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INTRODUCCIÓN

Nuestro interés para realizar el siguiente trabajo recayó sobre las problemáticas
ambientales y sociales que se están generando a causa del uso de agrotoxicos en la
producción de alimentos, evidenciados en notas periodísticas recientes como lo fueron
los casos de Fabián Tomasi, un hombre de Entre Ríos que se convirtió en el símbolo de la
lucha contra la corporación agrotóxica más conocida, Monsanto; y el de Antonela
Gonzales, una nena de 9 años que vivía en la misma provincia que Fabián, que falleció en
2017 por contraer leucemia, una de las tantas enfermedades que se asocian al uso de
uno de los agrotoxicos más usados: el glifosato.

Debido a este producto nos encontramos con altas tazas de toxicidad en las aguas
y suelos ante el descubrimiento de una de las características del glifosato, la cual es que
no se degrada, se acumula y se viene acumulando desde hace unos 30/40 años cuando
comenzó a usarse en el modelo sojero de siembra directa. Su poder residual por supuesto
que trae aparejada otras problemáticas que vamos a desarrollar.

PROBLEMÁTICA SOCIAL Y CONFLICTO

Por causa de lo anterior expuesto nos encontramos ante una problemática social:
las personas en Entre Ríos contraen cáncer y enfermedades asociadas al sistema urinario
y digestivo, así como también se han multiplicado la cantidad de abortos y muertes de
niños pequeños. Y he aquí nuestro conflicto social: los reclamos de la sociedad civil para
evitar el uso de agroquímicos que afectan a su calidad de vida y la negación de este hecho
por parte de aquellos que lo utilizan cuyos intereses económicos se verían afectados ante
el derrumbe del modelo agrotóxico. Esta puja entre un sector que argumenta la
inocuidad del glifosato y busca evitar su prohibición y el reclamo por una mejor calidad
de vida de la sociedad civil que se alarma por saber que consume agua y alimentos
contaminados, que le teme a los aviones que fumigan y que salen a hacer marchas y
pedidos como la prohibición del glifosato es la que vamos a analizar.
DELIMITACIÓN ESPACIAL

Nuestro trabajo va a tener como limitación espacial la provincia de Entre Ríos,


puntualmente la zona de Gualeguaychu, Urdinarrain y Paranacito en la cual se dan cuenta
muchísimos casos de cáncer, sobre todo en niños, por ser una de las provincias de
Argentina más fumigadas debido a la expansión del monocultivo sojero en los últimos 30
años. MAPA

ACTORES SOCIALES

En el presente conflicto socio ambiental presente se pueden identificar varios


actores sociales que intervienen los cuales tienen diferentes intereses.

Comenzamos haciendo referencia a la sociedad, y la toma de postura en la cual


se encuentran en contra del uso de agrotóxicos, como el ejemplo del Glifosato. Esta
postura se encuentra fundamentada en las consecuencias respecto a la salud que estos
generan, como así también la contaminación del suelo y agua. La sociedad reclama y
marcha por las personas que ya no se encuentran entre ellos, para que se prohíba el uso
de estos agrotóxicos, para el cuidado de la población y para dar cuenta que la vida vale
más que las ganancias económicas de los grandes productores sojeros. Así se han
conformado organizaciones como Donar Vida (ONG) o movilizaciones como Stop Cáncer,
como también un sector ha estado desarrollando un modelo alternativo para la
producción de alimentos: el de los productores agrícolas agroecológicos. Es importante
mencionar al Centro de Producción de Alimentos Municipal (Cepam), de Gualeguaychú,
el cual es un programa apoyado por el gobierno local. Por lo que, este Centro produce y
cosecha verduras y frutas libres de agrotóxicos, las cuales son para abastecer
dependencias municipales como jardines, comedores infantiles, Hogar de Ancianos.

La Sociedad Rural de Entre Ríos, es un actor el cual ha tomado una postura en la


que defienden el uso controlado de agroquímicos, ya que aseguran que no hay evidencias
científicas sobre la relación de estos con enfermedades como el cáncer. Este actor,
expone que los agrotóxicos, como el glifosato son una herramienta para la producción, y
con la prohibición del uso de estos, muchos productores se verán afectados
negativamente. Por su parte, representantes de este agronegocio, expresan que esta
prohibición perjudicaría la exportación de granos. De su lado y apoyando los argumentos,
se encuentra la Asociación Argentina de Siembra Directa, que por supuesto puja por la
no interrupción del desarrollo de la agricultura transgénica, directa y fumigada.

En lo que respecta a la posición del gobierno local, sobre el uso de agrotóxicos, el


Concejo Deliberante de Gualeguaychú, prohibió la aplicación, transporte,
almacenamiento y comercialización del glifosato en el municipio, ya que es considerado
una sustancia cancerígena. Por lo que los incumplimientos de esto, conllevará a
decomisos y multas. La Ordenanza Municipal N° 12.216/18 denominada Glifosato Cero.
Frente a esta situación, a partir un fallo de una juez Federal, comerciantes pudieron
continuar con la venta de glifosato.

Por último se encuentran el último eslabón donde se han visualizado los


problemas en la salud y se han comenzado a hilar cabos: los centros de atención médica
como el Hospital de Gualeguaychu, Servicio de Oncología del Hospital Centenario de
Gualeguaychu, el Hospital Garrahan donde arriban muchos niños de la provincia de Entre
Ríos y la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (OMS). Estos diversos
actores evidencian posturas distintas, algunas de omisión y otras de indagación y
preocupación por el tema.

MARCO TEÓRICO
En las últimas décadas del siglo XX y principios del XXI, se han dado una serie de
transformaciones a nivel global y nacional que han permitido la apertura del agronegocio
con sus consecuentes cambios en la producción, en las relaciones humanas, en las
relaciones con el ambiente, en el mercado mundial/local y sobre todo en la salud.

Luego del despliegue del neoliberalismo en los años 70 y sus políticas de no


intervencionismo por parte de los Estados en el mercado, las grandes empresas
multinacionales tecnológicas y bioquímicas junto con los grandes productores de
materias primas se volcaron a la búsqueda de un aumento de la productividad (cualquiera
fuera su costo) para reinsertarse en el comercio mundial cuyo juego los dejaba en
desventaja ante la inequidad que siempre construyó la División Internacional del Trabajo,
pero que hora habilitaba a todos los participantes la producción y uso masivo de algunos
productos primarios utilizados por las grandes economías mundiales, los commodities.
Estos últimos se caracterizan por ser de tipos energéticos como el gas y el petróleo; de
tipo metales como el oro, cobre, zinc o los tipos cereales como el maíz, el trigo o la soja.
Por la comercialización de estos últimos commodities es que se van a dar una serie de
cambios en la forma de producirlos reconocidos mundialmente como “revolución Verde”
que implicó la extensión de la mecanización e implementación de tecnologías
avanzadas que incluyó las maquinarias para la siembra directa, ampliación de la
infraestructura de riego, incremento del uso de fertilizantes, introducción de nuevas
especies, la modificación en semillas, paquetes de pesticidas, fertilizantes, herbicidas, y
uso de suelos de manera no rotativa, hizo que en la década de los 90 Eduardo Santos
advirtiera que la creciente inclusión de América Latina en los mercados agroalimentarios
internacionales, si bien iba a darle un nuevo impulso al sector agrícola de los países,
traería nuevos costos y riesgos, que definía como “... la creciente influencia del capital
trasnacional, la dependencia del mercado mundial y la necesidad de operar en mercados
cada vez más competitivos...”(Santos, 1992: 336)entre esos costos y riesgos también van
a estar los ambientales y sociales que el modelo acarrea. Como dice Carlos Reboratti, en
diferente grado, casi todos los países de América Latina se incluyeron en este proceso,
con diversos productos relacionados a los diferentes potenciales ambientales y las
distintas estructuras agrarias: frutas en Chile y Brasil, carne en Centroamérica, camarones
en Ecuador y, por supuesto, soja en Argentina. 1

El economista e investigador Teubal mencionó a nuestro país como parte de ese


juego: “Durante el siglo XX la Argentina –junto a países como Australia, Canadá, Nueva
Zelanda e, incluso, Estados Unidos– se constituyó en un importante exportador de carne
vacuna y cereales (trigo, maíz, girasol, entre otros granos) a la economía mundial.”
Además esos productos eran alimentos básicos de consumo popular en el mercado
interno. Se trataba de una producción centrada en la región pampeana, ya que en las
regiones extrapampeanas se producían los tradicionales cultivos industriales, orientados
en su mayor parte hacia el mercado interno: caña de azúcar en el Noroeste (provincias de
Tucumán y Salta); algodón, yerba mate en el Noreste; frutales diversos (manzanas, peras,
uvas) en el Valle del Río Negro, y Cuyo, que, hacia mediados y fines del siglo, comenzaron
también a exportarse. En la década de los setenta se establecieron nuevas variedades de
cereales y oleaginosas en el campo pampeano y se introdujo la doble cosecha. Esto es, en
vez de alternar la producción agrícola con la ganadería, se originó una mayor
“agriculturización” expresada en la siembra de dos cultivos agrícolas anuales. 2

En estas circunstancias internacionales y nacionales se crean el maíz y la soja RR


(Roundup Ready), o más reconocida mundialmente como soja transgénica, cuya
característica principal es ser inmune al poder de los agroquímicos y rendir más que la
soja común. En palabras de Sebastián Gomez Lende (2006) ese fue el papel desempeñado
por la ingeniería genética en cuanto a la cronoexpansión de la frontera agropecuaria,
manipulando el espacio-tiempo de la naturaleza en el contexto medio técnico-científico-
informacional.

Puntualmente en Argentina, la producción del poroto de soja sin modificaciones


se había concentrado en la región pampeana, pero ante las políticas neoliberales del 90,
avanzó el “monocultivo cuando el entonces secretario de Agricultura de Carlos Menem,
Felipe Solá, autorizó la siembra de semillas modificadas genéticamente y el uso intensivo
de glifosato. En 1997, en Argentina se cosecharon once millones de toneladas de soja

1
Reboratti, Carlos “Un mar de soja: la nueva agricultura en Argentina y sus consecuencias” 2010, Pág.
64
2
Teubal, Miguel “Expansión de la soja transgénica en la Argentina”98
transgénica, y se utilizaron seis millones de hectáreas. Diez años después, en 2007, la
cosecha llegó a los 47 millones de toneladas, abarcando 16,6 millones de hectáreas. El
cultivo desplazó al trigo, y ya ocupa la mitad de la tierra sembrada del país. En sólo una
década, Argentina se transformó en el segundo productor mundial de transgénicos del
mundo.”3afirma Darío Aranda.

Una de las medidas que permitió esto fue la promulgación del Decreto de
Desregulación de 1991, que eliminaba todos aquellos organismos estatales encargados
de regular las actividades agropecuarias, la soja transgénica y sus grandes productores se
fueron expandiendo hacia las provincias del noroeste y nordeste imposibilitadas hasta
entonces de producirla sin esos cambios que implementaron los sojeros: la siembra
directa junto con el paquete tecnológico y la reconversión del trabajo. Miguel Teubal
explica que “El paquete tecnológico consiste en combinar esta semilla con el sistema de
la “siembra directa”, complementado con el glifosato (para la eliminación de las malezas
que quedan)”4 afectando a las economías regionales, y más aun a los pequeños
productores o economía indígena familiar cuyo trabajo se ve desplazado por máquinas
dirigidas por una sola persona, eliminando la posibilidad de ser incluidos en el modelo
nuevo de uso de la tierra. Como en toda producción, los grandes ganadores de este
cambio productivo son las empresas y entre ellas una de las más reconocidas empresas
agrotecnológicas: Monsanto. Su papel como creador y distribuidor del paquete que
“reducirá el hambre en el mundo a arraigado en muchos de los países que producen soja,
sin ningún tipo de reparo ante las posibles consecuencias que su uso indiscriminado
pueda ocasionar.

En la carrera desesperada por la producción para vender al mercado mundial este


commoditie de alto rendimiento, se fue desplazando a las actividades típicas por las que
siempre se caracterizó a Argentina: ganadería y otros cereales como el trigo y el maíz en
las zonas pampeanas, para luego ascender hacia las zonas extrapampeanas en
detrimento de los montes y la biodiversidad que en ellos habita, así como también
adelantando la erosión del suelo y el desgaste de los nutrientes. Algunos de esos otros
productos primarios estaban vinculados a la demanda nacional de alimentos y, por ende,

3
Aranda, Darío “Soja, desalojos y degradación ambiental” Pág. 4
4
Teubal, Miguel “Expansión de la soja transgénica en la Argentina”99
“mucho más relacionados a la soberanía alimentaria de los argentinos. El doctor
ingeniero Walter A. Pengue asegura que en la actualidad la soja ocupa más de 50% de la
superficie total con agricultura en Argentina. En los últimos cinco años, además del
avance sobre frontera agropecuaria, la soja alcanzó a desplazar alrededor de 4,600,000
hectáreas dedicadas a otras producciones (maíz, algodón, girasol, fruticultura,
horticultura y pasturas para ganadería)”5.

El poroto de la soja además de ser de rápido proceso de producción, permitiendo


dos cosechas anuales, también extrae muchísimos nutrientes del suelo, entre ellos
grandes cantidades de fósforo, agrandando así la deuda ambiental que el capital y sus
intereses generan en suelo Argentino. Así como la deuda de fósforo y otros nutrientes, la
soja y este modelo de producción también adeudan grandes cantidades de agua virtual
que viaja años tras años en contenedores y buques para llevar aquellos porotos que tanta
agua costaron conseguir. Según Pengue, el agua virtual es la “cantidad de agua por
unidad de alimento que es o que podría ser consumido durante su proceso de producción
(FAO, 2003), es decir utilizada o contenida en la creación de productos agropecuarios.” 6
Retomándolo “El comercio agrícola mundial puede también ser pensado como una
gigantesca transferencia de agua, en forma de materias primas, desde regiones donde se
la encuentra en forma relativamente abundante y a bajo costo, hacia otras donde
escasea, es cara y su uso compite con otras prioridades” 7(Pengue, 2006).

Además de la transferencia de agua y nutrientes, actualmente se evidencia la


perversidad de este modelo productivo neoextractivista8 que no solo se acumula en
suelos y napas de agua, sino que también se acumula en pulmones, riñones, estómago y
sangre de animales y personas, ocasionando enfermedades graves.

5
Pengue, Walter A. “Cuestiones económico ambientales de las transformaciones agrícolas en las
pampas” 2009. Pág. 143
6
Op. Cit
7
Op. Cit
8
Desde finales del siglo pasado y comienzos del siglo XXI, América Latina intensificó el proceso de
extracción de materias primas, dando una respuesta al aumento de la demanda en los países
industrializados, fundamentalmente en China. Este modelo económico que orienta a la economía hacia
actividades de explotación de la naturaleza para la obtención de recursos no procesados, y en el que se
observa el papel protagónico del Estado, se ha denominado por los intelectuales como neo-extractivismo.
(extraído de sitio web: www.labioguía.com)
Darío Aranda expuso una serie de investigaciones que confirman el efecto tóxico
y contaminante del glifosato, el herbicida más utilizado en la industria sojera. Todas las
acusaciones apuntan al producto comercial “Roundup” -de la compañía estadounidense
Monsanto, la empresa de agronegocios más grande del mundo-, acusado de provocar
alergias, intoxicaciones, malformaciones, abortos espontáneos, cáncer y muerte.
Campesinos, indígenas, médicos rurales, bioquímicos e investigadores coinciden en las
denuncias y responsabilizan al actual modelo agropecuario, de monocultivo, semillas
transgénicas y químicos. “El glifosato es un polvo cristalino blanco e inodoro. En su
presentación como concentrado soluble se caracteriza por ser un líquido claro, viscoso,
color ámbar. Es persistente en el tiempo y permanece largos períodos en el ambiente.
También posee la propiedad de viajar largas distancias arrastrado por el viento y el agua.
Los plaguicidas y herbicidas están diseñados para destruir organismos, pero suelen no ser
selectivos al cumplir su función, por lo cual ocasionan efectos no deseados en seres vivos,
incluido el ser humano. Se aplica en forma líquida sobre la planta, que absorbe el veneno
y muere en pocos días. Lo único que crece en la tierra rociada es soja transgénica,
modificada en laboratorios. Sin el agrotóxico, se debiera recurrir a la contratación de gran
cantidad de mano de obra, para tener los pastizales bajo control y que la oleaginosa
crezca sin inconvenientes. La publicidad de la empresa clasifica al glifosato, el más
utilizado del país, como inofensivo para al hombre”9 pero ante los múltiples casos que se
han hecho presentes, se evidencia una asociación directa entre las fumigaciones y “los
síntomas de envenenamiento que incluyen irritaciones dérmicas y oculares, náuseas y
mareos, edema pulmonar, descenso de la presión sanguínea, reacciones alérgicas, dolor
abdominal, pérdida masiva de líquido gastrointestinal, vómito, pérdida de conciencia,
destrucción de glóbulos rojos, cambios de coloración de piel, quemaduras, diarrea, falla
cardiaca, electrocardiogramas anormales y daño renal”, asegura una recopilación de
estudios realizada por el médico de la UBA Jorge Kaczewer, especializado en
ecotoxicología”10 (…)“El cáncer se ha convertido en una epidemia masiva y generalizada
en miles de localidades, y el responsable es sin duda el modelo rural. Es una catástrofe
sanitaria impulsada por las grandes corporaciones”, denuncia el GRR.11

9
Aranda, Darío “Soja, desalojos y degradación ambiental” Pág. 8
10
Op. cit
11
Grupo de Reflexión Rural citado por Darío Aranda.
Sin duda esta problemática tiene discursos antagónicos, por un lado Monsanto,
los empresarios agropecuarios, los rentistas y algunos gobiernos declaran que este
modelo de agronegocios busca aumentar la producción y la calidad de los alimentos para
reducir el hambre mundial.

Por el otro, investigadores, doctores y especialistas, así como distintas


organizaciones de la sociedad civil, declaran los daños que este modelo de monocultivo
genera y reclaman por la prohibición del uso de agrotóxicos, ya que en los últimos años
se ha corroborado su incidencia en las enfermedades anteriormente citadas.

De este último lado se encuentra la “Organización de Naciones Unidas (ONU) la


cual cuestionó el uso masivo de agrotóxicos en Argentina, alertó por el desmonte masivo,
advirtió por la crítica situación de los pueblos indígenas y afirmó que el Gobierno eliminó
políticas y acciones que beneficiaban a la agricultura familiar para apoyar a los grandes
empresarios del agro. Luego de recorrer diez días el país, y entrevistar medio centenar de
personas, la ONU aseguró que la única solución sostenible es la agroecología: producir
alimentos sanos, sin químicos ni transgénicos”12

Donde encontramos mayor cantidad de conflictos sociambientales, fue en la


provincia de Entre Ríos, una de las provincias más fumigadas, incluso aún más que la
provincia de Buenos Aires, de donde proviene un amplio porcentaje de niños y adultos
con cáncer o malformaciones. Esta problemática trascendió en los últimos días debido a
que se logró un fallo en contra de la aplicación de agrotóxico en zonas linderas a las
escuelas rurales, “la Cámara Civil II, Sala Segunda hizo lugar parcialmente a un amparo
ambiental promovido por la Asociación Gremial del Magisterio de Entre Ríos (Agmer) y el
Foro Ecologista para impedir fumigaciones sobre establecimientos educativos” así lo
informó el sitio web de Infocampo el pasado 2 de octubre.

HIPÓTESIS PRELIMINARES

12
Sitio web: https://www.pagina12.com.ar/152371-la-onu-por-la-agroecologia
- Una de las primeras hipótesis fue que la provincia de Buenos Aires era la
provincia más fumigada por ser la que más tiempo estuvo abocada a la
producción agropecuaria.
- Otra hipótesis fue que la posición del gobierno nacional, provincial así como
local/municipal era de apoyo al uso del agrotóxico, así también como la
omisión o negación de la problemática social.

CONCLUSIÓN

A través del presente trabajo se pudo indagar en la problemática ambiental que


sufren los espacios utilizados para el monocultivo sojero, y los conflictos socio
ambientales que estos generan, así como conocer un poco más acerca de las realidad
que se viven en otra provincia argentina como la de Entre Ríos, cuya angustia,
preocupación y miedo comienzan a hacerse sentir a través de las luchas que las
organizaciones sociales están llevando a cabo para derrumbar ese discurso funcional al
modelo agrotóxico que proclama que es inocuo, no es agresivo para la salud y que se usa
para reducir el hambre mundial.

Además, se lograron refutar las hipótesis preliminares, se dio a luz que Entre Ríos
es una provincia más fumigada que Buenos Aires y que no siempre el gobierno, en este
caso local, apoya al monocultivo de la soja. En nuestro caso, la justicia y el gobierno
provincial avalaron la medida de prohibición de la aplicación de agrotoxicos cerca de las
escuelas, así como previamente los gobiernos municipales de Gualeguaychu, y Paranacito
promovieron la Ordenanza Glifosato Cero.

Creemos que es de suma importancia divulgar estos conflictos socioambientales,


porque hasta la fecha los medios masivos de comunicación no lo han hecho lo suficiente,
y enfatizar la lucha desde la educación mostrando las diversas propuestas alternativas al
modelo agrotóxico del monocultivo, así como las consecuencias que esto conllevaría,
formando así ciudadanos críticos que puedan diferenciar la multiplicidad de perspectivas,
intereses y actores, y revalorizar la vida por sobre los negocios.

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