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La ciudad en Poeta en Nueva York: ciudad y sufrimiento como elementos

indivisibles

Adolfo Rosas

El siguiente informe tiene por finalidad explorar el aspecto del paisajismo humano
lorquiano en Poeta en Nueva York. Para esto, serán comentados los poemas que componen
la obra y serán problematizados en tanto su pertinencia al criterio de formación paisajística:
la ciudad y el hombre en contraposición y la contraposición como objeto de identificación.
Existe en la Nueva York de García Lorca un conjunto de elementos que configuran la
ciudad; de estos modos se destilan paisajes del “monstruo urbe” del que, a su vez, emanan
paisajes humanos problemáticos. Lorca, desde su poesía, se hace cargo de las vertiginosas
esquinas, calles, barrios, ríos y gentes de la ciudad moderna. La vida urbana se presenta en
Poeta en Nueva York está marcada por su pluridimensionalidad y parece existir un punto
inicial desde el cual articular la noción de paisaje humano: el aspecto de una ciudad que se
presenta, se revela, como un lugar sucio, de angustiante geometría:
La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.

La aurora de Nueva York gime


por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.
(“La Aurora”, p. 46)
Las aguas podridas, las columnas de cieno; la ciudad se escribe en este poema desde la
suciedad y desde una arquitectura vertiginosa que proyecta la urbe en tanto angustia: “La
aurora gime/ por las inmensas escaleras”. La aurora gime, la aurora no llega; la luz, es
decir, la esperanza y la vida, es incapaz de alcanzar la forma urbana de vida. La
desesperanza en la Nueva York lorquiana se encierra en una arquitectura plagada de
esquinas, ventanas infinitas y escaleras sin uso para el humano. En “Danza de la muerte”,
aparecen las escaleras de nuevo en forma de paisaje: “paisaje de escaleras”. La ciudad, en
este nivel, aparece como una escenografía: es un lugar en el que suceden cosas, la mayoría
de ellas ligadas al dolor y la angustia humana y animal. La ciudad es un lugar en el que la
Naturaleza también padece. Este sentido ecológico lorquiano se percibe en los poemas
“New York: oficina y denuncia” y “Oda al Rey de Harlem”. En ambos poemas aparecen el
abuso contra los millones de animales sacrificados al día y la presencia de contaminación
en el Río Hudson (“New York: oficina y denuncia”, p. 74-78) y el sufrimiento de un
pequeño y humilde ser en manos de un automóvil (“Oda al Rey de Harlem”, p. 13-20). La
ciudad de Poeta en Nueva York parece precipitar la crueldad y la muerte, no solo humana,
sino que de la naturaleza.
Existen diversos y extensos estudios, los que serán solo mencionados en este informe, que
exploran en profundidad la relación entre los elementos arquitectónicos en tanto
vertiginosos y angustiantes, con el progreso material y el consumismo neoyorquino. Tal es
el caso de “Arquitectura y denuncia en Poeta en Nueva York” (2011), de Isabel Story. Se
explora también la elaboración textual en “La elaboración textual de Poeta en Nueva York:
el salto mortal” (1994) de Derek Harris. Estos estudios son mencionados, ya que en ellos se
estila la noción de una relación estrecha entre ciudad y humanidad. Relación marcada por la
violencia y la indivisibilidad.
La situación humana en Poeta en Nueva York es problematizada en tanto instancia
dialéctica con la ciudad. Como se mencionó antes, Nueva York es la escenografía del drama
humano neoyorquino. Sin embargo, es posible argumentar que drama humano y su
escenografía son elementos indivisibles, es decir, que no son elementos separables ni
causales. Dolor y miseria sólo pueden tomar lugar en el momento y lugar de la ciudad y la
ciudad existe para ese dolor y miseria. Esto es legible a lo largo de la obra, en tanto los
elementos humanos, como los arquitectónicos de la ciudad aparecen multiplicados y
anónimos; las multitudes sin rostros y los colectivos homogéneos aparecen en los poemas
como elementos sufrientes, atribulados:
No hay más que un millón de herreros
forjando cadenas para los niños que han de
venir.
No hay más que un millón de carpinteros
que hacen ataúdes sin cruz.
No hay más que un gentío de lamentos
que se abren las ropas en espera de la bala.
(“Grito hacia Roma”, p. 82)
Los “millón de herreros”, “millón de carpinteros”, “gentío de lamentos” no hacen más que
recalcar la condición de anonimidad de las multitudes urbanas. Los herreros hacen cadenas
para los niños en una ciudad que aplasta y subyuga a la gente. La angustia que transmite el
poema es clara y en sus sutilezas se estila la relación indivisible entre ciudad y sociedad.
Es “Oda al Rey de Harlem” el texto paradigmático que comprueba la lectura anteriormente
estipulada. El poema, sobre las vida de los afroamericanos en la bullente Nueva York
tematiza la conexión entre urbe y padecimiento. En un poema largo, la forma lorquiana de
angustia urbana encuentra su lugar en los versos: “Es la sangre que viene, que vendrá por
los tejados y azoteas, por todas partes...” (17). El dolor de la raza negra está atado al
servilismo, a las estructuras de poder que se dan en una ciudad como Nueva York: “Es por
el silencio sapientísimo/ cuando los camareros y los cocineros y los que limpian con la
lengua/ las heridas de los millonarios/ buscan al rey por las calles o en los ángulos del
salitre” (18). Los millonarios son los esclavistas de esta casta de negros urbanizados. Lorca
vislumbra el dolor de la raza y lo hace patente:
¡Ay, Harlem! ¡Ay, Harlem! ¡Ay, Harlem!
No hay angustia comparable a tus rojos
oprimidos,
a to sangre estremecida dentro del eclipse
oscuro,
a tu violencia granate sordomuda en la
penumbra,
a tu gran rey prisionero, con un traje de
conserje.

La angustia proviene de la reducción de los negros, como humanos, a meros elementos a


ser transados en una urbe moderna y mercantilista. Son gente que, como la naturaleza,
padecen en la ciudad y por la ciudad. La ciudad y sus modos se interiorizan en el
afroamericano, lo re-significan como sujeto, y no solo objeto, de violencia: “Con una
cuchara arrancaba los ojos a los cocodrilos/ y golpeaba el trasero de los monos /Con una
cuchara” (13). La presencia del dolor y la tragedia también son el destino y la forma de la
raza negra en la ciudad. La humanidad particular de los oprimidos encuentra comprensión y
solidaridad en la poesía de Lorca.
En el poema “Norma y paraíso de los negros” (11-13), se tematiza la separación entre los
negros y su entorno, en tanto antagonismo entre civilización/naturaleza:
Odian la sombre del pájaro
sobre el pleamar de la blanca mejilla
y el conflicto de luz y viento
en el salón de la nieve fría.
(…)
Aman el azul desierto,
las vacilantes expresiones bovinas,
la mentirosa luna de los polos,
la danza curva del agua en la orilla.
Esta señalamiento de lo que los negros odian y aman puede establecerse como una división
entre el mundo occidental blanco e industrializado y la naturaleza. El ave, que podría
representar la libertad, se proyecta a una mejilla blanca, que los oprime. El amor por el
desierto azul, es decir, una espiritualidad libre y natural significada como paraíso (Avome
Mba 2009). Los negros viven y operan en un contexto que los lleva a la tensión con lo
urbano. En los poemas “Norma...” y “Oda al Rey de Harlem”, confluyen estas visiones y
ejecuciones sobre la opresión de la ciudad específicamente sobre los negros. La ciudad, en
este ámbito, no puede ser reducida a simple escenografía de la opresión o el sufrimiento.
Como se mencionó a inicios del informa, la gente de la urbe neoyorquina lorquina sufre y
es anónima. Esto también sucede con los negros, mencionados así, como “negros”: un
colectivo des-rostrado y sumido en sus condiciones. Aparece la civilización en la Nueva
York lorquiana como una carga opresora que victimiza, en el caso de la minoría negra, la
consciencia natural de quienes fueron civilizados por medio de la violencia.
La confluencia de ciudad y sufrimiento es la confluencia, entonces, entre civilización y
naturaleza. De la instancia poética de Poeta en Nueva York se puede concluir no solo la
indivisibilidad del dolor y la urbe, sino la urbe como verdugo de una humanidad. Es
complejo esto, ya que el hombre es víctima y victimario de y en la ciudad que el mismo
formó, pero que en la modernidad materialista que Lorca denuncia, adquiere una vida por si
misma. Nueva York es, entonces, una monstruo urbe: un ente aceitoso y sangriento que
aliena y violenta a sus habitantes, mientras que los recluta para que ellos reproduzcan sus
modos. Así, el paisaje humano y arquitectónico se funden para una visión oscura de la vida
en sociedad. El paisaje neoyorquino de Lorca es el paisaje de los tiempos modernos, con
todos los proyectos que se desarrollan, exteriorizados e interiorizados, de tal forma que
quedan al descubierto como matrices de dolor y angustia.
El comentario lorquiano sobre la modernidad, proveniente del comentario sobre la ciudad y
la vida en ciudad, se extiende y se problematiza a lo largo de toda la obra. La
complejidades no solo temáticas (las tratadas aquí) si no las simbólicas y formales dan para
extensos y detallados estudios. Vale la pena, desde este breve informe, proyectar un trabajo
minucioso.

Bibliografía
Avome Mba, Giséle. “Análisis temático y simbólico de «Norma y paraíso de los negros» y
«Oda al rey de Harlem» de Federico García Lorca”. Oráfrica, revista de oralidad africana,
no 5, 2009, pp. 149–61.

García Lorca, F. (1940). Poeta en Nueva York. [ebook] Available at:


https://thevirtuallibrary.org/index.php/es/libros/literatura/book/literatura-espanola-132/
poeta-en-nueva-york-1020 [Accessed 5 Nov. 2018].

Harris, Derek. “La elaboración textual de : el salto mortal”. Revista Canadiense de Estudios
Hispánicos, vol. 18, no 2, 1994, pp. 309–15.

Story, Isabel. “Arquitectura y denuncia en Poeta en Nueva York”. El Genio Maligno.


Revista de humanidades y ciencias sociales, traducido por Pablo Valdivia, vol. 8, 2011,
https://elgeniomaligno.eu/arquitectura-y-denuncia-en-poeta-en-nueva-york/.

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