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DAVID LAGMANOVICH
Universidad Nacional de Tucumán
Tucumán, Argentina
Me propongo tratar una serie de tópicos vinculados con lo que se ha venido llamando el “microrrelato”
hispanoamericano. En la primera sección haré algunas referencias sobre el cuento y el microrrelato en esta literatura.
A continuación dedicaré unos párrafos a los antecedentes modernistas del microrrelato. La tercera sección examinará
el tema de la brevedad de estas construcciones, a fin de identificar un corpus que no incluya aquellas que considero
“microtextos” pero no microrrelatos. En la sección siguiente intentaré caracterizar tres tipos de microrrelato, a través
de ejemplos de la literatura considerada. La quinta y última sección resumirá algunas conclusiones que quizá
1. El cuento y el microrrelato
1.1. Es bien sabido que, dentro de la literatura hispanoamericana, el cuento ha sido siempre uno de los géneros
más visibles, vitales y representativos (Leal 1971, Pupo-Walker 1973 y 1996, Lagmanovich 1989, Mora 1993).
El cuento ofrece una constelación de visiones sobre la sociedad y los seres humanos que la constituyen; es un
registro de las relaciones del hombre con la naturaleza, la cultura y la política; y, por añadidura, proporciona un campo
En perspectiva histórica, y por lo que hace a las manifestaciones de literatura escrita que aquí nos interesan
(pues hay otro ámbito, muy importante, de narrativa oral) es bastante reciente. A pesar de antecedentes valiosos, el
cuento “literario” propiamente dicho comienza en los años del Modernismo finisecular. Su crecimiento, pues, ha sido
rápido. A lo largo del siglo XX se despliega en un amplio abanico de posibilidades, desde el costumbrismo rural hasta
la pintura de ambientes urbanos metropolitanos; desde lo autóctono hasta lo cosmopolita; desde la indagación
psicológica hasta la protesta política; desde el ayer hasta el hoy y el hipotético mañana. Y no menos variados que sus
1.2. Por otra parte, en la narrativa contemporánea han ido cobrando particular importancia los llamados
microcuentos o microrrelatos (Epple 1988, Tomassini y Colombo 1993, Lagmanovich 1994, Pollastri 1994 y, para otras
literaturas, Shapard y Thomas 1973, Howe y Howe 1982): brevísimas construcciones narrativas, muchas veces de un
solo párrafo; cuentos concentrados al máximo, bellos como teoremas; relatos esenciales, exigentes para con el lector
pero también dadores de un placer análogo al que proporciona el poema o, en la música pianística del siglo pasado, el
contenido trazo del “impromptu” o del “momento musical”. Suelen tener desde unas pocas palabras hasta un párrafo
o dos, desde menos de una página hasta una página y media o dos de extensión. La forma compacta, de un párrafo de
extensión variable que contiene el comienzo, medio y fin de la narración, parece ser una solución favorita para muchos
de sus cultores. A partir de ese despojamiento, el microrrelato tensa un arco desde donde dispara certeras flechas a
No en todos los países de habla hispana hay una avanzada tradición del microrrelato. Posiblemente los tres
en donde más se destaca la forma sean México (Juan José Arreola, Augusto Monterroso, René Avilés Fabila), Venezuela
(Luis Britto García, Gabriel Jiménez Emán, Ednodio Quinteros) y la Argentina (Julio Cortázar, Marco Denevi, Ana
María Shua). Los nombres que acabo de mencionar son sólo unos pocos, a título indicativo; las listas podrían alargarse
bastante1 .
Como en muchos otros aspectos de la práctica literaria hispanoamericana, conviene buscar el origen de ésta
en la exploración modernista de la escritura. En ésta y otras formas narrativas, así como en la poesía moderna en lengua
española, a partir de la transformación modernista —una auténtica vanguardia— se ha ido generando una masa de
escritura que ya no puede considerarse casual, marginal ni “atípica”, y que reclama intentos de clarificación y
sistematización.
Entre las preguntas previas, corresponde también formular ésta: ¿se trata de una forma aborigen, privativa de
la literatura hispanoamericana? De ninguna manera. Por lo contrario, como ya he intentado mostrar (Lagmanovich
1994), el fenómeno se puede relacionar con una tendencia general de las artes en la modernidad: una inclinación a
eliminar la redundancia, rechazar la “ornamentación” innecesaria, abolir los desarrollos extensos y privilegiar, en
definitiva, las líneas puras y la consiguiente brevedad. Dos ejemplos altamente pertinentes son, por una parte, la música
de los compositores vieneses surgidos en las dos primeras décadas del siglo (Schönberg, Berg, Webern), y por la otra,
la experiencia constructiva de la Bauhaus alemana (Gropius, van der Rohe, Breuer), de trascendental influencia sobre
2.1. Como acabo de sugerir, pueden encontrarse algunos ejemplos de estas formas
Ya Rubén Darío, figura clave del Modernismo, experimenta con formas análogas
a las que hoy englobamos en esta categoría. Ante todo, con los doce “cuadros” en prosa
que, bajo el título general de “En Chile”, aparecen en una revista de Valparaíso en 1887 y
se incorporan a Azul..., de 1888 (Darío 1950: 40-50). Es verdad que en estos textos puede
reconocerse el influjo del “poema en prosa” baudeleriano; mas también lo es que, como
suele ocurrir en esta forma, a veces surge un elemento anecdótico o seudo autobiográfico
que establece cierta afinidad con lo narrativo estricto. Repárese, por ejemplo, en los
“Palimpsesto (I)” (199) y “El nacimiento de la col” (207). Las tres composiciones tienen
menos de una página de extensión; no por ello son, nítidamente y en el sentido moderno,
microrrelatos, aunque se les acercan bastante. Siguen un modelo que podemos identificar
nos interesa. Por otra parte, manifiestan algo que las acerca a nuestra atención, a saber la
Ensayos y poemas, traduce desde el título el ademán cauteloso de quien está a punto de
pisar territorios insuficientemente definidos (Torri 1917). Conviene aclarar que no hay
allí “poemas”, en el sentido de composiciones en verso; todos los textos del volumen
están en prosa. Unos tienen claro carácter ensayístico; en otros, la condición poemática
sólo puede defenderse en relación con el “poema en prosa”, con notable aproximación a
lo que hoy llamamos microrrelato. A este segundo caso pertenece la famosa composición
que abre el volumen, “A Circe” (Torri 1917: 11-12; Torri 1964: 9), que dice así:
¡Circe, diosa venerable! He seguido puntualmente tus avisos. Mas no me hice amarrar al mástil
cuando divisamos la isla de las sirenas, porque iba resuelto a perderme. En medio del mar silencioso estaba
¡Circe, noble diosa de los hermosos cabellos! Mi destino es cruel. Como iba resuelto a perderme,
Una revisión de Ensayos y poemas permite encontrar otros textos que podemos
Destacamos sobre todo: “El mal actor de sus propias emociones” (1917: 21-23), o,
modificado el título en la segunda edición, “El mal actor de sus emociones” (1964: 11);
“La conquista de la luna” (1917: 31-34; 1964: 13-14); “De funerales” (1917: 71-72; 1964: 23),
antecedente del subtipo que llamo del “discurso sustituido” (véase 4.2); un breve relato
sin título (1917: 101-103; 1964: 32); “Leyendas mexicanas” (1917: 149-151), luego llamado
“Fantasías mexicanas” (1964: 43). Un examen similar del segundo libro de Torri, De
fusilamientos (1964: 47-91) permitiría aducir más ejemplos; claro está que las
composiciones de este libro son, por lo general, muy posteriores a las que incluye el de
1917.
advertencia preliminar “es modesto y ligero; lo cual, a despecho de las graves palabras,
El autor se refiere al libro también con los conceptos de “paseo” y “divagación sin
trascendencia” (8): se subraya así cierta actitud lúdica que agrada encontrar en el severo
personaje multifacético, 1924 es no sólo el año de este libro, sino también el de los Cuentos
fatales, el de los Estudios helénicos y el del Romancero (tan ásperamente acogido este
batalla de Ayacucho, oportunidad en la que este escritor hizo una encendida defensa del
opinión de Guillermo Ara (Orgambide y Yahni 1970: 395): “cautiva por la cordial
del hombre. El libro es único en este autor que en otro nivel, naturalmente más inmediato,
Hallo una contradicción, dijo el filósofo, entre la inexorable ley, conforme a la cual ningún mortal
volvía del Hades, y el retorno de Eurídice, concedido por el dios infernal a Orfeo, cuando éste lo apiadó
con la lira.
—Más aún, confirmó el filósofo, si se considera que la ley del Hades no incumbía al dios, sino al
—El dios fue a la vez piadoso y sutil, enseñó el poeta, y eso se ve en la condición que puso a Orfeo:
no volverse para mirar a Eurídice, hasta no haber abandonado el infierno. Pues hallándose realmente
enamorado de ella Orfeo, el dios sabía con seguridad que no resistiría al ansia de verla.
Hay otros relatos similares en estas páginas: no pretendo dar una lista completa.
Señalaré solamente que las fuentes de esta tarea de reescritura parecen ser tres: la
tradición evangélica, la de algunos mitos clásicos y la de las Mil y una noches. Las piezas
más interesantes son las relacionadas con la primera, por las variaciones que Lugones
nuestra cultura. Algunos ejemplos, muchos de ellos de extensión menor a una página:
“Jesús y la samaritana” (112), “El libre albedrío” (113), “El espíritu nuevo” (114), “El
antiguo racionalismo” (115-16), “La dicha de vivir” (118-19), “El dueño de la pollina”, un
poco más extenso (120-22), “El reino de los cielos” (123-24)... Exploración de una suerte
de “evangelio apócrifo”, reescritura laica de motivos sacros, estos textos pueden leerse
uno por uno y también formando parte de una serie o conjunto mayor, tendiente a
Los ejemplos aducidos de Rubén Darío, Julio Torri y Leopoldo Lugones ratifican
concreto, parece indudable la función que el movimiento tiene, por lo menos, como
haiku (palabra que la mayoría de los diccionarios españoles no registra, salvo, en algún
verso/prosa sino de otros factores, que se pueden enumerar en paralelo. El haiku a) existe
desde el siglo XVI hasta hoy, sin solución de continuidad; b) está plenamente incorporado
también ha habido un cierto auge de este tipo de poemas en el Brasil (Goga 1988).
género por derecho propio, sino como una suerte de epifenómeno de la narrativa breve,
una forma particular de encarar el cuento; y c) sólo en los últimos años está estudiándose
obligatoria brevedad.
En el caso del primero, la norma obliga a elaborar el poema mediante tres versos,
manera que las nuestras: “unidades silábicas” o “impulsos acentuales” son conceptos que
al español y usado como epígrafe en el último libro de poemas de Julio Cortázar (1984):
Este camino
ya nadie lo recorre
salvo el crepúsculo.
El saúz
Tierno saúz,
casi luz...
Si alguien se pone a contar sílabas verá que en este último caso el cómputo no es
exacto; pero lo mismo ocurre, en algunos casos, en los poemas japoneses mismos.
período histórico y cultural). Un texto que no sobrepasa una página de extensión parece
constituidas por el título y una línea o poco más. Así ocurre en estos dos ejemplos,
debidos el uno a Augusto Monterroso (1982: 111) y el segundo a Gabriel Jiménez Emán
(1981: 55):
Fecundidad
El hombre invisible
un requisito, pero no el único. Hay otras condiciones, quizá no estipuladas con el mismo
3.2. ¿Qué prescribe la tradición japonesa respecto del haiku, aparte del número y
distribución de las sílabas? Según los especialistas, hay tres condiciones más: a) contiene
por lo menos alguna referencia al mundo natural (más allá del orden de lo humano, que
también podría considerarse como tal); b) enfoca un evento o incidente individual (o sea,
La definición de haiku que usamos excluye otros poemas breves, o aún brevísimos,
que no cumplen con uno o más de estos requisitos: por ejemplo, “Ed è subito sera”, de
ed è subito sera,
naturaleza humana.
En cuanto al microrrelato, postulo para su existencia los siguientes rasgos, además
no es una generalización); y c) marca el paso del tiempo —sobre todo a través de formas
producción y lectura del texto, evitando así los rasgos de intemporalidad. En particular,
d) es frecuente que los textos de este tipo escritos en español exploten la distinción
Esta concepción del microrrelato excluye del corpus numerosos textos en prosa de
extensión limitada: todos los aforismos (que son por definición generalizadores); la
mayor parte de las “greguerías” (aunque unas cuantas pueden mostrar sustancia
experiencia humana); ciertos ensayos brevísimos (como aquellos incluidos en Torri 1917);
3.3. En mi opinión, de las comparaciones formuladas en 3.2. surge que por un lado
tenemos una forma en verso con límites muy precisos, que en virtud de ellos alcanza una
intensificación del efecto lírico. Por el otro, tenemos una forma en prosa que también
responde a especificaciones rigurosas, aunque en general distintas, y que esta contención
determinada por sus reglas —implícitas o aún no codificadas— subraya con similar
las formas que he mencionado, y otras que se quedaron sin mencionar, son microtextos:
Octavio Paz y otros poetas hispanoamericanos, los “casos” de la tradición oral y sus
Marco Denevi, algunos textos descriptivos de Azorín, los ensayos en miniatura... Este
siglo XX que está a punto de terminar se inclinó hacia la forma breve, la falta de
el microtexto.
de extendida confusión que nos impedirá definir el género. En cambio, si entre los
microtextos en prosa seleccionamos aquellos —que por otra parte parecen ser mayoría—
textos.
reconocidos como microrrelatos, habría que determinar qué agrupaciones son posibles,
más allá de las obvias: ni el cómputo de las palabras que los constituyen, ni la sustancia
temática de cada uno de ellos, son supremamente importantes. Intentaré iniciar esa tarea
identificando —en un primer paso— tres modelos básicos. Va de suyo que no estoy
para proseguir con la analogía ya establecida, podría decirse que esto es tan cierto como
tan repetido de la brevedad; y para ello hay que considerar algunos textos específicos.
desobedeciendo su última voluntad publicó su amigo Max Brod, hay algunos relatos muy
breves. Uno de ellos se titula “La verdad sobre Sancho Panza”, y dice así:5
Sancho Panza, que por lo demás nunca se jactó de ello, logró, con el correr de los
en horas del atardecer y de la noche, apartar a tal punto de sí a su demonio, al que luego
dio el nombre de Don Quijote, que éste se lanzó irrefrenablemente a las más locas
aventuras, las cuales empero, por falta de un objeto predeterminado, y que precisamente
hubiese debido ser Sancho Panza, no hicieron daño a nadie. Sancho Panza, hombre libre,
Quijote en sus andanzas, alcanzando con ello un grande y útil esparcimiento hasta su fin.
Ese es todo el relato, y en tan breve espacio Kafka nos ha dado “otra versión” de
la historia de Don Quijote: una que gira alrededor de Sancho Panza, que convierte a éste
en autor de novelas y creador de la figura del Quijote, como una emanación de su propio
cruce de los planos de la realidad y la fantasía que hubiera agradado al propio Cervantes.
precisamente la vinculación que es posible establecer con una actitud paródica (la cual,
al alcance de la mayor parte de los lectores estará el advertir los cambios que introduce
en el esquema heredado.
Lo que hace Kafka es un ejercicio de reescritura. Por cierto que, en lo que toca a
Cervantes, dista mucho de ser el único. La intuición cifrada por Cervantes hace alrededor
formas breves (y tanto dentro de la literatura como a través de otros discursos artísticos,
Voy a dar un segundo ejemplo, debido al escritor mexicano Juan José Arreola; se
En un lugar solitario cuyo nombre no viene al caso hubo un hombre que se pasó
un caballero andante embestía a fondo uno de esos vagos fantasmas femeninos, hechos
cueva. Con cualquier pretexto entraba al aposento y lo invadía con un fuerte aroma de
El caballero perdió la cabeza, pero lejos de atrapar a la que tenía enfrente, se echó
muchas leguas, alanceó corderos y molinos, desbarbó unas cuantas encinas y dio tres o
en la puerta de su casa. Sólo tuvo tiempo para dictar un testamento cavernoso, desde el
La forma breve está siendo usada, repito, para una tarea de recreación de las
cervantinos, esta vez a través de una composición del escritor argentino Marco Denevi.
crear una “enmarcación”, llamaremos a este trozo, simplemente, “Dulcinea del Toboso”
caballería, acabó perdiendo la razón. Se hacía llamar Dulcinea del Toboso, mandaba que
Se creía joven y hermosa, aunque tenía treinta años y pozos de viruela en la cara.
Decía que Don Quijote había partido hacia lejanos reinos en busca de lances y aventuras,
alrededores, que a pesar de las viruelas estaba prendado de ella, pensó hacerse pasar por
don Quijote. Vistió una vieja armadura, montó en un su rocín y salió a los caminos a
repetir las hazañas del imaginario don Quijote. Cuando, seguro del éxito de su ardid,
Llegamos así al final de una breve serie en la que tres escritores —un praguense
español Cervantes. El escritor piensa escribiendo: estos tres escritores lo hacen, y de esa
manera dan tres versiones distintas de unos sucesos que, con distintos grados de
hispanoamericana —con creadores tales como Vicente Huidobro, César Vallejo y Oliverio
goloncelo/ Descolgada esta mañana de la lunala/ Se acerca a todo galope/ Ya viene viene
amor titulada “Mi lumía” (421-22) que comienza así: “Mi lu/ mi lubidulia/ mi
venusafrodea/ y me nirvana el suyo la crucis los desalmes/ con sus melimeleos”... Por
qué no citar también algunos textos de Julio Cortázar, como el capítulo 68 de Rayuela10
, y también como este texto que aparece en Último round (1969)11 , bajo el título “La
Como no le melga nada que la contradigan, la señora Fifa se acerca a la Tota y ahí
que ademenos es de satén rosa. Revoleando una mazoca más bien prolapsa, contracarga
un momento horadra el raire con sus abroncojantes bocinomias. Por segunda vez se le
arrumba un mofo sin merma a flamencarle las mecochas, pero nadie le ha desmunido el
encuadre a la Tota sin tener que alanchufarse su contragofia, y así pasa que la señora Fifa
contrae una pica de miercolamas a media resma y cuatro peticuras de esas que no te dan
colotas, el rijo enjuto y las nalcunias, mofo que arriba y suño al medio y dos miercolanas
polichantando más de cuatro cafotos en plena tetamancia; son así las tofifas y las fitotas,
Creo que es evidente por qué he creado esta categoría que llamo “el discurso
el lector percibe por lo menos la dirección general de la narración. Pero esa comprensión
analógicos que relacionan los vocablos ficticios, o mejor dicho recién creados, con otros
existentes en su lexicón; en parte porque, si no reconoce del todo los vocablos, está en
cambio familiarizado con sus componentes morfemáticos; en parte por el dinamismo del
relato; y, por qué no, en parte también porque desea comprender: frente a un idiolecto
extraño conversacional o literario surge el deseo de superar esa barrera. El caso es que el
mecanismo del discurso sustituido funciona en textos como éste, sin que pueda
brevedad, que subyace en toda realización de microrrelato, se combina muy bien con la
tendrán dificultades con la sintaxis ni el ordenamiento de los párrafos, pero notará ciertas
discrepancias con el uso cotidiano del lenguaje: una nueva codificación. Se trata de un
micro-rrelato de la escritora argentina, radicada en Nueva York, Luisa Valenzuela. El
texto está incluido en un libro de 197512 . Con frecuencia la tarea de Valenzuela apunta
asfixiante del opresor y el oprimido. Y también (y aquí es, precisamente, donde entra el
uso del microrrelato) esa actitud experimental puede manejarse a un nivel lúdico, como
Un peludo, un sapo, una boca de lobo. Lejos, muy lejos, aullaba el pampero para
oscura como boca de lobo. Sus ojos de lince le hicieron una mala jugada y no vio el coche
como jaula, papagallo. Desde remotas zonas tropicales llegaban a sus oídos los rugidos
de las fieras. Estaba solo como un perro y se hizo la del mono para consolarse. ¡Pobre
gato! manso como un cordero pero torpe como un topo. Había sido un pez en el agua, un
pero los muchachos de la barra le decían Carpincho. El exceso de alpiste fue su ruina.
lenguaje. Aquí hay un truco que en la lengua cotidiana encontraríamos difícil de realizar
sin preparación previa: una selección rigurosa de los vocablos y modismos idiomáticos
que el lenguaje corriente asigna, no a actores humanos, sino a los animales. (La lengua
española tiene esa característica de un doble código: los humanos tenemos “piernas”, los
cohesión; y ya se sabe que, de acuerdo con la teoría literaria contemporánea, este rasgo
“la escritura emblemática”. Con ello me refiero a ciertos textos brevísimos que proponen
una visión trascendente de la existencia humana. Quiero decir: una visión definitiva, un
aventura lingüística, sino algo que va más allá y que, en última instancia, se puede asociar
con el orden más profundo de las creencias. En otras épocas, podríamos haber insuflado
en estas creaciones un sentido mítico o religioso, podrían ellas mismas haber sido textos
una reflexión profunda sobre los extremos de la existencia. Todo esto que estoy tratando
Al caminar por un sendero del otoño H pisa hojas que se rompen sobre el polvo.
Brilla la luz del mediodía en los árboles. Las nubes hacen y deshacen formas heráldicas.
A mitad del bosque H encuentra un sitio no alcanzado por la sequía. Tendido en ese
manto de frescura mira el cielo, prende un cigarro, fuma, escucha el silencio del bosque.
Nada interrumpe la serenidad. El orden se ha adueñado del mundo. H vuelve los ojos y
mira los senderos en la hierba. Una caravana de hormigas se obstina en llevar hasta la
ciudad subterránea el cuerpo de un escarabajo. Otras, cerca de allí, arrastran leves cargas
vegetales, entrechocan sus antenas, acumulan partículas de arena en los médanos que
protegen la boca del túnel. H admira la unidad del esfuerzo, la disciplina de mando, la
Quizá el viaje comenzó en un tiempo del que ya no hay memoria. Absortas en su afán las
impulso invencible, toma una hormiga con los dedos, la tritura con la uña del pulgar.
Luego con la brasa del cigarro hiere a la caravana. Las hormigas sueltan la presa, rompen
filas. El pánico y el desorden provocan placer en H. Calcina a las que tratan de ocultarse
las salas y depósitos en que un pueblo entero sucumbe bajo el frenesí de la destrucción.
Hurga con furia, inútilmente: los pasadizos se han disuelto en la tierra. Sin embargo H
retirarse H junta la hierba seca y prende fuego a las ruinas. El aire se impregna de olor
alcanza las montañas que dominan la ciudad. Antes que la corriente negra lo devore, en
un segundo, de pie sobre el acantilado puede ver la confusión, las llamas que todo lo
destruyen, los muros incendiados, el fuego que baja del cielo, el hongo de humo y
Nótese que la forma del microcuento está aquí perfectamente desarrollada, con un
ritmo poderoso a la vez que con detalles precisos: el tema está narrado, no argumentado.
Nótese también cómo es que el texto ofrece, en impresionante paralelo, una comparación
irrefutable entre el tratamiento que prodigamos a los demás seres vivos del mundo (la
esquizofrenia ecológica) y el que, en función del miedo a otras comunidades humanas (la
pertenece a otro género que “Teoría de Dulcinea” de Arreola —por citar un ejemplo que
ya hemos visto y que es bien contrastante—, pero sí se sitúa frente al mundo mirándolo
Por otra parte, hay textos que parecen estar constituyendo una suerte de nueva
Sostiene el universo sobre sus hombros. No debe asombrar a nadie, pues éste ha
una tarea absorbente y delicada, que exige toda su concentración; no puede permitirse
distracciones, ni pausas, ni paseos por los lagos, ni viajes de placer. Tampoco puede
hijos. Es, también, una tarea silenciosa y poco brillante, por la cual no recibe tarjetas de
demasiada atención al hecho de que sostiene el universo sobre sus hombros, como no se
presta atención al empleado de los retretes públicos; ambos saben que son tareas
No siempre sostuvo el universo sobre sus hombros; los primeros años de su niñez
transcurrieron sin esa responsabilidad, pero no fueron muchos; tiene una imagen
desvaída de esa época, quizás porque el peso de sostener el universo le ha arruinado la
memoria.
una manera visceral, quizás porque se trata de un fatalista que no cree en la posibilidad
sostener el pesado universo sobre sus hombros, le sonriera. Pero si esto no ocurre (y de
indiferencia ante los placeres mundanos (que de todos modos le estarían vedados por la
clase de religión y no atribuye a su tarea ningún sentido místico: detestaría ser el origen
Ahora que su salud declina (es un ser mortal como cualquier otro), se pregunta
quién será el llamado a sustituirle. No tiene descendencia y no cree que, de todos modos,
se trate de un cargo hereditario. Tampoco piensa que la elección dependa de alguna clase
de mérito social, intelectual o político. Sabe que es una tarea pesada, ingrata, mal
remunerada, pero la única frente a la cual no existe opción. No conoce quiénes fueron sus
por efecto de la vejez, recuerda con especial ternura al niño que un día comenzó a sostener
el universo sobre sus hombros. No juzga de ninguna manera a los hombres y mujeres que
Desde luego, en el texto de Peri Rossi hay varios matices, que permitirían
considerarlo desde otros ángulos. La literalidad del lenguaje, uno de los aspectos más
evidentes del texto, lo aproxima a ciertos ejemplos del discurso sustituido; de la misma
manera, en tanto revisión de un mito clásico, no están ausentes las marcas de la escritura
toda construcción literaria tiene una serie de facetas, que son otras tantas señales enviadas
conflicto.
Denevi), los dos casos de discurso sustituido (Cortázar, Valenzuela) y los dos de escritura
emblemática (Pacheco, Peri Rossi) conforman una media docena de ejemplos que, a mi
preferido no hacer girar este examen alrededor de aquellos que llevan a su extremo el
extensión, y otros de cuatro o cinco líneas, y al menos uno constituido íntegramente por
siete palabras. En otro lugar —el artículo ya mencionado— me he ocupado de ellos; no
es necesario que me repita. Doy por supuesto el rasgo de la brevedad, soporte obvio de
toda construcción minificcional. Por otra parte, no estoy diciendo que los tres subtipos
identificados sean los únicos que existen; sino que hay allí tres modalidades que pueden
describirse en un primer paso, sin por ello negar la posible existencia de más subtipos.
¿Qué teoría hay que cubra este fenómeno relativamente reciente, el del
microrrelato hispanoamericano? Antes que una revisión crítica de las respuestas, será
productivo que nos preguntemos cuáles son los problemas teóricos que plantea este tipo
de textos.
de géneros.
5.1. A la primera cuestión, que es la de la relación con el cuento y otras formas
dentro de un proceso de evolución del género “cuento” que, como ya dije, para nuestra
sean la misma cosa. Surgen como parte del impulso creador de nuestros escritores; pero,
mientras que el cuento es ya una forma establecida desde el siglo XIX y tiene, como diría
sus autores prueban diversas vías de enfoque. Las minificciones son parte del continuo
manera que la novela y la nouvelle (como lo advirtió Goethe en sus conversaciones con
autónomos de libros, es decir, libros compuestos exclusivamente por ellos: por ejemplo
dos de Ana María Shua (1984, 1992). Hoy podemos intentar la definición de los rasgos
más relevantes del microrrelato, y también clasificarlos según una tipología que no sea
Híbridos son todos los géneros literarios; lo han sido siempre en alguna medida,
medida que nos vamos alejando de las décadas iniciales del siglo XX. Es absolutamente
ensayística, de la sátira, de la viñeta retratística, del poema. Pero también lo es que esto
pasa de manera similar en otros ámbitos genéricos; y que, en éstos como en aquel, lo que
Para citar dos ejemplos que vienen del campo del ensayo: una pieza ensayística
como Visión de Anáhuac, de Alfonso Reyes, ofrece sobrados elementos para despertar
nuestra vivencia de la poesía (Reyes 1953); por ello afirma uno de sus más conocidos
exégetas que en esa obra hay “poesía y saber unificados a través de una técnica basada
1970: 51). Por otra parte, Jaime Alazraki ha señalado convincentemente una aproximación
al cuento en los ensayos de Borges: “practica en sus ensayos una operación similar a la
empleada en sus narraciones” (1970: 139). Eso no hace ni del cuento ni del ensayo géneros
híbridos.
Puede pensarse, como lo adelantó Benedetto Croce y repitieron otros, que los
géneros no tengan razón de ser. Pero los géneros nos contienen, como las naciones;
podemos aspirar a que alguna vez no haya estados nacionales, pero por ahora tenemos
que vivir con ellos y dentro de ellos. Los géneros literarios, desde luego, no son tres, como
creyeron los antiguos, ni se encierran en un número inmutable y fijo: hay tantos géneros
comunicación con la conciencia del escritor, con la percepción del lector y los
del lector.
La verdad es que somos cada vez más los lectores que aspiramos a leer
microrrelatos en tanto tales; que reexaminamos obras del pasado buscando esas
constituir el género; la tarea llevó unos cincuenta años, pero ahora está llegando a su fin.
Comencé hablando de la vitalidad del género del cuento en Hispanoamérica;
termino señalando que, sin mengua de su actual salud, esa vitalidad es también
importante de la obra estética es que debe ser capaz de conferir placer. Creo sinceramente
que, desde los relatos breves de Kafka hasta los relatos brevísimos de Monterroso, y
desde los “minimitos” del húngaro Örkeny (1970) hasta las ya citadas “falsificaciones”
del argentino Denevi, se tiende todo un arco de posibilidades de disfrute. ¿Cuál será
de nuestra habitación.
NOTAS
1. Koch (1981) estudia, en México, a los tres autores citados y también a Julio Torri;
Cortázar y Denevi. Bell (1990) dedica el capítulo III de su tesis al microrrelato venezolano
2. Las formas aceptadas son haiku, hai kai y hokku. En español, el Pequeño
Larousse registra la segunda de estas formas, no así la Academia. Cabezas García (1989)
usa la forma jaiku; de la Fuente y Hirosaki (1991), en su traducción de Issa, siguen usando
la primera de las tres. Por mi parte, prefiero la forma haiku, que en lo sucesivo no
destacaré tipográficamente.
(Lagmanovich 1994). Dejo de lado el subtipo que antes llamé “prodigios de la brevedad”,
pues creo que no hay nada que se pueda definir tan sólo en función de la extensión.
particularmente útil para considerar las exigencias de la brevedad juntamente con otros
6. Iuri Tynianov, “Tesis sobre la parodia” [1921], en Volek 1992, 169-70; Hutcheon
15. Así los considera Guillermo Siles en un trabajo aún inédito en el momento de