

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igualdad es una aspiración ética que no que la solidaridad es algo más que un
puede realizarse sin recurrir al despo- acto caritativo: es un esfuerzo de coo-
tismo o a la acción de la fraternidad. peración social y una iniciativa surgida
Asimismo, mi libertad se enfrenta fatal-
de la participación ciudadana para vivir
mente a la libertad del otro y procura
anularla. El único puente que puede re-
mejor.
conciliar a estas dos hermanas enemi-
gas –un puente hecho de brazos entrela- Responsabilidad, tolerancia y solida-
zados– es la fraternidad. Sobre esta hu- ridad son valores públicos que se entre-
milde y simple evidencia podría fundar- lazan, por último, con uno más amplio
se, en los días que vienen, una nueva que los abarca: la justicia. Pero de la
filosofía política.22 justicia “sólo conocemos leves y espo-
rádicos destellos. No sabemos cómo
En efecto, la idea de la solidaridad, es la sociedad justa, porque queremos
siendo tan antigua, tiene que recrearse que la nuestra lo sea. Este querer impli-
en el futuro. Pero el matiz con la idea ca una predisposición que puede y debe
fraterna es pertinente: si ésta se en- concretarse en una serie de disposicio-
cuentra ligada a la caridad como un nes. De ellas, tal vez entendamos mejor
acto simultáneo de generosidad y de su significado negativo, lo que no son,
salvación individual, la solidaridad tie- pero esa es ya una vía para conocerlas.
ne que ver con la sobrevivencia de to- Digámoslo ya de una vez: los miembros
dos. La fraternidad se establece entre de una sociedad que busca y pretende
individuos: es una relación entre perso- la justicia deben ser solidarios, respon-
nas, por sí mismas. La solidaridad, en sables y tolerantes. Son éstas las virtu-
cambio, quiere abarcar a la sociedad, des indisociables de la democracia”.23
pero sobre todo pretende surgir de ella. ¿Puede estimularlas la participación
Ningún gobierno puede dar solidaridad ciudadana? Sin duda, pues no hay otro
como tampoco puede dar democracia, camino que reconozca, al mismo tiem-
porque ambas se desprenden de la con- po, la civilidad y la soberanía de los
vivencia entre ciudadanos. De modo pueblos.

22
Octavio Paz, La otra voz, Universidad Com-
plutense de Madrid, 1990, p. 8. Victoria Camps, op. cit., p. 32.
23

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Sobre el autor

Mauricio Merino es egresado de la Escuela Nacional de Estudios Profesionales de


Acatlán. Realizó estudios de posgrado en Derecho Constitucional en el Centro de
Estudios Constitucionales, así como estudios de doctorado en Ciencia Política en
la Universidad Complutense, ambos en Madrid.

Merino es actualmente profesor-investigador en el Centro de Estudios Internacio-


nales de El Colegio de México y preside el Consejo Directivo del Colegio Nacional
de Ciencias Políticas y Administración Pública. Además, es miembro fundador de
la Academia Mexicana de Investigación en Políticas Públicas.

Es colaborador permanente, entre otros medios nacionales y especializados,


del periódico La Jornada y de la revista Nexos. Ha publicado varios libros sobre
el tema de la política, entre los que destacan: Fuera del Centro, Cambio político y
gobernabilidad y La democracia pendiente. Entre sus ensayos más conocidos se
encuentran “La deuda política de México”, “Mirabeau o las circunstancias” y “En
busca de la democracia municipal”.

Fue ganador, entre otros, del premio “Carlos Pereyra” de ensayo político otor-
gado por la Fundación Nexos.

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La participación ciudadana en la democracia
se terminó de imprimir en la Ciudad de México
en el mes de enero de 2013.
La edición consta de 5,000 ejemplares
y estuvo al cuidado de la

Dirección Ejecutiva de Capacitación Electoral


y Educación Cívica del

Instituto Federal Electoral

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