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Filosofía de la mente: ¿la nueva antropología filosófica?

por Guillermo Linares Pereda

Son pocas las ramas de la filosofía que tratan cuestiones que requieren una dedicación tan
profunda y compleja… Y para identificar estas cuestiones, es necesario recordar las
preguntas más importantes que la filosofía se ha planteado: ¿quiénes somos?, ¿de dónde
venimos? y ¿hacia dónde vamos? Las tres preguntas por sí mismas han dado la posibilidad
de que surjan disciplinas y tradiciones completas en torno a ellas. Además, no son sólo
estas cuestiones, sino que a partir de ellas surgen otras más fundamentales como la
pregunta por el ser o de cómo se logra pensarlo y aprehenderlo en nuestras categorías; qué
es la justicia y cualquier otra cosa. Pues bien, preguntar por ello ya presupone de alguna
forma preguntar por el ser en uno de sus múltiples modos.
La rama de la filosofía de la que estoy hablando es la antropología filosófica, ya que
ha existido desde los aurores de la filosofía; sin embargo, la antropología como rama de la
filosofía, o sea, la ‘antropología filosófica’ encuentra su consagración relativamente hace
poco en el siglo XX con pensadores como Max Scheler y con una escuela alemana que se
preocupaba por la pregunta: ‘¿qué es el hombre?’. Sin embargo, indirectamente en el
mismo siglo, pero en los países de habla inglesa, éste mismo cuestionamiento surgió con la
misma intensidad…y sí, estoy hablando de la filosofía de la mente. Pero antes de confirmar
esto será menester ir un poco despacio, ya que de bote-pronto no parece sensato sostener
una intuición sin una argumentación, y no creo estar del todo seguro de si el argumento es
consistente.
Para darle fluidez a la pregunta de si la filosofía de la mente es la nueva antropología
filosófica, será necesario identificar de qué cosas tratan cada una de ellas, y porque es
absurdo pensar que son cosas distintas. O sea, supondré en el avance de este escrito que la
antropología filosófica y la filosofía de la mente, en cuanto a conjuntos de palabras que
refieren a algo, esto es: conjunto de inquietudes, objetos de estudio, etc., se comportan
como sinónimos por varias razones, y que dichos sinónimos son diferentes a la
‘antropología filosófica’ que utilizo entre comillas. Asimismo, y antes que todo lo demás,
diré porque utilizo entre comillas ‘antropología filosófica’ a partir de su fundador.
Max Scheler y la ‘Antropología Filosófica’.

Ahondemos en las ideas generales que Max Scheler deja ver en su libro ‘La idea del
hombre y la historia’. En dicho texto, Scheler trata de hacernos ver que todas las ramas del
saber que tienen como objeto de estudio al hombre: medicina, psicología, sociología,
antropología, etc. presuponen de alguna manera una denominación fundamental de lo qué
es el hombre, es decir, de su esencia y de su estructura; esto es, de un ‘cómo’ de sus
relaciones con el mundo. Lo anterior, no es sino un claro ejemplo del grave error –dice el
autor –que comenten dichas disciplinas, ya que todas son inciertas con su idea de hombre y
que, por tanto, es necesario hacer una tabula rasa. Esto quiere decir que hay que dejar de
lado todo lo que se ha dicho y voltear la mirada hacia esa cosa extraña: el hombre (cosa que
no hace Scheler en la obra). Y desde este punto, podremos concordar que hacer una tabula
rasa es imposible y que lo que busca el autor raya lo extraordinario. Pero bueno, aquí sólo
quiero hacer notar que la forma en la que él procede en su obra es a partir de considerar, de
manera sintética, ciertas ideas generales de cómo nos hemos pensado nosotros hombres
occidentales (cómo si el hombre sólo fuera occidental), y cómo a partir de ello han
sucedido grandes acontecimientos históricos y surgido grandes postulados filosóficos.
Veamos el siguiente caso: “X está interesado por estudiar al hombre, y la pregunta que
guía su investigación es: ‘¿qué es el hombre?’. A partir de esta pregunta, X desarrolla una
metodología fenomenológica para ahondar e interpretar la historia de la humanidad
(occidental) y ver los múltiples modos en que se ha pensado al hombre en respuesta a dicha
pregunta. Una vez dada está interpretación, X hace tabula rasa, y luego… etc.”. El caso
está un poco forzado, pero ese es el intento de hacer antropología filosófica de Max
Scheler. Dicho intento puede resumirse en los siguientes puntos: 1) identificar cómo se
comporta la sociedad y sus creencias; 2) cuáles son sus reacciones y sus avances
científicos; 3) decir qué idea tienen de sí mismos a partir de una fenomenología (desde una
metodología que ya supone algo más de nosotros) hacer 4) tabula rasa.
Dichos los puntos anteriores, hacen que resulte valido preguntarse si lo que realmente
está haciendo Max Scheler obedece al cuestionamiento ‘¿quiénes somos?’ o sí sólo quiere
responder a la pregunta ‘¿qué es el hombre?’ o qué cosa es la que busca plantear desde la
‘antropología filosófica’. En la forma en la que él entiende su obra y su planteamiento,
parece que no hay una diferencia semántica entre ambas preguntas, y que ni siquiera se está
pensando en responderla. Sin embargo, veamos por qué sí hay una diferencia semántica:

A) La pregunta ‘¿quiénes somos?’ alude a una cuestión fundamental que no se


circunscribe a un tiempo y un espacio, es decir, es igual en cualquier cultura y obedece
a una inquietud propia de todo hombre: saber quién es.

B) La pregunta ‘¿qué es el hombre?’ es, en cierto sentido, más objetiva ya que ésta se
direcciona hacia el objeto de estudio que en este caso es el hombre.

En la definición de A, se está planteando un problema que tiene que ver con la filosofía, y
que todo hombre puede hacerse mientras piensa sobre sí mismo. B parece, por su parte,
una pregunta más objetiva e imparcial. Pero el modo en que las emplea Max Scheler, y su
forma de hacerlas equivalentes en significado, deja mucho que desear, porque para él la
pregunta ‘¿qué es el hombre?’ o ‘¿quiénes somos?’ son sospechosas, por no decir
engañosas, respecto de qué es lo que se quiere responder. De ahí que quiera hacer tabula
rasa. Pues bien, si se hace tabula rasa, entonces hay mayor probabilidad de preguntar
correctamente; pero, si no se puede hacer tabula rasa, entonces no se puede preguntar
correctamente.
Yo creo que el planteamiento de las premisas de la condicional es falaz, porque
presupone que es necesario deshacerse de todo para poder preguntar por el hombre o por
nosotros mismos. De ahí que su antropología filosófica de Max Scheler tenga que ser sobre
algo ajeno al hombre como lo serían las ideas o la historia de esas ideas, y no directamente
hacia el hombre (como sería sensato esperar de un fenomenólogo que quiere responder a la
pregunta de A o B), y de ello surge una inconsistencia. Ya que es válido preguntar qué está
entendiendo el autor por antropología filosófica. Lo cual, bueno, deja la intuición de que lo
que está haciendo Scheler no tiene relación con ella.
Por tanto, concluyo en este apartado que todo intento de hacer antropología filosófica
indirectamente: sin tomar en cuenta al objeto de estudio en sí mismo, no es sino otra forma
de hacer ‘antropología filosófica’. Ya que la ‘antropología filosófica’ entre comillas, en
primer lugar, no diferencia las preguntas A o B, o sea, piensa, el que hace este tipo de ‘AF’,
que A = B, mientras que nosotros nos hemos percatado que ambas preguntas son distintas.
Pero, hay que tener cuidado, porque esto no quiere decir que tanto A como B no puedan ser
plateadas en conjunto, ya que: si pregunto por B y doy una explicación satisfactoria desde
cualquier rama, entonces queda la pregunta A, y para que no sólo sea ‘n’ disciplina y que
se tenga una imagen sobre ‘el x tal y tal’ completa, es necesario preguntar tanto A como B.
Pasemos ahora a la filosofía de la mente, y veamos por qué esta puede ser considerada
como la “nueva” antropología filosófica.

La filosofía de la mente y la antropología filosófica.

Antes de pasar a hacer la equivalencia entre la AF y la FM, considero necesario decir un


poco qué es la filosofía de la mente y como sus problemas siempre han sido problemas
para la filosofía. La filosofía de la mente parte de ver al hombre como la criatura que tiene
una característica que lo define y lo diferencia de las demás creaturas: el tener una mente 1.
Al tener mente, en general lo más sensato es preguntar: ‘¿qué es la mente?’ y a partir de
dicha pregunta se generan debates interminables en torno a las preguntas periféricas: ¿de
dónde proviene?, ¿por qué existe?, ¿cómo funciona? y ¿cómo se relaciona con el cuerpo?
Asimismo, la filosofía de la mente trata sobre los problemas conceptuales que surgen al
estudiar la mente y las cosas que pasan en ella, es decir, el estudio de la naturaleza de las
sensaciones, la conciencia, la percepción, el deseo, el razonamiento, la intencionalidad, la
imaginación, las creencias, etc. ya que explora la relación que hay entre el mundo físico y
el mundo mental, esto es, entre lo que pasa en la mente y lo que pasa en el cerebro.
Además, la filosofía de la mente se plantea cosas tales como el determinismo y la
causalidad mental, dependiendo de cómo se respondan a las preguntas anteriores, ya que
dicha filosofía puede repercutir todos los ámbitos del saber humano. Toda esta definición
general y muy carente de detalle nos está dando pauta para intuir por qué motivo puede ser
la nueva antropología filosófica.
Echemos un vistazo a la tradición. Desde Platón y Aristóteles la inquietud por la
mente humana, en este caso el alma, era muy amplía, porque sabían que dependiendo de su
naturaleza iban a depender todas sus conclusiones. Inclusive Rene Descartes, un filósofo
comprometido con la búsqueda de certezas, tuvo que pensar en esto para poder dar cuenta
de la fundamentación de su conocimiento; ya que, si no hay una distinción real entre el

1 Inclusive esta idea a sido sometida a juicio por filósofos como Chalmers… e inclusive otros como
Churchland suponen una renuncia a la mente, estableciendo que la naturaleza de la pregunta, en sí misma
tiene un error lingüístico.
alma y el cuerpo, todo lo que se da de manera innata en el alma no podría existir, y las
matemáticas serían un saber empírico e incierto. Un filósofo más que sabía de la
importancia de este cuestionamiento fue Spinoza, ya que él mismo reconocía que su
mentor Descartes estaba equivocado al suponer como funcionaba el cuerpo y de cómo éste
se relacionaba con el alma. Sin embargo, no fue hasta que David Hume lo hizo
explícitamente, siguiendo un poco las lecciones de Locke, que no hay cosa mas importante
para la filosofía que responder a la pregunta ‘¿quiénes somos?’, Pues bien, él dice que:
“Cita de Hume”…
A partir de esta cita de Hume, podemos entender un poco más de la manera cómo se
ha comportado la antropología filosófica a lo largo de la historia de la filosofía. Y sin duda
sabemos que la forma en la que los grandes filósofos han tratado de responder a la
pregunta de ‘¿cómo conocemos?’ y ‘¿cómo funciona nuestra mente, alma, espíritu, etc.?’
ya supone que los problemas de la filosofía de la mente no son cuestiones contemporáneas,
sino que obedecen a una estructura esencial de los planteamientos primeros que el hombre,
el filósofo propiamente, se hace. En este sentido, sería ridículo decir que la filosofía de la
mente hizo tabula rasa y que comenzó preguntando por el hombre desde cero. De hecho,
considero que la forma de hacer antropología filosófica no es sino la forma de hacer
filosofía de la mente dada la evidencia empírica que la tradición misma nos da.
Si la filosofía de la mente no hizo una tabula rasa, entonces, ¿qué cosa hizo o sigue
haciendo? De manera opuesta a Scheler, los filósofos contemporáneos están revisando los
conceptos, planteamientos, argumentos y demás de los filósofos de antaño referente al
problema. Pues bien, es necesario someter a juicio y ver qué cosas ‘sí’ y qué cosas ‘no’ son
validas respecto de lo que la filosofía ha dicho de la mente, en este sentido, del hombre
mismo. Ya que, mientras Scheler pensaba que las ideas estaban circunscritas a una época y
que estás determinaban a una época, la filosofía de la mente considera la legitimidad y la
imparcialidad de los planteamientos con la finalidad de lograr un análisis objetivo, claro y
distinto de lo que se ha pensado sobre nosotros. Además, la filosofía de la mente busca
responder a la naturaleza de su objeto de estudio, y para ello establece diálogos
interteóricos que le permiten ahondar más en el asunto, más allá de repetir ideas
anticientificistas que en vez de abonar a la profundidad de la indagación, sólo fomentan el
retardo cognitivo y la pereza filosófica. Pues es muy diferente acercarse a algo concreto del
objeto de estudio como lo es el cerebro, a optar por revisar la arbitrariedad de los registros
históricos.

Conclusión

Concluyo mi trabajo diciendo un par de cosas sobre la sinonimia entre AF y FM, y dando
una respuesta a la pregunta que nos acompañó a lo largo de esta reflexión.
El registro del pensamiento de los filósofos sobre sus inquietudes respecto del hombre
nos da a entender que las preguntas A y B son preguntas que han estado en la tradición
desde un inicio. Además, tanto AF como FM, aunque no fuesen nombradas o que no fuesen
disciplinas o ramas de la filosofía concretas, esto no quiere decir que no se desarrollaran.
De hecho, la FM está desde siempre, porque la cuestión de pensar sobre nosotros mismo lo
ha estado. Por eso veo que hay mayor naturalidad y autenticidad en la FM que en la
‘antropología filosófica’ desarrollada en los últimos años. Si abría que optar por estudiar la
antropología filosófica, considero que se debe comenzar por la filosofía de la mente…
Respondiendo a la pregunta de sí la filosofía de la mente es la nueva antropología
filosófica solo puedo decir, al igual que Collin McGinn, SI Y NO.

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