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Por más de una centuria, los científicos —a nivel general— han soñado con convertir el
elemento más ligero de todos, el hidrógeno, en un metal.
En 1935, los físicos Eugene Wigner y Hillard Bell Huntington predijeron que bajo una
inmensa presión, los átomos de hidrógeno mostrarían propiedades metálicas. Desde
entonces, el hidrógeno metálico ha sido descrito como “el santo grial de la física de alta
presión”.
Silvera explica que a esas presiones extremas, el hidrógeno molecular sólido —que
consiste en moléculas en sitios entramados del sólido— se descompone y las moléculas
fuertemente unidas se disocian para transformarse en hidrógeno atómico, que es un
metal.
La pequeña pieza de metal sólo puede ser vista a través de dos diamantes que se
utilizaron para someter el hidrógeno líquido a una temperatura muy por debajo de la
congelación y a presiones realmente altas.
La pregunta que surge ahora es si este hidrógeno presurizado podría llegar a mantener
sus propiedades metálicas a temperatura ambiente, algo que le otorgaría unos usos muy
interesantes como superconductor. Los autores de este descubrimiento creen que sí,
pero aún necesita ser testado y comprobar su efectividad.
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