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La muerte del carburador comunista y otras versiones sobre el futuro del

diseño. Empleabilidad futura de los Diseñadores.


Autor: Guillermo Bengoa gbengoa@mdp.edu.ar
Fecha: septiembre 2016.
Evento: una versión más breve fue publicado en revista If Nº 11, bajo el título Oficio divino tesoro,
Centro Metropolitano de Diseño, Buenos Aires.

Permítanme empezar con una historia personal: cuando era chico, en la década de 1970, mi padre
me decía “Estudiá en la Universidad, pero además apréndete un oficio que puedas usar SIEMPRE y
EN CUALQUIER LADO. Por ejemplo, aprendé carburación, siempre se necesita alguien que sepa
arreglar un carburador, sea un país pobre o rico, capitalista o comunista”. Frase que demuestra
tanto la fe en la educación como herramienta para la supervivencia como la dificultad de vislumbrar
un futuro sin carburadores. En una primera mirada, el consejo de mi padre hoy parece errado, pero
si lo hubiera seguido, si yo hubiera aprendido a arreglar carburadores tradicionales, afinar el oído
para poner a punto el auto… ¿no hubiera sido de los primeros en aprender cómo se dosifica el aire
y el combustible en los autos modernos? ¿Estar en la actividad de un oficio no me hubiera llevado a
actualizarme antes que nadie?

En esta paradoja –la estabilidad de lo que uno ya sabe versus los cambios tecnológicos- está la
respuesta a la pregunta sobre el futuro del Diseño como empleo. Intentaremos verlo en los
siguientes párrafos.

Tecnología y desempleo

Se discute desde hace tiempo la relación entre tecnología y pérdida de empleo. Numerosos estudios
en los últimos cincuenta años vienen predicando que las máquinas irán desplazando de los trabajos
a los humanos, que la automatización dejará sin empleo a millones de personas, que la tecnología
reemplazará a sangre por aceite (o a carbono por silicio, si hablamos de inteligencia artificial)

Es un problema viejo: los cambios tecnológicos siempre provocan desplazamientos en el empleo.


Nunca es indoloro, como lo demuestra la reacción de los luditas destrozando maquinarias en
Inglaterra a fines del siglo XVIII. Tampoco es automático, hay que trabajar para redefinirlos, como
se desprende de la saga de H. Muthesius espiando los métodos de producción y de enseñanza
ingleses para cambiar la industria alemana a fines del siglo XIX. Sus propuestas de mejora de la
educación técnica y de artes aplicadas en Alemania iniciaron el camino que poco después
desembocaría en la Bauhaus.

El futuro empezó ayer.

Las mutaciones no empezarán mañana, ya están aquí. Los diseñadores que salen de nuestra
Universidades y trabajan en el medio productivo tienen que enfrentarse constantemente al cambio
tecnológico. Analizar su actuación puede darnos indicios de lo que viene. Veamos algunos casos.

Enrique (32) es Diseñador Industrial. En cuanto se recibió hizo un Master en Ingeniería Biomédica
en España, con una beca de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos
Aires (CIC) y al volver fue piedra fundamental para armar un grupo de investigación dentro de la
Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño que trabaja en las posibilidades de aplicación de la
impresión 3D a la medicina. “Mi trabajo se basa esencialmente en la tecnología, no existiría como
nicho laboral si no fuera por estos avances” El Centro de investigaciones donde trabaja Enrique
realiza trabajos de transferencia al medio, sobre todo creando a través de la impresión por adición
problemas óseos que le permiten al médico trabajar sobre esos modelos en plástico antes de operar

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a la persona, sabiendo exactamente con qué se encontrarán y ahorrando tiempo de quirófano. “El
desafío ahora es trabajar sobre todo en ortesis adecuadas a nuestras posibilidades tecnológicas, que
no sólo cumplan su función anatómica sino que sean fácilmente personalizables, y en las cuales el
diseño no olvide sus múltiples aspectos, incluso los estéticos, facilitando la vida del usuario”

Maru (48) es diseñadora gráfica y ha recorrido todo el arco de empleos posibles en ese campo, tanto
en relación de dependencia para empresas de publicidad como individualmente. Actualmente está
gestando un proyecto propio rescatando distintos aspectos de la cultura marplatense y generando
con ello un producto gráfico de calidad. “Al contrario de lo que parece, yo creo que la tecnología
abre cada vez más las posibilidades del Diseño” se entusiasma. “que la gente no profesional se sienta
diseñadora por manejar un programa gráfico es interesante, pero llega un momento que se da
cuenta de que hay una diferencia con el producto realizado por un profesional, y ése es el espacio
para que nosotros realicemos un producto de calidad superior, que comunique, que cumpla la
función, que evite la contaminación visual en las ciudades, que sea bello”

Caro (40), también recibida de diseñadora en la Universidad Nacional de Mar del Plata, ha trabajado
en empresas de indumentaria de distinto tamaño y complejidad. Dice que la Facultad obvió enseñar
algunos procedimientos reales de trabajo, pero que en cambio le dio flexibilidad profesional que fue
muy útil: “Con el tiempo, con grandes y anónimos docentes, como son las costureras, a través de
errores y logros, muchas veces enfrentándome a superiores y subordinados, además del diseño, me
hice cargo del seguimiento del desarrollo gráfico, a cargo de diseñadores externos, de las compras a
proveedores, y de la organización y seguimiento de la producción.” Destaca que en su caso la
tecnología ha sido una ayuda más que una amenaza, por ejemplo internet como medio para estudiar
las tendencias europeas y hacer la traslación a nuestras posibilidades técnicas y económicas. “El
aprendizaje no termina nunca, empecé de cero y hoy me asombra el camino recorrido, que ahora
puedo reconocer como positivo, aun con sus momentos amargos. Creo que no debería haber
paradigmas como “diseñador productor” o “diseñador independiente o dependiente. Cada uno debe
seguir su camino, aprovechando los consejos de hasta el último trabajador de la empresa”. En los
últimos años Carolina trabajó en una empresa que producía e importaba de China: “Desarrollamos
una línea de carteras donde pude ver el alcance de la tecnología cuando están las condiciones dadas.
Mi jefa me decía, no pienses como argentina, pensá como china, que era como decir “sin límites”
donde todo, con tiempo y dinero se puede lograr”

Damián (50) trabaja en una metalúrgica local, que diseña y construye proyectos, construcciones y
montajes navales e industriales. “En la Facultad, la parte de desarrollo de diseño es completa y es
muy útil la mirada generalista, lo específico se aprende en el trabajo. Sería interesante incorporar el
diseño ligado a la gestión de la producción, para este punto no obtuve herramientas y es lo que más
se requiere en el ejercicio de la profesión” Desde su rol de diseñador no ve a la tecnología como
amenaza: “Los avances condicionan favorablemente al diseño, contar con herramientas y
maquinarias de avanzada es un aporte fundamental para la buena calidad de los productos. Los
cambios tecnológicos me permiten mejorar los productos, optimizar los procesos con incidencia en
lo económico, siendo más competitivo quien tiene acceso a la última tecnología” Observa en los
últimos años el desplazamiento, en los trabajos más duros y mecánicos, de obreros por maquinarias:
“El avance de la tecnología quita empleos, ya que con cierto equipo se evita trabajo humano. Se
necesitan obreros especializados, cuando se aplican nuevas herramientas tecnológicas se ahorran
procesos que requerirían muchas horas hombre.”

Hipótesis y tendencias

Los cuatro casos anteriores son ejemplo de muchos otros que hemos relevado, en los cuales la
principal característica es que los diseñadores han sabido rebuscarse, en base a las reglas generales
que su carrera le dio y con muchísimo esfuerzo personal, para reconfigurar más de una vez –aún en

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vidas breves- su trayectoria, para aprender habilidades nuevas que le permitieran seguir en su
trabajo, para aprovechar los cambios tecnológicos en beneficio propio.

Lo que nos permite intentar varias hipótesis: Por un lado, debería cambiar la educación: los
arquitectos a principios del siglo XX dejaron de dibujar fachadas neoclásicas y de componer plantas
con elementos prediseñados para empezar a considerar el lenguaje de las vanguardias, incluir
nuevos materiales y repensar las relaciones edificio-ciudad. Las Universidades deberían agilizar sus
reacciones y ver más allá del horizonte para prever cambios y enseñar en consecuencia. Ser más
flexibles en programas académicos, en la relación con el medio productivo y con otras carreras. Y
no aferrarse a las herramientas, que cambian velozmente, sino a los conceptos: desaparecieron los
linotipistas, pero no los diseñadores gráficos. Desaparecieron los maestros albañiles que hacían los
detalles en yeso, pero no los arquitectos.
Posiblemente este cambio deba incluir también a la educación secundaria: Argentina fue pionera
en su momento, con las Escuelas Industriales, en la formación de un escalafón técnico necesario
para la industrialización de hace 60 años. Repensar el tipo de industrialización que se viene –la
denominada industria 4.0- incluye necesariamente a los escalones previos a la Universidad.

Por otro lado, debería alegrarnos la democratización de la actividad del diseñar. Los medio digitales
y las iniciativas sociales (como el Diseño Abierto) abren un camino para que las personas sean más
independientes, pero deberíamos advertir: ¿Elegir entre una serie de opciones (consumistas)
predeteminadas es diseñar? ¿Seleccionar el color de la funda del celular es proyectar? ¿Es
verdadera participación dar un “me gusta” a algún tipo de iniciativa corporativa o incluso a redes
como “Avaaz” o Change.org” que buscan apoyos digitales para iniciativas sociales y políticas? Aquí,
como dice la respuesta de Maru, tal vez sea la oportunidad de demostrar que el trabajo profesional
de los diseñadores tiene un plus de calidad que vale la pena contratar.

Una última hipótesis tiene que ver con la proliferación de espacios para diseñar: la tecnología 3D
abre un camino en muchas escalas. La bioingeniería plantea lugares de trabajo conjunto con
especialistas en seres vivos para pensar mejoramientos posibles. La biónica, en el camino inverso,
debería darnos ejemplos para copiar de la naturaleza, optimizando el uso de recursos y
transformando la torpeza de nuestro mundo industrial en la elegante economía del mundo natural.
La ingeniería en materiales está abriendo un campo inmenso que no deberíamos abandonar
profesionalmente solamente en manos de ingenieros (opción que en algún momento histórico
hicieron los arquitectos, abandonando un camino que podría haber sido enormemente productivo).
La nanotecnología está reformulando infinitud de propiedades y de procesos en los cuales el ojo del
diseñador, acostumbrado a detectar preguntas, puede encontrar respuestas.

Tal vez, con cierto optimismo ulmiano, podríamos decir que en los tiempos que se vienen, el Diseño
como actividad -en la definición de H. Simon (1968) “Diseña todo aquel que piensa en formas de
actuar dirigidas a cambiar las situaciones existentes por otras preferidas”- seguirá creciendo y
fortaleciéndose, mientras el diseñador como profesión –en la definición de T. Maldonado (1958)
“La responsabilidad del diseñador será coordinar, en estrecha colaboración con un gran número de
especialistas, los requerimientos más variados de la fabricación y del uso de productos; la
responsabilidad final por el logro de la máxima productividad en la fabricación y la máxima
satisfacción material y cultural del consumidor será suya”– irá angostándose, erosionada por
profesiones que resuelvan problemas no solamente en el ámbito productivo-tecnológico-simbólico
sino a través de servicios, nuevas ideas, colaboración social e interdisciplina. La empleabilidad
futura de los diseñadores depende de que las Facultades de Diseño eduquen hoy para esos cambios.

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