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Zenrin Kushu

(Antología de pasajes de los bosques del zen)

Encima, ningún guijarro para cubrirme.


Debajo, ni una sola piedra donde pisar.
Sentado en silencio, sin hacer nada,
la primavera viene, y la hierba crece sola.

En el espacio abierto no existen delante ni detrás.


Nunca ha habido dos caminos.
Los pájaros nunca han oído hablar
del este o del oeste.

Los gansos salvajes no se proponen reflejarse en el agua;


El agua no piensa recibir su imagen.
Ahueca tus manos, llénalas de agua,
y tendrás la luna.
Abraza las flores y su olor se agarrará a tus ropas.

Montañas y ríos, toda la Tierra,


todos manifiestan la esencia del ser.
La voz del torrente en la montaña es una gran lengua;
Las líneas de las colinas, ¿no son el Cuerpo Puro del Buda?

Mi tejado y mi casa han ardido;


ya nada me oculta la luna que brilla.

No puedes conseguirlo poniéndote a pensar;


no puedes buscarlo sin ponerte a pensar.

Los árboles muestran la forma corporal del viento;


las olas dan energía vital a la luna.

Este espejo roto no reflejará más;


la flor caída no volverá a la rama.

El viejo pino revela la sabiduría divina;


El pájaro huidizo manifiesta la verdad eterna.

“Como una espada que corta pero no puede cortarse a sí misma;


como un ojo que ve pero que no puede verse a sí mismo.
Ver el sol en medio de la lluvia, y tomar agua del corazón del fuego.
Cabalgar sobre la hoja de una espada,
esconderse entre las llamas de un fuego.
No puedes comprender esto por el pensamiento,
pero tampoco puedes buscarlo sin usarlo.
Se como un león, sólo con los cuernos,
se como un toro, sólo sin la cola.”

Nada en absoluto se esconde;


Desde tiempos inmemoriales, todo es claro como la luz del día.
No existe lugar donde residan los pensamientos,
es como buscar las huellas de los pájaros en el cielo.
El agua que ha pasado
el agua todavía por venir,
ahora y siempre fluye.
Pasado y futuro
se superponen y se completan.

La niebla matinal viaja de la mano con los gansos salvajes.


El agua otoñal contiene el mismo color que el cielo.
Si no puedes creerlo,
compruébalo en septiembre, en octubre,
hojas amarillas,
cayendo,
cayendo;
llenando la montaña y el arroyo.

Día tras día el sol se eleva, día tras día el sol se pone.
Continúa sin cesar, siempre hacia el punto donde nada tiene fin.
Sentado inmóvil, esperando que se eleven las nubes blancas.
Amaina el viento, las flores aún caen;
gritan los pájaros, se ahonda el silencio en la montaña.
Para salvar la vida, debes morir.
Sólo cuando se está completamente destruido,
el descanso de la paz llega.

Si no lo encuentras dentro de ti,


¿dónde más lo buscarás?
Si deseas conocer el camino para subir a la montaña,
pregunta a quienes viajan por él continuamente.

Montañas y ríos, la gran tierra,


todos contenidos en la esencia misma.
La voz de la montaña no habla más que un idioma,
líneas y laderas de las colinas,
¿no son acaso el cuerpo de Buda?

Una palabra establece el cielo y la tierra,


una espada nivela el mundo entero.

El día no espera al sol para ser cálido,


el viento no espera a la luna para ser fresco.
¡Si tú no lo matas, el te matará!

“Navega por el agua y no te confundas con las montañas por estar moviéndose.
Iza las velas; tan sólo parece como si los precipicios corrieran a lo lejos.
Precipicios azules, son azules para sí mismos.
Nubes blancas, son blancas para sí mismas.
En este paisaje de primavera, no hay mejor ni peor;
las ramas, cargadas de flores, crecen de forma natural,
unas cortas, otras largas.”
“Vivo, pero no en sueños celestiales.
Entraré en la muerte sin temor al infierno.
Sujeto el asa de la azada, pero mis manos están vacías,
montando el búfalo, y al mismo tiempo caminando.
Cuando camine dentro del bosque,
no moveré ni una brizna de hierba.
Cuando camine por el agua,
ni una onda se agitará.”

Las hojas caen sobre el camino del bosque.

Recibir disgustos es recibir felicidad;


recibir acuerdo es recibir oposición.

Una cosa larga es el largo cuerpo del Buda;


una cosa corta es el corto cuerpo del Buddha.

Como una espada que corta, pero que no puede cortarse a si misma;
como un ojo que ve, pero que no puede verse a si mismo.

Quietamente sentado, sin hacer nada,


llega la primavera y crece la hierba sola.

Al encontrarse ambos ríen, ríen...


El bosquecillo, muchas hojas caídas.

No hay nada igual a andar vestido y alimentarse.


Fuera de esto no hay ni Budas ni Patriarcas.

Ser consciente de la mente, de la naturaleza original:


esa es justamente la gran enfermedad del Zen.

Para salvar la vida hay que destruirla.


Cuando está totalmente destruida, por primera vez quedamos en paz.
Una palabra establece el cielo y la tierra, una espada nivela el mundo entero.

Como las mariposas se acercan a las flores recién nacidas,


Bodhidharma dice: "No sé."

Sobre el Monte Wu-t'ai las nubes hierven arroz;


ante la antigua sala del Buda, perros orinan el cielo.

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