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HOUDINI GUERRERO

Poeta y escritor desde los 18 años, docente universitario, director de dos


revistas culturales y colaborador con la cultura en nuestra región...
Houdini Guerrero continúa haciendo lo que mejor sabe. Actualmente
trabaja en lo que será su próxima novela, que tratará sobre la vida del
General Juan Velasco Alvarado.

Cuenta que desde muy joven le gustó escribir y que siempre estaba en
cuanto evento literario se desarrollara. Aquí seis preguntas a este brillante
escritor, propulsor de la lectura en nuestra ciudad.

Cuando empezaste a escribir, ¿tuviste miedo a publicar como le pasa a


muchos? No, nunca lo tuve. Siempre fui un chico muy audaz, tenía amigos
que me apoyaban. Eso sí, andaba muy metido en los eventos literarios.

¿Qué fue lo primero que publicaste? Mi primer libro fue un poemario de


nombre Collage Quimérico y luego le siguió "Para cerrar los ojos de Dios"
que también es una selección de poemas.

¿Qué haces actualmente? Dirijo las dos revistas culturales Chaquira y


Sietevientos, soy docente en la Universidad Nacional y me encuentro
escribiendo una novela sobre la vida de Juan Velasco Alvarado. Esta
novela la vengo escribiendo desde hace 10 años. Espero terminarla
pronto.

¿Continúas dictando talleres? Si claro, además muchas veces voy a los


colegios a incentivar a los alumnos a leer a través de charlas. También voy
a los colegios de la sierra donde hay mucha acogida porque a ellos les
gusta escuchar historias, saber cómo van a terminar. Son curiosos.

Después de la novela que estás escribiendo, ¿qué más vendrá? Tengo en


mente escribir un libro de crónicas periodísticas sobre diversos personajes
importantes de Piura como por ejemplo jugadores de fútbol, escritores.
Una de estas historias tendrá que ver con el paso de Vargas Llosa por
nuestra ciudad.

Un consejo para los jóvenes...


Que lean y lean, porque eso les va a ayudar mucho en la vida, en el
"barómetro" de sus conocimientos.
RAFAEL GUTARRA LUJÁN
CHAMICO... ROMPE CORAZONES
Estaba distraído viendo como un akatank´a arrimaba el mojón
fresco de la vaca pintada cuando paso volando en tankayllu
zumbador por el valiana puquio. Lo atrapé despacito, con mucho
cuidado le palpé sus alitas, como si fuese mi mejor amigo
confidente y guarda secretos, siempre pensando en el rostro
chaposo y sonriente de la Rosalinda con sus trenzas cayendo sobre
su espalda, le incrusté una hoja de pasto a su potito del tankayllu. Y
lo solté diciéndole: “Anda, dile a la Rosalinda que la quiero con todo
mi corazón…”. Después de ese día agarré confianza seguro que la
carta que le envié con el tankayllu había llegado a los oídos de la
Rosalinda. Empezó a sonreírme, se jugueteaba conmigo en el salón
de clases. Le jalaba del pelo, despacito nomás, sin que el profesor
se diera cuenta. Y ella me pellizcaba y yo le agarraba de sus manos
y ella las retiraba rápidamente. Hasta que el profesor se dio cuenta.
¡A ver ese pablo! ¡Tremendo cojudazo y jugando dentro del salón!
¡Fuera!. Después de un ratito salió también la Rosalinda. Salía con
su carita bien rojita, más de lo chaposa que era, los demás se reían
adentro. Me miró molesta con sus ojitos negros, como quien dice.
“Por tu culpa”. Luego desvió la mirada. Se fue apurada con
dirección al camino. Seguro que ya quería irse a su casa. Yo la
seguí, de lejitos nomás, hasta que saliera del patio de la escuela.
Después me acerqué a su lado. ¿También te ha botau el profi? - le
pregunté haciéndome el cojudo. ¡Por tu culpa mañoso Pablu! Le
agarré de sus manos. No vas a fastidiar, Pablu. A mis taitas voy a
contar… Si les dices a tus taitas, más mejor tuavia – le dije-así
vamos ganando tiempo… “¡jajailla!”, pensé para mí nomás, mi
corazón también parecía que se reía. La Rosalinda se paró en seco.
De sorpresa me tiró un sopapo, fuerte lajecho en mi cara. Calientito
sentí. En ese momento no podía ni hablar ni hacer nada. Se fue
corriendo. De lejos ya levantó una piedra del camino y me la aventó.
Fuertazo dolor sentí en mi pecho. “tuavia ha caído cerquita a mi
corazón”. ¿Piedra, ah? ¡Que puntería!”, me dije para mí solo. Así es
amor serrano, amor de esta parte del mundo, ¡más que pegas, más
te quiero! Vas a ver palomita, dentro de poco vas a ser mía… Pasó
el tiempo. La Rosalinda no me hablaba. Se hacía la disimulada
cuando yo buscaba cruzarme en su camino. Jugaba con los demás
sin importarle yo para nada. Ni siquiera me miraba ya. Un día que
estaba pensando: “hasta aquí nomas te aguanto, Rosalinda”, la ví
jugando a las escondidas en compañía de Edgardo. Corriendo los
dositos se metieron al salón, juntitos, pegaditos, se escondieron. El
Edgardo le agarraba de sus manos, la abrazaba. Ella se quejaba
nomás. Hasta le tocaba a sus chichicitos chiquitos de su pecho. Le
acariciaba su carita colorada. Sentí una rabia tremenda. ¿Qué tala,
carajo? ¿Con él sí, no? Como fuego algo subió a mi cabeza y no
me aguanté. Por la ventana dentré al salón. Le agarre al Edgardo
del cuello de su camisa blanca percudida del uniforme, un par de
puñetazos en la cara y ya estaba sangrando. A la Rosalinda con el
dolor de mi corazón, le tiré un sopapo fuerte y luego otro más. El
Edgardo empezó a gritar: ¡Machu asnu, abusivo, huevón! Y la
Rosalinda lloraba sin decir nada. Por los gritos de Edgardo los
demás chiuches empezaron a llegar corriendo ¿Por qué no te
metes con tus iguales, viejonazo abusivo? Dijo el Crispín. ¡Aystá
pelea con el Demetrio! – grito otro chiuche. ¡Demetrioo! – Llamó
alguien-. ¡Dice que el papacho pablo te saca la mierdaa! El
Demetrio era del quinto grado. Cierto que yo era el mas mayorcito
de todos los de segundo grado pero recién tenia mis quince añitos,
por eso el profesor me puso papacho pablo, porque también era
mas grande que todos. En cambio el Demetrio tenía como diecisiete
o dieciocho años. ¡Demetrio, dice el papacho pablo que eres un
maula, que ni siquiera tienes pasña! – le dijo el Julián cuando llegó
el Demetrio. Yo no he dicho nada, Demetrio –le dije yo, tratando de
evitar un lío. Pero el Edgardo se acercó lloroso y le contó gritando.
El machu asnu me ha pegado porque estoy con la Rosalinda,
porque él es su pretendiente pero es muy viejo para ella. ¡Ella
nunca le va hacer caso, ella misma me lo ha dicho! ¡Mentira!- me
dije para mis adentros-¡eso es mentira! A pesar que le había
cacheteado a la Rosalinda, ella me quería, yo estaba seguro de
eso. El Edgardo era un aprovechador nomás, y por eso, enfurecido,
le pateé en su trasero, ahí delante de todos. Por eso el Demetrio se
me vino encima. ¡Abusivo de mierda!- gritando y golpeando- ¡a ver
métete conmigo! ¡ahura pe, mierda, como hombre , con tus iguales!.
Me tiró un puñetazo en la cara. Eso nomás estaba esperando. Era
como bestia cuando me provocaban. Le contesté con mas fuerza. Y
así poco a poco, nos sangramos, hasta que el profesor nos separó.
Esa fue la última vez que estuve en la escuela. Después nunca más
volví por allí. Ingrata Rosalinda, para olvidarla diciendo, me ausenté
cinco años de ese lugar. Le acompañé a Uchiza a mi hermano
Simeón. De allí pasamos también a Tocache. Aprendí algunos
secretos de la selva. No solamente a ganar dinero con el sudor de
la frente, con el trabajo en paña de coca, en el corte de arboles, en
lo que sea. En mi pensamiento siempre estaba la Rosalinda, como
un recuerdo sin malicia, a pesar que yo estaba madurando y tenía
ganas de acompañarme con una mujer. Nunca dejaba de pensar en
la Rosalinda. En el monte, cuando estábamos cortando árboles el
Juan lazo, un cholo maduro que había recorrido lima y casi todo el
Perú, como decía él, se dio cuenta de mi sufrimiento. ¿Todavía
pensando en tu cholita, compadrito?-me preguntó. Yo me sonreía
nomas, con esa sonrisa de cholo cojudo que a veces tenemos los
serranos. Aquí hay cualquier cantidad de mujeres. Para escoger…-
hablaba golpeando las palmas de su mano. De verdad era eso. Con
dinero podías conseguir mujer, si querías a cada rato. Pero yo me
recordaba de su inocencia, de su sonrisa sin nubes de la Rosalinda.
Un día el Juan lazo me contó maravillas de una yerbita que crecía
en la selva. “compadrito, de repente no me vas a creer, pero con
esa yerbita tu consigues la mujer que quieres, a las mas ricas,
morochitas, charapitas, gringuitas, chinitas, las que tú quieras. No
hay imposible para esa cosita. Yo te digo con experiencia porque lo
he comprobado… “y yo, entre cojudeado y atento, me había
quedado escuchándolo con la boca abierta. Una vez mas se me
vino a la mente la sonrisa de la Rosalinda”… cojudo eres, pablo.
Con tu perdón, pero eres bien quedado. Usa esas yerbitas (¿Cómo
dijo que se llamaba? ¡Ah ya está: chamico!) Tú puedes usar
chamico, puzanga o sangre de bufeo, la hembra, por diosito que
esta en el cielo y no me deja mentir, se te echa, te tira su calzón en
la cara. El chamico, por mas ajustado que la mujer tenga su
corazón y su ropa interior lo rompe. Y desde que le das a beber
esta cosita se muere por ti. Por eso le dicen chamico, rompe
corazones”. Al comienzo me quedé pensativo ¿será cojudo mi
amigo? ¿Cómo una yerbita va hacer esas cosas? ¿Sería de
probarlo? Pero después, de la curiosidad nomas, le pregunté donde
se podía conseguir eso. Y me llevó donde un quinchocre, dice era
un brujo, curandero campa. Nos dio explicaciones y me vendió el
chamico, hasta venia en tubitos de vidrio, como ampolletas de
inyecciones. Cuando volví a mi pueblo, la Rosalinda se había
juntado con Demetrio y ya tenia un hijito. Y yo pensaba encontrar
todavía inocente a la Rosalinda. ¡Lo que es la vida, caraya! Pobre
Rosalinda, tan tierna y ya con un hijo. ¡Como le habría engañado
esa bestiaza del Demetrio! Pero no importa, me dije, tendrá que ser
mía también, aunque sea por joderle nomás al Demetrio. Como era
la fiesta de taita shanti seria fácil darle el chamico. Primerito que
nada conseguí dos pelos de sus trencitas. Me acuerdo que le
encargué a su hermano Eliseo. El los sacó de su lliclla en la noche,
cuando estaba durmiendo, yo le di como diez soles de propina.
Después los tuve tres días remoje y remoje con el chamico. Al día
siguiente en la casa de mi prima Adela había Santiago y cuando se
les colgaba cintas multicolores de las orejas de vacas y toros,
haciéndome el cooperador me puse a servir el pitupitu.
Aprovechando que el Demetrio estaba cantando y bailando, le he
vaciado el chamico en la taza de la Rosalinda, y sonriente le he
servido. Después de días la yerbita hizo su efecto. La Rosalinda
misma se vino de noche a mi casa. Como tres días estuvo sin
querer irse. Mientras el cojudo del Demetrio tomaba y tomaba trago
a diario. Luego hasta el juzgado tuvimos que ir. Pero la Rosalinda
ya no quiso separarse de mí. “pase lo que pase” me dijo, “a tu lado
nomas quiero estar, papacitu pablu”. Eso no estaba en mis planes.
Yo quería burlarme de ella y Demetrio. Nada más. Ahora ya estoy
jodido, pues. Verdad que me he dado el gustito con la Rosalinda.
Pero qué se iba hacer, ella está esperando que llegue nuestro hijito.
Era verdad: el chamico rompía corazones.

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En la III Feria Internacional del Libro de Piura


ERP. El día miércoles 20 de agosto del 2014, a las 11.30 a.m., en la
III Feria Internacional del Libro de Piura, se presentó el relato Tigre
en la Luna de Rafael Gutarra Luján, patrocinado por Sietevientos
Editores. La ceremonia contó con la participación de Houdini
Guerrero Torres, Sigfredo Burneo Sánchez y Luis Córdova Rumiche
(Luscor).
"Tigre en la Luna se sitúa en un escenario de ficción-realismo: un
tigre cautivo, traído para un espectáculo circense, fuga se su prisión
para iniciar sus andanzas por la Universidad Nacional de Piura,
donde se encuentra con diversos personajes que componen la vida
social piurana", explicó el literato Sigfredo Burneo Sánchez durante
la ceremonia de presentación.
Rafael Gutarra, autor de Tigre en la Luna, señaló que su relato
requiere de más de una sola lectura para comprender la profundidad
de sus personajes. "De repente el animal se encuentra con varios
personajes, uno de ellos representa al funcionario corrupto, y sin
ánimo de arruinar la lectura de nadie, cualquiera se preguntará si
realmente su naturaleza haría honor al nombre que lleva: Tigre",
remarcó durante su intervención el literato Houdini Guerrero Torres.
¿Un tigre en la UNP? (Sigifredo Burneo Sánchez)
Según César Vallejo los hermanos Schlegel inventaron la crítica
literaria científica. Según Rainer María Rilke las obras de arte son de
una infinita soledad y con nada se las puede alcanzar menos que con
la crítica. Según Luis Alberto Sánchez todo crítico literario es un
escritor frustrado (que se resigna a comentar en la obra de otros lo
que él no pudo hacer). Se puede continuar con una prolongada serie
de rememoraciones, pues para todos los gustos hay alguna
referencia; pero, para el sosegado suscriptor de estas líneas, la
crítica literaria es un acto fundamentalmente amical, surgido del grato
momento estético que haya producido la obra durante su lectura (y
sabiendo que a otros lectores puede haberles producido un profundo
malestar).
Bajo tal perspectiva, me permito expresar algunas apreciaciones
sobre el libro Tigre en la luna, que acaba de publicar el escritor Rafael
Gutarra Luján bajo el sello de Sietevientos Editores. La historia, en
sí, no deja de ser sugerente, pues los piuranos estamos
acostumbrados a ver que alrededor del campus universitario de la
UNP aparece todo tipo de circunstancia inesperada: carpas de
gitanos, circos venidos a menos, malls comerciales, ambulantes que
ofrecen cosas misteriosas, hippies desfasados, propagandistas
políticos y toda laya de personajes difíciles de comprender.
Precisamente, en una de esas noches caóticas, bajo la poética luz
de la luna piurana, un tigre sobrepasa los barrotes, se escapa de la
carpa multicolor y penetra en el inviolable recinto de la UNP. A partir
de ese momento, el autor demuestra su capacidad de organización
estructural, mezclando varias historias y varios tiempos: intelectuales
bohemios que sueñan con la revolución pero que en la vida cotidiana
temen los cambios radicales, autoridades académicas de la UNP en
situaciones imprecisas, alumnos aprovechadores de las
circunstancias, policías de investigación perdidos en el asombro que
les produce un acto vandálico incomprensible.
Los otros dos ingredientes de la historia son el sexo y la ironía. El
sexo, desplegado y tratado en las páginas del relato como una
obsesión incurable de los seres humanos; y la ironía, que se difunde
como un aire fresco que ventila las aparentes solemnidades o
ridiculeces que conforman la historia.
Lean y descubran al tigre.

EL PAN Y OTRAS MISERIAS HUMANAS

Alfredo Gutarra Luján nació en Pampas, Tayacaja, en 1978. Estudió


secundaria en los colegios “Daniel Hernández” de su tierra natal y
en el “Ricardo Bentín” del Rímac, en Lima. Los estudios superiores
de Historia y Ciencias Sociales los realizó en la
Universidad Nacional de Huancavelica.

Publicó sus primeros relatos en la revista Miscelánea Educativa


(1997) vocero de su universidad de origen. Fue antologado en
Literatura huancavelicana siglo XX (2000). Dirigió la revista cultural
Generación XXI (2001– 2003). Quedó finalista en el concurso “Las
644 Palabras” organizado por el Suplemento Cultural “Solo 4” del
diario Correo de Huancayo con el cuento El pan (2005).

Ha publicado artículos sobre antropología andina en diversos


medios. Mantiene inéditos sus libros Trebulcha: La desfiguración de
un danzante de tijeras, La danza de tijeras en Huancavelica y El
paraíso de las orquídeas.

Aquí un breve cometario del escritor Rafaél Gutarra, hermano


mayor, desde la ciudad de Piura, al comentar su libro El Pan y otras
miserias humanas.
Alfredo Gutarra Luján es mi hermano. Lo conozco desde la edad que
tiene. Y lo desconocí cuando me hizo leer sus primeros escritos.

No faltaba más. Alfredo sabe a lo que se mete. Me siento un poco


culpable por sus lecturas, pero no por sus perpetraciones. Y es que
la escritura es un acto de fe, de voluntad, de expiación. No es fácil
escribir.

Más aún, no es fácil escribir bien. Y Alfredo escribe bien. Me negué


a comentar sobre sus relatos mientras no me convenciera. Pero
ahora deseo estar a su altura: quiero ser preciso y breve.

El pan y otras miserias humanas es un conjunto de cuentos insólitos,


modernos y desfachatados. No espere el lector una lección edificante
o una historia con beneplácitos. No.

Lo suyo es la experimentación, la negación de las formas y las


tradiciones, la asimilación de Valdelomar, Unamuno y Ribeyro.
Extraña combinación para un autor que ha decidido vivir en Pampas.

Su lenguaje se blande como ese cuchillo filudo que acaba con la vida
de Matías en “Mi pequeño enemigo” y su personajes, desde el niño
del cuento mencionado pasando por la muchacha y los muchachos
de ¡Desfloración en el teatro”, “El retorno” y “El fotógrafo”, hasta los
transmigrados de “El pan y recuento, son seres fracasados,
irredentos, sin destino feliz para sus vidas.

Reconozco al pilluelo de antaño, al buen lector, al rebelde, al


perpetrador. Es la escritura del escritor Alfredo Gutarra Luján. Le
deseo mucha suerte. Que los apus y las musas lo acompañen y le
sonrían siempre.

Rafael Gutarra Luján


Piura, 20 de agosto del 2009
Imagen: Carátula del libro, cuadro “Chaska” del pintor César Yauri

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