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Vals con Bashir

Reseña

En Vals con Bashir, una película de animación, Ari Folman, el director de la


misma, quien a los 19 años participó en la guerra en Libano en 1982, cuando
ocurrió la masacre en los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila,
bajo el amparo del ejército israelí, trata de recuperar los recuerdos de la
traumática experiencia de ese tiempo, que al parecer él la ha olvidado por
completo.

En el multipremiado film, exhibido en 2008 en Israel, los sueños se abordan


con frecuencia, y a menudo se vuelven a visitar, para enfatizar la naturaleza
enmarañada y laberíntica que la mente posee cuando los recuerdos del pasado
resurgen en la conciencia.

Desde la secuencia de apertura de la película, el sueño de Boaz, camarada


de Folma, en la cual perros salvajes se precipitan por las calles en la noche y se
detienen de repente frente a un edificio, ladrando hasta una ventana, en cuyo
momento un hombre emerge de las sombras con un rifle, hasta el sueño en el cual
Folman surge junto con otro dos compañeros del mar hacia la playa de la costa
oeste de Líbano, cerca de los campos de refugiados, mientras unas luces de
bengala surgen al fondo en plena noche y que finaliza cuando Folman pasea por
calles desoladas y surge una multitud de mujeres de luto con velos negros.

La primera escena referida señala la inquietud de la mente de Boaz y


apunta a su necesidad de desenterrar un recuerdo que ha sido colocado en un
rincón inaccesible de su conciencia casi 20 años después. Como es la tendencia
de los recuerdos traumáticos, la masacre de los perros regresa inadvertidamente a
su conciencia muchos años después de que ocurriera en la forma de un sueño
recurrente.

El trauma de la guerra se recrea visualmente en la pesadilla de los perros,


donde solo ahora, en una respuesta tardía, adquiere un significado legible. Boaz
quería olvidar la trágica experiencia del asesinato después de que ocurriera, sin
embargo, después de someterlo por tanto tiempo, la experiencia amenazante
volvió a atormentarlo años después.

El sueño de Boaz establece el escenario para el tema de descubrir la


represión mental, actuando como un momento clave para desencadenar la
inquietud de la mente de Folman. Su repetida negación al recordar sus
experiencias de guerra es una manifestación del trastorno de estrés
postraumático, y significa la presencia de un mecanismo de defensa psicológica.

El recuerdo de Folman es fundamental para este retrato de la represión y la


recuperación final de la memoria. Resurge y se reitera varias veces a lo largo de la
narración.

Un enfoque animado permite que la estructura de la película se centre en


un género psicológico donde los recuerdos y las alucinaciones se pueden
reconstruir, reproducir y entretejer en la narración.

Los eventos aparentemente no relacionados en la narración, como las


conversaciones con amigos y las entrevistas con expertos, actúan como un
catalizador para el resurgir de este recuerdo en particular y los recuerdos
posteriores de la guerra.

Freud en “Más alla del principio del placer” nos plantea que en la vida
onírica, en sus sueños, el sujeto afectado de neurosis traumática vuelve una y otra
vez a rememorar la situación penosa sufrida. El enfermo se halla, pues, fijado
psíquicamente al trauma.

En la cinta, Folman muestra que los recuerdos y los sueños pueden actuar
como evidencia sobre las experiencias de guerra y costo psicológico que tiene la
misma no solo en un grupo, sino en todos los involucrados.

Este rechazo a "recordar" es similar al rechazo del veterano de guerra


Carmi Canan de sus recuerdos de guerra cuando afirma que "simplemente no
están almacenados en su sistema". Al igual que Folman, no puede recordar
ningún evento concreto que condujo a los días de la masacre en Sabra y Chatila.
Las barreras mentales han impedido el acceso a los verdaderos recuerdos del
incidente.

Los mismos mecanismos mentales que impiden a Folman recordar todo lo


relacionado con la masacre están trabajando para proteger la psique de Carmi.
Este evento traumático provoca una experiencia fuera del cuerpo para Carmi,
quien admite que a su corta edad no pudo comprender la situación mentalmente.

Como en el caso del sueño de Boaz y el flashback de Folman, no existe


una asociación directa entre el trauma y su representación en la memoria.

Vals con Bashir crea una atmósfera surrealista en la que varias narraciones
se entrelazan alrededor de la búsqueda de Folman para recuperar sus recuerdos
perdidos de la guerra.
En efecto, la película está separada de las imágenes históricas reales hasta
el final, donde se muestra el metraje de la masacre para simbolizar la
recuperación de los recuerdos que los protagonistas han enterrado durante años.

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