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MATEO, EL COBRADOR DE IMPUESTOS;
yY TOMAS, EL GEMELO
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Pasando Jestis de allt, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba
sentado al banco de los tributos piiblicos, y le dijo: Slgueme. Y se le-
vant y le siguid.
—Mate0 9.9
Dijo entonces Tomds, llamado Didimo, a sus condiscipulos: Vamos
también nosotros, para que muramos con él.
—Juan 11.16
OMO HEMOS VISTO HASTA AHORA, uno de los hechos
que sobresale en las vidas de los doce apéstoles es cudn
sencillos y poco refinados eran cuando Jestis los en-
contré. Los doce, con la excepcién de Judas Iscariote, eran de
Galilea. Toda esa regién era predominantemente rural y estaba
formada por pequeiias aldeas y villas. Su gente no era de ningu-
na manera de la élite. No eran conocidos por su educacién aca-
démica. Eran lo mis comin y corriente entre lo comin y
corriente. Eran pescadores y campesinos.
Asi eran también los discipulos. En forma deliberada, Jestis
pasé de alto a los aristocraticos e influyentes y escogié hombres
mayormente de lo despreciable de la sociedad.
Asi ha sido siempre en el sistema de Dios. Bl exalta al humil-
de y pone en su lugar a los soberbios. «De la boca de los nifios y
de los que maman, fundaste la fortaleza» (Salmo 8.2). «Porque
derribé a los que moraban en lugar sublime; humillé a la ciudad
161Dock HOMBRES COMUNES Y CORRIENTES
exaltada, la humillé hasta la tierra, la derribé hasta el polvo. La
hollara pie, los pies del afligido, los pasos de los menesterosos»
(Isafas 26.5-6). Dios le dijo a Israel: «Y dejaré en medio de ti un
pueblo humilde y pobre, el cual confiard en el nombre de Jeho-
va» (Sofonias 3.12). «Asi ha dicho Jehova el Sefior: Depén la
tiara, quita la corona; esto no serd més asi; sea exaltado lo bajo, y
humillado lo alto» (Ezequiel 21.26).
No es de sorprender, entonces, que Jestis desdefiara la
creencia que tenian ciertas personas de creerse superiores. Los
lideres religiosos de sus dias (como la vasta mayoria de las cele-
bridades religiosas aun en la actualidad) eran ciegos guiando a
ciegos. La mayor parte de los miembros de la jerarquia religiosa
judia en los dias de Jesiis eran tan ciegos espiritualmente que
cuando el Mesias vino ¢ hizo milagros delante de sus propios
ojos, aun asi no lo vieron como el Mesias. Mas bien lo vieron
como un entrometido, un intruso. Lo consideraron su enemi-
go. Y desde el mismo comienzo, desde el primer momento que
El predicé en publico, buscaron la manera de darle muerte (Lu-
cas 4.28-29).
Al final, fueron el jefe de los sacerdotes y el concilio gober~
nante de Israel los que guiaron a la multitud a pedir la sangre de
Jesiis. La jerarquia religiosa lo odiaba. Entonces, no es de extra~
fiarse que cuando lleg6 el momento para que Jestis eligiera y
nombrara apéstoles, él no se fijara en la élite religiosa, y en
cambio escogiera hombres de fe sencillos que eran, desde todo
punto de vista terrenal, vulgares.
No era que los lideres religiosos que se crefan justos no cre-
yeran en los milagros de Jestis. En ninguna parte del Evangelio
se dice que alguien haya negado la realidad de los milagros de Je~
sits. {Quién hubiera podido negarlos? Eran tantos, y la gran ma~
yoria hechos pitblicamente, que ni el més escéptico de los
enemigos de Jestis se habria atrevido a negarlos. Por supuesto,
algunos trataron en forma desesperada de atribuir los milagros
de Jestis al poder de Satands (Mateo 12.24). Nadie, sin emba:
go, negé jams que los milagros fueran reales. Todo el que qui-
sicra podia ver que El tenfa poder para echar fuera demonios y
hacer los milagros que quisiese hacer. Francamente, nadie
162Mateo y ToMAs
podia preguntarse si El tenfa poder sobre el mundo sobrenatu-
ral. =
Pero lo que irritaba a los lideres religiosos no eran los mi-
lagros. Ellos podrian haber vivido con el hecho de que Jestis
habia caminado sobre el mar o que pudo alimentar milagro-
samente a cinco mil personas. Lo que no podian tolerar era
que los Ilamara pecadores. Ellos jamis se reconocerian como
pobres, cautivos, ciegos y oprimidos (Lucas 4.18). Eran san-
turrones demasiado presuntuosos. Por eso es que cuando
vino Jestis (asi como Juan el Bautista habia venido antes que
El) predicando arrepentimiento y diciendo que todos ellos
eran pecadores, miserables, pobres, ciegos bajo la esclavitud
de su propia iniquidad y que necesitaban perdén y ser lim-
pios, nolo pudieron tolerar. Pot lo tanto, fue finalmente por
su mensaje que ellos lo odiaron, lo vilipendiaron y termina-
ron ejecutindolo.
Por eso fue que cuando Ilegé el tiempo para que nombrara
apéstoles, escogié hombres humildes, comunes y corrientes.
Hombres que no fueron renucntcs para reconocer su propia
pecaminosidad.
MATEO, EL PUBLICANO
Con toda probabilidad, ninguno de los Doce fue més notorio
como pecador que Mateo. En Marcos 2.14 se le llama por su
nombre judio, «Levi hijo de Alfeo». En Lucas 5.27-29, Lucas se
refiere a él como «Levi», y como «Mateo» cuando enumera a
Jos Doce en Lucas 6.15 y en Hechos 1.13.
Mateo, por supuesto, es el autor del Evangelio que lleva su
nombre. Por esa raz6n, podrfamos esperar contar con gran can-
tidad de detalles acerca de este hombre y su caracter. Pero la
verdad es que sabemos muy poco de él. Lo tinico que sabemos
con seguridad es que era un hombre humilde, modesto, que se
mantuvo casi completamente en el trasfondo a través de su lar-
go relato de la vida y ministerio de Jestis. En todo su Evangelio
menciona su nombre solo dos veces. (Una es cuando recuerda
su llamado, y la otra cuando enumera a los doce apéstoles.)
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