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EDUCACIÓN SUPERIOR PÚBLICA

Una distinción entre lo público y lo privado es que lo público incluye a todos y lo privado contempla la
posibilidad de la exclusión. Un bien público, en términos económicos, es un servicio u objeto que puede ser
consumido por algún individuo, sin que ello reduzca la oportunidad a otro en cuanto a su consumo o disfrute.
Un bien público puede ser proveído solamente por una entidad a quien le esté vedado excluir al individuo por
cuestiones raciales, religiosas, de género, socioeconómicas, políticas y/o de lengua. Por ello, los bienes
públicos son provistos por el Estado.

Se argumenta también que, al ser considerada un bien público, la educación superior debe ser gratuita; La
educación superior es un bien público porque debe ser pertinente y atender las necesidades de la sociedad.

Durante las décadas del sesenta y setenta fueron comunes los argumentos respecto al carácter 'popular',
'crítico' y contestatario de la universidad estatal, como rasgo definitorio y diferenciador respecto a la privada.
Durante la década del ochenta esta diferenciación estaba basada en una supuesta mayor 'cientificidad' y
'calidad' de la primera. Durante la década actual esas diferencias desaparecen rápidamente y se dificulta
identificar aquellas funciones educativas que sean propias y específicas a las instituciones públicas y las
privadas.

Las instituciones públicas de educación superior han sido particularmente afectadas por cambios en la política
educativa, el financiamiento se somete a una competencia por recursos siempre insuficientes lo cual exige del
estado una clara jerarquización, acompañada de evaluación comparativa entre diversas necesidades y
opciones de inversión. En este contexto pierde legitimidad social y política el esquema tradicional de
financiación inercial de la educación superior pública, basado en un alto grado de dependencia del
presupuesto oficial y en ausencia de evaluación del costo/beneficio social de este gasto por parte del Estado.

Recientemente se han establecido nuevas fuentes de inversión para la educación superior. Desde el 2012, el
10% de las regalías provenientes de la minería y la explotación de petróleo han sido destinadas a financiar la
ciencia, tecnología e innovación. La Ley 1607 de diciembre del 2012 creó una asignación especial para las
instituciones públicas que son financiadas a través del Impuesto sobre la Renta para la Equidad (CREE), la
cual podría ser utilizada para complementar los proyectos de fortalecimiento institucional.

El CREE fue reformado en el 2014 a fin de convertirse educación pública a la educación superior; y el gasto
total en educación superior como porcentaje del PIB está por encima del promedio de la OCDE y de la
mayoría de países miembros. En este contexto, parece poco probable esperar un aumento considerable en la
financiación de la educación superior en un futuro inmediato. Una mayor inversión pública, en particular, sería
difícil e indeseable —dada la magnitud de la necesidad en los sectores de primera infancia y escolar— y
regresiva —dada la alta rentabilidad privada de la educación superior y la participación desigual. Por lo tanto,
el éxito de los esfuerzos de Colombia por transformar la educación superior dependerá esencialmente de la
capacidad para asignar los recursos disponibles de una forma más eficaz y eficiente.

El obstáculo principal para la asignación efectiva de recursos en Colombia sigue siendo el sistema obsoleto,
inequitativo e ineficiente de distribución de los recursos oficiales nacionales a las instituciones de educación
superior establecido en la Ley 30 de 1992.

Según la OCDE y el bando mundial

"Conforme a la Ley 30 de 1992, los principales criterios de referencia para la distribución de las contribuciones
gubernamentales directas a las universidades e instituciones públicas son los costos y presupuestos
registrados en 1993, ajustados por inflación. El modelo actual de asignación no tiene en cuenta los costos
unitarios; [...] no se prevén subsidios para la distribución de estudiantes por niveles y programas académicos.
El modelo no recompensa a las instituciones por su eficiencia (minimizar la deserción o maximizar las tasas
de finalización de estudios) ni pertinencia (resultados de los graduados en materia de empleo), y ni siquiera
cubre los costos adicionales en los que incurren las instituciones como resultado del aumento en el número de
estudiantes matriculados" (OCDE/BIRF/Banco Mundial, 2013: págs. 278-279). 278-279

Esto ha ocasionado grandes disparidades entre las asignaciones a las universidades públicas y aquellas a las
instituciones universitarias, tecnológicas y técnicas profesionales, así como otras disparidades dentro de estos
grupos. Aproximadamente el 48% de la totalidad de los recursos proporcionados a las universidades públicas
son asignados solo a 3 universidades, y el 52% restante debe ser compartido entre las otras 29; mientras que
solo 19 de las 30 instituciones públicas técnicas y tecnológicas reciben subsidios públicos de forma habitual
(CESU, 2014).
En el 2012, sin contar los recursos del SENA, las instituciones técnicas y tecnológicas recibieron solo el 22%
de los subsidios por estudiante recibidos por las universidades; una diferencia mucho mayor que en
cualquiera de los países de la OCDE (MEN, 2015a).

El consenso frente a lo inadecuado del mecanismo actual de financiación es amplio (CESU, 2014). Las
asignaciones de fondos a cada institución deberían reflejar la cantidad de estudiantes matriculados y los
cambios en estas cifras, en lugar de estar basadas en niveles históricos. Los programas a distintos niveles y
disciplinas tienen costos unitarios diferentes; estos también deberían estar reflejados en las asignaciones.
Asimismo, el gobierno podría tener en cuenta asignaciones especiales para instituciones que ofrecen niveles y
tipos de estudios considerados como prioridades nacionales o importantes a nivel económico, o que brindan
oportunidades en departamentos con escasa prestación de educación superior. Esto será esencial para
reducir inequidades regionales, aumentar la calidad de los programas técnicos y tecnológicos, y alinear de
mejor manera el sistema de educación superior con las metas nacionales y regionales de desarrollo.

Premisas para la propuesta ante un eventual ajuste normativo

1. Educación superior pública que sea garantizada como derecho colectivo en igualdad de oportunidades a
quienes deseen ingresar a ella, e incidiendo positivamente en el desarrollo social y económico de la Nación.

2. Esta debe fijarse metas más ambiciosas de cobertura neta y bruta en la educación superior y un rol
preponderante de lo estatal en el conjunto del sistema. Especial función debe cumplir la Universidad pública
para la mejora de los demás niveles de la educación.

4. El presupuesto apropiado para educación superior debe aumentar a un ritmo por encima del tendencial.

5. La educación universitaria se fundamenta en un desarrollo armónico de sus tres funciones misionales


esenciales: investigación, docencia, extensión, de manera que la política de financiación no puede orientarse
a generar dispersión y desarticulación en ellas

6. La política de la educación superior no puede estar determinada por la política fiscal; debe ser establecida
como un propósito nacional y considerar esta última simplemente como una restricción.

7. Concertar un nuevo mínimo vital para la educación superior pública. Los hechos han demostrado que no
hacerlo es ingenuidad.

8. Lo que se acuerde en relación con el ajuste de la Ley 30, debe seguir desarrollando el marco conceptual y
la experiencia que se ha generado en Colombia, de acuerdo con la autonomía universitaria y de la educación
como derecho fundamental.

Lo que se intenta ajustar

El Ministerio de educación está interesado en modificar los artículos que determinan la financiación mínima de
las Universidades públicas, es decir, los artículos 86 y 87 de la Ley 30 de 1992.

“Artículo 86. Los presupuestos de las Universidades nacionales, departamentales y municipales estarán
constituidos por aportes del presupuesto nacional para funcionamiento e inversión, por los aportes de los
entes territoriales, por los recursos y rentas propias de cada institución”. “Las Universidades estatales u
oficiales recibirán anualmente aportes de los presupuestos nacional y de las entidades territoriales, que
signifiquen siempre un incremento en pesos constantes, tomando como base los presupuestos de rentas y
gastos, vigentes a partir de 1993”.

“Artículo 87. A partir del sexto año de la vigencia de la presente Ley, el Gobierno Nacional incrementará sus
aportes para las Universidades estatales u oficiales, en un porcentaje no inferior al 30% del incremento real
del Producto Interno Bruto”. Antes de cualquier análisis sobre su contenido o sobre los motivos que
justificarían su ajuste, es necesario considerar, aunque de manera superficial, la situación de la educación
superior en Colombia y especialmente la de la Universidad pública”.
Referencias bibliográficas

http://bdigital.unal.edu.co/1267/3/02CAPI01.pdf

https://www.mineducacion.gov.co/1759/articles-356787_recurso_1.pdf

http://www.redalyc.org/pdf/373/37303205.pdf

http://www.scielo.org.co/pdf/rlcs/v10n1/v10n1a25.pdf

http://bdigital.unal.edu.co/7374/1/carlosalbertogarzon.20101.pdf

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