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BIOGRAFIA

Nació el 27 de octubre de 1922 en La Victoria, provincia de Lima y murió el 30


de agosto de 2014, en Lima.

Su padre, Nicomedes Santa Cruz Aparicio, fue escritor y dramaturgo, y su


madre, Victoria Gamarra, quien provenía de una familia muy ligada a la pintura,
fue una gran bailarina de zamacueca y marinera. Victoria se convirtió en la voz
del arte negro peruano. “Encontré en lo que había heredado justamente como
ancestro, África, la base para ponerme de pie. Tuve que empezar por el negro,
por esas combinaciones rítmicas africanas que hemos heredado y
conservamos tan celosamente a través de cuatrocientos años, fue lo que me
hizo decir un día el negro no fue nunca esclavo, porque nadie pudo esclavizar
su ritmo interior, que es la única guía del ser humano. Que no me diga nadie
que no es racista antes de serlo, hay que serlo primero”.

Se inició en el mundo de las tablas con el grupo Cumanana (1958), junto a uno
de sus diez hermanos, Nicomedes, quien también era estudioso del folklore
peruano: “Cultura viene de cultivo, y si el hombre a través de sus
manifestaciones no se cultiva no está haciendo nada, sino vivir en el sueño.”

Sus estudios se realizaron en un contexto donde la discriminación era mucho


más acentuada. Becada por el gobierno francés, viajó a París para estudiar en
la Universidad del Teatro de las Naciones (1961) y en la Escuela Superior de
Estudios Coreográficos, allí se destacó como creadora y diseñadora del
vestuario de la obra “El retablo de don Cristóbal”, de Federico García Lorca, y
en “La rosa de papel”, de Ramón del Valle Inclán.

En 1968 fundó Teatro y Danzas Negras del Perú, comenzando una nueva
etapa de su estudio. El folklore no era considerado por ella como algo exótico
ni pintoresco, sino como vida pura.

Viajó difundiendo la cultura negra de Perú y fue una de las pocas mujeres,
latinoamericanas y negras, catedrática en la Universidad Carnegie Mellon
(Estados Unidos), de la que quedó como profesora vitalicia.

En 1973, fue designada directora del Conjunto Nacional de Folclore del Instituto
Nacional de Cultura (INC) de Perú, cargo en el que se mantuvo hasta 1982.
Los últimos años, antes de su voluntario retiro, los dedicó a dictar talleres en
Estados Unidos y Europa.

Victoria Santa Cruz fundaba el eje de su ideología en la consideración del ser


humano insertado en un orden cósmico. En una entrevista realizada por Marco
Aurelio Denegri en el programa La función de la palabra (1938), declara:

“Cuando en la vida, que es la escuela que hemos olvidado, empecé a tocar


fondo, en un momento de mi vida dije no obstante, africano. Esto es cósmico,
porque, ¿qué cosa tiene el ser humano si no es un aspecto del cosmos? Es
muy fácil decir soy un microcosmos. Si eres un microcosmos descubre las
leyes que hay en ti del macrocosmos y entra al sitio que te corresponde.”

“El ser humano está dividido: dice una cosa, piensa otra y hace otra; y esta
división, mientras no tome conciencia de algo, nos va a destruir.(…) Desde el
momento en el que el enemigo vive en casa por algo ya no estamos en casa.
Hay que empezar a ponerse de pie, asumiendo la responsabilidad, sin buscar a
quien culpar, porque no hay revolución sin evolución y eso se gesta al interior
de cada uno de nosotros. Y empezar a descubrir algo que se llama presente.
Sólo en el presente hay acción y sólo en la acción hay mutación,
transformación.”

Su poema emblemático, Me gritaron negra, está ligado a algo que le sucedió a


los cinco años, en La Victoria, el barrio donde se crió, en el cual era la única
negra entre chicas mestizas. A éste se muda una familia blanca. “Cuando salgo
a jugar la gringuita me mira y dice ‘si esa negrita juega, yo me voy’. ‘Bueno,
digo yo, esta acaba de llegar y ya está poniendo reglas.’ ¿Cuál sería mi
sorpresa? Cuando mis amigas me dicen ‘Vete, Victoria’. Una puñalada es una
caricia comparado con aquello que me pasó. Yo no sabía que era negra.
Cuando digo no sabía que era negra no estoy hablando del color, sino de lo
que eso implicaba.”

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