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En 1959, el teólogo germano-americano Paul Tillich (1886-1965), hacia el final de su intensa vida
de estudioso, publicaba un libro singular, Teología de la cultura, que expresa a un tiempo la
caracterización más apropiada de su modo de hacer teología y una perspectiva original en el
contexto de la teología contemporánea.
En el preámbulo de la obra, escribía Tillich: «La finalidad de este libro viene indicada por el título:
Teología de la cultura. Es, en síntesis, sobre la idea de una teología de la cultura].
Aunque haya enseñado durante la mayor parte de mi vida adulta la teología sistemática, el problema
de la religión y de la cultura ha ocupado siempre el centro de mi interés. La mayor parte de mis
escritos [...] tratan de definir el modo en que el cristianismo se refiere a la cultura secular»
Expresion acuñada y usada por Paul Tillich (1886–1965) para referirse al análisis y crítica de una
cultura ( esp. la cultura contemporánea) a la luz del mensaje cristiano. Por cultura, Tillich entiende
todas las manifestaciones del espíritu humano en un tiempo y lugar determinados.
Cada cultura representa una manera peculiar de mirar a la vida. Es una síntesis única de juicios de
valor, creencias, propósitos, esperanzas, aspiraciones y lealtades. La cultura expresa lo que Tillich
denomina el «interés último,» que es lo que él entiende es la religión. La religión es la substancia
que da significado en la cultura y la cultura es la forma de la religión. Si uno puede leer el estilo de
una cultura, puede discernir su interés último. Este es el fin de la tc .
1. En la línea divisoria
Paul Tillich: filósofo, teólogo, escritor y predicador fascinante- esbozó el perfil de su vida en 1936,
Nacido en 1886 en la aldea prusiana de Starzeddel, cerca de Guben (provincia de Brandenburg, hoy
Polonia, a pocos kilómetros de la frontera con Alemania),
En el año en que el pastor suizo Barth publica la primera edición de su comentario a la Epístola a
los Romanos (1919), Tillich comienza su docencia en Berlín abordando el tema de la relación entre
religión y cultura, que representará el hilo conductor de su reflexión.
«La historia de la revelación, cuyo centro es Cristo -afirma en un discurso a los emigrantes-,
comienza con una emigración». La división del camino biográfico, intelectual y espiritual de Paul
Tillich en dos períodos -período alemán (1886-1933) y período americano (1933-1965)- viene
dada por esta emigración. «En la línea divisoria», no es para Tillich un mero dato biográfico, sino
también cultural y espiritual: estar en la línea divisoria no significa sólo estar entre dos continentes,
«entre la tierra natal y la tierra extranjera», sino, a la vez, estar «entre dos mundos», «entre dos
tiempos», estar «en tensión y en movimiento», pensar «no en monólogo, sino en diálogo»: «La línea
divisoria es el mejor lugar para adquirir conocimiento».
La teología de frontera de Tillich se evidencia sobre todo en la relación instituida por él entre
religión y cultura secular y en el método de la correlación, constantemente practicado en la teología
sistemática.
La reflexión de Tillich afronta dos tareas: a) redefinir el concepto de religión, y en este sentido es
decisivo su curso sobre Filosofía de la religión (1925); y b) mostrar la interdependencia entre
religión y cultura.
La dimensión de la profundidad
Para Tillich, la religión es una dimensión necesaria de la vida espiritual del hombre. Es consciente
de que se trata de una tesis contestada tanto por los teólogos como por los filósofos. Es contestada
por los teólogos dialécticos, (La dialéctica: técnica de la conversación; con igual significado, es una rama de la
filosofía cuyo ámbito y alcance han variado significativamente a lo largo de la historia. Originariamente designaba un
método de conversación o argumentación análogo a lo que actualmente se llama lógica) que oponen fe/revelación
a religión: para ellos, el hombre es capaz de cultura, pero en referencia a Dios es sólo receptivo
y, por tanto, incapaz de entrar por sí mismo en relación con Él.
Y es contestada también por la crítica de la religión de la filosofía moderna, para la cual, por
muchas razones, la religión es una creación transitoria del espíritu humano. Para nuestro teólogo, en
cambio, la religión es una dimensión necesaria, pero no es una función especial, ni una actividad
distinta, ni un aspecto particular de la vida espiritual.
«La religión es la sustancia, el fundamento y la profundidad de la vida espiritual del hombre»8; por
tanto, no se pueden separar el ámbito religioso y el secular, porque la religión no es un ámbito, un
distrito particular, sino la dimensión de la profundidad: «Y es desde ahí desde donde puede dar
sustancia, significado último, juicio y coraje creador a todas las funciones del espíritu humano».
Tillich precisa: «El término "incondicionado" indica el elemento de toda experiencia religiosa que
la hace propiamente tal. Todo símbolo de lo divino expresa una exigencia incondicionada, como en
el solemne mandamiento: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con
toda tu mente". No se admite que pueda amarse a Dios de manera parcial, limitada y condicionada.
El término "incondicionado", o el adjetivo sustantivado "lo incondicionado", son abstracciones que
tienen su origen en las máximas bíblicas o en la gran literatura religiosa.
Se expresa aquí de modo descriptivo la tesis central de la teología de la cultura de Tillich: «La
religión en cuanto interés último es la sustancia que-da-sentido a la cultura, y la cultura es la
totalidad de las formas a través de las cuales se expresa el interés básico de la religión.
Tillich introduce a este propósito tres conceptos: autonomía, heteronomía y teonomía, que
interpretan de distinta manera el problema del nomos, es decir, de la ley de la vida y sus
manifestaciones. La autonomía afirma que el hombre, en cuanto portador de la razón universal, es
ley para sí mismo, es la fuente y la medida de su vida en todas sus expresiones.
Una cultura es autónoma si sus expresiones siguen las leyes de la racionalidad inmanente, sin
ninguna referencia a una dimensión última y a una instancia incondicionada. La heteronomía afirma
que el hombre, en cuanto incapaz de actuar según la racionalidad universal, debe someterse a una
ley extraña y superior a él. Una cultura es heterónoma si se somete a instancias eclesiásticas o
políticas.
La teonomía afirma que el hombre está bajo una ley superior que, sin embargo, no le es extraña; en
este caso, «[...] la ley superior es al mismo tiempo la ley más profunda del hombre, radicada en ese
terreno divino que es el terreno propio del hombre: la ley de la vida trasciende al hombre, aun
siendo contemporáneamente su propia ley». De donde se sigue que una cultura teónoma «expresa
en sus creaciones un interés último y un significado trascendente no como algo extraño, sino como
su mismo fundamento espiritual».
Una cultura autónoma es una cultura secularizada, desarraigada del fundamento y vacía de sentido;
una cultura heterónoma es una cultura eclesiastizada o ideologizada y endurecida en sus contenidos;
una cultura teónoma expresa, en la autonomía de sus formas, un contenido religioso que es fuente
de creatividad y de significado.
Tillich conecta el concepto de teonomía con lo que él llama «el principio protestante», que no se
identifica con el protestantismo.
El proyecto de una «teología sistemática» se remonta muy atrás. En una conferencia pronunciada en
Tübingen en 1962, el viejo teólogo comenzaba con un recuerdo: «En este momento me acuerdo del
verano de 1905, cuando yo era estudiante en Tübingen, vivía en la Kirchgasse 11 y abrigaba ya la
idea de conquistar el mundo con un sistema de pensamiento.
La primera concreción de dicho sueño son las 72 Tesis englobadas bajo el significativo título de
Teología sistemática y que llevan fecha de diciembre de 1913.
Según Marc Michel, que ha estudiado las Tesis en el contexto de toda la teología de Tillich, la
Teología sistemática es «la realización del proyecto de 1913». En la vía de esta realización hay que
situar la Dogmática profesada por Tillich en Marburg en 1925, pero el proyecto se verá plenamente
realizado en el período americano, con los tres tomos de la Teología sistemática (I, 1951; II, 1957;
III, 1963).
La Teología sistemática no pretende ser una Summa que trate explícitamente todos los problemas
reales; sin embargo, supera el género literario del ensayo, que se centra en un solo problema, para
afrontar orgánicamente ese abanico de problemas que acucian al hombre en su situación concreta y
que exigen una respuesta. En ella no se practica una «teología de la huida», sino -según la
terminología de la conferencia berlinesa de 1919- una «teología del ataque»
Correlación
La reflexión teológica se desarrolla entre dos polos: la verdad del mensaje cristiano y la
interpretación de esta verdad, que debe tener en cuenta la situación en que se encuentra el
destinatario del mensaje mismo.
La teología kerygmática (representada sobre todo por Barth) toma en consideración únicamente el
mensaje (el kerygma), sin referencia al otro polo, que está representado por «todas las diversas
formas culturales que expresan la interpretación de la existencia por parte del hombre moderno».
De ahí nace el proyecto de Tillich de completar la teología kerygmática con una «teología
apologética», es decir, con una «teología que-da-respuestas» «La teología apologética es una
"teología que-da-respuestas".
Responde a las preguntas implícitas en la "situación" con la fuerza del mensaje eterno y con los
medios que le proporciona la situación a cuyas preguntas responde».
La correlación instituye «una interdependencia entre dos factores independientes»: las preguntas
existenciales y las respuestas teológicas. Las preguntas existenciales surgen de la situación
existencial del hombre.
La razón salvada
En la primera parte de la Teología sistemática se desarrolla la correlación entre razón y revelación.
La razón, mientras no sea sólo razón técnica, sino razón ontológica (del ser o relacionado con
él). que se interroga sobre el ser, remite a algo que la trasciende: en la esfera cognoscitiva, a la
verdad en sí; en la esfera estética, a la belleza en sí; en la esfera jurídica, a la justicia en sí; en la
esfera política, al amor en sí: «La revelación no destruye la razón, sino que es la razón la que suscita
la cuestión de la revelación»41; «La razón no se opone a la revelación, sino que pregunta a la
revelación en cuanto que ésta significa la reintegración de la razón».
b) el segundo tipo es antitético del primero y se expresa con la fórmula «el Cristo de la cultura»,
en cuanto que tiende a armonizar los valores cristianos y los valores culturales: en esta línea se
sitúan los gnósticos cristianos Abelardo y Albrecht Ritschl, con quien
se inicia la corriente del protestantismo liberal, que Niebuhr prefiere denominar, en este contexto,
«protestantismo cultural»;
c) el tercer tipo busca una síntesis entre el radicalismo del primer tipo y las armonizaciones del
segundo, presentando al «Cristo por encima de la cultura», según el axioma de que la gracia
perfecciona la naturaleza: en esta tipología habría que incluir a Clemente de Alejandría y a Tomás
de Aquino;
Según el teólogo católico Cari Armbruster65, la síntesis de Tillich no entraría en ninguno de los
cinco tipos propuestos y analizados por Richard Niebuhr, si bien muestra una afinidad
tanto con el tercer tipo, que urge la necesidad de una síntesis entre cristianismo y cultura, como con
el quinto tipo, por su aguda conciencia de las ambigüedades de la cultura, que exigen ser sanadas y
superadas. La visión de Tillich constituye un tipo original, que Armbruster califica con la fórmula
«el Cristo profundidad de la cultura», lo cual, en términos de filosofía de la religión, se expresa en
la concepción de la religión como interés último; en términos de teología de la cultura, con la teoría
de la teonomía de la cultura; y en términos de teología sistemática, con el método de la correlación.